Estrategia
Internacional N° 11/12 ¿Crisis del neoliberalismo o crisis del capitalismo? por Paula Bach Presentación El proceso de financierización de la economía se ha potenciado en gran escala particularmente desde la crisis del ciclo de acumulación capitalista de la 2da. posguerra, es decir, desde fines de la década del 60-principios de la década del 70 hasta nuestros días. La especulación en el mercado cambiario, en el mercado accionario, en los mercados de obligaciones del estado, bonos, títulos públicos, etc. han alcanzado niveles desconocidos históricamente. Según Norman Gall del Instituto Fernand Braudel de Economía Mundial "el valor combinado de derivativos y activos financieros convencionales es hoy aproximadamente cinco veces el producto anual de los bienes y servicios del mundo". A su vez, según J. Siegel de la Wharton School ya para fines de la década del 80 en Wall Street el PER1 era de 24, es decir que el valor de las acciones estaba 24 veces por encima de las ganancias reales. Como otro ejemplo de magnitud podemos tomar el hecho que mientras en los últimos diez años el PBI acumulado norteamericano creció en un 26%, las cotizaciones de la Bolsa de Nueva York se han multiplicado en un 400%. Este proceso está a su vez acompañado por un crecimiento descomunal de los niveles de endeudamiento de la economía como se expresa en el hecho que, para el caso del sector público de los 21 países de la OCDE la deuda que representaba el 41,7 % de su PBI en 1981 pasó a representar el 70,7% del mismo en 1997. Son moneda corriente los altos niveles de especulación diaria sobre estos mismos títulos de deuda. A su vez, los Fondos de Cobertura, una novedad de los años 90 representan un hecho sintomático del estado actual de cosas en el capitalismo. Estos fondos se hicieron famosos a partir del cuasi desbarranque del LTCM de Estados Unidos (que obligó a la Reserva Federal a bajar las tasas de interés para evitar una cadena de quiebras bancarias). Estas instituciones son centros especulativos por excelencia que "juegan con las tendencias del mercado". El "maravilloso" funcionamiento de estos Fondos de Cobertura durante los 90 llevó a que a sus principales mentores les fueran otorgados premios Nóbeles. Actualmente, son esos premios Nobel y ex funcionarios de los principales Tesoros del planeta quienes se encuentran a la cabeza de estas instituciones. Podríamos seguir con decenas de estos ejemplos, sin embargo, lo que nos interesa señalar es que, a simple vista, en apariencia, la economía capitalista contemporánea parecería guiada por masas gigantescas de dinero que en cortísimos lapsos de tiempo se regeneran a sí mismas. Parecería ser que un cúmulo infernal de papeles se duplican, triplican, centuplican o incluso se "esfuman", como por arte de magia, guiados por unas leyes misteriosas. Parecería ser que el dinero hubiera dejado de ser sólo un equivalente general, una mera representación del valor para adquirir un cuerpo independiente y adquirir la propiedad de reproducirse a sí mismo y hasta incluso de esfumarse. Hasta parecería ser, siempre a simple vista, que los capitalistas han descubierto una nueva forma de hacer dinero independientemente de la producción, de las fábricas, y de la explotación del trabajo humano. Ahora bien, frente a los cambios que se han producido en la economía en las últimas décadas, el gran desafío que se nos plantea a los marxistas desde el punto de vista teórico consite en poder hallar, en descubrir detrás de esas modificaciones, los movimientos más profundos del capital. La complejidad de esta tarea radica en el hecho que, nada puede explicarse seriamente sin dar cuenta de las apariencias es decir, de las formas específicas y particulares a través de las cuales se expresa hoy el capital. Pero a la vez, como intentaremos demostrar, nada puede explicarse seriamente, vale decir científicamente, si el pensamiento se deja llevar por las formas aparentes alejándose de los contenidos más profundos que las dominan. Interpretar correctamente el fenómeno de la financierización no es tarea fácil ya que no se trata de un hecho más sino de la forma que adquiere la descomposición de la economía capitalista-imperialista a fines de siglo XX. INTRODUCCION Es indispensable comenzar por definir que no es posible abordar de manera certera la cuestión de la financierización actual de la economía, si no se parte de las condiciones de existencia del capital en la época imperialista. Es decir, si no se parte de los enormes cambios operados por el capital en su "fase superior" en palabras de Lenin o en la fase descendente de "la curva del desarrollo capitalista" según la definición de León Trotsky. No es posible comprender el último medio siglo, ni los últimos 20 o 30 años; no es posible lograr una explicación científica ni de la crisis capitalista actual ni del aspecto que adquiere en el proceso de financierización, si se pretende "dejar de lado" las definiciones clásicas del imperialismo formuladas por Lenín y por Bujarin. No es posible "olvidar" el rol de los monopolios, del capital financiero como fusión del capital industrial y el capital bancario, el rol del Estado bajo el imperialismo, en definitiva de la estructura o jerarquía enteramente nueva que engendró el capital para "hacer frente" a las "dificultades" para su valorización en la fase descendente. Tampoco es posible comprender los movimientos actuales del capital si se los pretende "encajar" en una regularidad cíclica tanto en el corto como en el "largo" plazo. Cualquier operación de este tipo, en la medida en que pretenda "basarse en Marx", negando los enormes cambios operados en la época de decadencia del capital así como la continuidad dialéctica en Lenín pero también en Trotsky con la lógica de El Capital en la época imperialista, está invariablemente destinada a terminar negando, por distintas vías, la escencia misma del capitalismo. Precisamente, el aspecto superador ya en el pensamiento de Lenín consistió en verificar el modo en el que los cambios operados en la realidad de comienzos del siglo XX, respondían a la consumación de las tendencias ya observadas por Marx. Lenín, partiendo de la escencia del método de Marx, quien ya había previsto "...que la libre concurrencia engendra la concentración de la producción, y que dicha concentración, en un cierto grado de su desarrollo, conduce al monopolio" concluyó que a fines del siglo XIX "...los cartels se convierten en una de las bases de toda la vida económica". A su vez, si ya Marx había observado que el gran desarrollo de las fuerzas productivas y de la producción en gran escala, junto con el crecimiento del crédito llevaba al crecimiento del "capital por acciones" y a que "el elemento especulativo debe dominar cada vez más las transacciones", así como verificó la tendencia histórica al crecimiento de la "cotización" de los títulos que devengan interés como movimiento que se desprende de la ley tendencial a la caída de la tasa de ganancia; Lenín verificó el modo en el que la concentración de la producción condujo a la formación del monopolio y a la "...fusión o ensambladura de los bancos con la industria" dando origen a la "...aparición del capital financiero". Por otra parte observó que si en la época de Marx, el "comercio exterior" con la exportación de mercancías actuaban como una gran contratendencia a la caída de la tasa media de ganancia, junto a esa contratendencia se desarrollaba otra que pasaba a ser predominante y que consistía en la exportación de capitales hacia zonas de baja composición orgánica del capital2. En el mismo sentido, si Marx ya había previsto en El Capital que los aranceles aduaneros protectores de los grandes países industriales no eran otra cosa que "...las armas para la campaña industrial general definitiva que ha de decidir acerca de la supremacía sobre el mercado mundial"3 Lenin, a quien le tocó vivir la época de "la campaña industrial general definitiva" demostró cómo el punto en el que el imperialismo