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Bush mintió con su triunfo ante Gore y volvió a hacerlo con Irak
Autor: Paul Krugman (*)
Fuente: The New York Times
Fecha: 11/06/2003

Título Original:

Durísimo artículo publicado en The New York Times por uno de los académicos más importantes de USA, acerca de la mentira como eje de la política de gobierno de George Walker Bush. ¿Quién dijo que no era importante que nunca encontraran las armas de destrucción masiva? Pamplinas: si los demócratas quieren, Bush tiene un problema por delante (por mucho menos, Bill Clinton sufrió la amenaza del juicio político... y en días de jolgorio financiero).

Los gobiernos de George Bush y Tony Blair intentan silencionar a los críticos -muchos de ellos analistas o ex analistas de los servicios de inteligencia- que afirman que los dos dirigentes exageraron la amenaza de Irak.

La semana pasada, un miembro de la Administración Blair acusó a las agencias de inteligencia de estar conspirando contra el gobierno (y este gobierno pidió disculpas por el "dossier" sobre Irak, divulgado en enero).

En USA, el secretario de Estado, Colin Powell, declaró que el cuestionamiento sobre los motivos de la guerra, es "ultrajante".

El hecho es que la "venta" deshonesta ha sido la marca registrada del gobierno Bush en su frente doméstico. Y cada vez queda más claro que la "venta" de la guerra con Irak no fue diferente.

Por ejemplo, vean cómo el gobierno vinculó retóricamente a Saddam Hussein al 11 de septiembre. De acuerdo a la agencia The Associated Press, "el argumento de Bush en relación a Saddam era que él apoyaba la red de Osama bin Laden. Irak y el 11 de septiembre frecuentemente eran citados en la misma frase, aunque las autoridades no tuviesen pruebas firmes de tal vínculo".

No solamente faltaban pruebas concretas. De acuerdo con The New York Times, líderes de Al-Qaeda que fueron detenidos por la CIA declararon explícitamente que no estaban trabajando con Saddam.

O vean la infame historia de los trailers (casas rodantes) de la "guerra de los virus". No sé si esos trailers se destinaban a producir armas biológicas o si se destinaban a otros menesteres, como los iraquíes lo alegan, argumento apoyado por varios peritos extranjeros (de acuerdo con el diario inglés The Observer, el Reino Unido vendió sistema de investigación rural similares a Irak en 1987).

Lo que es evidente es que un informe inicial afirmando que se trataba de laboratorios de armas, tal como fue observado por The Times, resultó "un trabajo hecho de prisa, con aparentes propósitos políticos". El presidente Bush no tenía derecho a declarar: "Nosotros encontramos las armas de destrucción masiva".

Podemos imaginar cómo fue que Bush terminó haciendo semejante declaración. El 1er. equipo de analistas dijo a las autoridades lo que ellas querían escuchar, las dudas fueron despreciadas y las autoridades hicieron, entonces, pronunciamientos públicos exagerando lo que los analistas habían dicho.

Un proceso similar de elección de temas, de recoletar y exagerar datos de inteligencia que se adecuaban a las ideas preconcebidas del gobierno, transcurrió con el tema de las armas de destrucción masiva antes de la guerra.

La mayoría de los profesionales de los servicios de inteligencia creían que Saddam poseía algunas armas biológicas y químicas, pero no reconocían que él represetara una amenaza inminente. De acuerdo a The Independent, otro diario británico, un informe de marzo de 2002 realizado por el Comité Conjunto de Inteligencia de Gran Bretaña no apuntaba pruebas de que Saddam representara una amenaza mayor de lo que fue en 1991. Pero las conclusiones no fueron aceptadas.

A comienzos de año, ex miembros de los servicios estadounidenses de inteligencia comenzaron a alertar que los informes oficiales se basaban en "información forzada". El personal de la inteligencia británica estaba tan preocupado, de acuerdo a The Independt, que preparaba informes internos sobre lo que ocurría. "Pudo haber indicios de armas de destrucción masiva, pero no eran de los informes que agradaban al gobierno", dijo una fuente.

Pero el gobierno de Bush descubrió expertos en inteligencia que se adecuaban a sus propósitos políticos, y las autoridades comenzaron a hacer duros pronunciamientos.

"Saddam Hussein recientemente autorizó a los comandantes de su Ejército a usar armas químicas -las mismas armas que el dictador dijo no tener-", declaró Bush el 8 de febrero. El día 16 de marzo, el vicepresidente Dick Cheney declaró: "Creo que él, de hecho, reconstruye armas nucleares".

Ahora hace dos meses que Bagdad cayó y, de acuerdo con The Associated Press, las unidades militares que buscaban las armas de destrucción masiva no tienen más locales para visitar.

Un último punto: el empeño del gobierno Bush en ver lo que deseaba llevó no sólo a una exageración grosera de la amenaza representada por Irak, sino también a una profunda subestimación de la complejidad posterior de un proceso de ocupación.

Cuando el general Eric Shinseki, jefe del Estado Mayor del Ejército, alertó que la ocupación de Irak podría exigir millares de soldados por un largo período, el subsecretario de Defensa, Paul Wolfowitz, dijo que él estaba superando "sus atribuciones". Ahora, una fuerza de 150.000 hombres parece insuficiente, enfrentando ataques guerrilleros cada vez más frecuentes, y un veterano militar dijo al The Washington Post que podría llevar dos años que un gobierno iraquí se haga cargo de la administración.

The Independent informó que los oficiales británicos dudan en enviar más hombres a Irak, temiendo que ellos "sean tragados por un pozo sin fondo".

Diré algo ultrajante. El punto no es que las personas se encuentren criticando al gobierno, el punto es que nadie sea responsabilizado por informar erróneamente a la Nación sobre el inicio de una guerra.


(*)Paul Krugman es profesor de la Universidad de Princeton, USA.

 

 

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