Irak, Medio Oriente y Asia
Irán
Autor:
Editorial
Fecha:
11/2/2004
Traductor:
Isidoro, especial para PI
Fuente:
Economist
Los conservadores religiosos de Irán se anotan otra Victoria mientras el presidente reformista del país ordena detener el boicot de su partido en las elecciones parlamentarias de este mes
Cuan irónico fue que el Presidente de Irán Muhammad Khatami recibiera al Príncipe Carlos, el heredero del trono británico, en la visita sorpresa del príncipe a Teherán el Lunes 9 de Febrero. Mientras que Carlos será algún día la muy impotente cabeza figurativa de una democracia parlamentaria que simula ser una monarquía, los acontecimientos de los días recientes muestran a su anfitrión siendo la muy impotente cabeza figurativa de una supuesta democracia parlamentaria que es de hecho una teocracia.
Mientras el príncipe llegaba a la capital iraní, el país estaba en medio de los bastante acallados festejos por el 25º aniversario de la revolución islámica que derrocó a su monarquía pro occidental. Esto ha coincidido con una de las peores crisis políticas de Irán desde la revolución de 1979. Los partidos que patrocinan las reformas democráticas, quienes tienen la mayoría en el actual parlamento de Irán, están protestando porque muchos de sus candidatos han sido proscriptos por el Concejo de Guardianes, un grupo de línea dura de clérigos y juristas islamistas, para presentarse en las elecciones previstas para el 20 de Febrero. No por primera vez en los años recientes, parece que los poderosos, no elegidos intransigentes religiosos van a salirse con la suya.
Entre los miles de candidatos prohibidos por los Guardianes había más de 80 parlamentarios en funciones, incluyendo al hermano del presidente, Muhammad Reza Khatami, quien conduce el partido pro reforma más grande, el Frente de Participación. Desde que comenzó la crisis, el líder espiritual supremo de Irán, Ayatolá Ali Khamenei, ha ordenado por dos veces a los Guardianes que reconsideren las proscripciones. Legado un punto la semana pasada, parecía que había negociado un compromiso en el cual la mayor parte de los principales reformistas serían admitidos en la contienda electoral después de todo. Pero quizá el Ayatolá está resultando no ser un líder tan supremo como su predecesor, Ayatolá Ruhollah Khomeini, quien dirigió la revolución de 1979, ya que los Guardianes todavía están rechazando rehabilitar a cientos de los candidatos descalificados.
Por un momento pareció posible que el Presidente Khatami y otros reformistas estuvieran fortaleciéndose para confrontar a los clérigos. Los legisladores reformistas organizaron una sentada en el parlamento a los largo de tres semanas; un tercio de los miembros del parlamento entregaron sus renuncias; sus partidos anunciaron un boicot de las elecciones; y el presidente y su gobierno insinuaron que podrían dimitir o simplemente negarse a organizar el sufragio. Pero la semana pasada el Ayatolá Khamenei dijo que las elecciones debían llevarse acabo. A su tiempo los reformistas empezaron a derrumbarse. El fin de semana, el presidente y el vocero del parlamento escribieron al ayatolá, aceptando que las elecciones se realizarían a tiempo. El lunes, un funcionario del propio partido del presidente, la Liga de Clérigos Combatientes, dijo que no boicotearía las elecciones. Hasta ahora no ha habido declaraciones del más grande Frente de Participación o de otros partidos reformistas en cuanto a si el boicot continuará o no.
La lucha de poder entre los dos gobiernos de Irán –- el democrático y el teocrático –- se ha encarnizado desde que el Presidente Khatami fuera electo por primera vez en 1997. A pesar de que virtualmente todos sus esfuerzos de liberalización fueron frustrados, fue reelegido en el 2001. Sus compañeros reformistas pasaron rápidamente a la victoria en otras elecciones, pero sufrieron similares desaires por parte de los clérigos. El parlamento ha aprobado algunas leyes notablemente ilustradas en años recientes: de liberalización de la prensa; de firma de convenciones de las Naciones Unidas que penan la tortura y la discriminación sexual; y de freno a los asaltos policiales a las universidades, que son una base para los movimientos pro reforma. Pero el Concejo de Guardianes ha hecho añicos cada una.
Los iraníes comunes y corrientes están artos de ver sus libertades personales coartadas por los clérigos, y frustrados por el estancamiento económico que la revolución islámica ha traído. Es decir, también han perdido la paciencia con el fracaso continuo de los reformistas por cumplir con sus grandes promesas de cambio. La última vez que los iraníes tuvieron oportunidad de votar, en las elecciones a concejos locales hace un año, la mayoría pensó que no valía el esfuerzo. La baja asistencia favoreció a los conservadores religiosos. La apatía de los votantes probablemente les hubiese dado la victoria nuevamente en las elecciones parlamentarias de este mes, pero parece que los Guardianes no querían tomar ningún riesgo, de ahí las proscripciones sobre tantos candidatos pro reforma.
El peligro ahora es que sólo suficientes de los candidatos reformistas “vetados” se mantienen para permitir que los clérigos declaren que hubo una elección correcta, mientras la apatía de los votantes y una escasez de candidatos liberales aseguran una entrada bulliciosa a los candidatos de línea dura. A menos que el Concejo de Guardianes se vuelva atrás en el último minuto, lo que se ve aún menos probable, la elección será una farsa y el parlamento resultante una burla.
Con los reformistas ahora cerca de ser empujados fuera de la escena política de Irán, la lucha más interesante para seguir puede ser aquella entre los dos principales grupos de clérigos conservadores –- los de mayor línea dura, aislacionistas y los más pragmáticos que quieren que Irán continúe mejorando sus relaciones con el resto del mundo. La reciente decisión de Irán de confesar sus estudios nucleares y dejar que los inspectores de la ONU hagan controles más rigurosos sobre sus facilidades nucleares parecería haber sido una victoria para los conservadores pragmáticos.
La mayor amenaza que queda al poder de los clérigos–-de línea dura o pragmáticos–-es los movimientos estudiantiles pro democracia. Estos han permanecido inactivos durante la última crisis. Sin embargo, los estudiantes se han lanzado a las calles en grandes números anteriormente, y pueden hacerlo de nuevo si los conservadores se salen con la suya y una elección fraudulenta produce un parlamento cuyos miembros no representen a la opinión pública. Semejante falsa democracia sólo es probable que acerque el día en que la tolerancia de los iraníes frente a ser controlados férreamente por clérigos finalmente estalle en mil pedazos.
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