Estrategia
Internacional N° 10 CRISIS MUNDIAL: EL FIN DE LA ILUSIÓN "NEOLIBERAL" Paula Bach INTRODUCCION: El jolgorio capitalista de los años 90 (jolgorio escencialmente norteamericano) ha culminado. Se rompió el hechizo que había instalado la ilusión (siempre para el gran capital y para no pocos marxistas y pseudo-marxistas encantados) de que con los aires del fin del comunismo (que venían del Este de Europa y la U.R.S.S.) y con la conquista de un nuevo Dorado* (el Sudeste de Asia), había comenzado una nueva era de prosperidad capitalista. Un supuesto nuevo jolgorio para el capital que creyó que, (basándose en las ideas neoliberales de Friedrich August Hayek en boga desde los años 80) apelando simplemente a la contrarrevolución económica permanente podía prescindir de las contrarrevoluciones, de las revoluciones, de las derrotas sangrientas y de las guerras. Si frente a la crisis económica mundial comenzada en el Sudeste de Asia durante el año 97 (que significó el primer gran golpe a esa ilusión), los grandes economistas, ex-jefes de las Reservas Federales, premios noveles y cerebros del gran capital intentaron continuar con la ilusión declamando que se trataba de temblores y conmociones financieras pasajeras, ante la débacle del pasado agosto en Rusia, han dado un verdadero giro discursivo. Desde aquel momento, múltiples voces se levantan para alertar sobre la posibilidad de la entrada en una recesión mundial, del peligro de crack y hundimiento generalizado de la economía así como de los riesgos de una depresión similar o peor a la comenzada en el año 1929. Nuestra corriente viene discutiendo desde hace años contra la ilusión capitalista de la globalización armónica de los 90 y polemizando contra los marxistas encantados por el hechizo. Del mismo modo, desde el año 89 venimos sosteniendo las profundas conexiones internas existentes entre la situación del capitalismo mundial y las posibilidades (imposibilidades) de restauración pacífica en los Estados de Europa del Este y mucho menos de Rusia. En enero de 1997 (antes de que estallara la crisis económica en el Sudeste de Asia) publicamos el folleto La guerra de Corea en el que plantéabamos que aquella magnífica acción del proletariado empezaba a expresar y a su vez aceleraba el agotamiento del Dorado del Sudeste de Asia. Del mismo modo, en E.I. Nº7 contra las predicciones de los ideólogos del gran capital, alertamos que la crisis iniciada en Asia marcaba el fin del equilibrio inestable de los 90. En el presente artículo intentaremos demostrar que la crisis actual que sucede al jolgorio de los 90 y que se precipita hacia una recesión mundial, no constituye una crisis más (es decir, similar a las anteriores) del período en cuestión. Esto es así porque llega junto con el agotamiento de lo que significó una contratendencia fundamental a la crisis de acumulación capitalista desde los años 70: el Sudeste Asiático. Es por ello que opinamos que, más allá de los distintos pronósticos que puedan hacerse, las tendencias del período actual empiezan a poner más a tono, es decir empiezan a hacer más evidentes, tanto desde el punto de vista de la economía como de la política, las condiciones generales de la época imperialista que, como tan maravillosamente la definió Lenín, es una época de crisis, guerras y revoluciones. EL PUNTO DE PARTIDA DE LA CRISIS ECONOMICA MUNDIAL La crisis actual cuyo punto de partida se situó en la crisis asiática comenzada con la devaluación de la moneda tailandesa en julio de 1997, la caída de Hong Kong en octubre del mismo año y el posterior desbarranque de todos los llamados Tigres asiáticos así como la entrada en depresión de la región y la recesión en Japón1, ha dado un nuevo salto en agosto pasado con el violento estallido de Rusia originado en la devaluación del rublo y la caída del 31 de agosto de Wall Street de un 6,4% que representa en puntos (500 puntos) la mayor caída de su historia. Las presiones de la economía están acercando cada vez más claramente a la economía norteamericana y a la mundial a una recesión generalizada. Todos estos elementos dan por finalizado el equilibrio inestable aunque profundamente desigual alcanzado en los 902 y plantean que el conjunto de la economía capitalista se encamina hacia una nueva recesión mundial. En este marco, la crisis actual constituye el punto final de una de dos grandes ilusiones del capital en nuestro siglo: la primera, fue la ilusión de los años 48-68/76, los años del boom