En las últimas semanas de marzo la situación en
Medio Oriente se ha deteriorado aún más. El nuevo
gobierno de coalición israelí del Likud y el Partido
Laborista, encabezado por Ariel Sharon ha puesto en marcha una guerra
de desgaste, que combina la clausura de los territorios palestinos
y el consiguiente ahogo económico, con un cronograma de represalias
y ataques militares, atentando sobre todo contra posiciones de la
Autoridad Nacional Palestina y sus comandos de elite, a los que
responsabiliza por la violencia de los últimos meses. Con
esta escalada militar el gobierno israelí busca detener las
movilizaciones y los ataques perpetrados sobre todo contra los asentamientos
de colonos y agotar las reservas del levantamiento palestino para
imponer una solución a la medida del estado sionista.
Esta política cuenta por ahora con el visto bueno del gobierno
norteamericano que en repetidas oportunidades lanzó duras
advertencias a Yasser Arafat por no "cooperar" en reducir
la violencia en los territorios palestinos. El presidente George
W. Bush recibió a Sharon en la Casa Blanca y coincidió
con él en que no hay condiciones para el diálogo y
que sólo se podrá "reanudar" algún
tipo de negociación si las masas palestinas se retiran definitivamente
de las calles. Además la representación norteamericana
vetó en las Naciones Unidas el pedido de Arafat, apoyado
por los gobiernos árabes, de enviar una fuerza internacional
para "proteger" a los palestinos de los excesos israelíes.
La administración republicana está en proceso de rediseñar
la política exterior estadounidense y existen importantes
diferencias sobre todo entre el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld,
partidario de una línea más dura y el Secretario de
Estado Colin Powell, que buscaría mantener el statu quo.
En este marco, Medio Oriente seguirá siendo una zona prioritaria,
dado que está en juego el "interés nacional"
norteamericano de mantener su poderío en función de
garantizarse el acceso a las rutas del petróleo1. Sin embargo,
a diferencia de la política del ex presidente Clinton que
buscó imponer por la vía de las negociaciones una
"paz" favorable al estado de Israel, que combinaba presión
y concesiones a Yasser Arafat, Bush es partidario de dejar que las
"partes" solucionen sus confictos, es decir, de dar vía
libre a las iniciativas israelíes para lidiar con el levantamiento
palestino, mientras que intenta que los principales aliados norteamericanos
en el mundo árabe, Egipto, Jordania y Arabia Saudita, sean
los encargados de "convencer" a Arafat de recomponer la
cooperación en la seguridad con las tropas sionistas y de
poner fin a la intifada.
Esta nueva ubicación norteamericana dejó por ahora
a los reaccionarios regímenes árabes con poco margen
de maniobra, añorando la actuación imperialista en
los años del proceso de paz. El presidente egipcio Hosni
Mubarak declaró en una entrevista que "sólo la
implicación directa norteamericana podrá convencer
a Israel que alcance un compromiso" y que desearía que
Estados Unidos "actuara como siempre, como un 'honesto negociador"
(Newsweek 30-3).
La Intifada cuenta con una profunda simpatía entre las masas
de los países árabes. Si bien las movilizaciones que
estallaron al comienzo del levantamiento palestino no se han repetido,
fueron un síntoma de la potencialidad de lucha contra el
imperialismo y el estado sionista. Esta ira podría dirigirse
contra los propios gobiernos -especialmente Egipto, Jordania, Arabia
Saudita, además de Kuwait- de seguir estos con su política
de alineamiento con Estados Unidos y de buenas relaciones con Israel,
mientras aumenta el sufrimiento palestino y el de la población
iraquí, asediada por los diez años de bloqueo económico
y los bombardeos imperialistas. El desgaste de la posición
norteamericana en Medio Oriente, la presión interna y el
resurgir de figuras como Sadam Hussein han alentado un leve cambio
de política en el mundo árabe, reflejado en "gestos"
diplomáticos y promesas de ayuda a la intifada palestina
que todavía no se han concretado.
La última cumbre árabe reunida en Amman a fines de
marzo repudió una vez más la violencia israelí,
comprometió nuevamente una ayuda económica al pueblo
palestino y acompañó el reclamo de la Autoridad Palestina
de retomar las negociaciones en el punto en que habían llegado
con el anterior gobierno de Barak, y emitió una declaración
exigiendo el fin de las sanciones económicas a Irak. Pero
puso en evidencia la división de los gobiernos árabes
entre un ala "moderada", compuesta por los principales
aliados norteamericanos -Egipto, Jordania y Arabia Saudita- y un
ala "dura" encabezada por Irak, a la que se sumó
Siria y El Líbano, que planteó la ruptura con Israel
y una asistencia económica y militar concreta para la intifada
palestina. La cumbre resolvió no iniciar nuevas relaciones
comerciales con Israel, aunque no cuestiona las ya existentes, sobre
todo de Egipto y Jordania. Esto les permite a los principales países
árabes preservar sus intereses materiales derivados de sus
buenas relaciones con el estado de Israel y Estados Unidos.
El fracaso de la política de "estabilización"
perseguida durante siete años por la administración
Clinton, precedida por el triunfo norteamericano en la guerra del
Golfo en 1991, fue deteriorando el posicionamiento de Estados Unidos
y desgastando las alianzas en la región.
La política norteamericana en Medio Oriente también
es cuestionada por potencias imperialistas de la Unión Europea
y por Rusia que critican las acciones unilaterales de Estados Unidos.
