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Los trabajadores del mundo (Parte 2)
Autor: Chris Harman
Fuente: International Socialism 96
Fecha: 12/06/2003

Título Original:

Traductor: Claudia Cinatti, Partes de Guerra

Patrones de empleo: la clase obrera mundial y el “tercer mundo”

El capitalismo ha creado una clase obrera mundial en el último siglo y medio. La industria y el trabajo asalariado existen hoy en virtualmente todo lugar del globlo. La clase obrera industrial tiene una presencia mundial. Pero el desarrollo desigual y combinado del sistema implica que está muy desigualmente distribuida entre las distintas regiones. Los cálcuos aproximados indican que el 40% de los casi 270 millones de obreros industriales están en los países de la OCDE; en China, América Latina y la ex URSS, alrededor del 15% en cada país, en Asia aproximadamente el 10% y alrededor del 5% en Africa.
Esta desigualdad no sólo existe entre los viejos países industriales y el resto del mundo sino también dentro del “tercer mundo”.
La urbanización y la extensión de las relaciones de mercado no son necesariamente lo mismo que el crecimiento del trabajo asalariado. Esto es especialmente así en países donde la crisis implicó un crecimiento económico más lento o negativo. Así “se informa que el empleo asalariado ha caído en términos absolutos en varios países africanos” –el 33% en la República de Africa Central, 27% en Gambia, 13,4% en Nigeria y 8,5% en Zaire - y las tasas de desempleo urbano en la región fueron del 15 al 25% (un 10% más que a mediados de los ’70). Para Africa sub Sahara tomada de conjunto, “El principal empleo en áreas rurales es el autoempleo” . Aunque la actividad manufacturera da cuenta de alrededor del 20% del empleo en áreas rurales, usualmente es de un tipo muy rudimentario –herrería, elaboración de cerveza, sastrería o molienda, generalmente empresas de una sola persona.
Africa sub Sahara es la excepción más que la norma para el sistema mundial de conjunto, o incluso para sus regiones empobrecidas. En Asia y América Latina ha habido un crecimiento del trabajo asalariado. Pero frecuentemente ha sido por fuera de lo que se suele llamar el sector “moderno” y ha sido acompañado por un aumento igualmente rápido del autoempleo.
En América Latina el número de empleados no agrícolas se elevó de 68 millones en 1980 a 103 millones entre 1980 y 1992 (durante lo que se llamó la “década perdida” de la crisis económica y el estancamiento). Pero los empleados en “grandes empresas” sólo crecieron de 30 a 32 millones. Por el contrario el número de pequeñas empresas creció de 10 a 24 millones, el número de empleados públicos de 11 a 16 millones, en el servicio doméstico de 4 a 7 millones y en el así llamado sector “informal” se multiplicó de 13 a 26 millones. Tomado de conjunto el sector informal y la pequeña empresa de empleo no agrícola, creció del 40% en 1980 al 53% en 1990.
“Los empleos informales per se casi representan un tercio de los trabajadores no agrícolas de la región ... La mayor parte del incremento en el sector informal está concentrada en trabajadores cuentapropistas”. En Brasil en 1980, casi la mitad de la población urbana ocupada no eran “empleados formales” , aunque más de la mitad de ellos eran trabajadores asalariados sin la protección formal y los beneficios legales, y 18,4 millones de trabajadores declararon en1990 que querían tener un empleo formal. Esto no constituye una “desindustrialización” y ciertamente tampoco la desaparición de la clase obrera en América Latina.
La economía india creció a un promedio mayor que la mayoría de los países latinoamericanos durante las últimas dos décadas, aunque partió de un nivel mucho más bajo que la mayoría de ellos. El producto per cápita aumentó, mientras que ha caído en la mayor parte de América Latina, y la porción de la industria en la producción total está ahora alrdedor del 19%. Pero el crecimiento en el empleo, como en América Latina, ha sido abrumadoramente en los sectores informales.
En los ’80, “a pesar de una aceleración significativa de la tasa de crecimiento industrial ... la porción de la manufactura en el empleo total ... cayó” con un crecimiento “negativo” del empleo en “el sector manufacturero privado organizado [es decir, el sector formal]” . Entre 1977-78 y 1993-94 la proporción de la fuerza de trabajo masculina urbana en “empleos regulares” cayó del 46,4 al 42,1% (aunque la cifra total aumentó, ya que la población urbana creció masivamente en esos años), mientras que la proporción de los “autempleados” creció ligeramente del 40,4 al 41,7% y de los empleados casuales aumentó del 13,2 al 16,2%.
La mayoría de los autoempleados de ninguna manera es privilegiada. Un informe de Ahmedabad muestra que sólo un décimo de los hombres autoempleados tienen un “lugar para el negocio”. Un tercio trabajaba en la calle como vendedores, conductores de carros para uno o dos pasajeros, carreros, etc. Hay 200.000 hombres que cargan estos carros en Mumbai, 80.000 en Ahmedabad y 30.000 en Banglore, mientras que Calcuta tiene alrededor de 250.000 vendedores ambulantes.
El patrón que se aplica a India también se aplica, en distintos grados, a Pakistán y Bangladesh . También se encuentra en otros países “en desarrollo y más avanzados”. En Turquía el empleo en “grandes establecimientos manufactureros” era de 979.839 en 1987, contra 550.670 en “pequeñas empresas”. El 44,2% de los trabajadores en el conjunto de la industria estaba en firmas con más de 100 obreros, contra sólo el 24,3% en firmas con menos de 10 trabajadores. No es sorprendente que dado este nivel de concentración de la industria, entre el 50 y el 55% de los trabajadores estaban sindicalizados. Pero la cifra en el sector urbano “informal” era de 1.854.000 en 1988 –y había crecido a 2.152.000 en 1992.
Frecuentemente combinado con el sector informal, están aquellos a los que el capitalismo les niega toda oportunidad de empleo: los desocupados. Sus cifras varían considerablemente de región a región y de país a país –dependiendo en parte, de la facilidad para la gente de sobrevivir de alguna forma en el sector informal. En Medio Oriente de conjunto el desempleo informado es del 15% . Pero alcanza entre el 25 y el 30% en Libia, Argelia, Irán y Yemen . En el gran San Pablo en octubre de 1995 se informó que el desempleo alcanzaba a 1.102.000 personas de una fuerza de trabajo de 8.221.000 .
En China el gobierno está siguiendo una política conciente de reestructurar el sector estatal de la economía. El número de empleados en las empresas seleccionadas cayó de 45 millones en 1993 a 27 millones en 1998 . Algunos de esos trabajadores encontrarán otros empleos, pero de ninguna manera todos –una fuente nos dice que había sólo 1,54 millones de puestos de trabajo disponibles en agosto de 2001 para los 2,2 millones de trabajadores registrados en las agencias oficiales de empleo en 82 ciudades . Ciertamente muy pocos empleos para responder a las aspiraciones de los millones de personas que vienen a la ciudad desde el campo buscando empleo. Hay “150 millones de vagabundos que vienen del campo que viajan de una ciudad a otra busando empleo manual” .
La acumulación capitalista está causando un crecimiento rápido de las ciudades en amplias franjas del globo y de las ocupaciones que implican producción para el mercado. En la mayoría e las regiones (aunque no en la mayoría de Africa) hay también un crecimiento en el número que abarca el trabajo asalariado de un tipo relativamente productivo en lugares de trabajo de tamaño medio y grande. Pero es más rápida la expansión de vastas masas de personas que precariamente intentan sobrevivir por medio del trabajo casual, vendiendo cosas en las calles, intentando sobrevivir por su propia cuenta. En un extremo esta masa se funde con la pequeño burguesía propia de pequeño empleador, en otro se funde con la pobreza desesperada de aquellos que no pueden ganarse un sustento –48% de la población urbana de Brasil vive por debajo de la línea de pobreza, y dos de cinco de ellos por debajo del ingreso de “indigencia” necesario para satisfacer exclusivamente las necesidades alimentarias.

