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¿Hacia Dónde?
Autor: Alex Callinicos
Fuente: ZNet | VisionStrategy
Fecha: 26/02/2003

Título Original: Where to?

http://www.zmag.org/content/print_article.cfm?itemID=3135§ionID=41

I

La gran manifestación del último sábado fue uno de esos acontecimientos que se ven una sola vez en la vida sobre los que sería difícil encontrar algo comparable. Uno de los pocos con que podría compararse - en lo que atañe a mi experiencia por lo menos - fue la marcha anti-guerra de un millón de personas con que concluyó el Foro Social Europeo en Florencia el 9 de noviembre del año pasado.
Igual que en Londres el fin de semana pasado, el humor en aquella manifestación era de desafío y celebración. Y el propio FSE lanzó el llamado por un día paneuropeo de acción contra la guerra en Irak el 15 febrero - una llamado que, sobre todo después del Foro Social Mundial en Porto Alegre, se expandió rápidamente como un día global de protesta.
Con todo, entonces, Florencia fue una referencia importante en el desarrollo de un movimiento mundial contra el capitalismo y la guerra. No para todos, sin embargo.
El último número de New Left Review trae una entrevista con Bernard Cassen, hasta hace poco presidente de ATTAC Francia y todavía la figura dominante en este movimiento muy influyente contra la globalización corporativa.
De cara a los próximos foros sociales, Cassen dice: ' El problema de la guerra será muy importante, pero no será tan predominante como lo fue en Italia, en el Foro Europeo en Florencia, donde eclipsó a todo lo demás. '
Cassen continúa diciendo que esto debe explicarse por la naturaleza del movimiento en Italia, característico como es por la convergencia de redes anti-capitalistas, el Partito della Rifondazione Comunista, y, cada vez más, los sindicatos:
' El contexto es mucho más efervescente que en Francia, y el tema de la guerra se ha vuelto casi una obsesión. A sabiendas de que el Foro se llevaría a cabo en Italia, y que Rifondazione se movería en este tema, todos nosotros estuvimos de acuerdo que la guerra sería un tema principal en Florencia, junto a su tema original,: "Necesitamos una Europa Diferente."
' Pero entonces descubrimos que todos los carteles para la marcha sólo hablaban de la guerra, sin mencionar a Europa. No puedo decir que me sorprendí completamente. Pero si el foro se hubiera hecho en Francia, no habría ido así. La guerra habría estado en la agenda, pero no una obsesión con el tema de la guerra. '
Cassen se expresa aquí hipotéticamente, pero el próximo Foro Social Europeo será en París, y el suburbio de Saint Denis, en noviembre. Por lo que su comentario es una predicción de cuánto, si se sale con la suya, el FSE de París-Saint Denis diferirá del de Florencia.
Cassen da dos razones para su actitud. Uno es que el contexto francés es diferente del de Italia (o Gran Bretaña). El Presidente Jacques Chirac, como todos sabemos, se opone a un ataque sobre Irak, y esto hace difícil construir un movimiento anti-guerra en Francia.
Siempre he considerado este argumento como paradáojico -que es bastante común en la izquierda francesa. Durante los años sesenta, el predecesor de Chirac, General de Gaulle furiosamente se opuso a la Guerra de Vietnam y retiró a Francia de la OTAN en protesta contra la hegemonía norteamericana. Esto no evitó el desarrollo de un movimiento anti-guerra masivo sobre todo entre los estudiantes secundarios y universitarios franceses.
El segundo argumento de Cassen es más interesante: ' si la guerra estalla o no, los B-52s y las fuerzas especiales no alterarán la pobreza en Brasil ni el hambre en Argentina. '
Éste es un caso clásico de eso que el gran revolucionario ruso Lenin llamó 'economismo'. A menudo aquéllos que quieren reformar el capitalismo creen que sus faltas económicas pueden separarse del sistema político y que el estado puede ser empujado a transformarse en un aliado remediando estos defectos.
Pero ésta es una ilusión. El estado - y de hecho todo el sistema internacional de estados - es parte del capitalismo. Cuando la dominación de las corporaciones multinacionales se vé amenazada, la violencia militar del estado se usa para apuntalar el sistema.
Vimos esto en pequeña escala en Génova en julio de 2001, cuando la policía antimotines montó una represión salvaje para aplastar a los manifestantes contra la cumbre del G8. Pero también es cierto a escala global.
El giro guerrerista de la administración Bush precisamente se trata, no simplemente de mantener y reforzar la dominación global de los Estados Unidos, sino de seguir aplicando las medidas económicas neo-liberales que están engendrando 'pobreza en Brasil o hambre en Argentina'.
Muchos de entre las decenas de millones de manifestantes alrededor del mundo del último fin de semana entendieron mucho mejor que Cassen que el poder económico y militar se encuentran muy firmemente ligados en el capitalismo moderno.
Los B-52s y las fuerzas especiales están allí para mantener un sistema responsable por la pobreza, el desempleo, y la destrucción del medio ambiente. Por esa razón, el desafío a la máquina de guerra imperialista es una parte central del movimiento por otro mundo. Si Bernard Cassen intenta marginar a la resistencia a la guerra en el próximo FSE, tendrá que llevar a cabo una formidable lucha.

