Estados Unidos ha comenzado la cuenta regresiva para iniciar una
nueva masacre imperialista en Irak. El estacionamiento de más
de 100.000 soldados, aviones de combate, portaviones y artillería
en la zona del Golfo Pérsico estarían mostrando la
cercanía del conflicto, que la mayoría de los analistas
anuncian para fines de febrero o marzo.
Ante la falta de "evidencias" de parte de los inspectores
de armas de las Naciones Unidas de que Irak posea armas de destrucción
masiva, Estados Unidos decidió presentar su propio informe
de inteligencia ante el Consejo de Seguridad, para convencer a la
opinión pública norteamericana e internacional que
la guerra es inevitable.
Junto con los preparativos de guerra y la propaganda para ganar
"las mentes y los corazones" de la población para
esta nueva cruzada imperial, desde las páginas de los principales
diarios y publicaciones norteamericanas miembros del gobierno, asesores
y editorialistas discuten abiertamente la conveniencia de los distintos
planes de "colonización" que harían del
Irak de posguerra un títere del imperialismo norteamericano,
incluyendo una ocupación militar prolongada y un avance sobre
el conjunto de la región.
Pero a diferencia de otras intervenciones militares legitimadas
por razones "humanitarias", desde hace meses se viene
desarrollando un poderoso movimiento contra la guerra, que tiene
como epicentro las principales potencias imperialistas incluido
Estados Unidos. La proximidad del ataque militar plantea la necesidad
urgente de redoblar la movilización en todo el mundo para
derrotar esta nueva ofensiva guerrerista.
Las mentiras de Powell
El 5 de febrero, el Secretario de Estado Colin Powell presentó
ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas las supuestas
evidencias "irrefutables" que justificarían la
próxima guerra contra Irak. Acompañado por el jefe
de la CIA, G. Tenet, Powell desplegó en una exposición
de más de una hora televisada en directo a todo el mundo,
una serie de fotografías satelitales, supuestas grabaciones
de conversaciones telefónicas, imágenes computarizadas
construidas a partir de informes de "desertores" iraquíes,
entre otras "pruebas", tratando de demostrar que Saddam
Hussein ha montado un enorme dispositivo con el objetivo de "engañar"
a los inspectores de armas de las Naciones Unidas. Según
Powell, Irak contaría con 18 laboratorios móviles
para fabricación de armas químicas y biológicas,
estaría procurándose material para fabricar armamento
nuclear y mantendría lazos con la red Al Qaeda, versión
que había sido cuestionada por sectores de las mismas agencias
de inteligencia y el Pentágono. Un analista de asuntos militares,
insospechado de simpatías con Irak, reconoce que "El
material en sí mismo no es convincente. Cualquiera de estas
evidencias podrían haber sido fabricadas" (Stratfor
6-2). Es que como planteó un científico iraquí
"fue un típico show norteamericano, lleno de efectos
especiales". El objetivo de Powell era montar la suficiente
justificación que cubra la hipocresía de los verdaderos
motivos de la guerra contra Irak. En primer lugar el "cambio
de régimen" en Irak que poco tiene que ver con la "democracia"
y la "liberación de su pueblo", sino como lo expresa
sin tapujos desde una editorial de New York Times el periodista
Tomas Friedman después de la derrota de Hussein "Irak
estará controlado por el puño de hierro del ejército
norteamericano y sus aliados, con una administración civil
"asesora" iraquí que irá surgiendo detrás
de este puño de hierro" (NYT 5-2). Y tras una eventual
victoria en Irak lanzarse al rediseño de Medio Oriente que
incluiría una "solución" al conflicto del
pueblo palestino que entierre sus aspiraciones nacionales, la "democratización"
de la región que permita el surgimiento de regímenes
más estables y prooccidentales que permitan el combate contra
el "terrorismo islámico", con el objetivo de controlar
las principales reservas petroleras del mundo. Claro que una cosa
son los objetivos y otra muy distinta la posibilidad efectiva de
realizarlos. Pero de esto, por supuesto, el Secretario de Estado
no dijo una palabra.
El juego de las potencias
Ningún miembro del Consejo siquiera puso en cuestión
la validez de la información norteamericana, aceptando que
ahora es Irak el que tiene que demostrar que se ha desarmado. Sin
embargo, la "evidencia" no fue suficiente para que Estados
Unidos lograra la mayoría para lanzar un ataque militar con
apoyo de la ONU. Esto era previsible. Las potencias todavía
siguen jugando las cartas que han mostrado en estos largos meses
de batallas diplomáticas y preparativos para la guerra.
