EEUU

Saddam se ha ido

 

Autor: David Corn

Fecha: 15/12/2003

Traductor: Celeste Murillo, especial para P.I.

Fuente: The Nation


No ignoramos que algo bueno pueda resultar de lo malo. George W. Bush llevó a los Estados Unidos a la guerra y la ocupación. Su administración fue descuidada y negligente en la planificación del período pos-invasión. Ha encarado mal los desafíos de la reconstrucción en Irak, entrampando a los Estados Unidos en un feo (y mortal) desastre. Y ha aislado EEUU de gran parte del mundo. Aún así, Bush atrapó a Saddam Hussein, el carnicero de Bagdad.

La captura de semejante asesino es una buena noticia. Hussein merece pudrirse el resto de sus días en el nido de ratas donde fue encontrado. Pero la captura de Hussein no justifica la guerra. De cierto punto de vista, es lo menos que podía hacer Bush, después de invadir bajo excusas falsas. Le dijo al público norteamericano que era necesario bombardear, invadir y ocupar Irak, en lugar de realizar inspecciones de armas más agresivas para neutralizar la amenaza de las armas de destrucción masiva de Irak. Dijo que su administración tenía pruebas irreprochables de que Hussein tenía esas atroces armas y conexiones con Al Qaeda. Siete meses después de entrar a Irak, la administración Bush no ha sido capaz de presentar evidencias para sostener su argumento central para ir la guerra. En lugar de eso, Bush y sus camaradas justificaron cada vez más la guerra como una operación para liberar a los iraquíes de la represión de Hussein. Y atrapar a Hussein ciertamente ha permitido a Bush y los defensores de la guerra, utilizar aún más esta justificación luego del hecho. Luego de la captura de Hussein, el líder de la mayoría del Senado Bill Frist dijo, "La razón por la que estábamos en ese país en primer lugar está siendo cumplida” En absoluto. Hussein no fue encontrado con armas de destrucción masiva sino con 750,000 dólares. Pero lo que fue bueno políticamente para Bush fue bueno también para Irak y el mundo.

El tono de celebración que acompaña gran parte de la cobertura periodística de la captura de Hussein, sin embargo, quizás sea más triunfal que justificado. No hubo indicación inmediata de que el arresto de Hussein tuviera un impacto directo en la insurgencia. Las circunstancias en las que fue descubierto no sugieren que estuviera jugando un rol de liderazgo cotidiano en la insurgencia anti-EEUU. Puede ser que su captura desaliente a los leales del Baath, que han estado atacando los objetivos de EEUU y realizando acciones terroristas. Y quizás otros iraquíes que estaba preocupados por el posible regreso de Hussein ahora estén más dispuestos a apoyar o acompañar acciones de EEUU en Irak. Pero también es posible que si el Baath “des-husseinado” decrece –algo que sería para festejar- algunas fuerzas islámicas opuestas a la ocupación, que previamente no querían ser identificadas con los violentos restos del Baath, quizás se sientan más libres para involucrarse en la violencia anti-norteamericana.

Para utilizar dos clichés, es demasiado pronto para decir cómo -o si- la captura de Hussein alterará la realidad en el país. Cuando las tropas norteamericanas asesinaron a sus dos hijos, Uday y Qusay, algunos comentaristas pro-guerra predijeron rápidamente un punto decisivo en la guerra, afirmando que esta prominente victoria de las fuerzas de EEUU seguramente desmoralizarían a la guerilla anti-norteamericana. En lugar de eso, se fortaleció. Dado que el Pentágono no tiene aún una imagen clara de quién está luchando contra las fuerzas norteamericanas -y por qué- es difícil calcular qué significa el arresto de Hussein en términos estratégicos. Su captura podría tener poco efecto en la transición política que desorienta a la Casa Blanca. En una entrevista al candidato demócrata a la presidencia, Wesley Clark, después de que se publicó la noticia, Judy Woodruff de CNN le preguntó, “¿Cuáles son los asuntos pendientes con respecto a Irak?" La respuesta: muchos -cómo reconstruir Irak, cómo revivir un gobierno, y cómo terminar la ocupación de EEUU. En el conjunto de esas cosas importantes para hacer en Irak, la captura de Hussein quizás no cambie mucho.

También se plantea la cuestión de qué hacer con Hussein. ¿Un juicio en Irak? ¿Y quién estaría a cargo? ¿Los norteamericanos? ¿El consejo de gobierno designado por EEUU? ¿O un juicio ante un tribunal internacional, quizás en la Haya? Imagínense el espectáculo. Algunos adversarios de Bush, con mentes conspiradoras y excesiva imaginación, habían especulado que EEUU ya tenía a Saddam Hussein y a Osama bin Laden (¿se acuerdan?) en hielo y que la administración Bush planeaba usarlos como parte de una gran sorpresa de octubre durante el próximo otoño. Era insensato suponer eso. Karl Rove no es tan magistral como manipulador. Pero consideren cómo ayudará un juicio a Hussein, durante las semanas o meses previos a la elección de 2004, a los esfuerzos de Bush por la re-elección (y cómo disminuirá la atención de los esfuerzos del candidato demócrata). ¿Quién planificará ese juicio? ¿Se le dará oportunidad a Hussein en ese proceso de desafiar la acusación de Bush sobre las armas? O para proporcionar su versión de lo que Donald Rumsfeld le dijo en 1983, durante un encuentro cara a cara, cuando Rumsfeld visitó a Hussein como enviado del presidente Reagan y entabló relaciones amistosas con el tipo que estaba luchando contra los ayatolas de Irán. En ese momento, Hussein utilizaba armas químicas contra Irán -un tema que presumiblemente surgirá en un juicio a Hussein. El año pasado, Rumsfeld declaró que había "advertido" a Hussein sobre el uso de esas armas, pero los archivos desclasificados del Departamento de Estado de esa reunión indicaron que no lo hizo.

Encadenar a un dictador es un logro. Pero no hay razón para creer que este logro dramático para Bush sea un progreso en la llamada guerra contra el terrorismo. El día del arresto de Hussein, uno de los tenues elementos del tenue caso que ligaban a Hussein al 11/9 se evaporó. El New York Times informó que un funcionario de inteligencia iraquí capturado,sobre quien algunos partidarios de la guerra decían que se habría reunido el 11/9 con Mohamed Atta, le dijo a sus interrogadores norteamericanos que tal reunión nunca sucedió. (La CIA y el FBI ya concluyeron que no había nada para alegar que Atta se hubiera reunido con este iraquí.) Y el día que el ejército de EEUU reveló que había atrapado a Hussein, el Washington Post señaló en la tapa que "Al Qaeda continúa recibiendo una amplia financiación no sólo para llevar a cabo sus propios complots, sino también para financiar grupos afiliados de terroristas y para buscar nuevas armas". Uno quizás se pregunte si los líderes de Al Qaeda estaban mirando la cobertura de la captura de Hussein y reían diciendo "estúpidos".

La distracción número uno de la guerra contra el terrorismo ha sido removida. Dejen que los iraquíes celebren. Dejen que Hussein sea castigado, aunque ningún castigo ideado por mortales pueda reparar sus crímenes. Dejen que Bush y su tripulación hagan una modesta danza de victoria. Pero no olvidemos que Hussein -brutal como fuera, no era la amenaza principal para EEUU y que su captura no garantiza el éxito en Irak o en la (más correctamente denominada) guerra contra Al Qaeda.


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