Intelectuales y Académicos

Grietas en la "Agenda Bush"

 

Autor: Against the Current- Editorial

Fecha: 21/9/2003

Traductor: Guillermo Crux, especial para PI

Fuente: Against the Current


La agenda de la administración Bush está mostrando grietas tanto en el frente externo como el interno. La pregunta abierta en este momento es qué tipo de agenda alternativa estará disponible.
Un comienzo importante para revivir al movimiento que llenó las calles en todo el mundo en los primeros meses de este año será la movilización masiva llamada para el 25 de octubre por una amplia coalición de grupos pacifistas y pro-justicia social. Es crucial mantener la acción de masas unificada contra esta guerra continua, incluso mientras se abran debates importantes sobre las estrategias para la política antiguerra y por la justicia global para el 2004.

Es difícil decirlo con toda seguridad, pero cada vez más la conducta de esta administración de la derecha dura está empezando a parecerse a un lento tobogán, que comienza con los grandes planes para la dominación del mundo y llega hasta sólo mantener las apariencias para la elección de 2004.

La apariencia de recuperación: La administración espera mantener a flote el mercado accionario con tasas de interés por el piso, un dólar más débil y recortes de impuestos. Intenta esconder el desempleo creciente detrás de una cháchara vacía sobre "el plan de crecimiento y empleo del Presidente". Dejen que la mini-burbuja estalle, si no hay otro remedio, después de noviembre de 2004.

La apariencia de seguridad: El truco es desplegar la imaginería del 11/9 en un sentido dual, jugando con los miedos más profundos del pueblo y haciéndole sentir que el liderazgo de George W. Bush le trae más seguridad. Debe admitirse que esta manipulación de la imagen es lo que mejor le sale a esta administración derechista, ayudada por medios de comunicación masivos increiblemente dóciles.

Aún así, la administración Bush tanto aquí como en el exterior tiene que enfrentarse a realidades dolorosas. Esas son las buenas noticias; las malas noticias son que el terrible dolor que cae sobre las cabezas de las personas de carne y hueso, desde Medio Oriente hasta el corazón de EE.UU.

Una Ocupación en Crisis

Incluso antes del horrendo bombardeo contra el cuartel general de la ONU en Bagdad, que abrió una nueva fase en el caos de Irak bajo la ocupación de EE.UU. y Gran Bretaña, no fue un verano confortable para la pandilla de Bush y su guerra primaveral triunfante. La publicación de las sangrientas fotografías de los hijos muertos de Saddam Hussein no pareció acabar con los ataques diarios que el nuevo comandante supremo del ejército, General Abizaid, describió como "guerra de guerillas clásica". Queda abierto si acaso lo hará el potencial asesinato o captura del propio Saddam.

El evento más importante fue la emergencia del disenso abierto entre las tropas norteamericanas que han aprendido, por las malas, qué significa ser la policía de un imperio en el terreno. Si uno lleva una armadura bajo un calor de 120 grados, esperando ataques que pueden venir desde cualquier sector en un ángulo de 360 grados, mientras asesina periodistas y civiles iraquíes cuando a uno le dijeron que combatió para liberar, es una experiencia diferente a la de los estrategas civiles en una oficina con aire acondicionado del Pentágono, quienes planean "reorganizar Medio Oriente."

En términos militares, obviamente, las pérdidas infligidas a las fuerzas de ocupación norteamericanas son insignificantes. Cualquier objetivo estrictamente militar —incluyendo arrestos en masa de sospechosos de simpatías por el partido Baath y la captura de sus arsenales— es asequible. Pero la realidad de soldados que mueren, o que se dan cuenta que no volverán a casa en los tiempos prefijados, demanda un creciente costo político mientras siguen pasando los meses desde que George W. Bush proclamó el "fin de las hostilidades."

La mayoría chiíta de Irak, que no se ha involucrado en la resistencia militar, está cada vez más resentida por la ocupación —y se sentirán incluso más autorizados a expresar sus opiniones si los convencen de que Saddam y los odiados baathistas verdaderamente se han marchado.

El otro papel asignado a las tropas norteamericanas, además de vigilar un país ingobernable, es el de servir como sostenes del despliegue triunfante de Bush. Estarán autorizados para aplaudir cuando el avión del presidente aterrice en un portaviones en un superfluo truco publicitario —pero no para criticar las falsas promesas que Bush y Rumsfeld les hicieron. Aquéllos que hablan terminan con sus carreras arruinadas. ¿Qué hay de los derechos democráticos elementales para las tropas, y sus familias, a quienes les dijeron que estaban luchando por la democracia?

