La crisis provocada por la escalada del conflicto entre israelíes
y palestinos ya lleva tres semanas de desarrollo. Las enormes dificultades
que encuentra Estados Unidos para lograr la estabilización
de la situación desatada en Medio Oriente para, en el futuro,
reanudar algún acuerdo de "paz", muestra los límites
de la "fortaleza" norteamericana y que el triunfo militar
en la guerra de Kosovo el año pasado no fue suficiente para
edificar un "nuevo orden imperialista".
El 16 y 17 de octubre en la ciudad egipcia Sharm al Sheikh se realizó
la llamada "cumbre de emergencia". En las intensas negociaciones,
participaron el presidente norteamericano Bill Clinton, el titular
de la Autoridad Nacional Palestina, Yasser Arafat, el primer ministro
israelí Ehud Barak, el presidente egipcio Hosni Mubarak,
y asistieron tambien Kofi Annan de las Naciones Unidas, el representante
europeo de política exterior, Javier Solanas y el rey de
Jordania. Es un intento precario de amortiguar la crisis.
Pero, el levantamiento de las masas palestinas y la situación
abierta en Medio Oriente es un punto de inflexión en la escena
mundial que puede fortalecer las luchas de resistencia contra la
opresión imperialista y sus agentes locales. Es de interés
para las masas del mundo y en especial de los trabajadores en Latinoamérica
que enfrentan los planes del FMI y el Banco Mundial, para los jóvenes
anticapitalistas que se movilizan en los países imperialistas,
apoyar y tomar como propia esta justa lucha.
En esta página desarrollaremos las principales claves del
conflicto en Medio Oriente.
Mientras un joven palestino de 15 años era sepultado este
lunes, quienes participaban del cortejo fúnebre gritaban
(en relación a la última Cumbre de Egipto): "Nada
cambiará ahora. La paz es para Arafat y Barak, pero no para
nuestra gente".
Hace más de 20 días, la visita del halcón del
Likud, Ariel Sharon, rodeado de soldados a la Explanada de las Mezquitas
de Jerusalén fue el detonante de las profundas tensiones
que se venían acumulando en los territorios ocupados. Esta
acción de la derecha israelí contó con la complicidad
del gobierno laborista.
La presencia de este odiado representante de la derecha desencadenó
la ira de las masas palestinas, hartas de las condiciones miserables
en las que viven, desilusionadas de las promesas de los "acuerdos
de paz" y con una desconfianza cada vez mayor hacia Yasser
Arafat por sus repetidas traiciones. Decenas de miles de jóvenes
salieron a las calles enfrentando con piedras al ejército
israelí. Estas movilizaciones se transformaron en el curso
de los días en el levantamiento nacional palestino más
importante de las últimas décadas, extendiéndose
no sólo a los llamados "territorios ocupados" -la
franja de Gaza y Cisjordania donde actualmente rige la autonomía
palestina- sino al millón de árabes que viven como
"ciudadanos" de segunda en Israel. Miles de ellos bloquearon
calles y rutas en Galilea, Tel Aviv y Haifa, enfrentándose
a las tropas regulares del ejército sionista, y a las bandas
armadas de la derecha israelí que lanzaron verdaderos pogroms,
asesinando y quemando sus casas y tiendas a su paso.
La intervención de los árabes israelíes que
históricamente no han participado de levantamientos anteriores,
muestra la profundidad del conflicto.
Para Israel la rebelión de este sector, el 20% de su población,
plantea un escenario de pesadilla y de profundizarse abriría
la posibilidad de una guerra civil dentro de sus propias fronteras,
lo que debilitaría su capacidad política y militar
para combatir a las masas palestinas en los territorios ocupados.
La lucha nacional palestina además despertó la solidaridad
activa de millones en todo el mundo árabe que salieron a
movilizarse contra el estado de Israel, el imperialismo y sus propios
gobiernos aliados de Estados Unidos
Por estos elementos, el levantamiento actual de las masas palestinas
contra el régimen de "apartheid" establecido en
los Acuerdos de Oslo, y aceptado por Arafat, es muy superior a la
Intifada de fines de los '80. Todavía no está claro
si Arafat podrá una vez más frenar este levantamiento
o si por el contrario amplios sectores de masas se radicalizarán
más aun, enfrentando a la dirección de Arafat.