Estas diferencias se hicieron claras con el último bombardeo
norteamericano a Irak a mediados de febrero, que sólo contó
con el apoyo de Gran Bretaña. Más recientemente, Noruega
emitió un comunicado, reconociendo el derecho palestino a
"tirar piedras y a enfrentar con armas" a la ocupación
israelí, llegando a sugerir que los colonos serían
un blanco legítimo.
Los acontecimientos que se están desarrollando indican que
en los próximos meses las tensiones irán en aumento.
Las consecuencias regionales de esta escalada militar son imprevisibles
y de profundizarse, no puede descartarse que se encamine a una dinámica
que involucraría a otros países de la región.
A pesar de la línea dura del gobierno de Sharon y de las
declaraciones a favor de los palestinos que se vieron obligados
a emitir los gobiernos árabes, se está intentando
evitar ese escenario.
La intifada palestina se está acercando a un momento crítico.
Los próximos desarrollos dirán si Ariel Sharon, el
responsable de las peores masacres contra las masas palestinas,
ayudado por las "palomas" laboristas será capaz
de descargar un duro golpe contra la intifada que le permita imponer
una salida reaccionaria favorable al estado de Isarel, o si por
el contrario, el levantamiento palestino logra superar el impasse
en que se encuentra y erigirse definitivamente como la vanguardia
de las masas del mundo árabe y musulmán en su lucha
por terminar con la opresión imperialista y abrir el camino
a la revolución obrera en Medio Oriente.
Los acuerdos de Oslo: una estrategia fallida
de "pax" imperialista
El triunfo de Estados Unidos en la guerra del Golfo en 1991 al
frente de una alianza que incluía al conjunto de las burguesías
árabes, a las otras potencias imperialistas y llegaba hasta
Rusia, abrió el camino a los acuerdos de Oslo. La dirección
palestina que se había alineado con Sadam Hussein, había
quedado completamente aislada en Túnez, perdiendo el apoyo
financiero que recibía por ejemplo del régimen de
Arabia Saudita. En ausencia de Arafat y la OLP se estaba desarrollando
en los territorios ocupados desde 1987 la primer intifada, el levantamiento
semi espontáneo de las masas palestinas contra la ocupación
israelí con métodos que fueron desde el boicot y la
huelga, hasta el más popularizado enfrentamiento de jóvenes
con piedras y bombas molotov contra las tropas del ejército
sionista. Esta situación le permitió a Estados Unidos
también ejercer presión sobre el gobierno israelí
para que aceptara la negociación.
Con la firma de la Declaración de Principios en 1993 entre
Yasser Arafat y el entonces primer ministro israelí Yitzak
Rabin, se abrió un proceso de negociaciones destinado estabilizar
la región y hacerla más segura para los intereses
norteamericanos. El llamado "proceso de paz" entre Israel
y los palestinos era el puntapié para "normalizar"
las relaciones entre el estado sionista y el mundo árabe.
Como resultado de estos acuerdos, en 1994 Jordania firmó
un tratado de paz con Israel, el segundo país árabe
en hacerlo después de Egipto que había firmado la
paz con Israel en las negociaciones de Camp David en 1978.
Los acuerdos de Oslo constituían un esquema de negociación
que buscaba separar gradualmente el estado de Israel de una futura
entidad autónoma palestina, en base a la devolución
de ciertos porcentajes de territorios ocupados por Israel luego
de la guerra de los seis días en 19672. Los aspectos que
hacían a la "solución final", como la definición
de la soberanía sobre Jerusalén, que Israel reclama
como "su capital única e indivisible", el derecho
al retorno de los refugiados palestinos y la separación en
dos estados incluyendo la anexión al estado de Israel de
varios de los asentamientos de colonos instalados en los territorios
palestinos, quedaban para las últimas instancias del proceso3.
Este plan fue aceptado por Yasser Arafat, traicionando las justas
aspiraciones de su pueblo a la autodeterminación nacional.
Esta traición de Arafat se venía preparando desde
mucho antes. En 1988 la OLP había abandonado la lucha por
establecer un estado palestino en todo su territorio histórico,
y había aceptado un "mini estado" en algún
punto de los territorios ocupados por Israel en 1967. La OLP aceptó
la solución de "dos estados", reconociendo el derecho
a existencia del estado de Israel y legitimando la colonización
israelí de 1948. Esto dejaba sin sustento el reclamo del
derecho al retorno de los refugiados palestinos, más de cuatro
millones que actualmente sobreviven en campamentos dentro de los
mismos territorios palestinos, principalmente en Gaza, y en los
países vecinos, sobre todo en Jordania y El Líbano.
El acuerdo también implicaba una cooperación en temas
de seguridad entre la policía palestina y los servicios militares
israelíes. Esta operación supervisada por la CIA estaba
destinada a que la Autoridad Palestina se conviertiera en policía
interna, se comprometiera a "combatir al terrorismo",
es decir cualquier expresión de resistencia a los acuerdos
de "paz" en pos de garantizar la "seguridad"
del estado de Israel.
La creación en 1994 de la Autoridad Nacional Palestina que
regía en algunas zonas autónomas de Gaza y la Franja
Occidental y una policía armada con armamento liviano de
alrededor de 40.000 hombres, despertó enormes ilusiones en
el movimiento de masas de que podría al fin realizar sus
aspiraciones a tener su propio estado luego de décadas de
lucha.
