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El levantamiento palestino
Claudia Cinatti
Octubre 2000
La Verdad Obrera N° 73

La crisis provocada por la escalada del conflicto entre israelíes y palestinos ya lleva tres semanas de desarrollo. Las enormes dificultades que encuentra Estados Unidos para lograr la estabilización de la situación desatada en Medio Oriente para, en el futuro, reanudar algún acuerdo de "paz", muestra los límites de la "fortaleza" norteamericana y que el triunfo militar en la guerra de Kosovo el año pasado no fue suficiente para edificar un "nuevo orden imperialista".
El 16 y 17 de octubre en la ciudad egipcia Sharm al Sheikh se realizó la llamada "cumbre de emergencia". En las intensas negociaciones, participaron el presidente norteamericano Bill Clinton, el titular de la Autoridad Nacional Palestina, Yasser Arafat, el primer ministro israelí Ehud Barak, el presidente egipcio Hosni Mubarak, y asistieron tambien Kofi Annan de las Naciones Unidas, el representante europeo de política exterior, Javier Solanas y el rey de Jordania. Es un intento precario de amortiguar la crisis.
Pero, el levantamiento de las masas palestinas y la situación abierta en Medio Oriente es un punto de inflexión en la escena mundial que puede fortalecer las luchas de resistencia contra la opresión imperialista y sus agentes locales. Es de interés para las masas del mundo y en especial de los trabajadores en Latinoamérica que enfrentan los planes del FMI y el Banco Mundial, para los jóvenes anticapitalistas que se movilizan en los países imperialistas, apoyar y tomar como propia esta justa lucha.
En esta página desarrollaremos las principales claves del conflicto en Medio Oriente.


Mientras un joven palestino de 15 años era sepultado este lunes, quienes participaban del cortejo fúnebre gritaban (en relación a la última Cumbre de Egipto): "Nada cambiará ahora. La paz es para Arafat y Barak, pero no para nuestra gente".
Hace más de 20 días, la visita del halcón del Likud, Ariel Sharon, rodeado de soldados a la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén fue el detonante de las profundas tensiones que se venían acumulando en los territorios ocupados. Esta acción de la derecha israelí contó con la complicidad del gobierno laborista.
La presencia de este odiado representante de la derecha desencadenó la ira de las masas palestinas, hartas de las condiciones miserables en las que viven, desilusionadas de las promesas de los "acuerdos de paz" y con una desconfianza cada vez mayor hacia Yasser Arafat por sus repetidas traiciones. Decenas de miles de jóvenes salieron a las calles enfrentando con piedras al ejército israelí. Estas movilizaciones se transformaron en el curso de los días en el levantamiento nacional palestino más importante de las últimas décadas, extendiéndose no sólo a los llamados "territorios ocupados" -la franja de Gaza y Cisjordania donde actualmente rige la autonomía palestina- sino al millón de árabes que viven como "ciudadanos" de segunda en Israel. Miles de ellos bloquearon calles y rutas en Galilea, Tel Aviv y Haifa, enfrentándose a las tropas regulares del ejército sionista, y a las bandas armadas de la derecha israelí que lanzaron verdaderos pogroms, asesinando y quemando sus casas y tiendas a su paso.
La intervención de los árabes israelíes que históricamente no han participado de levantamientos anteriores, muestra la profundidad del conflicto.
Para Israel la rebelión de este sector, el 20% de su población, plantea un escenario de pesadilla y de profundizarse abriría la posibilidad de una guerra civil dentro de sus propias fronteras, lo que debilitaría su capacidad política y militar para combatir a las masas palestinas en los territorios ocupados.
La lucha nacional palestina además despertó la solidaridad activa de millones en todo el mundo árabe que salieron a movilizarse contra el estado de Israel, el imperialismo y sus propios gobiernos aliados de Estados Unidos
Por estos elementos, el levantamiento actual de las masas palestinas contra el régimen de "apartheid" establecido en los Acuerdos de Oslo, y aceptado por Arafat, es muy superior a la Intifada de fines de los '80. Todavía no está claro si Arafat podrá una vez más frenar este levantamiento o si por el contrario amplios sectores de masas se radicalizarán más aun, enfrentando a la dirección de Arafat.

