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Washington bajo ataque
Autor: Jim Cason y David Brooks
Fuente: La Jornada
Fecha: 14/03/2003

Título Original:

Los helicópteros Blackhawk vuelan lo suficientemente bajo sobre esta capital como para ser plenamente visibles cada día al ir de ida y vuelta entre la torre del monumento a Washington y el Capitolio y alrededor de otros monumentos con el estruendo de sus motores provocando ecos por la ciudad a lo largo de la noche, a veces interrumpiendo el sueño de muchos residentes.
Las ampliadas fuerzas policiacas desplegadas permanentemente en los principales cruces y frente a edificios y monumentos federales, los vehículos militares en camuflaje Humvee con baterías móviles de misiles ubicados en varios puntos de esta ciudad, y el cierre de ciertas calles manifiestan un sentido general de que esta capital está bajo ataque.
Todos los días hay recuerdos de que se está viviendo una nueva situación. Un niño de cuatro años que visitaba el monumento a Franklin D. Roosevelt le pregunta a sus padres por ese helicóptero negro que vuela sobre su cabeza con hombres asomándose por sus puertas vigilando el terreno abajo.
La policía, equipada con nuevo armamento, está de guardia en las cuatro esquinas del jardín botánico nacional, vigilando, mientras una madre con su hija de ocho meses visitaba el lugar buscando un poco de paz. Su compañero se pregunta si la calcomanía sobre el carrito de la nena, que dice "no a una guerra con Irak", provocará que sean detenidos, pero pasan sin incidente al jardín ahora muy vigilado para ver las orquídeas y otras plantas exóticas.
La policía reacciona de inmediato cada vez que un automóvil parece desacelerar al pasar cerca de la Casa Blanca y los taxistas son amenazados con multas si se detienen, así sea por un minuto, para bajar pasajeros ahí. Las medidas de seguridad requieren ahora de verificación de identificación para poder ingresar a ciertas calles y los visitantes tienen prohibido entrar con armas peligrosas como clips a lugares como la Biblioteca del Congreso.
Pero con tanta seguridad, sólo hay interrogantes y una sensación de inseguridad. ¿Qué pasó con el responsable de enviar cartas envenenadas con ántrax a varios medios y oficinas de senadores que causó la muerte de dos personas y la clausura del Congreso? Los medios ya no mencionan el asunto, pero el sospechoso -identificado el año pasado por la FBI como probablemente un hombre blanco, ciudadano estadunidense y ex empleado del gobierno-, aparentemente sigue libre y con poco riesgo de ser descubierto.
Pero el cartero que entrega el correo en las oficinas de La Jornada sigue trabajando desde una instalación temporal, ya que el gobierno todavía está decidiendo si la oficina de correos donde antes trabajaba está libre de ántrax. El Servicio Postal, que al inicio mintió sobre el peligro, tiene ahora una tarea difícil para convencer al gremio de los trabajadores postales de que ese edificio está seguro para los empleados.
También parece que a los legisladores federales se les ha olvidado el ataque de ántrax y la falta de resultados en la investigación del atentado. Pero varios de ellos sí tuvieron tiempo para girar una orden a las cafeterías del Congreso para cambiar en los menús el nombre de "papas a la francesa" a "papas de libertad", y las de pan francés a "pan tostado de libertad" como protesta contra el gobierno francés por su decisión de oponerse a la resolución estadunidense en la ONU.
Un juego popular ahora en esta capital es identificar dónde están desplegados los vehículos blindados de tropas, equipados con baterías de misiles: hay un número de ellos alrededor del Pentágono, estacionados en esquinas al lado de autopistas, cubiertos con redes de camuflaje, pero plenamente visibles. Otros están estacionados por el gran parque al centro de la capital, o el Mall, y se reporta que hay más en ubicaciones estratégicas de esta ciudad.
Mientras tanto, los preparativos para la guerra continúan. Se incrementa el número de periodistas que acuden a las ruedas de prensa en el Pentágono y los enviados están reservando hoteles y espacios para ubicar sus cámaras de televisión a fin de colocarse en escenarios que todo mundo reconoce en esta capital.
A la vez, unos 500 o más periodistas han "desaparecido" de Washington como si los hubieran secuestrado extraterrestres. De hecho, comentan sus colegas, son los que han sido "insertados" en las unidades militares ya desplegadas en Medio Oriente para "cubrir" la nueva guerra.
Aquí en casa, los administradores de oficinas en muchos edificios comerciales están alertando a los empleados que además de papel, clips y cuadernos, ya se cuenta con máscaras N95 antigás, cinta adhesiva y mantas de plástico para protegerse de ataques químico-biológicos. Las sirenas de vehículos de emergencia son constantes en las zonas urbanas, pero aquí varios residentes han comentado que sus temores se incrementan cuando estas sirenas parecen continuar por demasiado tiempo, y es entonces que cunde la ansiedad y los intercambios de preocupadas miradas, mientras intentan recordar las rutas de evacuación y dónde están los miembros de la familia.
Así es la vida, todos los días, en la capital del país más poderoso.

 

 

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