Sin embargo, los siete años de proceso de paz mostraron que
las concesiones territoriales y de autonomía eran mínimas
y tenían un precio muy alto. El establecimiento de las zonas
autónomas palestinas no fue un proceso "pacífico".
Israel devolvió porcentajes menores de los territorios4,
mientras que continuó con la proliferación de los
asentamientos de colonos. A cambio de renunciar a cualquier otro
reclamo futuro, las masas palestinas tendrían un "mini
estado" en zonas autónomas separadas unas de otras sin
unidad territorial y dependiente económicamente de Israel,
que se reservaba además el control del agua y la electricidad,
y mantenía los puestos militares para proteger los asentamientos.
La clave de los acuerdos de Oslo era mantener una profunda asimetría
entre el estado de Israel y el imperialismo norteamericano por un
lado, y la Autoridad Palestina por otro, lo que implicaba que cada
instancia de negociación se convirtiera en una presión
extrema sobre Yasser Arafat que hacía concesiones cada vez
más inaceptables para el pueblo palestino.
La dinámica de los acuerdos de Oslo que pretendían
imponer una solución a la medida del estado sionista pero
sin propinar una dura derrota a las masas palestinas, llevó
a una aguda polarización a izquierda entre las masas palestinas
y a derecha en Israel.
La sociedad israelí se dividió. El sector pacifista
que iba desde el Partido Laborista hasta la "izquierda"
sionista, como Meretz y la organización Paz Ahora, era partidario
de los acuerdos de paz como la mejor forma de garantizar la seguridad
del estado de Israel y abrir sus relaciones al mundo árabe.
El otro sector liderado por el Likud y por los partidos religiosos
y la extrema derecha sionista, entre ellos los colonos, consideraba
que el gobierno de Rabin había hecho concesiones inadmisibles
que además no detendrían las exigencias de las masas
palestinas. Veían con espanto la formación de la Autoridad
Palestina y sobre todo su policía armada. Su estrategia se
podría resumir en una antigua frase de Ariel Sharon que había
afirmado que "los palestinos ya tienen un estado, Jordania".
Esta fractura produjo una sucesión de crisis políticas
que comenzó con el asesinato de Rabin a manos de un activista
de extrema derecha, y siguió con el término anticipado
de los gobiernos del derechista Netanyahu y más recientemente
del laborista Ehud Barak. La conclusión lógica de
este camino fue la asunción de Ariel Sharon y la conformación
del gobierno de unidad nacional.
Del lado palestino, el gran desprestigio de Arafat por sus repetidas
capitulaciones llevó a que ante el descontento de las masas,
hasta sectores del mismo Al Fatah -como las milicias juveniles del
Tanzim dirigidas por Marwan Bargouti- encabecen acciones de la Intifada,
buscando eclipsar a las organizaciones islámicas como Hamas
y Jihad. La desilusión con el proceso de paz que se viene
desarrollando desde hace años, se transformó en acción
de masas. Podemos decir sin temor a equivocarnos que la segunda
Intifada marca el epílogo de una década abierta con
el triunfo imperialista en la guerra del Golfo y el prólogo
de una nueva situación de alta inestabilidad.
Israel: de Oslo al gobierno de Sharon
El fracaso del gobierno laborista de Ehud Barak para hacer retroceder
a la intifada palestina operó un cambio en la sociedad israelí,
que acompañó a la superestructura política
en su giro a la derecha. El triunfo de Ariel Sharon, impensable
hace apenas unos meses atrás, no fue una sorpresa para nadie,
como tampoco la formación de un gobierno de unidad nacional
con el Partido Laborista, golpeado por la catástrofe electoral5.
A diferencia del gobierno de Barak que usaba las represalias militares
y los bloqueos como una expresión in extremis sobre Arafat
para que acepte los términos de la negociación impuestos
por Israel y Estados Unidos, el nuevo gobierno de Sharon y Peres,
partiendo del fracaso de esta política para revertir la relación
de fuerzas, ha puesto en marcha una estrategia de guerra de desgaste.
Desde el comienzo, ha buscado profundizar las condiciones para obligar
al rendimiento palestino. El estado sionista usa el bloqueo y cierre
de las zonas palestinas como un arma de guerra. Cientos de miles
de habitantes de Gaza y la Franja Occidental quedan aislados, las
ciudades son rodeadas por trincheras y custodiadas por puestos de
control del ejército sionista. Durante el actual levantamiento,
Israel hizo uso y abuso de este recurso, incluso cerró el
aeropuerto internacional de Gaza. Se calcula que alrededor de 120.000
trabajadores palestinos no han podido concurrir a sus empleos en
Israel durante los últimos meses, del mismo modo se ha recortado
el acceso al agua y la electricidad, hundiendo aún más
a las masas palestinas en la miseria.
Esto se combina con ataques militares. Las Fuerzas Israelíes
de Defensa han asesinado y encarcelado a miembros de la guardia
de Arafat y del movimiento político Fatah dentro de las zonas
autónomas. Después de los primeros ataques de las
tropas sionistas en Gaza y Ramallah, Avigdor Lieberman, ministro
de Infraestructura y "superhalcón" del gabinete
de Sharon, advirtió que "Como ha dicho el primer ministro,
esta no es una reacción, no es una sola operación.
