Izquierda Marxista

Brasil: Los primeros seis meses de Lula traen austeridad y ataques

 

Autor: Workers Power

Fecha: 26/7/2003

Traductor: Guillermo Crux, especial para PI

Fuente: Workers Power Global


Cuando Luiz Inácio da Silva - Lula - el Presidente de Brasil se incorporó a la conferencia de "gobiernos progresistas" en Londres en julio debe haberse sentido como en casa. Esta organización de la Tercera Vía fundada por Clinton y Blair se llenó de líderes mundiales que se consideran a sí mismos como "progresistas" mientras se niegan, en la práctica, a tener algún tipo de ligazón con el socialismo.

Los primeros seis meses de Lula en el poder no se han ganado más que los elogios de los ricos y los poderosos. La revista Time lo ha llamado "el Blair de Brasil". John Snow, Secretario del Tesoro norteamericano, no escatimó elogios para las políticas económicas de Lula - sus objetivos presupuestarios, las duras reformas de mercado y los recortes en el gasto público. El FMI y el Banco Mundial se han unido a él en los aplausos para sus políticas económicas "responsables".

Aún así, Lula fue el candidato presidencial del Partido de los Trabajadores (PT) de Brasil, un partido que, según palabras de Lula en un reciente artículo del Guardian, "se define a sí mismo como un partido de izquierda socialista". Lula y el PT llegaron al poder prometiendo impulsar la redistribución de los ingresos, un millón de nuevos empleos, un crecimiento económico estimulado por recortes en las tasas de interés, un programa de "hambre cero", y un programa de distribución de la tierra. Buena parte de este programa fue archivado rápidamente. Lula ahora pide "límites al gasto" y sólo promete "uno o dos años de transición difíciles."

Todo esto era completamente predecible. Lula, un socialista y líder de los metalúrgicos en los años ochenta, había hecho las paces con el FMI mucho antes de la elección. Para re-asegurarle a los mercados estuvo de acuerdo con las condiciones establecidas por sus predecesores para conseguir un préstamo del FMI de $30 mil millones poco antes de su elección. Esto comprometió al gobierno brasileño a obtener un superávit del 3,5 % en su presupuesto así como a continuar pagando los intereses de su enorme deuda externa de $400 mil millones.

Pero Lula incluso ha superado su marca. El PT ha adoptado presupuestos tan exiguos y recortes al sector público que incluso están excediendo las demandas del FMI. En lugar de crear 10 millones de empleos como prometió, se han perdido medio millón.

En lugar de bajar las tasas de interés las mantenido bien altas. Los ingresos reales cayeron 3,8 por ciento en 2002, y caerán más aún este año mientras la inflación, causada por la devaluación, corroe los sueldos. El desempleo ha subido a un nivel oficial del 12 por ciento, el subempleo está desenfrenado.

El PT explica esto como un resultado de 'circunstancias económicas'. Un consejero íntimo de Lula, Luiz Dulci, declaró que después de que fueron elegidos ocurrió "un acto de terrorismo financiero" - $3,5 mil millones huyeron del país.

Brasil se volvió "un juguete en las manos de los acreedores" y las tasas de interés se dispararon. Su respuesta fue meter a los banqueros a controlar la economía, para "dotar de estabilidad monetaria a nuestro programa."

Aquí no hay ni asomo de un 'partido de izquierda socialista' que introduce estrictos controles de capital, cancelamiento de los pagos de la deuda, impuestos progresivos a los ricos - en un país con una de las más grandes disparidades entre ricos y pobres en el mundo. En lugar de esto fueron los trabajadores y los pobres del campo los que tuvieron que pagar por la crisis, ajustando sus cinturones.

Henrique Meirelles, el ex-presidente del grupo bancario norteamericano First Boston fue puesto a cargo del Banco Central, al que se le dio autonomía completa del Gobierno. Meirelles sabe alguna que otra cosa de aquello de ayudar a los pobres. Como presidente del First Boston ganó $1,5 millones en un año gracias a ellos. Meirelles se sumó a una larga lista de capitalistas que recibieron puestos ministeriales - como el Ministro para el Desarrollo del Comercio y la Industria Luiz Fernando Forla, quien fue presidente de la compañía de alimentos más grande de Brasil o el Secretario de Agricultura Roberto Rodrigues, ex-Presidente de la Asociación de la Agroindustria. La Vice-presidencia ya estaba ocupada por José Alencar del Partido Liberal, uno de los mayores patrones textiles del país.