Estados Unidos, secundado por Gran Bretaña y España,
insistió con el "peligro de irrelevancia" de la
"comunidad internacional" si no avala la acción
militar para "desarmar a Hussein", es decir, que de todos
modos irá a la guerra con o sin el aval de las Naciones Unidas,
con el riesgo consiguiente para las potencias europeas en caso de
un triunfo norteamericano contundente, de quedar marginadas del
reparto del botín de la posguerra.
Francia que se opone a una acción unilateral norteamericana,
pero no al uso "como último recurso" de la fuerza
militar, intenta que las principales decisiones y acciones pasen
por las Naciones Unidas. Su posición nada tiene que ver con
el pacifismo como lo demuestra su incursión militar "unilateral"
en Costa de Marfil. Tampoco se explica, como aduce simplistamente
un análisis del MST argentino, porque "la oposición
de los pueblos europeos obligó a Chirac de Francia y Schroeder
de Alemania a tomar distancia de Bush". Responde sobre todo
a importantes intereses económicos y geopolíticos.
Por fuera del poder de veto que ejerce sobre ese organismo y de
su rol central en la Unión Europea, Francia no tiene recursos
significativos para hacer valer su voluntad frente a lo que denomina
la "hiperpotencia" norteamericana. Por eso respondió
al informe de Powell, que apuntaba justamente a mostrar la ineficacia
de las inspecciones de armas frente al "engaño"
iraquí, con una política de reforzar el equipo de
inspectores y darles más recursos y sobre todo más
tiempo para que terminen su trabajo, a la que adhirieron Rusia,
China, Alemania y la gran mayoría del Consejo de Seguridad.
La posición diplomática de Francia y su interés
en participar del negocio del petróleo iraquí, alienta
a muchos políticos y analistas a esperar un giro de último
momento hacia un apoyo a Estados Unidos. La partida del portaviones
Charles de Gaulle hacia el Mar Mediterráneo el 4 de febrero
y los rumores de que enviaría 12.000 soldados para "garantizar
los campos de petróleo iraquíes" alimentan esas
versiones.
Alemania mantiene su oposición a la guerra con o sin apoyo
de las Naciones Unidas, ya que por su debilidad militar comparativa
con Estados Unidos, no está en sus intereses inmediatos el
recurso a la acción bélica. Sin embargo, el gobierno
de Schroeder ha visto debilitada su posición y ha sido blanco
de ataques por sus problemas domésticos. La economía
alemana está en su peor momento, el desempleo no deja de
crecer y además el partido socialdemócrata acaba de
ser humillado en las urnas en dos estados clave, sufriendo una derrota
importante a manos del opositor derechista CDU.
Por su parte, Rusia y China alineadas hasta el momento con Francia,
han dejado entrever que su apoyo tiene un precio que Estados Unidos
todavía no les garantizó.
Esta situación dejó la definición para la próxima
reunión del Consejo el 14 de febrero, en la que los inspectores
de armas presentarán su nuevo informe. La presión
norteamericana para lograr un reposicionamiento de Francia y Alemania
y tras de ellos a los países árabes ya se está
haciendo sentir. El presidente Bush planteó que "Estados
Unidos junto con una creciente coalición de naciones, está
decidido a emprender toda acción necesaria para desarmar
al régimen iraquí" (WP 6-2). Mientras tanto Estados
Unidos sigue su tarea de sobornos y prebendas para sumar aliados,
como es el caso de Turquía que a cambio de facilidades en
préstamos del FMI y de garantías de que no se respaldará
la creación de un estado kurdo, comprometió el uso
de su territorio para las tropas norteamericanas, lo que resulta
estratégico para la acción militar.
El "test iraquí" agudiza las
tensiones
Como planteamos en una nota reciente en Estrategia Internacional,
las tendencias guerreristas del imperialismo norteamericano muestran
la debilidad estratégica del dominio estadounidense, en un
momento en que su economía no escapa a las tendencias al
estancamiento de la economía mundial, como muestran las últimas
cifras de crecimiento que arrojan un magro 0.7% para el último
trimestre del año pasado.
La "evidencia irrefutable" es que el gobierno de Bush
y sus secuaces republicanos se ha decidido a usar el enorme poderío
militar norteamericano para sacar ventaja frente a sus competidores.
En ese marco la guerra contra Irak es un test para su política
de rediseñar el mundo para mantener su hegemonía y
garantizarse el control de una de las principales reservas petroleras.
