Hubo muchos comentarios optimistas sobre la reunión de la semana pasada en Aqaba, Jordania, entre el presidente norteamericano George W. Bush, el primer ministro israelí Ariel Sharon y el representante de la Autoridad Palestina Abu Mazen. El hecho de que Bush parezca estar poniendo su hombro y haciendo un esfuerzo serio para implementar la así llamda hoja de ruta, tendiente a revivir el proceso de paz en Medio Oriente, ha sorprendido a mucha gente.
The Guardian le dedicó la nota de tapa a la determinación ingenua con la que encaró la reunión de Aqaba. La sorpresa es el resultado de dos percepciones, una en gran parte precisa, y la otra parcial y distorsionada. Es verdad que hay lazos muy estrechos entre los ideólogos neoconservadores que actualmente son tan influyentes en Washington y el derechista partido Likud de Sharon.
Una de las fuentes de la Doctrina Bush de la guerra preventiva parece haber sido un documento redactada en 1996 para Benjamín Netanyahu, quien después se transformó en primer ministro de Israel por el partido Likud. Los autores del documento incluían a Richard Perle, ahora asesor del Pentágono y Douglas Feith, actual número tres de Donald Rumsfeld. La creencia ampliamente extendida de que los lazos de este tipo, para no hablar del poder del “lobby judío” en la política norteamericana, es más engañosa, y supone que Estados Unidos está atado de pies y manos a Israel.
La verdad es que Israel es simplemente uno de los aliados clave de Washington en Medio Oriente. Desde el punto de vista de Estados Unidos, es a la vez una ventaja y una desventaja tener a Israel permanentemente en guerra con el mundo árabe. Es una ventaja porque implica que Israel no tiene otro recurso que la alianza con Estados Unidos.
Es una desventaja porque el conflicto entre Israel y los palestinos amenaza permanentemente de salirse de control y desestabilizar a toda la región. Ese peligro se ha transformado en realidad desde que comenzó la segunda intifada en septiembre de 2000.
El 11 de septiembre hizo más fácil para Sharon que la administración republicana de derecha vea las cosas a su modo, pero eso no significa que los intereses de Estados Unidos e Israel sean idénticos.
En las semanas pasadas el que cambió fue Sharon. Impuso la hoja de ruta en el gabinete israelí, usó la palabra “ocupación” para referirse a la situación de los palestinos –algo que es un anatema para los sionistas extremos que reclaman el conjunto de Palestina.
También dijo que se tendrán que desmontar algunos de los asentamientos judíos ilegales en los territorios ocupados como parte de un acuerdo final. Esos movimientos deben reflejar la presión sobre Sharon de la administración Bush. Esto no debe ser sorprendente. A principios de la década de 1990 Buhs padre retiró 10.000 millones de dólares en préstamos garantizados de Israel para empujar al gobierno de Yitzhak Shamir a las negociaciones con los palestinos.
Pero esos movimientos, si bien son importantes, no significan que la perspectiva sea la de justicia para los palestinos . La administración Bush, fiel al espíritu de democracia que está mostrando en Irak, insiste en decidir quién es el líder “legítimo” palestino.
Yasser Arafat, a pesar del hecho de que es el presidente palestino electo, ha sido una no-persona desde que Bush lo denunció hace un año. Washington se puso furioso cuando Dominique de Villepin, el ministro de exteriores francés, visitó a Arafat recientemente.
Abu Mazen fue elegido como primer ministro palestino por la administración Bush porque Estados Unidos e Israel creen que pueden confiar en él para aplastar a los militantes palestinos –uno de los principales objetivos del “proceso de paz” desde el comienzo.
Sharon está exigiendo que Abu Mazen reconozca a Israel como un estado judío. Esto es porque el gobierno israelí está desesperado por asegurar que cualquier solución final niegue el derecho al retorno a Israel de los refugiados esparcidos por todo Medio Oriente –un derecho, por supuesto, que Israel le otorga a todo judío en el mundo.
Pero la semana pasada prometió que el estado palestino que eventualmente emerja tendrá un territorio contiguo. Tropezó con la palabra “contiguo”, pero lo que quiso decir es que el estado no estará dividido, como actualmente están los territorios ocupados, en pedazos separados de tierra donde el acceso esté controlado por las Fuerzas Israelíes de Defensa.
Veremos. Sharon puede estar dispuesto a reducir algunos de los asentamientos judíos en los territorios, pero es inconcebible que abandone todos. Incluso está ocupado construyendo una “reja de seguridad” a lo largo del borde occidental de la Franja Occidental y Jerusalén Este que será un medio encubierto para anexar todavía más territorio palestino.
Bajo presión norteamericana, Sharon puede conceder un poco más de tierra y dignidad a los palestinos que lo que les hubiera ofrecido por sí mismo. Pero esta ruta termina en unbantustan palestino –los falsos territorios que les ofrecieron a los negros sudafricanos bajo el apartheid, que serán vigilados por el coloso israelí armado por Estados Unidos.
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