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Detengamos la escalada guerrerista de Bush sobre Irak. Fuera imperialistas del Golfo
Juan Chingo
La Verdad Obrera N° 114
17/01/03

En las últimas semanas, EE.UU. e Inglaterra han acelerado el desplazamiento de tropas y armamento hacia el Golfo Pérsico. Con esta acción, el gobierno de Bush comienza a dar pasos concretos hacia un "cambio de régimen" en Bagdad, que se ha convertido en el objetivo central de la política exterior norteamericana después de la guerra contra Afganistán.
Esta decisión no responde a un aminoramiento de la enorme oposición internacional a la política de Washington. Por el contrario, el avance en los planes de EE.UU. para Irak y el conjunto del Medio Oriente, han aumentado el rechazo de las masas de la región y de los países imperialistas e intensificado los recelos entre las grandes potencias y los principales países de la región, amenazando con hacerlo aún más.
La importante movilización militar ha aumentado las probabilidades de una guerra reaccionaria. Incapaz de presentar un motivo convincente que justifique una nueva carnicería imperialista para la opinión pública interna e internacional, EE.UU. busca imponer por la vía de los hechos la sensación de que esta guerra es inevitable. Es necesario multiplicar los esfuerzos para impulsar una gran movilización internacionalista que detenga la maquinaria de guerra norteamericana y derrote esta ofensiva militarista del imperialismo.

EE.UU., avalado por la decisión del Consejo de Seguridad de la ONU que autorizó un duro régimen de inspección en Irak, plantea que su objetivo es el desarme total del régimen iraquí de su posesión de armas de destrucción masiva. Este motivo es una mera excusa, como puso de manifiesto la crisis con Corea del Norte y la respuesta negociadora de EE.UU. frente al "chantaje nuclear" de Pyongyang.
Mientras que en Irak, luego de varias semanas los inspectores de la ONU no han conseguido obtener ninguna prueba que certifique las acusaciones de Washington contra Hussein, Corea del Norte se ha retirado del Tratado de No Proliferación Nuclear y ha hecho explícita su voluntad de desarrollar este tipo de armamento. Más allá de que el principal aparato militarista del mundo no tiene ningún derecho a criticar el modesto programa nuclear del ala asiática del "eje del mal", la diferente actitud en uno y otro caso muestra que los verdaderos objetivos de EE.UU. en Irak son otros.
Esto no sólo lo decimos nosotros. Prominentes políticos republicanos del ala derecha, cercanos a los "halcones" neoconservadores, como Jack Kemp, ex miembro de la Cámara de Representantes y candidato a vicepresidente en 1996, se pregunta en un reciente artículo del Washington Times que: "Parece haber una creciente creencia por algunos en Washington de que a pesar de que Irak parezca estar cooperando con los inspectores de armas de la ONU, las opciones diplomáticas en Irak están rápidamente declinando y la guerra es inevitable. ¿Pero por qué debe la guerra ser inevitable? También, parece haber un consenso de que a menos que Corea del Norte realice algo grave como atacar a algunos de sus vecinos, nosotros deberíamos procurar opciones no militares. ¿Por qué este muy razonable enfoque para Corea del Norte no es también aplicable para Irak?"

Todo esto demuestra que el discurso de Bush a favor de terminar con los regímenes que supuestamente poseen armas de destrucción masiva, con el cual ha convencido a su población aprovechando el temor que suscitaron los atentados del 11/09, no sólo es hipócrita al provenir de la nación más armada del mundo sino que es una justificación para lograr respaldo a una política ofensiva con la que busca redefinir la hegemonía imperialista a escala regional y mundial.