Esta política agresiva está tensionando las relaciones
entre las potencias imperialistas y haciendo más inestable
la situación internacional, como muestra por ejemplo el desafío
planteado por Corea del Norte y su programa nuclear.
La Unión Europea está sufriendo de lleno los embates
de la política norteamericana, exponiendo los puntos débiles
de la construcción europea como bloque imperialista y los
intereses de los distintos estados que la componen. Como señala
un artículo "Lo que divide realmente a Europa no es
tanto Irak, sino qué actitud tomar ante Estados Unidos"
(NYT 30-1) Mientras que Inglaterra ha atado su destino al imperialismo
norteamericano desde hace décadas, Francia y Alemania intentan
perseguir una política que los haga "relevantes"
como potencias y que permita defender sus intereses económicos
y estratégicos. Para contrarrestar la oposición franco-germana,
los presidentes y primeros ministros de Gran Bretaña, España,
Italia, Portugal, Holanda, Dinamarca, República Checa y Polonia
publicaron a pedido del periódico estadounidense Wall Street
Journal, una carta abierta donde llaman al apoyo a Estados Unidos,
alimentando las expectativas de que emerja una "nueva Europa"
pronorteamericana. Donde se han hecho más evidentes las contradicciones
fue en el posicionamiento de los países de Europa del Este,
próximos a integrarse a la Unión y en los que Alemania
tiene importantes inversiones, se han alineado abiertamente con
Estados Unidos.
El alineamiento con Bush también ha abierto una brecha enorme
entre los gobiernos europeos y sus pueblos con el potencial de desencadenar
importantes crisis políticas. Valga como ejemplo el caso
de Gran Bretaña donde la mayoría del partido laborista,
sus parlamentarios y los sindicatos se oponen a la política
oficial, o el pase abierto a la oposición del PSOE español.
El vasallaje de Blair, Aznar y Berlusconi ante la campaña
guerrerista norteamericana, contrasta con la oposición de
más del 80% de sus poblaciones a la guerra, alimentando el
desarrollo de un poderoso movimiento de protesta que desde Washington
y San Francisco hasta Londres y las principales capitales europeas
se viene movilizando por centenares de miles contra esta nueva agresión
imperialista (ver nota).
El test iraquí definirá gran parte de la política
internacional en el próximo período. Una victoria
rápida y contundente de Estados Unidos fortalecerá
a los sectores más reaccionarios y significará mayor
opresión para los pueblos del mundo, pero también
alimentará el resentimiento de importantes sectores del planeta.
A pesar del enorme poderío militar, el triunfo norteamericano
no está garantizado y su ofensiva, como en la guerra de Vietnam,
puede ser derrotada. Millones en el mundo se oponen a esta guerra
y han tomado las calles para manifestar su repudio activo. Es una
tarea urgente de todos aquellos que enfrentamos al imperialismo
y a sus sirvientes locales, redoblar nuestros esfuerzos y nuestra
movilización para detener y derrotar esta ofensiva imperialista.
Crece el movimiento de oposición
En las principales capitales de las potencias imperialistas se
viene desarrollando desde hace meses un movimiento activo contra
la guerra que ya ha protagonizado movilizaciones masivas para expresar
su repudio a la agresión al pueblo iraquí. En Gran
Bretaña, más del 80% de la población se opone
al ataque militar y gran parte está contra la guerrra "con
o sin la ONU". La oposición incluye importantes sectores
del Partido Laborista y los sindicatos, y se extiende al movimiento
estudiantil, la juventud y sectores del movimiento obrero como trabajadores
de plantas automotrices, de correos y del sindicato UNISON. Trabajadores
ferroviarios en Motherwell, cerca de Glasgow, Escocia, se han negado
a poner en movimiento un tren que transportaba municiones para la
guerra contra Irak. La rama sindical local apoyó plenamente
a sus compañeros emitiendo una declaración donde afirman
su total oposición a la guerra y respaldan la decisión
de no cumplir con las obligaciones de manejar trenes del Ministerio
de Defensa si estalla la guerra. Esta pequeña pero sintomática
acción debe ser un ejemplo multiplicado por millones entre
los trabajadores para boicotear y detener la maquinaria militar.
En España donde el 74% se opone a la guerra, han comenzado
las movilizaciones y las manifestaciones públicas de artistas
contra el alineamiento del gobierno de Aznar, que transformaron
la entrega de los premios Goya a la producción cinematográfica
en una "noche antibélica".
