Latinoamérica
Lula y Kirchner firman el Consenso de Buenos Aires
Autor:
Leia e Entenda
Fecha:
16/10/2003
Traductor:
Isabel Infanta, especial para P. I.
Fuente:
Primeira Leitura
El documento, vendido por los medios como contrapunto al Consenso de Washington, no trae ningún diagnóstico sobre las crisis en los países latinoamericanos
Los presidentes de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, y de Argentina, Néstor Kirchner, firmaron este jueves en la Casa Rosada, sede del gobierno argentino, el Consenso de Buenos Aires, documento vendido por los medios como un contrapunto al Consenso de Washington - el conjunto de políticas, especialmente en el área económica, que fue sugerido como el ideal para los países de América Latina en los años 90.
Repleto de generalidades, el texto, con 22 puntos, no trae ningún diagnóstico sobre las crisis en los países latinoamericanos ni sugerencias de políticas para la superación de esa inestabilidad y de los problemas resultantes. De concreto, contiene sólo posiciones políticas sobre la globalización, como la condena al unilateralismo y la necesidad de negociar el ALCA de conjunto, y ponderaciones sobre exclusión social, como el reconocimiento de la educación como forma de reducir disparidades sociales.
En el texto, los dos países enfatizan el “compromiso histórico” con el fortalecimiento de un orden multilateral “fundado en la igualdad soberana de todos los Estados”. También rechazan “todos los ejercicios de poder unilateral incompatibles con los principios y propósitos consagrados por la ONU”.
En el capítulo de la política externa, Brasil y Argentina reafirman el deseo de seguir con las negociaciones de la ronda de Doha “en bases equilibradas y con reales perspectivas de éxito, en particular en el capítulo agrícola, superando la falta de resultados concretos en Cancún”. También instan a los países desarrollados a cooperar de manera efectiva para la realización de la ronda de Doha a fin de consolidar un sistema multilateral de comercio abierto, sin distorsiones y no discriminatorio.
El ítem 19, que trata de la deuda pública, casi impidió la firma del documento. En su versión original, el texto pregonaba que el pago de deudas no debería imponer sacrificios a la sociedad de los dos países. Por insistencia del gobierno brasileño, el documento fue modificado. Y quedó así: “(…) la administración de la deuda pública debe tener como horizonte la creación de riqueza, empleo, protección del ahorro, reducción de la pobreza (…)”.
En el texto, los dos presidentes se comprometieron a implementar políticas públicas que apuntalen el crecimiento sustentable y la distribución equitativa de sus beneficios, pero no dicen como eso será hecho. Ambos líderes, cuya popularidad se ha apoyado en programas asistenciales, reconocen que esas iniciativas no resuelven el “flagelo de la pobreza” y dicen que ellas son paliativas hasta el “efectivo equacionamiento del problema”.
Lula y Kirchner también resaltaron el papel estratégico del Estado y se comprometen a profesionalizar la administración pública y dar transparencia en los procesos de toma de decisiones. Y reiteran la adhesión de sus gobiernos “a los principios consagrados en la Declaración de Rio sobre Medio Ambiente y Desarrollo, bien como a los programas de acción establecidos por la Agenda 21 adoptada por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo y en el Plan de Implementación adoptado por la Cúpula sobre Desarrollo Sustentable.”
Un acto de marketing
Lula y Kirchner hicieron un evento para contentar a la izquierda, pero sin desafiar al mercado. Y el malabarismo se evidencia en el tópico 19 del Consenso de Buenos Aires
El presidente Luiz Inácio Lula da Silva y el presidente de Argentina, Néstor Kirchner, firmaron este viernes el documento llamado Consenso de Buenos Aires, una acción de marketing que combina falta de importancia teórica con falta de compromiso práctico.