alcanza su forma acabada está ligado junto a la generalización de los monopolios y la consolidación del capital financiero, al hecho que el planeta todo ha sido repartido entre los principales monopolios de los principales países capitalistas tratándose ahora de la redistribución (no pacífica) del globo. El capital en la época imperialista adquiere así una nueva estructura en su conjunto. Los mecanismos "clásicos" señalados por Marx, como el crédito que a la vez que constantemente permitía superar las trabas impuestas al desarrollo de las fuerzas productivas por las mismas relaciones de producción capitalistas, aceleraba las contradicciones; alcanzado un grado de desarrollo, se combinan con formas nuevas (en gran parte ya previstas por el mismo Marx). El capitalismo se convierte en imperialismo o lo que es lo mismo, el capitalismo, en su fase descendente debe negar parcialmente sus propias leyes para sobrevivirse. En cierto modo podríamos decir que, paralelamente al desarrollo en un nivel muy superior del crédito que "quebranta" permanentemente el carácter antagónico de la producción capitalista permitiendo coyunturalmente y de forma cada vez más desigual y combinada, el desarrollo en gran escala de las fuerzas productivas del capital, nace en la época imperialista un movimiento que adquiere una tendencia contraria definido por las negaciones parciales que el capital debe realizar de sus propias leyes. El monopolio y el mismo capital financiero así como la intervención directa del Estado sobre la economía representan el cuerpo de esas negaciones parciales las cuales, en última instancia, vuelven a reproducir las mismas contradicciones en una escala superior. Pero en este contexto, en el que la descomposición y el parasitismo, los monopolios, el capital financiero, la especulación, la intervención del Estado como garante de los pulpos monopólicos más concentrados, representan la norma del funcionamiento del capital imperialista, cuando los factores políticos (tanto las guerras locales, regionales o mundiales como las derrotas parciales o en gran escala del movimiento obrero) se vuelven condición para la acumulación más o menos exitosa del capital, ningún análisis serio es posible en la medida en que intente "basarse en Marx" separándolo de Lenín y Trotsky y de la teoría del imperialismo. Este divorcio conduce, en muchos casos y como veremos, a diversos intentos de fusionar a Marx ya sea con Keynes o con los teóricos de la regulación4. O lo que es lo mismo, un intento de unir a Marx con la "teoría" económica burguesa de la decadencia o con los representantes "populares" de la misma, lo que sólo puede concluir en la liquidación de Marx y el marxismo. Nuestra posición es que el fenómeno actual de financierización de la economía no puede interpretarse (al menos desde un ángulo científico) mediante ninguna "teoría" que pretenda realizar comparaciones mecánicas con la estructura del capital del siglo XIX. Cualquier intento en este sentido, conduce invariablemente, ya sea a negar las leyes fundamentales de la escencia del capital o a subestimar enormemente la cuestión misma de la financierización y de la descomposición del capital en el siglo XX intentando encorcetarlo en nuevas "regularidades". Porque ni el capitalismo ni "El Capital" constituyen estructuras rígidas. Precisamente, el aspecto brillante de la obra de Lenin que tomó como punto de apoyo la obra del, por esos tiempos, marxista alemán Rudolf Hilferding, consistió no en "repetir" los postulados de El Capital sino en verificar que a principios del siglo XX lo que Marx había visualizado como tendencias incipientes, se hallaban plenamente desarrolladas dando origen a la fase descendente del capitalismo, el imperialismo. La concentración del capital había alcanzado un grado extremo junto al gigantesco desarrollo del sistema de crédito. Los monopolios como rectores de ahora en más de toda la vida económica se constituían sobre la base del capital financiero resultante de la fusión del capital bancario con el capital industrial. Este hecho junto con el límite impuesto a la exportación de capitales por la circunstancia de que todo el globo ya había sido conquistado y la estrecha relación de los monopolios con el Estado capitalista eran los síntomas fundamentales que indicaban el fin de las fuerzas internas propias del capital como motor del desarrollo de las fuerzas productivas. A partir de ahora, el capital debía, para defender determinadas condiciones de valorización, negar parcialmente sus propias leyes. Los monopolios, el capital financiero, la especulación, la intervención directa del Estado sobre la economía, constituyen las formas mediante la cuales el capital intenta limitar la contradicción entre el carácter cada vez más social de la producción y la apropiación privada; entre la planificación creciente de la producción en las fábricas y la anarquía de la producción capitalista en su conjunto. En otras palabras, son las vías mediante las cuales el capital intenta limitar la contradicción entre la producción de valor y la producción de valores de uso estimulada por el crecimiento constante de la composición orgánica del capital que impulsa las dificultades crecientes para el proceso de producción capitalista en su conjunto es decir, tanto para su valorización como para la realización de la plusvalía. A la vez, los Estados imperialistas se convierten no sólo en actores directos sobre las leyes de la economía sino también en factores políticos fundamentales para defender las condiciones de valorización de sus propios monopolios. Las guerras mundiales de redistribución, junto con el desarrollo de la industria de armamentos y la definición de la relación de fuerzas entre las clases van a representar así, formas determinantes para la valorización del capital y por lo tanto, para el crecimiento económico en la época imperialista. Ahora bien, la circunstancia de que la primera gran guerra mundial no hubiera arrojado una potencia imperialista claramente triunfadora ni resuelto las relaciones de fuerzas entre las clases de una manera claramente ventajosa para el capital, pusieron en escena de forma particularmente aguda y acrecentada todos estos factores. Durante este período, que tuvo un aspecto particularmente convulsivo y en el que, llamativamente, la financierización de la economía alcanzó grados sin precedentes históricos, León Trotsky aportó nuevos elementos especialmente agudos sobre las características del desarrollo capitalista. Sobre todo en lo que hace a la intervención del Estado en la economía en su definición de que el fascismo y el New Deal representaban "...dos sistemas que rivalizan en el mundo para salvar al capital históricamente condenado a muerte"5 y en la definición de que, la violenta intervención de fuerzas estatales concentradas sobre la economía hacían imposible intentar hallar regularidades en el ciclo económico similares a aquellas de la época del capitalismo de libre competencia. El movimiento espasmódico del capital en su fase descendente estaba acompañado ahora por "ciclos" que eran como los latidos irregulares de un corazón enfermo. En este movimiento que caracteriza al capital durante el siglo XX, es imposible hallar verdaderas "repeticiones" porque las tendencias a la descomposición lo acompañan como la sombra al cuerpo. Esto ha quedado demostrado, particularmente durante el llamado "boom" de la segunda posguerra en la medida que, aún luego de la enorme destrucción de dos guerras mundiales, la depresión de los años 30, el fascismo y la derrota perpetuada por el stalinismo, fueron necesarias formas particularmente acrecentadas de intervención del Estado sobre la economía para sostener y extender el "ciclo". El período del "boom" de la posguerra así, a la vez que arrojó niveles de crecimiento económico mundial sin precedentes históricos (5% anual promedio), constituyó un salto de mucha importancia en las formas de intervención del Estado en la economía a través de múltiples