Estrategia Internacional N° 11/12
Abril/Mayo - 1999

EL FANTASMA DE LA DEPRESION SOBREVUELA LA ECONOMIA MUNDIAL

por Juan Chingo

Veinte meses de la crisis mundial iniciada en el Sudeste asiático y la misma continúa. Los precios de las materias primas están por el suelo. Cincuenta por ciento de la economía mundial se encuentra ya en recesión. El comercio mundial por primera vez desde la posguerra, medido en valor, ha caído un 2%. Rusia no da síntomas de vida, y se acrecientan los nubarrones sobre China. Brasil, el nuevo epicentro, sigue en terapia intensiva. La así llamada "globalización" está cuestionada. Crecen las tensiones interimperialistas y las disputas comerciales. Contra todos los pronósticos de los políticos y los economistas burgueses, con momentos de aguda tensión, como luego del crack ruso, o momentos de aparente calma, en forma venenosa, la crisis mundial no para, y hace que los fantasmas del ‘30, de metáfora, puedan convertirse en una realidad cada vez más probable. Hoy en día, hasta los ayer optimistas, lo dicen con preocupación. Paul Krugmann, en el último número de la Foreign

Affairs, sostiene que "la verdad es que la economía mundial tiene más peligros de los que habíamos imaginado. Problemas que pensábamos que conocíamos cómo curarlos, se han convertido nuevamente en intrincables, como las bacterias temporariamente suprimidas que eventualmente desarrollan una resistencia a los antibióticos. Más específicamente, el problema de la demanda agregada -de tener gente que gaste lo suficiente para emplear la capacidad productiva de la economía- no es, como nosotros podríamos haber pensado, siempre un problema con una solución fácil. Mientras que podría ser a menudo posible para países especialmente grandes, estables, economías autosuficientes como la de los Estados Unidos, tratar a las recesiones simplemente imprimiendo más moneda; nosotros estamos encontrando un creciente número de casos en los cuales los países encuentran que no pueden aplicar esta misma medicina o que la misma no da resultado. Hay, en pocas palabras, un fuerte aroma a los ‘30 en el ambiente"1. Aunque esta visión conserva una visión completamente equivocada de la realidad, ya que es totalmente falso que la economía de Estados Unidos es autosuficiente y que ella, con alguna maniobra monetaria pueda aislarse de la crisis más importante desde la posguerra, muestra cómo el fantasma de los ‘30 ronda cada vez en forma más aguda sobre la economía mundial.

Japon, un conductor sin rumbo

La economía de la segunda potencia económica a nivel mundial se encuentra en una espiral depresiva. Si durante todos los ‘90 la economía japonesa no pudo recuperarse del hundimiento de la burbuja especulativa de fines de los ‘80 que dejó a sus principales bancos con un mar de deudas incobrables, la depresión en Asia, donde el capital japonés había emigrado para sostener la tasa de ganancia, ha significado un tiro de gracia sobre un cuerpo endeble. Japón ha visto caer su economía en los pasados dos años -0,7% en 1997 y cerca de 3% el año pasado- la primera caída consecutiva desde la Segunda Guerra Mundial. Frente a esta realidad el gobierno japonés ha tomado medidas inéditas por su magnitud para tratar de evitar esta espiral descendente. En febrero el parlamento aprobó un presupuesto que contempla un aumento del gasto del 10,5%, así como una reducción de impuestos de U$S 74.000 millones (9 billones de yenes), parte de un paquete de estímulo de 24 billones de yenes anunciado el último noviembre. En segundo lugar, está depurando su sistema financiero: los principales bancos recibirán alrededor de 7 billones de yenes para fines de marzo para reconstruir sus balances deficitarios mientras que el Ministro de Reconstrucción Financiera acelera las fusiones, los despidos y otras reestructuraciones con el fin de consolidar a la banca. Por último, ha bajado la tasa de interés a prácticamente un 0%. El Banco de Japón ha variado su tasa interbancaria al 0,08%. Sin embargo, a pesar de algunos síntomas de recuperación, muchos dudan que sea suficiente. Es que, como plantea el Far Eastern Economic Review, la economía japonesa se asemeja cada vez más a los Estados Unidos en los ‘30: "No hay ya más dudas: la economía japonesa está sufriendo de la misma enfermedad que tuvo Estados Unidos en los ‘30. En Tokyo, los temas del día son aquellos de la Gran Depresión: un espiral deflacionario, una ‘trampa de liquidez’ en la cual aún tasas de interés cero no generan crecimiento, y una crisis en el sistema financiero. La principal cuestión para el año fiscal 1999, que comienza en abril, es si el gobierno y el Banco de Japón seguirán probando con los actuales remedios, que parecen incapaces de dar solución por sí mismos, o tratará algo completamente diferente. Específicamente, están creciendo los llamados diariamente para que Japón ponga a funcionar la máquina de imprimir y trate de inflar su remedio inflacionista para recuperar la salud. Los que plantean esto creen que la moneda impresa solucionará los problemas de corto plazo de Japón y le dará mayor margen de libertad para solucionar sus problemas"2. En síntesis, la burguesía japonesa "como un conductor perdido que avanza más y más hacia su destino aún mientras trata de encontrarlo", no sabe si continuar con la reestructuración de las empresas, lo cual agravaría la depresión, o imprimir moneda falsa sobre un estado ya endeudado (que pasó de un superavit del 2,9% del PBN en 1991 a un déficit del 4,3% en 1996- unos U$S 200.000 millones) lo que puede debilitar cualitativamente al yen, desatando un espiral inflacionario.

