I. Guerra y revolución. La detención de la dialéctica
histórica: del Partido Bolchevique y la Tercera Internacional
de Lenin y Trotsky al stalinismo
II. Guerra imperialista, guerra de liberación nacional y
revolución en los comienzos del s. XXI
III. Guerra y revolución. La estrategia de la Revolución
Permanente
La debilidad estratégica de la principal potencia imperialista,
los Estados Unidos; lo que llamamos la "reversión ideológica"
desde el efímero triunfalismo capitalista de principios de
los '90; la división interimperialista agudizada gravemente
en el breve lapso en el que los distintos imperialismos debían
decidir si atacar o no a Irak y cómo hacerlo, y, fundamentalmente,
cómo repartirse el eventual botín; la entrada en la
escena de la política mundial de las amplias masas, antecedida
por la formación de movimientos de vanguardia anticapitalista
en los países imperialistas y jornadas revolucionarias en
algunas semicolonias; la persistente erosión de la economía
capitalista mundial acelerada, y dificultosamente retardada, desde
el estallido de la crisis del Sudeste asiático, son las principales
tendencias que nos permiten decir que esta guerra que se avecina,
será el primer acto de una obra en la que se repone la vieja
afirmación de los marxistas revolucionarios de que la guerra
engendra revoluciones. Para este escenario mundial, que estará
plagado de contradicciones, triunfos y derrotas parciales, es para
el que debemos prepararnos los revolucionarios proletarios marxistas
internacionalistas.
I. Guerra y revolución. La detención de la dialéctica
histórica: del Partido Bolchevique y la III Internacional
de Lenin y Trotsky al stalinismo.
La guerra como partera de revoluciones es un producto peculiar
de la época imperialista. Así como las guerras del
siglo XIX podían asumir, en algunos casos, un carácter
de guerras progresivas de liberación nacional en manos de
las burguesías de los países capitalistas avanzados
enfrentando a los restos monárquicos y feudales (como las
guerras napoleónicas), en la época imperialista, así
como la burguesía se había transformado en una clase
"absolutamente reaccionaria", sus guerras asumían
el mismo carácter, tratándose de guerras por el reparto
imperialista del mundo. El proletariado, en el transcurso de este
cambio de época, comenzando con su lucha revolucionaria en
la Comuna de París en 1871, había conquistado su desarrollo
como clase independiente, irrumpiendo con sus métodos, los
de la lucha de clases y la revolución, ante el recurso característico
de las burguesías imperialistas a la guerra para resolver
el problema de su dominio del mundo y de la explotación del
proletariado y la opresión nacional de los pueblos.
Las guerras imperialistas de los primeros 50 años del siglo
XX, engendraron revoluciones: la guerra ruso- japonesa, la revolución
rusa de 1905; la Primera Guerra Imperialista, las revoluciones y
ascensos revolucionarios en casi toda Europa (Alemania, Hungria,
Italia).
No se trataba tan sólo de las condiciones objetivas para
la revolución proletaria, sino que de estas habían
nacido también las condiciones subjetivas que se desplegaban
victoriosamente. Combatiendo el oportunismo dentro del marxismo,
el ala revolucionaria del proletariado marxista internacional, dirigida
por Lenin y el Partido Bolchevique, señalaba: "El manifiesto
de Basilea se refiere directamente al ejemplo de la Comuna de Paris,
es decir, a la transformación de una guerra entre gobiernos
en guerra civil. Hace medio siglo el proletariado era demasiado
débil; las condiciones objetivas del socialismo no estaban
aún maduras; entre los movimientos revolucionarios de todos
los países beligerantes no podía haber coordinación
ni cooperación; el entusiasmo de una parte de los obreros
de Paris por la 'ideología nacional' (la tradición
de 1792) atestiguaba, a su vez, como señaló Marx en
su oportunidad, una debilidad pequeñoburguesa, y fue una
de las causas del fracaso de la Comuna. Medio siglo después
de esta, han desaparecido las condiciones que debilitaban entonces
a la revolución y hoy sería imperdonable en un socialista
la renuncia a actuar precisamente en el espíritu de los comuneros
de París" (Lenin, OC, t. XXI, p. 316).
Pocos años más tarde, igualmente, con la Segunda
Guerra Imperialista, se produjo el ascenso revolucionario en Francia,
Italia, Grecia, y la revolución triunfante en Yugoslavia,
etc; con la guerra de invasión de Japón a China, la
revolución triunfante en China de 1949. Aún cuando
el ala revolucionaria del proletariado marxista mundial, esta vez
continuada por Trotsky y los trotskystas, estaba en retroceso ante
el avance formidable del reformismo stalinista, este aún
debía terminar de consolidarse ante las masas del mundo,
cuestión que creemos terminarían de rematar justamente
en este período. Igualmente se trató de un intervalo
que permitió la continuidad de esa tendencia a la transformación
de la guerra imperialista en guerra civil, que está en el
carácter de las guerras imperialistas, y que fue la política
de los marxistas revolucionarios; además que ni el más
grande aparato de la historia, puede liquidar totalmente al movimiento
del proletariado y las masas revolucionarias.