Las masas arabes en escena
El levantamiento palestino despertó una enorme solidaridad
de las masas en los países árabes. La ola de movilizaciones
que sacude al mundo árabe y musulmán tuvo sus hitos
en la manifestación de medio millón de personas en
Marruecos, decenas de miles en Egipto que se han enfrentado a la
policía local, otros tantos en Jordania, donde no cesa la
actividad y la agitación en los campamentos de refugiados
palestinos (casi la mitad de la población jordana es de origen
palestino). En El Líbano miles salieron a las calles mientras
que milicias de Hezbollah tomaban como rehenes a tres soldados israelíes,
en Siria e Irak y hasta en Kuwait se repiten estas manifestaciones,
que llegan hasta Indonesia.
El profundo sentimiento de solidaridad con la lucha palestina va
más allá de las movilizaciones, implican un gran cambio
social que se expresa en la donación de dinero, de sangre,
en la disposición de miles a ir a combatir junto a los palestinos
y al cuestionamiento de los gobiernos árabes por su alineamiento
incondicional con Estados Unidos.
Esta irrupción del movimiento de masas en el mundo árabe
sólo es comparable con las movilizaciones de fines de los
50 y los 60 cuando las masas árabes se movilizaban contra
el imperialismo y el estado de Israel, en guerra con Egipto bajo
el gobierno de Nasser y es uno de los elementos más importantes
para las perspectivas de la situación no sólo regional
sino internacional.
ALCANCES INTERNACIONALES
El atentado con explosivos contra un buque de guerra de la
armada norteamericana que cumplía tareas de reforzar el bloqueo
contra Irak en las costas de Yemen, dejando un saldo de 17 marines
muertos, el secuestro de un avión de Arabia Saudita desviado
a Bagdad, y la captura de un coronel retirado del ejército
israelí por milicias de Hezbolah en Suiza, entre otros hechos,
empiezan a marcar un curso peligroso para la "estabilidad"
imperialista.
La crisis desatada en Medio Oriente, amenaza con hacer saltar por
los aires la ingeniería de alianzas con las burguesías
árabes y el Estado de Israel montada luego del triunfo imperialista
en la Guerra del Golfo en 1991, para "estabilizar" esta
región que concentra casi el 60% de las reservas petroleras
mundiales y donde el imperialismo norteamericano tiene intereses
estratégicos.
Las reaccionarias burguesías árabes históricamente
han dejado solo al pueblo palestino. En la guerra del Golfo se alinearon
incondicionalmente con Estados Unidos contra Irak, y en varios de
ellos, como Arabia Saudita hay importantes bases militares imperialistas.
Hoy están bajo una enorme presión interna por las
movilizaciones de masas que se han desatado en los países
árabes en solidaridad con el pueblo palestino que queman
banderas norteamericanas, atacan las embajadas, levantan consignas
antimperialistas y acusan a sus gobiernos de colaborar con Estados
Unidos y el Estado de Israel. Y también por oposiciones internas
que pueden aprovechar la situación abierta para derrocarlos.
Ante esta situación están intentando reacomodarse,
exigiendo el fin de la represión a los palestinos y amenazando
en algunos casos, como Arabia Saudita, a dejar de producir petróleo
si sigue la agresión israelí. El último aumento
de los precios del petróleo como consecuencia de la crisis
-que puede transfomarse en una disparada de los precios del crudo-
y la posibilidad de que un conflicto de dimensiones extendido a
otros países de Medio Oriente ponga en peligro las "rutas
del petróleo" a través del Canal de Suez para
las multinacionales imperialistas, llevaron a una caída en
la bolsa de Wall Street, impactando en el conjunto de las perspectivas
de la economía mundial.
Egipto es el principal aliado norteamericano en el mundo árabe.
Desde la firma de la paz con Israel en 1978 ha jugado un rol clave
en mantener el orden imperialista en Medio Oriente y es uno de los
principales receptores de ayuda financiera-militar estadounidense.