El verdadero objetivo de Washington es asestar una derrota sobre un blanco visible como Hussein, que desmoralice a la población árabe y facilite la política de Israel contra la causa palestina. A su vez, una ocupación de Irak le permitiría el control del petróleo y transformar a este país en una plataforma para el poderío norteamericano en el conjunto del Medio Oriente. Una empresa de tal magnitud tendría enormes consecuencias económicas y políticas a nivel mundial. De ahí la oposición del resto de las potencias y los gobiernos de la región.
Esto lo señala la agencia de inteligencia Stratfor, con una buena dosis de realismo imperialista: "Los motivos de las naciones anti-guerra están lejos de ser humanitarios. Muchos de los mismos países que estuvieron agitando la guerra contra el presidente yugoslavo Slobodan Milosevic, de repente encuentran la guerra con Irak intolerable. Su motivación real es el temor de que EE.UU., una vez que haya ocupado Irak, no sólo va a dominar la región, sino que va a usar Irak como base desde la cual extender su control a través de la Península Arábiga, con inevitables consecuencias políticas y económicas. Para los estados europeos como Francia, Alemania e Italia, un ya inmanejable EE.UU. podría aumentar su poderío. Para países como Arabia Saudita o Irán, la posibilidad del poderío militar norteamericano en sus fronteras, basado en un Irak completamente bajo el control de EE.UU., es algo en lo que ellos no quieren pensar. Si el régimen de Hussein es destruido mediante una guerra, este sería el resultado."


Detrás de la desatada agresividad de EE.UU. se esconde una potencial debilidad a largo plazo de su dominio en la escena mundial y el estado de incertidumbre en su economía. Basado en su abrumadora supremacía militar, EE.UU. busca demostrar que su poderío es imbatible, contrarrestando la oposición a sus designios por parte de sus aliados y dándole una lección al movimiento de masas, de forma tal que le permita mantener su credibilidad y autoridad en el sistema internacional.
Como explicamos en la reciente edición de la revista Estrategia Internacional, esta política puede, contra sus intenciones, asegurarle una ventaja inmediata pero a costa de debilitar su consolidación estratégica, generando una enorme inestabilidad internacional y socavando las bases de su dominio. Lo que si es claro, es que el precio que la humanidad puede pagar por el intento norteamericano de preservar su posición hegemónica en el mundo, es una nueva erupción de imperialismo en su forma más violenta. ¡Hay que detener ya mismo la maquinaria de guerra imperialista!

En las últimas semanas, la enorme fortaleza política que Bush gozaba después del triunfo republicano en las elecciones de medio término, se ha venido deteriorando. La propuesta de recorte impositivo anunciado con gran fanfarria la semana pasada, ha recibido una mezcla de hostilidad y críticas que no anuncian un tránsito fácil en el Congreso. La crisis con Corea del Norte le ha propinado un fuerte golpe a su política de cómo tratar con las amenazas provenientes de los llamados "estados villanos". El acuerdo al uso de la fuerza por parte de la ONU se ve más complejo que dos meses atrás cuando el Consejo de Seguridad votó unánimemente la resolución promovida por EE.UU. De no resolver favorablemente a sus intereses este diferendo diplomático, la administración norteamericana se encontraría frente a dos opciones difíciles: una vuelta atrás en el despliegue militar, lo cual es casi impensable por la enorme pérdida de autoridad que significaría; o la alternativa de una guerra sin la más mínima cobertura de consenso, una opción abiertamente unilateralista. Por último, en las últimas semanas el apoyo interno a la política de Bush se ha debilitado, como demuestra la última encuesta de Gallup donde a pesar de conservar aún un alto porcentaje de aprobación (58%), retrocedió 5% en sólo una semana, lo que ha preocupado a la Casa Blanca.

Este retroceso de su base política interna, que es el principal capital del presidente después del 11/09, puede acelerar el camino hacia la guerra. Como plantea el corresponsal norteamericano del Financial Times: "En dos semanas, Bush dará su discurso anual sobre el Estado de la Unión a ambas cámaras del Congreso. Aún en el peor de los tiempos, la ocasión le otorga un considerable empuje en los ratings de aprobación y la autoridad del presidente. Bush no perderá la oportunidad tanto para agrupar a la opinión pública para cualquier cosa que sea lo planeado en Irak y para envolver su defectuoso plan económico bajo la manta de la salvación nacional. Una guerra contra Irak permanece como parte de sus tareas pendientes antes de la primavera y sólo un amplio retroceso puede prevenir que esta otorgue un poderoso espaldarazo a la autoridad del presidente a nivel interno."


