La irrupción del movimiento anticapitalista a nivel mundial en los últimos dos años y medio ha planteado muchas preguntas viejas bajo formas nuevas. La más importante es la pregunta por el sujeto-agente – sobre qué fuerzas existen capaces de desafiar al sistema y transformar al mundo.
Para el marxismo clásico, la respuesta era simple. El crecimiento del capitalismo estaba acompañado necesariamente por el crecimiento de la clase a la que explotaba, la clase obrera, y esta estaría en el centro de la rebelión contra el sistema. Pero hoy esta visión es atacada desde varias direcciones, no meramente de la derecha socialdemócrata de la “tercera vía”, sino también de algunos de los voceros más reconocidos del movimiento anticapitalista. En particular la noción de la “multitud” desarrollada por Michael Hardt y Antonio Negri , es vista ampliamente como una categoría más relevante que la de “clase obrera”.
No es la primera vez que se enfrenta la posición del marxismo clásico. Esto ocurrió varias veces en el curso del siglo XX. La extensión del movimiento revolucionario desde Europa occidental y Norteamérica al resto del mundo enfrentó a la gente con la dura realidad de que la clase obrera no era la “abrumadora mayoría” de la humanidad, sino todavía una pequeña minoría. Esto llevó a una tendencia socialista en Rusia, los narodnikis, a poner su esperanza no en los trabajadores sino en los campesinos. Llevó a otra, los mencheviques, a declarar que la revolución rusa no podía ser una revolución proletaria, menos aún socialista. Lenin, por el contrario, insistía en el rol central e independiente de la clase obrera, incluso en los años previos a 1917 cuando planteaba que la revolución no produciría un estado obrero sino una “dictadura democrática”. Trotsky fue más allá y adoptó una posición que fue aceptada efectivamente por Lenin en el curso de 1917: los trabajadores tenían que tomar el poder, aunque su éxito final en avanzar hacia el socialismo dependía de la extensión de la revolución a los países más avanzados.
Esto no puso fin a la discusión. Surgió nuevamente tras la revolución rusa con el crecimiento de movimientos revolucionarios en lo que ahora llamamos el tercer mundo. La Comintern stalinizada desde mediados de la década de 1920 confiaba en que la “burguesía nacional” de los países coloniales sería una aliada de la revolución internacional. En 1950 y 60, después de la victoria de la revolución en China y en Cuba, la visión prácticamente dominante en la izquierda a nivel internacional era que los campesinos eran la principal esperanza para la revolución. En ese momento sociólogos de moda declaraban que sectores como los trabajadores de las automotrices se habían “aburguesado” , y esto fue aceptado por muchos en la izquierda que los veían como “aristocracia obrera” . Esto comenzó a cambiar sólo después del rol central que jugaron los trabajadores en los eventos del mayo francés en 1968. –pero incluso así los ejemplos de China, Cuba y Vietnam fueron vistos como decisivos en todas partes por fuera de Europa Occidental, Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelandia y Japón.
Una vez que comenzaron a disminuir las luchas de fines de ‘60 y principios de los ’70, se retomó el cuestionamiento al rol de la clase obrera. El socialista francés André Gorz escribió un libro cuyo título, Adiós al proletariado, representaba la actitud típica de un sector creciente de la izquierda. En Italia, los pensadores “autonomistas” comenzaron a presentar a la clase obrera con empleo seguro como un grupo privilegiado, separado del proletariado “real”. En todas partes, los académicos que habían coqueteado con el marxismo comenzaban a insistir que las cuestiones de género y etnicidad eran tanto o más importantes que las de clase –y esas categorías, finalmente, fueron ahogadas por un diluvio de “identidades” en competencia.
El ascenso del movimiento anticapitalista ha llevado a intelectuales tan distintos como Susan Goerge, James Petras, Naomi Klein, Michael Hardt y Toni Negri a enfrentar la enorme fragmentación asociada con la “política de identidad”. Pero ninguno de ellos ha puesto a la clase obrera en el centro de la escena. La identificación con los zapatistas llevó a un nuevo énfasis sobre el rol de los campesinos y los pueblos originarios. La respuesta normal a la fragmentación de la política de identidades ha sido llamar a alianzas entre los fragmentos, sin que ninguno juegue un rol estratégico central. En el libro No logo de Noami Klein se presenta a la clase obrera totalmente debilitada por la extensión de la globalización, “un sistema de fábricas errantes que emplean trabajadores errantes”. En Imperio, Hardt y Negri intentan teorizar la noción de nuevo sujeto, o “nuevo sujeto social”, la “multitud”:
“En una época anterior la categoría de proletariado se centraba y a veces estaba efectivamente subsumida bajo la de clase obrera industrial cuya figura paradigmática era el obrero masa de fábrica ... Hoy esa clase obrera ha desaparecido de la vista. No ha dejado de existir, pero ha sido desplazada de su posición privilegiada en la economía capitalista” .
Para ellos la “multitud” se transforma en el sujeto del cambio –una suerte de actualización de la coalición arcoiris de las identidades fragmentadas:
“Este es un nuevo proletariado y no una nueva clase obrera industrial ... Se hace cada vez más difícil mantener las distinciones entre el trabajo productivo, reproductivo e improductivo. A medida que el trabajo sale de las paredes de la fábrica se hace cada vez más difícil mantener la ficción de cualquier medida de la jornada laboral y así también separar el tiempo de producción del tiempo de reproducción, o el tiempo de trabajo del tiempo de ocio ... El proletariado produce todo en su generalidad, en todas partes y durante todo el día” .
Las demanadas clave que organizan a esta multitud ya no conciernen a la duración, intensidad o pago del trabajo, sino que se centran en “un salario social y un ingreso garantizado para todos”, ya que “el salario social se extiende más allá de la familia a toda la multitud, incluso a aquellos que están desocupados, porque toda la multitud produce, y su producción es necesaria desde el punto de vista del capital social”.
Se encuentran ecos de estas nociones en todo tipo de escritos que surgen de este nuevo movimiento. Así el filósofo y escritor argentino León Rozichtner ve a las asambleas populares de Buenos Aires como la encarnación de la alternativa al capitalismo:
“Anteriormente, en la era del capital productivo, se podía pensar, con Marx, que el lugar del enfrentamiento radical de las clases explotadas era la fábrica y el sindicato. Ahora, cuando las transformaciones del capital financiero han llegado a dominar a las naciones y a todo el aparato productivo y sus servicios, el campo de la explotación se ha extendido hasta curbrir todos los aspectos de la vida cotidiana: su poder ha ponetrado y ha disuelto las relaciones sociales, dispersando a la gente, haciendo antagónico al interés personal con el poder social colectivo; la fábrica ha dejado de ser el único lugar donde nace la fuerza social de resistencia. El campo de la expropiación se ha extendido desde la fábrica al conjunto de la sociedad ... No es sólo la clase obrera industrial la que puede detener el funcionamiento de esta máquina social infernal: es la sociedad de conjunto que está construyendo dentro de ella la fuerza requerida para enfrentar a la globalización”.