Por esta razón Estados Unidos ha presionado tanto para que
la cumbre entre Barak y Arafat se realizara en Egipto y antes de
la cumbre árabe, llamada para el 21 de octubre. Bill Clinton
buscó así comprometer al presidente Mubarak con su
política en Medio Oriente, para que arrastre a Arafat en
el disciplinamiento de las masas árabes.
Pero lo más importante es que el fracaso del "proceso
de paz" entre israelíes y palestinos auspiciado por
Estados Unidos se da en un escenario diferente de anteriores situaciones
de extrema tensión en Medio Oriente. Como plantea la agencia
Stratfor, "La guerra de 1973 [se refiere a la guerra de Yom
Kipur N del R], efectivamente terminó cuando el asesor de
seguridad nacional Henry Kissinger se reunió con el Premier
Leonid Brezhnev en Moscú". En la actual situación
mundial, la ausencia de un Brezhnev, en un importante elemento de
inestabilidad y un hándicap que puede ser utilizado por el
movimiento de masas. Ahora el imperialismo norteamericano ya no
cuenta con su socio, la burocracia stalinista que pueda actuar para
frenar la escalada de los conflictos
A DONDE VA MEDIO ORIENTE
Bajo la intensa presión norteamericana la cumbre de Egipto
finalizó con un acuerdo "no formal", anunciado
por Clinton, en el que ambas partes se comprometieron a "hacer
un llamado inequívoco para ponerle fin a la violencia".
Según este "entendimiento" verbal entre Arafat
y Barak, Israel retiraría sus tropas a las posiciones anteriores
al estallido de la crisis el 28 de septiembre, y abriría
nuevamente las fronteras de los territorios palestinos, que vienen
sufriendo el bloqueo militar israelí. Es Arafat el que más
ha cedido llegando incluso a aceptar la formación de una
comisión de "investigación" dirigida por
Estados Unidos, para "esclarecer" los crímenes
cometidos por las tropas sionistas, que desde el 28 de septiembre
ya asesinaron a más de 100 palestinos, entre ellos niños
e hirieron a otros 3000. Esto equivale a justificar nuevamente la
masacre sionista. Según informa el diario Washington Post
(17-10-2000): "accedió a varias demandas israelíes
clave, incluyendo el reencarcelamiento de extremistas islámicos
liberados de las prisiones palestinas y el desarme -aunque esto
no fue explícitamente planteado- de Tanzim, el ala juvenil
de Fatah, el movimiento político de Arafat".
Nuevamente Arafat cumplió. El objetivo principal de la cumbre
era lograr su compromiso a desactivar el levantamiento de las masas
palestinas y evitar que el conflicto se extienda al resto de Medio
Oriente.
La prensa imperialista no ha ocultado este objetivo. El Washington
Post plantea que: "En particular, su éxito [de la cumbre]
dependerá de la capacidad de Arafat -y la de sus fuerzas
de seguridad- de ejercer el control sobre los manifestantes palestinos,
cuya furia y frustración fue encendida por la aplicación
agresiva del poder de fuego israelí y los funerales que le
han seguido". El mismo artículo pone en duda esta posibilidad,
planteando que "algunos analistas y políticos norteamericanos
sugieren que la influencia del líder palestino sobre la juventud
que está en el centro de la rebelión no está
garantizada".
Esta es una nueva capitulación de Arafat al imperialismo
y al estado sionista, una nueva traición a las masas palestinas
que están dando su vida en la lucha por poner fin a la opresión
del estado sionista.
La disposición de Arafat a hacer concesiones en las mesas
de negociaciones ya es bien conocida por las masas palestinas y
las ha llevado a la situación insostenible contra la que
hoy se rebelan. Por eso miles de palestinos salieron a las calles
en varias ciudades, en especial en Hebrón el día 16
a exigirle que no participara en la cumbre.Después de la
cumbre los enfrentamientos continuaron.
Marwan Barghouti, secretario general de Fatah en Cisjordania y comandante
de Tanzim, la milicia de Al Fatah expresó su opisicón
a la cumbre, denunciando sus objetivos contra las masas palestinas.
Declaró "pienso que la mayoría de la gente aquí
está contra la cumbre ... estamos convencidos que su principal
propósito es abortar el levantamiento (...) Los iraelíes
nos han estado matando durante cincuenta años con la participación
activa de Estados Unidos, por lo tanto no hay nada nuevo en esto.