y nuevos mecanismos para aumentar y extender en el tiempo las condiciones de la valorización del capital6. Durante este período, el rol del crédito que es uno de los mecanismos que por excelencia se ha desarrollado ligado a la acción estatal, adquirió una diferencia fundamental en relación a la época de Marx. Porque si bajo el capitalismo de libre competencia el aspecto bifacético del crédito que señalaba Marx estaba dado por el hecho que por un lado quebrantaba permanentemente las trabas al desarrollo de la producción impuestas por las leyes de la valorización del capital y por el otro en este mismo accionar aceleraba los estallidos violentos de las contradicciones por medio de las crisis, podríamos decir que ahora, el crédito, como mecanismo fundamental y estimulado fuertemente por el Estado, a la vez que quebranta, al igual que en Marx las trabas permanentes al desarrollo de la producción, vuelve a ser utilizado por el Estado para posponer las crisis que él mismo acelera y acrecienta. De este modo, el crédito, adquiere un rol relativamente independiente del ciclo de producción y al posponer el estallido de las crisis que permiten la desvalorización de capitales y el reestablecimiento de condiciones para un posterior aumento de la tasa de ganancia, aumenta los desequilibrios y las desproporciones entre los factores (entre ellos la superproducción de capitales y de mercancías) preparando estallidos de mucho más profundas y catastróficas consecuencias. Las tendencias al crecimiento en escala enorme del capital de crédito así como al desarrollo y la hinchazón del capital ficticio y la actual financierización de la economía no pueden separarse de este proceso ni del hecho que, durante las dos décadas que siguieron al fin del boom de la posguerra el capital perdió, como dice Lester Thurow, "...un 60% de su impulso"7. Puede concluirse entonces que, la indispensable intervención de factores externos al funcionamiento mismo de la economía que distinguen al capital en su fase descendente determinan una enorme "irregularidad" en sus movimientos que si, bajo condiciones excepcionales de destrucción e intervención estatal permitieron un "impulso" sin precedentes históricos, del mismo modo, los niveles de "desbarranque" y descomposición posteriores no hallan punto de comparación. En este contexto, nuestra hipótesis principal que explica los actuales niveles de financierización de la economía consiste en lo siguiente: opinamos que su origen se halla en las sucesivas políticas de los Estados imperialistas para "defender" las condiciones de valorización del capital8 cuando el ciclo de acumulación logrado luego de la segunda posguerra ya había culminado. Dichas políticas, tuvieron el doble objeto de impedir por un lado la acción plena de la ley del valor (escapando de experiencias pasadas como la de la década del 30) intentando por el otro garantizar al capital, de un modo completamente artificial, condiciones para su valorización. Como intentaremos demostrar, ese "artificio" del Estado pudo hasta cierto punto limitar los efectos saneadores en la economía de la ley del valor, pero no pudo -no podía- reestablecer condiciones normales para su valorización las que precisamente dependen de la libre acción de la ley del valor9, acrecentando, por otra parte, en una escala enorme las desproporciones de la economía. La contradicción que implica esta situación es la base de la existencia de masas de capitales "sobrantes", es decir no destruídos por la crisis conjuntamente con escasas fuentes para su valorización. Esta contradicción central está, a nuestro modo de ver en la base de la famosa "desregularización financiera" operada por los Estados imperialistas a fines de la década del 70 y principios de los ochenta que si por un lado impulsaron una mayor concentración del capital, en tanto continuaron las dificultades para la acumulación, permitieron un salto en la conformación del capital financiero y profundizaron en gran escala los niveles de financierización de la economía y los rasgos de descomposición del capital. En este sentido puede decirse que el "keynesianismo" como "...sistema que intenta salvar al capital históricamente condenado a muerte" fue reemplazado por el "neo-liberalismo" constituyendo este último no una oposición sino una negación dialéctica del primero cuando las contradicciones ya no podían continuar postergándose indefinidamente. El "neo-liberalismo" bajo las formas de la "desregulación financiera" significó, como veremos (lejos de rendir honor a su nombre) una forma renovada de violenta intervención estatal para salvar al capital más concentrado y para aplazar otra vez las contradicciones. Sin embargo este "neo-liberalismo" sólo consiguió, nuevamente, realimentar las desproporciones en la economía generando condiciones de inestabilidad que, como veremos, colocan al conjunto de la economía nuevamente al borde de una depresión que sería en sus características mucho más destructiva y violenta que aquella de la pasada década del 30. Cualquier pretensión de dividir, o mejor dicho de hallar una distinción escencial entre "capital financiero" y "capital productivo" por un lado y entre el "keynesianismo" y el "neo-liberalismo" por el otro, tiene por objeto ocultar dos cuestiones centrales. La primera, que la financierización de la economía es la consecuencia de las enormes dificultades para la valorización "productiva" del capital en su fase descendente. La segunda, que el rol del Estado capitalista (en sus distintas "actuaciones") es el de la intervención directa sobre la economía como "salvavidas" de los capitales más concentrados intentando prolongar la vida de un "sistema condenado a muerte". Sólo desde esta óptica puede enterderse que la "financierización" y la "depresión" son las únicas dos "opciones" para el capital de nuestros días aunque la primera, como estamos viendo, esta destinada a conducir inexorablemente a la segunda. ¿Esto significa que el capitalismo no tiene salida? No, pero significa que las posibles salidas no vendrán de la mano ni de "nuevos keynesianismos lights" ni de "Tasas Tobin" sino de brutales destrucciones de fuerzas productivas. Significa que para tan sólo plantearse un nuevo "ciclo de acumulación" el capital necesitaría derrotar históricamente a las masas del Este de Europa y de la URSS, al proletariado del Sudeste de Asia y China, así como sumergir a los obreros y las masas del mundo en profundas depresiones más agudas que aquella de la década del 30. Finalmente y casi con seguridad, esta misma situación conduciría a nuevas guerras mundiales de redefinición de la hegemonía imperialista. Por lo tanto, sólo destrucción y guerra pueden esperar la clase obrera y el movimiento de masas en general de un sistema que ya ha recibido hace rato sentencia de muerte por la historia. No podemos predecir el futuro, simplemente podemos decir que los acontecimientos por venir dependerán en gran parte de la capacidad del proletariado y su vanguardia revolucionaria de imponer su propio programa de clase: la liquidación de la propiedad privada y la anarquía de la producción capitalista sustituyéndolas por la socialización de la propiedad y la planificación de la economía. Programa este inseparable de la lucha por destruir la maquinaria del aparato estatal de la burguesía. En el artículo que presentamos a continuación nos centraremos en exponer, en la primera parte, las formulaciones de Marx sobre la cuestión del "capital que devenga interés" y cómo en ellas se hallaban ya, de manera embrionaria, muchos elementos que permiten comprender el desarrollo actual del capitalismo. En la segunda parte, comenzando por señalar la continuidad dialéctica entre el capitalismo de libre competencia y el imperialismo, nos centraremos en marcar el rol de la financierización de la economía desde el fin del boom de la Segunda posguerra. Finalmente, en la tercera parte, en forma polémica con los economistas franceses François Chesnais y Michel Husson10 intentaremos demostrar que analizar la financierización de la economía negando la unidad dialéctica entre el capitalismo de libre competencia y el imperialismo conduce, naturalmente, a dos tipos de "teorías" ambas no marxistas y aunque, contradictorias en sus explicaciones, complementarias en el programa reformista que proponen. Notas: 1. Expresión que utilizan los economistas para dar cuenta de la relación