Es la apertura de una fase de una política de conjunto cuyo
objetivo es poner fin al terror. La diferencia debe ser que la jerarquía
política le dé pleno apoyo a sus fuerzas de seguridad,
plena libertad para operar"6.
El gobierno norteamericano apoyó la decisión de Sharon
de no negociar hasta que no "cese la violencia", y escuchó
con atención su definición de que Arafat no es el
líder palestino con quien negociar la "paz", sino
un "terrorista" alineado con Sadam Hussein. Sharon también
consiguió un fuerte espaldarazo del poderoso lobby judío
norteamericano.
En lo inmediato la asunción de Sharon y la conformación
del gobierno de unidad nacional con el Partido Laborista parecen
haber fortalecido a Israel. La unidad nacional sólo dejó
por fuera a sectores de extrema derecha como los colonos que han
comenzado a cuestionar a Sharon y exigen medidas militares más
duras, incluso plantea la reconquista de sectores árabes
como en la ciudad de Hebrón, y sectores limitados de la izquierda
israelí, que sintomáticamente han participado en movilizaciones
conjuntas con palestinos. De profundizarse la dinámica inicial
del gobierno de Sharon esta polarización podría desarrollarse.
La escalada militar podría derivar en un número mayor
de víctimas. Los acontecimientos dirán si la población
israelí estará dispuesta a soportar más muertes
de soldados y civiles, teniendo en cuenta que la retirada desordenada
de las tropas sionistas del sur del Líbano se debió
a la gran impopularidad que causaba el creciente número de
bajas entre los soldados israelíes a manos de milicias de
Hezbollah. Más allá de la enorme superioridad militar,
Israel sigue siendo vulnerable a las emboscadas y atentados palestinos.
Por esto Sharon no tiene la política de quemar todos los
puentes con la Autoridad Palestina, buscando sobre todo recomponer
la colaboración en temas de seguridad. En este sentido aunque
ha suspendido las negociaciones políticas que hacen a un
posible acuerdo de "paz", miembros de primer nivel del
gobierno israelí como el ministro de exteriores Shimon Peres
e incluso un amplio espectro de parlamentarios -del hijo de Sharon
al Meretz- han mantendio reuniones con la Autoridad Nacional Palestina
para volver a la cooperación para mantener la seguridad y
controlar el "terrorismo".
El gobierno israelí admite que la dinámica en la que
se ha embarcado podría llevarlo a una guerra, aunque aclara
que por la disposición de fuerzas, esta no será una
guerra en sentido clásico, aludiendo que se puede transformar
en un baño de sangre para las masas palestinas. Es que de
desarrollarse no sería una guerra entre ejércitos,
sino una guerra de un ejército de ocupación para aplastar
el levantamiento palestino y mantener las condiciones de opresión7.
Esto puede llevar a involucrar en distinta medida a otros países
de la región y a una desaprobación internacional si
Israel continúa con su violenta represión a los palestinos.
Estas son algunas de las contradicciones que subyacen a la "opción
militar" israelí.
Potencialidades y límites del
levantamiento palestino
La intifada de Al Aqsa tiene causas profundas en la lucha por
la liberación nacional con respecto al enclave colonial y
racista israelí. Esto es lo que explica las tendencias que
se expresaron sobre todo en las primeras semanas de su desarrollo.
Sin duda el fenómeno más importante fue la intervención
de los palestinos que viven en Israel, como parte de la misma lucha
de liberación que libra el pueblo palestino en los llamados
territorios ocupados8. La solidaridad activa de las masas árabes
y musulmanas ha mostrado la potencialidad de la rebelión
nacional palestina y su relación con la lucha de las masas
de la región.
Estos dos desarrollos marcan una diferencia cualitativa con la primer
intifada9. En ese momento, los palestinos dentro del territorio
israelí, sólo participaron activamente al comienzo
realizando una huelga general, pero pasado este primer momento su
colaboración se redujo a aportar dinero al levantamiento
pero sin tomar parte en los enfrentamientos. Hoy este sector que
comprende el 20% de la población israelí ha llevado
el levantamiento palestino al corazón del estado sionista.
Luego de las primeras semanas de movilizaciones masivas, el desarrollo
del levantamiento fue frenado por las distintas fracciones dirigentes.
Las acciones se tornaron hacia enfrentamientos armados de pequeños
grupos, sobre todo contra los asentamientos de colonos, organizados
por la milicia Tanzim. Si bien la posesión de armas del lado
palestino es una novedad con respecto a la primer intifada, las
distintas organizaciones tienen su monopolio, impidiendo el armamento
de masas, dejando que miles de jóvenes se enfrenten con piedras
a las tropas sionistas. Este monopolio del armamento llevó
a una cierta "militarización" del conflicto alrededor
de las acciones individuales controladas por Hamas y milicias de
Fatah. Es que tanto la OLP como los grupos islámicos de oposición,
como el Hamas y la Jihad Islámica, intentan mantener el levantamiento
bajo control, evitando la organización independiente y democrática
de las masas palestinas. Esto no niega de ninguna manera que en
las más amplias masas crece el sentimiento de apoyo al levantamiento10
y su disposición a la lucha.