Ciertos cambios en el capitalismo durante el último cuarto de siglo parecen darle la razón a estas visiones. La reestructuración de la producción a nivel internacional ha llevado a la contracción de ciertas industrias y ha relocalizado a otras.
Pero el resultado es muy diferente al que plantean Hardt, Negri y el resto. Lejos de contraerse, la clase obrera internacional ha seguido creciendo. Y las distinciones entre esta clase obrera ampliada y los grupos oprimidos, lejos de volverse marginal, es tan central como cuando Lenin y Trotsky polemizaban contra los narodnikis.
El cuadro de situación a nivel mundial
“La clase obrera (existe) como nunca antes como una clase en sí ... con un núcleo de quizás 2.000 millones de personas”, alrededor del cual hay otros 2.000 millones cuyas vidas están “sujetas de forma importante a la misma lógica que su núcleo”. Esto escribí hace tres años . Un estudio detallado de la fuerza de trabajo mundial de Deon Filmer muestra que mis cifras eran bastante correctas. El calculaba que 2.474 millones de personas participaban en la fuerza de trabajo global no doméstica a mediados de los ’90. De ellos alrededor de un quinto, 379 millones de personas, trabajaban en la industria , 800 millones en servicios , y 1.074 millones en la agricultura .
Cada sector de la fuerza de trabajo incluye a personas que emplean a otras (grandes capitalistas y pequeño burgueses), personas que son autoempleadas, y personas que hacen trabajo asalariado para otros.
En la agricultura una gran parte de la gente continúa trabajando por su propia cuenta en tierras que poseen o que alquilan. La porción de cultivadores que dependen completamente del trabajo asalariado en todo el mundo todavía es proporcionalmente pequeña –de acuerdo a las cifras de Filmer sólo alrededor del 8%, y del 3,6% en las economías de “bajos ingresos”. Sin embargo, no da cifras de aquellos que dependen parcialmente del trabajo asalariado –y sabemos que esas cifras son muy altas en China (ver más adelante) y el sudeste asiático, que juntos dan cuenta de al menos la mitad de los campesinos en todo el mundo.
La mayoría de la gente a nivel mundial en los sectores industrial y de servicios son asalariados –el 58% de ellos en la industria y el 65% en los servicios. Pero esto todavía no toma en cuenta una gran parte que son autoempleados o que están involucrados en el trabajo familiar.
Filmer concluía que el número total de empleados en todo el mundo era de alrededor de 880 millones, comparados con alrededor de 1000 millones que trabajaban principalmente por su cuenta la tierra (mayoritariamente campesinos) y 480 millones que trabajaban por su cuenta en la industria y los servicios.
La cifra de “personas empleadas” incluye algunos grupos de no trabajadores así como de trabajadores. Hay un sector de la burguesía que recibe altísimos salarios corporativos, y por debajo de ella, la nueva clase media que obtiene pagos superiores al valor que crea a cambio de ayudar a controlar a la masa de trabajadores. Esos grupos probablemente den cuenta de alrededor del 10% de la población.
Esto reduce el tamaño de la clase obrera empleada en el mundo a alrededor de 700 millones, con aproximadamente un tercio de estos en la “industria” y el resto en los “servicios”.
Pero el tamaño total de la clase obrera es considerablemente mayor que esta cifra. La clase también incluye a los que dependen del ingreso que proviene del trabajo asalariado de los parientes o de los ahorros y pensiones que resultan del trabajo asalariado pasado –es decir, esposas no empleadas, niños y personas mayores retiradas. Si se agregan esas categorías, la cifra total de trabajadores a nivel mundial llega a estar entre 1.500 y 2000 millones. Cualquiera que crea que le hemos dicho “adiós” a esta clase no está viviendo en el mundo real.
La dinámica de clase
El estudio de Filmer no ofrece más que una imagen de algo que está sufriendo cambios continuos. La última mitad del siglo ha visto dos procesos relacionados que se extendieron por todo el mundo. Uno ha sido el movimiento de masas de cientos de millones que fueron del campo a las ciudades.
PROPORCION DE LA POBLACION QUE VIVE EN CIUDADES
1970 1995
En todo el mundo 37 45
En todos los países en desarrollo 25 37
En los países menos desarrollados 13 23
Las estimaciones sugieren que para el año 2015, el 49% de las personas en los “países en desarrollo” y el 55% de la población mundial va a vivir en ciudades –y una de cada cinco en ciudades mayores de 750.000 habitantes.
Incluso en los países que frecuentemente se piensan como rurales, la población urbana puede ser la mayoría –el 78% en Brasil, el 73% en México, el 59% en Ecuador y el 56% en Argelia. En otros lugares puede ser enorme –45% en Egipto, 30% en China, 34% en Pakistán y 27% en India.
La extensión de la urbanización está asociada, necesariamente, con la mayor dependencia de la gente con respecto al mercado para su vida. Una familia de pequeños campesinos puede alimentarse, vestirse y procurarse una vivienda, casi completamente a partir del producto directo de su propio trabajo. Los habitantes de las ciudades no pueden hacer esto. Probablemente se mueran de hambre a menos que pueden vender algo –su propio trabajo o los productos de su trabajo. E incluso en el campo se ha visto en las últimas décadas una importancia creciente de la producción para el mercado.
La agricultura frecuentemente es complementada con formas de artesanía o industria primitiva: “Un informe muestra que el 15% de los países en desarrollo donde hay estadísticas recientes disponibles, el porcentaje de la fuerza de trabajo rural que participa en trabajo no rural era del 30 al 40% y seguía creciendo”.
Esta tendencia es muy marcada en China, donde más de 100 millones de personas de hogares campesinos buscan al menos un trabajo asalariado temporario en las ciudades cada año:
“Desde 1980, los campesinos chinos han buscado mejorar sus ingresos trabajando en áreas no agrícolas, tales como empresas de aldeas o villas locales y negocios familiares, o migrando a ciudades para buscar empleo urbano … En los ’90, sin incluir la migración dentro de cada provincia, entre el 15 y el 25% de los trabajadores rurales a nivel nacional migraron a las ciudades por al menos seis meses o más.; el 50% de ellos eran menores de 23 años … A nivel nacional, la proporción de ingreso no agrícola en el ingreso total de los hogares campesinos ha aumentado del 10% en 1980 al 25% en 1985 y al 35% en 1995.”
