Izquierda Marxista

Los límites de la recuperación económica norteamericana

 

Autor: Lee Sustar

Fecha: 2/11/2003

Traductor: Guillermo Crux, especial para PI

Fuente: Socialist Worker, EE.UU


El renovado crecimiento económico no ha aliviado el desempleo. Qué hay detrás de las estadísticas económicas publicadas esta semana.

Si la economía norteamericana está creciendo tan rápido, ¿por qué la creación de empleos es tan lenta? A pesar de las tasas de crecimiento en el Producto Bruto Interno (PBI) estimadas como las más altas desde el boom de fines de los noventa, el mercado de trabajo sigue siendo miserable --particularmente en la manufactura, donde se perdieron 2,5 millones de empleos en los últimos tres años.

El reciente viaje de George W. Bush a Asia buscó acorralar a quienes usualmente se sospecha como los culpables de esto --Japón y China. China sola da cuenta cuentas de aproximadamente un cuarto del déficit comercial de EE.UU. de $400 mil millones. Según los funcionarios de la administración Bush, el problema es que las divisas japonesa y china están devaluadas en relación al dólar, haciendo que sus importaciones sean artificialmente baratas.

Los líderes sindicales, los candidatos presidenciales demócratas y algunos fabricantes norteamericanos se quejan del "comercio injusto" de China, Japón y otros países asiáticos. Es una explicación bien articulada --pero equivocada.

Recordemos cómo se deprimió el boom de los años noventa. En ese entonces, la avidez de ganancias llevó a la inversión masiva en los países en vías de desarrollo de Asia Oriental, que dependían de las exportaciones a EE.UU. para solventar su crecimiento. Pero la duplicación de las fábricas que producían bienes similares empujó hacia abajo las ganancias, lo que llevó a los inversores a huir de economías claves del Oriente asíático. El resultado: un crash económico en Thailandia, Corea del Sur, Indonesia y en todas partes.

La economía norteamericana siguió creciendo hasta que enfrentó los mismos problemas que en Asia Oriental --sobrecapacidad. No sólo había demasiados bienes allí como para venderlos y obtener ganancias, sino que había demasiadas fábricas, oficinas, redes de comunicaciones, tráfico aéreo y más.

Cuando la sobrecapacidad sofocó las ganancias, el mercado accionario se precipitó en 2000-2001. Hoy, la utilización de capacidad --la cantidad de capacidad de fábrica utilizada en la producción--todavía es de sólo 74,1 por ciento, 6,6 por ciento por debajo del promedio durante el período de 1972 a 1992. Esto refleja "el proceso lento de funcionamiento a través de una plétora de inversiones de la era del boom que continúa tirando la economía a la basura con fábricas subutilizadas," escribió Louis Uchitelle del New York Times.

En lugar de contratar nuevos empleados, las compañías norteamericanas han seguido eliminando empleos y succionando cada vez más de menos trabajadores. Las ganancias de productividad han promediado más de 4 por ciento durante los últimos 18 meses. Estas ganancias se produjeron a pesar de una caída dramática en la inversión comercial en nueva tecnología que es tradicionalmente la fuente de mejoras en la productividad. El resultado ha sido el peor período para la creación de empleos desde la Gran Depresión de los años treinta.

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¿Entonces por qué las estadísticas económicas que salieron esta semana del Departamento de Comercio esperaban mostrar que el crecimiento económico norteamericano finalmente se está acelerando? Una razón es que el aumento en la productividad ha elevado las ganancias y ha ayudado a mantener los sueldos promedio por delante de la inflación, a pesar del descompuesto mercado de trabajo.

Entretanto, las bajas tasas de interés han continuado estimulando la refinanciación de hipotecas y otros préstamos, ayudando a mantener el gasto de los consumidores, sobre todo para los más ricos. Otro factor: la desvalorización del dólar respecto al euro, que ayudó a la industria norteamericana a competir con sus rivales europeos.

El recorte de impuestos de George W. Bush de $350 mil millones, aunque dirigido a los norteamericanos más adinerados, también jugó un papel. El economista de Wall Street Edward McKelvey estima que los consumidores gastaron tres cuartos de su ahorro de impuestos inmediatamente, siendo la causa de una gran parte del crecimiento del tercer trimestre de este año.

El gasto gubernamental proporcionó otro aliciente. En el segundo trimestre de 2003, el gasto gubernamental subió 25,5 por ciento, incluyendo un salto en el gasto militar de 45,8 por ciento. Todo esto junto fue suficiente para empujar el crecimiento económico norteamericano a su paso más rápido en años.

Si esto es sustentable, sin embargo, es completamente otra cuestión. Algunos de estos factores son asuntos excepcionales --el recorte de impuestos y la invasión de Irak.

