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Un “traidor” por la nación
Autor: Tim Robbins *
Fuente: Página /12
Fecha: 19/04/2003

Título Original:

Gracias y gracias por la invitación. Originalmente me habían pedido que hablara aquí sobre la guerra y la actual situación política, pero en cambio elegí aprovechar la oportunidad y hablar sobre el béisbol y el show business. No, sólo bromeaba. O algo así.

No les puedo decir cómo me conmovió el abrumador apoyo que recibí de los diarios de todo el país en estos pasados días. Los necesitamos, a ustedes, la prensa, ahora más que nunca. A pesar de la tragedia del 11 de septiembre, hubo un breve período posterior en el que tuve una gran esperanza. Me aferré a un atisbo de esperanza de que algo bueno pudiera salir de eso. Me imaginé a nuestros líderes aprovechando este momento de unidad en Estados Unidos, este momento en que nadie quería hablar sobre demócratas versus republicanos, blancos versus negros o cualquiera de las ridículas divisiones que dominan nuestro discurso público. Imaginé un liderazgo que tomara la energía, la generosidad de espíritu y creara una nueva unidad en Estados Unidos nacida del caos y la tragedia del 11 de septiembre, que enviara un mensaje a los terroristas del mundo: con sus ataques inhumanos en contra nuestro, ustedes fortalecerán nuestro compromiso con la justicia y la democracia; como un Fénix salido del fuego, renaceremos.

Y luego vino el discurso: O están con nosotros o están en contra. Y los bombardeos comenzaron. Y el viejo paradigma se restauró mientras nuestros líderes nos alentaban a mostrar nuestro patriotismo yendo de compras y presentándonos como voluntarios para unirnos a grupos que entregarían a sus vecinos por cualquier conducta sospechosa. En los 19 meses desde el 11 de septiembre hemos visto cómo se comprometía nuestra democracia por el temor y el odio. Los derechos inalienables básicos, los procesos debidos, la santidad del hogar se han visto rápidamente comprometidos por un clima de temor. Un público norteamericano unificado se dividió amargamente, y una población mundial que sentía una profunda simpatía y apoyo por nosotros, se ha vuelto desconfiada y despreciativa, viéndonos como en una época veíamos a la Unión Soviética, como un Estado paria.

La semana pasada, Susan y yo y nuestros tres hijos fuimos a Florida a una reunión familiar de deportes. Y en el medio del baile y la música, se habló de la guerra. Y lo más impresionante del fin de semana fue la cantidad de veces que la gente nos agradecía por hablar en contra de la guerra, porque el individuo sólo pensaba que era inseguro hacerlo en su propia comunidad, en su propia vida. Sigan hablando, dijeron; yo no pude abrir la boca. Un pariente me dice que el maestro le dice a su hijo de 11 años, un sobrino mío, que Susan Sarandon está poniendo en peligro a las tropas por su oposición a la guerra. Otro pariente me cuenta la decisión de la comisión de la escuela de cancelar un evento cívico que proponía un minuto de silencio por aquellos muertos en la guerra, porque los estudiantes incluían a los civiles iraquíes muertos en sus oraciones silenciosas. Han aparecido amenazas de muerte en los frentes de las casas de prominentes activistas antibélicos, por sus opiniones. Parientes nuestros han recibido amenazadores e-mails y llamadas telefónicas.

Susan y yo hemos sido incluidos en la lista como traidores, como partidarios de Saddam y varios otros epítetos por la prensa amarilla de chimentos de Australia que se disfraza de periódicos y por sus justos y equilibrados primos de los medios electrónicos. Dos semanas atrás, United Way canceló una aparición de Susan en una conferencia sobre el liderazgo de las mujeres. Y a los dos nos dijeron la semana pasada que ambos y la Primera Enmienda no éramos bienvenidos al Salón de la Fama de Baseball.