Creo que el motivo real es evitar que el levantamiento se extienda
a los países árabes donde Estados Unidos y occidente
tienen intereses económicos y estratégicos vitales"
(Palestinian Information Center, 17-10-2000). Y mantuvo el llamado
a continuar las movilizaciones.
Arafat tendrá que lidiar con un movimiento de masas que ya
no tiene ilusiones en los "procesos de paz" y que ha dado
un salto en su lucha de liberación nacional. Intentará
por todos los medios hacer retroceder a las masas, dividiéndolas
y controlándolas con su policía. Quizás logre
con esta nueva traición desactivar momentáneamente
la rebelión en curso, y darle un respiro a la política
imperialista en la región. Pero sin una derrota categórica
será muy difícil que pueda convencer al pueblo palestino
que acepten someterse "pacíficamente" a su verdugo,
el estado de Israel.
Por su parte Barak sigue sus negociaciones con la extrema derecha
del partido Likud, para formar un "gobierno de emergencia"
y así fortalecer la posición de Israel. Sin embargo,
la derecha israelí está en contra de aceptar cualquier
compromiso hecho por Barak en la cumbre, por lo que este plan podría
empantanarse.
La cumbre de Egipto abre el mejor de los casos, la posibilidad de
lograr una tregua precaria. Sin embargo, la situación está
lejos de haberse estabilizado y Medio Oriente se ha transformado
en un polvorín para los intereses imperialistas.
LA REACCIONARIA UNIDAD NACIONAL ISRAELI
El gobierno laborista de Ehud Barak que había ganado las
elecciones prometiendo avanzar en la paz con los palestinos, se
ha debilitado profundamente. El Likud y otros sectores de la extrema
derecha israelí, consideran que Israel ya han hecho demasiadas
concesiones y se oponen a cualquier acuerdo que no se base en el
aplastamiento del pueblo palestino.
El alineamiento de todas las alas del bloque sionista con la brutal
represión al levantamiento palestino, muestra que los supuestos
"pacifistas" del Partido Laborista no se distinguen mucho
de los "halcones" del Likud. Ambos coinciden en que la
única forma de defender la existencia del estado de Israel
es responder con represión y ofensiva militar contra cualquier
signo de resistencia de las masas palestinas
Barak y el Likud han aprovechado los acontecimientos para aumentar
el racismo y los sentimientos chovinistas, produciendo un marcado
giro a la derecha de la sociedad -incluida la "izquierda"
agrupada en el Meretz- que considera a Arafat como el responsable
de la violencia en curso y por lo tanto justifica las acciones supuestamente
"defensivas" del ejército.
La intervención de los ciudadanos árabes israelíes
y el surgimiento de sectores todavía minoritarios, principalmente
académicos e intelectuales israelíes, que se han pronunciado
públicamente porque Israel se retire de los territorios ocupados
y cese de reprimir y masacrar a las masas palestinas, y la aparición
de soldados "objetores de conciencia" que se negaron a
reprimir, son los elementos que van en contra de la sagrada unidad
reaccionaria del bloque sionista.
Las direcciones islámicas no son
una salida para las masas palestinas
El compromiso de Arafat de desmontar la Intifada en la mesa
de negociación de Oslo, la renuncia a combatir al enclave
racista israelí, aceptando de hecho convivir con los opresores
de las masas palestinas, y su política proimperialista de
llamar a confiar en el "proceso de paz" y en que Estados
Unidos o la Unión Europea y la ONU "presionen"
a Israel para que conceda algo, son algunos de los elementos principales
de la enorme traición de la dirección histórica
de las masas palestinas, la OLP, a la lucha por la liberación
nacional.
Arafat está pagando el precio por sus repetidas concesiones
con un profundo desprestigio frente a sectores cada vez más
amplios de las masas.
Esto ha dado lugar al fortalecimiento de variantes islámicas
radicalizadas que siguen sosteniendo la lucha contra el estado de
Israel. El Hamas es la más importante de estas organizaciones,
con decenas de miles de simpatizantes, organizaciones sociales y
redes de asistencia para los palestinos en los territorios ocupados.
