Ante el impacto de los hechos de trascendencia mundial desatados
con el atentado contra las "Torres gemelas" y el Pentágono,
del martes 11 de septiembre, presentamos esta primer declaración
política de la Fracción Trotskista Estrategia Internacional.
1. El atentado de dimensiones terroríficas del martes 11
en EE.UU. ha causado una enorme conmoción de alcances mundiales.
La magnitud de esta acción se tradujo en la destrucción
reinante en el corazón financiero de Manhattan; en las imágenes
de los enormes "Boeing" estrellándose y causando
el derrumbe de las "torres gemelas" (emblema de la "globalización"
y el poder financiero); en el Pentágono con un ala en llamas.
Aunque ha quedado al desnudo la vulnerabilidad de la gran potencia
dominante, acciones terroristas como esta, en la cual se mata indiscriminadamente
a miles o decenas de miles de trabajadores, tiene un contenido reaccionario.
Porque no hace avanzar un solo paso la lucha de los explotados y
oprimidos contra el imperialismo y tiene repercusiones negativas
para las masas, dentro de los Estados Unidos y a nivel internacional.
Bush y el imperialismo intentarán utilizar el atentado para
justificar una ofensiva contra las masas del mundo semicolonial,
y la propia clase obrera y los jóvenes de los países
centrales, intentando restablecer poder imperial.
2. Las cadenas imperialistas como CNN y la prensa mundial afirman
que el ataque fue realizado por sectores pertenecientes al "integrismo
islámico" y muchos señalan como responsables
a Bin Laden y su grupo (con bases en Afganistán).
Al momento, nadie se ha atribuido la autoría del atentado
y no podemos saber a quién corresponde. De todas formas,
sean quienes sean sus autores, la salvaje política imperialista
es la causante principal de la masacre de las Torres Gemelas: el
papel de "gendarme internacional" que EE.UU. se ha arrogado
en los últimos años, para afirmar su dominio mundial,
bombardeando y sumiendo en el desastre a países como Irak
y Serbia, le ha ganado el odio de millones en todo el mundo, en
los países semicoloniales empobrecidos, endeudados y humillados
por el imperialismo y en particular entre las masas palestinas y
en el mundo islámico.
Si el autor ha sido el demonizado Bin Laden, debe recordarse que
éste fue armado junto a la guerrilla afgana, por la CIA y
los Estados Unidos contra la invasión de la URSS en Afganistán
y era considerado por el gobierno de Reagan como un "combatiente
de la libertad".
Ni que decir si el atentado, o la complicidad con él, sea
expresión de los elementos de descomposición en el
seno del imperialismo, como fue el atentado de Oklahoma, obra de
un ex combatiente condecorado de la guerra del Golfo, con relaciones
no determinadas con las milicias fascistas norteamericanas.
3. Como marxistas revolucionarios, reafirmamos nuestra posición
de principios, que tiene como objetivo desarrollar la movilización
permanente de los trabajadores y la unidad del proletariado internacional
y los pueblos oprimidos del mundo, para acabar con el sistema capitalista
e imperialista, responsable de los más sanguinarios actos
de barbarie y terror que ha conocido la Humanidad.
Desde esta perspectiva, nos oponemos terminantemente al método
del terrorismo individual o de pequeños grupos al margen
de las masas, porque no eleva la movilización, organización
y moral de los explotados, y es impotente para liquidar los cimientos
de la explotación de clases, la persecución racial
o la opresión nacional que el sistema imperialista entraña.
Como ya afirmaba León Trotsky, líder de la insurrección
de Octubre y constructor del Ejército Rojo, a principios
del Siglo XX, haciendo un balance de la política de los terroristas
populistas rusos. "El humo de la explosión se disipa,
el pánico desaparece, el sucesor del ministro asesinado hace
su aparición, la vida nuevamente entra en su vieja ruta,
la rueda de la explotación capitalista gira como antes; sólo
la represión policial se hace más salvaje y brutal."
En este caso, puede constatarse que cualquier miembro de la elite
financiera puede ser reemplazado y los edificios reconstruidos,
los símbolos del poder han sido dañados, pero el poder
imperial sigue en pie y prepara sanguinarias represalias.
4. Las consecuencias reaccionarias del atentado indiscriminado
del martes 11 ya se hacen sentir claramente.
En primer lugar, como internacionalistas, nos solidarizamos con
el dolor de los familiares de los miles de víctimas inocentes,
que eran simples trabajadores, entre ellos, muchos latinos y negros
e inmigrantes de todo el mundo semicolonial.
Pero estamos en la vereda opuesta a la hipocresía de los
gobernantes imperialistas y la prensa que se han unido para combatir
"el diabólico terrorismo" que no guarda "ningún
respeto por la sagrada vida humana". En esto hacemos nuestras
las palabras de Trotsky: "no tenemos nada en común con
aquellos que posan de moralistas que, en respuesta a cualquier acto
terrorista hacen declaraciones solemnes sobre el valor absoluto
de la vida humana. Estos son los mismos que, en otras ocasiones,
en nombre de otros valores absolutos, por ejemplo el honor de la
nación o el prestigio del monarca, están dispuestos
a hundir a millones de personas en el infierno de la guerra".