existente entre el valor de una acción y los dividendos que produce. PRIMERA PARTE La falsa oposición entre "capital productivo" y "capital financiero" o la ilusión de que el dinero engendra dinero El carácter específicamente capitalista del interés Dado que a fines de siglo múltiples voces se levantan halagando las ventajas de un supuesto "buen capital productivo" contra el destructivo y parasitario capital financiero y estas voces (que muchas veces se reclaman marxistas) convocan fervientemente a los Estados y a sus gobiernos a tomar medidas en favor del primero y en contra del segundo, es necesario comenzar por retomar las definiciones clásicas del marxismo sobre esta falsa dicotomía. En primer término es preciso deshacerse de denominaciones incorrectas. El "capital financiero" es, como lo definió Hilferding y luego Lenin, no el "capital que rinde interés" sino, como veremos más adelante, el producto de la fusión y entrelazamiento del capital bancario y el capital industrial característico de la época imperialista. Por estos motivos, denominaremos de acá en más al capital que se valoriza por medio del interés como lo llamó Marx "capital que devenga interés." Hecha esta aclaración, para comenzar a desentrañar la falsa oposición entre dos supuestos capitales hay que remontarse a las bases del surgimiento del "capital que devenga interés" en su naturaleza específicamente capitalista a diferencia, como dice Román Rosdolsky del "concepto antediluviano de usura". Sólo este reconocimiento inicial permite comenzar a comprender la dependencia inquebrantable entre el "capital que devenga interés" y la producción del valor. Nacido de las entrañas mismas del capital "en la economía burguesa el interés está determinado por la ganancia y es sólo una parte de la misma"1 siendo que "...lo que hay que destacar en primer término es que en el modo de producción capitalista tanto el interés como la ganancia indican relaciones de capital."2 La posibilidad de división interna del plusvalor entre ganancia e interés deviene, a decir verdad, de la propia forma de valorización del capital, dado que, "...después de haberse valorizado el dinero adelantado por el capitalista en el proceso de producción, recibe la nueva determinación de capital realizado, se convierte en forma de manifestación siempre válida del capital. Por cierto que objetivamente existe sólo como dinero pero este dinero ya es ahora en sí capital, en cuanto tal, asignación sobre nuevo trabajo..."3. De este modo "...aquí ya se revela su propiedad de existir como valor separado de su sustancia (con esto está echada la base del crédito). Por consiguiente su acumulación -la del capitalista- bajo la forma de dinero de ningún modo es acumulación material de las condiciones materiales de trabajo, sino acumulación de los títulos de propiedad sobre el trabajo. Ponen el trabajo futuro, como trabajo asalariado, como valor de uso del capital"4. Y en esta escisión del plusvalor y en esta figura queda, como dice Marx, "echada la base del crédito". Es de fundamental importancia comprender entonces no solamente la escencia específicamente capitalista del "capital que devenga interés" sino también su rol ligado entrañablemente a la extensión del proceso de producción entendido este en sus dos momentos, como lo entiende Marx, es decir como proceso de producción y proceso de circulación. Porque según las definiciones mismas de Marx, la formación del crédito constituye una necesidad para: 1. "mediar la nivelación de la tasa de ganancia o el movimiento de dicha nivelación..." 2. "Reducción de los costos de circulación... El crédito acelera la velocidad de la metamorfosis mercantil, y por consiguiente la velocidad de la circulación dineraria...Aceleración del proceso de producción en general... El crédito permite mantener separados por más tiempo los actos de la compra y de la venta, y de ahí que sirva de base a la especulación..." 3. "Formación de las sociedades por acciones". De este punto se desprenden, siempre según Marx, otras tres cuestiones fundamentales: a) "Descomunal expansión de la escala de la producción y empresas que resultarían imposibles para capitales individuales". b) "El capital... adquiere aquí directamente la forma de capital social (capital de individuos directamente asociados) por oposición con el capital privado, y sus empresas aparecen como empresas sociales en contraposición a las empresas privadas... Es la abolición... del capital como propiedad privada dentro de los límites del propio modo capitalista de producción. c) Transformación del capitalista realmente activo en un mero director, administrador de capital ajeno, y de los propietarios de capital en meros propietarios, en capitalistas dinerarios... por la propiedad del capital, que entonces se separa por completo de la función en el proceso real de reproducción, así como esa función se separa, en la persona del director, de la propiedad del capital."5 En estos puntos fundamentales puede apreciarse el rol del crédito como condición de la misma expansión y desarrollo de la producción capitalista y también como punto de partida de la concentración del capital en gran escala, como dice Marx: "El éxito y el fracaso llevan ahora simultáneamente a la centralización de los capitales, y por consiguiente a la expropiación en la escala más enorme... Pero esta expropiación misma se presenta, dentro del sistema capitalista, en una figura antagónica, como la apropiación de la propiedad social por parte de unos pocos; y el crédito les confiere cada vez más a esos pocos el carácter de meros caballeros de la industria. Puesto que la propiedad existe aquí en la forma de las acciones, su movimiento y transferencia se convierten en el resultado puro del juego bursátil, en el que los tiburones devoran a los peces pequeños y los lobos de la bolsa a las ovejas."6 De este modo el sistema de crédito "aparece como palanca principal de la sobreproducción y de la superespeculación en el comercio, ello sólo ocurre porque en este caso, se fuerza hasta su límite extremo el proceso de la reproducción, elástico por su naturaleza, y porque se lo fuerza a causa de que una gran parte del capital social resulta empleado por los no propietarios del mismo, quienes en consecuencia ponen manos a la obra de una manera totalmente diferente a como lo hace el propietario que evalúa temerosamente los límites de su capital privado, en la medida en que actúa personalmente. De esto sólo se desprende que la valorización del capital fundada en el carácter antagónico de la producción capitalista no permite el libre y real desarrollo más que hasta cierto punto, es decir que de hecho configura una traba y una barrera inmanentes de la producción, constantemente quebrantadas por el sistema crediticio. Por ello el sistema de crédito acelera el desarrollo material de las fuerzas productivas y el establecimiento del mercado mundial, cuya instauración hasta cierto nivel en cuanto fundamentos materiales de la nueva forma de producción constituye la misión histórica del modo capitalista de producción." 