Las organizaciones islámicas como el Hamas, la Jihad Islámica
y Hezbollah libanesa, dirigidas por jeques y clérigos buscan
transformar la lucha nacional palestina en una guerra santa religiosa.
Su estrategia está al servicio de establecer estados burgueses
musulmanes, teocráticos, por eso actúan como parte
del juego de alguna de las fracciones en pugna, y usan al movimiento
de masas como base de maniobra para fortalecer ya sea la posición
del régimen sirio o el de Irán en la región,
es decir, a regímenes burgueses reaccionarios que explotan
y oprimen a sus propios pueblos. En la crisis actual, el Hamas ha
emitido un llamado a las reaccionarias monarquías árabes
para que apoyen el levantamiento palestino y pueden cerrar así
la brecha que las separa de sus propios pueblos, creando ilusiones
en la próxima cumbre árabe. Estas direcciones, más
allá de la combatividad de sus integrantes no constituyen
una alternativa progresiva para las masas.
ABAJO LOS PACTOS DE "PAZ" POR
UNA PALESTINA OBRERA Y SOCIALISTA
Los "acuerdos de paz" fueron una trampa para las
masas palestinas, una vía para desactivar sus movimientos,
mientras mantienen la opresión nacional y la creciente miseria
social.
Los socialistas revolucionarios estamos junto al pueblo palestino
en su lucha. ¡Viva el levantamiento del pueblo palestino!
Defendemos incondicionalmente su derecho a la autodeterminación
nacional, y afirmamos que este es incompatible con la existencia
del estado racista de Israel. ¡Abajo el estado sionista de
Israel! ¡Abajo los "Acuerdos de Paz" que quiere
imponer Clinton y que acepta Arafat para preservar el estado sionista
y condena a las masas palestinas a la miseria y la impotencia! Ninguna
solución progresiva para las masas vendrá tampoco
de la mano de la ONU o de la diplomacia de otras potencias imperialistas
como Francia, sino del triunfo de la lucha de las propias masas
palestinas y la movilización de las masas de la región
y del todo el mundo. No podrá haber convivencia pacífica
entre árabes e israelíes mientras no se termine con
la opresión nacional ejercida por el estado sionista y se
expulse al imperialismo de la región. Por eso, afirmamos
que la única garantía de una convivencia pacífica
entre árabes y judíos, es decir la conquista de un
estado que sea laico y no racista, será la creación
de una Palestina Obrera y Socialista -sobre todo su territorio histórico,
que incluye tanto al actual estado sionista como a Cisjordania y
Gaza-, en el marco de una Federación de Repúblicas
Socialistas del Medio Oriente.
Una historia de opresión
A la salida de la Segunda Guerra Mundial y ante una creciente rebelión
de las masas palestinas contra la potencia de ocupación en
la región, Gran Bretaña, en 1947 una resolución
de las Naciones Unidas legitimaba la partición del territorio
de Palestina en dos estados, un árabe y uno israelí.
Un año después, en mayo de 1948 se fundaba el estado
de Israel sobre los territorios usurpados a la población
árabe que históricamente había vivido en esas
tierras. A pesar de la oposición y la resistencia de las
masas árabes a la fundación del estado sionista, la
"comunidad internacional" incluida la Unión Soviética
de Stalin reconocieron la legitimidad de este nuevo estado.
Desde el momento mismo de su fundación y siguiendo la tradición
colonizadora del movimiento sionista que desde principios de siglo,
apoyado por Gran Bretaña intentaba usurpar cada vez más
territorio, el estado sionista lanzó agresiones contra sus
vecinos árabes. En 1949, a sólo un año de su
creación el estado de Israel ya había conquistado
un 50% más de su territorio original, tras la derrota de
los ejércitos árabes en la llamada 'guerra de la independencia".
Lo que la historia sionista llama "guerra de independencia"
fue en realidad una limpieza étnica con campañas de
terror y asesinatos contra las masas palestinas.
El estado de Israel se fundó sobre el principio de la reafirmación
étnica y religiosa de los intereses judíos por sobre
los de los árabes musulmanes. Durante décadas los
sionistas incluso negaron la existencia de un pueblo palestino.
