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Irak: Caos colonial
Autor: Christian Picquet
Fuente: Rouge - LCR (Francia)
Fecha: 30/04/2003

Título Original:

Derrocada la dictadura de Saddam Hussein, ocupado el país por entero, con los campos petrolíferos bajo control y el procónsul de George W. Bush instalado en Bagdad, la Casa Blanca acaba de lograr un éxito importante. Sin embargo le queda transformar una victoria militar en victoria política.

Inexorablemente, la prueba de la verdad se acerca en Irak. Los Estados Unidos deben en primer lugar restablecer algo parecido al orden en el país, lo que no puede efectuarse solo mediante el despliegue de las unidades terrestres de la US Army, reemplazando a los marines, sino que supone el restablecimiento de una administración, de una policía y de infraestructuras dignas de ese nombre. Necesitan luego disponer rápidamente de un RELEVO político autóctono, lo que pasa por la transformación de los partidos bajo influencia de Washington en una solución de poder con un mínimo de autoridad. Les hace falta finalmente imaginar los montajes jurídicos que les permitan vestir una lógica de predación con los colores de la legalidad internacional.

Otros tantos objetivos que tienen como condición previa el levantamiento de las medidas coercitivas adoptadas por las Naciones Unidas en los términos de la resolución 687 de 3 de abril de 1991, del régimen "petróleo por alimentos" definido en 1996, de la famosa resolución 1441 sobre la búsqueda de armas de destrucción masiva. Obligada, por esta razón, a volver a hacer intervenir a la ONU, la administración Bush pretende sin embargo limitarla a la acción humanitaria, incluso a misiones de orden público que los GI tienen muchas dificultades para realizar y que la policía del exrégimen baasista no parece capaz de asegurar. Esto abre un nuevo y delicado episodio de negociación entre las potencias de ocupación y los estados que se negaron a seguirles.

Los buenos modos diplomáticos no deben aquí engañarnos. En la última cumbre de la Unión Europea, en Atenas, los días 16 y 17 de abril. Jacques Chirac y Gerhard Schroeder sugerían que estaban dispuestos a renunciar a "cuestiones de principio" para obtener una silla en la mesa de las negociaciones que determinarán la suerte de Irak y, sobre todo, de sus materias primas.

Pero Washington no se habrá movido en ningún momento de su línea de conducta: a sus ojos, la ONU tiene por única función facilitar la instauración de un régimen vasallo de los Estados Unidos en el Próximo Oriente, y corresponde a las firmas norteamericanas poner la mano, directa o indirectamente, sobre los recursos del país. Se mide en lo anterior tanto la inquebrantable voluntad del Imperio de significar su preminencia al conjunto los países que le hacen la competencia como de asegurar la financiación del coste particularmente elevado de la expedición colonizadora desencadenada contra Irak.

Partida de póker

De donde proviene la increíble -e indecente- partida de póker que se desarrolla en el Consejo de Seguridad. Cuando el portavoz de Bush aboga a favor de un levantamiento inmediato del embargo, argumentando de hecho que "el pueblo irakí no merece esas sanciones", Francia se pretende respetuosa del derecho internacional, no contemplando la derogación definitiva de las sanciones más que después de la vuelta a Irak de Hans Blix y la terminación de su misión.

Durante este tiempo, los pueblos de Irak sufren mil tormentos, privados de alimentación, agua, electricidad, medicamentos e infraestructuras sanitarias. El país está preso de un caos indescriptible, que deja las calles en manos de bandas organizadas, genera pillajes y hace que el mercado negro de armas sube como la espuma. Como podía esperarse, el frágil mosaico étnico-confesional irakí -reunido por el colonizador británico a comienzos del siglo pasado y preservado con mano de hierro por el baasismo estos últimos decenios- se fisura por todas partes. En ausencia de toda solución nacional de recambio creíble, el despertar de los arabo chiitas del sur (60% de la población) hace aparecer que el clero de esa rama del islám es hoy el único capaz de promover un régimen que disponga de alguna legitimidad.

Tras la demostración de fuerza que habrá representado el peregrinaje de Kerbela, a través de la manifestación de orgullo de una población tan pobre como perseguida desde hace lustros, es el espectro de una República islámica el que podría perfilarse a medio plazo. Lo que plantea el riesgo, de rebote, de apresurar la implosión pura y simple de Irak, al no poder aceptar un cambio así de los equilibrios iniciales ni los arabo-sunnitas del centro (15%), ni los kurdos (25%). Con efectos en cadena previsibles para el conjunto de los países vecinos, donde los kurdos se encuentran sometidos y donde, con excepción de Irán, los chiitas se encuentran bajo tutela.

Así, iniciada en nombre de la libertad, la cruzada imperialista podría producir un nuevo totalitarismo y una desestabilización de efectos insospechados. Solo una retirada inmediata de las fuerzas de la coalición y una autoadministración irakí independiente y pluralista podría dar una oportunidad a la democracia. Nuestro compromiso contra la guerra encuentra ahí su prolongación natural.

Publicado el 29/4 y traducido por Rebelion

 

 

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