El incremento en el despliegue de tropas a la región del Golfo Pérsico es un llamado de atención sobre la necesidad y la urgencia de multiplicar los esfuerzos para detener el actual curso guerrerista de Estados Unidos. Hay que poner en pie un amplio movimiento militante y radicalizado que detenga o dificulte una nueva intervención imperialista.
No debemos confiar ni un ápice en que la ONU que en el pasado avaló la Guerra del Golfo en el '91, los más de diez años de tormentos a la población iraquí como consecuencia de sus sanciones y que hoy encabeza el opresivo régimen de inspección de armas sobre Irak, haga algo para detener esta guerra reaccionaria. Más aún, incluso no está descartado que producto de la coacción y el soborno, la ONU termine dándole cobertura a los designios imperialistas de EE.UU. Por eso decimos que con o sin aprobación de la ONU debemos pelear contra esta guerra imperialista. Con o sin la ONU esta guerra es una guerra imperialista de saqueo y opresión nacional. Debemos evitar que sus perpetradores la inicien o derrotarlos si lo hacen. Nuestra posición tiene que ser "¡Fuera la ONU y Estados Unidos de Irak!".
Tampoco debemos sembrar expectativas en un eventual frente "antihegemónico" contra EE.UU encabezado por Europa -que participó activamente en la guerra de 1999 contra Yugoslavia y el año pasado apoyó la guerra imperialista contra Afganistán-, como propugnan algunos dirigentes del movimiento anticapitalista. Los trabajadores y los pueblos oprimidos del mundo no tenemos nada que ganar con estos imperialistas que si hoy cuestionan la política de Bush no es porque sean más "humanitarios", democráticos" o menos rapaces que EE.UU., sino porque afecta a sus intereses económicos y geopolíticos en la región y a su posición en el mundo. Sólo una oposición anticapitalista, antimperialista y revolucionaria a la guerra puede detener la ofensiva del imperialismo norteamericano y no la búsqueda de falsos aliados como los gobiernos imperialistas europeos, la ONU o el Papa.

A medida que se vayan acercando sus acciones bélicas en territorio iraquí, Bush tratará de presentarse como el liberador del pueblo de ese país. Pero sólo el pueblo iraquí -árabes y kurdos- tiene el derecho a derrocar la brutal dictadura de Saddam y al mismo tiempo asegurar la independencia de su país. Ser colonizado por Estados Unidos y Gran Bretaña sería un desastre terrible para ellos. La liberación sólo se logrará si los trabajadores y la juventud de las ciudades se levantan y reemplazan el régimen baathista y militar con una democracia basada en los consejos de obreros y campesinos.
En caso de que el combate estalle, debemos llamar clara e inequívocamente a la derrota total de la invasión imperialista y por la victoria de la resistencia iraquí. Como en los días de la guerra de Vietnam, la victoria de una antigua colonia contra la agresión de la Gran Potencia deber ser el grito que unifique al movimiento anticapitalista y al movimiento obrero internacional. ¡Por la victoria de Irak!

En concreto, debemos exigir a los sindicatos que realicen acciones contra la guerra: boicot, huelgas masivas, movilizaciones. En Estados Unidos y Gran Bretaña la tarea es convertir a la guerra imperialista contra países como Irak en una crisis política y social general, que lleve al derrocamiento de Bush y Blair. Llamamos a movilizaciones y acciones directas contra las bases militares y las filiales de las corporaciones imperialistas en todo el globo. A su vez, apoyamos los levantamientos de masas en todo el mundo árabe y musulmán en contra de Estados Unidos y Gran Bretaña, en contra de todos los regímenes que los apoyan, activa o pasivamente.