El lema de justificación para la ocupación era "una
tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra".
Internamente, la pretendida "democracia" de este estado
opresor ha legalizado la tortura y mantenido profundas divisiones
sociales entre ciudadanos de primera y de segunda.
Desde su fundación se constituyó en un enclave racista
e imperialista en Medio Oriente, constituyendo el principal aliado
norteamericano contra las masas árabes. Armado hasta con
equipamiento nuclear por Estados Unidos, este verdadero gendarme
de los intereses imperiales "ayudaba" a mantener la "estabilidad"
en esta convulsionada y estratégica región.
En 1956, lanzó una guerra contra Egipto, que había
nacionalizado el Canal de Suez, una de las principales "rutas
del petróleo" de gran interés estratégico
para el imperialismo.
En 1967 en la llamada guerra de los seis días, Israel extendió
aún más sus fronteras sobre el territorio árabe,
anexando la ribera occidental del Jordán, la ciudad de Jerusalén,
la península del Sinaí y las Alturas del Golán.
Israel estableció asentamientos de colonos en los territoros
ocupados, política de expansión que sigue hasta la
actualidad. Estos colonos, a los que se les da casa, facilidades
económicas e impositivas para ser cabecera de playa sionista
en los territorios donde han quedado confinados las masas árabes,
llegan ahora a más de 200.000 y constituyen una base semi
fascista del estado sionista y una fuerza de choque contra las masas
palestinas.
En 1973 Egipto y Siria lanzaron una ofensiva militar para recuperar
sus territorios, conocida como la guerra de Yom Kipur. En un primer
momento sorprendieron a las tropas sionistas pero luego fueron derrotados
por el ejército israelí y la diplomacia conjunta de
Estados Unidos y la burocracia stalinista, que logran poner fin
a la guerra. Finalmente Egipto bajo el gobierno de Sadat será
el primer país árabe en firmar la paz con Israel en
las negociaciones de Camp David en 1978. A partir de entonces Egipto
ha actuado como el aliado fundamental de Estados Unidos en el mundo
árabe.
En 1982 Israel invade el sur de El Líbano, bajo la dirección
militar de Ariel Sharon. Esta operación termina en la masacre
de miles de palestinos en los campos de refugiados de Shabra y Shatila
-en El Líbano viven alrededor de 400.000 refugiados palestinos.
El establecimiento de una franja militarizada en el sur de El Líbano,
las incursiones periódicas de soldados israelíes,
el asesinato de civiles, el bombardeo de aldeas fueron una práctica
común del estado sionista en este país. En junio de
este año Israel decidió retirarse de esa posición,
no por su vocación "pacifista" sino porque la ocupación
se le había vuelto demasiado costosa, sus soldados eran hostigados
por las milicias de Hezbollah y rendía pocos beneficios en
el nuevo esquema de "estabilidad" en la región
en el que Estados Unidos buscaba reconciliar a su gendarme con el
mundo árabe.
Esta historia sangrienta del estado de Israel es lo que oculta la
"izquieda" sionista que pretende encontrar fundamentos
"progresistas" en el establecimiento de Israel y que defiende
el "derecho de existencia" de este estado racista y genocida.
LOS ACUERDOS DE OSLO
Luego del triunfo norteamericano en la guerra del Golfo, el imperialismo
lanzó una política para "pacificar" Medio
Oriente, una región estratégica para sus intereses
nacionales.
Esta política se materializó en los acuerdos de Oslo
que iniciaron el llamado "proceso de paz" entre israelíes
y palestinos en 1993.
En los acuerdos de Oslo Israel se comprometió a devolver
gradualmente las ciudades ocupadas en Gaza y Cisjordania, dos pequeñas
franjas del territorio aisladas, dependientes económicamente
de Israel, que mantenía el control del agua, la electricidad,
y las fuentes de empleo. En esos territorios autónomos, que
en futuro constituirían el "estado" palestino,
se estableció un gobierno con Yasser Arafat a la cabeza que
contaba con una policía armada con armamento liviano, destinada
en primer lugar al control interno de las masas palestinas.
