El despliegue de esfuerzos diplomáticos
de Estados Unidos, incentivado dramáticamente en los últimos
días ante la oposición de Francia, Alemania y Rusia,
así como ante las necesidades de política interna
de Inglaterra y España, terminó en un rotundo fracaso.
Los esfuerzos diplomáticos, al contrario de lo que podría
pensarse, se inscriben en los preparativos políticos para
la guerra: buscan persuadir, encontrando la justificación
que toda guerra precisa, como guerras justas o necesarias para crearse
una base social que las sustente; buscan galvanizar a los aliados,
vencer las dudas de los vacilantes, neutralizar a los débiles
opositores, y asestar una derrota política a los opositores
más firmes; buscan acelerar lo que se llama guerra psicológica,
debilitando al enemigo antes de que entre a los campos de batalla.
Pero, como decíamos, estos esfuerzos terminaron en un rotundo
fracaso. El encuentro en las islas Azores entre Bush, Blair y Aznar,
sólo lo confirmaron, haciendo más evidente el aislamiento
de Estados Unidos y sus aliados.
Ya es casi un lugar común afirmar que Francia, acompañada
por el momento por Alemania, no sólo defiende sus estrechos
lazos comerciales con Irak y los países de la región
(intereses petroleros y armamentísticos), no sólo
está preocupada por la probable desestabilización
política y social que seguramente traiga aparejada esta nueva
guerra imperialista tanto en Medio Oriente y el resto de los países
oprimidos, como también en las propias naciones imperialistas,
sino que también está disputando el liderazgo de la
potencia imperialista hegemónica, los Estados Unidos (EUA).
Esta disputa, ha tensionado a un grado extremo el orden imperialista
mundial. La intención de EUA es traducir su incomparable
poder militar en un revitalizado poder político, económico,
social e ideológico, que le asegure el dominio imperialista
del mundo, en momentos en que la cadencia de su declive parece no
tener solución de continuidad, en estas condiciones. La intención
de Francia es, aprovechando hábilmente la coyuntura de oposición
a la guerra que devela y alienta el debilitamiento estratégico
de EUA, reclamar un lugar preponderante en el nuevo mapa del mundo
que Estados Unidos está intentando dibujar.
¿Podrá EUA imponer sus objetivos de nuevo reparto
del mundo? ¿Podrá Francia disputarle un lugar a Estados
Unidos? Ensimismados en estas disputas interimperialistas, ninguna
de las grandes potencias (incluida Francia que las agita como espectros),
toma seriamente en cuenta el progresivo despertar de ese gigante
dormido, que comienza a estirar sus músculos en parte impulsadas
por estas mismas disputas interimperialistas: los trabajadores y
las masas del mundo. Pretendemos hacer aquí algunos punteos
de esta nueva situación mundial.
El orden imperialista mundial
El orden imperialista mundial se basó históricamente
en que Estados Unidos, (actuando como locomotora de la prosperidad
imperialista en un primer momento, y como principal muralla de contención
a la crisis histórica de acumulación capitalista de
principios de los '70), podía repartir el mundo en una relación
de superioridad incontrarrestable en relación a las otras
naciones imperialistas, pero permitiéndoles a sus socios
y competidores imperialistas un lugar en el orden imperialista mundial.
El punto crucial de esta renovada disputa interimperialista, reside
en que EUA se ha lanzado a un nuevo reparto del mundo en el que
busca asegurar para sí mismo el dominio del mundo, mediante
la conquista directa, redoblando la opresión y explotación
de las naciones semicoloniales y desplazando a sus socios y competidores
de las otras naciones imperialistas. Esta es la base de estas nuevas
guerras imperialistas de conquista, y que explican que el fanatismo
ideológico, religioso, etc, de los llamados halcones de la
Administración Bush cobrara esta desmedida relevancia.
La crisis de acumulación capitalista mundial es históricamente
decisiva en EUA, lo que se refleja en los signos de una profunda
crisis económica cada vez más difícilmente
contenida (ver nota), aunque sus epicentros se manifiesten en los
países oprimidos (Sudeste asiático, Rusia, Brasil,
Turquía, Argentina, etc). Es esta situación la que
está impulsando esta nueva cruzada imperialista de la nación
más poderosa del planeta.
En esta cruzada, algunas naciones imperialistas menores, como Inglaterra,
España e Italia, intentan atarse al carro del que parece
el más fuerte, EUA, redefiniendo las jerarquías entre
las naciones imperialistas. Baste un ejemplo: La petrolera francesa
TotalFinaElf, con negociaciones para ingresar a la industria petrolera
iraquí, podría ser desplazada por la empresa petrolera
inglesa British Petroleum. Estos desplazamientos, están a
su vez subordinados a los intereses estratégicos de EUA,
que dominará el conjunto de la explotación petrolífera
de Irak, muy especialmente buscando determinar sus niveles de producción,
sus precios, y asegurando que se mantenga el petróleo atado
al dólar, buscando frenar un lento y amenazante drenaje hacia
el euro.
