En las últimas semanas, la tensión internacional
ha llegado a su punto más álgido. El tenor de la virulencia
transatlántica no tiene precedentes, al tiempo que se manifiesta
una fuerte división en el seno de la OTAN, al interior de
la Unión Europea y con los países de Europa del Este
candidatos a acceder a ésta. En la última reunión
del Consejo de Seguridad de la ONU, el Secretario de Estado norteamericano,
Collin Powell, apareció aislado frente a la propuesta de
Francia y Alemania, avalada por Rusia, de darle más tiempo
a los inspectores de la ONU y la ovación que suscitó
el discurso del Ministro de Relaciones Exteriores francés.
Mientras, el 15 de febrero millones de personas en los cinco continentes,
se manifestaron abiertamente contra la guerra. La decisión
de EE.UU. de ir a la guerra contra Irak y el rechazo que está
generando, están alcanzando un estadio de no retorno con
enormes consecuencias.
Elementos de ruptura del equilibrio capitalista
No es la primera vez que las principales potencias europeas manifiestan
una fuerte oposición a la política de Washington.
La crisis alrededor del Canal de Suez en 1956 (cuando Francia e
Inglaterra quisieron mantener su influencia colonial en esta región,
lo que no contó con la aquiescencia de Washington), la guerra
de Vietnam, la instalación de los mísiles Pershing
en Europa durante el gobierno de Reagan en 1980, todos fueron motivos
de fuertes divergencias. Sin embargo, a un nivel estratégico
se mantenía la unidad de Occidente. EE.UU. y Europa compartían
un interés común en la lucha contra el comunismo.
Hoy, distinto que en el pasado, las divergencias no son tácticas.
Tampoco el verdadero punto en cuestión es la política
hacia Irak o Corea del Norte. Como plantea el analista Jim Hoagland,
estas diferencias "son ahora sobre el alcance y la naturaleza
del liderazgo norteamericano en los asuntos mundiales. Estas no
son sólo otro torrente de debates dentro de la OTAN sobre
los gasoductos soviéticos o los misiles Pershing. Aquellas
disputas fueron sobre las tácticas necesarias para confrontar
una amenaza común e identificable. El alboroto transatlántico
podía ser discretamente absorbido en tanto que los eventos
o el tiempo proveyerán soluciones. Las disputas de hoy son
sobre el curso de la historia. Ellas surgen de una falta de comprensión
común de la seguridad global y del rol norteamericano en
proveerla. Ellas no van fácilmente a disiparse si, como ahora
parece probable, Estados Unidos, Gran Bretaña, Turquía
y otras naciones siguen adelante con la acción militar en
Irak frente a la amplia oposición de otros aliados tradicionales."
(Washington Post, "Norteamérica la desafiada",
13/02/03).
Esta disputa política y estratégica entre las grandes
potencias no es una cosa menor. Señala un fuerte elemento
que apunta hacia la ruptura del equilibrio capitalista. Es que al
contrario de lo que sostienen los apologistas de la "globalización"
y su visión economicista, de una autoexpansión del
capital por el libre juego del mercado, la existencia de determinadas
relaciones y compromisos interestatales son los que posibilitan
la extensión y la reproducción de las relaciones de
producción capitalista.
Hoy, la decisión de Washington de emprender una guerra unilateral
contra Irak y la brecha que ha abierto con algunos de sus principales
aliados europeos, amenaza con derribar una a una las alianzas y
los pilares del orden establecido en la posguerra, lo que puede
tener consecuencias ominosas para el equilibrio capitalista en su
conjunto.