A cambio de esta ficción de estado, Arafat desactivó
la Intifada y renunció a una reivindicación histórica
de las masas palestinas: la destrucción del enclave sionista
de Israel, construido sobre las tierras usurpadas a los palestinos.
Como explica el intelectual Eduard Said " Los dirigentes del
Partido Laborista y el Likud [desde 1993] no hicieron ningún
secreto del hecho de que Oslo estaba diseñado para segregar
a los palestinos en enclaves no contiguos, rodeados por guardias
fronterizos israelíes, con asentamientos unidos por carreteras
que violaban esencialmente la integridad territorial, las expropiaciones
y demoliciones de casas siguieron inexorablemente bajo las administraciones
de Rabin, Peres, Netanyahu y Barak, junto con la multiplicación
de los asentamientos" (The Guardian, 12-10-00).
Pero para la derecha israelí incluso estos acuerdos eran
inaceptables. El proceso de "paz" estuvo prácticamente
congelado durante el gobierno del derechista Netanyahu. Con el triunfo
del laborista Barak el año pasado el proceso tomó
nuevo impulso. Sin embargo, el intento del imperialismo de forzar
a un acuerdo final a Barak y Arafat en un momento de gran debilidad
interna de ambos llevó al hundimiento de hecho del proceso
de "paz" en la cumbre de Camp David en junio de este año.
En los siete años de proceso de "paz" poco ha cambiado
para las masas palestinas: 2 millones de palestinos viven hacinados
en Cisjordania y un millón en la franja de Gaza, mientras
que otros cuatro millones siguen sobreviviendo en campamentos de
refugiados en países vecinos, principalmente Jordania y El
Líbano. Otro millón vive en guetos como ciudadanos
de segunda dentro del estado de Israel. Las ciudades donde rige
la Autonomía Palestina están rodeadas de tropas israelíes
que protegen los asentamientos de los colonos, que se multiplicaron
bajo el proceso de "paz". Miles de palestinos están
detenidos en las cárceles de Israel, donde la tortura está
legalizada como método de interrogatorio. La miseria y la
desocupación golpea duramente a la población palestina
que se ve obligada a trabajar en la zona israelí como mano
de obra barata. Contra esta opresión se están levantado
hoy las masas palestinas.
¿"Paz Justa"?
Jorge Sanmartino
En Página 12 del Sábado 14 de octubre, bajo el título
"El fascismo de los nuestros" Daniel Muchnik, León
Rozitchner y Herman Schiller declaran su rechazo a la intervención
criminal israelí en los territorios palestinos de Gaza y
Cis Jordania. Que destacados intelectuales judíos eleven
su voz para condenar las políticas fascistas del estado israelí
es una actitud que debe ser rescatada. Sin embargo, me veo en la
obligación de responder a lo que considero una interpretación
globalmente equivocada de la que parten. A pesar de su denuncia
los autores no quieren reconocer que en el conflicto de Medio Oriente
hay que saber distinguir entre una nación opresora y una
nación oprimida. Ellos prefieren equiparar el "fascismo
de uno y otro lado" y hablar de "dos naciones pequeñas".
El pueblo palestino fue echado de sus tierras, salvajemente perseguido
y asesinado. La diáspora de su pueblo se extiende por todos
los rincones del mundo árabe. El pueblo judío ha sufrido
en el pasado todas estas calamidades, que los líderes sionistas
vienen utilizando como un cheque en blanco para perpetrar ellos
un nuevo genocidio. ¿Cómo se puede equiparar el terrorismo
de estado israelí con la lucha de todo un pueblo que busca
su liberación? Si los mismos autores fueran transportados
a la Sudáfrica racista ¿estarían en condiciones
de equiparar a los negros esclavizados con la maquinaria racista
del Apartheid, por el hecho de que se lleguen a cometer incluso
actos bárbaros producto de años de humillaciones y
crueldades? ¿ a la población bosnia de Srebrenika
o de la asediada Sarajevo con el ejército yugoslavo que implementó
una política sistemática de limpieza étnica?