Muchos de los que vivían en una comunidad de hogares campesinos trabajarán en empleos asalariados. Avanzar en “dos botes” es un dicho chino que describe a las personas que tienen dos trabajos para poder asegurarse su avance social y económico ... para la generación más joven, adquirir empleos no agrícolas se ha vuelto crucial para evitar el destino de la vida campesina y escapar de la pobreza rural”.
En Egipto una muestra de hogares rurales ha demostrado que el 50% de los ingresos venían del trabajo rural y el 25% de “salarios fuera de la aldea”.
Si agregamos a los “semitrabajadores” o “trabajadores campesinos” a estos números de personas que dependen completamente del trabajo asalariado, obtendremos una cifra que debe estar entre el 40 y el 50% de la población mundial. En otras palabras alrededor del núcleo de 1.500 o 2.000 millones de proletarios hay un número similar de semiproletarios.
El mito de la desindustrialización
El argumento de que la clase obrera ha desaparecido usualmente se basa en impresiones superficiales sobre lo que está ocurriendo con la vieja clase obrera industrial, al menos en las economías avanzadas. Se habla mucho de la “desindustrialización”, de la “sociedad postindustrial”, o de la “economía inmaterial”.
La reestructuración de la economía a través de sucesivas crisis económicas ciertamente ha causado la desaparición de ciertos antiguos rasgos centrales de la escena industrial. Al mismo tiempo ha habido un aumento de la inseguridad en el empleo y un incremento de la proporción de los puestos de trabajo part time, temporarios o de contratos cortos. Pero esto no justifica el reclamo de que la clase obrera ha desaparecido.
Tomemos, por ejemplo, la cifra de trabajadores industriales en la economía más grande del mundo, la de Estados Unidos. A fines de los ’80 hubo un gran pánico en Estados Unidos por la “desindustrialización” frente al desafío a la preeminencia industrial norteamericana en campos como la producción automotriz o de computadoras. Pero en 1998 el número de trabajadores en la industria era cerca del 20% mayor que en 1971, casi el 50% más alto que en 1950 y cerca de tres veces el nivel de 1990:
TRABAJADORES EN LA INDUSTRIA EN ESTADOS UNIDOS
1990 10.920.000
1950 20.698.000
1971 26.092.000
1998 31.071.000
La cifra de empleos en el sector manufacturero en Estados Unidos hoy está en el nivel más alto de la historia. Las “viejas” industrias no han desaparecido ni se han ido afuera. Como han señalado Baldoz, Koeber y Kraft, “Ahora hay más norteamericanos empleados en la fabricación de autos, buses y autopartes que en cualquier otro momento desde la guerra de Vietnam”.
Este cuadro es completamente distinto del que presentan Hardt y Negri cuando escriben que la tendencia hacia “un modelo de economía de servicios ... dirigido por Estados Unidos, el Reino Unido y Canadá. Este modelo implica una caída rápida en los empleos industriales y un aumento correspondiente en el sector servicios”.
Las cifras de Japón son incluso más sorprendentes. La fuerza de trabajo industrial ha crecido a más del doble entre 1950 y 1971 y tuvo otro aumento del 13% en 1998.
El empleo industrial ha caído agudamente en una serie de países en las últimas tres décadas –en Gran Bretaña y Bélgica cayó un tercio, y en Francia más de un cuarto. Pero eso no representa una desindustrialización del conjunto del mundo industrial avanzado, sino más bien una reestructuración de la industria. El número de empleos industriales en los países industriales avanzados de conjunto era de 112 millones en 1998, 25 millones más que en 1951 y sólo 7,4 millones menos que en 1971. Hay un gran peligro de ver al mundo a través del prisma británico o francés, y no ver lo que realmente ocurre a escala global. Así la Italia de Toni Negri puede no ser igual a Estados Unidos o Japón, pero los trabajadores industriales ciertamente no han desaparecido. Hace cuatro años había 6,5 millones, sólo un sexto menos que en 1971.
Industria y Servicios
Estas cifras para el empleo industrial, se debería agregar, subestiman la importancia económica de la industria en general y de la manufactura en particular. Como Bob Rowthorn ha señalado correctamente, “Casi toda actividad económica concebible en la sociedad moderna usa bienes manufacturados ... Gran parte de la industrias de servicio en expansión usan gran cantidad de equipamiento”.
La pequeña caída en la fuerza de trabajo industrial total no se debe a que la industria se ha vuelto menos importante, sino a que la productividad por empleado en la industria ha crecido más rápidamente que en los “servicios”. Una cantidad ligeramente menor de empleados manufactureros están produciendo muchos más bienes que hace tres décadas. Su importancia para la economía no ha cambiado. Entre 1973 y 1990, la producción en los países de la OCDE creció un promedio de 2,5% al año en la industria, sólo poco menos que el crecimiento del 3,1% de la producción en los servicios. Pero el crecimiento de la productividad en la industria fue de 2,8% al año, y en los servicios sólo del 0,8%. Los trabajadores industriales son tan importantes hoy para la economía capitalista como a principios de los ’70. Las declaraciones fáciles como las de Hardt y Negri sobre su menor significación no podrían ser más equivocadas.
Pero esto no es todo. La distinción habitual entre “industria” y “servicios” oscurece más de lo que revela.
La categoría “servicios” incluye muchas cosas que no tienen importancia intrínseca para la producción capitalista (por ejemplo, las hordas de sirvientes que proveen placer a los parásitos capitalistas individuales). Pero siempre ha incluido cosas que son absolutamente centrales para éste (como el transporte de mercancías y la provisión de software para computadoras). Más aún, una parte del vuelco de la “industria” al “sector servicios” se debe más a un cambio de nombre, dado que los trabajos son esencialmente similares. Una persona (usualmente un hombre) que trabajaba con una máquina de escribir para un periódico hace 30 años hubiera sido clasificado como un tipo particular de trabajador industrial (un trabajador gráfico); una persona (usualmente una mujer) que trabaja en una terminal de procesador de textos para un periódico hoy será clasificada como una “trabajadora de servicios”. Pero el trabajo desempeñado sigue siendo esencialmente el mismo, y el producto final más o menos idéntico. Una persona que trabaja en una fábrica poniendo comida en una lata para que la gente pueda calentarla y comerla en su casa es una “trabajador manufacturero”; una persona que trabaja en un fast food que provee idéntica comida a la gente que no tiene tiempo de calentarla en su casa es un “trabajador de servicios”. Una persona que proceso pedazos de metal para hacer una computadora es un “trabajador manufacturero”; alguien que procesa un software para esta computadora en un teclado es un “trabajador de servicios”.