Un famoso rockero me llamó la semana pasada para agradecerme que hablara contra la guerra, ya que él no podía hacerlo porque teme las repercusiones de Clear Channel. Y aquí en Washington, Helen Thomas se encuentra olvidada en el fondo de la habitación después de haberle preguntado a Ari Fleisher si al mostrar nosotros los prisioneros de guerra en Guantánamo por televisión no estábamos violando la Convención de Ginebra. Un viento helado está soplando en esta nación.

Se está enviando un mensaje a través de la Casa Blanca y sus aliados en programas de radio, y Clear Channel y Cooperstown. Si uno se opone a esta administración, puede haber y habrá sanciones. Todos los días, las ondas de aire están llenas de advertencias, amenazas veladas y no veladas, injurias y odio dirigidas a cualquier voz disidente. Y el público, se sienta mudo de temor.

Recuerdo que cuando ocurrieron los disparos en el colegio Columbine, el presidente Clinton criticó a Hollywood por contribuir a esta terrible tragedia, como si estuviéramos lanzando bombas sobre Kosovo. ¿No serían las acciones violentas de nuestros líderes las que contribuyeron en parte a las violentas fantasías de nuestros adolescentes? Recuerdo haber hablado sobre esto en la prensa y curiosamente nadie me acusó de ser poco patriótico por criticar a Clinton.

Y la misma gente que tolera la violencia real no quiere ver el resultado de ella en los noticieros de la noche. A diferencia del resto del mundo, nuestra cobertura de noticias de esta guerra es higiénica, sin una gota de sangre sobre nuestros soldados o las mujeres y niños de Irak. La violencia como concepto, como abstracción, es muy rara. Y en medio de toda esta locura, ¿dónde está la oposición política?, ¿a dónde se fueron todos los demócratas? Con las disculpas a Robert Byrd, debo decir que es bastante embarazoso vivir en un país donde un comediante bajito tiene más pelotas que la mayoría de los políticos. Necesitamos líderes que puedan entender la Constitución, congresistas que no abdiquen su poder más importante, el derecho a declarar la guerra al empresariado en un momento de temor. En este momento cuando una ciudadanía aplaude la liberación de un país mientras vive en temor por su propia libertad, cuando la gente de todo el país teme la represalia si usan su derecho a la libre expresión, es el momento de enojarse. Mi sobrino de 11 años, que mencioné antes, un chico tímido que nunca habla en clase, se enfrentó a su maestra que cuestionaba el patriotismo de Susan. “Usted está hablando de mi tía. Cállese.” Y el asombrado maestro retrocedió y comenzó a balbucear cumplidos.

Los periodistas en este país pueden luchar contra aquellos que reescribirían nuestra Constitución en “Patriota, Acto II”, o “Patriota, La Secuela” como la llamaríamos en Hollywood. Contamos con usted para comenzar esa película. Los periodistas deben insistir en que no tienen que ser usados como publicistas por esta administración. Y se debe luchar contra cualquier instancia de intimidación de la libertad de expresión. Ustedes tienen, les guste o no, una enorme responsabilidad y un inmenso poder: el destino del discurso, la salud de este república está en sus manos, escriban para la izquierda o para la derecha. Este es su momento, y el destino que eligieron.

Nuestra facultad para disentir, y nuestro derecho inherente a cuestionar a nuestro líderes y criticar sus acciones definen quiénes somos. Permitir que se nos quiten estos derechos por temor, castigar a la gente por sus creencias, limitar el acceso en los medios noticiosos a opiniones que difieren, es reconocer el fracaso de nuestra democracia. Estos son tiempos desafiantes. Hay una ola de odio que busca dividirnos, derecha e izquierda, pro guerra y anti guerra. En nombre de mi sobrino de 11 años y de todas las víctimas anónimas de este hostil ambiente de temor, tratemos de encontrar nuestra base común como nación. Celebremos este grande y glorioso experimento que sobrevivió 227 años. Y para hacerlo debemos honrar y luchar vigilantemente por las cosas que nos unen, como la libertad, la Primera Enmienda y sí, el béisbol.

* Extractos de un discurso pronunciado por el actor en el National Press Club en Washington,DC. el 15 de abril de 2003.

Traducción: Celita Doyhambéhère.

 

 

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