En el mismo momento en que Ud. lee esta Editorial, los Estados Unidos pueden estar ya en guerra contra Irak. Si esto sucede, no será porque los inspectores de armas de las Naciones Unidas encontraron una “pistola humeante”, evidencia de armas de destrucción masiva en Irak. No será tampoco porque Irak haya obstruido la tarea de los inspectores. No será porque los Estados Unidos hayan encontrado una prueba de colaboración entre Saddam Hussein y Osama Bin Laden. Será porque los Estados Unidos quieren la guerra y aseguraron que ésta se desataría.
Aún más, mientras los inspectores de armas de las Naciones Unidas allanan numerosos sitios iraquíes, los Estados Unidos no tienen ningún reparo en hacer públicas sus preparaciones militares en el Golfo o su patrocinio de exiliados iraquíes en el planeamiento de un Irak post-Saddam.
El “superhalcón” consejero de Bush, Richard Perle, quien ha estado abogando por la guerra contra Irak desde antes de 1991, les dijo en Noviembre a los shokeados parlamentarios británicos que aún si la ONU diera de Irak buenos informes, los Estados Unidos igualmente irían a la guerra.
Sin embargo los inspectores de armas han orquestado un elaborado acertijo para darle a Bush la cobertura internacional que él espera para emprender su guerra contra el mundo. Es más fácil vender una invasión y tumbar al gobierno iraquí como un ejercicio para restringir armas de destrucción masiva, que admitir las razones principales. Las predicciones de su administración sobre una victoria rápida y el llevar la democracia a Irak, son sólo palabras para vender esta guerra.
La hipocresía de todo esto quizás salió a la superficie después de la crisis provocada por Estados Unidos con Corea del Norte. Los Estados Unidos acertaron con respecto al armamento nuclear que ya posee Corea del Norte y que viola los acuerdos internacionales. Sin embargo, Bush busca a la diplomacia con Corea del Norte mientras desata la guerra contra Irak.
Si la guerra contra Irak no es realmente acerca del desarme, ¿acerca de qué es entonces?. Uno no tiene más que mirar el documento sobre la Estrategia de Seguridad Nacional de la administración Bush, con fecha de septiembre, para encontrar las respuestas. Este documento, el estatuto formal de lo que puede ser llamado “la doctrina Bush”, deja claras las intenciones de Estados Unidos de mantener la posición de superioridad militar en el mundo. Esto lleva a los Estados Unidos a adoptar una política de prevención del asenso de cualquier “competidor que esté a su par”. Al mismo tiempo, este documento anuncia el derecho de los Estados Unidos a desarrollar una “guerra preventiva”- invadiendo a su antojo a los países que se quedan por fuera de lo que a Norteamérica le conviene.
Después de haber leído el documento, el diputado de Atlanta, Jay Bookman finalmente concluyó:
“La historia oficial sobre Irak nunca tuvo sentido... Ésta (la amenaza de invasión a Irak) no es acerca de armas de destrucción masiva, o del terrorismo o de Saddam, o las resoluciones de la ONU. Esta guerra, si es que se desata, está destinada a marcar la emergencia oficial de los Estados Unidos como un imperio global maduro, concentrando sobre sí mismo la sola responsabilidad y autoridad de ser el policía del planeta.”
Algo crucial para esta estrategia de hegemonía global es el control sobre el recurso más vulnerable del capitalismo- el petróleo. La demanda mundial de petróleo va a crecer desde 77 billones de barriles por día a más de 120 billones de barriles por día, con el peso de un crecimiento de la demanda proveniente de China y los Estados Unidos- de acuerdo con el Departamento de Energía de los Estados Unidos. La energía basada en el petróleo no sólo es fundamental para la economía mundial, sino que también es el recurso que da energía a los aparatos militares de las más grandes potencias. Cuando la doctrina Bush habla de la prevención de la emergencia de un rival de los Estados Unidos, el control de este país sobre el petróleo de Medio Oriente es una parte crucial del plan. Si Estados Unidos gobierna militarmente a Medio Oriente, sin ser desafiado, y mantiene a los principales productores de petróleo del mundo como sus vasallos, los Estados Unidos aumentarán aún más su poder sobre China, Japón y sus aliados europeos.
Entonces, mientras es cierto que los amigos de la industria petrolera de Estados Unidos se verán favorecidos por un aumento de la dominación de este país en la región, es un error ver a la guerra contra Irak como una forma de “paseo de la familia Bush” ni como una especie de ajuste de cuentas con Saddam Hussein. Asuntos mucho más grandes están en cuestión. Debido a que las ambiciones de aquellos que construyen el imperio de Bush son tan grandes, ellos deberán ir a la guerra contra Irak, ¿estarán acaso otras “naciones villanas” como Corea del Norte o Irán muy lejos de los pizarrones de los planificadores del planeta?