La primera oposición a las políticas pro-FMI del gobierno de Lula provino de dos fuentes - los trabajadores del sector público y el movimiento de los tarbajadores rurales sin tierra - el MST.

Para reducir el gasto público, el gobierno del PT decidió atacar los derechos jubilatorios de los maestros y los tarbajadores estatales. Generoso para los estándares brasileños, el gobierno de Lula está intentando dividir a los trabajadores planteando que tienen que recortar unas "pensiones infladas", cuando cualquier verdadero socialista lucharía para nivelar hacia arriba, no hacia abajo. Los maestros y los empleados estatales pueden jubilarse a los 53, si tienen suficientes aportes, con una pensión igual a su salario. El gobierno está tratando de aprobar una ley para aumentar la edad de jubilación a 63, agregando más años para calificar, y recortando las pensiones al 70 por ciento del último salario.

Durante el 1° de mayo se vieron más de un millón de trabajadores manifestando en Sao Paulo donde las consignas contra la ley de las pensiones eran la principal reivindicación. Lula desistió de concurrir, preferiendo ir a misa. En julio se vio la primera de una serie de huelgas del sector público contra la ley –500.000 empleados del estado pararon puertos, aeropuertos, escuelas y museos. Lula ha declarado su intención de seguir adelante con la ley y ha estado buscando el apoyo de los partidos de derecha en el Congreso para lograrlo. La oposición de diputados del PT - principalmente aquellos afiliados a la corriente Democracia Socialista - han sido amenazados con la expulsión por oponerse públicamente a la ley.

La resistencia de los trabajadores se está llevando a cabo a pesar del apoyo pleno de los líderes de la CUT. Al mismo tiempo, mientras los trabajadores están empezando a contragolpear, el MST ha acabado su tregua con el gobierno en por la toma de tierras. En marzo, el movimiento declaró que el gobierno había hecho muy poco para redistribuir la tierra a millones de sin tierra en las áreas rurales. Brasil es un país de grandes hacendados y pobreza rural crónica. Cifras de 2000 mostraban que un 3 % de la población poseía el 60 % de toda la tierra. El MST ha estado organizando las ocupaciones de tierra durante años como un medio de forzar a los gobiernos brasileños a redistribuir la tierra, frecuentemente sin uso.

Se lanzaron invasiones de tierras, bloqueos y protestas a lo largo del país y a comienzos de julio Lula fue obligado a llamar a una reunión con los líderes del MST. Estos exigieron que al menos a un millón de personas sin tierra les fueran otorgadas parcelas para el 2006. El gobierno dijo que había reubicado a 60.000 familias en sus primeros 6 meses y que el MST tenía que ser paciente. El gobierno planteó que no podría ir más rápido ya que le faltaban los recursos para pagar la electricidad, el agua y los créditos para las nuevas parcelas.

El lobby de los grandes terratenientes está presionando a Lula para que tome duras medidas contra el MST. Ominosamente ya se informa de que algunas organizaciones de terratenientes ya están construyendo milicias privadas para atacar las ocupaciones de tierras. Menos de una semana después de la reunión con el gobierno, uno de los líderes más combativos del MST, José Rainha Junior, fue arrestado por la policía y confinado a una cárcel de alta seguridad acusado de organizar una ocupación.

Luego de llegar al gobierno sobre una ola de apoyo de la clase trabajadora, el gobierno del PT ya está mostrando sus verdaderos colores. Habiendo decidido trabajar dentro del marco del sistema capitalista internacional, el PT se encuentra haciendo el trabajo de éste. Atacando a los pobres y los desposeídos y defiendiendo a los especuladores y los ricos, mientras requiere paciencia y comprensión. Los límites del reformismo en Brasil están siendo agudamente expuestos. La tarea en el próximo periodo es reunir a los tarbajadores y los pobres del campo alrededor de una alternativa revolucionaria al insípido reformismo de Lula.


     

 

   
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