La economía y la política del sector informal

¿Cómo se relaciona esta masa de trabajadores del sector informal y cuentapropistas con los trabajadores con empleo “formal”?
Hay un respuesta muy extendida, muy simple y muy equivocada. Que es ver a los trabajadores con empleo permanente como “privilegiados”, como una suerte de “aristocracia obrera”. Ciertamente así les pueden parecer a los que son empujados al sector informal. En el sector formal usualmente hay salarios cosiderablemente más altos y frecuentemente beneficios por enfermedad, vacaciones pagas y pensiones. En las ciudades del noreste de Brasil se dice que “estar formalmente empleado es casi un privilegio, ya que menos de la mitad de aquellos que quieren esa situación realmente “gozan” de ella”. En India a lo largo de una amplia gama de ocupaciones los trabajadores en el “sector organizado” tienden a ganar mucho más (30, 40 o incluso el 100%) más que los que están en el “sector no organizado” . En China a los trabajadores de las grandes industrias se les prometía usualmente un ingreso garantizado más casa, beneficios por enfermedad y pensiones –y los que migran del interior para buscar empleos fueron excluidos de esas cosas por un sistema de pasaporte interno que les niega el derecho a residir en las ciudades.
Los empleadores, sin embargo, no otorgaron esto por la buena voluntad de sus corazones. Ellos necesitan una cierta estabilidad para su fuerza de trabajo, particularmente cuando se trata de trabajadores calificados a los que no quieren que sus rivales se los quiten durante los momentos de boom. Los estados frecuentemente también quieren esa estabildad, usando el estado de bienestar para un sector de la fuerza de trabajo urbana como una forma de protegerse contra explosiones repentinas de descontento popular.
Así, por ejemplo, en las décadas posterioers a la revolución de 1910-19 en México, se creó una estructura política que intentaba integrar los sindicatos al partido gobernante, junto con las organizaciones de empleadores y de campesinos. Como explica un académico:

“La política de bienestar promovida por el régimen postrevolucionario estaba gobernada por una lógica de beneficios sectoriales que favorecían a los trabajadores en el sector formal de la economía ... Los mecanismos de seguridad social incluían acceso a una variedad de beneficios además de salud, subsidios por incapacidad, por enfermedad, pensiones de retiro, compensación por accidentes, compensación a las familias en el caso de muerte, pagos por maternidad ... En la medida en que la política de seguridad social daba beneficios estratificados, actuaba de una manera discriminatoria. Esta ha excluido por un lado a los que no trabajan en la economía formal y, por el otro, a los que, si bien trabajan en la economía formal, no pertenecen a los sindicatos. Las preferencias se dan para cuidar a los grupos que están organizados verticalmente por los sindicatos reconocidos por el estado”.