 

Las masas arabes en escena
El levantamiento palestino despertó una enorme solidaridad de las masas en los países árabes. La ola de movilizaciones que sacude al mundo árabe y musulmán tuvo sus hitos en la manifestación de medio millón de personas en Marruecos, decenas de miles en Egipto que se han enfrentado a la policía local, otros tantos en Jordania, donde no cesa la actividad y la agitación en los campamentos de refugiados palestinos (casi la mitad de la población jordana es de origen palestino). En El Líbano miles salieron a las calles mientras que milicias de Hezbollah tomaban como rehenes a tres soldados israelíes, en Siria e Irak y hasta en Kuwait se repiten estas manifestaciones, que llegan hasta Indonesia.
El profundo sentimiento de solidaridad con la lucha palestina va más allá de las movilizaciones, implican un gran cambio social que se expresa en la donación de dinero, de sangre, en la disposición de miles a ir a combatir junto a los palestinos y al cuestionamiento de los gobiernos árabes por su alineamiento incondicional con Estados Unidos.
Esta irrupción del movimiento de masas en el mundo árabe sólo es comparable con las movilizaciones de fines de los 50 y los 60 cuando las masas árabes se movilizaban contra el imperialismo y el estado de Israel, en guerra con Egipto bajo el gobierno de Nasser y es uno de los elementos más importantes para las perspectivas de la situación no sólo regional sino internacional.

 

ALCANCES INTERNACIONALES
El atentado con explosivos contra un buque de guerra de la armada norteamericana que cumplía tareas de reforzar el bloqueo contra Irak en las costas de Yemen, dejando un saldo de 17 marines muertos, el secuestro de un avión de Arabia Saudita desviado a Bagdad, y la captura de un coronel retirado del ejército israelí por milicias de Hezbolah en Suiza, entre otros hechos, empiezan a marcar un curso peligroso para la "estabilidad" imperialista.
La crisis desatada en Medio Oriente, amenaza con hacer saltar por los aires la ingeniería de alianzas con las burguesías árabes y el Estado de Israel montada luego del triunfo imperialista en la Guerra del Golfo en 1991, para "estabilizar" esta región que concentra casi el 60% de las reservas petroleras mundiales y donde el imperialismo norteamericano tiene intereses estratégicos.
Las reaccionarias burguesías árabes históricamente han dejado solo al pueblo palestino. En la guerra del Golfo se alinearon incondicionalmente con Estados Unidos contra Irak, y en varios de ellos, como Arabia Saudita hay importantes bases militares imperialistas. Hoy están bajo una enorme presión interna por las movilizaciones de masas que se han desatado en los países árabes en solidaridad con el pueblo palestino que queman banderas norteamericanas, atacan las embajadas, levantan consignas antimperialistas y acusan a sus gobiernos de colaborar con Estados Unidos y el Estado de Israel. Y también por oposiciones internas que pueden aprovechar la situación abierta para derrocarlos. Ante esta situación están intentando reacomodarse, exigiendo el fin de la represión a los palestinos y amenazando en algunos casos, como Arabia Saudita, a dejar de producir petróleo si sigue la agresión israelí. El último aumento de los precios del petróleo como consecuencia de la crisis -que puede transfomarse en una disparada de los precios del crudo- y la posibilidad de que un conflicto de dimensiones extendido a otros países de Medio Oriente ponga en peligro las "rutas del petróleo" a través del Canal de Suez para las multinacionales imperialistas, llevaron a una caída en la bolsa de Wall Street, impactando en el conjunto de las perspectivas de la economía mundial.
Egipto es el principal aliado norteamericano en el mundo árabe. Desde la firma de la paz con Israel en 1978 ha jugado un rol clave en mantener el orden imperialista en Medio Oriente y es uno de los principales receptores de ayuda financiera-militar estadounidense. Por esta razón Estados Unidos ha presionado tanto para que la cumbre entre Barak y Arafat se realizara en Egipto y antes de la cumbre árabe, llamada para el 21 de octubre. Bill Clinton buscó así comprometer al presidente Mubarak con su política en Medio Oriente, para que arrastre a Arafat en el disciplinamiento de las masas árabes.
Pero lo más importante es que el fracaso del "proceso de paz" entre israelíes y palestinos auspiciado por Estados Unidos se da en un escenario diferente de anteriores situaciones de extrema tensión en Medio Oriente. Como plantea la agencia Stratfor, "La guerra de 1973 [se refiere a la guerra de Yom Kipur N del R], efectivamente terminó cuando el asesor de seguridad nacional Henry Kissinger se reunió con el Premier Leonid Brezhnev en Moscú". En la actual situación mundial, la ausencia de un Brezhnev, en un importante elemento de inestabilidad y un hándicap que puede ser utilizado por el movimiento de masas. Ahora el imperialismo norteamericano ya no cuenta con su socio, la burocracia stalinista que pueda actuar para frenar la escalada de los conflictos