Esto es lo que temen algunos analistas. El analista Paúl
Samuelson señala que: "La mala noticia es que la globalización
puede revertirse, dañando países que dependen del
comercio y la inversión internacional." Citando a otro
autor, que ve un siniestro paralelo con 1913, "cuando difícilmente
alguien imaginaba que la economía mundial podía desmadrarse",
sostiene que "el peligro ahora es que los más grandes
jugadores económicos están divididos por cuestiones
no económicas y han perdido la habilidad de tenerse confianza
el uno al otro." Probando que esta perspectiva no está
alejada de la realidad, el mismo autor da como prueba que "el
Financial Times de Londres reportó la semana pasada que los
líderes de las corporaciones europeas están preocupados
de que la ruptura diplomática entre Estados Unidos y Alemana
y Francia se ampliara en disputas comerciales. Las compañías
alemanas están ya reportando una reacción violenta
de los consumidores norteamericanos, dijo el Financial Times".
(Newsweek, Feb. 24).Según como concluya el test irakí
y si el mismo termina de profundizar aún más las divisiones
interimperialistas provocando que los antiguos aliados se transformen
en abiertos rivales ,el precario equilibrio capitalista actual puede
tambalear.
Un nuevo actor en escena
Las masivas movilizaciones del 15/02, son las más grandes
que haya habido en toda la historia de la opresión imperialista
sobre los pueblos del mundo en contra de una guerra contra un país
semicolonial. Esto es doblemente significativo por el hecho de que
la guerra aún no ha comenzado. La masividad del movimiento
y la identificación de gran parte de éste de los motivos
rapaces de la proyectada operación militar de EE.UU. sobre
Irak -graficada en la popularidad de la consigna ¡Not blood
for oil! (¡No sangre por petróleo!)-, señalan
el carácter progresivo de este movimiento y un salto en la
conciencia de sectores de las masas, a pesar del carácter
predominantemente pacifista del mismo y de la confianza aún
en muchos de los participantes en instituciones imperialistas como
la ONU.
Este movimiento se expresó como una sumatoria de individuos
("multitud") y no aún orgánicamente como
un fenómeno de clase, donde los trabajadores ejerzan su hegemonía
sobre el conjunto de los sectores que se oponen a la guerra. Junto
a la ausencia de un programa para derrotar al imperialismo, estas
constituyen las principales debilidades de este movimiento. Pero
sería aún prematuro juzgarlo por esto, ya que la ingenuidad
o ilusiones pacifistas del mismo podrían ser el preludio
de una radicalización revolucionaria al calor del desarrollo
del conflicto.
Lo nuevo y significativo es que las movilizaciones del 15/02, señalan
la entrada de un nuevo actor en escena. A pesar de ser ignorado
por los medios televisivos en EE.UU., de esto ha tenido que dar
cuenta el New York Times. En una nota titulada "Un nuevo poder
en las calles", señala que "la fractura de la alianza
occidental sobre Irak y las amplias manifestaciones contra la guerra
alrededor del mundo este fin de semana son demostrativos de que
podría aún haber dos súper potencias en el
planeta: EE.UU. y la opinión pública mundial."
El mismo artículo continúa: "El fresco despertar
del sentimiento antiguerra podría no ser suficiente para
disuadir a Bush o sus consejeros de su resoluta preparación
para la guerra, pero el número total de manifestantes ofrece
un mensaje potente de que cualquier apuro hacia la guerra puede
tener consecuencias políticas para las naciones que apoyan
la marcha de Mr. Bush hacia los valles del Tigris y el Eufrates."
Y termina señalando que "por el momento, un fenómeno
excepcional ha aparecido en las calles de las ciudades del mundo.
Podría no ser tan profundo como las revoluciones populares
en Europa del Este en 1989 o la lucha de clases europea de 1848,
pero los políticos y líderes no es probable que lo
ignoren." (NYT, 17/02/03).
Los gobiernos europeos como el de Inglaterra, el principal aliado
de EE.UU., o el de España e Italia, que apoyan el esfuerzo
bélico de Bush y que han sufrido las movilizaciones más
numerosas, son los más expuestos a sufrir las consecuencias
políticas, sobretodo en caso de que la guerra no marche de
la forma rápida y expedita que el Pentágono prevé.
La base política de Tony Blair se encuentra prácticamente
en el aire debido no sólo a la oposición popular,
sino también dentro de su propio partido, el Labour Party.