de la posguerra también llamada por los apologistas extremos del capital la edad dorada o los años de oro del capital. Las ilusiones de posguerra3 fueron ilusiones desmedidas en las recetas de John Maynard Keynes apoyadas en las condiciones excepcionales del período de Yalta entre las cuales la supremacía casi absoluta del imperialismo norteamericano constituyó un elemento fundamental. El keynesianismo se basó en las supuestas recetas mágicas anticíclicas de su fundador. Mientras las condiciones políticas y estructurales de la posguerra se mantuvieron en pie, las recetas de John Maynard Keynes funcionaron brillantemente, ahora claro, los gerentes del capital creyeron que eran eternas, J. M. Keynes (que era un hombre inteligente) sabía muy bien que no. El fin de las condiciones de Yalta acabó con las magníficas recetas mágicas. Sin embargo, los gerentes del capital y máximos directores de los Estados y negocios capitalistas continuaron aplicándolas, intentando evitar más allá de lo posible la acción, inevitable en última instancia, de la ley del valor. Esto condujo a la crisis de los ochenta que le planteó al capital un cambio radical en las formas de la intervención del Estado4. Las recetas keynesianas en condiciones desfavorables para el capital habían convertido la deuda en un alud y la inflación se había vuelto imparable. Esta vez, la cura vino de mano de las ideas de Friedrich August Hayek, el inspirador del liberalismo monetarista de la Escuela de Chicago5 generando una nueva ilusión para el capital: aquella que decía que mediante la contrarrevolución económica permanente es decir con las políticas ofertistas de reducción del llamado costo laboral para recomponer la tasa de ganancia, sin contrarrevolución abierta6, el capital iba a hacer relucir el oro nuevamente, es decir iba a conseguir un nuevo dorado . Pero esta vez, aunque el oro relució tenuemente durante los 80 y brilló durante los 90 siendo el dorado el Sudeste de Asia, acompañado de los aires del fin del comunismo que soplaban desde Europa del Este y Rusia, este brillo fue sólo norteamericano y comparado con el de los años de oro de la posguerra fue un brillo deslucido y apagado. No obstante bastó para reforzar las ilusiones del capital en el nacimiento de una nueva era a la que sus gerentes creyeron nuevamente eterna7. La crisis actual comenzada en julio de 1997 con el hundimiento del Sudeste de Asia, vino a poner fin a esta nueva ilusión. La crisis de agosto de este año en Rusia, la está transformando en una gran desilusión. A partir de julio y luego octubre de 1997, el Sudeste Asiático, el dorado del capital, estalló comenzando a marcar su agotamiento que se expresó a través de las fuertes devaluaciones de las monedas de esos países. Estas devaluaciones tuvieron su causa inmediata en la revaluación del dólar que comenzó a mediados de los 90 como subproducto de los nuevos síntomas de prosperidad de la economía norteamericana y que fue acompañada por una progresiva revaluación del yen. Esta situación condujo a la crisis de las economías dependientes del Sudeste de Asia que tenían sus divisas atadas a la moneda norteamericana, ya que por esa vía atraían capitales, mientras su balanza comercial atada a Japón, se deterioraba rápidamente. El desastre comenzó porque el menor crecimiento y la caída de las exportaciones del Sudeste de Asia, provocaron un terrible endeudamiento que generó pánico en los mercados financieros los que comenzaron a retirar sus capitales8. Pero a decir verdad, esto sólo habla de la manifestación de un fenómeno mucho más profundo. El hecho es que la zona del Sudeste de Asia, representó desde los 70 y con un gran impulso en los 90 la única región de gran importancia para la valorización productiva del capital, un gran oasis de alta tasa de ganancia (expresado esto en sus tasas de crecimiento) en el marco de la situación económica general. Este hecho convirtió al Sudeste de Asia en receptor de masas gigantescas de capitales destinados a la inversión productiva y a la especulación financiera sustentada en las grandes ganancias de la zona y los grandes capitales que los países imperialistas mueven en la especulación. Sólo por dar un ejemplo señalemos que de los 890.000 millones de dólares en préstamos contraídos por la región, el 42% representan capitales japoneses, el 25% estadounidenses y el 10% capitales europeos. El desarrollo del Sudeste de Asia estuvo a su vez centrado en ramas específicas de la producción