Por su parte, otras naciones imperialistas, como Francia y al menos
momentáneamente Alemania, buscan que este nuevo reparto del
mundo que está comenzando, asegure un acceso más igual
a las distintas naciones imperialistas. Es lo que eufemísticamente
se llama "multilateralismo".
La fortaleza de EUA
La fortaleza de EUA se basa en una combinación de, al menos,
tres factores. El primero, su lugar históricamente dominante
como la potencia económica más poderosa, y que, aunque
hoy en lento declive, se conserva a duras penas a través
del patrón dólar. El segundo, y sobre esta base, su
enorme superioridad militar que refleja su supremacía económica,
y que permite asegurar la base técnica del dominio imperialista,
lanzándose a estas nuevas guerras de conquista que intentan
asegurar el nuevo reparto del mundo. El tercero, la propia debilidad
de sus socios y competidores, los imperialismos europeos y japonés.
Lo que podríamos decir según esto, es que la fortaleza
actual de EUA revela una debilidad estratégica. El patrón
dólar parece ser cada vez más un resabio de su anterior
poderío económico, que apenas pueden conservar. El
poderío militar es un factor técnico importante, pero
auxiliar. Su fortaleza actual expresa la debilidad ajena.
La burguesía imperialista de EUA se ha decidido a revertir
esta situación de debilidad estratégica lanzándose
a un nuevo reparto del mundo, erosionando el orden imperialista
mundial y produciendo una flexión a izquierda de la situación
mundial, sacando fuerza de su debilidad estratégica.
Esta debilidad estratégica, que se devela por debajo de la
fortaleza visible que a todos impresiona con sus despliegues militares,
está erosionando el régimen interno de Estados Unidos,
y dividiendo a sus sectores dominantes. Basten algunos ejemplos:
actualmente, el Partido Demócrata, el otro pilar del régimen
estadounidense, está dividido en cuanto a la guerra (aunque
a la hora de entrar en acción se disciplinen a regañadientes),
está dividido en cuanto a las medidas económicas a
tomar ante la crisis de la economía de EUA (si avalar la
política recorte de impuestos de Bush o no), tiene actualmente
12 precandidatos presidenciales. Las centrales sindicales estadounidenses
se han posicionado en contra de la guerra, en un quiebre histórico,
ya que ni en la guerra de Vietnam se declararon contra la guerra.
Esta debilidad estratégica que EUA intenta revertir por la
fuerza, está erosionando sus relaciones con sus socios y
competidores, los imperialismos europeos.
La debilidad de Europa
Por el contrario, Europa aparece fuerte. Aunque dividida, y ahora
emergen virulentamente las divisiones que soterradamente actuaban
en su interior, Francia y Alemania se han decidido a hacer de Europa
no una federación de compromiso, defensiva ante las dificultades
de cada uno de sus principales países considerados individualmente
y ante el poderío estadounidense, sino una potencia dirigida
por Francia y Alemania que dispute el dominio imperialista del mundo
por EUA.
Esto desarticula la forma en que EUA estableció sus relaciones
con la Unión Europea hasta el momento, relaciones que se
basaban en que se trataba de una federación de compromiso,
basada en el equilibrio entre las distintas naciones, que permitía
a EUA que, mediante ese equilibrio que necesitaba para constituirse,
no emergiera una potencia dominante que buscara disputarle su posición
dominante. Esto parece estar terminando: Francia, con Alemania como
aliada, pretende dirigir Europa para disputar a EUA el nuevo reparto
del mundo que se está iniciando. El relativo fortalecimiento
del euro, junto con la debilidad estratégica de EUA, alentó
este paso audaz que comienzan a dar las burguesías imperialistas
de Francia y Alemania. Esta decisión de reedificar la Unión
Europea que apenas comenzaba a edificarse, con base en un eje Paris-
Berlín, otorgó un lugar decisivo en las decisiones
del orden imperialista mundial, obstaculizando las políticas
imperialistas estadounidenses, y desplazando del lugar de único
amo del mundo a EUA, predominante hasta el momento y desde hace
más de 50 años.
Sin embargo, esta fortaleza, se basa en una debilidad estratégica.
La fortaleza de Francia y Alemania, se basaba tanto en la debilidad
estratégica de Estados Unidos, como en que se sostenían
en una Europa unida que podía hacer frente a EUA. Europa
unida que permitió la creación del euro, que comenzaba
a aparecer cuestionando el patrón dólar. Y la decisión
de Francia y Alemania de subordinar a Europa a sus dictados, probablemente
termine por romper aquella edificación.