Por eso denunciamos la utilización del pesar ante la muerte
de inocentes que hacen Bush, los demócratas y republicanos
yanquis y la OTAN, para justificar represalias militares contra
Afganistán y eventualmente otros países de Medio Oriente.
¡El imperialismo, genocida de pueblos y el mayor terrorista
de la historia (como mostró con Hiroshima, Vietnam, Irak
y la resiente guerra contra Yugoslavia) prepara una política
de mayor represión contra las luchas de las masas árabes
en general, y en particular contra los palestinos! Ya el Estado
racista de Israel ha lanzado sus tanques y tropas sobre las ciudades
de Jenin y Jericó, en territorio de Cisjordania, como parte
de su escalada contra el pueblo palestino.
Dentro de Estados Unidos, el atentado ha generado un clima ultrarreaccionario
y de racismo antiárabe y antiislámico, alentando una
política de ataque a las libertades democráticas y
aumento de los gastos militares y crea condiciones desfavorables
para los trabajadores norteamericanos que deben enfrentar los despidos
en masa de los grandes monopolios producto de la recesión
económica.
La conmoción en la opinión pública dentro de
los países centrales, ha alineado momentáneamente
a la mayoría de la población detrás de sus
gobiernos imperialistas, es un factor de desorientación de
la juventud anticapitalista que viene denunciando los pilares del
poder del gran capital en las enormes movilizaciones desde Seattle
a Génova, y conspira en lo inmediato en la posibilidad de
avanzar en una alianza entre ésta y los pueblos oprimidos.
5. En otro orden, el atentado liquidó la certeza en la invulnerabilidad
de los Estados Unidos y humilló a su aparato de defensa y
seguridad de alta tecnología. Esto no hace más que
poner en evidencia que, como pronosticamos los marxistas revolucionarios,
luego de la implosión de la URSS no surgió un "nuevo
orden mundial" duradero, sino que Estados Unidos quedó
mucho más expuesto para lidiar casi en soledad con los agudos
conflictos que recorren el mundo y que, con el atentado, entran
brutalmente en su interior.
La potencia dominante no había sufrido ataques directos en
su propio territorio. El atentado ha conmovido las bases de la "seguridad"
interna norteamericana, que se basaba en su abrumador poder militar
y económico y en las características de su territorio
de dimensiones continentales y protegido entre dos océanos.
El gobierno de Bush, que inició su mandato deslegitimado
por el escándalo electoral, enfrenta el desafío de
restablecer la imagen del poderío imperial humillado. Esto
lo pone frente a un complejo dilema: necesita dar una respuesta
rápida y contundente para no aparecer como indeciso y débil,
mientras que no le resulta fácil elegir el blanco de las
represalias. Todo esto en medio del agravamiento de las tendencias
recesivas de la economía internacional, aceleradas por la
propia conmoción actual.
6. En estos momentos, el gobierno de Bush, para intentar salir
de esta complicada situación, baraja tres opciones de respuesta
militar, para las que cuenta en principio con la complicidad de
sus socios de la OTAN: a) Una "intervención quirúrgica"
contra las bases de los supuestos autores del atentado, como fueron
los bombardeos de Clinton en 1998 contra Afganistán y Sudán,
tras los atentados a las embajadas yanquis en Kenya y Tanzania.
Esta respuesta sería rápida y de poco riesgo, pero
difícilmente sea efectiva. b) Una campaña de bombardeos
masivos, aéreos y misilísticos, incluyendo el posible
despliegue de tropas terrestres, contra Afganistán (o algún
otro estado), acusado de albergar a los terroristas. Esta variante
entraña enormes dificultades logísticas y riesgos
políticos y militares, pues podría terminar empantanando
al imperialismo en un conflicto bélico de larga duración
y dudosos resultados. c) La tercera variante, a la que parece estarse
inclinando Bush, sería una "guerra no convencional"
contra el terrorismo islámico, parecida a la estrategia que
EE.UU. impulsa en América Latina en nombre de la "lucha
contra el narcotráfico". Esta variante le evitaría
tener que identificar como blanco a un país específico,
y le permitiría a Washington ampliar sus objetivos a todo
lo que considere una amenaza a su "seguridad nacional"
al mismo tiempo que enlistar una amplia coalición de países
en nombre del "combate común contra el terrorismo".
Esta no sería una guerra rápida ni tendría
un objetivo definido, aunque implicaría variadas formas de
intervención y represalias contra Afganistán y otros
países, y podría extenderse por el gran arco de países
islámicos y hasta podría justificar una mayor injerencia
en otras zonas, como Colombia y otros países de América
Latina.