tales como los chips para computadoras y la industria automotriz arrojando un dato más de las formas particulares y no armónicas (es decir del conjunto de la economía) en que se expresa el desarrollo desigual en los países atrasados9. Así la combinación oasis privilegiado para la valorización del capital, en el marco de los bajos índices de crecimiento mundial de la economía y de estar su crecimiento centrado en ramas específicas, fueron elementos que profundizaron y aceleraron en la región tanto la tendencia a la sobreacumulación de capitales como a la sobreproducción de mercancías. Estos dos últimos factores fueron a decir verdad, la verdadera causa del estallido de la crisis en el año 97 que se expresó como una caída en picada de todas las monedas del Sudeste Asiático y por lo tanto como una crisis financiera. A su vez, el desbarranque de esta región precipitó aún más la crisis japonesa. Este estallido constituyó el punto de partida de una crisis mundial de superproducción. Estados Unidos, arrastrando aún la prosperidad de los 90, representó en esta situación el factor de mayor estabilidad y su política consistió en una permanente exigencia a Japón de que socorriera a la zona del Sudeste de Asia así como los EEUU habían socorrido a México durante el Tequila y por otra que Japón mismo tomara medidas urgentes para salir de la recesión, siendo las preferidas por EEUU, que dejaran actuar los mecanismos normales de la crisis (quiebras en masa)10. El terror de Estados Unidos estaba ligado al hecho que, como decíamos en EI nro. 7: Los inversores y bancos japoneses (que cuenta con 7 de los 10 bancos más grandes del planeta) poseen alrededor del 70% de la deuda pública americana. Una eventual falta de liquidez de Japón, puede obligarle a retirar sus capitales de EEUU y del resto del mundo, para evitar la bancarrota, lo que precipitaría a la economía mundial a un crack y a un depresión igual o más profunda a la crisis del 29. Aunque esta perspectiva en lo inmediato no parezca lo más probable, un agravamiento de la situación en Japón, un salto en las disputas inter-imperialistas o un proceso revolucionario abierto que afecte la confianza de los negocios de la burguesía mundial, puede desencadenar dicha variante y es una amenaza latente que la llena de pavor. Ahora bien, muy contrariamente a lo que durante el 97 señalaron grandes cerebros de la burguesía y el capital financiero internacional como Paul Krugman del Instituto de Tecnología de Massachusetts quién decía que objetivamente no hay razón para que esta crisis de Asia dure mucho o Jeffrey Sachs de la Universidad de Harvard que vaticinó una recuperación rápida seguida de muchos años de prosperidad desde julio de 1997, más allá de los distintos momentos coyunturales, la crisis económica abierta no ha dejado de profundizarse. LOS NUEVOS ASPECTOS DE LA CRISIS No sólo las medidas aplicadas por Japón de inyección de fondos para promover su propia reactivación han sido completamente inútiles sino que toda la zona del Sudeste Asiático ha entrado en franca depresión. Habíamos dicho en EI nro. 7 que La fragilidad de los mercados emergentes asiáticos, que eran presentados como el modelo a seguir a nivel mundial, puede disparar frente a síntomas similares en otros países (como el creciente déficit comercial brasileño y su enorme deuda externa e interna; la Brasil-dependencia y un déficit comercial de 5.000 millones de dólares para 1997 de Argentina, o los recientes signos que se acumulan de una nueva situación pre-Tequila en México), nuevas olas de contagio que provoquen un retiro de los capitales que aún permanecen en estos países. Otra zona afectada podría ser el Este Europeo y Rusia, que ya el año pasado sufrió un retiro de inversiones extranjeras por 5000 millones de dólares. Efectivamente, los acontecimientos que tuvieron comienzo el día 17 de agosto en Rusia con la devaluación del rublo en más de un 50% (en esa jornada) y la entrada de este país en cesación de pagos, hizo que los inversores internacionales (en especial los bancos alemanes y los fondos altamente especulativos como el LTMC) sufrieran pérdidas por más 114.000 millones de dólares. Esta conmoción desde el punto de vista del conjunto de los factores actuantes en la situación mundial y en la crisis capitalista, representa un verdadero salto en la misma. Esto puede comprobarse en el renovado discurso de economistas y políticos de la burguesía que han cambiado notablemente el tono en relación