A DONDE VA MEDIO ORIENTE
Bajo la intensa presión norteamericana la cumbre de Egipto finalizó con un acuerdo "no formal", anunciado por Clinton, en el que ambas partes se comprometieron a "hacer un llamado inequívoco para ponerle fin a la violencia". Según este "entendimiento" verbal entre Arafat y Barak, Israel retiraría sus tropas a las posiciones anteriores al estallido de la crisis el 28 de septiembre, y abriría nuevamente las fronteras de los territorios palestinos, que vienen sufriendo el bloqueo militar israelí. Es Arafat el que más ha cedido llegando incluso a aceptar la formación de una comisión de "investigación" dirigida por Estados Unidos, para "esclarecer" los crímenes cometidos por las tropas sionistas, que desde el 28 de septiembre ya asesinaron a más de 100 palestinos, entre ellos niños e hirieron a otros 3000. Esto equivale a justificar nuevamente la masacre sionista. Según informa el diario Washington Post (17-10-2000): "accedió a varias demandas israelíes clave, incluyendo el reencarcelamiento de extremistas islámicos liberados de las prisiones palestinas y el desarme -aunque esto no fue explícitamente planteado- de Tanzim, el ala juvenil de Fatah, el movimiento político de Arafat".
Nuevamente Arafat cumplió. El objetivo principal de la cumbre era lograr su compromiso a desactivar el levantamiento de las masas palestinas y evitar que el conflicto se extienda al resto de Medio Oriente.
La prensa imperialista no ha ocultado este objetivo. El Washington Post plantea que: "En particular, su éxito [de la cumbre] dependerá de la capacidad de Arafat -y la de sus fuerzas de seguridad- de ejercer el control sobre los manifestantes palestinos, cuya furia y frustración fue encendida por la aplicación agresiva del poder de fuego israelí y los funerales que le han seguido". El mismo artículo pone en duda esta posibilidad, planteando que "algunos analistas y políticos norteamericanos sugieren que la influencia del líder palestino sobre la juventud que está en el centro de la rebelión no está garantizada".
Esta es una nueva capitulación de Arafat al imperialismo y al estado sionista, una nueva traición a las masas palestinas que están dando su vida en la lucha por poner fin a la opresión del estado sionista.
La disposición de Arafat a hacer concesiones en las mesas de negociaciones ya es bien conocida por las masas palestinas y las ha llevado a la situación insostenible contra la que hoy se rebelan. Por eso miles de palestinos salieron a las calles en varias ciudades, en especial en Hebrón el día 16 a exigirle que no participara en la cumbre.Después de la cumbre los enfrentamientos continuaron.
Marwan Barghouti, secretario general de Fatah en Cisjordania y comandante de Tanzim, la milicia de Al Fatah expresó su opisicón a la cumbre, denunciando sus objetivos contra las masas palestinas. Declaró "pienso que la mayoría de la gente aquí está contra la cumbre ... estamos convencidos que su principal propósito es abortar el levantamiento (...) Los iraelíes nos han estado matando durante cincuenta años con la participación activa de Estados Unidos, por lo tanto no hay nada nuevo en esto. Creo que el motivo real es evitar que el levantamiento se extienda a los países árabes donde Estados Unidos y occidente tienen intereses económicos y estratégicos vitales" (Palestinian Information Center, 17-10-2000). Y mantuvo el llamado a continuar las movilizaciones.
Arafat tendrá que lidiar con un movimiento de masas que ya no tiene ilusiones en los "procesos de paz" y que ha dado un salto en su lucha de liberación nacional. Intentará por todos los medios hacer retroceder a las masas, dividiéndolas y controlándolas con su policía. Quizás logre con esta nueva traición desactivar momentáneamente la rebelión en curso, y darle un respiro a la política imperialista en la región. Pero sin una derrota categórica será muy difícil que pueda convencer al pueblo palestino que acepten someterse "pacíficamente" a su verdugo, el estado de Israel.
Por su parte Barak sigue sus negociaciones con la extrema derecha del partido Likud, para formar un "gobierno de emergencia" y así fortalecer la posición de Israel. Sin embargo, la derecha israelí está en contra de aceptar cualquier compromiso hecho por Barak en la cumbre, por lo que este plan podría empantanarse.
La cumbre de Egipto abre el mejor de los casos, la posibilidad de lograr una tregua precaria. Sin embargo, la situación está lejos de haberse estabilizado y Medio Oriente se ha transformado en un polvorín para los intereses imperialistas.