Sin embargo esto no era para hacerle un favor a los trabajadores del sector formal. Sino más bien para proveer un mecanismo para controlarlos, permitiendo que el estado se haga cargo de “otorgar o negar el registro a los sindicatos, que sea capaz de arbitrar en disputas laborales, legalizar huelgas, pronunciar su legalidad o ilegalidad” y tendiendo a transformar a los sindicatos en “instituciones cuasi gubernamentales o cuasi corporativas ... donde los representantes sindicales han sido elevados por encima de los que representan” . Toda vez que los trabajadores intentaron actuar por fuera de esas estructuras el estado los reprimió de forma violenta. El beneficiario real era la burguesía mexicana que pudo emerger intacta con un estado ultraestable después de uno de los ascensos revolucionarios más tumultuosos del siglo XX. En 1950 el 10% más rico de la población era 18 veces más rico que el 10% más pobre. En 1970 eran 27 veces más ricos . Los ricos ganaban de esta forma porque habían desarrollado un mecanismo para controlar a los que con su trabajo creaban su riqueza. Y lo más importante que tenía que controlar eran a los que trabajaban en los sectores de la economía “formal” más productivos y avanzados.
Esto jugó un rol similar para los gobernantes de China en el perído entre los ’50 y los ’90. Garantizaba una fuerza de trabajo estable de trabajadores productivos y con experiencia en las industrias clave donde estaba las principales inversiones de capital.
Frecuentemente parece anti intuitivo decir que los grupos de trabajadores que tienen mejores condiciones que otros no se benefician a sus expensas –ya sea que este argumento se use con respecto a los trabajadores occidentales y del tercer mundo, o en el sector formal de la economía en el tercer mundo y el sector informal. Pero en este el caso el argumento “anti intuitivo”es correcto. En muchas industrias cuanto más estable y experimentada es la fuerza de trabajo, más productiva es. El capital está dispuesto a conceder salarios más altos a ciertos trabajadores en esas industrias porque haciendo esto puede sacar más ganancias de ellos. De aquí la aparente contradicción –algunos sectores de los trabajadores del mundo están a la vez mejor pagos que otros pero son más explotados. Sólo esto explica por qué los capitalistas, motivados sólo por la sed de la ganancia, usualmente no hacen inversiones a gran escala en regiones como Africa, donde los salarios son los más bajos.
Por supuesto, eso no evita que el capital intente continuamente disminuir lo que tiene que pagar –aprovechando las nuevas tecnologías y la reestructuración de la producción para reducir drásticamente sus costos laborales. De ahí que el modelo en gran parte del mundo para la fuerza de trabajo “formal” siga más o menos intacto, pero para ir descascarando sus bordes y para que muchos nuevos empleos sean en el sector “informal”.
La gran masa de la fuerza de trabajo informal en los países “en desarrollo” hoy está compuesta de personas que son nuevos en la fuerza de trabajo urbana –ya sea del interior (como por ejemplo los más de 100 millones de campesinos que buscan empleo en los ciudades chinas) o mujeres y jóvenes que buscan un empleo asalariado por primera vez. Pero el patrón de la acumulación capitalista en las últimas dos décadas implica que no se ha expandido la demanda de trabajo de la industria moderna y productiva a nivel de la escala necesaria para absorberlos dentro de su fuerza de trabajo. La competencia a escala global ha causado un giro hacia formas de producción de “capital intensivo” (con lo que Marx llamó la creciente “composición orgánica del capital”) que no requieren cantidades masivas de nuevos trabajadores. Como resultado, las únicas vías de entrada a la fuerza de trabajo para ganar un sustento son a través de las formas más exiguas de autoemepleo o a través de vender la fuerza de trabajo a un precio tan bajo y en condiciones tan arduas que los pequeños capitalistas en los márgenes del sistema pueden beneficiarse de explotarlos.
Como señala un informe sobre el empleo en América Latina:

“Los empleos informales per se representan casi un tercio de los trabajadores no agrícolas en la región ... La mayor parte del incremento en el sector informal está cocentrado en trabajadores por cuenta propia ... El resultado de este proceso ha sido una tendencia hacia tasas de desocupación más bajas, pero a un costo de un marcado deterioro en la productividad promedio del trabajo”.

En general el sufrimiento de una gran parte de las masas urbanas en estos países no viene de ser superexplotadas por el gran capital, sino por el hecho de que el gran capital no ve la forma sacar la ganancia suficiente de su explotación. Esto es incluso más claro en Africa sub Sahara. Después de exprimir la riqueza del continente durante el período desde el comienzo del comercio de esclavos hasta el fin del imperio en los ’50, los que dominaban el sistema mundial (incluyendo gobernantes locales que llevaban su dinero a Europa y Norteamérica) están dispuestos ahora a descartar a la mayoría de su gente como “marginal” para sus requerimientos.
Marx describió muy bien el proceso por el cual crece el sector informal, observando la sociedad británica hace 150 años:

“Los capitales adicionales formados en el curso normal de la acumulación sirven particularmente como vehículos para la explotación de nuevas invenciones y descubrimientos y las mejoras industriales en general. Pero en su momento el viejo capital también alcanza el momento de su renovación de arriba a abajo, cuando renace en una forma técnica perfeccionada, en la cual una pequeña cantidad de trabajo será suficiente para poner en movimiento una gran cantidad de maquinaria y materias primas.
.. El capital adicional formado en el curso de la acumulación atrae cada vez menos trabajadores en proporción a su magnitud. El viejo capital ... repele cada vez más trabajadores antiguamente empleados por él.”

“La población trabajadora por lo tanto produce, junto con la acumulación del capital, los medios por los cuales se vuelve relativamente superflua, y se transforma en una relativa superpoblación.

Tan pronto como la producción capitalista toma posesión de la agricultura ... la demanda de la población trabajadora agrícola cae absolutamente ... Parte de la población agrícola está por lo tanto constantemente a punto de pasar al proletariado urbano”.

Esta dinámica produce un componente “estancado” del “ejército activo de trabajadores” con “empleo extremadamente irregular”:

“Sus condiciones de vida caen por debajo del nivel promedio normal de la clase obrera; lo que los trransforma en la base de ramas especiales de la explotación capitalista ... caracterizadas por un máximo de tiempo de trabajo y un mínimo de salario ... Crece con la extensión y la energía de la acumulación del mismo modo que avanza la creación de una superpoblación.

Las mismas causas que desarrollan la fuerza expansiva del capital, desarrollan también la fuerza de trabajo a su disposición. La masa relativa del ejército industrial de reserva aumenta por lo tanto con la energía potencial de la riqueza. Pero cuanto mayor es este ejército industrial de reserva en proporción al ejército obrero activo, mayor es la masa de superpoblación consolidada, cuya misera está en relación inversa a su tormento en el trabajo ... Este es la ley general absoluta de la acumulación capitalista”.

El interjuego de sectores

Sin embargo este no es el fin de la cuestión. El capitalismo usa a aquellos a los que les niega el sustento. Los usa para ejercer mayor presión sobre los que explota en las áreas más productivas de la economía. El crecimiento de la fuerza de trabajo en el sector informal, lejos de beneficiar a la fuerza de trabajo en el sector formal, ha estado acompañado de un aumento en la explotación de los trabajadores de este sector, y en muchos casos de un deterioro en sus condiciones.
El deterioro es más marcado en Africa, donde la escala de la caída en el salario real de los que tienen trabajo es tan grande que parece increíble. Un informe de 1991 habla de “una caída aguda del salario real ... una caída promedio del 30% entre 1980 y 1986 ... En varios países la tasa promedio ha caído un 10% al año desde 1980 ... El salario mínimo cayó el 20% en promedio durante ese período”.110

Hubo “un virtual colapso en Somalia, Sierra Leona y Tanzania ... Las caídas de salario observadas fueron mucho mayores que la caída del ingreso per capita en la región ... Los asalariados han cargado con el peso de la crisis ... Los trabajadores, especialmente en las ciudades, han sido pauperizados por la inflación y la devaluación”.111

