Izquierda Marxista
Francia: la extrema izquierda acuerda una lista común para 2004
Autor:
Workers Power
Fecha:
11/11/2003
Traductor:
Guillermo Crux, especial para PI
Fuente:
Workers Power Global
París, 9 de noviembre de 2003
La semana pasada, las dos principales organizaciones trotskistas francesas, Lutte Ouvrière y la Ligue Communiste Révolutionnaire, acordaron formar listas comunes en las elecciones regionales y europeas del año próximo. Esto produjo artículos alarmistas en la prensa mundial mientras los editorialistas y periodistas se preocupaban con la idea de que la política revolucionaria pudiera ser una opción viable para el electorado francés.
En uno nivel, la excitación periodística es difícil de explicar. Por empezar, no es para nada algo nuevo. La última vez que hubo elecciones regionales y europeas - 1998 y 1999, respectivamente - también hubo listas comunes de LO-LCR. Los resultados, impresionantes para organizaciones que son vistas como revolucionarias, apenas hizo temblar a la burguesía en sus botas colectivas: algunas docenas de consejeros regionales y cinco eurodiputados.
Además, el programa conjunto tampoco podría decirse que fuera algo que movilizara a las masas - la mezcla usual de vagas referencias a la destrucción del capitalismo, y un conjunto de demandas reformistas de izquierda, sin conexión entre ambas. La necesidad de la acción obrera, del control obreros como la clave para defender los intereses de los trabajadores y destruir el capitalismo, fueron excluidas deliberadamente de un programa que ambas organizaciones aceptaban para formular para encajar con los prejuicios reformistas de izquierda de algunas capas de los trabajadores franceses.
Sin embargo, 2003 no es ni 1998 ni 1999. Esta vez, el voto por una lista unitaria entre LO y LCR podría lograr mucho más que consiguir algunos escaños de consuelo. Las encuestas de opinión sugieren que hasta un tercio del electorado francés podría votar por las listas de LO-LCR.
Si así fuera, LO-LCR conseguirían alrededor de 25 euro-diputados, y en las elecciones regionales obtendría gran cantidad de escaños, quedándose probablemente con el equilibrio de poder en muchas de las sumamente poderosas asambleas regionales. Parangonado con el crecimiento potencial del Front National de Le Pen, esto podría paralizar muchas regiones debido a una segunda vuelta de votación y el estancamiento de las asambleas.
Aunque la política de LO y la LCR es fundamentalmente la misma que en el siglo anterior (aunque la LCR ha cambiado su figura principal pública, trocando al veterano del mayo francés Alain Krivine por Olivier Besancenot, un joven y dinámico empleado de correos), la relación de la clase obrera francesa hacia la política ha cambiado sustancialmente durante los últimos años.
El declive de sus dos partidos tradicionales - el Partido Socialista (PS) y el Partido Comunista (PCF) - ha alcanzado nuevas profundidades. La última señal de esto fue en la Primavera de 2002, en la primera vuelta de las elecciones presidenciales: el PCF fue superado fácilmente por la cantidad de votos sumados de los candidatos separados de LO y LCR, mientras que el PS vio a su candidato, el primer ministro Lionel Jospin, empujado al tercer lugar y por fuera de la vida pública.
Ambos partidos han continuado sumergiéndose en el olvido. El PCF, que ya no puede apoyarse en sus dos aliados históricos - la burocracia soviética y la CGT, ya que la primera está muerta y la segunda rompió el lazo histórico entre las dos organizaciones - se ha vuelto virtualmente una irrelevancia, la quinta rueda en el carruaje del PS.
El PCF ahora no controla más que un puñado de alcaldías de distritos obreros, e incluso en lo que fue alguna vez el baluarte de su poder - el antiguo "cinturón rojo" alrededor de París - no puede presentar una rostro unitario. Se enfrenta ahora con una opción decisiva y potencialmente fatal: o unir fuerzas con el PS y mantener sus escaños pero perder su base, o ir solo, perder sus escaños y quizás retener a una pequeña parte de sus apoyos.
El PS, que goza de mucho mayor apoyo electoral y tiene un control más sustancial de los gobiernos locales y regionales, continúa sin dirección, a la deriva y sin timón luego del retiro de Jospin de la política tras su humillante fracaso en 2002.
Al PS generalmente se lo ve correctamente como un partido tecnocrático que pone los intereses de los patrones por delante de los de la clase obrera. Incluso su bandera de «reformas», como la semana laboral de 35 horas, fueron implementadas para ayudar al capitalismo francés (en este caso por subsidiar a los patrones y aumentar la flexibilidad de la semana laboral), y a expensas de las condiciones de trabajo de los obreros.
