Izquierda Marxista
Imperialismo y militarismo
Autor:
Claude Serfati
Fecha:
26/7/2003
Fuente:
Viento Sur
El ascenso del militarismo americano, uno de cuyos momentos es la invasión de Irak, está estrechamente ligada a características geopolíticas y económicas de la fase actual del capitalismo. La forma en que las fuerzas compulsivas que alimentan el militarismo y las guerras /1 se abren un camino y acaban por imponerse en ciertas configuraciones históricas e institucionales debe ser analizada con cuidado, so pena de repetir generalidades. No se puede hablar de las “guerras en general”, incluso a propósito de las guerras llevadas a cabo en la época del imperialismo analizado por Hobson y los marxistas de la II Internacional. Las guerras de conquista colonial, que consolidaron a los países imperialistas, ocurrían en condiciones económicas y políticas, con objetivos que diferían en numerosos puntos de las dos guerras mundiales del siglo XX, en las que se enfrentaron directamente esas mismas potencias imperialistas. Afirmar que la guerra y el militarismo han sido siempre un arma de dominación del capital es un punto de partida necesario. Sin embargo, eso no lleva muy lejos si se saca como lección (incluso preliminar) de la guerra contra Irak que no hay nada nuevo bajo el cielo imperialista y que la economía continúa “como antes” una vez que la guerra se ha terminado.
Tres factores absolutamente complementarios me parecen determinantes para comprender la situación actual. En primer lugar, la guerra contra Irak se inscribe no sólo en la continuidad “histórica” de la política imperialista de Estados Unidos, sino sobre todo en su reactivación a gran escala, ya más que evidente en el curso de los años 90. Esta reactivación, igual que la imbricación más estrecha de la economía y del militarismo han sido generalmente subestimadas por los marxistas que trabajan en el terreno de la crítica de la economía del capital. En segundo lugar, la regeneración del sistema militar-industrial, cuyos lazos con el capital financiero (inversores institucionales, mercados financieros) se han reforzado seriamente en el pasado decenio, refuerza la inexorabilidad de la guerra.
El tercer factor mayor resulta de las contradicciones a las que conduce la mundialización del capital. Ésta ha hundido a la mayor parte del planeta en la crisis y puesto en cuestión las condiciones de supervivencia de una parte creciente de la humanidad. Un ciclo de la mundialización del capital se ha cerrado en 2000. Estados Unidos se han visto a su vez confrontados a una recesión desde finales del 2000 (bastante antes de los atentados del 11 septiembre). Son con toda evidencia los principales beneficiarios de la influencia creciente ejercida a escala mundial por el capital financiero. Sin embargo, en cuanto se considera a la economía mundial “como una poderosa realidad interdependiente creada por la división del trabajo y por el mercado mundial, que en nuestra época domina todos los mercados nacionales” /2, es absurdo considerar que el capitalismo americano puede estar duraderamente “fuera de la crisis”. La acumulación de contradicciones, una de cuyas formas contemporáneas más importante se manifiesta en un parasitismo financiero de gran amplitud, se ha expresado en el corazón del estado rentista dominante. Estos tres factores se han autoreforzado y necesitan un reexamen, que no puede ser hecho aquí, de la relación de lo “económico” con lo político (que incluye lo militar) en el seno del capitalismo como modo de dominación social.
Una huída hacia delante
La guerra contra Irak representa una huída hacia adelante de Bush y su equipo. Su comportamiento no está ciertamente basado en un terrorismo artesanal, sino en un terrorismo de Estado basado en una formidable potencia de fuerzas destructivas. El riesgo para la administración no se sitúa en el plano de las relaciones de fuerza militares, sino que depende de las condiciones en las que esta guerra se ha emprendido. La Administración Bush desencadena mecanismos que van no sólo a ser catastróficos para los explotados, sino que pueden revelarse devastadores en el plano de las relaciones geopolíticas y económicas internacionales. Bush no es Roosevelt, el mandato neocolonial que va a poner en pie no es el Plan Marshall; Bagdad no es (aún?) Dresde /3.
La Administración Bush se lanza a la guerra contra Irak agitando profundamente el marco institucional de las relaciones económicas y políticas internacionales. La oposición masiva de los pueblos a la guerra es evidentemente un acontecimiento muy importante, como también lo es el ninguneo de la ONU (ver más adelante). Pero la conmoción afecta también a la configuración de las relaciones económicas establecida en los años 90. La dominación del capital financiero y los procesos de puesta en valor del capital productivo han llevado a un grado muy elevado la interdependencia entre los grandes grupos multinacionales, y en primer lugar los de la zona trasatlántica. Esta interdependencia combina la cooperación para producir cada vez más valor por los trabajadores, y la competencia para preservar las partes de mercado, en un contexto en que la acumulación del capital a escala mundial se ha hecho a un ritmo muy ralentizado en los últimos decenios.