Lo que está detrás de este dilema, es que la economía japonesa, como consecuencia de la enorme sobreacumulación de capital que aún no ha sido "saneado", tiene una enorme capacidad excedente. The Economist plantea que "la brecha de producción", la diferencia entre la actual producción y la producción si la capacidad instalada funcionara a pleno, ha alcanzado un record del 7% del PBN el año pasado. El "saneamiento" de la capacidad excedente implica acelerar la desvalorización del capital sobrante, ya sea cerrando fábricas o despidiendo trabajadores, lo que puede agravar la depresión. Pero lo realmente cualitativo, es que esta salida para que tenga un resultado inmediato significa un brutal ataque a los trabajadores que la burguesía nipona no se decide aún a realizar en la medida suficiente, debido a la debilidad de su gobierno y régimen del desgastado PLD. Los diarios informan que aunque se ha acelerado la reestructuración de las empresas, esta ha empezado por los eslabones más débiles, como la mujer trabajadora, pero se han cuidado de tocar a los empleos relativamente mejor pagos. En otras palabras, profundizar la salida deflacionaria significa pauperizar cualitativamente a los sectores más concentrados de las empresas japonesas, aquellos que estaban atados a la misma por el llamado "empleo de por vida", lo que amenaza con desatar una convulsión mayúscula en la sociedad japonesa. A su vez la burguesía japonesa se resiste a decretar la quiebra de importantes compañías o permitir que las mismas sean absorbidas por el capital norteamericano, que ha aprovechado su mejor situación relativa para avanzar sobre el dominio nipón y que pretende aumentar su participación en muchas de ellas a bajo precio. De ahí el rechazo de algunos legisladores del partido oficial que presionan por otra salida. El Far Eastern Economic Review plantea las dificultades de esta salida: "Si Japón está ciertamente en una espiral deflacionaria, entonces dar cuenta de sus problemas estructurales -a pesar de lo importante que ellos podrían ser- probablemente no debiera ser la primer prioridad. Pasos como mejorar la flexibilidad del mercado laboral tendrán efecto solo después de algunos años. La reestructuración corporativa realmente empeora la deflación, incrementando los desocupados y haciendo que la gente se preocupe por su futuro. La terapia de shock -empujando al cierre a las compañías y bancos efectivamente en bancarrota- conduce al mismo riesgo. ‘Si intentamos un fundamentalismo de mercado, podemos acelerar la entrada en una depresión mundial’, alerta el legislador del partido oficial Yoshimi Watanabe"3.

El temor, la incapacidad o la negativa de la burguesía japonesa de implementar esta política plantea como otra variante el camino inflacionario o hiperinflacionario. El problema de esta salida es que la devaluación del yen liquidaría la "ventaja" competitiva que las economías del Sudeste de Asia lograron, lo que las ayudó a "sanear" sus balanzas comerciales en particular Corea del Sur, pudiendo desatar una nueva oleada devaluatoria en esta región que abarque esta vez a la economía china. Esto liquidaría la relativa "recuperación" del Sudeste de Asia, el patio trasero de la burguesía japonesa, lo que profundizaría las dificultades para salir de su actual espiral depresiva.

Europa cuesta abajo

El 1º de enero de 1999 la Comunidad Europea lanzó su nueva moneda, el euro. Este "éxito" era presentado como una muestra de una renovada fortaleza de los imperialismos europeos, cuyo bajo crecimiento durante toda la década de los ‘90 contrastaba con la fortaleza relativa de los Estados Unidos sobre todo después de mediados de la década hasta 1997-98. Sin embargo, lejos de una perspectiva de recuperación, las economías europeas se encaminan hacia un enlentecimiento, incluso ya en el último cuatrimestre del año pasado Alemania ha tenido una caída real. A pesar de que se mantiene aún pujante la confianza de los consumidores, la confianza de los empresarios se ha desmoronado frente a las perspectivas de caídas en sus beneficios. The Economist plantea que "el camino económico europeo se ve de repente más complicado. El año pasado, antes que la moneda única llegara, el área del euro estaba previsto que disfrutara de un robusto crecimiento en 1999. Pero ahora las perspectivas se ven más pesimistas. Las estimaciones preliminares sugieren que el PBN de Alemania cayó a una tasa anualizada del 1,8% en el último cuatrimestre del año pasado, y la confianza empresarial ha seguido desvaneciéndose este año. Una débil producción industrial tanto en Francia como en Italia, sugiere que el PBN total en el área del euro podría haberse estancado en el cuarto cuatrimestre. Las perspectivas de crecimiento para 1999 están siendo reducidas". A su vez Inglaterra, aunque fuera de la zona del euro, pero cuyo gobierno recientemente ha planteado su intención de entrar, se encamina hacia una recesión ya evidente.

Las economías europeas, al igual que Japón, sufren de exceso de capacidad. Por varios años, la Unión Europea ha marchado con una modesta aunque persistente "brecha de producción" de alrededor del 2%. En el marco del negro pronóstico para 1999, la perspectiva es que esto se amplíe aún más. Todo esto ha emsombrecido la "euroeuforia" de comienzos del año. Como plantea The Economist: "El arribo del euro ha sido como el descubrimiento de un vistoso coche nuevo. La fiesta de lanzamiento fue un triunfo. Su hábil marketing; el diseño revolucionario demasiado alardeado; y los beneficios prometidos enormes. Pero después de ocho semanas en la ruta el motor chisporrotea y el pedal del acelerador está atascado. Las fallas del diseño del euro, especialmente en la cuestión monetaria y fiscal, dentro de las cuales los gobiernos del área del euro del Banco Central Europeo tienen que trabajar, están comenzando a mostrarse"4.