La tendencia en los últimos años fue a que las firmas subcontraten ciertas operaciones que usualmente se hacían “en casa” –por ejemplo el catering y la seguridad. El resultado es que los empleos una vez incluidos en la “industria” ahora aparecen bajo el rubro “servicios”. La Federación de Empleadores de Ingeniería en Gran Bretaña ha sañalado que:
“La manufactura crea una gran parte de la industria de servicios a través de la tercerización de áreas tales como mantenimiento, catering y trabajo legal … La manufactura podría formar hasta el 35% de la economía –más que el generalmente aceptado 20%- si fuera medida usando las definiciones estadísticas apropiadas”.
Rowthorn ha emprendido un desglose estadístico del total de la categoría “servicios” para la OCDE de conjunto. Sus cifras muestran que los servicios relacionados a la producción de bienes daban cuenta del 25% del total del empleo en 1970 y del 32% en 1990. Hay una pequeña caída en los “servicios relacionados a los bienes” –del 76% de todo el empleo al 69%. Pero esta ciertamente no es una transformación revolucionaria en el mundo del trabajo. El señala que en 1990 “los servicios independientes” sólo daban cuenta del 31% de todo el empleo , y concluye que “la producción relacionada a bienes todavía está generando directa o indirectamente alrededor de dos tercios de todo el empleo en las economías avanzadas típicas, a pesar de todo lo que se habla de la economía postindustrial”.
La naturaleza del sector servicios no mercantilizado
Pero incluso las cifras de Rowthorn subestiman considerablemente el tamaño de la clase obrera –la clase cuyo trabajo es esencial para la acumulación de capital. Gran parte de los “servicios independientes” de Rowthorn son esenciales para dicha acumulación en el mundo moderno. En particular dos son absolutamente indispensables para la acumulación capitalista hoy –la provisión de salud y de servicios educativos.
El núcleo del sistema de salud de cualquier país capitalista moderno se preocupa de asegurar que la fuerza de trabajo esté en forma y sea capaz de trabajar. Está allí para asegurar que la próxima generación de fuerza de trabajo esté en forma y bien, y de curar a los miembros de la actual generación si sufren alguna enfermedad que los remueva temporariamente del mercado de trabajo. Incluso donde esta provisión de salud tiene lugar a través del estado, es decir que no se vende ni se compra, todavía es un acompañamiento indispensable para la producción capitalista.
Esto es incluso más cierto para el servicio educativo. Este creció en el siglo XIX cuando el capitalismo descubrió que tenía que entrenar su fuerza de trabajo hasta ciertos niveles básicos de alfabetismo (así como de disciplina) para que sea productiva. A lo largo del siglo XX se extendieron los años de escolaridad, según crecía el promedio de habilidades requeridas por el sistema. En casi todos los países los sectores principales del sistema educativo siguen en manos del estado. Este no lo vende como mercancía. Sin embargo, es indispensable para la producción. Los que trabajan en este sector están trabajando para la acumulación capitalista, aunque no produzcan nada que se venda.
La íntima conxión entre educación y acumulación de capital se enfatiza cada vez que los gobiernos “modernizadores” hacen sus planes para la “reforma” educativa. No ocultan su visión de que la educación (o el entrenamiento) es una inversión para la industria. Es para producir una fuerza de trabajo de masas “flexible” con el promedio de conocimiento de matemática, alfabetización y habilidades tecnológicas y para adaptarla a las necesidades cambiantes del capital según la reestructuración industrial.
La expansión de la educación está relacionada con el aumento en la productividad del trabajo en el “viejo” sector industrial. Por supuesto, este es en parte un resultado de una mayor carga laboral sobre cada trabajador. Pero también es producto de que la fuerza de trabajo tenga el suficiente “entrenamiento” para ajustarse a los cambios. Así un informe reciente sobre la fuerza de trabajo británica mostró que el 37% de los hombres y el 25% de las mujeres dijeron que requerían “niveles de habilidad tecnológica avanzado o complejo en el trabajo que desempeñan”, mientras que el 51% de operadores de planta dijeron que usaban tecnología informática en sus empleos. La clase capitalista no puede garantizar la existencia de una fuerza de trabajo con el nivel requerido de habilidades “versátiles y adaptables” sin un crecimiento en el sector educativo . O, para decirlo de otra forma, hay un rápido crecimiento en la productividad de aquellos trabajadores que producen directamente mercancías –y esto había llevado a la reducción en sus cifras en países como Gran Bretaña y Francia (pero no Estados Unidos). Pero este crecimiento de la productividad dependen en parte de un aumento en el número de trabajadores cuyo trabajo aumenta la productividad de esos trabajadores que producen mercancías –es decir,
un aumento en el número de los trabajadores “indirectamente productivos”.
La cantidad de personas empleadas en los servicios de salud y educación ha crecido continuamente a lo largo del siglo pasado, como parte de la expansión general del capitalismo. Hoy hay más de 10 millones en Estados Unidos (alrededor de uno cada 13 trabajadores) –el capitalismo norteamericano no podría funcionar sin ellos. Al mismo tiempo, sin embargo, la clase capitalista se niega a pagar más de lo estrictamente necesario para obtener sus servicios. Como resultado, la tendencia a largo plazo es que estos se vean llevados cada vez más a condiciones comparables a las de los trabajadores industriales o de oficinas. Varios sistemas de medición del trabajo considerados alguna vez como exclusivos para las “viejas” industrias ahora se aplican a estos sectores –pago por resultados, evaluación y sistema de recompensas, mayor preocupación por el ahorro de tiempo, y códigos de disciplina. En Gran Bretaña en el año 2000 un 6% más de empleados fue sometido a supervisión o evaluación formal que ocho años atrás. Alrededor del 5% más fue sometido a algún tipo de pago individual mediante un sistema de resultados.
Esto no significa que los trabajadores de la salud y la educación son uniformemente “proletarios”. Los hospitales, las escuelas y los colegios están organizados según líneas jerárquicas. Los escalones superiores cobran salarios destinados a arraigarlos al sistema de modo tal que puedan ser usados para imponer el control sobre los más bajos y sobre la clase obrera que es cliente de estas instituciones. Son parte de la “nueva clase media” (o incluso, en el caso de los que están en lo más alto de las elites universitarias, parte de la clase dominante). Pero el grueso de la fuerza de trabajo está sometida a la presión de trabajar al ritmo capitalista para un nivel de remuneración determinado por el mercado de trabajo. Por esta razón son parte de la clase obrera global, aunque muchos continúen considerándose a sí mismos como superiores a la clase obrera manual.
De hecho, están ocurriendo dos procesos relacionados en todas las economías “avanzadas” (y en muchas de las “no avanzadas”). La clase obrera manual tradicional está cada vez bajo mayor presión a medida que el capital intenta exprimir su trabajo directo y de obtener más ganancias de éste. Al mismo tiempo, la nueva clase obrera del sector “servicios que no produce mercancías” está sometida a la proletarización en la medida en que el capital busca reducir el costo de una creciente masa de trabajadores “indirectos”.