 

LA REACCIONARIA UNIDAD NACIONAL ISRAELI
El gobierno laborista de Ehud Barak que había ganado las elecciones prometiendo avanzar en la paz con los palestinos, se ha debilitado profundamente. El Likud y otros sectores de la extrema derecha israelí, consideran que Israel ya han hecho demasiadas concesiones y se oponen a cualquier acuerdo que no se base en el aplastamiento del pueblo palestino.
El alineamiento de todas las alas del bloque sionista con la brutal represión al levantamiento palestino, muestra que los supuestos "pacifistas" del Partido Laborista no se distinguen mucho de los "halcones" del Likud. Ambos coinciden en que la única forma de defender la existencia del estado de Israel es responder con represión y ofensiva militar contra cualquier signo de resistencia de las masas palestinas
Barak y el Likud han aprovechado los acontecimientos para aumentar el racismo y los sentimientos chovinistas, produciendo un marcado giro a la derecha de la sociedad -incluida la "izquierda" agrupada en el Meretz- que considera a Arafat como el responsable de la violencia en curso y por lo tanto justifica las acciones supuestamente "defensivas" del ejército.
La intervención de los ciudadanos árabes israelíes y el surgimiento de sectores todavía minoritarios, principalmente académicos e intelectuales israelíes, que se han pronunciado públicamente porque Israel se retire de los territorios ocupados y cese de reprimir y masacrar a las masas palestinas, y la aparición de soldados "objetores de conciencia" que se negaron a reprimir, son los elementos que van en contra de la sagrada unidad reaccionaria del bloque sionista.

 