La división de intereses entre las distintas naciones imperialistas
europeas, manifestadas en los distintos alineamientos ante la guerra,
a su vez, sólo podría resolverse rompiendo ese equilibrio
timorato entre las distintas naciones y uniéndose tras una
potencia dirigente que conduzca a la disputa por el reparto del
mundo a Estados Unidos, aunque a su vez erosionará las bases
de la decisión de Francia y Alemania que eran una Europa
unida que las sustentara. Porque la crisis de acumulación
capitalista mundial, no parece estar dejando margen para un orden
imperialista mundial como lo conocimos hasta hoy, con un reparto
del mundo bajo la égida estadounidense pero con importantes
porciones para sus socios y competidores. Esto profundiza históricamente
las divisiones interimperialistas.
En este marco, de aceleración de las disputas interimperialistas,
potencias menores como China o Rusia, países semicoloniales
como Venezuela, estados obreros deformados (si este concepto alcanzara
a aproximarse a una definición) como Corea del Norte, comienzan
a adquirir mayor margen de acción. Para muchos, China será
el mayor competidor de Estados Unidos y sus aliados europeos en
el reparto del mundo, basado en gran medida en su crecimiento económico
inigualable de al menos los últimos 10 años. De todos
modos, China parece ser más una fuente de explotación
de las empresas imperialistas europeas y estadounidenses, que la
competencia de una burguesía nacional china que se arriesgue
a disputarle el mundo a las burguesías imperialistas. El
gigante asiático, tal vez sea, más probablemente,
escenario de las disputas interimperialistas, que un competidor
para ellas.
Las disputas interimperialistas y el movimiento de masas
Diversos analistas plantean que la disputa interimperialista en
curso, se definirá según los distintos escenarios
de la guerra. En caso de una guerra corta, que no inflame a las
masas árabes (sin muchas bajas civiles, etc), que establezca
un reparto "justo" entre las distintas potencias imperialistas,
podrían reestablecerse, aunque con dificultad, las relaciones
entre Francia- Alemania y Estados Unidos- Inglaterra- España,
intentando un reparto pacífico y ordenado del mundo. En caso
contrario, el eje París- Berlín se sentirá
fortalecido en su cuestionamiento al dominio sin discusión
de EUA del orden imperialista mundial, agudizando las disputas interimperialistas.
Seguramente estas distintas situaciones de los escenarios de la
guerra influirán decisivamente en los ritmos de desarrollo
de las disputas interimperialistas. Pero no detendrán su
curso, ni podrán resolver pacífica y ordenadamente
el reparto del mundo, que es lo que está en juego. Lo que
permitió un Yalta, un reparto ordenado y pacífico
del mundo, fue la superioridad incontrastable del imperialismo dominante
de Estados Unidos, asegurado por la dirección del movimiento
obrero mundial por su sector reformista, el stalinismo, que garantizaba
el saqueo del mundo sin tener que enfrentar los riesgos de una revolución.
Hoy, no hay una nación imperialista asentada como EUA en
ese entonces, ni una dirección reformista como la del stalinismo.
Pero lo que resultará decisivo en los ritmos de esta disputa
interimperialista, es que ella misma alienta que entre sus brechas
se cuele un movimiento de masas que está actuando mundialmente,
que, más allá de las coyunturas o situaciones particulares
momentáneas (como la unidad nacional detrás de Chirac,
o la oposición nacional a Blair), el movimiento de masas
ha entrado en la escena política mundial, y cuestiona objetivamente
el dominio imperialista del mundo, y esta nueva disputa interimperialista
por el reparto del mundo. Enfrentar a las masas movilizadas del
mundo entero, y la creciente entrada en escena de sectores del proletariado
mundial, probablemente sea más decisivo a la hora de buscar
aminorar las disputas interimperialistas. Un probable ascenso revolucionario
en el Medio Oriente, más allá del probable triunfo
militar en Irak, una eventual guerra de liberación nacional
en algún país de la región, un desarrollo de
las luchas de la clase obrera en algún país imperialista,
será decisivo para determinar si las disputas interimperialistas
se profundizarán o se aquietarán por un tiempo, hasta
asestar una derrota a las masas del mundo y a la clase obrera, que
permita resolver sin inquietudes sobre su dominio imperialista del
mundo.
La erosión del orden imperialista mundial, la flexión
a izquierda de la situación mundial, las divisiones interimperialistas
que permiten que entre sus brechas se cuele el movimiento de masas
y sectores del movimiento obrero mundial, son todos elementos que
van creando mejores condiciones objetivas para la acción
de los revolucionarios, planteando más agudamente la necesidad
de avanzar en la construcción de partidos de trabajadores
revolucionarios, y de un partido mundial de la revolución
proletaria, la IV Internacional.
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