El callejón sin salida al que conduce la dominación del capital rentista, y que es ya perceptible incluso en Estados Unidos, refuerza la búsqueda de soluciones en las que la preservación de los intereses de las élites políticas y de las clases dominantes debe ser directamente asegurada por la fuerza. El “clan Bush” ha sido seriamente depurado de las personalidades “moderadas” que rodeaban a Bush padre. Sus apoyos son los grupos financieros, petroleros y militarindustriales. Representa el ala más activa de las clases dominantes de Estados Unidos. En su seno, ciertas fracciones “ilustradas” pueden estar asustadas por el integrismo religioso y el “unilateralismo” de la Administración, pero en esta etapa, esas inquietudes se borran ante la inevitabilidad de la opción adoptada. A pesar de la huída hacia delante actual, la política de ésta constituye la única solución de que disponen las clases dominantes de Estados Unidos en la etapa actual (es cierto también para la fracción organizada en Gran Bretaña alrededor de la City, con un grado elevado de interpenetración con los mercados financieros americanos).
Imponer un “mandato” sobre Irak, organizar la predación de sus recursos petroleros y defender mañana la dominación del capital rentista mediante sus intervenciones militares aún más poderosas en América Latina y otras partes, marca un cambio radical en el tipo de dominación sobre las clases y los pueblos, pero también en las relaciones con los otros países imperialistas. Esta guerra y las que pueden seguir no anuncian un capitalismo en el que reinaría la “paz de los mercados”. Introduce profundos elementos perturbadores, incluso en los procesos económicos que se han desarrollado desde hace un decenio. El modo de dominación social del capital que resultará de la ocupación de Irak tendrá poco que ver con las reglas que son discutidas en el seno de la OMC.
La guerra contra Irak se emprende en un momento en que la Administración Bush, confrontada a la recesión y a un paro que no deja de crecer, ha hecho adoptar un programa presupuestario del que incluso los medios de negocios dudan mucho que pueda sustancialmente relanzar el crecimiento. Sus rasgos dominantes son un aumento de los gastos militares y una reducción masiva de los impuestos para la minoría más rica y rentista de la población /4. De la forma en que será concluida la guerra contra Irak y del precio del petróleo dependerán la amplitud y la duración del “alivio de los mercados”, el volumen de capitales que afluirán del resto del mundo en búsqueda de seguridad reencontrada en las plazas financieras americanas y la confianza de los hogares americanos. Sin embargo, el estimulante del que se podría beneficiar la economía americana corre el riesgo de ser de corta duración. La inestabilidad creciente de los ciclos de crecimiento y de recesión que ha caracterizado la economía mundial en el curso de los años 90 será aún reforzada por las guerras e intervenciones militares que llevarán Estados Unidos, en nombre de su seguridad nacional que, recordémoslo una vez más, incluye la defensa de los sistemas globales financieros, comerciales, de transporte y de energía.
Chirac y la ONU
Un punto débil del movimiento contra la guerra imperialista de Bush, perceptible también en los análisis hechos por los especialistas que se sitúan en una problemática “anticapitalista”, concierne al lugar que conceden a los gobiernos de los demás países capitalistas, principalmente Francia.
Se asiste desde hace meses a un reagrupamiento consensual explícito o tácito /5 alrededor de la “posición de Francia” sobre la cuestión de Irak que merece una reflexión. La posición defendida por Chirac y de Villepin era que Irak debía ser desarmada por medios pacíficos y por mandato del Consejo de Seguridad de la ONU. No es necesario retomar los términos vehementes utilizados por los dirigentes soviéticos contra la SDN (una “caverna de bribones”) o los empleados, por otras razones, por de Gaulle para calificar la ONU (ese “chisme”) para interrogarse sobre el balance real de la ONU. La resolución 1441 ha sido así presentada como producto (y éxito) de la diplomacia francesa. Se situaba de hecho en línea con numerosas resoluciones cuya ambigüedad semántica ha permitido en el pasado interpretaciones a la carta por los países afectados. ¿Quién ha encontrado cosas a criticar en el próximo pasado? ¿Quién se acuerda aún de que la precedente guerra contra Irak (no la primera, puesto que las agresiones coloniales no han faltado en el curso del siglo XX contra ese país) era realizada por Bush padre, sin autorización explícita de las Naciones Unidas? Más recientemente, la guerra llevada a cabo en Serbia por la OTAN no tenía la menor cobertura jurídica, como no la tenían los bombardeos incesantes sobre Irak desde 1998. Y pasaremos sobre el bombardeo del reactor nuclear Osirak en 1981, el bombardeo americano de Libia en 1986, contra Sudán y Afganistán (por el “multilateralista” Clinton). Pasaremos igualmente sobre el “dos pesos, dos medidas” observado por un investigador y militante americano, S. Zunes, que ha señalado, sin exhaustividad, 91 violaciones de resoluciones votadas por el Consejo de Seguridad. Los dos aliados estratégicos de Estados Unidos, Israel y Turquía, van en cabeza con mucho (56 violaciones de las 91 contabilizadas). Comparto sobre este tema el punto de vista de M. Chemillier- Gendreau cuando escribe: “El sistema (fundado en el derecho de veto de los miembros permanentes, C.S.) ha llegado a producir él mismo las violaciones de los derechos humanos” /6.