Las direcciones islámicas no son una salida para las masas palestinas
El compromiso de Arafat de desmontar la Intifada en la mesa de negociación de Oslo, la renuncia a combatir al enclave racista israelí, aceptando de hecho convivir con los opresores de las masas palestinas, y su política proimperialista de llamar a confiar en el "proceso de paz" y en que Estados Unidos o la Unión Europea y la ONU "presionen" a Israel para que conceda algo, son algunos de los elementos principales de la enorme traición de la dirección histórica de las masas palestinas, la OLP, a la lucha por la liberación nacional.
Arafat está pagando el precio por sus repetidas concesiones con un profundo desprestigio frente a sectores cada vez más amplios de las masas.
Esto ha dado lugar al fortalecimiento de variantes islámicas radicalizadas que siguen sosteniendo la lucha contra el estado de Israel. El Hamas es la más importante de estas organizaciones, con decenas de miles de simpatizantes, organizaciones sociales y redes de asistencia para los palestinos en los territorios ocupados.
Las organizaciones islámicas como el Hamas, la Jihad Islámica y Hezbollah libanesa, dirigidas por jeques y clérigos buscan transformar la lucha nacional palestina en una guerra santa religiosa. Su estrategia está al servicio de establecer estados burgueses musulmanes, teocráticos, por eso actúan como parte del juego de alguna de las fracciones en pugna, y usan al movimiento de masas como base de maniobra para fortalecer ya sea la posición del régimen sirio o el de Irán en la región, es decir, a regímenes burgueses reaccionarios que explotan y oprimen a sus propios pueblos. En la crisis actual, el Hamas ha emitido un llamado a las reaccionarias monarquías árabes para que apoyen el levantamiento palestino y pueden cerrar así la brecha que las separa de sus propios pueblos, creando ilusiones en la próxima cumbre árabe. Estas direcciones, más allá de la combatividad de sus integrantes no constituyen una alternativa progresiva para las masas.

 

ABAJO LOS PACTOS DE "PAZ" POR UNA PALESTINA OBRERA Y SOCIALISTA
Los "acuerdos de paz" fueron una trampa para las masas palestinas, una vía para desactivar sus movimientos, mientras mantienen la opresión nacional y la creciente miseria social.
Los socialistas revolucionarios estamos junto al pueblo palestino en su lucha. ¡Viva el levantamiento del pueblo palestino! Defendemos incondicionalmente su derecho a la autodeterminación nacional, y afirmamos que este es incompatible con la existencia del estado racista de Israel. ¡Abajo el estado sionista de Israel! ¡Abajo los "Acuerdos de Paz" que quiere imponer Clinton y que acepta Arafat para preservar el estado sionista y condena a las masas palestinas a la miseria y la impotencia! Ninguna solución progresiva para las masas vendrá tampoco de la mano de la ONU o de la diplomacia de otras potencias imperialistas como Francia, sino del triunfo de la lucha de las propias masas palestinas y la movilización de las masas de la región y del todo el mundo. No podrá haber convivencia pacífica entre árabes e israelíes mientras no se termine con la opresión nacional ejercida por el estado sionista y se expulse al imperialismo de la región. Por eso, afirmamos que la única garantía de una convivencia pacífica entre árabes y judíos, es decir la conquista de un estado que sea laico y no racista, será la creación de una Palestina Obrera y Socialista -sobre todo su territorio histórico, que incluye tanto al actual estado sionista como a Cisjordania y Gaza-, en el marco de una Federación de Repúblicas Socialistas del Medio Oriente.