7 De este modo, en el camino exactamente opuesto de suponer algún tipo de oposición entre el capital y el "capital que devenga interés" en su forma crediticia, Marx demuestra con toda la fuerza del método dialéctico que le es propia, el rol del crédito en cuanto "fuerza impulsora de la producción capitalista, del enriquecimiento por explotación del trabajo ajeno, hasta convertirlo en el más puro y colosal sistema de fraude, restringiendo cada vez más el número de los pocos individuos que explotan la riqueza social" 8 como característica inmanente al desarrollo capitalista y como fuerza que nace de las contradicciones inscriptas en las condiciones de existencia del capital mismo. Y sin embargo para Marx, el mismo crédito halla su forma contradictoria, bifacética en el hecho que, mientras fuerza las contradicciones mismas del capital, "el crédito acelera los estallidos violentos de esta contradicción, las crisis, y con ello los elementos de disolución del antiguo modo de producción."9 La ilusión de que "el dinero engendra dinero" Ahora bien, el proceso de división interna que hemos expuesto, de escisión del plusvalor, que le permite a este último existir en forma separada de su sustancia y representado en el dinero, es lo que está en la base de la ilusión de que el "dinero engendra dinero". Porque todo aquí se presenta dado vuelta, la relación social que es el fundamento del interés en tanto este representa una parte de la ganancia, se ha ocultado: "mientras que el interés es solo una parte de la ganancia, es decir del plusvalor que le exprime el capitalista actuante al obrero, ahora, a la inversa, el interés aparece como el verdadero fruto del capital, como lo originario y la ganancia , transmutada ahora en la forma de la ganancia empresarial, como un mero accesorio y aditivo que se agrega en el proceso de reproducción. Aquí queda consumada la figura fetichista del capital y la idea del fetiche capitalista"10 Veámoslo más en detalle: "El interés expresa en sí precisamente la existencia de las condiciones de trabajo en cuanto capital, en su antagonismo social al trabajo y en su transformación en poderes personales frente al trabajo y sobre él. Constituye la mera propiedad del capital en cuanto medio para apropiarse de productos del trabajo ajeno. Pero representa este carácter del capital en cuanto algo que le corresponde fuera del proceso de reproducción y que de ninguna manera es el resultado de la determinación específicamente capitalista de este proceso de producción. Lo representa no en oposición directa al trabajo, sino a la inversa, sin relación alguna con el trabajo y como mera relación entre un capitalista y otro. Es decir como una determinación exterior e indiferente respecto a la relación entre el capital y el propio trabajo. Esto es en el interés, bajo la figura particular de la ganancia, en la cual el carácter antitético del capital se da una expresión autónoma; lo hace de tal manera que en ella la antítesis se halla totalmente extinguida y se hace total abstracción de ella. El interés es una relación entre dos capitalistas, no entre capitalista y obrero." 11 De este modo como continúa diciendo Marx: "En el capital que devenga interés...este fetiche automático -el valor que se valoriza a sí mismo, el dinero que incuba dinero- se halla cristalizado en forma pura, en una forma en la que ya no presenta los estigmas de su origen. La relación social se halla consumada como relación de una cosa, del dinero, consigo misma. En lugar de la transormación real de dinero en capital, sólo se presenta aquí su forma carente de contenido. Al igual que en el caso de la fuerza de trabajo, en este caso el valor de uso del dinero se convierte aquí en el de crear valor, un valor mayor que el que se halla contenido en sí mismo. El dinero en cuanto tal es ya, potencialmente, valor que se valoriza, y se lo presta en cuanto tal, lo cual constituye la forma de la venta de esta mercancía peculiar." 12. Sucede que el capital se ha convertido en una suerte de mercancía detentora de un supuesto doble valor, de uso y de cambio. En el capital como mercancía es donde Marx señala que se alcanza la forma más fetichizada del mismo, dado que desaparece no sólo el fundamento, la escencia del valor sino incluso, todo vestigio de relación social, dice: "en el capital que devenga interés la relación de capital alcanza su forma más enajenada y fetichista... En el capital comercial D-M-D, por lo menos existe la forma general del movimiento capitalista, a pesar de mantenerse solamente en la esfera de la circulación por lo cual la ganancia se manifiesta como ganancia sobre enajenación; pero de cualquier manera se manifiesta como el producto de una relación social, no como el producto de una cosa. La forma del capital comercial sigue constituyendo un proceso, la unidad de dos fases opuestas; un movimiento que se divide en dos procesos opuestos; la compra y la venta de mercancías. Esto se ha borrado en D-D, en la forma del capital que devenga interés...La relación social se haya consumada como relación de una cosa, del dinero, consigo misma." 13. De este modo, "El dinero en cuanto tal ya es, potencialmente, valor que se valoriza, y se lo presta en cuanto tal, lo cual constituye la forma de la venta de esta mercancía peculiar. De esta manera se convierte por completo en atributo del dinero el de crear valor, de arrojar interés, tal como el atributo de un peral es el de producir peras. Y el prestamista de dinero vende su dinero en su carácter de semejante cosa que devenga interés".14 La relación entre el tipo de interés y la tasa media de ganancia. Hasta ahora nos hemos mantenido en un plano de gran abstracción que nos ha permitido definir la escencia del interés en su forma específicamente capitalista. Es decir, el interés como una fracción de la ganancia capitalista o la plusvalía. Estos conceptos nos permiten ahora acercarnos a un problema un poco más concreto y un poco más complejo. Nos referimos a la laberíntica relación que se establece en la economía entre el tipo de interés y la tasa media de ganancia. La ilusión de que "el dinero engendra dinero" se representa en un nivel "más terrenal" como la creencia que supone al tipo de interés (bancario) como un porcentaje impuesto sobre el principal del capital tal vez arbitrariamente o tal vez por un acuerdo entre financistas y banqueros o a lo mejor como una determinación natural que en los distintos momentos históricos va cambiando tal cual como cambia la naturaleza de acuerdo a sus leyes. Sin embargo, muy lejos de ello, puesto que el interés representa sólo una fracción de la plusvalía, el tipo de interés bancario es una forma de expresión de la tasa media general de ganancia que rige en la producción. Pero esta relación no constituye una relación simple y transparente. Resultaría un disparate intentar hallar una identidad entre ambos índices ya que esta relación se encuentra mediada, distorsionada y modificada por múltiples factores. Como dice Marx "La relación existente entre el tipo de interés y la tasa de ganancia es semejante a la que hay entre el precio de mercado de la mercancía y su valor. En la medida en que el tipo de interés está determinado por la tasa de ganancia, lo es siempre por la tasa general de ganancia, y no por las tasas específicas de ganancia que puedan imperar en determinados ramos de la industria, y menos aún por la ganancia extraordinaria que pueda obtener un capitalista individual en una esfera particular de los negocios. La tasa general de ganancia, por consiguiente, en la realidad reaparece como un hecho dado, empírico, en la tasa media del interés, a pesar de que esta última no es una expresión pura o confiable de la primera".15 Ahora bien, para especificar los distintos niveles en que se establece la relación entre tasa media de ganancia y tasa de interés, comparándola con la relación entre el valor y los precios de mercado, Marx establece una diferencia entre el "tipo medio de interés" y la "tasa de mercado constantemente fluctuante del interés" y dice: "En todos los países, el tipo medio de interés aparece como una magnitud constante durante períodos relativamente prolongados, puesto que la tasa general de ganancia -a pesar del constante cambio de las tasas particulares de ganancia, en el cual la variación de una esfera se compensa no obstante con variaciones de signo opuesto en otras- sólo se modifica en períodos relativamente prolongados. Y su constancia relativa se manifiesta precisamente a través de