La naturaleza de la fuerza de trabajo del sector servicios
Hay un mito ampliamente extendido de que la fuerza de trabajo de los “servicios” consiste de personas bien pagas con control sobre su propia situación laboral que nunca necesitan ensuciarse las manos. Así un columnista de The Guardian (y antiguo miembor del SDP) Polly Toynbee escribe: “Hemos visto el cambio en la clase social más rápido en la historia: la masa de la clase obrera en 1977, con dos tercios de las personas en empleos manuales, se redujo a un tercio, mientras que el resto ascendió a un 70% de propietarios y clase media de cuello blanco” Dicen Hardt y Negri:
“Los empleos en gran parte son altamente móviles implicando calificaciones flexibles. Más importante, están caracterizados en general por el rol central que juega el conocimiento, la información, el afecto y la comunicación. En este sentido muchos llaman a la economía post industrial, economía informal ... A través de este proceso de postmodernización toda la producción tiende hacia la producción de servicios, a transformarse en informatizada”.
De hecho, sin embargo, cualquier desglose de las cifras para el empleo en los “servicios” provee un cuadro muy distinto a este. Algunas de las “industrias de servicios” más importantes emplean mayoritariamente “trabajadores manuales” de tipo “tradicional”. Recolectores de residuos, trabajadores de asilos de ancianos, portuarios, camioneros, conductores de micros y trenes, trabajadores postales son parte de la fuerza de trabajo de los “servicios”. Y una parte muy grande. En septiembre de 2001 los sectores de “distribución, hoteles y restaurantes” daban cuenta de 6,7 millones de empleos y los de “transporte y comunicación” de 1,79 millones.
En Gran Bretaña la porción de personas en empleos manuales es, de hecho, mucho mayor de un tercio. El documento Living in Britain 2000 de la Office for National Statistics muestra que el 51% de los hombres y el 38% de las mujeres plantea que se ubican en sus distintas categorías ocupacionales “manuales” en 1998. Las cifras exageran apenas el número de trabajadores manuales, ya que la categoría de “manual calificado” incluye “capataces” y grupos de “cuentapropistas no profesionales”. Pero contra esto se debe poner el impresionante número de mujeres –50%- en las categorías “intermedias y junior no manuales”, donde los salarios son típicamente más bajos que en la mayoría de las ocupaciones manuales y las condiciones de trabajo son con frecuencia al menos iguales. Un estudio muestra cuánto han cambiado las cosas desde la época en que los trabajadores de oficina eran considerados como un sector por encima de los trabajadores manuales de todo tipo: “Hacia 1978 el promedio de salarios de los hombres semi-calificados había superado al de su contraparte oficinista por primera vez. Además, los trabajadores manuales han conseguido gran parte de las condiciones de empleo tradicionalmente superiores de los trabajadores de oficina.”
En Estados Unidos en 2001, el total de las ocupaciones relacionadas a los servicios de 103 millones de personas incluían 18 millones en “ocupaciones de servicios” rutinarios con un molde decididamente manual (incluyendo casi un millón en “servicios del hogar”, 2,4 millones en “servicios de protección”; 6 millones en “servicios de comida”, 3 millones en “servicios de limpieza y portería”, y 3 millones en “servicios personales”). Entonces había 18 millones en empleos rutinarios de oficina y 6,75 millones de asistentes de ventas.
La gran mayoría de los trabajadores de cuello blanco son mujeres con antecedentes obreros. En Gran Bretaña, un tercio de los trabajadores de oficina tiene antecedentes de trabajo manual, un tercio de trabajo de oficina y sólo un tercio de los denominados “clase de servicios profesional-gerencial”. Mientras que sus abuelas muy probablemente se quedaron en su casa después del matrimonio, criando a la próxima generación de obreros, ellas esperan trabajar toda su vida adulta, combinando el empleo pago con la carga del cuidado de los niños y el trabajo doméstico. Lo que está ocurriendo es una feminización de una importante área del trabajo asalariado. Esto no es lo mismo que decir “aburguesamiento” o incluso “informatización”.
De conjunto hay un mínimo de 42 millones de “trabajadores del sector servicios” en ocupaciones manuales o empleos rutinarios de cuello blanco en Estados Unidos. Se debe agregar que estas son ocupaciones que se han expandido más rápidamente en los últimos años con la “creación” de una masa de empleos de bajo salario. Muchos trabajadores en otras categorías ocupacionales hacían un trabajo que era bastante similar – por ejemplo, gran parte de los 3,2 millones de “representantes de ventas” y de los 4,3 millones de trabajadores “técnicos y de apoyo”. Del mismo modo gran parte en el sector de “evaluación de la salud y ocupaciones relacionadas al tratamiento” (83% mujeres, a diferencia de la categoría de “diagnóstico de salud” por encima de ella en la que el 75% son hombres), y muchos de los 5,3 millones de maestros de escuela (75% mujeres)
Esos grupos juntos constituyen más de la mitad del “sector servicios”. Si les agregamos los 33 millones de trabajadores en industrias manuales tradicionales, tenemos que alrededor de tres cuartas partes de la población norteamericana está compuesta de trabajadores. Si la “clase obrera” ha “desaparecido de la vista” para gente como Hardt y Negri, es porque han mirado en la dirección equivocada.
Por el contrario, las cifras en ocupaciones que frecuentemente son vistas como reemplazando tipos de trabajo tradicionales son muy pequeñas. En Estados Unidos en 2001 había sólo 2,1 millones de matemáticos y científicos especializados en computación. Esas cifras no pueden dar cuenta de una economía “informatizada” donde el trabajo manual sea marginal. Muchos puestos de trabajo del viejo estilo manual o de los empleos rutinarios de cuello blanco pueden exigir las mismas calificaciones básicas en tecnología informática. Pero el número de especialistas en esas habilidades es relativamente pequeño. En Gran Bretaña en 2000, en el punto más alto del boom de internet:
En la primavera de 2000, había 855.000 personas empleadas en ocupaciones relacionadas con TI, un aumento del 45% en sólo cinco años. La región con la proporción mayor de empleados en TI fue Londres, con el 4,8% seguida por el sudeste con el 4,4%. Juntas, esas regiones dan cuenta del 41% de todos los que trabajan en TI ... Irlanda del Norte, Gales y el noreste tenían bajas proporciones de trabajadores en TI, el 1,3%, 1,6% y 1,9% respectivamente ”.