Una historia de opresión
A la salida de la Segunda Guerra Mundial y ante una creciente rebelión de las masas palestinas contra la potencia de ocupación en la región, Gran Bretaña, en 1947 una resolución de las Naciones Unidas legitimaba la partición del territorio de Palestina en dos estados, un árabe y uno israelí. Un año después, en mayo de 1948 se fundaba el estado de Israel sobre los territorios usurpados a la población árabe que históricamente había vivido en esas tierras. A pesar de la oposición y la resistencia de las masas árabes a la fundación del estado sionista, la "comunidad internacional" incluida la Unión Soviética de Stalin reconocieron la legitimidad de este nuevo estado.
Desde el momento mismo de su fundación y siguiendo la tradición colonizadora del movimiento sionista que desde principios de siglo, apoyado por Gran Bretaña intentaba usurpar cada vez más territorio, el estado sionista lanzó agresiones contra sus vecinos árabes. En 1949, a sólo un año de su creación el estado de Israel ya había conquistado un 50% más de su territorio original, tras la derrota de los ejércitos árabes en la llamada 'guerra de la independencia". Lo que la historia sionista llama "guerra de independencia" fue en realidad una limpieza étnica con campañas de terror y asesinatos contra las masas palestinas.
El estado de Israel se fundó sobre el principio de la reafirmación étnica y religiosa de los intereses judíos por sobre los de los árabes musulmanes. Durante décadas los sionistas incluso negaron la existencia de un pueblo palestino. El lema de justificación para la ocupación era "una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra".
Internamente, la pretendida "democracia" de este estado opresor ha legalizado la tortura y mantenido profundas divisiones sociales entre ciudadanos de primera y de segunda.
Desde su fundación se constituyó en un enclave racista e imperialista en Medio Oriente, constituyendo el principal aliado norteamericano contra las masas árabes. Armado hasta con equipamiento nuclear por Estados Unidos, este verdadero gendarme de los intereses imperiales "ayudaba" a mantener la "estabilidad" en esta convulsionada y estratégica región.
En 1956, lanzó una guerra contra Egipto, que había nacionalizado el Canal de Suez, una de las principales "rutas del petróleo" de gran interés estratégico para el imperialismo.
En 1967 en la llamada guerra de los seis días, Israel extendió aún más sus fronteras sobre el territorio árabe, anexando la ribera occidental del Jordán, la ciudad de Jerusalén, la península del Sinaí y las Alturas del Golán. Israel estableció asentamientos de colonos en los territoros ocupados, política de expansión que sigue hasta la actualidad. Estos colonos, a los que se les da casa, facilidades económicas e impositivas para ser cabecera de playa sionista en los territorios donde han quedado confinados las masas árabes, llegan ahora a más de 200.000 y constituyen una base semi fascista del estado sionista y una fuerza de choque contra las masas palestinas.
En 1973 Egipto y Siria lanzaron una ofensiva militar para recuperar sus territorios, conocida como la guerra de Yom Kipur. En un primer momento sorprendieron a las tropas sionistas pero luego fueron derrotados por el ejército israelí y la diplomacia conjunta de Estados Unidos y la burocracia stalinista, que logran poner fin a la guerra. Finalmente Egipto bajo el gobierno de Sadat será el primer país árabe en firmar la paz con Israel en las negociaciones de Camp David en 1978. A partir de entonces Egipto ha actuado como el aliado fundamental de Estados Unidos en el mundo árabe.
En 1982 Israel invade el sur de El Líbano, bajo la dirección militar de Ariel Sharon. Esta operación termina en la masacre de miles de palestinos en los campos de refugiados de Shabra y Shatila -en El Líbano viven alrededor de 400.000 refugiados palestinos. El establecimiento de una franja militarizada en el sur de El Líbano, las incursiones periódicas de soldados israelíes, el asesinato de civiles, el bombardeo de aldeas fueron una práctica común del estado sionista en este país. En junio de este año Israel decidió retirarse de esa posición, no por su vocación "pacifista" sino porque la ocupación se le había vuelto demasiado costosa, sus soldados eran hostigados por las milicias de Hezbollah y rendía pocos beneficios en el nuevo esquema de "estabilidad" en la región en el que Estados Unidos buscaba reconciliar a su gendarme con el mundo árabe.
Esta historia sangrienta del estado de Israel es lo que oculta la "izquieda" sionista que pretende encontrar fundamentos "progresistas" en el establecimiento de Israel y que defiende el "derecho de existencia" de este estado racista y genocida.

