El gobierno de Fox
Entre la presión imperialista y el creciente descontento de las masas
Autor:
Aldo Santos
Fecha:
12/2/2004
Fuente:
LTS - CC
El gobierno se desgasta, el país se polariza
El retroceso del PAN en las pasadas elecciones intermedias a legisladores y algunas gobernaciones, el freno en la Cámara de Diputados a la propuesta fiscal del gobierno y, el rechazo de una gran parte de la población a las llamadas “reformas estructurales”, evidencian el creciente desgaste de Fox y su paulatina pérdida del capital político que consiguió en el 2000 cuando echó al PRI de los Pinos, como figura principal de la llamada “transición pacífica a la democracia”.
Como telón de fondo está el estancamiento de la economía, que creció apenas un 1,5% en el 2003. A esto se suma que la banca ya fue entregada en un 90% al capital extranjero a “precio de remate”, como muestra el caso de Bancomer, lo que le resta autonomía al gobierno para adoptar una política financiera y bancaria que le permita encarar la situación. Las crecientes dificultades para mantener la tasa de ganancia de los negocios capitalistas y la incapacidad del gobierno para imponer como quisiera sus reformas, incentiva las críticas en su contra del imperialismo y los patrones.
Algunos empresarios opinaron públicamente que “Fox no existe, no hace su trabajo, no resuelve” (El Independiente, 27/01/04). A su vez, los afanes reeleccionistas de Fox, con la pretendida candidatura de su esposa a la presidencia, están generando una gran tensión política al interior del régimen. Este intento de violar un histórico “principio republicano”, entre más se acerquen las próximas elecciones presidenciales, puede ser el detonante de un mayor desprestigio gubernamental y de fuertes roces tanto al interior del partido en el poder, como entre el resto de los partidos, que desgaste al régimen de la alternancia.
En el exterior se tiene la impresión de que Fox es cada vez más impotente para garantizar la estabilidad, como puede expresar sintomáticamente la retracción de la inversión extranjera. El bombazo del Financial Times, vocero del imperialismo inglés, contra las corruptelas de Marta Sahagún y su fundación “Vamos México”, financiada con el erario público, es una muestra elocuente del descreimiento internacional con la administración foxista y de que Fox pierde apoyo entre los de arriba.
De ahí el apuro del presidente por descargar la crisis sobre el pueblo, con su empeño por imponer el IVA en alimentos y medicinas, por mantener impune el robo del Fobaproa, por modificar el sistema de jubilaciones y pensiones, privatizar las industrias energéticas y mantener los miserables topes salariales. Con ello sólo ha conseguido transformar en descontento las expectativas de la población sembradas en el “cambio” que prometía la alternancia del partido en el poder. Así, mientras crece la brecha social y el país se polariza entre los de abajo y los de arriba, Fox se debilita ante el cuestionamiento de diversos sectores sociales.
Esto posibilita que expresiones sociales antes impensables se vuelvan reales, como la “toma” del rancho de Fox en San Cristóbal, Gto. por un grupo de ex braceros, que acentuó la imagen de un presidente vulnerable e inepto hasta para defender sus propiedades, además de poner otra vez sobre el tapete el tema migratorio. Otra expresión de esta debilidad es que faltando más de dos años para las elecciones, la carrera por la sucesión presidencial parece haberse anticipado. Los partidos barajan a sus posibles candidatos y está abierta una discusión de marcado tinte electoral, en la cual participan de forma independiente incluso miembros del propio gabinete.
Patio trasero del imperialismo yanqui
Para no quedar sin respaldo y ante la imposibilidad -por su carácter burgués y reaccionario-, de apoyarse en las masas, Fox se abraza mas al imperialismo. Esto aumenta el disgusto de la población, entre la que ha existido históricamente un fuerte sentimiento nacionalista y anti norteamericano en rechazo al saqueo y las agresiones de EE.UU., a lo que se suma el desprestigio de la ofensiva neoliberal y el rechazo al unilateralismo norteamericano en el mundo.
En la Cumbre de las Américas, organizada en México a petición de Bush, Fox quiso congraciarse con su vecino del norte, luego de los desencuentros que tuvo con este por la guerra contra Irak. Fox hoy no tiene el margen de maniobra que en otro momento le permitió “distanciarse” de la ofensiva imperialista.
Con el aval a la ingerencia de EE.UU. en la política de Venezuela, como antes hizo con relación a Cuba, el lacayo presidente de México sigue echando por tierra la tradición de “no intervención” que caracterizó durante mucho tiempo a la diplomacia de nuestro país. Otra muestra es el aval que dio el gobierno mexicano a la racista propuesta de Ley Migratoria que lanzó Bush y que fue ampliamente repudiada en EE.UU. por la gran mayoría de las organizaciones hispanas. La política de Fox y Bush, apunta hacia una recolonización imperialista de nuestro país, al que quieren convertir en “una estrella más de la bandera norteamericana”. El gobierno se encuentra atenazado así entre la presión imperialista y el creciente descontento de las masas.
La transición comienza a enturbiarse
La relativa debilidad del gobierno es contenida por el pacto entre los partidos patronales para fortalecer al régimen y mantener la gobernabilidad, pues nadie quiere “que se hunda el barco” y, por tanto, respaldan al “capitán”, como muestran los recurrentes llamados del “opositor” López Obrador a respetar “la investidura presidencial”. A esto ayuda que las masas aún conservan la ilusión de que otras instituciones, como el Congreso de la Unión, pueden solucionar los problemas del país.