Estas contradicciones han exacerbado las disputas en el plano político de los distintos países de la Comunidad Europea, como se ve en la aguda discusión sobre el presupuesto comunitario o en la reciente renuncia del conjunto de los miembros de la Comision Europea, incluido su presidente Jaques Santer y su búsqueda de un reemplazante más de centroderecha. Pero el enfrentamiento más estridente ha sido la reciente caída del Ministro de Finanzas alemán, Oskar Lafontaine. Los sectores más concentrados del capital financiero alemán, así como los intereses más parasitarios de la City de Londres y su vocero el Financial Times, festejaron la caída de este "rojo", como lo llamaban. Contra la política más keynesiana de estímulo de la demanda y de baja de la tasa de interés, que aquel propugnaba, los grandes de las finanzas pretenden continuar con las políticas deflacionarias que han caracterizado a Europa durante todos los ‘90 (límites al deficit presupuestario del 3%, relativamente altas tasas de interés, etc). Esta disputa demuestra que se están estrechando los límites de maniobra de los gobiernos socialchauvinistas como consecuencia de la crisis económica. La caída de Lafontaine marca un giro a la derecha del gobierno de Schröeder poniendo límites a su política de pacto social y coqueteo y/o demagogia con las masas, política que tanto en Alemania como en Francia o Italia ayudó a desviar parcialmente la oleada de huelgas desatada con el paro general que desató la caída de Berlusconi en Italia y la huelga general de los estatales franceses en 1995. Señala que luego de la "atenuación" de la lucha de clases por la acción de los gobiernos socialchauvinistas, podemos estar entrando en un nuevo período que acelere los enfrentamientos entre la clase obrera y los partidos obreros burgueses en el poder, que puede ubicar de nuevo a la clase obrera europea en la vanguardia de la clase obrera mundial, como marcaron los hitos antes nombrados. A su vez puede dar lugar a realineamientos dentro de estos partidos y sobre todo en los sindicatos que dirijen.

La economia norteamericana

se acerca a un precipicio

Contra la visión vulgar propia del capital financiero y más especulativo, de que la economía norteamericana goza de buena salud, como estarían demostrando sus indicadores económicos, y sobre todo la bonanza "sin límites" de la Bolsa de Wall Street, nosotros opinamos que la "pujanza" de la economía norteamericana no puede mantenerse en el marco de la enorme crisis mundial en curso. La subida de su Bolsa de Valores lejos de reflejar una fortaleza de su economía, refleja el hundimiento de la economía mundial y la huida de capitales del resto de los mercados y no la buena salud de sus corporaciones, que han visto como consecuencia de la crisis mundial reducidos sus beneficios. No nos olvidemos que durante los ‘90, la mejora de competitividad de las empresas norteamericanas -gracias a la enorme pauperización de su mercado de trabajo, ayudada hasta mediados de los ‘90 por la devaluación del dólar y desde esos años por un aumento de la productividad en el sector manufacturero-, hizo posible que las exportaciones manufactureras crecieran agudamente casi a un 11% entre 1993 y 1997. Como dice Robert Brenner: "La economía norteamericana fue capaz de asegurar sus primeros indicios de las condiciones del boom durante la actual mejora cíclica, solo sobre la base de un extraordinariamente acelerado crecimiento exportador. Al fin de 1997, el crecimiento de la capacidad manufacturera en los Estados Unidos estaba incrementándose a un 4,3% al año, bien adelante del crecimiento del consumo, y los gastos en inversión empresarial se esperaban que crecieran al doble de la tasa de gastos en consumo". La crisis asiática significa el fin de esta tendencia, al mismo tiempo que aumentan las presiones del resto de los países para exportar al mercado norteamericano a bajo precio, lo que reduce aún más los beneficios de las corporaciones yankys. Es la caída de las ganancias lo que señala que el llamado "boom" clintoniano está destinado a caer. Lo que se discute es el cuándo, su magnitud y su impacto a nivel mundial.