Si este no logra el aval de la ONU a la empresa guerrerista y las
movilizaciones se radicalizan, Blair podría caer como Margaret
Tatcher luego de que las movilizaciones anti Poll Tax en los 90'
adquirieron un carácter más violento.
En España, el Partido Popular de Aznar que se encaminaba
a dominar la política española en el próximo
periodo, ha visto resurgir la oposición del PSOE, que antes
de estos acontecimientos estaba en ruinas. En Italia, Berlusconi
que ya sufrió el año pasado fuertes movilizaciones
y huelgas de los trabajadores contra su política antiobrera,
ha recibido el impacto de estas nuevas movilizaciones y aconsejado
por el Vaticano, mientras sigue apoyando a Bush, le pide a éste
mas prudencia. Por el contrario, a diferencia de estos vecinos de
la UE, en Francia que encabeza la oposición diplomática
al curso unilateral norteamericano, el gobierno de Chirac ha logrado
una importante unidad nacional detrás de su política,
fortaleciendo su base de sustentación.
Junto a la debilidad interna de los gobiernos que apoyan a EE.UU.,
la proyectada guerra contra Irak ha dividido a los países
de la Comunidad Europea y a estos últimos de los países
de Europa del Este, lo que debilita la unidad burguesa en momentos
en que la crisis de la economía mundial se expresa fuertemente
en Europa y la Comunidad Europea debe terminar de absorber a los
nuevos miembros de los antiguos países comunistas. Estas
disputas, pueden en el próximo periodo aumentar la inestabilidad
económica y política en esta región clave,
así como abrir brechas que pueden ser aprovechadas por el
movimiento obrero y de masas.
Momento de decisiones
Que un conflicto en la periferia como Irak haya desatado tal grado
de animosidad entre las principales potencias imperialistas revela
lo carcomido que estaban las bases del sistema internacional establecidas
a la salida de la salida de la Segunda Guerra Mundial sobre las
cuales se fundó la hegemonía norteamericana. Es que
después de la caída la ex URRS las estructuras heredadas
de este viejo orden son cada vez más estrechas para lidiar
con las contradicciones y realidades de un mundo dividido desde
comienzos de los '70 en una tríada de potencias con un poder
económico más o menos equivalente.
Durante la década pasada esto se exacerbo debido a que el
fin del "mundo bipolar" de la guerra fría no dio
lugar a un "mundo multipolar" como esperaban las potencias
europeas al tiempo que el estancamiento de Japón y la debilidad
económica de la Comunidad Europea fortaleció política
y económicamente a los EE.UU. Este balance aumentó
el fuerte desequilibrio de poder presente en el sistema internacional,
entre los EE.UU. y el resto de las potencias. El 11/9 y la respuesta
norteamericana frente al mismo tratando de utilizar su abrumadora
superioridad militar para obtener ventajas estratégicas en
el terreno geopolítico fue la ultima gota que colmó
el vaso de la cada vez más ficticia unidad de Occidente.
Luego de los inéditos escarceos de las últimas semanas
y llegados al borde del abismo los principales lideres mundiales
están tratando de contemporizar. Mientras siguen las disputas
verbales y las acusaciones a uno y otro lado del Atlántico,
una intensa ronda de diplomacia se está desarrollando detrás
de bambalinas tratando de cerrar las enormes brechas abiertas. Sin
embargo nada asegura que esta tarea sea fácil y mucho menos
que el éxito este asegurado.
Por tanto, los próximos días serán momento
de decisiones trascendentes. La forma en que se termine de definir
la guerra contra Irak tiene una enorme importancia no sólo
para los planes guerreristas de los Estados Unidos - sobretodo frente
a la eventualidad de que la guerra se prolongue - sino fundamentalmente
para sus posibilidades de estabilización en la zona, de tener
éxito en su empresa de derrocar a Saddam Hussein. Al menos
sin tener que pagar un costo tan alto para su liderazgo, que acelere
estratégicamente su declinación histórica.
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