ENGLISH | FRANCAIS | PORTUGUES

 

Volver
Una perspectiva sobre la guerra y el conflicto desde el punto de vista de los DD.HH. de la
Autor: Sunila Abeyesekera
Fuente: Women's Human Rights Net
Fecha: 07/04/2003

Título Original: A Women's Human Rights Perspective on War and Conflict

http://www.whrnet.org/docs/perspective-abeyesekera-0302.html

Plantear una perspectiva sobre la guerra y la paz dentro del marco de los derechos humanos de las mujeres es quizás uno de los mayores retos a los que se enfrentan los movimientos de mujeres en todo el mundo al entrar en el año 2003. La intensa campaña a favor de la guerra y la fobia al Islam, así como el peligro inminente de una guerra contra el pueblo de Irak, que marcaron los últimos meses de 2002, se han templado en cierta manera en este nuevo año por los cientos de miles de voces por la paz y la moderación que se han proclamado contra la guerra en todas partes del mundo. Sin embargo, aunque no hay ninguna proclamación de guerra declarada en ningún lugar del mundo, el impacto social, político e ideológico del clima pro-guerra que hemos presenciado en los últimos meses seguirá diseñando nuestro futuro colectivo.

Las consecuencias específicas de la guerra y el conflicto armado para las mujeres han sido exploradas en detalle en varios libros y estudios de mujeres activistas en el tema y especialistas de todo el mundo. En este texto, por lo tanto, sólo voy a reiterar algunos puntos clave.

La implicación activa de las mujeres como miembros de las fuerzas militantes y luchadoras ha llevado a la erosión de ciertos estereotipos con respecto a las mujeres como amantes de la paz, moderadas e incapaces de implicarse en la violencia. También ha dejado a un lado el mito de que las mujeres, por ser las que traen la vida al mundo, tienen un especial interés en el mantenimiento de la vida.

Al mismo tiempo, las guerras y los conflictos han traído muchas consecuencias negativas para las mujeres civiles no armadas y para los miembros más dependientes de la familia: niños, mayores y enfermos. Las cifras mundiales señalan el hecho de que las personas refugiadas y desplazadas internas son, en su mayoría, mujeres. La erosión del espacio democrático que con frecuencia acompaña las situaciones de guerra y conflicto, también empuja a las mujeres a un papel más activo en la vida social y política. En momentos en que los hombres y las organizaciones políticas y sociales dominadas tradicionalmente por hombres, tales como los partidos políticos y los sindicatos, están reacios o no pueden salir en defensa de los derechos humanos y de los principios democráticos, los grupos de mujeres han tenido la valentía de alzarse ante el poder armado estatal y no estatal. La guerra y el conflicto también empujan a las mujeres a adoptar una posición de responsabilidad dentro de sus familias y comunidades, en particular como cabezas de familia.

La mayoría de los conflictos y las guerras surge a raíz de procesos de formación de identidad en los que los grupos y comunidades de identidades en competencia recurren a la violencia para afirmar que tienen el mismo estatus dentro de la sociedad. Con esta dinámica, las situaciones de guerra y de conflicto provocan el aumento de todas las formas de conservadurismo y extremismo, incluyendo el fundamentalismo religioso, el ultranacionalismo y el chauvinismo étnico y lingüístico. La radicalización de roles basados en la identidad que se adscriben a hombres y mujeres dentro de la comunidad y que ocurren como parte de este proceso, con frecuencia ha tenido consecuencias desastrosas para las mujeres. Restringe su movilidad y libertad; impone formas de vestir; las confina a la esfera doméstica, las pone bajo el rígido control de los hombres de la familia y de la comunidad y, lo que es más importante, las coloca en el papel de "portadoras del honor de la comunidad" y de las tradiciones. Así, la violación y el abuso contra las mujeres de la comunidad "enemiga" se convierten en una estrategia militar crítica en todas las guerras y conflictos basados en la identidad.

