ENGLISH | FRANCAIS | PORTUGUES

 

Volver
El rechazo del imperio
Autor: Bernardo Vialli
Fuente: La Repubblica
Fecha: 14/03/2003

Título Original:

George Bush haga nomás la Guerra a Irak, mueva si quiere sus 300.000 hombres desplegados en Medio Oriente, pero usted no tendrá el marco protector de las Naciones Unidas. Jacques Chirac ha hablado claro y neto a millones de franceses que lo escuchaban ayer a la noche a la hora de la cena ; pero su mensaje estaba dirigido obviamente además a la otra parte del atlántico, donde, a la hora del almuerzo, los dirigentes americanos esperaban todavía su bendición, que hubiera legitimado en el plano internacional su guerra irrenunciable.
Chirac ha quitado toda esperanza. Francia no puede parar a la gran Armada presta a invadir Irak y a tirar abajo el regimen de Saddam, pero negará a los EEUU la aprobación del Consejo de Seguridad. La bloqueará de todas maneras, aunque si la resolución angloamericana, equivalente a una señal de vía libre a la guerra, debiera obtener la mayoría de nueve o más votos (sobre quince) requeridos por el reglamento del máximo organismo de la ONU.
Si tal mayoría no fuera alcanzada (y Chirac estaba convencido, ayer a la noche, que no fuera tal hasta ahora) el veto francés no será necesario. Pero en el caso contrario, esto es, si los americanos lograran convencer los países dubitativos (como Chile, Guinea o Camerún…) a favor del conflicto armado y obtuvieran la mayoría, la Francia anularía, como está dentro de sus poderes, tirando sobre la mesa el veto. Lo usaría como prerrogativa de miembro permanente. En los hechos, para ser aprobada, una resolución no debe recibir ningún voto contrario de parte de los 5 miembros permanents del Cosejo de Seguridad. La mayoría puede ser abatida por un solo voto negativo de los « grandes ». Eso es lo que hará Chirac si fuera necesario.
Esta explicación procedimental, a la cual el presidente francés se ha dedicado con una pedante y dura precisión, da una idea del empeño con el cual él se opone a la guerra de George Bush. Francia no puede hacer nada para impedir la marcha sobre Bagdad, pero quiere resaltar bien que la acción de los EEUU y Gran Bretaña es « fuera de la ley », por lo menos según el derecho internacional expresado por las Naciones Unidas. La guerra es, de ahora en más, irrefrenable, pero el pricipio de la guerra preventiva no será legitimado. « Nosotros queremos vivir en un mundo multipolar… en el cual Europa tenga su puesto… y las discusiones sean hechas colegialmente » ha dicho Chirac. Y era implícito el rechazo del estilo imperial del gran aliado transatlántico.
Jacques Chirac habría ido con mucho gusto a Nueva York. Quería transformar la próxima reunión del Cosejo de Seguridad en euna cumbre solemne. En directo, de frente a medio mundo, habría enfrentado a George W. Bush. Pero este ultimo ha rechazado la invitación. Y es comprensible. La sesión se habría transformado en un proceso a los EEUU. La oposición francesa a la guerra es bastante fastidiosa así para la hiperpotencia. Schroeder estaba listo a seguir a Chirac. Lo ha repetido muchas veces. Y ayer a la tarde, poco antes de que el presidente francés aparezca en la TV, el canciller alemán le ofreció su apoyo, expresándose en una entrevista en un canal parisino. Fue un largo elogio del entendimiento franco-alemán. Sobre todos los puntos Schroeder dijo estar de acuerdo con Chirac. Alemania, que es uno de los miembros no permanentes del Cosejo de Seguridad (por dos años) apoyará a Francia sin reservas. Votará contra la resolución angloamericana, y en el caso que el veto francés sea necesario, lo apoyará ilimitadamente. Schroeder dijo estar listo a crear aquella solidaridad que diera fuerza a las relaciones franco-alemanas en la época de De Gaulle y Adenauer, de Giscard y Schmidt, de Mitterrand y Kohl. Una complicidad que iba más allá del acuerdo ideológico. Este idilio franco-alemán, nacido de una común oposición a la voluntad americana, hace más áspero inevitablemente el conflicto político entre las dos orillas del Atlántico. El intensificarse de los acontecimientos de las reprimendas provenientes de Washington no han atenuando los tonos de Paris y Berlin. Al contrario los han reforzado.
Se tiene la neta impresión de que no sea tanto la guerra contra Irak a encender el desafío cuanto la arogancia de la hiperpotencia. Más las protestas norteamericanas se parecen a amenazas, más las posiciones franco-alemanas se ponen rígidas. Es como si hubiera en curso dos conflictos diferentes : de un lado el conflicto con Irak, que es el origen de todo ; del otro lado el conflicto político entre EEUU y Europa, que de ahora en más tiene una dinámica propria. A dar fuerza a esta ultima, a la Europa expresada por el eje París-Berlín, contribuye el sustancial apoyo de Rusia. Ayer, mientras Shroder y Chirac hablaban en la television francesa, en Moscú el ministro de Relaciones Exteriores Ivanov afirmaba abiertamente su intención de ponerle el veto a la resolución anglo-americana. La seguridad de Chirac se debía también a aquella declaración que hará menos solitario el veto francés.
Las firmes declaraciones de Moscú, París y Berlín afligen profundamente la Londres de Tony Blair. De frente a la siempre más abierto rechazo en las filas de su partido y a la amenaza de divisiones dentro de su propio gobierno el Primer Ministro laborista esperaba el acuerdo de la ONU. Los adversarios de su política pro americana lo exigieron así. Pedían que la participación británica a la guerra fuera al menos legitimida por un voto de las Naciones Unidas. París, Moscú y Berlín ayer han excluído esta envetualidad.

Publicado el 11/03/03

 

 

Volver