No todos los que trabajan por un salario son trabajadores. Hay una “nueva clase media” asalariada pero que recibe sus retribuciones de los gerentes por ayudarlos a controlar al resto de la fuerza de trabajo y se les paga sumas mucho mayores que cualquier valor que puedan crear. Pero este grupo es una porción relativamente pequeña del total de la fuerza de trabajo. Hace 15 años calculaba que:
“El grupo comprende sólo el 9,7% de los hombres entre las edades de 31 y 75 años. Esto parecía coincidir con el tipo de estimación para el tamaño de la “nueva clase media” a la que uno llega sobre la base de las cifras del ingreso, las calificaciones y la autoridad gerencial. Es una proporción significativa, tanto para la población total y de la fuerza de trabajo de cuello blanco. Pero no se acerca a la clase obrera manual tradicional en tamaño y significación”.
Las estadísticas más actualizadas en Gran Bretaña y Estados Unidos dejan este juicio casi intacto.
La flexibilización y la clase obrera
Un tema central para todos los que ven que la clase obrera está desapareciendo es que los empleos actuales son tan precarios que poco queda de las organizaciones y comunidades permanentes de la clase obrera que solían existir. El argumento incluye las elaboraciones postmarxistas de los últimos 15 años tanto desde los socialdemócratas de la “tercera vía” como de la izquierda “autonomista”.
Estamos atravesando la cuarta gran crisis de la economía mundial en menos de 30 años. Cada crisis ha implicado aumentos repentinos en el desempleo –en algunos casos de forma permanente- y el aniquilamiento de viejos centros de producción establecidos (fábricas, puertos, minas, etc.). También ha acelerado enormemente la reestructuración de la industria, no sólo a nivel nacional sino también regional y global. El capital y sus apologistas han intentado sacar ventaja de los crecientes niveles de desocupación y de los sentimientos de inseguridad de los trabajadores para remodelar la vida de la fuerza de trabajo según sus requerimientos continuamente cambiantes. Sus consignas son la “flexibilidad” en el tiempo, en los métodos y en los mercados de trabajo. Uno de sus gritos de guerra ha sido que “el empleo de por vida pertenecía a una época pasada”. Muchas investigaciones académicas tomaron estos reclamos como verdades incuestionables. Como ha escrito Raymond-Pierre Bodin, Director de la European Foundation for the Improvement of Living and Working Conditions:
“Hoy hablar del desarrollo de formas atípicas de trabajo en las economías occidentales, se ha vuelto un lugar común ... Los trabajos que destacan la erosión de las condiciones fordistas de empleo encarnadas en el contrato full time permanente como la principal forma de organización de los mercados de trabajo y de integración a la vida social, ahora son innumerables ... el término flexibilidad también parece corresponderse con los cambios que tienen lugar en este campo”.
Pero esto no significa que en realidad el capital haya sido capaz de aplastar la resistencia obrera ante esta flexibilización, o incluso que pueda seguir acumulando sin reproducir continuamente una fuerza de trabajo relativamente permanente. Un estudio reciente de Gran Bretaña muestra que:
“Muchas de las suposiciones comúnmente sostenidas sobre el actual mundo del trabajo deben ser seriamente cuestionadas. Existe una gran brecha entre la retórica familiar y la hipérbola que escuchamos diariamente sobre nuestro mercado de trabajo flexible y dinámico y las realidades de la vida en los lugares de trabajo. La evidencia simplemente no sostiene la visión de que estamos ante la emergencia de un “nuevo” tipo de relaciones de trabajo, que se verían en el “fin de la carrera” y la “muerte del empleo permanente de por vida”.
Frecuentemente no se ven los límites de lo que puede lograr el capital en términos de “mercados laborales flexibles”, porque se mezclan formas bastante distintas de empleo: empleo part time, empleo temporario, empleo en base a contratos a corto plazo y autoempleo de parte de las firmas. Pero el empleo part time también puede ser permanente –como es usualmente entre las mujeres en Gran Bretaña. De modo similar, se renuevan mes a mes, o año a año, los contratos de corto plazo. Estos trabajadores carecen de derechos a largo plazo y son los primeros en ser despedidos cuando golpea la crisis, pero no entran y salen del puesto de trabajo todo el tiempo. Finalmente, los empleos genuinamente temporarios pueden ser indispensables para la producción y son provistos sobre una base de largo plazo pero intermitente por agencias que son firmas importantes y dependen de mantener un pool permanente de trabajo para ofertar a otras firmas.
Esas formas de empleo han crecido en las últimas décadas en diferentes grados y dentro de distintas industrias y países –y frecuentemente dentro de regiones particulares dentro de cada país. Así en España el 35% de los trabajadores estaban en “empleos precarios” en 1992, en Gran Bretaña y Francia el 16% y en Alemania sólo el 12%. En hoteles y restaurantes el 72% del empleo en todo Europa era precario, pero sólo el 13% en el transporte y las comunicaciones y el 11% en la “intermediación financiera”. Y hubo una concentración de empleo precario entre los trabajadores jóvenes –un tercio de los que están con contrato temporario o de duración fija tienen menos de 25 años y dos tercios menos de 35 años”.
El patrón de conjunto puede ser muy distinto de lo que normalmente se dice. Así, en Europa en la segunda mitad de los ’90 no hubo aumento ni en la proporción de autoempleados ni en el “empleo precario”:
“En el año 2000 la población europea con trabajo era de 159 millones de personas, de las cuales el 83% eran empleados y el 17% autoempleados. En 1995, la cifra era de 147 millones con la misma relación entre los autoempleados y los empleados”.
Con respecto al “empleo precario”:
“Mientras que este tipo de empleo aumentó sustancialmente durante la primera mitad de los ’90, las proporciones relativas de empleos permanentes y no permanentes quedó casi sin cambios entre 1995 y el año 2000: permanente (82%) no permanente (18%).”
En Europa occidental de conjunto “uno de cada cinco empleos han sido precarios durante los últimos cinco años ” –pero esto todavía deja en pie cuatro empleos permanentes de un total de cinco.
En Gran Bretaña, el último informe sugiere que la recuperación económica de fines de los ’90 fue acompañada por la caída en el empleo precario: “El 92% de los trabajadores tenían contratos de empleo permanente en el año 2000 comparado con el 88% ocho años atrás … Un mero 5,5% dijo que estaban trabajando con un contrato temporario de menos de 12 meses de duración en el año 2000, comparado con el 7,2% en 1992”. El tiempo real que el trabajador pasa en el mismo puesto no ha cambiado mucho. La proporción de empleados que habían estado en empleos menos de tres meses fue del 5% en el año 2000, la misma que en 1986, y la proporción de los que estuvieron menos de un año fue del 20% contra el 18% en 1986. En el otro extremo, la proporción en el mismo empleo por más de diez años fue del 31% contra el 29%. El único cambio realmente grande fue la caída en la proporción de trabajadores en el mismo puesto de trabajo por más de dos pero menos de cinco años entre 1996 y 2000, del 21 al 15%.
