Europa
Reformas económicas europeas: Un concurso de belleza franco-alemán
Autor:
Comentario
Fecha:
16/10/2003
Traductor:
Alejandra Ríos
Fuente:
The Economist
Jacques Chirac y Gerhard Schröder todavía tienen muchas reformas económicas por hacer
EUROESCLEROSIS. Una palabra horrible, acuñada en los ’80 para un fenómeno horrible, está de vuelta. Los embriagantes días de enero de 1999, cuando la nueva moneda única europea – el euro – era aclamada como una especie de presagio de recuperación económica, son un recuerdo lejano. De hecho, el rendimiento de los 12 países del área del euro durante los últimos cinco años ha sido una desilusión amarga. Y en el corazón de ese pobre rendimiento están Francia y Alemania, que representan aproximadamente la mitad del PIB del área del euro. Al menos que Francia y Alemania recuperen su vigor, el área del euro estará condenada a permanecer por debajo de su rendimiento.
Esta es la razón por la cual el debate actual sobre las reformas económicas en estos dos países es de tanta importancia. El 17 de octubre, luego de que este periódico vaya a la prensa, se espera que el Banco alemán Bundestag apruebe, aunque sólo por una pequeña minoría, una serie de reformas de mercado y cambios impositivos que son centrales en la “Agenda del 2010” del programa de reforma económica del canciller Gerhard Schröeder. En Francia, el gobierno del presidente Jacques Chirac está persiguiendo sus propias reformas, que descaradamente llama “Agenda 2006”. Los gobiernos de ambos países enfrentan oposición a sus propuestas por parte de sus rivales políticos, trabajadores del sector público, sindicatos y otros. Por el bien de Europa, ellos deben derrotar tal oposición y continuar sus reformas.
Se han dado varias explicaciones para dar cuenta de la lentitud de las economías más grandes de Europa. Algunos tratan de culpar al Banco Central Europeo por tener una política monetaria demasiado ajustada. Las tasas de interés realmente han sido de hecho incómodamente altas en Alemania, donde la inflación es peligrosamente baja; pero a otras economías en la zona del euro les ha ido mejor, y la inflación promedio en la zona del euro continúa superior al 2%. Hay mejores fundamentos para armarse contra el “pacto de estabilidad y el crecimiento” de Europa, que ha mantenido la política fiscal más ajustada de lo que debería de haber sido tanto en Alemania como en Francia. Pero en la práctica ambos países han incumplido de buena gana el supuestamente inviolable techo para los déficit presupuestarios del 3% del PIB. De cualquier forma la experiencia sugiere que los estímulos fiscales no han sido la mejor vía de largo plazo para el crecimiento.
Un tercer culpable son los efectos posteriores a la unificación alemana. En parte porque sucedió hace más de una década, ahora es algo fácil de olvidar. Por eso, gracias en gran medida a la errónea decisión no sólo de igualar las monedas del oeste y del este sino, lo que es peor, igualar la mayoría de los salarios y los beneficios, los Länder del este de Alemania continúan actuando como una enorme esponja, chupando los subsidios públicos europeos, y chupando la competitividad y el crecimiento de la economía. Esto a su vez, ha arrastrado hacia abajo al resto de la zona del euro.
Sin embargo, incluso la unificación ya no puede ser tomada como la principal culpable de la esclerosis de Alemania (y de Francia por supuesto). Durante los últimos diez años, la economía británica, una vez el hombre enfermo de Europa, ha crecido a una tasa promedio anual de 2.9%. En Alemania, una vez el milagro económico del continente, la figura equivalente ha sido un magro 1.3%. Las diferencias macroeconómicas derivadas de la demanda, como la política fiscal y monetaria, e incluso las tensiones de la unificación, pueden dar cuenta solamente por una pequeña parte de esta gran brecha. El grueso de esto debe ser causas microeconómicas o de la economía de la oferta. Específicamente, la inflexibilidad en el mercado laboral y de la producción en Francia y Alemania, agravados por impuestos altos y contribuciones de la seguridad social, han desalentado la inversión y la contratación de la fuerza laboral, manteniendo el crecimiento bajo y el desempleo alto.
Las reformas ahora propuestas en Alemania y en Francia representan el primer esfuerzo conjunto que los dos países hayan hecho para empezar a remediar esos fracasos. Empezando con las pensiones y el mercado laboral, siguiendo con el cuidado de la salud y la seguridad social, los dos gobiernos están cooperando parcialmente, compitiendo, en parte, para superarse el uno al otro. Tal rivalidad es bienvenida y puede probarse altamente productiva, ya que en ambos países ahora hay una oportunidad política para la reforma. Al presente, Alemania parece estar al frente; pero hay razones para esperar que Francia quizá al final pase a la delantera. Incluso Italia, el país con el peor rendimiento del área del euro, ha empezado a hacer reformas, aunque tiene que ir mucho más lejos que los dos grandes.
Hay otra razón apremiante para empujar a fondo con la reforma: la fortaleza del euro. La relativa debilidad de los primeros días de la moneda ayudó a mantener las economías del continente en crecimiento estimulando las exportaciones. Pero eso puede que haya permitido a los reluctantes de las reformadores a retrasar las opciones difíciles. Con la alta posibilidad que el dólar continúe debilitándose, tal escapatoria no está disponible. Un euro en alza hará aún más urgentes las razones para la reforma económica.
En los pasos de otros
Los oponentes de la reforma usan un argumento que es simple y seductor. Ellos mantienen que países como Francia y Alemania deben aceptar un crecimiento bajo (y alto desempleo) como un precio que vale la pena pagar para mantener los beneficios percibidos del “Modelo Social Europeo”. Es mejor preservar la cómoda calidez de ese modelo, aconsejan ellos, que abrazar la fría lógica del modelo americano, aunque éste brinde un crecimiento más rápido.
Pero esta es una falsa opción. Para ver el porqué, los franceses y alemanes sólo necesitan mirar a algunos de sus vecinos europeos, como Holanda, Finlandia, Dinamarca y Suecia. Estos países – dos dentro del euro, dos por fuera pero todavía dependientes del crecimiento del área del euro – han reformado sus mercados laborales, aumentado su competitividad y mejorado sus sistemas de bienestar social, todo sin sacrificar la esencia de su modelo social protectivo. Todos salvo Finlandia ahora tienen un desempleo más bajo que Norteamérica. Los países pequeños pueden encontrar más fácil hacer las reformas. Pero de contar con la voluntad política suficiente, Francia y Alemania podrán seguramente ser capaces de copiar sus ejemplos.
La falta de dicha voluntad sigue siendo el mayor obstáculo para la reforma económica en Europa. Ni Schröder ni Chirac tienen nada que se parezca al entusiasmo por el cambio que Margaret Thatcher demostró para tal efecto en Gran Bretaña en los ‘80s. Los dos están retrasado las reformas tanto como pueden. Ambos en el pasado han dado marcha atrás frente a la oposición al cambio. De una manera que resultó inquietante Schröeder esta semana concedió suavizar a último momento las reformas de su seguridad social para comprar a rebeldes de izquierda. Pero las buenas noticias son que, en ambos países, la opinión pública ha cambiado a favor de la reforma económica. Los dos líderes deben aprovechar el momento para avanzar mientras el ánimo del público dure.
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