Las señales de peligro se acrecientan. El detonante puede ser tanto un factor interno como un factor externo. En el frente externo ahí está la crisis de Brasil, un lugar central de inversiones norteamericanas; el agravamiento de los problemas comerciales como consecuencia de la caída mayor que la esperada de las economías europeas que implica menos exportaciones; y el agravamiento del déficit comercial que ya llega a la escalofriante cifra de U$S 300.000 millones y con el consecuente incremento en la deuda externa norteamericana, lo que puede terminar debilitando el dólar. En el plano interno se acumulan riesgos tanto en las inversiones de las compañías como en el gasto de consumo. La capacidad de utilización ha caído a un 80,5%, un nivel en el cual la mayoría de los economistas preveen una caída en la tasa de crecimiento de las inversiones de capital, que en el sector manufacturero fue uno de los motores que permitió el crecimiento de la economía en los últimos años. Pero la preocupación mayor es una fuerte caída de la Bolsa de Valores que afecte cualitativamente los gastos de consumo, el llamado "efecto riqueza". Esto último deviene de que en los ‘90 una porción importante de la clase media norteamericana participa en el negocio financiero (un 36% de las familias norteamericanas) poniendo sus ingresos en los fondos de inversión o en la privatización de las jubilaciones que cotizan en la Bolsa, permitiéndole a las grandes corporaciones una fuente de financiamiento barata. En la medida que la cotización de las acciones se mantiene en alza esto permite que estas familias puedan endeudarse y consumir por arriba de sus ingresos. Por eso la "exuberancia irracional" del mercado de valores, utilizando la frase de Alan Greenspan, cuando el índice Dow estaba alrededor de los 6.000 puntos, estando hoy día en casi los 10.000, es la principal fuente de peligro que pende sobre la economía norteamericana. Como dice The Economist, "el más grande riesgo es el potencial enlentecimiento de los gastos de consumo. El consumo da cuenta de 2/3 del crecimiento de la economía norteamericana. Pero los fundamentos de esto se ven crecientemente frágiles. Impulsados por el boom del mercado de valores, los norteamericanos están gastando más allá de sus ingresos. Después de caer contínuamente por años, la tasa de ahorro personal se tornó negativa en 1998. A pesar de que muchos analistas correctamente disputan la precisión de estas estadísticas, la tendencia es clara. Crecientemente, la expansión económica americana, está descansando en la fortaleza de su mercado de valores. Una repentina correccción en el precio de las acciones -sobrevaluadas según las medidas tradicionales- es de esta forma uno de los más grandes peligros hacia delante"5.

Esta situación muestra cómo la economía norteamericana se ha transformado en totalmente dependiente del resultado de la Bolsa. Pero ésta, como planteamos más arriba, no refleja sólo el estado de situación de las empresas norteamericanas, sino que es un espejo de la situación mundial y sobre todo, de la capacidad de Estados Unidos de mantener su relativa fortaleza sobre sus competidores que permitió el equilibrio inestable de los ‘90. Cualquier agravamiento de la crisis mundial como fue en el año pasado el default ruso, que llevó a la quiebra al famoso fondo de cobertura LTCM y que puso en jaque al sistema financiero internacional (sólo evitado por la decisiva participación de la Reserva Federal, tanto directa como indirectamente a través de tres sucesivas bajas de la tasa de interés), o salto en la lucha de clases o en el debilitamiento del poder imperialista norteamericano, cuya fortaleza está detrás en última instancia de la "pujanza" de su Bolsa, puede ser el detonante de un derrumbe de su Bolsa, y con ésta del fin abrupto de la "prosperidad" que gozó en los ‘90.

En este marco incierto, la burguesía norteamericana, para evitar una caída más rápida, debe mantener la fuerte depresión salarial aún en el medio de una baja tasa de desempleo (4,4% en febrero de 1999), que fue la clave de la relativa fortaleza de Estados Unidos en estos años. La explicación de esto está en la pauperización de la clase obrera norteamericana (ver dossier sobre el trabajo). Para impedir la suba de salarios, durante todos los ‘90, el eje estuvo puesto en una baja inflación, eufemismo para designar el control del valor de la fuerza de trabajo, y subir las tasas de interés para deprimir la producción en caso de que ésta diera síntomas de recuperación. Día a día, semana a semana, las revistas especializadas norteamericanas siguen esta variable. Hoy en día, con el aceleramiento de la crisis mundial, se multiplican los signos de alerta sobre "el mercado laboral". En el último número del Business Week se llama a la atención de que "con un exceso de capacidad de producción en casa y en el extranjero, que tira hacia abajo el precio de los productos, la presión del mercado laboral es la única amenaza seria de inflación"6. Esto significa que frente al estrechamiento de las condiciones que permitieron su crecimiento en los ‘90 , la burguesía norteamericana está lanzando y deberá agudizar aún más, ataques preventivos contra su propio proletariado, frente al achicamiento de las ganancias.

Las fuerzas

deflacionarias

y el fantasma de los ‘30

Como hemos planteado más arriba los principales países imperialistas, en distinto grado y agudeza, desde el deprimido Japón hasta el "pujante" Estados Unidos, manifiestan signos de exceso de capacidad. Es que el estallido de la crisis asiática ha sido el detonante de una crisis de sobreacumulación y sobreproducción mundial aún en curso que ha herido gravemente a la periferia (primero el Asia, luego Rusia y ahora América Latina) y se acerca cada vez más amenazante a Europa y Estados Unidos. La base de esto está en que los mecanismos contrarrestantes a la crisis de acumulación capitalista iniciada en los ‘70, desde la llamada "globalización" de la economía (proceso de centralización del capital a través de fusiones y adquisiciones), la pauperización de la clase obrera, la desregulación financiera y la ampliación de la capacidad de maniobra del capital financiero y las posibilidades del crédito (ver artículo sobre la financierización), y sobre todo, el desarrollo del Sudeste asiático, principal zona de acumulación productiva del capital, aunque permitieron una sobrevida de la acumulación capitalista, estos mecanismos contrarrestantes han agravado la crisis de sobreacumulación capitalista, en el marco de un estrechamiento del mercado mundial. Una de las bases de este agravamiento es que los Estados Obreros deformados y degenerados (hoy en descomposición), que el imperialismo esperaba serían su tabla de salvación para iniciar un nuevo "boom", junto a la llamada "revolución tecnológica", lejos de esto han agravado la crisis capitalista, como demuestra la crisis rusa y la creciente preocupación sobre China.