Más allá de lo que pase en Irak, la administración Bush parece hacer de la guerra “sin fin” un elemento permanente de su programa global. Esto no va a hacer más que empeorar de forma terrible las vidas de millones de personas alrededor del mundo, incluyendo a los estadounidenses. El movimiento anti-guerra que debe ser construido necesita entender a qué nos enfrentamos. No es nada menos que parar al violento imperialismo norteamericano.
Los activistas anti-guerra de los Estados Unidos tienen la enorme responsabilidad de construir un poderoso movimiento de protesta dentro de las entrañas de esta bestia imperialista. El potencial de hacerlo es enorme. Una encuesta de Los Angeles Times -de mitad de diciembre- muestra que dos tercios de los norteamericanos cree que la administración Bush ha fallado en lograr hacer creíble el hecho de que la guerra contra Irak sea necesaria. La encuesta también muestra que el apoyo para una guerra ha caído desde el verano a un 58 % (de un 64% en agosto).
El movimiento anti-guerra demostró su potencial el 26 de Octubre cuando más de 200.000 activistas protestaron contra la guerra en Washington y en San Francisco y ciudades alrededor de los Estadios Unidos. La protesta del 18 de Enero, otra vez convocada por International ANSWER en Washington y San Francisco, va a dar otra gran oportunidad para una demostración masiva de oposición. Los activistas anti-guerra de los Estados Unidos deberían hacer todos los esfuerzos posibles para que estas protestas sean lo más grande posibles, para mostrarle al mundo que una gran parte de la población se para en una firme oposición al baño de sangre que Bush ha planeado para Irak.
Un Congreso Republicano
No hay un mandato en casa para la guerra de Bush.
En enero, los conservadores verán su sueño hecho realidad. Por primera vez desde los primeros días de la administración de Bush, los republicanos tendrán todas las redes del poder institucional de Washington. Este estado de cosas deviene de las elecciones llevadas a cabo en noviembre, donde Bush y los republicanos desafiaron los precedentes históricos al aumentar su margen en la Casa de Representantes y “ganarle” el Senado a los demócratas.
Podría decirse, que el escenario que se presenta da la posibilidad a la lista de pretensiones republicanas - desde mayores recortes impositivos para los ricos hasta poner a los jueces de la derecha más dura en el tribunal federal- a pasar sin mucha oposición. Al menos, eso es lo que los conservadores esperan y lo que los liberales temen.
Bush ganó las elecciones después de haber seguido el único plan que le ha servido después del 11 de septiembre. Explotó, desvergonzadamente, la “guerra contra el terrorismo” para desdibujar cualquier crítica u oposición a sus políticas. Primero, Bush desvió la atención de la opinión pública de los escándalos de las corporaciones y de una economía que se hunde con un constante alarde de la guerra contra Irak. Seguido a esto, utilizó su popularidad “inflada”a causa de la guerra para aumentar su base conservadora y así poder ubicar a sus candidatos en una mejor posición.
Bush ha utilizado al “club de la seguridad nacional” para derrotar a su oposición demócrata. También lo ha utilizado para avanzar en todos los frentes por el ala más de derecha de sus planes. Su administración ha utilizado a la seguridad nacional como un pretexto para una cantidad de políticas impopulares, desde la apertura del Refugio Nacional de Vida Silvestre de Alaska para la extracción de petróleo hasta el no permitir el acceso público a los documentos del gobierno. Siguiendo esta misma línea, Bush ha desatado una guerra sobre la organización en el trabajo, usando el Acta Taft para hacerles volver al trabajo a los trabajadores portuarios de la Costa Oeste y haciendo valer su derecho de prohibir la sindicalización de cientos de miles de trabajadores del estado.
Una increíblemente acobardada e inepta “oposición” demócrata ayudó a Bush en cada ocasión. Teniendo en cuenta las condiciones económicas que Bush y el GOP enfrentaron durante las elecciones, el editor de “American Prospect”, Harold Meyerson resaltó: “en una nación donde la inseguridad económica forma parte de la rutina, donde la ansiedad con respecto a los trabajos, la jubilación y la cobertura de la salud es generalizada; la incapacidad de los demócratas para conectarse con cualquiera de estas causas o problemas es sorprendente.” Después de que los demócratas manipularon de una manera muy torpe las cuestiones acerca de la guerra y la economía, no debería ser una sorpresa que muchos de los votos que eran de las fortalezas demócratas hayan caído. En Georgia, Florida y Maryland, los votantes negros -cuyos votos en general son más que nada demócratas- se quedaron en sus casas para no votar.