Lo esencial de la política de Francia ha sido consagrado a intentar salvar la legitimidad del Consejo de Seguridad de la ONU, y de forma más precisa, el derecho de veto que en él tienen los cinco miembros permanentes desde el final de la Segunda Guerra Mundial. El hecho nuevo es que, a pesar de las tentativas hechas por todos los países dominantes, no ha sido posible obtener una segunda resolución de la ONU. Las divisiones en el seno del Consejo de Seguridad revelan sin duda alguna profundas divergencias. Chirac no ha adoptado una posición diferente de los Estados Unidos por amor a la democracia y los derechos humanos. Se jugaba en la ONU una partida decisiva. Se refería a la adecuación entre esta institución, su modo de funcionamiento heredado de las relaciones de fuerza construidas tras la Segunda Guerra Mundial y la realidad de las nuevas relaciones de fuerza geopolíticas y económicas que se han formado en el curso del decenio de los 90. Dos “lógicas” se han enfrentado: por un lado, la libertad que se otorgan los Estados Unidos de ignorar numerosos tratados y reglas de derecho internacional, a comenzar por los concernientes a la “seguridad internacional”, por otro, la defensa de su estatuto privilegiado en el Consejo de Seguridad por Francia y Rusia, y así la preservación de las formas de dominación política encarnadas en el derecho de veto de los miembros permanentes.
Realidad y límites de las rivalidades Interimperialistas
El gobierno francés, comprometido en peligrosas intervenciones militares y diplomáticas para salvar las posiciones de Francia y de sus grupos financieros en África, no ha salido nunca de este marco en la ONU... y de la reafirmación de que Francia es un aliado fiel de los Estados Unidos. La autorización de sobrevuelo dada a los bombardeos americano cargados de armas de destrucción masiva “porque es una tradición entre países miembros de la OTAN” (Chirac) no es más que un signo entre otros de los límites que Chirac se niega a franquear. Desde el comienzo de esta guerra, la diplomacia francesa actúa con un eje: la posguerra y el papel que debe cumplir en ella la ONU /7. No se trata sólo de la tentativa, un poco irrisoria, de transformar la ONU en organización humanitaria (“arreglar los platos rotos de los americanos”). Se trata más profundamente de instituir, bajo la égida de la “comunidad internacional”, una vuelta al mandato propuesto en tiempos de la SDN. Es el único marco en el que el gobierno francés podría esperar jugar un papel. El compromiso a encontrar trata sobre los equilibrios de poder entre Estados Unidos y los demás países, el lugar de la ONU y de la OTAN en la gestión del mandato.
Las rivalidades interimperialistas no han desaparecido en los decenios de la posguerra en beneficio de la creación de un “superimperialismo”. No están tampoco disueltas en la mundialización del capital que habría dado nacimiento a una dominación de los grandes grupos financieros multinacionales que habrían, por su comportamiento, puesto fin a las fronteras y a los estados /8. La paz entre los países imperialistas ha, en fín, reinado tras la barbarie de las guerras interimperialistas del siglo XX, en razón de la extraordinaria supremacía militar, pero también de la importancia de Estados Unidos para las clases dirigentes “occidentales” (que incluyen aquí Japón, Australia, etc.) Sin embargo, nadie puede creer que mañana Estados Unidos esperarán pasivamente un ascenso como potencia del capitalismo chino impulsado por los dirigentes del PC chino que les amenazaría.
Los desacuerdos entre Francia y Alemania y Estados Unidos se basan en una parte importante en las rivalidades económicas. No sólo en el acceso al petróleo iraquí (Elf posee el 25% de los derechos de desarrollo del petróleo de ese país), sino más generalmente sobre las reglas del juego de la competencia internacional. La competencia entre los países capitalistas no ha sido nunca un terreno de juego nivelado en el que los jugadores respeten las reglas y los árbitros. O más bien, sólo lo es cuando el reparto del mundo es equitativo (para las clases dominantes) o conviene a los “jugadores”, es decir cuando la acumulación es relativamente estable y reina una calma provisional.