Robert Brenner plantea que: "es concebible que, mientras las economías del Este y Sudeste de Asia eran las únicas que aumentaban fuertemente sus ventas externas y experimentaban un bajo crecimiento de sus compras domésticas, la creciente oferta podía ser absorbida sin demasiado desequilibrio para el sistema. Pero en vista de la realidad que Japón, Alemania, y Europa, así también los Estados Unidos, han perseguido análogos caminos de crecimiento dependiente de las exportaciones con lento crecimiento de los mercados domésticos, no es fácil ver cómo la economía mundial puede evitar un mayor empeoramiento de la sobrecapacidad y sobreproducción en la manufactura, con crecientes exportaciones frente a una demanda doméstica estancada que tira abajo las tasas de ganancias".

El agravamiento de esta crisis de sobreacumulación y sobreproducción, en el marco de la estrechez del mercado mundial, se manifiesta en lo que The Economist (un gurú de las políticas antiinflacionarias de los ‘80 y ‘90 que permitían una estabilidad para los negocios y la especulación del capital financiero) llama "el nuevo peligro": la deflación y la amenaza de depresión mundial. La primera significa la tendencia a caer de los precios de las mercancías como consecuencia de la sobreproducción, reduciendo los márgenes de ganancias. Esto implica no sólo una desvalorización de la fuerza de trabajo (con la caída salarial y el aumento galopante de la desocupación), sino que afecta a todos los activos (stock de capital ya sea en bienes físicos o financieros). De ahí la fuerte preocupación de la burguesía. Para The Economist "la deflación puede ser más dañina que la inflación, si crea una espiral hacia abajo en la cual la expectativa de la caída de precios reduce la demanda y empuja los precios aún más abajo, como sucedió en la Gran Depresión".

Aunque las tendencias deflacionarias de la economía mundial aún no han llegado a los niveles de los ‘30, aún en el mismo Japón, las presiones en este sentido se incrementan. Estas pueden verse en las siguientes cuestiones. En primer lugar, el exceso de oferta a nivel mundial es sorprendentemente alto. Aunque la brecha de producción es difícil de medir, algunos analistas calculan que la brecha de producción a nivel mundial está llegando a lo más alto desde el ‘30, aún cuando todavía no hay una contracción en la producción global. En segundo lugar el crecimiento del PBN nominal de las economías del G-7 se prevé que caerá este año alrededor del 2,5%, su nivel más bajo desde la Segunda Guerra Mundial. El síntoma más agudo que ya ha hundido a la mayoría de los países de la periferia capitalista (por nombrar solo al último, Ecuador, en su mayor crisis en los últimos 70 años, que depende en su mayor parte de las exportaciones de petróleo), es la caída de los precios de las materias primas. Todos estos factores empujan hacia la deflación, incluso no está descartado una depresión como la del ‘30. Como dice The Economist "la brecha de producción global entre la producción actual y la potencial será para fines de 1999, la más grande desde los ‘30. Si las economías de Estados Unidos y Europa fueran a tomar ahora un repentino camino hacia abajo, el mundo podría fácilmente experimentar una depresión aguda, con precios y la producción cayendo juntos, como lo hicieron setenta años atrás".

Pero el mayor peligro se cierne sobre el enorme endeudamiento de la economía mundial. La deflación afecta particularmente a los deudores ya que hace más oneroso el pago de sus deudas. No nos olvidemos que, como mostramos en otra nota de esta revista, desde que la deflación fue experimentada en los ‘30, los niveles de deuda privada crecieron fuertemente debido a la combinación de desregulación financiera y años de inflación que posibilitaban un fácil endeudamiento. La deuda privada total en Estados Unidos es de alrededor del 130% del PBN y un 200% en Japón, comparado con menos del 100% del PBN en Estados Unidos en 1928. Y es particularmente aguda para el mercado inmobiliario, los grandes comerciantes y los mercados financieros. Una fuerte deflación en estos últimos, puede ser desvastadora. "Así, para los mercados financieros, considerando sólo la alarmante brecha entre las expectativas de los inversores sobre las ganancias norteamericanas, las cuales apoyan los actuales precios de las acciones en Wall Street, y la tendencia más real de las ganancias, mientras las expresiones deflacionarias globales carcomen a las firmas norteamericanas. Las ganancias totales de las firmas norteamericanas han estado cayendo suavemente el año pasado. Ciertamente esto puede ser el factor que finalmente queme la burbuja de la Bolsa norteamericana. Y cuando esto suceda y el boom de consumo americano se transforme en lo contrario, la economía puede rápidamente caer en una recesión, incrementando el riesgo de que el mundo de conjunto pueda saltar a un período de una deflación violenta o aún una depresión"7.

La crisis rusa

y la "deflacion" de las ilusiones

en la restauracion pacifica

del capitalismo

Si hay un lugar en donde la "deflación" ya se manifestó en una abrupta caída es en la ilusión imperialista de la restauración pacífica del capitalismo en la ex URSS. Esta ilusión, basada en el aborto de los procesos revolucionarios que tiraron por la borda a los regímenes de partido-estado basados en los PC, y en la destrucción acelerada de las bases del Estado Obrero degenerado con el gobierno de Yeltsin, y que es lo que estaba detrás de la renovada confianza imperialista, se ha hecho añicos.

