En tiempos de guerra reina el maniqueísmo: la guerra hace perder las bondades del intelecto. Es historia conocida. Pero también es cierto que en el caso de la guerra de Irak asistimos a ciertas expresiones que -si no hubiesen sido producto del estado de maldad colectivo que genera una guerra- deberíamos adjudicar a la mala fe.
Comenzaron diciendo que quienes estaban en contra de la guerra estaban, por ende, a favor de Saddam, como si quien discute sobre la posibilidad de suministrar o no cierta medicina a un enfermo estuviese de parte de la enfermedad. Nadie negó jamás que Saddam fuese un dictador execrable; toda la cuestión era si, al perseguirlo de ese modo violento, no se estaba tirando también el balde junto con el agua sucia.
Después se dijo que quienes estaban en contra de la política de Bush eran anti- americanos viscerales, como si estar en contra de la política de Berlusconi significara odiar Italia. Nunca tan al contrario.
Finalmente, aun cuando no todos fueron tan caraduras, muchos insinuaron que quien marchaba por la paz apoyaba la dictadura, el terrorismo y seguramente la trata de blancas. Paciencia.
Pero los síntomas más interesantes emergieron después de que la guerra en Irak fue, al menos formalmente, ganada. Veamos: comenzaron diciendo triunfalmente frente a todas las pantallas que quien hablaba de paz estaba equivocado. Buen argumento. ¿ Quién dijo que quien gana una guerra tenía buenas razones para hacerla? Aníbal venció a los romanos porque tenía los elefantes, que eran los misiles inteligentes de la época, pero, ¿había tenido razón al atravesar los Alpes e invadir la península? Después los romanos lo vencieron, ¿y quién dice que tuvieran razón al eliminar completamente al polo cartaginense en lugar de buscar un equilibrio de fuerzas en el Mediterráneo? ¿Y tenían razón en lanzarse a su caza a través de Siria (siempre vuelve al baile, Siria...) para después obligarlo a envenenarse? No se sabe. Tal vez sí, tal vez no.
Y entonces, ¿por qué se insiste con ese "vieron que ganaron"? Como si quien criticaba esta guerra hubiese dudado que los angloamericanos finalmente ganarían. ¿O alguien creía que los iraquíes terminarían tirándolos al mar desde el Golfo? Ni siquiera Saddam lo creía, que hablaba tanto para contener a los suyos (a menos que se le hubiese reblandecido definitivamente el cerebro).
En todo caso, el problema era si los occidentales iban a ganar en dos días o en dos meses. Y viendo que por cada día de guerra moría una cantidad importante de gente, mejor veinte días que sesenta.
Lo que los irrisorios conductores de televisión deberían haber dicho es: "Ven, ustedes decían que la guerra no eliminaría el peligro terrorista, y en cambio lo hizo". Esto es lo único que no pueden decir, porque todavía no hay pruebas de que sea verdad. Quienes criticaban la guerra, más allá de cualquier consideración moral y civil sobre el concepto de "guerra preventiva", sostenían que un conflicto en Irak probablemente aumentaría la tensión terrorista en el mundo en lugar de disminuirla, porque empujaría a gran parte de los árabes, que hasta entonces mantenían sus posiciones relativamente moderadas, a odiar a Occidente, suscitando así nuevas adhesiones a la Guerra Santa. Y bien, hasta ahora el único resultado tangible de la guerra han sido las brigadas voluntarias de presuntos kamikazes que se trasladaron desde Egipto, Siria y Arabia Saudita hacia las trincheras de Bagdad. Un primer síntoma preocupante.
Aun admitiendo que quien sostenía la tesis de la peligrosidad del conflicto estuviese equivocado, lo que sucedió y lo que está pasando ahora no logra demostrarlo, e incluso parece que allá se están desatando diariamente odios étnicos y religiosos bastante difíciles de administrar y bastante peligrosos para el equilibrio de Medio Oriente.
En fin, en un artículo que escribí antes de que los angloamericanos entraran en Bagdad, y antes de que el ejército iraquí se desmembrase,recordaba que todavía no había caído porque lamentablemente las dictaduras también producen consenso, y este consenso se refuerza, al menos al principio, de frente a un ejército extranjero percibido como invasor. Después, el ejército se astilló y las multitudes (¿cuánta multitud en realidad?) salieron a vitorear a los occidentales. Y entonces alguien me escribió diciendo: "¿Ves?". ¿Si veo qué? Recuerdo que antes del 8 de septiembre el fascismo había podido contar incluso con el consenso implícito de los pobrecitos que habían combatido en El Alamein o en Rusia. Después, la derrota, ir a tirar las estatuas del Duce de sus pedestales, y todos antifascistas.
En Italia se necesitaron tres años y asunto superado; en Irak mucho menos, pero la dinámica fue la misma. Con lo que está pasando ahora entre las diferentes facciones que quieren dirigir el país sin los occidentales en el medio, creo que se puede haber disuelto el consenso frente a Saddam, pero -a diferencia de la Italia de hoy- no se disolvió el sentimiento de desconfianza e intolerancia hacia el extranjero. Y hasta ahora nadie ha podido probar lo contrario.
|