Estas cifras no prueban, como dicen algunas veces los apologistas del capitalismo, que los sentimientos de inseguridad de la gente estén equivocados. Los trabajadores pueden cambiar de empleo con frecuencia por dos razones diametralmente opuestas –ya sea porque hay una demanda creciente para su trabajo, permitiéndoles mejorar su situación obteniendo un empleo diferente, o porque se ven obligados por los empleadores que se deshacen de trabajadores. Así, por ejemplo, pocas personas estaban dispuestas a dejar voluntariamente sus empleos durante la recesión de 1990-1994 en Gran Bretaña, precisamente porque el empleo generalmente era menos seguro que anteriormente. Y en el “más seguro” año 2000 alrededor del 27% de trabajadores manuales no calificados y semicalificados estuvieron en sus puestos por menos de un año, lo que refleja la recesión que comenzó en la industria manufacturera mientras que en los servicios continuó el boom.
Sin embargo, las cifras muestran que “la duración promedio del empleo ha permanecido relativamente estable desde 1975” . La idea de que la clase obrera había sido “flexibilizada” hasta perder su existencia es completamente errada. La mayoría de la gente continúa trabajando en el mismo lugar, y sujeta a la explotación por los mismos empleadores por períodos de tiempo bastante prolongados. Por esto mismo, tienen el tiempo y la oportunidad de conectarse con la gente que los rodea y de resistir la explotación.
El mito de la movilidad instantánea
La suposición de que el trabajador “permanente” es una cosa del pasado está relacionada frecuentemente con la de que el empleador puede trasladar la producción –y los puestos de trabajo- en cualquier momento.
Así, Hardt y Negri escriben:
“La informatización de la producción y la creciente importancia de la producción inmaterial han tendido a liberar al capital de los límites del territorio, y el capital puede retirarse de la negociación con una población local dada trasladándose a otro punto de la red global ... Poblaciones obreras enteras, que habían gozado de cierta estabilidad y poder contractual, se han encontrado así en situaciones de empleo cada vez más precarias” .
Esta es una exageración del movimiento del capital y de la facilidad con la que las firmas pueden mover sus operaciones de un lugar a otro.
Como expliqué en otro lugar , el capital como dinero (finanzas) puede moverse con tocar una tecla de la computadora de un lugar a otro (aunque determinados gobiernos todavía pueden impidir sus movimientos). Pero el capital como medio de producción encuentra mucho más difícil hacer esto. Tiene que desinstalar y reinstalar el equipamiento, tiene que arreglar el transporte de las mercancías producidas, encontrar una fuerza de trabajo con los requisitos de calificación, etc. Es un proceso usualmente caro, que toma años y no segundos. Más aún, la producción física depende del transporte de las mercancías a los mercados y por lo tanto la cercanía a los mercados es una ventaja.
El resultado es que la mayor parte de la reestructuración de la industria en las últimas tres décadas usualmente ha ocurrido dentro de las regiones industrializadas del mundo ya existentes. Como explica Rowthorn:
“El mundo desarrollado está ahora mayormente dividido en tres bloques, que comprenden Norteamérica, Europa occidental y Japón. Estos bloques en gran parte se autosostienen con mercancías manufacturadas sofisticadas” .
Así en 1992 las importaciones manufacturadas desde Japón sumaron sólo el 0,74% del PBI de Europa occidental y el 1,5% del de Estados Unidos, mientras que las importaciones manufacturadas desde Europa occidental sólo alcanzaron el 1,2% del PBI de Estados Unidos. Y al mismo tiempo, las importaciones manufactureras totales de Japón desde el conjunto de Asia, incluyendo China y Medio Oriente, fueron menos del 1% del PBI japonés.
Por supuesto, ha habido un cambio en ciertas industrias manufactureras a estados que no eran industrializados hace 40 años –de lo contrario, el fenómeno de los NICs y de ciertas industrias en expansión en los países “subdesarrollados” sería inexplicable. Pero hay poca evidencia a favor de la suposición de que los “países avanzados están abandonando la producción de bienes manufacturados. Gran parte de las actividades manufactureras de uso intensivo de trabajo en las economías avanzadas, tales como textil o ensamblaje, han sido expulsadas de las empresas por crecientes importaciones desde los países en desarrollo”, pero estas importaciones han sido financiados no por la exportación de servicios, sino por “la exportación de otras manufacturas, especialmente bienes de capital y productos intermedios tales como químicos”
Tomadas de conjunto, las importaciones a países avanzados de la OCDE desde países que no son de la OCDE sólo creció del 1 al 2% del PBI entre 1982 y 1992.
Rowthorn estima que el total de la pérdida de empleo de todos los países avanzados en este giro sólo fue de 6 millones de puestos de trabajo, o el 2% de total del empleo (comparado con el desempleo total de alrededor de 35 millones en esos mismos países).
Baldoz, Koeber y Kraft señalan que la reestructuración de la industria en Estados Unidos no implicó un flujo neto de empleos al exterior: “Estados Unidos ahora tiene un mayor porcentaje de fuerza de trabajo asalariada que en cualquier otro momento desde los ’50 –y sorprendentemente trabajando más horas” .
Reestructuración significa que gran parte de la producción no tiene lugar en los viejos centros industriales, tales como los que rodean Detroit, sino en el “cinturón del sol” de los estados del oeste y del sur. La mayoría de los trabajadores automotrices norteamericanos ya no trabajan directamente en las “tres grandes” –Ford, General Motors y Chrysler- sino en otras manufacturas transplantas como Honda, Toyota, Nissan, Mitsubishi y Daimler Benz,o para nuevas manufacturas de autopartes desprendidas de GM de modo tal de debilitar a los sindicatos . Esto está lejos del cuadro que alguna vez presentaron de que todos los empleos automotrices en Estados Unidos estaban desapareciendo y habían cruzado la frontera con México .
Para algunas industrias es más fácil moverse que para otras. Por ejemplo, la industria de indumentaria tiene una línea de producción particularmente móvil. El equipamiento básico –tijeras de corte, máquinas de coser, prensas- es liviano, barato y los productos son relativamente fáciles de transportar de una parte del mundo a otra . No es sorprendente que muchas de las historias de fábricas que cierran y se trasladan ante el aumento de los costos laborales u otros costos pertenecen a esta industria. Pero incluso aquí hay limitaciones para la movilidad. La producción de bienes de alta calidad puede estar basada en países avanzados. Había 112.190 trabajadores de la indumentaria en la ciudad de Nueva York en 1990. Y ciertamente no eran todos trabajadores “informatizados” –64.476 eran trabajadores de producción (la mayoría extranjeros) y sólo 13.522 eran “profesionales y gerentes” . En ese momento, el número total de trabajadores de la indumentaria en Estados Unidos estaba alrededor de 300.000.