LOS ACUERDOS DE OSLO
Luego del triunfo norteamericano en la guerra del Golfo, el imperialismo lanzó una política para "pacificar" Medio Oriente, una región estratégica para sus intereses nacionales.
Esta política se materializó en los acuerdos de Oslo que iniciaron el llamado "proceso de paz" entre israelíes y palestinos en 1993.
En los acuerdos de Oslo Israel se comprometió a devolver gradualmente las ciudades ocupadas en Gaza y Cisjordania, dos pequeñas franjas del territorio aisladas, dependientes económicamente de Israel, que mantenía el control del agua, la electricidad, y las fuentes de empleo. En esos territorios autónomos, que en futuro constituirían el "estado" palestino, se estableció un gobierno con Yasser Arafat a la cabeza que contaba con una policía armada con armamento liviano, destinada en primer lugar al control interno de las masas palestinas.
A cambio de esta ficción de estado, Arafat desactivó la Intifada y renunció a una reivindicación histórica de las masas palestinas: la destrucción del enclave sionista de Israel, construido sobre las tierras usurpadas a los palestinos.
Como explica el intelectual Eduard Said " Los dirigentes del Partido Laborista y el Likud [desde 1993] no hicieron ningún secreto del hecho de que Oslo estaba diseñado para segregar a los palestinos en enclaves no contiguos, rodeados por guardias fronterizos israelíes, con asentamientos unidos por carreteras que violaban esencialmente la integridad territorial, las expropiaciones y demoliciones de casas siguieron inexorablemente bajo las administraciones de Rabin, Peres, Netanyahu y Barak, junto con la multiplicación de los asentamientos" (The Guardian, 12-10-00).
Pero para la derecha israelí incluso estos acuerdos eran inaceptables. El proceso de "paz" estuvo prácticamente congelado durante el gobierno del derechista Netanyahu. Con el triunfo del laborista Barak el año pasado el proceso tomó nuevo impulso. Sin embargo, el intento del imperialismo de forzar a un acuerdo final a Barak y Arafat en un momento de gran debilidad interna de ambos llevó al hundimiento de hecho del proceso de "paz" en la cumbre de Camp David en junio de este año.
En los siete años de proceso de "paz" poco ha cambiado para las masas palestinas: 2 millones de palestinos viven hacinados en Cisjordania y un millón en la franja de Gaza, mientras que otros cuatro millones siguen sobreviviendo en campamentos de refugiados en países vecinos, principalmente Jordania y El Líbano. Otro millón vive en guetos como ciudadanos de segunda dentro del estado de Israel. Las ciudades donde rige la Autonomía Palestina están rodeadas de tropas israelíes que protegen los asentamientos de los colonos, que se multiplicaron bajo el proceso de "paz". Miles de palestinos están detenidos en las cárceles de Israel, donde la tortura está legalizada como método de interrogatorio. La miseria y la desocupación golpea duramente a la población palestina que se ve obligada a trabajar en la zona israelí como mano de obra barata. Contra esta opresión se están levantado hoy las masas palestinas.

 



¿"Paz Justa"?

Jorge Sanmartino

 