este carácter más o menos constante del tipo medio de interés. Pero en lo que afecta a la tasa de mercado constantemente fluctuante del interés, ésta se halla dada en todo momento como una magnitud fija, al igual que el precio de mercado de las mercancías, porque en el mercado dinerario todo el capital prestable se contrapone constantemente, en cuanto masa global, al capital funcionante, es decir que la oferta de capital susceptible de ser prestado, por un lado, y la demanda del mismo por el otro, decide acerca de la situación del mercado del interés en cada caso. Esto se da tanto más cuanto el desarrollo y la concomitante concentración del sistema crediticio imprimen al capital prestable un carácter social general, volcándolo de una vez, simultáneamente, al mercado dinerario."16 Tomando esta relación como referente, continúa: "...a pesar de ser una categoría absolutamente diferente de la mercancía, el capital que devenga interés se convierte en mercancía sui-géneris, y... por ello el interés se transmuta en su precio, el cual resulta fijado en todos los casos por la oferta y la demanda, tal como ocurre con el precio de mercado en el caso de la mercancía común".17 Tomando la diferenciación que establece Marx entre estos dos niveles podríamos definir que en el interés se expresa (de manera más o menos distorsionada) la tasa media de ganancia, constituyendo una suerte de fuerza de gravedad alrededor de la cual gira la tasa de mercado del interés. Pero incluso estos movimientos resultan insuficientes para verificar todos los componentes que modifican la tasa de mercado del interés. Marx se burlaba por ejemplo, ya en su época, de los "teóricos" de la burguesía y los banqueros cuando llegaban a definiciones tales como que "una elevada tasa de interés y una baja tasa de ganancia no pueden coexistir a la larga". El problema radica según él en el hecho que, por la naturaleza misma del interés, no es posible definir sus límites a partir de leyes generales. Esto es así porque, a diferencia de la tasa de ganancia, en la que la relación que existe por ejemplo entre plusvalor y salario es un elemento escencial para su conformación, el interés surge de un plusvalor dado. De este modo "La forma en que el prestamista y el prestatario dividen las pretensiones que tienen sobre esta ganancia es, en sí y para sí un hecho también puramente empírico, perteneciente al reino de lo fortuito, al igual que la división de las participaciones porcentuales en las ganancias comunes de una empresa societaria entre los diversos socios."18 Ahora bien, mayor complejidad resulta del hecho que las acciones, los títulos estatales, y otros instrumentos del "capital que devenga interés" tienen, por regla general, un movimiento inverso a aquel de la tasa de interés. Como también dice Marx: "... suponiendo constante la valorización del capital real... el precio de esos títulos y obligaciones aumenta y dismimuye en forma inversa al tipo de interés"19. A su vez Marx dice: "Los informes meteorológicos no registran con mayor exactitud el estado del barámetro y del termómetro que los informes bursátiles el nivel del tipo de interés, no para este o aquel capital, sino para el capital que se halla en el mercado dinerario, es decir para el capital prestable en general."20 Ahora bien, un movimiento inverso, es siempre un movimiento dependiente, de lo que se desprende que, no sólo el tipo de interés sino los "distintos intereses" devengados por distintos instrumentos están conectados siempre en última instancia y más allá de las formas profundamente laberínticas y distorsionadas en que esta conexión se produzca, con la tasa general de ganancia. Dada esta relación, podríamos concluir que suponer una identidad entre el tipo de interés y la tasa media de ganancia sería tan absurdo como suponer una identidad del valor de la mercancía individual con su precio de mercado sin pasarlas por el "tamiz de la realidad", es decir, sin comprender la compleja relación existente entre el valor individual de la mercancía, su valor socialmente determinado, su precio de producción, valor de mercado y finalmente su precio de mercado sobre el que actúan las leyes de la oferta y la demanda. Pero del mismo modo, el razonamiento opuesto, es decir suponer una independencia absoluta entre ganancia e interés sería similar a negar la determinación en última instancia de los precios de mercado por el valor. Negar la relación existente entre interés y ganancia, insistimos, más allá de todas las distorsiones que la hacen cada vez más compleja y oculta, significa en última instancia desconocer la relación existente entre la producción del valor y el "capital que devenga interés" y por ello significa suponer que "el dinero engendra dinero". El capital ficticio Una cuestión de mucha importancia desde el punto de vista de la teoría económica marxista consiste en separar la falsa relación que se establece corrientemente entre la existencia del capital ficticio y la idea de que "el dinero engendra dinero" así como del hecho que, desde el ángulo opuesto para confirmar que "el dinero no engendra dinero" se tienden a subvalorar o casi negar los vólumenes existentes de capital ficticio. En primer lugar es importante aclarar el hecho que, ya según Marx en El Capital, la desrelación entre la existencia de grandes masas de capital dinerario y el capital real no representaba un hecho en lo más mínimo ajeno a la teoría marxista. Marx se plantea la pregunta: "La acumulación del capital dinerario propiamente dicho ¿En qué medida es un indicio de acumulación real del capital, es decir de reproducción en escala ampliada, y en qué medida no lo es?"21 Y el mismo Marx se responde: "Los títulos de propiedad sobre obras públicas, ferrocarriles, minas, etc. son por cierto... efectivamente títulos sobre capital real. Sin embargo, no otorgan el poder de disponer de tal capital. Ese capital no puede ser retirado. Sólo otorgan títulos jurídicos sobre una parte del plusvalor que él mismo ha de obtener. Pero estos títulos se convierten asimismo en réplicas de papel del capital real, como si el conocimiento de carga adquiriese un valor además de la propia carga y simultáneamente con ella. Se convierten en representantes nominales de capitales inexistentes. Pues el capital real coexiste con ellos y no cambia de manos en absoluto por el hecho de que lo hagan dichas réplicas... En la medida en que la acumulación de estos títulos expresa la acumulación de ferrocarriles, minas, barcos de vapor, etc., expresa la ampliación del proceso real de reproducción. Pero en cuanto réplicas, negociables ellas mismas como mercancías, y que por ello circulan como valores de capital en sí mismos, son ilusorias, y el monto de su valor puede disminuir o aumentar en forma totalmente independiente del movimiento de valor del capital real sobre el cual constituyen títulos. Su monto de valor, vale decir su cotización en la bolsa, tiene necesariamente la tendencia a aumentar con la baja del tipo de interés -en la medida en que ésta, independientemente de los movimientos peculiares del capital dinerario constituye una simple consecuencia de la baja tendencial de la tasa de ganancia- de modo que esta riqueza imaginaria, que por la expresión de su valor es de un valor nominal originario determinado para cada una de sus partes alícuotas, se expande ya, por esa sola razón, en el curso del desarrollo de la producción capitalista"22 Y agrega Marx: "El ganar o perder en virtud de las oscilaciones de los precios de estos títulos de propiedad, así como de su centralización en manos de los reyes de los ferrocarriles, etc. se convierte, conforme a la naturaleza de las cosas, cada vez en el resultado del juego que aparece sustituyendo al trabajo en cuanto manera original de adquirir propiedad del capital, y que sustituye asimismo a la violencia directa. Esta especie de patrimonio imaginario de dinero no sólo constituye una parte muy significativa del patrimonio dinerario de los particulares, sino