al año pasado y no dejan de alertar sobre los peligros de una recesión mundial e incluso de una depresión al mejor estilo de los años 30. Es que como también decíamos en EI nro. 7: Las economías de Asia se encaminan hacia una recesión profunda, tal vez una depresión, cuyas nubes de tormenta se están dirigiendo hacia las principales potencias imperialistas (...) Esto constituye un aspecto central de los nuevos elementos de la situación. La profundización de la crisis, la depresión reinante en el Sudeste Asiático y la recesión en Japón que agudizan los efectos de la superproducción mundial de mercancías y la deflación instalada en varias ramas de la economía mundial11 hacen inminente la entrada en recesión de la economía norteamericana y con ella una recesión mundial generalizada. En su informe correspondiente al cuarto trimestre del año, el banco JP Morgan afirma que el riesgo de recesión global se convierte en realidad (...) el debilitamiento de la actividad global ha llegado a un punto donde es justo hablar de recesión (...) Más importante, ahora aparece que los Estados Unidos entrarán en recesión durante la primera mitad de 1999. Europa evitará la recesión pero enfrenta un crecimiento más lento. Se supone que el PBI mundial crecerá sólo un 0,9% el próximo año 12. La profundidad de la crisis ha puesto en escena varios aspectos de fundamental importancia. Por una parte, Alan Greenspan bajó la tasa de interés en EEUU en un cuarto de punto (0,25%) de forma inesperada. Sin avisar, la FED bajó la tasa de interés de corto plazo hasta el 5%, en una decisión que no hace otra cosa que reconocer los efectos negativos de la crisis internacional en aquel país13. Un indicador clave de la gravedad de la crisis, y además un claro justificativo para la rebaja de las tasas hecha por Greenspan y compañía, es la situación que se vive en el sector financiero, en el que varias compañías se lanzaron a contrarrestar el impacto negativo generado por la crisis internacional. A la ruidosa débacle del ya famoso fondo Long Term Capital Management (LTCM) le han seguido esta semana varias novedades que ratifican la influencia nociva de los temblores globales en el negocio bancario y financiero14. La política del jefe de la Reserva Federal norteamericana está claramente orientada a salvar a los fondos de inversión y a los bancos para evitar un colapso en el sistema financiero. Dicho colapso podría provocar una paralización del sistema de créditos que terminaría por repercutir sobre el resto de la economía15. Por otro lado, el Senado japonés terminó de aprobar un paquete financiero para salvar al sistema bancario que permitirá al gobierno nacionalizar los bancos en quiebra (...) El nuevo acuerdo alcanzado entre el partido en el gobierno (el Partido Democrático Liberal) y la mayor parte de las fuerzas de la oposición podría derivar en la inyección de enormes sumas de dinero público (más de 400.000 millones de dólares, cuadruplicando el ahora disponible) en los bancos japoneses16. Los alcances del acuerdo son los siguientes (...) podría proveer entre 435.000 y 520.000 millones de dólares, el equivalente al 10% del PBI anual17. La crisis de los bancos japoneses es gigantesca La cantidad de mala deuda nacional se situaría entre 670.000 millones de dólares y un billón. A esto se añade el tambaleante mercado bursátil, que está coqueteando con bajas que alcanzan valores de hace trece años, y que perjudica el nivel de capital de los bancos18. La preocupación de los políticos japoneses sobre la situación de los bancos se desprende del peligro de una caída mucho mayor.Según algunas estimaciones el nivel de capital social podría caer a cerca de la mitad si los 19 bancos más importantes del sistema ordenan sus préstamos problemáticos según las regulaciones del banco de Japón19. Rudiger Dornbusch expresa bien la situación: Los riesgos de una recesión mundial y una deflación en todo el globo han dejado de ser insignificantes. La periferia está financieramente extenuada, no va a obtener demasiados créditos ni alcanzará un buen crecimiento. Esto es así tanto en Asia y Rusia como en América Latina. Olvidemos la propaganda sobre un fuerte crecimiento posterior a las elecciones en Brasil; habrá recesión. Renunciemos a la esperanza de que Corea emerja de la crisis con una economía reformada y fuerte; ese país cada vez se asemeja más a Japón. Sumemos a las tensiones el hecho de que Japón todavía está en el pozo. Si el estímulo fiscal implementado