El proceso de restauración capitalista en los ex Estados Obreros ha sido catastrófico. En otros números de esta revista ya hemos dado cuenta de esto. Una breve descripción muestra la magnitud del desastre y las enormes consecuencias sobre el nivel de vida de la población: "Desde el crack del rublo en agosto pasado muchas de las ganancias tentativas de los años precedentes se han ido. La desgracia se ha acumulado con más desgracia. La peor cosecha de agosto pasado en 45 años significa que aún el pan podría pronto escasear. El precio del petróleo, la principal fuente de divisas rusa se ha derrumbado. Los inversores, golpeados por el colapso de los mercados asiáticos, no desean ser sorprendidos ahora en Rusia. La tasa de inflación, tomada desde los índices de diciembre, podría crecer al 100%, o aún más si el gobierno decide pagar las deudas salariales imprimiendo moneda. Así, muchos trabajadores del sector público -los maestros, por ejemplo, que se supone que ganan un suculento salario de U$S 20 al mes- no han cobrado por todo un año. Gran parte de la naciente clase media rusa ha sido pulverizada. La economía monetarizada es escasamente la mitad del tamaño de Holanda. La tasa de asesinato tal vez sea la más alta del mundo. La expectativa de vida de los hombres ha caído a niveles africanos: 58 años es ahora el promedio de vida, y la población se está contrayendo por 800.000 almas al año. Este país parece estar muriéndose sobre sus pies"8.

La cita de arriba muestra que el capitalismo en su etapa de decadencia sólo puede avanzar destruyendo más y más fuerzas productivas. La caída de Rusia ha sido la destrucción más grande de una economía sólo comparable al daño de una guerra mundial. La crisis rusa es causa y consecuencia de la crisis capitalista. Precisamente por esto el avance de la restauración capitalista lejos de la expectativa de Occidente, ha agravado la crisis de acumulación capitalista. La esperanza de la burguesía imperialista de encontrar a la vuelta de la esquina una nueva fuente de valorización del capital que diera nuevos aires a su sobrevivencia a fines del siglo XX, se ha transformado en lo contrario. Como dice The Economist: "Occidente ha retrocedido dramáticamente en sus ambiciones. Más que perseguir grandes sueños de hacer a Rusia amistosa y próspera... mientras la miseria de Rusia continúe, la tarea gris y clara de Occidente será restringirse a hacer lo que pueda para limitar el daño"9.

El dragon chino, ¿la proxima victima?

El avance de la restauración capitalista en China, acelerado por la derrota de los levantamientos de la Plaza Tienanmen, fue una de las bases que posibilitó el equilibrio inestable de los ‘90. China era la zona de acumulación por excelencia dentro de la principal zona de valorización productiva capitalista, el Sudeste de Asia. Sus tasas de crecimiento de dos dígitos y la fuerte entrada de capitales tanto en inversiones directas como de capitales de corto plazo, así lo demostraban.

Sin embargo, a pesar de que China aún no ha caído en recesión como el resto de las economías de la región, las bases de este crecimiento parecen estar llegando a un límite. En primer lugar, la caída del Sudeste de Asia y la contracción del conjunto de la economía mundial ha significado una fuerte caída de sus exportaciones. A su vez el ritmo de inversiones extranjeras se ha desacelerado. Su tabla de salvación ha sido su economía doméstica que da cuenta de la mayor parte de su PBN, la cual está parcialmente resguardada de los shocks externos debido a la no convertibilidad de su moneda. A pesar de esto, los síntomas de crisis se acumulan. China tiene un 40% de capacidad excedente en manufactura. En algunos sectores como los reproductores de video ha alcanzado un 74%. El Estado ha debido socorrer a muchas compañías, en particular las grandes compañías en manos del Estado. El modelo de la burocracia de un capitalismo al estilo coreano, con grandes conglomerados y fuerte peso del Estado en la economía, en el marco de la aguda restricción de las inversiones extranjeras, está puesto en cuestión. Como dice The Economist: "Las empresas de propiedad estatal chinas, tienen niveles de deudas que avergonzarían a los chaebols coreanos. Los préstamos incobrables del sistema bancario estatal son algo así como de un 20% a un 50% del total, y siguen creciendo. Por lo tanto, el velado reconocimiento de los dirigentes chinos de que el modelo corporativo de Japón y (particularmente) de Corea del Sur está ahora en bancarrota, marca un cambio profundo. China, la mayoría de sus dirigentes ahora admiten, no puede simplemente contar con el crecimiento guiado por el estado para salir de sus problemas. Aún a pesar de que pocos, si algunos, creen todavía en una privatización rápida -menos que todos Zhu Rongji y Jiang Zemin- el consenso en la cumbre es que se necesita mucha más reforma. De aquí la urgencia de las políticas recientes de sacar al Estado fuera de los negocios"10. Este es el significado de la reciente institucionalización en el último Congreso Nacional del Pueblo de la propiedad privada y de la canonización del pensamiento de Deng al que se incorpora como ideología rectora junto a la continuidad del "pensamiento marxista leninista de Mao". Junto con esto, mientras intenta continuar con el proceso de reformas, la burocracia restauracionista de Pekín, busca encontrar una nueva fuente de dinamismo que reemplace al hasta entonces dinámico sector externo, volcando importantes sumas de dinero a proyectos de infraestructura -con el consecuente aumento del déficit fiscal que ha trepado un 56% el último año lo que trae aparejado un riesgo de inflación- para evitar una caída aún mayor de sus tasas de crecimiento y sus consecuencias sociales.