Los triunfos pírricos que significaron los triunfos de esas
revoluciones en manos del stalinismo o alguna de sus variantes,
detuvo esa dialéctica histórica. Por otro lado, el
nuevo carácter de "guerras de baja intensidad"
de la segunda mitad del s. XX, más su desplazamiento a la
periferia del mundo, que significaron fundamentalmente escaramuzas
interimperialistas, sangrientas, pero igualmente escaramuzas en
un mundo coronado por una incontrarrestable hegemonía de
Estados Unidos; o que significaron abortos de guerras de liberación
nacional al estar controladas o dirigidas por el stalinismo o alguna
de sus variantes, o por direcciones nacionalistas burguesas impotentes
para enfrentar y liquidar al imperialismo, también detuvo
esa dialéctica histórica.
Las guerras de la última década del s. XX fueron
el estertor de esta misma situación: la guerra del Golfo
de 1991 buscó tanto sancionar la hegemonía de Estados
Unidos ante sus rivales y socios imperialistas, que lo siguieron,
como advertir a las masas del mundo de este dominio. La sanción
de esta hegemonía, era la clave de la situación: la
fortaleza, momentánea, del imperialismo hegemónico,
permitía aún mantener esa oclusión de esa dialéctica
histórica. Junto con esto, el carácter contradictorio
de los sucesos de 1989 y la caída del Muro de Berlín,
habían alejado por el momento toda idea de revolución
entre las masas del mundo entero. Las guerras de los Balcanes, fueron
abortos del aborto de una guerra justa de liberación nacional
por parte de nacionalidades oprimidas, y no pudieron engendrar revoluciones
justamente por presentar la otra cara de aquel control del stalinismo
en las décadas anteriores: su descomposición y la
descomposición de las organizaciones de la clase obrera y
las masas. Igualmente en un caso, Albania, estuvo planteada su transformación
en insurrección.
En los primero años del s. XXI, la nueva guerra imperialista
de Estados Unidos contra Irak, vuelve a poner a la orden del día
la posibilidad objetiva de que la guerra engendre revoluciones;
la necesidad de la preparación de la vanguardia proletaria,
por parte de los partidos y agrupamientos de marxistas revolucionarios
internacionalistas, para la transformación de la guerra imperialista
en revolución.
II. Guerra imperialista, guerra de liberación nacional
y revolución en los comienzos del s. XXI
Los actuales preparativos de la guerra imperialista que amenaza
a Irak, en condiciones de un debilitamiento estratégico de
la principal potencia imperialista, los Estados Unidos (sólo
oscurecido por la debilidad estratégica aún mayor
de sus rivales imperialistas y por la crisis transitoria de la subjetividad
del proletariado y las masas), de una persistente crisis económica
apenas contenida del capitalismo imperialista mundial, de la división
interimperialista, y de la entrada en la política mundial
de las amplias masas en la calles, produce el despertar de una serie
de tendencias que recién comienzan a desplegarse, que reponen
tanto las condiciones objetivas de aquella dialéctica histórica
de la época imperialista entre guerra y revolución,
como la necesidad de la preparación de la vanguardia proletaria
y las amplias masas por parte de los marxistas revolucionarios internacionalistas,
para la transformación de la guerra imperialista en revolución.
La guerra imperialista que se preparan a descargar sobre Irak,
alienta una vez más las tendencias largamente contenidas
por las direcciones burguesas, laicas o musulmanas (y en el caso
de Irak, laicas y musulmanas, con el acuerdo que selló Saddam,
aunque probablemente precario, entre el laico Baath y las diversas
tribus adscritas al islamismo), de las masas árabes a enfrentar
la dominación imperialista en estas riquísimas semicolonias.
Este nuevo aliento al enfrentamiento a la agresión imperialista
por las masas árabes, tiene una enorme diferencia con, incluso,
situaciones similares ocurridas hace apenas pocos meses, como lo
fuera ante el ataque a Afganistán. Lo que podría haber
sido un asunto local, en una zona "alejada" del planeta
(aunque siempre candente como lo es el Medio Oriente), se ha transformado
en un gigantesco suceso mundial, que a nadie deja indiferente, por
la propia rivalidad interimperialista: la guerra, aunque se focalice
físicamente (¿sólo por el momento?) en un punto
del planeta, abarca a todo el mundo.