Porque desde hace mucho tiempo que en Palestina está ocurriendo
una limpieza étnica contra el pueblo palestino. Para ocultar
esto, los autores de la nota citada, apelan nada menos que a Marx
y Engels: "Dijeron ´lucha de clases´, no dijeron
lucha de nacionalidades (...) Las guerras entre nacionalidades,
absolutamente estériles, sobre todo entre nacionalidades
pequeñas, ha sido estimulada siempre por los poderosos de
la tierra, por los imperios que se fueron sucediendo, en su propio
usufructo (...) no hay nacionalidades buenas y nacionales malas".Pero
fue el mismo Marx quien refiriéndose al colonialismo Inglés
en Irlanda y la India dijo que ningún pueblo puede ser libre
mientras esclavice a otro y defendió el derecho a la autodeterminación
nacional de los pueblos oprimidos. Los socialistas, por supuesto,
no son o no deberían ser indiferentes ante la lucha nacional
de los pueblos sojuzgados, si no se desea ser cómplices de
la opresión y el despotismo imperialista. Schiller, Muchnik
y Rozitchner pretenden que ambos pueblos son "víctimas
de las potencias extranjeras". Pero Israel es el instrumento
del imperialismo norteamericano desde hace décadas para controlar
el Medio Oriente y reprimir a sangre y fuego la lucha de los pueblos.
(Dicho sea de paso en todo el artículo no se menciona al
imperialismo norteamericano). Y sus aliados no se encuentran sólo
en Tel Aviv, sino también en la sede de los gobiernos árabes
que han abandonado a su suerte al pueblo palestino y se han sometido,
igual que los países de nuestra América Latina, a
los dictados del imperialismo. Los autores sostienen que "Un
viejo axioma de los luchadores por el entendimiento entre ambos
pueblos decía que en Medio Oriente sólo la paz es
revolucionaria".La palabra "revolución" aquí
suena tanto o más sospechosa. ¿Se refieren al "carácter
revolucionario" de los acuerdos de Oslo del año 1993?
No lo dicen, aunque la solicitada publicada días atrás
en Página 12 por el Movimiento Judío por los Derechos
Humanos, del cual Schiller es un destacado dirigente dice "exhortamos
a las partes a volver a la mesa de negociaciones para concretar
los dos puntos que aún quedan sin dilucidar: la creación
del Estado palestino y el futuro status de Jerusalem", es decir
los dos puntos que quedaron pendientes en Oslo.Pero en dichos acuerdos,
lo que se consagraba era una ficción de estado (ver recuadro).Para
los autores parece ser que todo aquel que rechace esta paz colonialista
no es más que un fascista adoctrinado por el fanatismo musulmán
integrista. Los palestinos no cuestionan a Arafat por "fanatismo"
sino porque fue capaz de reprimir a su propio pueblo en beneficio
de este acuerdo que hoy Israel pretende restringir aún más.
El conflicto palestino es un conflicto esencialmente nacional (que
como señalara Trotsky es una "expresión laberíntica
de la lucha de clases") aunque los portavoces imperialistas,
para ocultar sus propios intereses, quieran enmascararlo bajo la
cubierta religiosa. Por último los redactores de la carta
en Página 12 sostienen que "estamos a favor del surgimiento
del Estado Palestino, al lado de Israel y no en lugar de Israel
como continúan vociferando algunos". El nacimiento del
Estado israelí llevó la marca de la deportación
y el robo de tierras. Restituir los derechos del pueblo palestino
significa restituirle sus tierras. Una paz justa puede ser alcanzada,
a condición de eliminar las causas que lo impiden: la dominación
imperialista en la región mediante su estado gendarme, Israel
y la subordinación de las burguesías árabes
a los dictados imperialistas. Es por ello que una Palestina laica
y no racista, donde puedan convivir ambos pueblos no es tarea que
pueda ser realizada por las burguesías de la región.
Está indisolublemente ligada a la lucha por una Palestina
obrera y socialista. Tal vez los autores encuentren un mejor ejemplo
entre aquellos socialistas revolucionarios, árabes y judíos,
que antes y después de 1948 lucharon por ese objetivo. O
la de aquellos jóvenes israelíes, árabes y
judíos, que hoy se encuentran en las plazas, sufriendo la
persecución del gobierno, para rechazar juntos la política
colonialista e imperialista de Israel y EEUU.
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