No pudo haber sido más predecible ni mejor planeado. Los británicos eran al abdomen blando de la ocupación estadunidense, los tipos buenos que no usaban cascos y que patrullaban en bicicleta las calles de Basora. Nadie lastimaría a los británicos, con su maquinaria amistosa de relaciones públicas y toda su experiencia en Irlanda del Norte que, si lo pensamos un momento, tendría que haber servido como advertencia del ataque de este martes.
Nosotros, los británicos, siempre hicimos una distinción entre nosotros y ellos, y "ellos" eran los estadunidenses, pero nunca comprendimos que en Bagdad los iraquíes no reconocerían tal diferencia. Todos los mensajes de esa resistencia embrionaria, todas las declaraciones de los ex miembros de Baaz y de los clérigos chiítas hablaban de la "invasión angloestadunidense" o de "los ocupadores estadunidenses y británicos". No era difícil adivinar cómo se iba a diseñar la emboscada. Los estadunidenses ya están tomando demasiadas precauciones, se encuentran rodeados por tanques y vehículos blindados que protegen su palacio de ocupación de mármol. Le disparan a quienes arrojan piedras con un desenfreno digno de las tropas israelíes. Por tanto, ¿no será mejor apuntar al blanco más fácil, que son sus aliados?
Por supuesto, hay reacciones de horror igualmente predecibles. Fue un ataque "cobarde" y "despreciable", que es como hemos descrito miles de emboscadas contra soldados británicos en Belfast y Armagh. De hecho, de esta misma forma hablamos de los ataques que sufrieron las tropas británicas en Aden, Chipre y Malaya* en 1920, y también en Irlanda, Kenia y Palestina. Porque, independientemente de si se da cuenta o no Tony Blair, nuevamente estamos jugando el juego de los ocupadores colonialistas y ahora pagamos el precio.
Lo mismo ocurrió en 1917.
El general sir Stanley Maude proclamó que la invasión realizada por las fuerzas armadas británicas iba a "liberar" al pueblo de Irak, no a conquistarlo, pero en un plazo de tres años sus tropas fueron baleadas y murieron de la misma forma cruel que los jóvenes soldados británicos que fallecieron el martes. Cientos de ellos yacen aún en el cementerio militar de North Gate, en Bagdad. En una atroz ironía de la historia, este primer ataque contra los británicos -el más grande que se ha perpetrado contra la fuerza de ocupación desde la invasión de marzo pasado- ocurrió a sólo unos kilómetros del lugar de la gran derrota británica de la Primera Guerra Mundial en Kut Al Amara, donde un ejército inglés completo, agotado por distintas enfermedades, se rindió ante los turcos otomanos. El ejército, casi muerto, tuvo que marcharse hacia Anatolia.
¿Cómo pueden hacernos esto si vinimos a liberarlos? Este se convertirá en un tema inevitable en la secuela de este ataque. Una guerra de guerrillas, como los británicos muy bien lo saben, es una forma brutal de conflicto. No distingue entre los ocupadores "buenos" y los "malos", ni entre los estadunidenses que disparan contra inocentes y Tommy Atkins, con su suave boina y todos sus conocimientos. ¿No nos recuerda esto nuestro propio Domingo sangriento de 1972 y el hecho de que si se mata a inocentes sufriremos por ello?
También, por supuesto, el hecho nos lleva a dos preguntas importantes. ¿No fueron enviados a Irak esos soldados británicos a buscar armas de destrucción masiva? Y si dichas armas no aparecen, ¿por qué tuvieron que morir esta noche?
Publicado por La Jornada (México)
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