Es que el avance de las reformas sobre todo la política de racionalización en las empresas estatales, principalmente en las pequeñas y medianas, ha significado un fuerte aumento de los despidos y del retorno de los trabajadores a sus regiones sin pago. Los trabajadores que siguen trabajando han sido alertados de que deben pagar rentas más altas o comprar sus casas. Los costos médicos han crecido. The Economist grafica: "Pregunten a casi cualquier trabajador urbano por su opinión: la ‘taza de hierro de arroz’ (así se llamaban las conquistas sociales de comida, casa y empleo en el Estado Obrero deformado chino- N.deR.) ha sido irremediablemente liquidada". Es que la burocracia ha utilizado la crisis para avanzar fuertemente sobre las conquistas que aún permanecían como consecuencia de la Revolución de 1949. Esto se traduce en un aumento de la resistencia. Los diarios hablan de la mayor oleada de huelgas y de conflictos en el campo desde la derrota de la Plaza Tienanmen. A pesar de poco publicitadas, las protestas parecerían ser un hecho cotidiano. Las demandas de los trabajadores han sido esencialmente económicas. El Far Eastern Economic Review dice que: "Dichas confrontaciones son raramente reportadas en los diarios chinos y todo informe oficial es un secreto bien guardado. Pero un activista de derechos laborales de Hunan dice que pequeñas protestas ocurren diariamente en la provincia; miles tuvieron lugar nacionalmente el año pasado... ‘Las protestas se han convertido en un hecho normal de la vida’, dice Apo Leung, director del Asia Monitor Resource Center de Hong Kong que estudia temas laborales. ‘Estamos sentados en un volcán’ "11. También ha habido un incremento de la lucha nacional de los Uighurs en la región occidental de Xinjiang. El resentimiento contra los miembros corruptos del partido y los impuestos abusivos es enorme. Esta parece ser la fuente central de los atentados con bombas que han venido creciendo en los últimos tiempos. La dirección del PCCH ha tratado de aparecer en algunos casos del lado de los "revoltosos" cargando la responsabilidad sobre los dirigentes locales del partido.

El temor de la burocracia de Pekin a esta situación se ha expresado en la dureza con que ha respondido a la formación de partidos opositores. "El gobierno teme que el naciente partido democrático de China podría buscar politizar las quejas de los trabajadores; tres organizadores fueron sentenciados en Diciembre a 11, 12 y 13 años de cárcel. Unos días después, un veterano activista laboral, Zhang Shanguang, fue sentenciado a diez años en prisión por contarle a la radio financiada por Estados Unidos ‘Asia Libre’ sobre las protestas de los campesinos, que tienen sus propias quejas sobre los altos impuestos y los oficiales corruptos. ‘Cualquier factor que pueda amenazar la estabilidad debe ser aniquilado en las etapas iniciales’, alertó el presidente Jiang Zemin el 23-12 en un discurso televisivo".

Esta escalada represiva se complementa con el paquete de estímulo fiscal. The Economist dice que "en última instancia el estímulo fiscal es un intento de prevenir el levantamiento social ganando tiempo en el corto plazo. La dirigencia ha hablado y hablado sobre la necesidad de prevenir la inestabilidad. Esto no solamente significa la liquidación de las fuerzas ‘antisociales’. El gobierno central parece reconocer que mucha de la insatisfacción es justificada".

Como muestra este cuadro, la crisis económica mundial, el avance y los límites de las reformas y la creciente resistencia de las masas están poniendo al avance de la restauración capitalista en China frente a un test decisivo en los próximos meses o años. ¿Podrá la burocracia posponer, desviar o abortar en sus estados iniciales este enfrentamiento o nos encaminamos hacia un capítulo superior de lo que podríamos llamar la tercera revolución china? No lo sabemos, pero lo que sí es evidente es que la magnitud de la crisis mundial está acelerando los tiempos de los enfrentamientos entre las clases, como lo demuestran las jornadas revolucionarias en Indonesia (ver artículo) y la nueva oleada de luchas que se espera de los trabajadores de Corea del Sur frente a la ruptura del pacto social, la amenaza de huelga de la IG Metall que obligó a ceder a la patronal un aumento del salario fuertemente criticado por toda la burguesía imperialista en Europa o la crisis revolucionaria en Ecuador en América Latina. La misma revista citada más arriba se pregunta: "Si la crisis pasara sin un gran levantamiento -como lo ocurrido en la Plaza Tienanmen en 1989- permanece una cuestión abierta".

¿Hacia donde van la

economia y la politica mundial?

Hemos planteado cómo el fantasma de los ‘30 ronda la economía mundial. Esto ya está llevando a un aumento de las disputas comerciales interimperialistas, como se refleja en la ridícula "guerra de las bananas". Esta guerra comercial puede rápidamente escalar a otros ítems como la carne tratada hormonalmente, la comida genéticamente modificada y otras cuestiones. Sin embargo, "lo que está detrás (de este enfrentamiento- N. de R.) es un gran resentimiento de que la Unión Europea está haciendo demasiado poco para estimular la demanda, dejando a los Estados Unidos como la única locomotora de la economía mundial y absorbiendo la ‘carga’ de importaciones de los golpeados países emergentes"12. Estos enfrentamientos comerciales, de profundizarse, pueden agudizar la crisis económica mundial y lo que es aún más importante, agudizar la crisis de dominio imperialista.

