EL apabullante poder que el presidente de Estados Unidos, George Walker Bush, ha adquirido desde el 11 de septiembre de 2001 comenzó a provocar, de varios meses a la fecha, una ola de reacciones dentro de la sociedad estadounidense contra un gobierno retrógrada en varios aspectos de la vida y la democracia "americanas", tales como derechos individuales básicos de libertad de expresión, privacidad, libre tránsito y movilidad, y otros. Es claro que las críticas al discurso y a varias acciones de la administración Bush provienen principalmente de una minoría ilustrada, en tanto el Presidente y sus políticas de fuerza y de conservadurismo a ultranza parecen gozar de una elevada popularidad; el tocar las fibras del nacionalismo parroquial y la exaltación de la supuesta singularidad del pueblo estadounidense, que lo hace parecer el elegido de Dios, surten su efecto en una mayoría poco enterada de lo que pasa en el mundo o incluso de lo que está más allá de su barrio o condado y desinteresada de la mala reputación que Estados Unidos está adquiriendo en muchos países. Pero cuidado, porque esa mayoría sí que reacciona cuando le tocan su nivel de vida, de manera que la popularidad del régimen republicano y de su líder pueden quebrarse cuando los efectos nocivos del doble déficit el fiscal y el externo, en el que está incurriendo en forma creciente el gobierno, se hagan sentir.
Entre los más recientes análisis críticos sobre el papel del huésped en turno de la Casa Blanca está uno muy lúcido y puntilloso del gurú de los internacionalistas y politólogos de Harvard, Stanley Hoffmann, escrito además con excelente estilo y precisión en cuanto al uso de argumentos y hechos concretos. Se trata de un ensayo de unas tres docenas de párrafos, publicado en el número 10 (12 de junio) de la prestigiada revista cuasiquincenal circulan 20 números por año The New York Review of Books . El ensayo lleva un título que per se constituye una tesis; traduzco literalmente: "Estados Unidos marcha para atrás".
Comienza Hoffmann escribiendo que la administración de Bush, a menos de dos años y medio de haber llegado al poder y elegida por menos de la mitad de los votantes, lleva un "impresionante pero deprimente récord". En aras de la autodefensa ha declarado una guerra contra el terrorismo, que no parece tener fin visible, además de haber librado, y lo que es peor, ganado otras dos guerras (Afganistán e Irak). Estos triunfos, y el trauma que dejaron entre los estadounidenses los atentados del 11 de septiembre de 2001, han fortalecido y ensoberbecido a Bush y a su gobierno, lo que, a su vez, ha facilitado un cambio drástico en la doctrina estratégica y la posición diplomática de Estados Unidos. En lo interno afirma Hoffmann se han restringido libertades civiles, los derechos de los refugiados y de quienes buscan asilo político, y el acceso de estudiantes extranjeros a las escuelas y universidades de Estados Unidos. Se tiene preso a un número desconocido (divulgar el dato pondría en peligro la seguridad del Estado) de extranjeros y algunos estadounidenses, que son tratados como "combatientes enemigos"; "sospechosos, pero no sujetos a juicio alguno, cuyo acceso a careos legales y a abogados defensores les ha sido negado".
El ensayo completo no tiene desperdicio, pues cubre una serie de acciones muy significativas que implican el abandono por parte del gobierno actual de Estados Unidos de principios democráticos, jurídicos, y de prácticas de gobierno y convivencia internacional, que le habían merecido reconocimiento a ese país como defensor de un sistema político mundial menos dependiente del uso descarado de la fuerza, y más apegado al derecho internacional y a las instituciones mundiales que los mismos estadounidenses contribuyeran a crear durante y después de terminada la Segunda Guerra Mundial. El análisis de Hoffmann sobre lo que Bush hijo está revirtiendo los pocos mecanismos de bienestar social que quedaban; la independencia del Poder Judicial; el respeto a la disensión de sus aliados extranjeros; la relativa equidad impositiva para volverla francamente regresiva; en fin, la conversión de un superávit fiscal, que había costado años alcanzar, en un profundo déficit pueden resumirse diciendo que está cumpliendo con el sueño de los republicanos más extremistas del conservadurismo: acabar con los legados del new deal y con el internacionalismo que hizo posible la ONU, la reconstrucción europea y una cierta aceptación de leyes y costumbres supranacionales, para beneficiar en cambio a los ricos y a un mercado depredador, y fomentar el chauvinismo de una soberanía americana en la que siempre soñaron Jesse Helms y similares.
Hoffmann subraya que acciones de Bush como la de aplicar, agregó, la "doctrina" del ataque anticipado (preemption ) indican que Estados Unidos quiere volver a las condiciones de antes de 1914, "cuando las únicas limitaciones internacionales al derecho de cada Estado soberano al uso de la fuerza eran las reglas relativas al jus in bello ; los medios con los que la fuerza puede usarse, pero no lo relativo a las metas". En otras palabras, imperialismo puro. Nuestros gobernantes debieran leer ese ensayo para saber a qué atenerse.
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