II

Cuando un podrido periódico del establishment como el New York Times reacciona a las protestas anti-guerra del 15 febrero comentando que ' puede haber todavía dos superpotencias en el planeta: los Estados Unidos y la opinión pública mundial, uno se da cuenta que las cosas están empezando a moverse.
Pero lo cómico es que no todos en la izquierda están contentos con el crecimiento explosivo del movimiento anti-guerra. El académico radical norteamericano Michael Hardt se ha vuelto una figura muy prominente gracias a su co-paternidad literaria, con Toni Negri, de Imperio.
Cualquiera sean sus fallas, Imperio abanderó la revuelta de lo que Hardt y Negri llaman la 'multitud' contra la fase presente de la globalización capitalista. Por consiguiente fue muy sorprendente leer a Hardt en el Guardian la semana pasada: ' las protestas coordinadas del fin de semana pasado contra la guerra fueron animadas por varios tipos de anti-norteamericanismo. Esto tiende a cerrar los horizontes de nuestra imaginación política y limitarnos a una visión del mundo bi-polar (o peor, nacionalista).
' Los movimientos de protesta contra la globalización fueron de lejos superiores a los movimientos anti-guerra en este respecto. Ellos no sólo reconocían la naturaleza compleja y plural de las fuerzas que dominan la globalización capitalista hoy, sino que además imaginaron una globalización alternativa, democrática, que consiste en la pluralidad y los intercambios a través de las fronteras nacionales y regionales basados en la igualdad y libertad. '
Esto es bizarro. En el primer lugar, es un cliché de propaganda pro-guerra que las protestas por la paz son ' antinorteamericanas'. Ciertamente son contra George Bush, y el miedo de los Estados Unidos se está extendido - los sondeos de opinión muestran consistentemente que alrededor de un tercio de la población británica piensa que EE.UU. es un peligro más grande que Saddam Hussein.
Pero nada de esto es lo mismo que el odio hacia el pueblo norteamericano o incluso la cultura norteamericana. Hardt, al igual que yo, asistió al Foro Social Mundial hace un mes en Porto Alegre en Brasil. La hostilidad contra el 'imperialismo yanqui' está muy extendida en la izquierda - y no sólo la izquierda - en América Latina.
Pero me conmoví mucho por el entusiasmo con el que las audiencias en Porto Alegre saludaron la evidencia creciente del desarrollo de un movimiento anti-guerra fuerte en EE.UU.. Ellos entendieron absolutamente bien cuán importante es que Bush sea desafiado en su propia tierra.
En cuanto al supuesto nacionalismo del movimiento anti-guerra - ¿acaso el hecho de que el 15 de febrero fuera por mucho el mayor día internacional de protesta en la historia mundial no hace pensar en una cierta falla en los razonamientos de Hardt?
La idea de que la emergencia del movimiento anti-guerra ha dañado la lucha contra la globalización capitalista es algo que normalmente se asocia frecuentemente con el ala derecha del movimiento danti-globalización.
Como señalé en esta columna la semana pasada, Bernard Cassen, líder de ATTAC, la campaña principalmente establecida en Francia contra la especulación financiera, ha expresado esta visión. En el pasado Hardt ha ridiculizado a Cassen por tener esperanzas en la utilización del estado-nación para domesticar al capitalismo. Ahora ambos se alinean en el mismo campo en el problema crítico de la guerra.
La verdad es que el 11 de septiembre podría haber destruido en forma completa fácilmente el movimiento contra el capitalismo global. Esto es ciertamente lo que esperaban los grandes capitalistas a nivel internacional. El Financial Times anunciaba regularmente la muerte del movimiento.
La razón por la cual no ocurrió esto es que los activistas que habían construido el movimiento en Europa se volcaron a la movilización contra la guerra. Esto fue particularmente cierto en Italia y Gran Bretaña.
Aquí las mismas redes que habían construído las protestas contra la cumbre del G8 en Génova en julio del 2001 empujaron las primeras manifestaciones importantes anti-guerra mayores de aquél otoño. Para muchos de aquéllos que estaban involucrados esto reflejó una comprensión más profunda de las complejidades del capitalismo global que la que Hardt ha desplegado.
Comprendieron que la globalización se trataba de algo más que de inversión y comercio, que también se trataba de la competencia militar y la dominación geopolítica. Han descubierto, o redescubierto que, como dijo Arundhati Roy en Porto Alegre, el nombre real de la 'Globalización Corporativa' es 'Imperialismo'.
Por eso Hardt está muy equivocado cuando dice: 'Es un tanto infortunado pero inevitable que muchas de las energías que se habían activado en las protestas contra la globalización por ahora, por lo menos temporalmente, han sido redirigidas contra la guerra.' La guerra no es una distracción temporal. El capitalismo global aparece dividido en estados-nación y armado hasta los dientes.
El movimiento anti-capitalista se ha desarrollado en un movimiento que también está contra el imperialismo y la guerra. Esto ha ensanchado enormemente el apoyo del movimiento, pero también lo ha llevado a una radicalización cada vez más profunda, al tiempo que la gente llega a un entendimiento más claro de la naturaleza real del enemigo.
Aquéllos que, como Hardt y Cassen, se resisten a este proceso muestran que están atascados en una fase más temprana de la historia del movimiento contra la globalización capitalista que ha sido superada. Si no despiertan, quedarán bien atrás.

 

 

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