Este colapso de los salarios explica en gran parte la ferocidad de la guerra civil en algunas partes como Sierra Leona, donde el salario inicial de los empleados públicos para las jerarquías más bajas era sólo un quinto de la cifra de 1989112, la guerra parecía la única forma de ganar un sustento mínimo para una parte de la población masculina joven.
En América Latina el crecimiento del sector informal en los ’80 fue acompañado por una caída de más del 10% en los salarios industriales reales –aunque hubo alguna recuperación a principios de los ’90 antes de que la crisis asiática golpeara al continente a fines de la misma década. En India, el salario real en el sector formal no parece haber declinado. Pero en promedio tampoco ha aumentado durante las casi dos décadas de crecimiento económico.
Tanto en India como en América Latina también ha habido un cambio de ciertos empleos en la gran industria del sector formal al informal. Esto permite a las gerencias reducir sus costos salariales –y ejercer presión sobre la fuerza de trabajo que queda en el sector formal para que acepte peores condiciones. En Gujarat, una de las principales áreas de la industria india:

“El aumento de la porción del trabajo casual en la fuerza de trabajo de la industria local ha sido un cambio fundamental que ocurrió durante los últimos 30 años. Estimo que al menos un 50% de los trabajadores industriales son temporarios o contratados...
La distinción entre trabajadores permanentes y temporarios... surge de los esfuerzos constantes de la patronal para evitar las leyes y regulaciones laborales para mantener el trabajo lo más barato posible y para lograr la total desprotección de los funcionarios a cargo de implementar las medidas de vigilancia de la legislación ... Los trabajadores temporarios desempeñan generalmente los trabajos no calificados y más duros como carga y descarga, alimentación de maquinarias, empaquetado de productos terminados y limpieza... Su pago diario no excede el salario mínimo oficial por jornada, no tienen ningún beneficio adicional y son fáciles de despedir... Están más allá del alcance de la legislación, carecen por lo tanto de la atención de los dirigentes sindicales, para los que las leyes laborales son el punto de comienzo de todas sus acciones. Las mujeres han contribuido sustancialmente al crecimiento del trabajo casual en la fuerza de trabajo local. También tienen suministro de trabajo proveninete del campo por contratistas que los gerentes consideran como más confiables y menos propensos al ausentismo que los trabajadores locales.”113

En partes de América Latina también ha habido una tendencia a que trabajos que antes eran desempeñados por la fuerza de trabajo permanente “formal” ahora se hagan a través del sector informal. El empleo informal solía ser factible sólo “para firmas pequeñas y empresas que toman sólo fuerza de trabajo temporaria, tales como la cosecha y las empresas constructoras ... Esto parece haber cambiado a principios de los ’90... Este fue un momento de recesión y cada vez más firmas (supuestamente pequeñas y medianas) se transformaron en informales para evadir el pago no sólo del salario indirecto sino también de todos los impuestos. Además de esto, una nueva tendencia se hizo más significativa, la así llamada tercerización que significa el reemplazo de los empleados permanentes (mayormente con empleo formal) por proveedores autoempleados ... en los sectores más avanzados de la economía”.114

Se debe señalar que esto no implica el fin del sector formal. Todavía tiene ventajas para ciertos empleadores. En Gujarat la patronal no se siente capaz de cumplir sus requerimientos laborales con trabajo temporario o bajo contrato:

“Los trabajadores permanentes reciben beneficios. Sus empleadores contribuyen a los fondos de previsión social, a las pensiones y bonificaciones, licencias pagas e indemnización y son más difíciles de despedir. Generalmente son más calificados o experimentados y son considerados como indispensables y más leales ... Se encuentran en grandes y pequeñas fábricas con una división no rudimentaria del trabajo y una tecnología comparativamente más sofisticada, como la industria de ingeniería.”115

Desde el punto de vista de la patronal el uso de trabajo casual y bajo contrato es un arma de doble filo. Les permite reducir los costos laborales e imponer un aumento de la carga laboral sobre los trabajadores. Pero también implica que tienen una fuerza de trabajo más proclive a ser atraída por mejores puestos de trabajo en otros lugares. Y también socava los intentos de presentares como “socios” leales de sus trabajadores.
Uno de los empleadores de Gujarat explicaba:

“No trabajamos con contratistas ... Empleamos a personas conocidas. Necesitamos confianza y la obtenemos a través de recomendaciones. No se atreven a decepcionar. Tienen temor.”116

Y como señala Heen Steefkerk, que tiene su propio estudio, el uso de trabajo temporario y por contrato hace más difícil para la patronal pretender que todos son parte de una misma familia feliz:

“Más trabajadores por contrato significa alterar el curso de la transición industrial local. Indican otro clima de trabajo y relaciones laborales cambiantes. Estas tendencias implican una mayor objetivación de las relaciones de trabajo, o, en otras palabras, una mayor alienación social entre los trabajadores y los propietarios o los gerentes”.117

En San Pablo, la ciudad industrial más importante de Brasil, el sector formal se contrajo levemente durante la recesión de principios de los ’90, para expandirse nuevamente a mediados de la década hasta llegar a ser más grande que hace diez años, y aunque la fuerza de trabajo informal ha crecido cerca del 70% en ese interin, la cantidad de trabajadores con empleo “formal” en el sector privado permaneció más de cuatro veces por encima de la cifra de los trabajadores “informales”.118 El empleo informal ha mordido significativamente los márgenes de la fuerza de trabajo formal. Pero todavía deja intacta una fuerza de trabajo masiva cuyos empleadores no pueden o no quieren “informalizar”. Es equivocado hablar de “desproletarización”119, como hace Paulo Singer. Más bien, lo que está ocurriendo es una reestructuración de la fuerza de trabajo, con las grandes firmas delegando algunas tareas (generalmente poco calificadas y por lo tanto fácilmente desempeñadas por una fuerza de trabajo flotante) a pequeñas firmas, a contratistas o a autoempleados.
Se debe aclarar que este fenómeno no es para nada nuevo en la historia del capitalismo. El empleo casual frecuentemente ha jugado un rol importante en ciertas industrias –por ejemplo en los puertos de Gran Bretaña hasta fines de la década de 1960. Las formas de trabajo bajo contrato son muy viejas –eran muy comunes en las fábricas textiles en la revolución industrial. En las minas tanto en Gran Bretaña como en Estados Unidos en el siglo XIX los supervisores o capataces reclutaban trabajadores y los propietarios les daban una suma de dinero para pagarles .Esos grupos casuales de trabajadores no siempre se sintieron parte de la clase obrera. Durante años, o incluso décadas, estuvieron separados frecuentemente de las luchas de otros sectores de la clase. Pero su potencial de lucha siempre estuvo planteado, y cuando se transformaba en realidad ésta podía ser muy dura y con matices insurreccionales.
Frederick Engels observó precisamente este desarrollo en 1889 cuando los portuarios de Londres fueron por primera vez a la huelga. Escribió:

“Hasta ahora el extremo este ha estado en un estado de estancamiento y pobreza, su sello era la apatía de los hombres cuyo espíritu había sido quebrado por hambre y que habían abandonado todo tipo de esperanza. Cualquiera que se encontrara allí se perdía física y moralmente. Y ahora, esta gigantesca huelga de los elementos más desmoralizados de todos, los trabajadores portuarios, no la fuerza regular de hombres experimentados, relativamente bien pagos en empleo permanente, sino los que casualmente aterrizaron en el puerto, los Jonás (los desgraciados) que han sufrido el naufragio en todas las otras esferas, hambreados por el mercado, una confusión de vidas quebradas dirigiéndose directamente a la ruina ... Y esta masa desesperada de la humanidad que, cada mañana cuando se abren eel puerto literalmente se lanzan a la batalla para ser los primeros para alcanzar al que los hace entrar, esas masas que se reúnen casualmente y cambian todos los días, se han combinado exitosamente para formar una banda de 40.000, mantener la disciplina e inspirar el temor de las poderosas compañías portuarias ... Más allá de cuál pueda ser el resultado de la huelga, significa que el estrato más bajo del extremo este de los obreros ha entrado al movimiento y que el estrato superior lo seguirá pronto...
Y hay más. Porque por la falta de organización y por la existencia vegetativa pasiva de los trabajadores reales del este, el lumpenproletariado ha tenido hasta ahora la última palabra, proponiéndose como el prototipo y el representante de millones de hambrientos. Esto ahora dejará de ser así. El vendedor ambulante y su especie será empujado atrás, los trabajadores del este serán capaces de desarrollar su propio prototipo y así organizarse”.120

Este punto es muy importante. A nivel internacional estamos recién emergiendo de dos décadas de derrotas y desmoralización de los trabajadores en todo el mundo. Esto alimentó el fatalismo sobre la posibilidad de pelear, que se reflejó en una gran cantidad de estudios que describían el sufrimiento de los pobres y los oprimidos, mostrándolos siempre como víctimas, raramente como luchadores. Hay toneladas de material auspiciado por la OIT sobre la “exclusión social” –un tema adecuado para los burócratas que dirigen esos organismos. En estos estudios temas como la “flexibilización” y la “feminización” de la fuerza de trabajo se volvieron formas académicas estereotipadas de minimizar las posibilidades de lucha –aunque algunos de los que llevaron adelante esos estudios intentaron escapar del paradigma en el que estaban atrapados. Los estereotipos le dieron excusas a la burocracia sindical para eviar la lucha. Lo que comienza como un error de evaluación de la posibilidad de lucha se convierte en un obstáculo real para desencadenarla.

Las maquiladoras

Frecuentemente con el discurso del sector informal supuestamente “no organizable”, va asociada la enorme cantidad de literatura sobre las maquiladoras –las unidades de producción establecidas por las multinacionales en los países del tercer mundo que llevan adelante determinadas tareas rutinarias clave en la cadena de producción global. Los arquetipos son los establecimientos textiles de firmas como Gap o Nike en “zonas de libre comercio” o “EPZs” en lugares del tercer mundo como Indonesia, América Central o Filipinas. Naomi Klein describe esto gráficamente en No Logo:

“Hay al menos 850 EPZs en el mundo ... desparramadas en 70 países y que emplean algo así como 27 millones de trabajadores... Independientemente de dónde esté ubicada la EPZ, las historias de los trabajadores tienen una cierta similitud: la jornada laboral es larga –14 horas en Sri Lanka, 12 horas en Indonesia, 16 en el sur de China y 12 en Filipinas. La gran mayoría de los trabajadores son mujeres, siempre jóvenes, siempre trabajando para contratistas o subcontratistas... llenando órdenes para compañías que tienen sus casas centrales en Estados Unidos, Gran Bretaña, Japón, Alemania o Canadá. La administración es de estilo militar, los supervisores frecuentemente son abusadores, los salarios por debajo de la subsistencia y el trabajo de muy baja calificación y tedioso.
Mientras camino por las calles vacías de Cavite (en Filipinas), puedo sentir la impermanencia amenzante, la inestabilidad subyacentes de la zona. Las fábricas que parecen cobertizos están conectadas tan levemente con el país que las rodea ... que parece como si los empleos que llegaron aquí del norte podrían volar rápidamente de nuevo ... El temor invade la zona. Los gobiernos temen perder sus fábricas extranjeras; las fábricas temen perder los compradores de sus marcas; y los trabajadores temen perder sus empleos inestables. Estas fábricas están construidas en el aire, no en la tierra.”121