En Página 12 del Sábado 14 de octubre, bajo el título "El fascismo de los nuestros" Daniel Muchnik, León Rozitchner y Herman Schiller declaran su rechazo a la intervención criminal israelí en los territorios palestinos de Gaza y Cis Jordania. Que destacados intelectuales judíos eleven su voz para condenar las políticas fascistas del estado israelí es una actitud que debe ser rescatada. Sin embargo, me veo en la obligación de responder a lo que considero una interpretación globalmente equivocada de la que parten. A pesar de su denuncia los autores no quieren reconocer que en el conflicto de Medio Oriente hay que saber distinguir entre una nación opresora y una nación oprimida. Ellos prefieren equiparar el "fascismo de uno y otro lado" y hablar de "dos naciones pequeñas". El pueblo palestino fue echado de sus tierras, salvajemente perseguido y asesinado. La diáspora de su pueblo se extiende por todos los rincones del mundo árabe. El pueblo judío ha sufrido en el pasado todas estas calamidades, que los líderes sionistas vienen utilizando como un cheque en blanco para perpetrar ellos un nuevo genocidio. ¿Cómo se puede equiparar el terrorismo de estado israelí con la lucha de todo un pueblo que busca su liberación? Si los mismos autores fueran transportados a la Sudáfrica racista ¿estarían en condiciones de equiparar a los negros esclavizados con la maquinaria racista del Apartheid, por el hecho de que se lleguen a cometer incluso actos bárbaros producto de años de humillaciones y crueldades? ¿ a la población bosnia de Srebrenika o de la asediada Sarajevo con el ejército yugoslavo que implementó una política sistemática de limpieza étnica? Porque desde hace mucho tiempo que en Palestina está ocurriendo una limpieza étnica contra el pueblo palestino. Para ocultar esto, los autores de la nota citada, apelan nada menos que a Marx y Engels: "Dijeron ´lucha de clases´, no dijeron lucha de nacionalidades (...) Las guerras entre nacionalidades, absolutamente estériles, sobre todo entre nacionalidades pequeñas, ha sido estimulada siempre por los poderosos de la tierra, por los imperios que se fueron sucediendo, en su propio usufructo (...) no hay nacionalidades buenas y nacionales malas".Pero fue el mismo Marx quien refiriéndose al colonialismo Inglés en Irlanda y la India dijo que ningún pueblo puede ser libre mientras esclavice a otro y defendió el derecho a la autodeterminación nacional de los pueblos oprimidos. Los socialistas, por supuesto, no son o no deberían ser indiferentes ante la lucha nacional de los pueblos sojuzgados, si no se desea ser cómplices de la opresión y el despotismo imperialista. Schiller, Muchnik y Rozitchner pretenden que ambos pueblos son "víctimas de las potencias extranjeras". Pero Israel es el instrumento del imperialismo norteamericano desde hace décadas para controlar el Medio Oriente y reprimir a sangre y fuego la lucha de los pueblos. (Dicho sea de paso en todo el artículo no se menciona al imperialismo norteamericano). Y sus aliados no se encuentran sólo en Tel Aviv, sino también en la sede de los gobiernos árabes que han abandonado a su suerte al pueblo palestino y se han sometido, igual que los países de nuestra América Latina, a los dictados del imperialismo. Los autores sostienen que "Un viejo axioma de los luchadores por el entendimiento entre ambos pueblos decía que en Medio Oriente sólo la paz es revolucionaria".La palabra "revolución" aquí suena tanto o más sospechosa. ¿Se refieren al "carácter revolucionario" de los acuerdos de Oslo del año 1993? No lo dicen, aunque la solicitada publicada días atrás en Página 12 por el Movimiento Judío por los Derechos Humanos, del cual Schiller es un destacado dirigente dice "exhortamos a las partes a volver a la mesa de negociaciones para concretar los dos puntos que aún quedan sin dilucidar: la creación del Estado palestino y el futuro status de Jerusalem", es decir los dos puntos que quedaron pendientes en Oslo.Pero en dichos acuerdos, lo que se consagraba era una ficción de estado (ver recuadro).Para los autores parece ser que todo aquel que rechace esta paz colonialista no es más que un fascista adoctrinado por el fanatismo musulmán integrista. Los palestinos no cuestionan a Arafat por "fanatismo" sino porque fue capaz de reprimir a su propio pueblo en beneficio de este acuerdo que hoy Israel pretende restringir aún más. El conflicto palestino es un conflicto esencialmente nacional (que como señalara Trotsky es una "expresión laberíntica de la lucha de clases") aunque los portavoces imperialistas, para ocultar sus propios intereses, quieran enmascararlo bajo la cubierta religiosa. Por último los redactores de la carta en Página 12 sostienen que "estamos a favor del surgimiento del Estado Palestino, al lado de Israel y no en lugar de Israel como continúan vociferando algunos". El nacimiento del Estado israelí llevó la marca de la deportación y el robo de tierras. Restituir los derechos del pueblo palestino significa restituirle sus tierras. Una paz justa puede ser alcanzada, a condición de eliminar las causas que lo impiden: la dominación imperialista en la región mediante su estado gendarme, Israel y la subordinación de las burguesías árabes a los dictados imperialistas. Es por ello que una Palestina laica y no racista, donde puedan convivir ambos pueblos no es tarea que pueda ser realizada por las burguesías de la región. Está indisolublemente ligada a la lucha por una Palestina obrera y socialista. Tal vez los autores encuentren un mejor ejemplo entre aquellos socialistas revolucionarios, árabes y judíos, que antes y después de 1948 lucharon por ese objetivo. O la de aquellos jóvenes israelíes, árabes y judíos, que hoy se encuentran en las plazas, sufriendo la persecución del gobierno, para rechazar juntos la política colonialista e imperialista de Israel y EEUU.

 

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