Sin embargo, el acuerdo “en las alturas” para garantizar la estabilidad, ha sido mermado por las crecientes disputas entre la “clase política”, como se vio en el Congreso de la Unión con la división del PRI, en el rechazo de importantes dirigentes panistas a una eventual candidatura presidencial de M. Sahagún, o en el “fuego amigo” que se cruza al interior del PRD. Estos roces no significan un descrédito absoluto de los partidos, pues como instituciones políticas siguen siendo funcionales para el sostenimiento del régimen. Sin embargo, sí incentivan la disputa entre poderes y pueden erosionar a las instituciones. Sin tener la fuerza suficiente para poder imponerse como quisiera, el presidente aparece enfrentado a un Congreso de la Unión que no puede controlar y donde ningún partido cuenta con la mayoría absoluta. Esto no sólo contribuye al desgaste del gobierno frente a los ojos de las masas, sino que puede repercutir desfavorablemente sobre el régimen, sostenido por el “consenso” entre los partidos patronales y la fortaleza de las instituciones.
Por eso, los partidos patronales y el Ejecutivo están tratando de llegar a acuerdos más allá de las supuestas barreras “ideológicas” que los dividen. Si estos pactos pueden concretarse es porque, en el fondo, sus divergencias no son completamente antagónicas, ni obedecen a proyectos de nación radicalmente distintos (como muestran las alianzas electorales que está tejiendo el “izquierdista” PRD con el derechista PAN), sino que versan más bien sobre los ritmos y la profundidad con que deben aplicarse los planes, así como el grado de distanciamiento o acercamiento con Fox que a cada uno le conviene demostrar. Así, el PRI, el PAN y el PRD tuvieron acuerdo con Fox en la Convención Nacional Hacendaria sobre la necesidad de obtener más recursos a costa del pueblo. Si no impusieron todavía más impuestos a través del Congreso de la Unión, es porque los partidos de “oposición” reclaman más tiempo y no se quieren “quemar” avalando abiertamente la política del gobierno.
El PRI y el PRD oscilan entre el acuerdo con Fox y un discurso más “opositor”. No quieren ensuciarse demasiado las manos y sí aprovechar al máximo que el gobierno panista sea quien tenga que imponer los planes antiobreros (desgastando al partido en el poder), mientras marcan su distancia demagógicamente y se preparan para entrar al relevo. Este juego puede tornarse peligroso, pues si deja al desnudo la verdadera naturaleza de la alternancia, al servicio de sostener la dominación burguesa y sus planes, las masas podrían aprovechar las pugnas entre los de arriba entrando en escena.
¿Puede cambiar la relación de fuerza entre las clases?
A fin del 2003, como subproducto de las pugnas al interior del PRI se produjo la ruptura del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) con la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado (FSTSE), debilitando esta organización que fue durante décadas componente esencial del corporativismo sindical mexicano. Previamente, al interior de la CTM también se venían expresando diferencias, que alentaron a un sector de esta central a participar en la gran movilización del 27 de noviembre pasado. En el sindicato petrolero y el de los electricistas (SUTERM), han surgido sectores disidentes. Las pugnas en la cúpula sindical debilitan el control que todavía mantiene el PRI sobre la mayoría del movimiento obrero y están alentando el surgimiento de fenómenos antiburocráticos, como el que se produjo en el Sindicato Único de Trabajadores del Gobierno del Distrito Federal (SUTGDF). El peligro que enfrentan los trabajadores, es que sus movimientos sean llevados hacia una nueva forma de corporativismo encabezada por el PRD.
Una coyuntura de luchas se está desarrollando en los primeros meses de este año. Los jubilados y trabajadores del sector salud han convocado a movilizaciones, contra la modificación al régimen de jubilaciones y pensiones. Los maestros de la CNTE se manifestaron en repudio a los burócratas sindicales del SNTE y el amañado Congreso que preparan. La Promotora de Unidad Contra el Neoliberalismo, así como el Frente Nacional de Resistencia contra la Privatización de la Industria Eléctrica, que agrupan a diversas organizaciones populares y de izquierda, así como a algunos sindicatos, están convocando a un paro nacional para el 8 de marzo. De continuar estas acciones, pueden adquirir una resonancia mayor a las que se han realizado en otras ocasiones y ser sólo el principio de una recomposición del movimiento obrero, campesino y popular, si los trabajadores y sus aliados se muestran dispuestos a luchar en unidad, como lo hicieron esporádicamente en la movilización del 27. El reto es si unidos, como hermanos de clase, los trabajadores vamos a poder aprovechar los roces entre la “clase política”, sin caer en la salida fácil que significa ir detrás de una variante burguesa “opositora”, como el PRD, al cual se han subordinado diversos sectores de la izquierda que están atrapados en las pugnas internas de este partido.
En nuestra contra actúa la atomización en que se encuentra el movimiento obrero, impuesta por la burocracia sindical priísta y también, lamentablemente, por los sindicatos “opositores”, que mantienen las luchas divididas.
Por eso hoy más que nunca es necesario imponerle a los líderes sindicales la unidad del movimiento obrero, campesino y popular, entre los trabajadores sindicalizados y no sindicalizados, entre los del campo y la ciudad, ente los empleados y los desempleados para golpear como uno solo contra los planes del gobierno. Ha llegado la hora de que los trabajadores luchemos con independencia de clase, por la democracia sindical y por echar a los charros de los sindicatos, para poner estas organizaciones realmente a nuestro servicio. Sólo así lograremos inclinar la balanza a nuestro favor y modificar la relación de fuerza entre las clases.
Si Fox logra imponerse sin que le demos una respuesta a la altura de las circunstancias, sería un duro golpe reaccionario para el movimiento obrero y popular que abriría las puertas a una mayor entrega de nuestro país al imperialismo. Por el contrario, si conseguimos desarrollar la movilización independiente, se abre la posibilidad de acabar con los planes de miseria, imponiendo una salida de los trabajadores, los campesinos y el pueblo pobre.
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