Estos relatos son una exposición brillante de la avaricia y la inhumanidad de los que dirigen las multinacionales. Pero como muchos estudios académicos ortodoxos sobre la fuerza de trabajo informal (especialmente los auspiciados por la OIT), son muy pesimistas cuando se trata de las posibilidades de resistir.
Primero, las multinacionales no pueden simplemente maltratar a sus trabajadores. No es tan fácil como les gustaría a las multinacionales y como piensa la gente, cerrar sus instalaciones y trasladarse a otra parte. Establecer los lazos en una cadena de producción global requiere un gran esfuerzo de las multinacionales. Tienen que asegurar los mecanismos para lograr el control de calidad en cada etapa de la producción, los medios de transporte confiables, una fuerte estructura policial para protegerlos de los pequeños rateros, suministro de agua limpia,122 y sobre todo, una fuerza de trabajo entrenada en los ritmos del trabajo repetitivo durante largas horas. No pueden obtener esto simplemente tomando gente de las calles y después despindiéndolos a su antojo. Esto significa que aunque pueden reclutar miembros de la fuerza de trabajo informal, una vez que estos están empleados probablemente les den algunas de las condiciones de la fuerza de trabajo formal –aunque hagan esto en el medio de un régimen laboral policíaco. Un estudio de las maquiladoras en Honduras, por ejemplo, muestra que los salarios son considerablemente más altos que en el sector informal. El ingreso medio de los trabajadores es de 141 dólares al mes, contra 91 dólares que ganaban los trabajadores en sus empleos anteriores y menos de un dólar al día que tienen para vivir el 47% de la población del país.123 Una multinacional necesita una fuerza de trabajo de la que pueda extraer el máximo de plusvalía, es decir que trabaje eficientemente y sea capaz de sostener los ritmos de producción impuestos sin sacrificar la calidad.
Cuando Henry Ford empezó la producción en masa, los métodos de línea de ensamblaje en la industria automotriz, veía que la forma más efectiva de explotación estaba en estabilizar una fuerza de trabajo bajo un estricto control gerencial. Thomas O’Brien ha explicado cómo algunas de las primeras multinacionales norteamericanas en operar en América Latina hacían esfuerzos para estabilizar sus fuerzas de trabajo dando mínimas concesiones–vivienda en las torres de la compañía, clínicas de salud, escuelas, instalaciones de deporte, incluso vacaciones pagas. El objetivo era mantener a los trabajadores a un nivel mínimo de aptitud bajo una extendida disciplina gerencial tanto en sus hogares como en el lugar de trabajo. Incluso la notablemente explotadora United Fruit Company vio la posibilidad de beneficiarse de esas medidas.124
La misma lógica se aplica a las firmas involucradas en la producción en masa a través de líneas de ensamblaje global. Las funciones clave que afectan a la calidad del producto (por ejemplo el corte de prendas) son desempeñadas por los empleados con más antigüedad, los trabajadores casuales se usan para tareas que requieren más la fuerza bruta que una mínima calificación. Por supuesto, esto no descarta que las multinacionales evaden ciertos impuestos simulando ante las oficinas del gobierno supuestamente responsables de supervisar el cumplimiento de la legislación laboral de que sus empleados son temporarios, informales o “no organizados”.
Este elemento de estabilidad en la fuerza de trabajo es importante porque significa que los trabajadores pueden resistir y ganar. Las condiciones en muchas de las plantas de indumentaria y calzado en Corea del Sur en la década de 1960 era exactamente iguales a las que describe Naomi Klein. George E Ogle hablaba de “el sudor, la sangre y las lágrimas de las jóvenes mujeres que trabajaban en las industrias de exportación durante los ’60 y los ’70 –textil, indumentaria, electrónica, químicos”:

“El 83% de los empleados de la industria textil son mujeres. Tienen entre 16 y 25 años de edad, y en primer lugar vienen del campo .. Las habilidades usadas en la industria textil se pueden aprender rápidamente. Una vez que las máquinas están en su lugar, lo único que se necesita es el suministro de trabajo constante, barato y diligente. Las mujeres proveen ese trabajo. En 1970 había alrededor de 600.000 mujeres empleadas en la manufactura. Eso era alrededor del 30% de toda la fuerza de trabajo. La mayoría estaba en textiles ... En 1980 había alrededor de un millón y medio de obreras en la minería y la manufactura ... Los encargados de reclutar personal iban al interior para tomar trabajadoras. El contrato de empleo se entendía que era tanto con la familia como con la persona realmente empleada. La familia, era responsable por el trabajo y el comportamiento de su hija en la fábrica. Una vez empleadas, las jóvenes mujeres eran alojadas en dormitorios de la compañía que usualmente estaban ubicados dentro de sus muros.
En la fábrica las mujeres generalmente son supervisadas por hombres. Los hombres esperan una obediencia de estilo tradicional. Suponen una superioridad tradicional. Hablan en órdenes tradicionales y cuando se irritan pueden responder bien con un tradicional golpe en la cabeza o una cachetada”.125

Bajo el gobierno militar de Chun Doo Hwan en los ’70 y principios de los ’80 los intentos de resistencia fueron aplastados con virulencia. El ataque al sindicato de la compañía textil Wonpoog en 1982 era un ejemplo típico:

“La nueva presidente del sindicato .. Kim Sung Koo y un capataz en la planta (también del sindicato) fueron golpeados y después despedidos por abandono de sus obligaciones. Dos semanas después, un grupo de hombres, algunos de los cuales pertenecían a la gerencia y otros eran de bandas, tomaron el local del sindicato y secuestraron a la presidente recientemente electa .. Chung Son Soon. Estas bandas la retuvieron durante 17 horas. La golpearon, la amenazaron y la humillaron y después la arrojaron de un auto en algún lugar de las afueras de la ciudad. Descalza y sangrando, regresó a la fábrica. En la planta sus amigos hicieron una sentada... La policía, los gerentes y las bandas se unieron para arrastrar literalmente a los trabajadores afuera de la planta y arrojarlos a la calle. Los miembros del sindicato fueron arrestados”.126

Estos métodos quebraron la mayoría de los intentos de los trabajadores de organizarse durante dos décadas. Pero en 1987 el régimen militar entró en un crisis política y el país se vio barrido por movilizaciones que involucraban sectores de la clase media. Con este trasfondo, los trabajadores comenzaron a pelear por sus propios intereses. La revuelta comenzó primero en las grandes firmas, en los chaebols. Más de dos tercios de las firmas con más de mil trabajadores fueron alcanzadas por huelgas. Su ejemplo pronto inspiró a otros:

“Los chaebols se organizaron primero y poco después las firmas de todos los tamaños también se organizaron rápidamente. El entusiasmo se extendió más allá de las fronteras de los trabajadores industriales de “cuello azul”, y llegó al sector de “cuello blanco” de servicios de salud, investigación en agencias del gobierno, instituciones educativas, y a las compañías de seguro...”127
“Alrededor del 33% de los trabajadores coreanos están en pequeñas firmas que emplean entre cinco y cien personas ... Un patrón claro que emergió al comienzo de las irrupciones obreras de 1987 fue que las plantas pequeñas y medianas comenzaron a organizarse a la misma velocidad que los grandes chaebols ... Los trabajadores en esas firmas ampliaron su coraje y su conciencia y se arriesgaron. Subsecuentemente, una buena parte de ellos se ha mantenido organizando asociaciones regionales para la protección mutua.”128