La subordinación de las burguesías y los regímenes
árabes a la dominación imperialista, estadounidense
o de alguno de los países europeos, obstaculiza la posibilidad
de transformación de la guerra imperialista en guerras de
liberación nacional de las naciones oprimidas contra el imperialismo.
La estrategia de guerra de aparatos de las oposiciones armadas musulmanas
son igualmente un obstáculo. Pero la dinámica de la
ofensiva (militar o diplomática, económica o política)
imperialista y de la necesidad de reafirmar su dominio, expoliar
mayormente a las naciones semicoloniales, recolonizarlas, dividirse
nuevamente los jirones de un mundo en disputa, empuja objetivamente
a plantearse una guerra de liberación nacional. Las recientes
inspecciones de la AIEA en Irán, son un botón de muestra
de que Irak es sólo la plataforma de lanzamiento, los planes
de reformas pro- occidentales en los regímenes del mundo
árabe una vez conquistado Irak, plantean un desafío
a los regímenes actuales de esos países que no podrán
resolver con simples negociaciones con unos Estados Unidos que quieren
reemplazarlos más que auto- reformarlos (el caso de Arafat
es también un buen botón de muestra, que aún
no logran resolver, en una sorda disputa que lleva ya varios meses).
La política de Saddam Hussein ante la amenaza imperialista
ha sido la de arrodillarse más y más. Nada indica
que de su mano pueda venir la transformación de la guerra
imperialista en guerra de liberación nacional que sea la
señal para una lucha de las masas del mundo árabe
contra el imperialismo. En todo lo que pudo ceder, cedió:
desde la apertura de los cielos a la incursión aérea
hasta la humillante intromisión de los inspectores de la
ONU, desde los encuentros con el Vaticano rogando por la paz o sea,
ceder diplomáticamente a todas las exigencias de EEUU hasta
las solicitudes de encuentros con el propio Bush para negociar sin
evangélicos intermediarios. Siendo la guerra la continuación
de la política por otros medios, la guerra dirigida por el
régimen burgués iraquí del Baath, será
un simulacro de resistencia que facilite el trabajo de EEUU. En
lugar de armar a las masas iraquíes y prepararlas para la
guerra y la retórica que alguna vez utilizó de una
lucha casa por casa de todo el pueblo trabajador iraquí,
junto con la lucha de sus hermanos los pueblos trabajadores árabes,
contra la invasión imperialista. Pero por lo mismo que más
arriba decíamos, Irak será apenas la plataforma de
lanzamiento de una decidida política imperialista de EEUU
de dominio de toda la región, estamos por presenciar sólo
el primer acto, la primera batalla de una larga guerra. Seguramente
esta tendencia que señalamos de la probabilidad objetiva
de la transformación de guerra imperialista en guerra civil,
no tenga como escenario a Irak, sino a algún otro país
de la región.
Por otro lado, en este marco, las disputa interimperialistas abren
un mayor marco de maniobra para países semicoloniales y Estados
Obreros (ultraextradeformados) ante las potencias imperialistas,
como muestra el caso de Corea del Norte. O debilita el control imperialista,
que a pesar de las bravuconadas verbales, no puede tener varios
frentes abiertos al mismo tiempo, como el caso de Venezuela muestra
al sur del Río Grande, donde no sólo tuvo que hacer
un retroceso táctico tras su nuevo intento golpista y desestabilizador,
sino que ni siquiera pudo opinar ante el control cambiario instaurado
(aunque tibio), cuando meses atrás hubiera puesto el grito
en el cielo.
Todo esto muestra las tendencias objetivas probables a la transformación
de la guerra imperialista en una guerra de liberación nacional
que tengan que enfrentar y derrotar al imperialismo, o debilitarlo.
Que una guerra geográficamente localizada en un punto abarque
al mundo entero, implica que ha desbordado incluso los límites
de la diplomacia y las fuerzas armadas, de los regímenes
burgueses imperialistas o semicoloniales nacionales y de los organismos
internacionales: ha desbordado hacia las masas del mundo entero.