este año no da sus frutos, hay verdaderas posibilidades de un hundimiento 20. En este contexto, las políticas que hemos citado, junto con la aprobación del Congreso norteamericano del, a decir verdad miserable, paquete de 18.000 millones de dólares para el FMI, constituyen todas medidas anticíclicas de inyección de liquidez para evitar un crack o peores caídas. Sin embargo, las mismas no podrán más, como veremos, que aplazar la recesión mundial si es que incluso ya no es tarde para ello. LAS PERSPECTIVAS MAS PROBABLES DE LA SITUACION Opinamos que efectivamente las tendencias económicas generales conducen al estallido de una recesión mundial. Medidas tales como el salvataje de los bancos y fondos de inversión norteamericanos así como el salvataje a los bancos japoneses, las rebajas de las tasas de interés, etc. constituyen políticas anticíclicas es decir medidas para evitar la acción plena de la ley del valor. Las mismas podrán quizás aplazar la recesión, suavizar temporalmente la caída pero no pueden revertir las tendencias generales de la situación de la economía mundial ni podrán evitar que finalmente la ley del valor se imponga. Los cerebros del gran capital saben bien que el dinero es sólo una mercancía más cuyo rol es el de ser equivalente general. La inyección de dinero, de liquidez, no tiene la virtud de crear valores reales. La ley del valor rige la economía capitalista en última instancia y determina que el trabajo humano no pago es la única fuente de ganancia del capital, su única forma de valorización real. Las enormes masas de dinero que se negocian o se apuestan actualmente en las finanzas de lo cual los novedosos e increíbles Fondos de Cobertura21 son un magnífico ejemplo, son en realidad la prueba de las escasas fuentes para la valorización real con las que cuenta hoy el capital internacional. Sin embargo, las grandes masas de capital ficticio que arrojan en lo inmediato fabulosas ganancias22 para los grandes magnates del capital, y que expresan la descomposición del capitalismo, no pueden sostenerse indefinidamente sin Dorados, es decir sin regiones del planeta donde se produzcan grandes masas de valor es decir, de plusvalor con alta tasa de ganancia. El Sudeste de Asia fue el lugar que, por excelencia, cumplió ese rol (y en menor medida los llamados mercados emergentes mediante las succiones del capital financiero a través de royalties y patentes) desde el fin de los años dorados de la posguerra y en particular durante el equilibrio inestable de los años 90 (con la decidida incorporación de China) donde el ganador fue claramente el imperialismo norteamericano. Pero el oasis se terminó, la gran contratendencia a la crisis que representó el Sudeste de Asia y que permitió que las recesiones de la posguerra fueran contenidas evitando la acción plena de la ley del valor en los países imperialistas (aún a costa de una descomposición cada vez mayor del capital) se transformó en su contrario. Y por su parte Rusia que el capital esperaba que fuera su nuevo Dorado acaba de estallar convirtiéndose en un foco de alta peligrosidad para el capital internacional. Como afirma The New York Times: ...la incompetencia económica de la Rusia post-soviética probaría ser, para el capitalismo mundial, una amenaza mayor que el mismísimo Stalin23. Es por estos motivos que la recesión actual no será igual que todas las anteriores. Pero, ¿estamos ya en una situación similar a la de la década del 30, es decir en una depresión? Categóricamente no. Basta tomar algunos datos para corroborarlo. En 1933 el Producto Nacional Bruto de toda la economía resultó ser en una tercera parte inferior al de 1929. En los primeros seis meses de 1929 quebraron 346 bancos norteamericanos. La caída de Wall Street fue en octubre de 1929 del 23%. Entre los años 1929 y 1933 el Producto Bruto Interno norteamericano descendió en un 46% y el desempleo pasó de 1,5 millones a 13 millones de desocupados. El conjunto de las naciones salió del patrón oro y se formaron áreas monetarias acentuando las tendencias proteccionistas. Se produjo una paralización del comercio internacional, la desocupación crecía a pasos agigantados y hubo una muy fuerte contracción de la demanda. Todo esto no es aún parte de la realidad económica mundial aunque, como ya hemos dicho, la crisis actual no va a ser como las anteriores. Entonces, ¿se encamina la situación de la economía mundial a un cuadro similar? Esto aún está por verse. La inminente recesión