Irak, Medio Oriente y Asia

La Moraleja de Saddam Hussein

 

Autor: Editorial

Fecha: 18/12/2003

Traductor: Analí T.B., especial para P.I.

Fuente: The Economist


Nadie emerge con mucho crédito de la saga de Irak. El futuro podría ser más esperanzador.

Fue una manera alentadora de finalizar un año sangriento. Ver a un dictador sangriento siendo extraído de un pozo en la tierra como si fuera una rata ofrecía un espectáculo poco común de la virtud armada y el mal vencido. Pero si la captura del tirano es causa de festejo, también debería generar un momento de sobria reflexión. Como probablemente será claro cuando sea sometido a juicio, pocas personas o gobiernos en Occidente, el mundo árabe y más allá, emergen con crédito de la larga y penosa saga de gobierno de Saddam Hussein.

Saddam nunca fue criatura de Occidente. Fue la Unión Soviética que lo armó. Pero el golpe sangriento que trajo a los Baatistas al poder en 1963 podría (los historiadores aún no saben) haber recibido ayuda de la CIA. Cuando invadió Irán, empezando una guerra que se extendió durante gran parte de los años '80 y que podrá haber consumido hasta un millón de vidas, muchos extranjeros creyeron conveniente utilizarlo. Occidente lo llegó a ver como un arma contra la amenaza que el Ayatollah Khomeini le planteaba a los estados árabes y su petróleo. Los franceses le vendieron aeronaves y mísiles, y los americanos le proveyeron de inteligencia para el campo de batalla.

Hipocresía americana, nos dicen. Pero los regímenes árabes apoyaron su guerra contra Irán, y las masas árabes lo alentaron. En 1988, cuando el Departamento de Estado calificó de "aborrecible e injustificable" su uso de armas químicas contra los kurdos, la Liga Árabe saltó a defenderlo. Antes de invadir Kuwait en 1990, millones de árabes -- no sólo los regímenes sino también los pueblos -- estaban entusiasmados con su promesa de destruir "la mitad de Israel" con fuego químico. Algunos árabes, incluyendo a Yaser Arafat, siguieron aplaudiendo aún después de que tomara posesión de Kuwait. En 1991, los Palestinos se subieron a sus techos para aplaudir la caída de mísiles scud sobre Tel Aviv.

Las victorias defectuosas de una dinastía

La familia Bush se transformó en la némesis de Saddam. Pero la trayectoria de los Bush, padre e hijo, es mixta. En 1990, el primer Presidente Bush manejó la invasión de Kuwait por parte de Irak con una habilidad ejemplar. Formó durante 5 meses una gran alianza, y luego comandó una guerra rápida con la autoridad de un Consejo de Seguridad unido. Está de moda en este momento criticarlo por no haber seguido hasta Baghdad para matar a Saddam, pero esta es la sabiduría de la recapacitación. En ese momento, muchas voces, (incluyendo la de The Economist) le pedían al Sr. Bush no excederse del mandato de la ONU, que era sólo rescatar Kuwait. Él (y nosotros) supusimos que había una buena posibilidad de que un Saddam humillado cayera de todos modos. Enviar a un ejército americano a conquistar una gran capital árabe no parecía ser una idea espléndida. Pero ese error honesto, fue teñido de lo que ocurrió después. El Sr. Bush convocó a los iraquíes a sublevarse, sólo para darles la espalda cuando aquellos que lo hicieron fueron masacrados en un baño de sangre que los EE.UU. podrían haber detenido.

La historia recordará que Bush hijo, disfrutando en este momento de la captura del dictador, ha coleccionado su propia serie de fracasos para oponer a sus triunfos. Él también condujo una guerra rápida. Pero su diplomacia de la preguerra fue menos hábil que la de su padre, y su planificación para la ocupación de posguerra fue rudimentaria. América fue a la guerra basada en lo que parece ser ahora inteligencia débil o falsa, la cual el equipo de Bush exageró, sobre las armas prohibidas de Saddam. De hecho, la justificación de la guerra no debería haber sido distorsionada de esta manera. Saddam fue un agresor serial que se había negado durante más de una década a comprobar más allá de cualquier duda que se había desarmado de acuerdo al cese del fuego que siguió a su expulsión de Kuwait.