La dirección del levantamiento hasta ahora comprende a un
amplio abanico de organizaciones, nucleadas en las "Fuerzas
Nacionales-Islámicas". Esta coalición está
formada por las distintas fracciones de la OLP y la oposición
islámica y laica a Al Fatah, como Hamas, Jihad Islámica,
Frente Popular para la Liberación de Palestina, muchos de
ellos son duros críticos de Arafat y de su política
de negociación con el estado de Israel. Pero esta dirección
conjunta ha permitido hasta el momento sostener a la Autoridad Palestina,
desprestigiada ante el movimiento de masas por sus capitulaciones
y por el carácter corrupto y antidemocrático de la
élite gobernante, mientras que la gran mayoría de
los palestinos viven al límite de la subsistencia.
La gravedad de los acontecimientos y la debilidad en la que se encuentra
Arafat, no sólo en el frente interno, sino también
ante al gobierno israelí que ha suspendido las negociaciones,
obligó en las últimas semanas a hacer un llamado dramático
a "masificar" nuevamente la protesta. Como lo ha hecho
con la primer intifada, Arafat intentará usar la justa lucha
de su pueblo para mejorar su posición tanto frente a las
potencias imperialistas como a los reaccionarios gobiernos árabes,
a los que busca presionar con el sufrimiento palestino. Pero esta
política encuentra serias dificultades. El surgimiento de
líderes "populares" de Fatah, no ligados directamente
a la Autoridad Palestina, como Marwam Bargouti en la Franja Occidental,
la mayor presencia de otras fracciones de la OLP y milicias como
Tamzin, que no estarían bajo control directo de Arafat, y
las acciones de grupos islámicos, sobre todo Hamas, muestran
un serio deterioro de Yasser Arafat como dirección histórica
del movimiento palestino, de consecuencias importantes sobre todo
ante una radicalización mayor del conflicto.
Pero la dirección de Arafat todavía no se ha superado.
A pesar de la enorme combatividad y heroísmo la segunda intifada
está ante una encrucijada y ante la imperiosa necesidad de
expandirse al mundo árabe. A diferencia por ejemplo de la
relación de fuerzas que impuso el proletariado negro en Sudáfrica
que amenazó con una revolución obrera a fines de los
'80, y que sólo pudo ser desviada con el fin del apartheid
y la traición de Mandela, el actual levantamiento de las
masas palestinas por sí mismo no tiene esta fortaleza a menos
que se transforme en la vanguardia del conjunto de las masas de
Medio Oriente, uniéndose a los principales proletariados
de la región. Lejos de esto, la política de Arafat
es mantener el levantamiento en su estado actual y buscar el respaldo
de los reaccionarios regímenes árabes que históricamente
han dejado librado a su suerte al pueblo palestino, así como
de las Naciones Unidas y potencias europeas. La situación
límite en la que se encuentra la intifada y la dinámica
de los acontecimientos pueden llevar a una radicalización
del conflicto que empiece a plantear las vías de superación
de los límites impuestos por sus direcciones.
La salida reaccionaria de "dos estados"
La situación actual está mostrando el verdadero contenido
reaccionario de la salida de "dos pueblos, dos estados",
contemplada en la resolución inicial de las Naciones Unidas
por la que se fundó el estado de Israel en 1948, pero que
nunca dio lugar al surgimiento de un estado palestino. Por el contrario,
en más de cincuenta años, el pueblo palestino ha visto
pisoteados sus derechos nacionales. La partición del territorio
histórico palestino llevó a la fundación de
un enclave racista, agente del imperialismo en la región,
que extendió sus "fronteras" en sucesivas guerras
y mantiene una situación colonial contra las masas palestinas.
Para el gobierno de Sharon y Peres, la separación y las fronteras
definitivas del estado de Israel implica reducir a los palestinos
a guetos y campamentos de refugiados.
La izquierda sionista y los movimientos pacifistas israelíes,
que defienden al estado de Israel sin cuestionar sus orígenes
coloniales y su alianza con el imperialismo contra las masas árabes,
presentan a los "dos estados" como la salida más
"realista, justa y pacífica". A diferencia de la
derecha israelí, consideran que habría que poner fin
"a la ocupación", es decir, que las fronteras del
estado hebreo no deberían incluir porciones de los territorios
ocupados en 1967. Esto se concretaría con el desmantelamiento
de asentamientos de colonos, sobre todo los más irritativos
como el de Hebrón.
Estos sectores defendieron el "proceso de paz", y cínicamente
varias veces han responsabilizado a Arafat por no aceptar los ofrecimientos
"generosos" que le hacían Israel y el imperialismo.
Ante el fracaso de los acuerdos de Oslo, muchos están planteando
que habría que hacer cumplir las resoluciones de las Naciones
Unidas, que obligaría a Israel a retirarse a las fronteras
anteriores a 1967.
La separación en "dos estados" implica el reconocimiento
del estado de Israel, un estado "judío sólo para
judíos", un enclave racista que para mantenerse oprime
y hostiga a las masas palestinas. Por esto incluso hasta las propuestas
más "generosas" que partan de este supuesto, llevan
a la imposición de un régimen muy similar al apartheid
sudafricano, es decir, el establecimiento de "bantustanes",
o pequeñas porciones de territorio "autónomo"
donde estarían obligados a vivir los palestinos, dirigidos
por la autoridad palestina, pero donde el verdadero dominio sería
del estado colonial israelí. Como plantea el escritor palestino
Edward Said, este método "viene del colonialismo del
siglo 19. Los franceses lo hicieron en Argelia (...) En Sudáfrica,
la idea era poner a los negros en reservaciones o "homelands"
donde podían tener algunos atributos de soberanía
pero ninguna soberanía real. No podían controlar la
tierra. El agua no estaba bajo su control. Las entradas y salidas
estaban controladas por los blancos. Este es exactamente el modelo
aquí. Las áreas palestinas que son pequeñas
y están divididas, son los centros de la población
palestina, pero son los equivalentes a los "homelands"
sudafricanos, donde alguien como Arafat puede dar la impresión
de que es el líder pero de hecho las cuerdas detrás
de la escena son manejadas por el ocupante colonial"11.