Las maquiladoras no son imposibles de organizar. Tampoco los trabajadores en la gran cantidad de pequeños lugares de trabajo que componen gran parte del sector “informal” en América Latina y el sudeste de Asia. Lo que ocurrió en Corea del Sur puede ocurrir en otras partes. Pero para que esto pase se requiere algo más que el enfoque rutinario de la organización que caracteriza a las burocracias sindicales en todo el mundo.
Por ejemplo, un relato de las grandes huelgas textiles de Bombay de 1982-83 da un cuadro distinto del de Corea. La huelga comenzó como un levantamiento semiespontáneo desde abajo (los trabajadores manifestaron en la puerta de la residencia de Datta Samant, que se transformó en la figura de la huelga, para que los “dirija”) y se transformó en una de las huelgas más prolongadas de la historia mundial, que duró un año, involucrando a cientos de miles de trabajadores y dominando la vida política de la capital comercial e industrial de la India. Pero nunca se extendió del sector “organizado” de las grandes plantas a las pequeñas y a los tejedores autoempleados empobrecidos –de hecho muchos huelguistas comenzaron a trabajar en el sector informal sin que nadie los considerara carneros. Esto le permitió a la patronal aguantar durante un año y derrotar a los trabajadores, ya que nunca tuvieron escasez de ropa.
Las condiciones en el sector informal eran terribles:

“Una visita recuerda una de las escenas asociadas normalmente con el comienzo de la revolución industrial: miles de personas durmiendo dentro o cerca de los innumerables cobertizos destartalados en los que el ruido ensordecedor de los telares se escucha las 24 horas del día, sin ventilación, sin luz adecuada, los niños haciendo un trabajo tedioso durante horas, polvo y suciedad por todas partes”.129

Pero en Corea había una red de activistas dispuestos a soportar las dificultades que implicaba organizar esos lugares y así a sacar ventaja del ascenso más general de la lucha en 1987. Esta red faltaba en Bombay:

“Los sindicatos activos en la industria textil nunca han sentido la urgencia de preocuparse por el bienestar de los trabajadores de los telares entre los que casi no hay sindicalización. Con pocas excepciones los sindicatos prefieren el acceso fácil a los trabajadores ofrecido por las fábricas al trabajo cansador y poco recompensado de organizar a los trabajadores de los telares, aunque todos acuerdan en que el destino de estos últimos es mucho peor y que se necesita la sindicalización”.130

Un dirigente sindical que tenía acuerdo con que la organización de estos trabajadores era necesaria se quejaba de la falta de voluntad para emprender esta ardua tarea: “Uno debe estar y vivir con ellos si quiere ganar su confianza”.131 Hay otras visiones similares que explican la ausencia de actividad sindical en esta área importante. Esta negativa ha tenido serias consecuencias para la organización del trabajo textil en el largo plazo. Permite a la patronal usar la subcontratación como una parte integral de la estrategia de crecimiento de sus empresas.132
Las victorias en Corea muestran la posibilidad de organizar a los trabajadores informales y de las maquiladoras, de llevarlos detrás de las luchas iniciadas por los grupos más grandes y más seguros de trabajadores. La derrota en Bombay mostró los peligros para los grupos más seguros de no atraer a la lucha a los trabajadores informales. Los peligros no son simplemente una cuestión de recorte de salarios, pérdida de empleos y deterioro de las condiciones de trabajo. La derrota puede tener un impacto devastador en la sociedad. Durante la huelga había una unidad entre los distintos grupos religiosos y castas que componen las clases más bajas de Bombay. Después de la derrota creció la posición dominante en amplias áreas de la ciudad de Sriv Sena, una organización política basada en la estrategia de poner a los hindúes en contra de los musulmanes, culminando en los asesinatos cotra la población musulmana en 1992. La unidad en la lucha había creado una sensación de solidaridad que después atrajo a la vasta masa de trabajadores informales, autoempleados, los pobres desocupados y los sectores empobrecidos de la pequeño burguesía. La derrota llevó a actitudes sectarias y conflictos comunales de la pequeño burguesía que influenciaban a los autoempleados, a los desocupados y a amplios sectores de trabajadores.
Fue un ejemplo vívido de que hay dos direcciones distintas en las que puede encaminarse la desesperación y el encarnizamiento que existe entre las “multitudes” de las grandes ciudades del tercer mundo. Una dirección involucra colectivamente a los trabajadores en lucha y atrae a millones de otros sectores empobrecidos detrás de ellos. La otra implica que los demagogos explotan la sensación de desesperanza, desmoralización y fragmentación para dirigir el encarnizamiento de un sector de las masas empobrecidas contra otro.
Por esto la clase obrera no puede simplemente ser vista como un agrupamiento más dentro de la “multitud” o del “pueblo” sin una importancia intrínseca para la lucha contra el sistema.