Lo más importante es que los problemas de sobrecapacidad y pérdida de empleos que son una plaga en EE.UU. existen a escala mundial --y cada país está intentando empujar la crisis hacia sus rivales. Por ejemplo, la industria automovilística tiene suficiente exceso de capacidad como para abastecer dos veces el mercado norteamericano --y las compañías surcoreanas y japonesas están abriendo plantas en EE.UU. mientras los fabricantes de autos norteamericanos están eliminando empleos.

Esta plétora --lo que Karl Marx llamó una crisis de sobreproducción-- es la razón del callejón sin salida en la Organización Mundial del Comercio en los últimos años y de la lluvia de conflictos comerciales. EE.UU. y la Unión Europea han reñido a causa de las carnes, las bananas y los aviones comerciales Boeing. Más recientemente, EE.UU. impuso aranceles a las importaciones de acero y buscó presionar a China y Japón para que dejen que sus divisas suban respecto al dólar para reducir el déficit comercial norteamericano.

Irónicamente, compañías norteamericanas como Dell y Motorola están entre los principales exportadores chinos. Como dijo a Business Week el economista jefe de General Motors, Mustafa Mohatarem, China "está permitiendo que las compañías norteamericanas participen de su crecimiento. Eso la distingue de Japón."

Incluso las compañías japonesas están relocalizando sus industrias hacia China para reducir costos. De hecho, China el año pasado se volvió el principal destino para la inversión extranjera directa, desplazando a EE.UU. Sin embargo, esto no significa que los anti-chinos tengan razón. Según la firma de Wal Street Alliance Capital Management, China experimentó una pérdida del 15 por ciento del empleo industrial entre 1995 y 2002, mientras las viejas industrias pesadas estatales eran aplastadas por la competencia internacional.

Unos 22 millones de empleos industriales han sido eliminados en 20 grandes economías en todo el mundo, mientras las compañías recortan su exceso de capacidad y buscan empujar la productividad. En Brasil, el declive fue de 20 por ciento; en Japón, 16 por ciento; en EE.UU., 11 por ciento.

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Aun si Washington logra empujar las divisas china y japonesa hacia arriba respecto al dólar, los problemas para la economía norteamericana no acabarán allí. EE.UU. tiene un déficit de $500 mil millones en su cuenta corriente --es decir, la cantidad total de comercio en bienes, servicios, ingresos y transferencias que realiza el país.

Sencillamente, la economía norteamericana consume mucho más que lo que produce. Puede hacerlo porque los inversores extranjeros están deseosos de conseguir los dólares que obtienen a través de las exportaciones a EE.UU.

Todos esto lleva a un préstamo masivo hacia la economía norteamericana --donde los bancos centrales japonés y chino juegan un papel importante comprando bonos del Tesoro norteamericano. Esto a su vez ayuda a financiar un déficit del presupuesto del gobierno norteamericano que se va a las nubes, esperando llegar a los $500 mil millones en 2004.

No obstante, los planificadores políticos de Washington calculan que pueden presionar a China y Japón para que dejen que sus divisas suban respecto al dólar amenazando con nuevas restricciones a sus importaciones si no lo hacen. Ese es lo que se esconde detrás de los reclamos de "comercio justo" con China --una jugada del poder económico y político de EE.UU, respaldada por una política militar norteamericana más agresiva.

Hasta ahora, los inversores extranjeros han estado dispuestos a financiar los déficits norteamericanos porque quieren acceso al mercado norteamericano --y figúrense que Washington no pasará por el tipo de bancarrota financiera que se vio en países como Thailandia o Argentina.

Los funcionarios de la Casa Blanca, entretanto, esperan que sus estímulos a corto plazo a la economía ayudarán las oportunidades de Bush para su re-elección mientras ganan tiempo para realizar una restructuración económica de más largo plazo para aumentar la competitividad norteamericana. También están calculando que el control del petróleo iraquí les proporcionará en el futuro ganancias económicas adicionales, junto con los tratados de comercio bilaterales y la propuesta del Área de Libre Comercio de las Américas, todo diseñado para aumentar al máximo la influencia de Washington.

Sin embargo, es probable que la persistencia de la sobrecapacidad desacelere el crecimiento económico mundial para el futuro previsible. Eso significa amenazas continuas a la seguridad laboral y los ingreso para los trabajadores de todo el mundo. Y mientras mayor sean los déficit de presupuesto y de cuenta corriente en EE.UU., mayor será el riesgo de un crash financiero.

No se puede predecir el curso exacto de la economía para los meses venideros. Pero lo que es cierto es que no se han superado los problemas fundamentales de la economía norteamericana y mundial --y que la Norteamérica de las corporaciones continuará intentando resolver la crisis sobre las espaldas del pueblo trabajador.


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