A su vez, los dirigentes sindicales evadieron hasta ahora las peleas con Bush y la patronal, que pudieron haber echado atrás la ofensiva de Bush. Los trabajadores portuarios de la Costa Oeste tuvieron que “tragarse” el Acta Taft y decidieron hacer la campaña para los demócratas- ignorando el hecho de que el senador Dianne Feinstein (de California) convocó a Bush a que invoque el Acta Taft. Frente a los despidos masivos de la Boeing, dirigentes sindicales de los maquinistas invirtieron más tiempo en predicar las consecuencias que traería un paro de maquinistas que en prepararse para la lucha. Como resultado, los maquinistas no pudieron ganar el apoyo de dos tercios que era necesario para rechazar un “contrato basura”-a pesar de que la mayoría de los maquinistas se oponía a esto.
A pesar de que Bush afirmará que las elecciones delegaron sobre el un “mandato” para llevar a cabo sus políticas, él debería escuchar a su primo, el conservador analista John Ellis: “La elección resultante del 2002 es un fuerte voto de confianza hacia la administración Bush. Esto no es un mandato. El gran peligro que ahora amenaza al GOP es que éste tome el voto de confianza como un mandato.” De hecho, si 75.000 de los más de 75 millones de votos conseguidos en la elección de noviembre cambiasen de ser republicanos a demócratas, los demócratas hubiesen ganado las dos Salas del Congreso.
Los programas que el GOP quiere llevar acabo realmente son distintos a cualquier otra campaña. Ellos hicieron su campaña como oponentes de la privatización de la Seguridad Social, y como sostenedores de la inclusión de una droga prescripta en beneficio del Medicare . Si ellos presionaran por lo que realmente les interesa -la privatización de los dos programas más populares del gobierno- desatarían inmediatamente una violenta reacción. Los impuestos son otra cosa en cuestión. Ahora la administración Bush está hablando abiertamente sobre la necesidad de trasladar la “carga impositiva”desde los más ricos hacia los pobres. De acuerdo con un reporte del Washington Post del 16 de diciembre, la administración Bush esta “refinando argumentos para justificar el por qué sería necesario trasladar el impuesto a las ganancias a los trabajadores con menos entrada de dinero”. El Departamento del Tesoro esta diagramando hoy en día planes para hacer justamente esto. Consecuente con esto, a principios de enero Bush anunció un “paquete de motivación” de 674 billones de dólares cuyo fin principal es la eliminación de impuestos pagados sobre los dividendos del stock. “Ud. tiene que admirar la desfachatez del GOP... los republicanos están apostando a que los norteamericanos promedio son muy torpes o muy tontos -alguna de las dos funcionaría- para ir atrás de la ‘mordida de 20 segundos’ para ver quién se queda con el merengue y quién con el pequeño filete” en este último regalo a los ricos, escribió Kevin Phillips en Los Angeles Times.
Pero el GOP estará bajo presión del duro núcleo ideológico del partido proveniente de los conservadores religiosos para seleccionar a jueces de derecha que apoyen leyes de prohibición del aborto, entre otras políticas reaccionarias. Estas permisiones a la derecha cristiana van a levantar sin dudad una fuerte oposición entre una gran parte de la población que no apoya a sus estrechas políticas.
Más obstáculos se paran en medio de la agenda del GOP que los superficiales análisis post-elecciones pueden mostrar. Vale la pena recordar qué sucedió la ultima vez que el GOP “copó” el Congreso y proclamó un “mandato”- luego de haber conseguido una enorme mayoría de votos en el Congreso en 1994. El representante de New House Newt Gringrich (R-Ga) proclamó una “revolución republicana” y se mostró entusiasta por implementar el “Contrato con América”, una larga lista de posiciones y políticas conservadoras. Pero cuando el GOP realmente comenzó a tratar de llevar a cabo esos programas -como por ejemplo “apuñalar” al Medicare o cerrar definitivamente al gobierno federal para forzar al Presidente Clinton a aceptar su programa- la revolución se auto-destruyó.
Nadie puede creer que Bush y sus “muchachos” puedan ser tan tontos como Gringrich. Sin embargo, nadie puede contar con que los demócratas lleven a cabo una ardua pelea mientras que el GOP impulsa su propia agenda. Sólo podemos contar con nosotros mismos para organizarnos y manifestarnos en la protesta alrededor de las cuestiones que le importan a la mayoría de las personas -desde la guerra contra Irak hasta las peleas laborales. Y si los sindicatos no son capaces de defender los puestos de trabajo o beneficios laborales, los trabajadores mismos deben hacerlo.
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