Esta estrategia ha llevado a una profunda crisis a la izquierda
israelí, que no ha podido impedir el ascenso de Sharon y
su unidad con el laborismo.
La negación del derecho al retorno de los refugiados palestinos
es la muestra más cruda de esta realidad. El estado de Israel
no reconoce ninguna responsabilidad en la génesis del problema
de los refugiados palestinos, porque si hiciera esto implícitamente
estaría admitiendo su conquista violenta de los territorios
palestinos y que el establecimiento y la permanencia del estado
de Isarel se basa en la pertenencia a una raza o religión.
Según el dogma sionista, hay un "eterno derecho al retorno"
de cualquier judío nacido en cualquier parte del mundo al
estado de Israel, mientras que niega el derecho al retorno de los
habitantes históricos palestinos.
Cuando se trata del "problema de los refugiados" palestinos,
las diferencias entre la izquierda y la derecha del movimiento sionista
son sólo de matices. Mientras que los partidos laborista
y Likud nunca aceptarán el derecho al retorno, otros sectores
como el movimiento Paz Ahora y de intelectuales liberales pacifistas
proponen salidas que contemplan "cuotas" de ingreso o
compensaciones económicas, como complemento de la política
de separación basada en la estrategia de "dos pueblos,
dos estados". Según un académico israelí,
"En relación a este tema [a los refugiados], no hay
diferencias entre la 'izquierda' y la 'derecha'. Es suficiente mencionar
el problema de los refugiados, para que escritores como Amos Oz
[un reconocido referente de la izquierda] reaccionen como Ariel
Sharon"12.
La aceptación de Arafat de los términos de Oslo y
de la legitimidad del estado sionista también lleva de suyo
negociar el "problema de los refugiados" a través
de compensaciones y de radicación en otros países
árabes. Sin embargo, la segunda Intifada ha puesto como nunca
antes en primer plano el derecho al retorno de los refugiados. Como
plantea un periodista, "en varios lugares lo que está
empezando a ocurrir en los territorios se ha comenzado a llamar
la "intifada del retorno", y los refugiados están
jugando una vez más el rol central que jugaron en el pasado
en el movimiento nacional palestino13". Esta aguda situación
le ha puesto como límite a las capitulaciones de Arafat la
firma definitiva de un acuerdo que certifique la renuncia al derecho
al retorno.
Una perspectiva revolucionaria para Medio Oriente
La segunda intifada es la última expresión de la lucha
de liberación nacional que las masas palestinas vienen dando
desde hace años. Desde la primer década del siglo
XX la población árabe que habitaba el territorio de
Palestina se ha visto sometida a la lenta pero firme colonización
de la tierra por el movimiento sionista.
En 1936 estalló una gran rebelión anticolonial contra
Gran Bretaña, que tenía en ese momento el mandato
sobre los territorios palestinos14. El levantamiento comenzó
con una huelga general que duró seis meses y se extendió
hasta 1939, cuando fue aplastado por gran parte del ejército
británico y las milicias irregulares sionistas. La dura derrota
de este primer levantamiento árabe facilitó la colonización.
La división del territorio palestino por las Naciones Unidas
derivó en la fundación del estado de Israel, un enclave
racista que tiene en sus orígenes la limpieza étnica
de la población árabe en 1948 y se sostiene como un
estado colonial y terrorista, avanzada del imperialismo en Medio
Oriente, basado en la pertenencia a una raza, lo que lleva no sólo
a la opresión del pueblo palestino en los territorios ocupados
sino también a la discriminación de la minoría
árabe que vive en Israel.
El sionismo usó cínicamente el sufrimiento de los
judíos, las persecuciones y el holocausto para justificar
su política colonialista. Durante décadas sostuvo
el mito de que la fundación del estado de Israel fue producto
de una "guerra de liberación nacional" y que las
acciones del estado de Israel eran "defensivas" frente
a la hostilidad del mundo árabe. Este mito está cayendo
frente a una verdad histórica que se revela a diario en las
calles y en los campamentos de refugiados palestinos.
La dirección de la OLP expresó la radicalización
del movimiento nacional palestino frente a la debacle del nacionalismo
árabe, a fines de los '60 y principios de los '70. Su programa
planteaba el establecimiento de un estado palestino laico en todo
su territorio histórico, basado en la destrucción
del estado de Israel. Pero en los '80 Arafat y la OLP prepararon
la traición a las masas palestinas, haciéndola explícita
con la firma de los acuerdos de Oslo.
El pueblo palestino no puede coexistir pacíficamente con
el estado de Israel, porque no podrá haber "paz justa"
mientras exista la opresión nacional. El levantamiento palestino
contra la opresión colonial, el reclamo al derecho al retorno
de los refugiados, y la amenaza cada vez más palpable de
una ofensiva militar, exponen como nunca antes que la única
salida "justa y realista", la condición del derecho
a la autodeterminación nacional palestina es la destrucción
del estado racista de Israel y la expulsión del imperialismo.