Un informe estupendo del Observer (Gran Bretaña) del domingo 10 de agosto revela el crecimiento del enojo entre las tropas y el surgimiento de Military Families Speak Out ("Las Familias de los Militares alzan la Voz") y Veterans for Common Sense ("Veteranos por la Sensatez") entre otras iniciativas. (Ver www.bringthemhomenow.org para actualizaciones.) Esos soldados, como otros que han luchado en otras aventuras imperialistas anteriores, han aprendido algunas coas sobre el imperio que también están penetrando lentamente pero a paso firme entre el público norteamericano en general. El enredo de la "posguerra" de Irak se parece mucho a lo que los observadores criteriosos esperaban —pero muy diferente de lo que Bush & Cía. prometieron.


Mentiras sobre las Mentiras
Primero, los pretextos convenientes para esta guerra —las armas de destrucción masiva acumuladas por el régimen iraquí, y sus lazos con la red terrorista al-Qaeda— fueron invenciones. (Quedó bien claro que la amenaza de al-Qaeda internacionalmente es mayor ahora que antes de la conquista de Irak.) Bush y Blair directamente le mintieron a sus pueblos —y los rumores fueron esparcidos por profesionales de la inteligencia que quedaron resentidos por la mala representación de política y propaganda sobre su trabajo.

Segundo, están las mentiras sobre los costos. Mientras la administración de Lyndon Johnson (1963-68) mintió durante los preparativos para la Guerra de Vietnam, nunca pretendió hacer creer que la guerra iba a salir gratis. El régimen gobernante actual, recortando los impuestos para los ricos mientras echa dinero a raudales a la maquinaria de la muerte, ha llevado al engaño en masa a un nivel superior.

Los presupuestos federal, estaduales y locales están sufriendo déficits que amenazan con engullirse la débil recuperación económica. Tal como se da, el crecimiento económico es demasiado débil como para evitar el desempleo —y las cifras de desempleo de los afronorteamericanos, luego de una fuerte mejora en los años noventa, está volviendo a su tendencia histórica de doblar el promedio nacional.

Tercero, están emergiendo los costos de la "reconstrucción" del propio Irak. Sobrepasan por lejos lo que pueden financiar las exportaciones de petróleo de ese país, incluso a nivel de producción pico —mucho más allá de lo que la industria puede producir en su actual condición canibalizada. Mientras contratistas de guerra como Halliburton y Bechtel cosecharán grandes ganancias, tendrán garantizados sus pagos, en el futuro previsible, por fondos del Tesoro de los Estados Unidos (es decir, por nosotros).

La cuarta mentira se cocinó delante nuestro: La guerra en Irak, nos dicen ahora Wolfowitz y Cheney, es "el centro mismo de la Guerra contra el Terror". En un momento en que el primer blanco de esa guerra, Afganistán, desfallece por abandono y está experimentando un contragolpe de los talibanes, esta invención espectacular se parece más a una improvisación que a una política.

Se necesita algo para justificar una ocupación cuyos costos, financieros y humanos, se extienden más allá del horizonte. Los recuerdos traumáticos que todavía reverberan de los asesinatos en masa del 11 de septiembre de 2001 pueden ser motivo de interpelación una vez más, mientras otros pretextos se evaporan.


Fin de la Hoja de Ruta
A todas las apariencias mencionadas más arriba debemos agregarle la apariencia de paz de Medio Oriente: La "hoja de ruta para el proceso de paz Israel-Palestina," promovido para solidificar el apoyo británico a la guerra de Bush contra Irak, también puede haberse pensado como la próxima fase de un esquema más grande para aislar a Siria y ablandar a la oposición árabe para el próximo ejercicio norteamericano de "cambio de régimen."

A estas alturas parece mucho menos que eso. Sin presión norteamericana para que el estado israelí detenga los asesinatos, los asentamientos y los continuos robos de tierras —las condiciones mínimas necesarias para plantear siquiera un estado palestino viable— Bush sencillamente ha adoptado el objetivo de Ariel Sharon de imponerle a la Autoridad Palestina una rendición completa y obligándola a una guerra civil intra-palestina.

Toda pequeña oportunidad que pudiera haber existido para crear una solución de dos estados viable por medio de la hoja de ruta está encogiéndose cada día más, mientras las estructuras gubernamentales israelíes cosntruyen el "muro del apartheid" a lo largo de Cisjordania. Esta barrera está se está levantando con la mayor brutalidad posible, separando a las aldeas palestinas de sus tierras, destruyendo la agricultura y el comercio, atrapando a 200.000 palestinos del "lado equivocado" ya que corta por la mitad más de cincuenta aldeas.