El Sr. Bush ha agravado las cosas al retratar a Irak como parte de la guerra contra al-Qaeda. Aunque esta simplificación podría jugar en Peoria (especialmente en las elecciones presidenciales), es equivocada. Sí, Saddam aterrorizó a su pueblo y a sus vecinos. Pero juntar a todos los enemigos de los EE.UU. en la categoría de 'terroristas' es jugar con las palabras, y aún peor, es arriesgar confundir la política. Osama Bin Laden es un fanático religioso con una visión apocalíptica de la guerra islámica permanente contra el infiel. Saddam es un nacionalista árabe secular que tenía un sueño racional y peligroso de adquirir super-armas y dominar las reservas mundiales de petróleo. Saddam debía ser detenido, pero su derrota no ha apurado necesariamente la derrota de al-Qaeda, y podría hacer que la victoria sea más difícil aún si continúa alimentando la rabia musulmana contra Occidente.

La derrota total de otro

¿Continuará enfureciendo a los musulmanes la ocupación americana de Irak? Quizás lo haga, pero es innecesariamente desesperante afirmar que debería hacerlo. Por lo menos, la captura de Saddam, luego de la muerte de sus hijos, Uday y Qusay, debería convencer a los iraquíes que el viejo régimen no volverá jamás y que deberían prepararse para un futuro distinto. El Sr. Bush espera que esto "cambie la ecuación" en la tierra, y podría hacerlo. Un pico de violencia después de la detención demuestra que muchos iraquíes siguen queriendo, en nombre del Islam, el arabismo u otra cosa, luchar contra el ocupante. Aún así, muchos más parecen contentos en la ausencia de cualquier alternativa plausible para darle la oportunidad a la administración interina que los americanos están sentando.

Lo que ocurrirá después no será moldeado únicamente por los americanos. Mucho también depende de lo que Irak mismo es capaz de hacer. Gracias al largo reino de Saddam Hussein, nadie sabe realmente lo que podría significar. Es poco seguro que podría permanecer como un único país, sin mencionar la posibilidad de que se transforme en la clase de democracia liberal que los americanos quieren que sea.

Irak es una de las creaciones más bizarras del colonialismo. Su sentido de 'nación', nunca fuerte, ha sido moldeada por la manera en que la alimentó Saddam. Torturó y mató para poder gobernar, otorgando privilegios a la minoría sunita, gaseando a los kurdos y persiguiendo a la mayoría chiíta. Al mismo tiempo, le quitó al país sus instituciones políticas. El partido gobernante existía únicamente para sostener el culto a la personalidad del gobernante. El parlamento se transformó en un una cifra; el ejército se dividió contra sí mismo para evitar los golpes. No es casualidad que ningún soldado o político destacado haya podido desde la guerra movilizar el apoyo de la totalidad de los iraquíes: Saddam se propuso asesinar a cualquiera que tuviera el potencial para lograrlo. Y sobre estas ruinas, los EE.UU. se plantea construir un símbolo de esperanza para otros árabes. ¿Por qué pretender que la primera democracia árabe surja en Irak, de todos los países?

La respuesta es sencilla. Accidente. La democracia tiene una oportunidad en Irak debido a que los repetidos cálculos equivocados de su dictador resultaron en su remoción forzosa por parte de un superpoder que, a diferencia de los imperialistas que partieron durante el siglo XX, no se atreve a oponer cualquier otro sistema. Quizás los EE.UU. no lo logren, pero ahora que ya se encuentran allí, deben intentarlo.

La tarea no es imposible. En todo el mundo árabe, le ha convenido a los líderes no-electos culpar a la profunda estructura de sus sociedades, la injerencia de extranjeros y las complicaciones del Islam por la ausencia de democracia. Pero podría ser aún más sencillo que eso. Cuando se les da la oportunidad, los árabes tienen pocas dificultades para entender de qué se tratan las elecciones. Lo que ha evitado la democracia es la negación de sus gobernantes de arriesgarse a perder el poder. Estos gobernantes dicen ahora que la democracia no puede funcionar en Irak porque ellos mismos no la quieren en sus propios países.

En Irak mismo, los ocupantes extranjeros, siendo ocupantes extranjeros, no son apoyados. Y aún hay pocas voces, hasta entre los clérigos chiítas, que se oponen a la idea de democracia. Tomará su tiempo, sin duda, crearla. Pero después de los horrores de Saddam, ¿por qué el pueblo de Irak debería soportar otra cosa?


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