Los revolucionarios defendemos y apoyamos las demandas democráticas
de las masas palestinas como motores de la movilización revolucionaria.
En ese sentido, defendemos el derecho a un estado palestino laico
y no racista sobre todo el territorio histórico palestino,
en base a la destrucción del estado sionista, donde puedan
convivir en paz árabes y judíos.
La política de Arafat de una "rendición negociada",
buscando el respaldo de los reaccionarios regímenes árabes
y de las Naciones Unidas llevará a la derrota al pueblo palestino.
Mientras que las direcciones islámicas con sus acciones militares
individuales, al servicio de establecer un estado confesional, impiden
que se desarrolle un movimiento de masas que se dote de sus propias
organizaciones independientes, capaces de desplegar el potencial
antimperialista y revolucionario de la lucha nacional palestina,
transformándola en una palanca de la revolución en
Medio Oriente.
Estas direcciones burguesas y teocráticas son incapaces de
dirigir y llevar hasta el final la lucha por la liberación
nacional. Las demandas democráticas de autodeterminación
nacional del pueblo palestino son irresolubles en los marcos del
capitalismo imperialista, que se basa en la opresión y semicolonización
de la mayoría de los pueblos del mundo. Por eso planteamos
que la resolución de las aspiraciones nacionales palestinas
está profundamente ligada al establecimiento de un gobierno
obrero y campesino y una Palestina Obrera y Socialista.
El imperialismo mantiene una alianza estratégica con el estado
sionista, que actúa como gendarme de sus intereses contra
las masas de la región, a los que se han subordinado completamente
los gobiernos árabes que oprimen y explotan a sus propios
pueblos. Frente a estos enemigos la única posibilidad de
triunfo de las masas palestinas es la unidad con las masas árabes
y musulmanas, que han mostrado con sus movilizaciones ser un poderoso
aliado potencial para derrotar al imperialismo y sus agentes, y
que están ligadas a la lucha nacional palestina por múltiples
lazos, históricos y concretos, por ejemplo por la vía
de los millones de refugiados que viven en los países árabes
vecinos. La intervención independiente de los proletariados
más concentrados de Medio Oriente encabezando a las masas
oprimidas de la región es lo que evitará que la intifada
palestina quede limitada a un levantamiento heroico pero impotente
frente al ejército israelí, el cuarto ejército
del mundo y al imperialismo. La unidad revolucionaria con la clase
obrera y las masas de la región es la única forma
de llevar hasta el final la lucha por la liberación nacional
del pueblo palestino uniendo los intereses de la clase obrera de
los países de Medio Oriente contra sus gobiernos locales
y el imperialismo, abriendo la perspectiva de la revolución
obrera y el camino a la lucha por una Federación Socialista
de Medio Oriente.
NOTAS
1 Asesores y analistas de política exterior recomiendan a
la nueva administración una firme decisión de intervenir
en Medio Oriente. Una prestigiosa revista imperialista de política
exterior plantea que "El equipo de Bush debe entender que no
puede simplemente irse de esta situación volcánica.
Las apuestas para Washington son altas (...) Más que en ningún
otro momento en las últimas tres décadas, las tensiones
en la región tienen ahora el potencial de escalar. La situación
podría cambiar rápidamente de un conflicto nacional,
de un combate aislado a una conflagración regional. Los máximos
funcionarios de la seguridad nacional norteamericana han llamado
a Medio Oriente el punto más peligroso en el mundo (...)
La región sigue siendo de importancia crítica para
Estados Unidos debido a su dependencia del petróleo del Golfo
Pérsico, su deseo de contener a un desafiante Sadam Hussein
y su relación especial con Israel" Foreign Affairs marzo
2001.
2 Luego de meses de choques y escaladas militares, primero con Siria
al que luego se sumó Egipto, el estado de Israel lanzó
el 5 de junio de 1967 un ataque preventivo contra ambos países,
destruyendo sus fuerzas áreas. Jordania se unió a
Siria y Egipto por lo que también fue atacada. Los tres fueron
derrotados e Israel capturó la Fanja Occidental de Jordania,
la Franja de Gaza y la península del Sinaí de Egipto
y las alturas del Golán de Siria. Esta guerra sólo
duró seis días y transformó decisivamente a
Israel en la potencia militar dominante en la región. Mientras
que la derrota desacreditó a los regímenes árabes,
el movimiento nacional palestino emergió con una nueva radicalización
después de 1967.
3 Las conversaciones de "paz" comenzaron inmediatamente
después de la victoria norteamericana en la guerra del Golfo
en Madrid en 1991. Tras la firma en Washington de los acuerdos en
1993, el llamado "proceso de paz" ha pasado por otras
instancias de negociación, conocidas como Cairo I y II y
Oslo II en 1994, que establecieron la Autoridad Nacional Palestina
y la policía palestina, el memorandum de Wye River en 1998,
bajo el gobierno israelí de Netanyhau, y más recientemente
la fallida Cumbre de Camp David en julio de 2000 y las negociaciones
de Taba hacia el fin de los gobiernos de Clinton y Barak. En cada
instancia de negociación Israel conseguía progresivamente
más concesiones de Yasser Arafat, hasta que se planteó
la resolución del problema de los refugiados, por ahora una
capitulación inadmisible para la dirección palestina.