No es ya el caso hoy. La predación organizada por el despliegue del capital financiero no ha bastado a la economía americana para escapar de la crisis. Las clases dominantes de Europa intentan organizarse frente a la voracidad del capital americano adosado a la potencia militar. Esta resistencia concierne a la vez a la competencia directa en los mercados americanos y europeos, que juntos representan el corazón de la mundialización del capital (entre el 60 y el 80% de los intercambios comerciales, de las inversiones de los grupos multinacionales, de las plazas financieras, etc.) sino también a las pretensiones del capital americano, respaldado en la potencia militar, de marginar a sus concurrentes por los medios “desleales” de la guerra efectiva, de la presión militar-diplomática sobre los países (por ejemplo, la tragicomedia del préstamo al gobierno turco en contrapartida de su aceptación de que las tropas y los aviones americanos pasarán por su territorio).
El problema se decide, una vez más, en Europa. Las clases dominantes de los dos países mayores (las clases dominantes de Gran Bretaña, aunque ellas mismas atravesadas por divisiones sobre la cuestión de las relaciones con Estados Unidos, ocupan un lugar y un comportamiento diferentes) sufren más que nunca de la ausencia de un Estado europeo, cuya materialización verdadera no sería la moneda única, sino la puesta en pie de una defensa común que reivindicaría su autonomía frente a Estados Unidos.
Dos problemas cruciales
Para el futuro del combate contra la guerra y contra el capitalismo, dos problemas son cruciales. El primero concierne al apoyo aportado por los dirigentes del movimiento obrero y social a la posición de Chirac sobre Irak. El consenso que existe en Francia sobre el papel que debería jugar la ONU en esta cuestión me parece marcar una debilidad de la reflexión del movimiento político anticapitalista. El debate sobre otro orden político mundial era posible y necesario, y no se detendría en demandar a Chirac la utilización del derecho de veto de que dispone Francia en la ONU. Cuando Chirac declara que la actitud conciliadora de Sadam Hussein está ligada a la amenaza ejercida por el ejército americano, fija los perfiles de su concepción del derecho internacional /9. Lo que se llama “la crisis de la ONU” es su inadaptación a las nuevas relaciones de fuerza. El movimiento anticapitalista debe formular reivindicaciones ofensivas sobre las cuestiones de la constitución de la formas políticas de la “altermundialización”. El segundo problema concierne a la comprensión de la relación entre guerra y mundialización del capital. La guerra contra Irak no debe ocultar que el planeta está desgarrado por las guerras. Las guerras en África son, de forma ejemplar, parte de la dominación del capital financiero y rentista. No pueden ser subestimadas por el movimiento antiimperialista, en particular en Francia, cuando se conoce la responsabilidad de las redes políticas y financieras (la “Franceafrique”) en el caos y la destrucción masiva de las poblaciones africanas.
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1/ Lo que Jaurès condensaba en esta fórmula: “El capitalismo lleva en sí mismo la guerra como el nubarrón lleva la tormenta”.
2/ Trotsky, prefacio de la edición francesa (redactado en 1930) a La Revolución Permanente.
3/ En febrero de 1945, la aviación aliada bombardeó Dresde, de hecho la arrasó, y 250.000 personas murieron. El objetivo de la campaña era la destrucción de las fábricas de armamento, la fecha y la amplitud de la masacre indican más bien que constituía en realidad un exterminio físico de la resistencia obrera y popular que habría, sin duda, emergido sobre los escombros del Estado nazi.
4/ La revista Business Week (20 enero de 2003) tituló su dossier consagrado al programa presupuestario: “¿Guerra de clases?”. Los elementos reunidos en el dossier indican que no hay duda alguna sobre el hecho de que el signo de interrogación es inútil.
5/ En la tradición de la V República, los parlamentarios franceses no han tenido que votar esta posición, con el argumento de que los asuntos exteriores son competencia del Presidente de la República.
6/ Droit international et démocratie mondiale. Les raisons d’un échec, La Discorde, Textuel 2002, p. 27.
7/ Ver las serviles declaraciones de de Villepin el 26 de marzo en Londres, y, luego el deseo de que los EE UU ganaran esta guerra...ilegal.
8/ He tratado estas cuestiones en “Una burguesía mundial para un capital financiero mundializado?” en (obra colectiva) La bourgeoisie: Clase dirigeante d’un nouveau capitalisme, Syllepse, 2001.
9/ Lo que J. Nikonoff, presidente de ATTAC, llama en una entrevista con L’Humanité (19 marzo 2003), “una posición universalista... ¿Por qué la misma cosa no funcionaría en el plano de la mundialización económica? Si Chirac quisiera verdaderamente entrar en la historia, como dicen algunos, situaría también su acción en el plano económico y social”. ¿Acaso no lo hace?
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