también del capital de los banqueros..."23 A su vez para Marx, la deuda pública en general y los títulos sobre ella emitidos en particular, constituyen otras tantas fuentes de capital ficticio. De este modo, dice Marx: "El Estado debe pagarle anualmente a sus acreedores cierta cantidad de intereses por el capital prestado... El propio capital ha sido consumido, gastado por el Estado. Ya no existe...en todos estos casos, el capital como cuyo vástago (interés) se considera al pago estatal, es ilusiorio, capital ficticio. No sólo porque la suma que se prestó al Estado ya no exista en absoluto. Pues esa suma nunca estuvo destinada, en general, a ser gastada, invertida como capital, y sólo en virtud de su inversión como capital se la hubiese podido transformar en un valor que se conserva a sí mismo... Por mucho que se multipliquen estas transacciones, el capital de la duda pública sigue siendo puramente ficticio, y a partir del momento en que estos certificados de deuda se tornasen invendibles, se desvanecería la apariencia de ese capital".24 Por otra parte, Marx, refiriéndose al capital dinerario plantea que "No cualquier incremento del capital dinerario prestable indica una acumulación de capital o una ampliación del proceso de reproducción verdaderas"25 y plantea que este tipo de situaciones se manifiestan sobre todo inmediatamente después del estallido de una crisis cuando "el capital de préstamo se halla inactivo en grandes cantidades. En tales momentos, cuando el proceso de la producción se halla restringido... cuando los precios de las mercancías se encuentran en su punto más bajo, cuando el espíritu de empresa se halla paralizado, impera un bajo nivel del tipo de interés, que en este caso no indica otra cosa que el aumento del capital prestable, precisamente por contracción y paralización del capital industrial."26 Y agrega Marx refiriéndose a otro caso: "Una expansión del capital dinerario resultante de que, como consecuencia de la difusión del sistema bancario... lo que anteriormente era tesoro particular o reserva monetaria se transforma siempre en capital prestable por un tiempo determinado, no expresa un crecimiento de capital productivo... Mientras la escala de la producción siga siendo la misma, esta expansión sólo provoca la abundancia de capital dinerario prestable en relación con el capital productivo."27 Finalmente, aunque no vamos a tratar este aspecto aquí, haremos sí una referencia a Marx refiriéndose en particular al capital bancario del que plantea que "... la mayor parte del capital del banquero es puramente ficticio, y consta de exigencias de deudas (letras de cambio), títulos y obligaciones del Estado (que representan capital pretérito) y acciones (asignaciones sobre movimientos futuros)."28 Como vemos, la existencia misma del capital ficticio bajo el capitalismo no ofrece ningún tipo de discusión desde el punto de vista del marxismo. Sin embargo lo problemático radica en dos cuestiones centrales: 1) Por un lado que las vías de formación del capital ficticio no pueden independizarse de las condiciones para la valorización real del capital. Los fundamentos últimos tanto del tipo de interés como de los distintos instrumentos que devengan interés mediante los cuáles se "valoriza" cualquier capital, sea su principal ficticio o real, representen o no esos intereses devengados una fracción real del plusvalor, son siempre dependientes, en última instancia, de los movimientos de la tasa media de ganancia y de las condiciones existentes para la valorización del capital. Dicho de otro modo, todo acrecentamiento del capital está sujeto directa o indirectamente a las leyes de la producción. Como dice Marx, hablando en términos de grandes períodos, el crecimiento de la "cotización" de las acciones está en relación inversa a la tasa de interés en la medida en que ésta, más allá de los movimientos monetarios, expresa la caída de la tasa media de ganancia. Es por ello que, más allá de los movimientos coyunturales y a escala de grandes períodos, es posible verificar una dependencia entre la caída de la tasa media de ganancia (y las condiciones generales para la valorización del capital) y el proceso que impulsa el desarrollo del capital ficticio. 2) Por otro lado, pero profundamente ligado a la cuestión anterior, es fundamental notar que el desarrollo del capital ficticio, por cuanto no representa producción de valor, no representa producción de riqueza social de ningún tipo. Es por este motivo que los valores ficticios se destruyen en el curso de las crisis del mismo modo que los precios se adecúan a los valores. Por otra parte, y sólo a modo de comentario, es fácil comprobar que si el capital ficticio no representa producción de valor y que por el contrario aparece ligado (sobre todo en el siglo XX y en nuestros días en particular) a las dificultades del capital para valorizarse que es la única forma que puede adquirir la creación de riqueza material bajo el capitalismo, es evidente que, esta forma de capital no puede tener ningún rol histórico independiente más allá del de expresar los profundos límites de las relaciones de producción capitalista en cuanto a las posibilidades del desarrollo de las fuerzas productivas sociales y la destrucción y descomposición a la que lleva su sobrevida. Finalmente si aceptamos que la relación entre tasa de ganancia e interés es de la misma naturaleza, como dice Marx que la relación entre precios de mercado y valores, si aceptamos que la acción de las crisis permite la acción saneadora de la ley del valor poniendo en relación los precios con los valores, y que del mismo modo, como también lo dice el mismo Marx, las crisis hacen caer masas gigantescas de valores ficticios. ¿Por qué no suponer que la financierización actual de la economía (salvando todas las distancias y diferencias que la separan de la época en la que Marx escribió El Capital) es una consecuencia directa del rol del Estado capitalista para evitar la acción plena de la ley del valor, ya desde la 2da. posguerra mundial pero en particular desde el fin del ciclo de acumulación que siguió a la misma? A continuación nos centraremos sobre este aspecto. Notas: 1. Román Rosdolsky, "Génesis y estructura de El Capital".
SEGUNDA PARTE Las condiciones específicas de la financierización de la economía en la época imperialista. El rol del Estado E s tarea fundamental para un marxista comprender al Estado (capitalista-imperialista en nuestro caso) no como un instrumento regulador de los procesos económicos en general y mucho menos como un mediador entre las clases y distintos sectores de clase en la búsqueda del "bien común", sino, como el instrumento de dominación puro y exclusivo de la clase capitalista, del capital en general y de sus fracciones más poderosas en particular. Si esto fue así para toda la historia del capitalismo (lo que para cualquier marxista no es en lo más mínimo una novedad) lo es de manera mucho más activa y directa en la época imperialista y en particular en el período que va desde el fin de la segunda guerra hasta nuestros días, período en el cual, el Estado, bajo distintas formas ha intervenido de manera directa sobre la economía intentando permanentemente limitar los dictados de la ley del valor. El capital financiero y la época imperialista No pretendemos aquí desarrollar un análisis sobre las características del imperialismo en general el que por otra parte ya fue hecho brillantemente por Lenin en "El imperialismo etapa superior del capitalismo". Aquí simplemente, basándonos en la obra de Lenin, pretendemos señalar cómo el desarrollo extremo de las tendencias más profundas del capital señaladas por Marx, dio origen a las modificaciones sufridas por el "cuerpo" del capital en la época imperialista. Como vimos, Marx decía que "la valorización del capital fundada en el carácter antagónico de la producción capitalista no permite el libre y real desarrollo más que hasta cierto punto, es decir que de hecho configura una traba y una