4 En relación a las concesiones territoriales, E. Said plantea
que "Poca gente se da cuenta que incluso bajo los términos
de Oslo, las áreas palestinas que tienen autonomía
no gozan de soberanía (...) En otras palabras, Israel tomó
el 78% de Palestina en 1948 y el restante 22% en 1967. Sólo
ese 22% está en cuestión ahora, y esto excluye Jerusalén
occidental", Palestinians under siege, 14 de diciembre de 2000,
London Review of Books. Y que "La Franja Occidental y Gaza
constituyen el 22% del territorio palestino histórico (...)
de ese 22%, los israelíes todavía controlan el 60%
de la Franja Occidental y el 40% de Gaza".
5 Las elecciones israelíes se realizaron el 6 de febrero
pasado. La victoria arrasadora del candidato del Likud, Ariel Sharon,
no se debió sólo al giro a la derecha de la sociedad
israelí, sino también a la abstención de los
palestinos que viven en Israel, que votaban en un 90% al Partido
Laborista. Los palestinos dentro de Israel boicotearon activamente
las elecciones, se calcula que la abstención en este sector
llegó al 80%, mostrando la profundidad de la fractura dentro
del estado sionista abierta con el estallido de la intifada, en
la cual participaron activamente los palestinos que viven como ciudadanos
de segunda en el estado sionista, sujetos a las "leyes de ciudadanía",
no de nacionalidad, que el estado de Israel se reserva para los
ciudadanos no judíos. Como resultado de la represión
de las tropas sionistas y de los pogroms organizados por israelíes
contra las ciudades árabes, 13 palestinos fueron asesinados.
El candidato laborista Barak y algunos dirigentes árabes
intentaron infructuosamente prensentarse como el mal menor frente
a Sharon, pero no pudieron borrar la conclusión de que los
halcones del Likud y las palomas laboristas son las dos caras de
la misma moneda.
6 The Guardian 29-3-01.
7 Algunos analistas empiezan a comparar esta situación con
la guerra que Francia libró en Argelia para mantener su poder
colonial.
8 La minoría palestina que vive en el estado de Israel asciende
al 20% de la población. Su situación es de marginalización
y discriminación racial. Por ley el 92% de los territorios
israelíes está destinado únicamente a ciudadanos
de origen judío. La política de los sucesivos gobiernos
ha sido la de "judaizar" las ciudades con población
mayoritaria árabe. Sus condiciones económicas son
mucho peores, gran parte de este sector es mano de obra barata para
empresas israelíes. Aunque una pequeña minoría
se integró parcialmente -incluso con cargos parlamentarios-
esto no indica un cambio en su situación y de hecho los partidos
árabes, que tradicionalmente apoyan al Partido Laborista,
han tenido que hacerse eco de la ira de los palestinos. Un analista
describe muy bien la situación de los árabes dentro
de Israel: "Los palestinos que quedaron sujetos al control
israelí después de 1948 experimentaron lo que se conoció
como la "israelificación" de los árabes
palestinos. Con el tiempo, se conocieron como los árabes
israelíes, que como otras minorías étnicas
marginalizadas y amenazadas desarrollaron un fuerte sentimiento
de identidad nacional en un esfuerzo por restaurar su herencia,
lenguaje y cultura palestina contra la dominación política
y cultural de Israel (...) Para asegurar el dominio de los judíos
dentro del estado, el parlamento israelí adoptó varias
leyes -incluida la Ley del Retorno para los judíos en 1951
y la Ley de Ciudadanía- por las cuales la minoría
árabe estaría contenida dentro de los límites
de las regulaciones de ciudadanía dispuestas para residentes
no judíos". Inter-Arab politics and the Mainstream of
the Palestinian Movement: Changes in Relations and Strategy and
their Implications for the Peace Process. Husam Mohamad, Eastern
Mditerranean University, Chipre, 1999.
9 La primer intifada palestina comenzó formalmente el 8 de
diciembre de 1987, cuando deliberadamente vehículos israelíes
atropellaron a varios palestinos. El funeral del día siguiente
se transformó en una movilización de masas. Las tropas
israelíes reprimieron y asesinaron a manifestantes palestinos.
Esto dio comienzo a una rebelión semi espontánea de
masas que se extendió con desigualdades prácticamente
hasta 1993. Diariamente en cada esquina de los territorios ocupados
miles de jóvenes enfrentaban con piedras a las tropas de
ocupación sionistas. Durante estos acontecimientos la dirección
de la OLP se encontraba en el exilio en Túnez.
10 Por ejemplo encuestas realizadas en noviembre y diciembre del
año pasado, reflejan que el 74% de los palestinos no reconocerían
la soberanía israelí en Jerusalén occidental,
el 60% no cree que haya posibilidades actualmente de coexistencia
pacífica y que dos tercios de los palestinos apoyan las "operaciones
suicidas" contra isarel. (citado por Foreign Affairs, marzo,2001)
11 Registro de una entrevista radial al escritor Edward Said, reproducida
en Socialist Action, febrero 2001.
12 "The right of return", Uri Avnery, en The Other Israel,
14-1-01
13 The OLP is rising - and the PA is sinking, Danny Rubinstein.
14 Palestina estuvo bajo mandato británico entre 1922 y 1948,
mandato otorgado por la Sociedad de las Naciones (antecesora de
las Naciones Unidas) en el reparto del mundo colonial de la primera
post guerra. El mandato británico terminó con el establecimiento
del Estado de Israel en 1948.
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