La guerra y el conflicto, por tanto, crean unas condiciones en las que el papel y la posición de las mujeres en la sociedad se transforman. Uno de los dilemas de las sociedades después del conflicto y en momentos de transición es que la voz colectiva y la fuerza descubierta por las mujeres a través de este proceso, en tiempos de conflicto y de guerra, puede a veces infravalorarse en el momento de la transformación del conflicto y de construcción de la paz. "Restaurar la normalidad" en algunas situaciones puede significar volver a las normas patriarcales y al control de los derechos y libertades de las mujeres. Los "patriarcas" pueden salir ganando en una situación así y fomentar el retorno de las mujeres a sus casas, a sus familias y a su papel doméstico.

La labor de las mujeres activistas en todo el mundo con respecto a distintos aspectos de la violencia contra las mujeres en la familia y en la comunidad, y en la sociedad en general, ha puesto de manifiesto la continua violencia que se da en las sociedades patriarcales y jerárquicas, relacionando la violencia en el hogar con la violencia en la sociedad. Este enfoque ha subrayado las formas en que la utilización de la violencia como un mecanismo de resolución de disputas -tanto en lo privado como en lo público- engendra intolerancia y prejuicio en todos los niveles de la sociedad. El análisis de la violencia contra las mujeres como una flagrante violación a sus derechos humanos y a su derecho a la dignidad e igualdad ha hecho que se tenga en cuenta el impacto sobre la pobreza y sobre los procesos de desarrollo económico y social, desde la perspectiva de los derechos humanos. Además, las mujeres activistas han relacionado las cuestiones sobre la paz con la militarización. Esto implica no sólo estudiar la "normalización" de la guerra y de los estilos de vida militares y de los ideales de la sociedad en términos de su impacto sobre las mujeres, sino también cuestionar los aspectos económicos de la guerra y su relación con el creciente complejo militar-industrial en todo el mundo, en relación con su impacto sobre todas las comunidades marginadas.

La necesidad de incorporar la perspectiva de las mujeres y tomar en serio los problemas de ellas en todos los procesos de construcción de paz y de transformación de conflictos se ha reiterado no sólo por parte de los especialistas y los activistas por la paz, sino por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas a través de su Resolución 1325. Una vez más, es una cuestión crítica reconocer el papel específico que las mujeres pueden y deben jugar en la resolución de conflictos como consultoras y con respecto a los derechos humanos y las libertades. Sin embargo, también es crucial que no apoyemos argumentos basados en cuestiones biológicas esenciales en este proceso; no es sólo porque somos madres o esposas por lo que estamos en contra de todas las formas de conflicto y de violencia o la razón por la que luchamos por la negociación en la resolución de conflictos y guerras. Al ser las que experimentamos discriminación y opresión como parte de nuestra vida diaria, hemos llegado a comprender las cuestiones de prejuicio y violencia en el contexto político, no sólo como víctimas y supervivientes sino como ciudadanas y participantes de la vida política. Hemos aprendido a no temer el conflicto sino a entenderlo como parte de la existencia humana diaria. Lo que hemos aprendido es a aborrecer el uso de la violencia como medio para resolver un conflicto. Hemos aprendido la importancia de buscar y entender la raíz que causa el conflicto. Al negociar con los perpetradores de la violencia en nuestra vida diaria, hemos aprendido el arte de la negociación y el acuerdo, hemos aprendido a considerar el punto de vista del otro, de trabajar con humildad y dentro de un espíritu de reconciliación más que de confrontación.

Y lo que es más importante, hemos aprendido la importancia capital de una justicia no punitiva, de formas y métodos de compensar a quienes han sufrido injusticias y de imponer castigos a quienes han cometido actos de injusticia, sin cerrarnos en un círculo perpetuo de "crimen y castigo". Hemos aprendido todo esto y lo hemos entendido con un alto precio para nuestra vida.

Si la oportunidad de utilizar estas habilidades para intereses mayores de la comunidad mundial no se nos da fácilmente, debemos hacer evolucionar nuestras propias estrategias para buscar oportunidades allí donde podamos encontrarlas, para fomentar los ideales de justicia social, igualdad y respeto por los derechos humanos que son las piezas clave de nuestra existencia como seres humanos plenos.



Sunila Abeyesekera es directora de Inform, una organización de derechos humanos de Sri Lanka que trabaja contra el tráfico de mujeres. Dirección: 5 Jayaratna Avenue, Colombo 5, Sri Lanka. Tel: (94) 1-584350. Fax: (94) 1-591314. Correo-e: inform@lanka.gn.apc.org

 

 

Volver