Como mostró la elección presidencial de 2002, el PS ya no puede confiar en el apoyo de una parte importante de la población. Un número creciente de gente se siente atraída por un discurso que, al parecer, pone en primer lugar a los trabajadores, y se están preparando para mostrarlo, por lo menos electoralmente. Tal vez no estén de acuerdo o incluso no sepan mucho sobre la política de LO y la LCR, pero saben que odian al PCF, al PS y a los patrones.
Sobre todo, en la primera parte de este año estos mismos trabajadores mostraron su rechazo hacia los caminos tradicionales del reformismo en las calles, a través de la ola masiva de huelgas contra la "reforma" gubernamental del sistema jubilatorio y sus ataques hacia los docentes.
Eso explica por qué las oficinas de prensa de todo el mundo empezaron a entrar en pánico el fin de semana pasado. Ni los políticos ni los periodistas piensan que la revolución esté a la orden del día en Francia. El otoño inesperadamente "frío", luego del tumulto de la lucha de clases a comienzos de año, muestra que, desgraciadamente, por el momento tienen razón.
Pero existe la posibilidad muy real de que un arma clave en las manos de los patrones - la existencia de partidos obreros pro-capitalistas de masas que puedan encauzar fácilmente en forma electoral el descontento de la clase trabajadora - puede estar comenzando a fallar.
La situación en Francia es rica en su potencial para los trabajadores y la juventud. Particularmente, existe la posibilidad real de que pueda construirse un nuevo partido obrero de masas, sobre bases democráticas, con raíces en los lugares de trabajo, las comunidades y la lucha de clases, que pueda desafiar a la patronal francesa no sólo en las elecciones sino, principalmente, en la lucha de clases.
Respecto a esto, hay que saludar el acuerdo LO-LCR y parece probable que, frente a la ausencia de una lista basada en las luchas de los trabajadores y que reagrupe a sectores importantes de la vanguardia de la clase obrera, los revolucionarios en Francia llamarían a votar a esta lista.
Sin embargo, toda la historia de LO y la LCR sugiere que no estarán a la altura del desafío de la política francesa del siglo XXI. Ambas organizaciones permanecen firmemente arraigadas en el mundo de la pos-guerra que las vio surgir, esperando una ruptura que nunca llega de secciones importantes del PCF mientras el propio PCF se disuelve lentamente en la nada. Ni LO ni la LCR comprenden que su Godot está muerto.
La mezcla fatalmente debilitante de pasividad y sectarismo de LO transforma todo lo que toca en plomo. En 1995, luego de su (por entonces) votación histórica de 5% para las elecciones presidenciales, llamaron a formar un nuevo partido obrero y organizaron reuniones por todo el país, juntaron firmas etc., antes de que su aparato semi-clandestino se amedrentara demasiado y abortara todo, declarando que había sido "simplemente propaganda, por supuesto". Su patético reflejo conservador se encontró con una mezcla de risas y lágrimas.
La LCR, que tiene un oportunismo más notorio y recientemente ha crecido en forma sustancial (a diferencia de LO), tiene una historia más afortunada en lo que respecta a la construcción de estructuras de frente único en la clase obrera. Sin embargo, su orientación se dirige fundamentalmente hacia los remanentes del PCF y su entorno. Sus acciones en vistas al Foro Social Europeo (FSE) en las que han respaldado a la actual dirección stalinista de Attac de forma consistente demuestran esto.
Además, la mayoría del 80 % de la conferencia de la LCR a favor de la alianza con LO fue sobre todo, un voto de conveniencia: todas las fracciones son conscientes de que esta es la mejor manera de obtener escaños, independiente de su desdén general hacia LO y su impostada "ortodoxia". Por supuesto que lo mismo vale para LO, que se preparan a tragarse sus correctas críticas a la LCR por votar a Chirac contra Le Pen en 2002 y su rechazo de "ortodoxia" de papel hacia las orientaciones deliberadamente oportunistas de la LCR, simplemente para poder conseguir algunos escaños más.
No hay absolutamente ninguna señal de que alguna de las dos organizaciones esté haciendo otra cosa que no sea continuar con sus negocios como de costumbre, mezclando maniobras internas y externas con un apetito cada vez mayor por intervenciones puramente electorales.
En otras palabras, dependerá de algo más que una decisión por parte de LO o la LCR cambiar fundamentalmente la situación en Francia. Sólo la propia clase obrera puede empujar hacia el fondo los inertes intereses facciosos y los métodos políticos escleróticos de estas dos organizaciones.
La intervención decisiva de los trabajadores en la acción también resaltará la insuficiencia completa del programa presentado por LO y la LCR, y la necesidad de un programa de acción revolucionario, basado en la acción de los trabajadores y el control obrero. Sólo un programa así podría darle un contenido apropiado a su peso e influencia potencial en la sociedad a todo nuevo partido obrero, trazando el camino que va de la protesta hacia la conquista del poder.
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