Todos en Medio Orientes saben que la aceptación pasiva por parte de la administración Bush de este nuevo crimen contra la humanidad transforma todo lo que se diga sobre la "paz" en retórica sin valor. La pregunta es cuánto tiempo puede mantenerse esta pretensión para propósitos políticos de índole interna.


Un Debate Necesario
¿Cómo derrotar entonces el ímpetu derechista de la política norteamericana —esa combinación enferma de aventurerismo militar unilateral, recorte de derechos civiles, políticas anti-ambientales y obsequios impositivos para los norteamericanos empresarios y adinerados conocida resumidamente por el nombre de "Agenda Bush"?

Una línea importante de pensamiento en los movimientos de paz y justicia sostiene que la "Agenda Bush" plantea una amenaza tan profunda al mundo que todas las energías progresistas deben concentrarse en remover esta administración.

Pero si lo que hemos planteado aquí es más o menos correcto, entonces la frenética agenda derechista será derrotada —de hecho, ya está empezando a ser derrotada— no por los demócratas y ciertamente tampoco por los activistas pro-justicia social que trabajan para los demócratas, sino por sus propios fracasos.

En ese caso, las principales preguntas para las luchas anti-guerra y pro-justicia global pasan a ser: Mientras el fracaso de la derecha empieza a provocar descontento, ¿cuáles serán las opciones disponibles? ¿Quedará sólo la agenda corporativa alternativa, representada por los demócratas —o también habrá alguna expresión política independiente de una agenda que desafíe el poder corporativo?

Ese conjunto de preguntas debe ser el marco de un debate completamente necesario alrededor de cómo los activistas de izquierda deben posicionarse y organizarse para las elecciones de 2004.

Ya hemos planteado en editoriales anteriores que bajo una relación "normal" entre fortunas políticas y problemas económicos, esta administración ya hubiera estado en crisis. Las realidades tanto de la economía, como de la imposibilidad de gobernar el mundo sobre la base del poder militar norteamericano, deberían ser más nítidas para cada vez más gente del común.

Nosotros también debemos esperar, basados en la práctica consistente del pasado, que el Partido Demócrata lleve a cabo su campaña lo más ineficaz, cobarde y vacuamente posible. Cualquiera sea el candidato presidencial demócrata que surja de la lucha actual por la recaudación de fondos apoyará, por cierto, la ocupación de Irak (probablemente planteando una cobertura por parte de Naciones Unidas); el poder corporativo global bajo la guisa del "libre comercio" (sin duda alguna almibarado con un llamado a los sindicatos y las ONGs a "sentarse a la mesa de negociaciones"); y la "guerra contra el terrorismo" incluyendo el campo de detención indefinida en Guantánamo, intervención en Colombia y las Filipinas y (quizás con un cierto retoque cosmético) la Ley Patriótica (Patriot Act) de EE.UU.

La pregunta central para los movimientos de activistas antiguerra y por la justicia global no deben ser si este tipo de enredo es "mejor que Bush". ¿Y qué hay si lo es? La principal pregunta es si se puede ofrecer una opción que rompa el ciclo de poder alternativo entre la centro-derecha que efectivamente controla el Partido Demócrata vía el Consejo de Dirección Demócrata, y las facciones ultra-derechistas que controlan el Partido Republicano.

Las diferencias entre estos centros de poder son significativas. Es entendible que quienes están bajo el ataque de la derecha, los afronorteamericanos y los trabajadores especialmente, voten mayoritariamente a los demócratas —en tanto estas sean las únicas opciones. Pero el movimiento de justicia social, según nuestra opinión, debe ofrecer la esperanza de una cura en lugar de un cuidado paliativo.

No conocemos todavía la forma potencial de una campaña de los Verdes o de los movimientos por la justicia global o contra la guerra —por ejemplo, si Ralph Nader se presentará otra vez como candidato a Presidente, o qué otras opciones existen.

Pero recuerden esto: Si todos aquellos que estaban de acuerdo con el mensaje de Nader en el 2000 hubieran votado por él, el Partido Verde habría estado bastante por encima del umbral del umbral para el status de un partido nacional.

Fueron todos aquellos compañeros —que no votaron por sus propias convicciones, que deberían haber votado por Nader pero en vez de eso votaron "contra Bush" —los que verdaderamente perdieron sus votos. Estamos viviendo esa tragedia política hoy, con los demócratas sin presión alguna "desde la izquierda" y los Verdes bajo intensa presión, de una especie de progresistas a los que les debería haber ido mejor, a dejar pasar el 2004 y volverse irrelevantes en la escena nacional.

El tiempo de plantear que no se repita la tragedia del 2000 es ahora


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