Otra industria cuya movilidad supuesta ha sido mucho más enfatizada por los comentaristas de izquierda y de derecha es la del software. Implica relativamente poca inversión de capital y los costos de transporte prácticamente desaparecen porque los datos procesados se envían casi instantáneamente por links de telecomunicaciones cada vez más baratos a miles de kilómetros. Los programas de software pueden escribirse en Bangalore en la India por firmas cuyas oficinas centrales están en Chicago, y los boletos de avión ordenados en Londres pueden ser tipiados en terminales de computadoras en Nueva Delhi. Muchos países del tercer mundo tienen grandes cantidades de hablantes fluidos de inglés altamente educados capaces de hacer estas tareas: la India sola tiene 4 millones de personas con antecedentes técnicos y 55.000 graduados en ingeniería y ciencias por año. Esta industria parece encajar en la descripción de Negri y Hardt de “fuerzas productivas” que están “completamente deslocalizadas”, en las que “los cerebros y los cuerpos ... producen valor” pero sin requerir necesariamente “capital y sus capacidades para orquestar la producción” . Y ciertamente, la producción de software en la India ha estado creciendo a una gran velocidad –de emplear entre 2.500 y 6.800 personas en 1985 pasó a 140.000 en 1996, de las que 27.500 estaban en el sector exportador .
Pero una mirada más detenida a la industria en la India muestra que todavía depende de la inversión de capital fijo y no puede moverse de una localidad a otra en un momento. Bangalore ha crecido y se ha transformado en el centro de software más grande del país porque tiene facilidades, muchas provistas por el estado local, que otras partes del país no tienen. Como explica un estudio sobre la industria:
“A causa de su medio ambiente libre de polvo, el gobierno de la India estableció en Bangalore entre 1956 y 1960 grandes emprendimientos del sector público como Bharat Electronics Limited (BEL) y Hindustan Aeronautics Limited (HAL) junto con laboratorios de investigación de defensa nacional y el Instituto Indio de Ciencias... En los ’70 también se ubicó en Bangalore la Organización de Investigación Espacial y Bharat Heavy Electronics Limited (BITEL).
El resultado de esta concentración de industrias electrónicas y aeronáuticas en Bangaloren fue la creación de lazos entre el atraso y lo más avanzado ... Bangaloren fue, por lo tanto, una ubicación natural para la industria de TI y computación ... Más aún, Bangaloren es la capital de estado que tiene muchas ventajas en términos de proximidad a los centros del poder política y las oficinas del gobierno ... y al aeropuerto”.
“Hubo un esfuerzo concentrado de los políticos para crear en Bangalore un medio en el que pudieran florecer las industrias high-tech ... El objetivo era proveer las facilidades e infraestructura necesaria para promover la inversión en la industria electrónica, incluyendo el suministro garantizado de electrticidad, facilidades de telecomunicaciones y un centro de entrenamiento técnico”.
Sin la seguridad de tener garantizado el suministro de electricidad y agua limpia –ninguna de las cuales está garantizada en las ciudades del tercer mundo- la industria no podría haber despegado. De hecho, con la expansión de la industria, las firmas ya no pueden obtener esas cosas sin emprender inversiones costosas por su propia cuenta. Así la firma Infosys “gasta más de 201.000 dólares por cada nueva persona incorporada en gastos de capital y entrenamiento ... Los empleados tienen acceso a lo último en tecnología –una política que se espera lleve a una mayor productividad” .
Las firmas que han encontrado una ubicación adecuada para la producción de software y que han invertido en entrenar a la fuerza de trabajo no tienden simplemente a mudarse a otro lado de un momento a otro. Por la misma razón, las firmas con instalaciones existentes en Europa, Japón o Norteamérica no cerraron para mudarse a Bangalore. Sus operaciones en Bangalore han sido una respuesta a las dificultades para reclutar la fuerza de trabajo calificada que necesitan en sus propias localidades. El relativamente pequeño tamaño de la fuerza de trabajo de software en Bangalore es una prueba de esto. “No es un gran empleador, especialmente para los estándares indios. Las estimaciones sugieren que emplea actualmente (en 1996) entre 7.000 y 15.000 personas en Bangalore.” Estas cifras son muy pequeñas comparadas con la fuerza de trabajo global en la industria. Mientras tanto, la escasez de fuerza de trabajo en la India están causando una suba en los salarios de alrededor del 30% al año y algunos pronósticos preven “un tiempo en el que la India ya no será considerada como un lugar de salarios bajos” porque la industria está empezando a sufrir los problemas ambientales creados por su propia expansión (polución, escasez de electricidad y agua y congestión de caminos).
India en general y Bangalore en particular han encontrado un nicho en el mercado mundial de software. Pero el nicho está limitado en su extensión y no es ciertamente una prueba de que el software como industria simplemente puede venderse de una parte del mundo a otra.
Las cosas son ligeramente diferentes con el procesos menos calificado de ingreso de datos en terminales de computadoras. Esto requiere un equipamientos menos extensivo y sofisticado y un nivel menor de entrenamiento de la fuerza de trabajo. Por esta razón están más dispersas en India que la producción de software. Como en la industria de la indumentaria, las operaciones menos calificadas son más móviles que las calificadas. Pero incluso en esas industrias hay límites. La fuerza de trabajo tiene que tener las habilidades lingüísticas correctas (el urdu fluido no es bueno para el ingreso de datos de las aerolíneas norteamericanas) y tiene que ser entrenada y estar comprometida con la precisión (los errores en el ingreso de datos pueden llevar a gastos considerables), mientras que el equipamiento de comunicaciones (y por lo tanto el suministro de electricidad) tiene que ser confiable. Cuando una compañía tiene todas estas cosas, no va a abandonarlas sin un motivo poderoso.
La producción de software, como la producción capitalista en general, está sujeta a una racionalización y reestructuración reiteradas en momentos de crisis. Esto lleva a que las industrias con base en un mismo lugar se contraigan y desaparezcan, mientras que otras se expandan o emerjan por primera vez. pero no es “fluido” en ser capaz de trasladarse sin esfuerzo de un lugar a otro. La tendencia general del capitalismo hoy es todavía a la producción concentrada en los países avanzados. Algunos tipos de producción se han volcado a unas pocas áreas favorecidas del tercer mundo –los NICs del este y sudeste asiático, y el este de China. Pero el capital todavía encuentra más rentable, en general, ubicarse en las regiones que habían sido industrializadas a mediados del siglo XX. Los trabajadores usualmente pueden recibir un mejor pago aquí, pero la combinación de niveles de calificación establecidos e inversiones existentes en plantas e infraestructura implica que también son más productivos, y producen mucha más plusvalía para el sistema que la mayoría de sus hermanos más pobres del tercer mundo. Esto explica por qué el cuadro de gran parte de América Latina ha sido de un crecimiento promedio muy lento o de estancamiento y para la mayoría de Africa de caída absoluta.
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