El jueves 16 de enero, se realizó una pequeña acción encabezada por las Madres de Plaza de Mayo en la embajada de EE.UU. Debemos renovar nuestro compromiso para poner a miles en las calles. Las asambleas populares, las organizaciones piqueteras, las organizaciones obreras y estudiantiles, los organismos de derechos humanos, los partidos de izquierda, los que enfrentamos los planes del FMI, la expoliación de los monopolios imperialistas y a sus gobiernos y políticos patronales sirvientes, tenemos que lanzar ya una gran campaña para detener esta nueva masacre imperialista, poniendo en pie comités contra la guerra, organizando movilizaciones, rodeando la emabajada yanqui al grito de ¡Abajo la campaña guerrerista de Bush y Blair! ¡Fuera el imperialismo de Irak y de Medio Oriente! ¡Fuera yanquis de Argentina y América Latina!

 


 

EE.UU: un nuevo movimiento pacifista

 

A pesar de que hoy la mayoría de los americanos apoyan la guerra contra Irak, no tanto porque estén convencidos de ésta sino porque confían en los motivos que les da su presidente en un momento de crisis como la que se abrió posteriormente al 11/09, la falta de argumentos creíbles de la administración Bush está haciendo que sectores de la población que nunca antes se manifestaron comiencen a oponerse activamente a la guerra.
Ignorado por la gran prensa imperialista, algunos pequeños diarios regionales están dando cuenta de este nuevo fenómeno que potencialmente plantea la posibilidad del surgimiento de un movimiento contra la guerra de una base más amplia y masiva al que dio origen la guerra de Vietnam en caso de que las operaciones bélicas se prolonguen más de lo que calculan los estrategas del Pentágono.
Uno de estos periódicos, el Oakland Tribune, señala un caso como ejemplo: "Lois Brown, de 74 años, se ha considerado siempre a si misma políticamente conservadora... por lo tanto podría ser sorpresivo para algunos que Brown recientemente se una a la South Alameda County Peace and Justice Coalition... un grupo formado el año pasado para protestar contra las acciones militares en Irak y las políticas antiterroristas norteamericanas que ellos dicen que abusan de las libertades civiles."
El mismo diario señala sobre estos grupos que se están constituyendo que "casi ninguno de sus miembros protestaron en Vietnam y unos pocos, como Brown, nunca han estado en un piquete en su vida - hasta ahora. No hay comunistas, hippies de pelo largo o radicales incendiarios aquí. En cambio hay vestidos con sweater, zapatos ortopédicos, padres, abuelos, trabajadores de cuello azul y tres mujeres musulmanas..."
La nueva Doctrina de Seguridad Nacional está ayudando a develar el verdadero contenido de la política imperialista. Jim Forsyth, un trabajador automotriz jubilado que se convirtió en políticamente activo a través de su sindicato, dice: "Lo que la administración Bush está haciendo no tiene precedentes. Jamás en nuestra historia atacamos una nación soberana que no nos haya mostrado una agresión previa. Yo pienso que éste es el motivo por el cual nuestro movimiento está ganando tanto apoyo. En Vietnam nosotros podíamos decir que nosotros íbamos en apoyo de los sud vietnamitas. Acá nosotros no tenemos nada."
Todos estos movimientos han dado lugar a innumerables movilizaciones. En octubre del año pasado, entre 80,000 y 100,000 marcharon en San Francisco el mismo día que un número similar tomó las calles de Washington. Según un activista, el éxito de estas manifestaciones marca un nuevo capítulo del movimiento antiguerra: "En Vietnam, llevó hasta 1966 tener una manifestación del tamaño de la que tuvimos el 26 de octubre. En 1974, nosotros teníamos 20,000 soldados en Vietnam pero en el '62, '63 y el '64 nosotros solamente teníamos 100 personas en las marchas. Este es un movimiento enteramente nuevo. La gente quiere parar la guerra antes que una sola bolsa negra de plástico vuelva a casa."

 

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