mundial, podría a nuestro modo de ver desembocar en dos posibles escenarios: El primero, y el que vemos más probable en lo inmediato, la posibilidad de que se instale una recesión prolongada, con índices muy bajos de crecimiento, es decir una situación de la economía cercana al estancamiento. Esta situación desarrollaría una tendencia hacia un mayor enfrentamiento entre procesos de contrarrevolución y de revolución signados por intentos de destrucción masiva de fuerzas productivas en zonas como el Sudeste de Asia o la U.R.S.S. donde el imperialismo podría tratar de recomponerse intentando la conquista de nuevos Dorados. Esta variante resulta complicada para el imperialismo. Por ejemplo ya hay cálculos que indican el nivel de fuerzas productivas que sería necesario destruir por ejemplo en el Sudeste de Asia para que sea posible nuevamente una valorización efectiva del capital. Por ejemplo, Far Easter Economic Review publica que ING Barings reconoce que (...) para alcanzar el equilibrio, el 78% de toda la capacidad manufacturera en Indonesia, el 77% de la misma en Corea del Sur, el 64% de la misma en Malasia y Tailandia debería ser sacrificada . Pero en la región del Sudeste de Asia y en particular Corea e Indonesia24 se vienen desarrollando importantes procesos de la lucha de clases. En Indonesia la depresión económica ya ha provocado la apertura de una situación revolucionaria que aparentemente aún no se ha cerrado. El ascenso obrero de Corea del Sur estuvo cruzado por un cambio de gobierno que contó con el apoyo de la KCTU y que por lo tanto genera espectativas en sectores importantes del movimiento de masas. Dependerá por ello del resultado de los enfrentamientos por venir25 es decir, del triunfo o la derrota de procesos violentos de la lucha de clases y no sólo de contrarrevolución económica26 que una recesión prolongada termine convirtiéndose en una nueva depresión económica o que el capital pueda lograr un nuevo equilibrio inestable con bases más endebles, sujeto a tensiones mucho más fuertes y a una mayor competencia interimperialista. La posibilidad de que se instale una depresión nos conduciría al segundo pronóstico. Tal depresión sería, a decir verdad, mucho peor que la que se desarrolló durante la década del 30. Porque como hemos explicado a lo largo de este trabajo se daría en el marco de la gran descomposición del capital, en particular de los países imperialistas. Una depresión significaría hoy, la destrucción de toda la fuerza productiva que los Estados imperialistas vienen evitando destruir desde hace casi 30 años. Por tal motivo un verdadero saneamiento de la economía en los países imperialistas exigiría una destrucción mayor de fuerza productiva aún de la que la ING Barings admite para el Sudeste de Asia. Por otra parte, como hemos demostrado, la gran descomposición del capital en los países centrales ha arrojado infernales índices de financierización de la economía es decir que existen masas de capital fictico mucho mayores de las que había en el 29. Por dar sólo un dato, la bolsa de Nueva York en 1929 rondaba los 389 puntos y sólo el 5% de los norteamericanos tenían sus ahorros en la bolsa, hoy Wall Street ha alcanzado los 9000 puntos y el 50% de los norteamericanos tiene sus ahorros invertidos en la bolsa. Es casi inimaginable lo que provocaría en este contexto una desvalorización masiva que pusiera en concordancia esas masas de dinero con el valor real. El mercado interno norteamericano que es el más importante del mundo, se desplomaría. Por otro lado Japón, dada su crisis económica y financiera actual, desde ya que no podría actuar como banquero en última instancia que es lo que históricamente los economistas le han criticado a Estados Unidos de no haber hecho en el 29. Todos estos elementos harían una depresión hoy, mucho más grave que la de la década del 30. Semejante situación llevaría hasta un extremo la competencia interimperialista la que seguramente tendería a desarrollarse no ya en los marcos de la guerra comercial sino que arrojaría tendencias a la guerra abierta. Todas estas últimas cuestiones no obstante, constituyen solamente hipótesis para reflexionar dado que aún, como ya hemos dicho, estamos lejos de esa situación. Desde las páginas de Estrategia Internacional, nos comprometemos a seguir apasionadamente y con el mayor rigor científico posible el desarrollo de la crisis económica mundial que seguramente dará mucho de que hablar en el período próximo. NOTAS: |