En Estados Unidos, el corazón mismo de la ofensiva militar,
viene creciendo una oposición que abarca a distintos sectores
sociales, desde el movimiento estudiantil, actores e intelectuales
afamados hasta sectores obreros, minorías étnicas
y comunidades de inmigrantes. El desarrollo de este movimiento y
su ascenso, meses antes incluso de que empiecen las acciones bélicas,
es un hecho inédito en la historia reciente del país.
Durante la prolongada guerra en Vietnam, pasaron varios años
antes de que el movimiento pacifista se hiciera de masas y diera
alas radicalizadas. Esta vez el gobierno de Bush cuenta con una
oposición organizada en distintos colectivos como Not in
our name, Answer, Labor Against the War, y decenas de coordinadoras
de campus universitarios, que fueron capaces de movilizar el pasado
18 de enero a 700.000 norteamericanos en Washington y San Francisco
tomando también demandas por la liberación del pueblo
palestino, contra el ataque a las libertades democráticas
y los planes económicos de Bush. El colectivo estudiantil
National Youth and Student Peace Coalition, que agrupa a miles de
estudiantes, a los jóvenes anticapitalistas de USAS y a jóvenes
de izquierda entre otros, ha lanzado un llamado a la huelga estudiantil
y la movilización contra la guerra para el próximo
5 de marzo, exigiendo el fin de la campaña guerrerista, el
recorte del presupuesto militar y el fin de las sanciones al pueblo
iraquí. Miles de activistas participan de debates, campañas
contra la persecución del gobierno y acciones locales.
El próximo 15 de febrero se realizará una jornada
internacional de movilización contra la guerra. Millones
en todo el mundo tomarán las calles para repudiar esta agresión
imperialista e intentar frenar la maquinaria militar antes de que
se ponga en marcha. Dada la magnitud de la ofensiva imperialista,
este movimiento puede radicalizarse más rápidamente,
avanzando en sus acciones para hacer efectivo el boicot a los esfuerzos
de guerra, con movilizaciones a las bases militares y huelgas que
lleve a un enfrentamiento abierto contra el imperialismo uniendo
a los trabajadores y a los pueblos oprimidos del mundo.
No a la guerra imperialista!
El imperialismo norteamericano se apresta
a atacar Irak.
Hace más de 10 años atrás cuando en el año
91 Bush, padre del actual presidente de EE.UU. descargó miles
de bombas sobre ese sufrido pueblo, en Argentina comenzaba la década
infame de las privatizaciones, despidos en masa y entrega nacional.
Aquel triunfo imperialista en Irak determinó, en gran medida,
las condiciones internacionales para la ofensiva neoliberal contra
los trabajadores en el país y en el mundo. Menem enviaba
barcos al Golfo como parte del inicio de las "relaciones carnales"
con Washington y muy pocas fueron las expresiones de repudio y rechazo.
En cambio ahora, como lo midió la encuestadora internacional
Gallup, la Argentina es país de mayor oposición a
esta guerra, con un 85% de rechazo en la población. Es una
extraordinaria base de apoyo para que las organizaciones obreras,
populares y los luchadores más concientes lancemos una campaña
de acción y organización, un gran movimiento contra
la guerra imperialista.
Que Duhalde no mantenga el mismo discurso que Menem en la anterior
Guerra del Golfo, no significa de ninguna manera que su política
exterior haya girado hacia la "no intervención"
(como sostienen medios como Página/12) o hacia alguna clase
de "neutralidad" en relación a la ofensiva guerrerista
norteamericana. Sólo que ahora la Argentina oficial se ha
acercado a la llamada "nueva diplomacia de Brasil", es
decir que ha adoptado la política exterior de la simulación.
"La Argentina no va a participar de la guerra contra Irak,
pero está dispuesta a colaborar con ayuda humanitaria. No
hay nada peor que la guerra. No vamos a participar en nada que tenga
olor a guerra. Y fuera del Consejo de Seguridad de las Naciones
Unidas nosotros no damos un paso", dijo el canciller Ruckauf
la semana pasada desde Nueva York. Pero mientras aparenta distanciarse
de la primera fase de la guerra si este fuera lanzado unilateralmente
por los EE.UU. el gobierno nacional está comprometido explícitamente
con Bush a participar con soldados en la posguerra lo cual significa
un aval a la política imperialista: "el hecho de que
el gobierno haya entregado, antes del conflicto, la puntual lista
de ayuda humanitaria que proveerá inmediatamente después
de la guerra, que en todos los casos será ejecutada por personal
militar argentino, debe interpretarse como una homologación
previa de la decisión guerrera de Washington." (Morales
Solá en La Nación, 6-02). Coincidiendo con el discurso
de Colin Powell ante el Consejo de Seguridad de la ONU, Ruckauf
declaró que Saddam Hussein es "un dictador sanguinario
que posee armas peligrosas". La lucha contra la guerra en Irak
debe ser una lucha contra los gobiernos sirvientes del imperialismo,
empezando por casa.