Conclusión

El cuadro de conjunto no es de desintegración o de declinación de la clase obrera. Sino que a escala mundial la clase obrera es más grande que en cualquier otro momento, incluso si la tasa de crecimiento se ha desacelerado con las crisis sucesivas en la economía mundial y la tendencia en todas partes es hacia formas de producción “capital intensivo” que no emplea masivamente grandes cantidades de personas.
Tampoco es el cuadro en el cual el empleo obrero es transferido a gran escala de las viejas economías industriales del “norte” a las economías previamente agrarias del “sur”. La nueva división internacional del trabajo se está desarrollando principalmente dentro de la “tríada” de Norteamérica, Europa y Japón –con un rol menor de los NICs del este de Asia y la costa este de China. También hay una expansión del empleo industrial dentro de algunas de las ciudades florecientes del “sur” –pero la expansión es desigual, no alcanza a regiones enteras y no se debe principalmente a la transferencia de empleos desde el norte.
En el norte y en el sur han ocurrido repetidas crisis con reorganización de las estructuras de acumulación. Esto está produciendo una recomposición de la clase obrera, similar en escala a las recomposiciones que ocurrieron a la última mitad del siglo XIX cuando la industria pesada empezó a superar a la textil como centro de la acumulación y en las años de entrerguerras cuando la industria liviana y los motores comenzaron a avanzar hacia el centro de la escena. Estamos asistiendo a un cambio doble. La producción de ciertas mercancías “inmateriales”, lo que usualmente se clasifica como parte del sector servicios, tiene una importancia creciente, pero involucra formas de trabajo muy similares a las de la industria. Y tienen una importancia creciente ciertas formas de trabajo que en sí mismas no producen mercancías, pero que sirven para mantener y aumentar la productividad de los productores directos.
Como estos sectores son cada vez más importantes para el capital, éste reacciona intentando recortar sus costos laborales, produciendo una creciente proletarización de sectores que tradicionalmente se consideraban de “clase media”. Mientras tanto, hay una mayor presión también sobre los productores directos, con una mayor intensidad del trabajo (disfrazada de “flexibilización) y, en algunos casos, un aumento en la jornada laboral –el número más alto de horas trabajadas por año se encuentra en Estados Unidos, con 1.991 para los trabajadores de producción en la manufactura, contra 1.945 en Japón, 1.902 en Gran Bretaña, 1.672 en Francia y 1.517 en Alemania.133
La clase obrera no está desapareciendo ni se está aburguesando. No se está transformando en una capa privilegiada. No se está beneficiando del empobrecimiento de amplios sectores del tercer mundo, especialmente Africa. Está creciendo aunque a la vez está siendo reestructurada a nivel global.
La mayoría de la población del mundo todavía pertenece a otras clases subordinadas. En China, el subcontinente indio y gran parte de Africa, los campesinos superan numéricamente a los trabajadores. Hay casos en Africa y partes de América Latina de gente que intenta reestablecerse como pequeños campesinos porque no puede encontrar trabajo en las ciudades. En algunas de las ciudades más grandes del mundo, los trabajadores permanentes son superados numéricamente por una población flotante de autoempleados, de desocupados y de los que tienen empleo casual y ocasional. En los países industriales avanzados todavía existe la vieja pequeño burguesía de los pequeños comerciantes, dueños de bares, pequeños empresarios y profesionales, y junto con ella una nueva clase media de gerentes.
Los trabajadores frecuentemente viven, trabajan y tienen familias ligadas a miembros de estas otras clases. Pueden ser influidos por su estado de ánimo –pero también pueden ejercer una influencia decisiva sobre el estado de ánimo de éstas, como vimos en el caso de los trabajadores textiles de Bombay.
Ciertas cuestiones alientan a estos distintos agrupamientos a pelearse entre sí. Hay luchas comunitarias que unen a todos los que viven en ciertas localidades de clase más baja, independientemente de la forma en la que se ganan la vida. Pueden compartir la experiencia de tomar las calles y de enfrentarse juntos a los estratos más altos de la sociedad. En estas luchas parecen más adecuadas las nociones de “masas”, “pueblo”, “multitud” o las coaliciones arcoiris que la noción de clase. Los ejemplos más reciente de estos ascensos de masas policlasistas fueron la ola de cacerolazos de los barrios de la ciudad de Buenos Aires que barrió a los gobiernos de De La Rúa y Rodríguez Saá del poder en Argentina a fines de 2001 –y las asambleas barriales que surgieron de ellos.134
El mismo movimiento anticapitalista tiene algunas características similares. Su base inicial, como la del primer movimiento de fines de la década de 1960, no estaba compuesta de personas arraigadas en el proceso productivo –eran estudiantes, jóvenes sin empleo permanente, trabajadores que participaron de sus actividades como individuos sin ningún sentimiento claro de identidad de clase, profesionales. Como término descriptivo para estos movimientos, la “multitud” no es completamente equivocado. Una coalición de fuerzas dispares se ha unido para dar una importancia nueva y masiva a la lucha contra el sistema después de dos décadas de derrota y desmoralización.
Pero la glorificación de la disparidad encarnada en el término evita que la gente vea lo que se debe hacer para construir el movimiento. No reconoce que lo que fue tan importante en Génova y Barcelona fue que los trabajadores organizados comenzaron a involucrarse en las protestas. No ubica la deficiencia más importante del movimiento en Argentina hasta la fecha –la capacidad de las burocracias sindicales de levantar una pared entre los trabajadores ocupados por un lado y las asambleas barriales y los movimientos de desocupados por el otro.
El error es ver a los movimientos de grupos sociales dispares como “sujetos sociales” capaces de llevar adelante la transformación de la sociedad. No son capaces de esto. Porque el centro de su base no es la organización colectiva arraigada en la producción, no pueden enfrentar el control sobre la producción que es central para el poder de la clase dominante. Pueden crear problemas a gobiernos particulares. Pero no pueden comenzar el proceso de reconstrucción de la sociedad desde abajo. Y en la práctica, los trabajadores que podrían comenzar a hacer esto juegan sólo un rol marginal en el movimiento. Hablar de “coaliciones arcoiris” o de “multitud” oculta la falta relativa de involucramiento en el movimiento de los que trabajan durante largas jornadas en empleos manuales o rutinarios de cuello blanco –y con horas extras de trabajo impago de crianza de los niños. Disminuye el grado en el que este movimiento sigue dominado por aquellos cuyas ocupaciones les deja la mayoría del tiempo y las energías libres para ser activos. Las teorías de moda sobre la “sociedad postindustrial” se vuelven así una excusa para una estrechez de miras y de acción que ignora a la gran mayoría de la clase obrera.
Lo que ha sido maravilloso en los últimos dos años y medio desde Seattle es la forma en la que una nueva generación de activistas se ha levantado para enfrentar al sistema. Pero lo que cada vez importa más ahora es que esta generación encuentre las vías de relacionarse con las grandes masas de trabajadores ordinarios que sufren bajo el sistema pero tienen también la fortaleza colectiva para combatirlo. Esa es la lección de Génova. Esa es la lección de Buenos Aires. Esa es la lección ignorada por aquellos que dan una visión distorsionada de la realidad de la producción bajo el capitalismo actual, descartando a la clase cuya explotación mantiene funcionando al sistema.

 

 

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