Conforme indica el nombre, el texto fue vendido por los medios como un contrapunto al Consenso de Washington - el conjunto de políticas, especialmente en el área económica, que fue sugerido como el ideal para los países de América Latina en los años 90. Basta leer el documento, sin embargo, para concluir que el recetario ortodoxo del FMI prosigue sin sustituto. De ahí su falta de importancia teórica.
En el tal Consenso de Buenos Aires no hay un diagnóstico sobre las crisis en los países latinoamericanos - ni siquiera la de sus firmantes - como tampoco hay sugerencias de políticas concretas. Y, cuando las hay, cae en vacíos como: es necesario invertir en educación y salud. ¿Quién va a estar en contra de invertir en educación y salud?
Alexandre Scheinkman, un destacado economista liberal, cuyo pensamiento económico está contenido en los preceptos del Consenso de Washington, siempre fue uno de los mayores defensores de la educación como instrumento de inclusión social. En varios seminarios, él defendió la tesis de que Corea superó a Brasil gracias también a su sistema educacional. Y él decía eso desde la década del 90.
Bien, el miércoles, antes de embarcar a Argentina, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva lamentó haber hecho poco por la educación y culpó la escasez de recursos. No se está acá diciendo que Lula tendría un compromiso menor que el de Scheinkman. Pero es necesario, sí, aclarar que la escasez de recursos es producto de una opción de Lula - aplaudida por el economista, dicho sea de paso - de generar un superávit fiscal del orden del 4,25% del PBI.
Conviene recordar, al respecto, que el mismo Lula, en el acto de lanzamiento del Estatuto del Anciano, aclaró: el texto significaba un compromiso ético del gobierno, pero, infelizmente, algunas medidas contenidas no serían implementadas. Motivo: falta de recursos. Y todo, incluso el Consenso de Buenos Aires, obedece a esa extraña lógica.
Lo que el texto trae son posiciones políticas sobre la globalización, como la condena al unilateralismo y la necesidad de negociar el ALCA, y ponderaciones sobre exclusión social. Ocurre que, en eso, no hay ninguna novedad: la defensa del multilateralismo, y por lo tanto, del papel de los organismos, tratados y convenciones internacionales fue una marca de los años FHC.
Lula y Kirchner, sin embargo, trataron de hacer una conjunción de marketings - área en la cual ambos invierten. Esa conjunción resultó en un evento cargado de informaciones a la prensa. Bien visto, no pasó de un malabarismo de dos presidentes para contentar a la izquierda, pero sin desafiar al mercado.
Malabarismo que se evidencia en el tópico 19 del Consenso, aquel sobre la deuda pública de los países. La versión original del documento pregonaba que el pago no debería imponer sacrificios a la sociedad. La mención a tales sacrificios fue, ejemplarmente, sacrificada, y el texto final quedó así: “(…) la administración de la deuda pública debe tener como horizonte la creación de riqueza, empleo, protección del ahorro, reducción de la pobreza (…)”. ¿Y quién va a estar en contra de una “horizonte” de creación de empleos, renta y crecimiento?
El detalle, más que definitivo, es que toda la escena fue montada, detalladamente, para que el encuentro de Lula y Kirchner fuese un grito de resistencia de ambos al ALCA que Estados Unidos busca imponer. Una resistencia hecha de palabreríos y de marketing, y no de propuestas y de hechos. Pero eso es también una señal de los tiempos.
Al final, parte significativa de los medios de ambos países no se puede contener. Es una rutina algo conocida en este subcontinente y casi una tara - el poeta Jorge Luis Borges se mareaba con ella - nuestra vocación a la independencia retórica. No podemos, argentinos y brasileños, enseñar a nadie el camino de la autonomía y de la independencia. Pero lo que podemos prestar de adjetivos y de disgresiones retóricas es una enormidad. Parece coraje. No pasa de complejo de inferioridad en su manifestación agresiva. Casi siempre es solo el último insulto antes de besar la lona.
¿Consenso de Buenos Aires? Pues sí... Es menos que nada.
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