La voluntad neocolonialista de EE.UU. que de triunfar redundará,
como en los 90, en nuevas ofensivas contra los trabajadores argentinos
y latinoamericanos, no será derrotada a menos que se profundice
el camino iniciado por las movilizaciones populares que se vienen
sucediendo en el propio corazón de los países imperialistas,
en especial en EE.UU e Inglaterra. La jornada internacional contra
la guerra que se prepara para el 14 y 15 de febrero, con marchas
en Washington, Londres y otras capitales del mundo, debe tener su
manifestación en la Argentina que en diciembre del 2001 se
levantó contra los planes del FMI. Las asambleas populares,
los piqueteros, los trabajadores combativos como los de las fábricas
tomadas, los centros de estudiantes y la izquierda debemos iniciar
una campaña permanente para detener y derrotar la agresión
imperialista sobre Irak. La movilización unitaria del próximo
jueves 14 a la embajada norteamericana tiene que ser el primer paso.
El PTS hace de esta causa una de sus principales tareas militantes.
Convocatoria de la carrera de Sociología
contra la guerra imperialista
"Antes que sea tarde"
Así se denomina un documento que, impulsado inicialmente
desde la Dirección de la Carrera de Sociología de
la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, ha recibido la adhesión
de numerosas personalidades, intelectuales y docentes universitarios.
Entre las decenas de firmantes se encuentran Hebe de Bonafini, el
sociólogo y ensayista Horacio Gonzalez, León Rozitchner,
Néstor Kohan y el vicedecano de Ciencias Sociales Eduardo
Gruner. Este pronunciamiento es parte de una serie de iniciativas
planteadas desde la Carrera de Sociología con el fin que
las acciones contra la guerra imperialista sean también emprendidas
desde el campo intelectual y universitario, con el fin de sacudir
a este medio de sus habituales silencios cómplices, como
el que vimos durante los últimos años. Mientras en
nuestro país era uno donde más en profundidad se aplicaban
las políticas "neoliberales", la universidad y
la gran mayoría de la intelectualidad callaban.
Como inicio de esta convocatoria, el miércoles 5 de febrero
se realizó en la Facultad de Ciencias Sociales una primer
reunión abierta. A pesar que la convocatoria se realizó
en menos de una semana y que las facultades recién están
comenzando los cursos de verano o hay directamente receso, en la
reunión participaron cerca de 100 personas. Coordinada por
los Co-Directores de la carrera, Christian Castillo y Miguel Forte,
además de docentes y estudiantes de Sociología, se
hicieron presentes el presidente de la FUBA -Agustín Vanella-,
una importante cantidad de miembros de Asambleas Populares (como
las de Villa Urquiza, Cid Campeador, Parque Rivadavia, Colegiales,
Plaza Congreso, etc.), la Red de Mujeres Inmigrantes, Indymedia,
organismos de Derechos Humanos como el CEPRODH y el MOPaSSol, la
agrupación juvenil "No Pasarán" y representantes
de distintas organizaciones políticas, como PTS, MST y otros.
Envió su adhesión al encuentro la presidente de la
Asociación Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini.
Ante la información que distintas organizaciones estaban
convocando para el viernes 7 a una reunión para organizar
una marcha unitaria a la embajada yanky el viernes 14 como parte
de la jornada mundial contra la guerra imperialista, se resolvió
impulsar la concurrencia a dicha reunión con el fin de lograr
una convocatoria a acciones unificadas. Se propuso también
que, si se confirma la marcha unitaria el viernes 14, se podía
sugerir continuar la jornada de protesta el sábado 15 organizando
actividades descentralizadas que se decidan en cada ámbito.
Hubo asimismo propuestas de impulsar el boicot a los productos de
empresas norteamericanas y realizar actividades de bloqueo a estas
mismas empresas, repitiendo la experiencia del "piquete urbano".
Finalmente se quedó en realizar una nueva reunión
el miércoles 12 a las 18 horas, nuevamente en la sede de
la Facultad de Ciencias Sociales, Marcelo T. de Alvear 2230, Capital
Federal, y llamar a organizar una Red de Acción contra la
Guerra Imperialista.
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