La resolución de la OTAN en su sesión extraordinaria
del 12/09, dándole aparentemente "carta blanca"
a Bush en la "lucha antiterrorista" avalaría esta
variante y ha llevado a muchos analistas a hablar de una nueva coalición
como la que encabezó Bush padre en 1991 contra Irak, con
el objetivo de hacer avanzar sus propios intereses.
7. Aunque el atentado ha creado unidad inmediata entre los estados
imperialistas, acompañada por declaraciones de apoyo de Rusia
y hasta de China, así como por muchos gobiernos del mundo
semicolonial, es poco probable que esta unidad puntual se extienda
a otros campos o se mantenga de forma duradera, reeditando las consecuencias
del triunfo imperialista sobre Irak en 1991 que permitieron una
década de fortalecimiento de la hegemonía norteamericana.
El casi seguro ingreso de la economía internacional en una
recesión que afecta en forma simultánea a las principales
potencias imperialistas tensiona las relaciones interimperialistas.
Las agrias discusiones previas a la próxima cumbre de la
OMC en Qatar, muestran que las diferencias que ya llevaron al fracaso
de la reunión de Seattle a fines del 2.000, no han dejado
de desarrollarse.
El proyecto norteamericano de "escudo antimisiles" (discusión
que, dicho sea de paso, mostró el despiste del liderazgo
americano sobre los verdaderos peligros inmediatos) ha exacerbado
las disputas estratégicas con Rusia, y en particular con
China, nación con las que Estados Unidos viene teniendo fuertes
fricciones, como mostró el "incidente del avión
espía".
En el mundo semicolonial las secuelas de una década de políticas
neoliberales, con el masivo endeudamiento y empobrecimiento, está
llevando a un distanciamiento de las políticas norteamericanas.
En particular, en Medio Oriente, principal foco de desestabilización
en la actual situación internacional, la política
norteamericana, francamente proisraelí, ha llevado a los
gobiernos árabes, que temen verse arrastrados por una desestabilización
mayor de la región, a una creciente reticencia a seguir los
designios de Washington.
Junto con esto, la política imperialista choca con una importante
resistencia de amplios sectores del movimiento de masas, como muestran,
desde la lucha de liberación nacional del pueblo palestino,
el levantamiento de masas en Argelia, y las masivas movilizaciones
obreras y campesinas que en América Latina se han venido
sucediendo, a través de varios países, desde Argentina,
pasando por Bolivia o Paraguay, hasta Colombia.
Por otra parte, el movimiento antiglobalización, que desde
Seattle se ha ido extendiendo por los países centrales, y
que ha tenido en la masiva movilización de Génova
un hito, muestra el descontento entre sectores de la juventud y
de los trabajadores en el seno de los propios países imperialistas.
Todos estos elementos configuran una situación internacional
inestable cualitativamente distinta al período de relativa
estabilidad de que gozó Estados Unidos durante la década
pasada. La propia conmoción causada por el atentado ha sido
una muestra contundente de que esta década ha quedado atrás.
En este marco, el intento de restablecer el poder imperial norteamericano,
mediante políticas cualitativamente reaccionarias en lo interno
y de agresión imperialista, debe avanzar sobre un campo minado
de obstáculos.
8. Frente a esta perspectiva, el interés elemental de los
trabajadores y las masas oprimidas de todo el mundo es detener los
preparativos guerreristas del imperialismo norteamericano y sus
aliados.
El camino para ello no es el método del terrorismo individual,
que por el contrario contribuye a separar a las masas de los países
semicoloniales de sus aliados, los jóvenes y trabajadores
de los países imperialistas. El único camino para
derrotar al sistema capitalista e imperialista es la movilización
revolucionaria de las masas del mundo contra el enemigo común,
en la perspectiva de la revolución socialista mundial.
Esto es lo que mostró ese gran ejemplo histórico que
fue Vietnam. La resistencia heroica de las masas vietnamitas, junto
con la masiva movilización contra la guerra en el propio
Estados Unidos y en Europa, paralizó la poderosa maquinaria
bélica yanqui y le propinó a Estados Unidos su primer
derrota militar.
Se trata de unir al proletariado y a los oprimidos del mundo entero
en una lucha común para liberarse de este sistema de explotación
y opresión.
Por eso, el primer paso, exige condenar incondicionalmente toda
intromisión o ataque imperialista contra cualquier nación
oprimida, sea cual fuere el pretexto. Luchamos por el triunfo de
la justa guerra de liberación nacional del pueblo palestino
y por la derrota del agresor sionista y exigimos el retiro de las
tropas imperialistas de todo el Medio Oriente. Denunciamos toda
campaña xenófoba o antimusulmana, intento represivo
y ataque a las libertades democráticas en el seno de los
países imperialistas. Luchamos por impulsar junto a los jóvenes
anticapitalistas de los países centrales un gran movimiento
de masas internacional contra toda intervención imperialista.
14 de septiembre de 2001
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