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Por qué la discusión sobre las armas de destrucción masiva es tan peligrosa para Tony Blair
Autor: The Economist
Fuente: The Economist
Fecha: 12/06/2003

Título Original:

Traductor: Celeste Murillo, Partes de Guerra

En toda carrera política hay un momento cuando toda la gente ve hacia atrás: y dice, ahí es cuando todo empezó a salir mal. Para Margaret Thatcher fue el poll tax, cuando la oposición estalló en violencia; para George Bush (padre) fue una visita a un supermercado, cuando quedó claro que no tenía la menor idea de cómo vive la gente común; para John Mayor fue la expulsión de Gran Bretaña del ERM, lo que le quitó a los Conservadores la supuesta competencia económica; para Bill Clinton fue cuando ese vestido que sirvió para analizar el ADN, y su asquerosidad moral tomó forma física.
¿Podría ser este momento para Tony Blair?

Por un lado, parece una idea absurda. Nadie piensa que los Conservadores puedan ganar las próximas elecciones –ni siquiera los Conservadores. No hay signos de un desafío al liderazgo de Blair, similar al que terminó con Margaret Thatcher. La rivalidad entre él y Gordon Brown, el canciller del Tesoro Público y presunto heredero, es real pero exagerada por los medios que necesitan avivar sus secciones políticas con un poco de drama. El Sr. Blair es inexpugnable.

Pero aún existe algún peligro en el aire. La discusión sobre la caza de esas escurridizas armas de destrucción masiva juega más en contra de Blair que de George Bush, en gran parte porque los británicos fueron siempre más escépticos que los norteamericanos respecto de entrar en la guerra. Como resultado, las cosas comienzan a salir mal para el primer ministro.

No es solamente el enojo contra él dentro del partido, que todavía crece. La hostilidad de aquellos que se opusieron a la guerra se combina con el malestar de los que lo acompañaron porque creían en el discurso de Blair sobre que Saddam Hussein podrían usar armas de destrucción masiva en sólo 45 minutos. Clare Short, ex secretario de desarrollo internacional, que renunció poco después de la guerra, dice que Blair "nos embaucó todo este tiempo” manipulando los informes de inteligencia para apoyar su posición. Robin Cook, un ex ministro de relaciones exteriores, que renunció al gabinete antes de la guerra, ha expresado su preocupación más discretamente pero no por eso sin la misma fuerza.

No es sólo que el apoyo popular al Partido Laborista parece haber sufrido una depresión, sino que debe haber sido la encuesta de YouGov, que publicó el Daily Telegraph, lo que asustó la semana pasada a Blair. La misma mostró a los Conservadores sólo un punto por debajo de los laboristas, la diferencia más pequeña desde 1992, al margen del bache en el 2000 cuando alcanzaron al Partido Laborista durante las protestas del impuesto al combustible. El puntaje personal de Blair se ha desplomado aún más. Su rating de satisfacción fue negativo de –18 la semana pasada, comparado con el rating positivo de 18 después de la elección de 2001, y después de uno de 60 después de la elección de 1997.

Tony lava más blanco

Una baja en las encuentras no es, por sí misma, tan importante. Pero es síntoma de un peligro real –de la vulnerabilidad de Blair frente al cargo de haber engañado a la gente respecto de la guerra.

La vulnerabilidad de Blair proviene de la misma fuente que su fuerza. Este gobierno ha obtenido dos triunfos aplastantes y ha mantenido un notable apoyo de la opinión pública, no por lo que ha hecho. Su logro más importante ha sido negativo, no arruinar la economía. Dada la historia económica inglesa de posguerra, no es una mala proeza; sin embargo, no ha logrado, hasta ahora, ofrecer los mejores servicios públicos que prometió. Ha gastado gran cantidad de dinero en asistencia médica, pero ha recibido poco a cambio; el secretario de educación, Charles Clarke, se encuentra rodeado de problemas. Y, cuando la economía se enlentece y los impuestos aumentan para pagar el gasto en salud que crece vertiginosamente, su reputación de competencia económica está en el riesgo.

La campaña de los laboristas depende menos de su historial que de su líder. El Sr. Blair juega bien con los votantes. Eso es porque los MPs del laborismo sostienen a un hombre mucho más de derecha que la mayoría de ellos. ¿Y en de qué depende la confianza de Blair? Ciertamente no en el complicado pero irresistible encanto de un Bill Clinton, ni en la escabrosa sencillez de un George Bush, ni en la determinación de halcón de una Margaret Thatcher, ni aún en la imagen de “tipo común” que Blair ha tratado de cultivar inconvincentemente. Se basa, en cambio, en ser un tipo extraordinario: un hombre que, en una era cínica y en un país escéptico, se maneja por convicciones morales profundas. "Confíen en mí", dice. "Buscaré la manera correcta de hacerlo, y lo haré."

El padre, el hijo y el santo Blair

Esta imagen no es artificial. Es probablemente lo más cercano al verdadero Blair. Y funciona, así que Blair lo utiliza. Sus discursos sobre asuntos banales usan grandes abstracciones. El simbolismo religioso de algunas de sus fotos en la campaña de las elecciones de 2001, frente a una vidriera, la imagen de la semana pasada de las tropas vestidas en uniforme caqui, con Blair en camisa blanca y brillante, con las armas –es excesivamente simple .

Parece raro que los ingleses, resueltamente seculares, hagan este tipo de cosas, pero parece que sí las hacen. Quizás simplemente les guste la idea de que la responsabilidad de decisiones morales la tenga alguien más. Tenían dudas de entrar en la guerra, pero después de semanas de persuasión “a la Blair”, una gran mayoría en contra en las encuestas se volvió una mayoría a favor.

Ahora mucha gente piensa que los motivos de la convicción de Blair eran débiles. En el peor de los casos, puede ser que, como dijo la Sra. Short, él haya llevado a Gran Bretaña a la guerra con un falso pretexto. O quizás él simplemente escogió la información de inteligencia que se acomodó a su posición. Pero incluso si él no engañó deliberadamente a la gente sobre la naturaleza de la amenaza de Saddam Hussein, todavía está en peligro, a pesar de que Irak ahora se convierta en una democracia próspera o la paz entre en Medio Oriente. A fin de cuentas, los ingleses confiaron en lo que él dijo. Hasta ahora, hay más indicaciones de que no era verdad que de que lo era.

El poder de Tony Blair se basa en su poder de persuasión. Persuadió al Partido Laborista de abandonar muchas de sus largamente sostenidas convicciones izquierdistas. Persuadió a los votantes de elegir en 1997 a un partido que, la vez que estuvo en el gobierno, había puesto al país de rodillas. Persuadió a Gran Bretaña de entrar en la guerra de Irak. Pero la persuasión depende de la confianza; y, si esta se pierde, lo mismo sucede con las bases del poder de Blair. Qué pasa, por ejemplo, si llama eventualmente un referéndum sobre el euro, y, frente a un electorado nervioso, dice, con ese brillo familiar en sus ojos y el empuje de su mentón: "Confíen en mí. Sé lo que tengo que hacer" -¿confiarán?

 

 

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