Las crecientes tensiones comerciales, aunque en un plano aún menos agudo también se manifiestan en crecientes tensiones políticas. Mientras que la crisis japonesa impide que Japón juegue un rol más activo en la política mundial, retrocediendo en su poder relativo frente al resto de las potencias imperialistas, los Estados Unidos y Europa aumentan sus roces. Muchas potencias imperialistas europeas sostienen que "la superpotencia americana debe ser contenida, y de ningún modo puede permitírsele crear un inaceptable mundo americanizado. El poderoso dólar debe ser balanceado por el joven galante euro. La expansión de la cultura popular americana debe ser detenida aún si es popular fuera de Estados Unidos. Los norteamericanos debieran ser desalentados de demonizar a Irán... Los americanos deberían ser frenados en seguir tirándole bombas a la guardia pretoriana de Saddam Hussein". A su vez, los norteamericanos a parte de las quejas comerciales y sobre la responsabilidad europea frente a la actual crisis económica, se quejan "de que las agonías de Bosnia fueron prolongadas por la falta de voluntad europea que una paz justa requiere una seria amenaza de fuerza (y la misma cosa puede todavía ir mal en Kosovo)... la Unión Europea, a pesar de que es más rica que los Estados Unidos, provee una pequeña y disminuída proporción del equipamiento militar de alta tecnología del que la OTAN depende para ser capaz de pelear guerras sin un intolerable número de bajas"13. En el actual número de la revista norteamericana National Interest Stephen Wuald, en un artículo titulado "Fuerzas estructurales profundas", identifica varias de ellas que "están comenzando a empujar a Europa y a Estados Unidos en direcciones opuestas". Sin embargo, no está descartado que "si la parte europea de la OTAN levanta sus ojos más allá de sus fronteras, y ve lo que probablemente suceda fuera de ella en la próxima generación o más, entenderá porqué aún necesita de Estados Unidos y -aún más importante- porqué Estados Unidos crecientemente necesita a Europa"14. Entre los problemas que se refieren afuera de su frontera, esta revista imperialista nombra a una China crecientemente arrogante y autoritaria que busca expandir su influencia hacia el Este en el Pacífico y hacia el Oeste dentro del Asia Central, (rico en petróleo y gas que China, pobre en energía, agudamente necesita) una Rusia que, más temprano o más tarde, se reunifique y pelee por una mayor influencia global; las contínuas explosiones localizadas del mundo musulmán. En el plano más inmediato esta colaboración contrarrevolucionaria, no sin contradicciones, ya se está empezando a ver en los Balcanes. Otros "think tank" que escriben en el Foreign Affairs plantean que Estados Unidos debe prepararse para una nueva clase de conflictos con consecuencias devastadoras para sus intereses nacionales, señalando cómo los principales focos de peligro a México, Arabia Saudita y Rusia. "El conflicto civil en México puede producir olas de desorden que pueden escalar en los Estados Unidos, amenazando la vida de cientos de miles de norteamericanos, destruyendo un valioso mercado de exportación, y enviando un torrente de refugiados hacia el Norte. Una rebelión en Arabia Saudita puede destruir su capacidad de exportar petróleo, el petróleo del cual el mundo civilizado depende. Y una guerra interna en Rusia puede devastar a Europa y gatillar el uso de armas nucleares"15.

Estas hipótesis de escenarios estratégicos, junto a la escalada de las tensiones comerciales, en menor medida políticas y muy secundariamente, en el plano militar, donde Estados Unidos mantiene una hegemonía aún incuestionable, conjuntamente con los crecientes síntomas de enfrentamientos entre las clases en los distintos continentes, sin que el proletariado aún debido a factores objetivos -la enorme desocupación-, y subjetivos -la baja subjetividad de la clase obrera y el agudizamiento de la crisis de dirección revolucionaria, esté en el centro de la escena, es una muestra de que la situación mundial de conjunto está entrando en una nueva fase de agudizamiento de la época de "crisis, guerras y revoluciones".

La salida a la actual crisis mundial dependerá de la evolución de algunos de los factores planteados más arriba: no sólo de factores económicos, sino fundamentalmente, cómo a lo largo de todo el siglo XX, de factores extraeconómicos como la capacidad de proyectar poder imperialista, en particular el mantenimiento de la todavía posición hegemónica de Estados Unidos (extensión de la OTAN y su test actual en los Balcanes y su impacto sobre los procesos de restauración en curso en Europa del Este y el estancamiento de éste en la ex URSS) así como de la lucha de clases tanto en el plano doméstico (donde viene habiendo una recuperación de la clase obrera norteamericana), como internacionales (en particular la capacidad de lidiar con el fracaso de la restauración "pacífica" del capitalismo en los ex estados obreros, tanto en Rusia como las crecientes dificultades en China), y los distintos combates que se desarrollen en el mundo semicolonial de los cuales Ecuador e Indonesia son claramente hoy día la vanguardia.

NOTAS:

1. Foreign Affairs, Enero-Febrero 1999.
2. Far Eastern Economic Review, 11-03-99.
3. FEER, idem.
4. The Economist, 27-02-99.
5. Idem.
6. Business Week, 22-03-99.
7. The Economist, 20-02-99.
8. The Economist, 06-02-99.
9. The Economist, 06-02-99.
10. The Economist, 13-03-99.
11. Far Eastern Economic Review, 25-02-99.
12. The Economist, 06-03-99.
13. The Economist, 13-03-99.
14. Idem.
15. "Saving America from the coming civil wars" (Salvando a Estados Unidos de las futuras guerras civiles), Steven R. David, Foreign Affairs, Enero-Febrero 1999.