La guerra es un asunto de clase, y las clases explotadas y oprimidas
han tomado la palabra y la acción. Es el peor escenario que
las burguesías podían imaginar. Millones en las calles
de todo el mundo, especialmente de los países imperialistas,
se han lanzado a la oposición activa contra la guerra. Aún
dominadas por el pacifismo en su inmensa mayoría, esta entrada
de las masas en la política mundial, expresa su decepción,
expresa su rechazo a la propaganda burguesa imperialista de los
últimos años que justificaban sus actos de explotación
y rapiña, tanto en casa como afuera, expresa en algunos casos
el paso a la oposición a las políticas imperantes,
llamadas neoliberales, expresa un salto, en las acciones, de las
diversas experiencias de la lucha de clases de los últimos
años. Permiten fortalecer y revitalizar movimientos de vanguardia
como el movimiento anticapitalista. Permite ligarlos objetivamente
a las luchas de la clase trabajadora como en Italia, hasta ahora
mayormente separada de este movimiento. Y a pesar de estar alentados
en las divisiones interimperialistas, a pesar de fortalecer momentáneamente
a ciertos regímenes burgueses como el francés en una
ilusoria unidad nacional contra la guerra, en otros casos deja en
el aire gobiernos como el laborista en Inglaterra. Pero más
allá de los casos puntuales, el enfrentamiento, aún
bajo la impotente política pacifista, a la principal potencia
hegemónica imperialista, que la debilita, debilita o cuestiona
de conjunto la dominación imperialista en el mundo, debilitando
o cuestionando sus diferentes fracciones nacionales. Expresa entonces,
el comienzo del despertar de una conciencia revolucionaria en sectores
de masas. Aunque aún bajo una difusa ideología reformista,
expresada en su pacifismo, prevalece un aún lato espontaneísmo
que ninguna débil organización reformista puede encuadrar
definitivamente, presentando mejores condiciones para la acción
de los revolucionarios.
Se comienzan a plantear las condiciones objetivas para el despliegue
de las tendencias a un ascenso revolucionario a nivel mundial. La
dialéctica histórica vuelve a ponerse en marcha. Al
decir de Trotsky: "Muchas veces en la historia la guerra fue
la madre de la revolución precisamente porque sacude hasta
sus mismas bases los regímenes ya obsoletos, debilita a la
clase gobernante y acelera el crecimiento de la indignación
revolucionaria entre las clases oprimidas" (L. Trotsky, Escritos,
T. XI vol. 2, p. 298). Las guerras imperialistas de principios del
s. XXI engendrarán nuevamente revoluciones, que serán
terriblemente más tortuosas que a principios del s. XX por
la crisis de la subjetividad y de la dirección revolucionaria
del proletariado, pero que crearán condiciones más
favorables para la acción de los revolucionarios. Esto determinará
ritmos que no podemos prever. Probablemente este giro a izquierda
de la situación mundial abra una situación de carácter
pre- revolucionario, quizá se sufran coyunturas de carácter
reaccionario, seguramente haya triunfos y derrotas parciales. Pero
las grandes tendencias para las cuales debemos rearmarnos y prepararnos
están nuevamente planteadas.
En esta nueva guerra imperialista contra Irak, como primera batalla
de la guerra, se anudan y se ligan todas las tendencias que estamos
señalando. Los marxistas revolucionarios internacionalistas,
tenemos el deber de propagandizar entre las masas la necesidad de
la revolución.
III. Guerra y revolución. La estrategia de la Revolución
Permanente
La paz definitiva y perdurable, sólo podrá ser alcanzada
mediante la derrota del imperialismo, que sólo vendrá
del armamento de las masas trabajadoras árabes, organizadas
en sus propios organismos de resistencia antiimperialista y de democracia
directa contra la dirección burguesa de Hussein, en alianza
con las acciones de los trabajadores y las masas del resto del mundo
árabe, de las semicolonias y de los países imperialistas,
que enfrenten a sus propios gobiernos y combatan por la derrota
del imperialismo, de sus propios países en caso de intervenir
en la guerra, y el triunfo de las masas iraquíes. Una guerra
de liberación nacional en Medio Oriente, será de invalorable
ayuda para una revolución en los países imperialistas
o en el resto de las semicolonias. Pero la historia de la lucha
de clases y de las revoluciones enseña que detener aquí
la lucha de las masas, conducirá a futuros desastres. Sólo
una revolución socialista en estos países podrá
asegurar el triunfo en una justa guerra contra el imperialismo,
y convertirse en el prólogo de un ascenso revolucionario
mundial, a costa de ir preparando una nueva matanza interimperialista.
Sólo la transformación de la lucha por la paz en los
países imperialistas y el resto de las semicolonias, en lucha
por la liquidación del capitalismo y por el socialismo, por
el derrocamiento revolucionario de sus gobiernos y regímenes
burgueses podrá impedir el desarrollo de nuevas y más
sangrientas guerras imperialistas.
Es necesaria la más encarnizada lucha contra la política
pacifista de los reformistas y contra la declamación puramente
verbal de la derrota militar del imperialismo, en el mejor de los
casos, sin combatir al reformismo pacifista, y sin luchar por la
transformación de la guerra imperialista en guerra de liberación
nacional como forma transicional a la revolución socialista
en el escenario de la guerra y por la derrota del propio país
en los países que invadan Irak o formen parte de la coalición
invasora. Hacia la formación de partidos revolucionarios
de los trabajadores internacionalistas. Es necesaria la lucha por
desarrollar la más amplia lucha de masas por la derrota militar
del imperialismo y por la liquidación del capitalismo y la
revolución socialista.
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