barrera inmanentes de la producción, constantemente quebrantadas por el sistema crediticio. Por ello el sistema de crédito acelera el desarrollo material de las fuerzas productivas y el establecimiento del mercado mundial, cuya instauración hasta cierto nivel en cuanto fundamentos materiales de la nueva forma de producción constituye la misión histórica del modo capitalista de producción." Efectivamente, el establecimiento del mercado mundial fue acompañado por un enorme desarrollo del sistema de crédito expresado en el crecimiento del sistema bancario. Pero en ese mismo proceso, y en la medida en que el "carácter antagónico" de la producción capitalista alcanzó un límite extremo alrededor de los años 1903/05, mientras que la libre competencia como producto de la concentración de capitales se transformó en monopolio y en la medida en que la exportación de mercancías se transformó en exportación de capitales, el rol del crédito y los bancos tomó tal envergadura que estos últimos, de "numerosos y modestos intermediarios"1 se transformaron "en un puñado de monopolistas" lo que según Lenín "constituye uno de los procesos fundamentales de la transformación del capitalismo en imperialismo capitalista..." De este modo "El capital financiero es el capital bancario de algunos grandes bancos monopolistas fundido con el capital de los grupos monopolistas de industriales"2 además: "...se desarrolla, por decirlo así, la unión personal de los bancos con las más grandes empresas industriales y comerciales, la fusión de los unos y las otras por la posesión de las acciones, la entrada de los directores de los bancos en los consejos de vigilancia (o administración) de las empresas industriales y comerciales, y viceversa."3 Y como también plantea Lenin refiriéndose a las características del capital financiero: "El capital financiero, concentrado en un puño y que goza del monopolio efectivo, obtiene un beneficio enorme, que se acrece sin cesar, de la constitución de sociedades, de la emisión de valores, de los empréstitos del Estado, etc., consolidando la dominación de la oligarquía financiera, imponiendo a toda la sociedad los tributos en provecho de los monopolistas."4 Como puede verse, el "capital financiero", lejos de ser el "capital que devenga interés" por oposición al capital industrial, es, en términos generales en la época imperialista, la forma que adquiere el capital dominante, es decir, el capital más concentrado. También en este sentido Lenin detalla el modo en que el capital financiero va "engordando" como otro rasgo inherente a la época imperialista, dice: "Si durante los períodos de auge industrial los beneficios del capital financiero son inconmensurables, durante los períodos de decadencia se arruinan las pequeñas empresas y las empresas inconsistentes, mientras que los grandes bancos participan en la adquisición de las mismas a bajo precio o en su saneamiento y reorganización lucrativos"5. Incluso también podemos encontrar en las definiciones de Lenin la relación que se establece entre el Estado capitalista-imperialista y el capital financiero por ejemplo cuando dice que: "La unión personal de los bancos y la industria se completa con la unión personal de ambas con el gobierno"6. Este último elemento está muy desarrollado por Lenin en "El imperialismo..." y tiene su máxima expresión en las guerras mundiales y en el rol que les cabe a los Estados imperialistas en ellas como escudos de los distintos puñados de grupos financieros concentrados que luchan por la redistribución del mundo. Este último aspecto, es decir el rol de los Estados en la época imperialista como garantes del capital financiero, es el que específicamente nos ocupa en este punto. Sin embargo, no es posible comprender la relación del Estado con las fracciones más concentradas del capital en la actualidad si no se verifican una vez más los cambios ocurridos en la economía desde "El imperialismo..." de Lenin hasta nuestros días. La acción directa del Estado sobre la economía En la época imperialista, la conformación del capital financiero como entrelazamiento del capital bancario e industrial, la conformación de los monopolios, y la exportación de capitales son parte de un mismo proceso que no puede separarse y en el cual el Estado capitalista va apareciendo progresivamente como el instrumento directo de esas masas gigantescas de capitales concentrados. Este conjunto de elementos, son la prueba viviente de que el "cierto punto" del que hablaba Marx ha sido superado, es decir que la ley del valor en la época imperialista ya no constituye "una traba y una barrera hasta cierto punto" al desarrollo de las fuerzas productivas, como lo era en la época de Marx, sino que se transforma en un verdadero límite para quebrar el cual el capital debe permanentemente intentar negar sus propios fundamentos. Es por ello que, el rol del crédito se potencia a tal extremo para destrabar el proceso de acumulación que "el capital como mercancía" se transforma en un aspecto fundamental del poder de los Estados. Como dice Lenín: "El imperialismo es la enorme acumulación en unos pocos países del capital monetario...De aquí el incremento extraordinario de la clase, o mejor dicho, del sector rentista, esto es, de individuos que viven del corte del cupón, completamente alejados de la participación en toda empresa y cuya profesión es la ociocidad. La exportación de capital, una de las bases económicas más escenciales del imperialismo, acentúa todavía más este divorcio completo del sector rentista respecto a la producción, imprime un sello de parasitismo a todo el país, que vive de la explotación del trabajo en varios países y colonias ultraoceánicos" Y continúa "Por este motivo, la noción de estado rentista o estado usurero ha pasado a ser de uso general en la literatura económica sobre el imperialismo. El mundo ha quedado dividido en un puñado de Estados-usureros y una mayoría gigantesca de Estados deudores."7 De este modo, el fundamento último de las guerras mundiales en la época imperialista se encuentra en el hecho que, la exportación de enormes masas de capital monetario por los países capitalistas centrales como modo de contrarrestar las leyes del crecimiento de la composición orgánica del capital y la consecuente caída de la tasa media de ganancia,8 así como el intento de quebrar la contradicción entre las fronteras nacionales y las relaciones de producción capitalistas a través de la exportación de capitales a las colonias y semicolonias, se encontraron con un límite cuando el mundo todo fue conquistado aproximadamente entre los años 1903/05. A partir de ese momento, se trataba de una lucha interimperialista por la redistribución del planeta. La primera guerra mundial en 1914 constituye así una verificación a todas luces de la teoría leninista del imperialismo. No obstante, las imposibilidades de la misma en el sentido de arrojar un "vencedor claro" combinadas con el triunfo de la revolución rusa y la oleada revolucionaria que la siguió, aceleraron y profundizaron durante todo el período de entreguerras las contradicciones más profundas a las que se enfrenta el capital en su fase descendente. Los años 20, en este sentido, representaron, (como hoy lo reconocen muchos economistas) en un movimiento profundamente contradictorio, la antesala del crack del 29 y de la crisis y depresión de la década del 30 a la que le siguió la segunda guerra mundial. El período de entreguerras sacó a luz por excelencia las dificultades para la valorización del capital en la época imperialista y desarrolló en gran escala las tendencias a la intervención directa del Estado sobre la economía. Las características de estos años fueron las de proliferación de "...bruscas oscilaciones de la coyuntura, el alternarse de miseria y prosperidad corruptoras en el descompuesto ordenamiento internacional de los años veinte: porque el fácil mito de la prosperidad de los "años pujantes" le atribuyó desequilibrios profundos únicamente al período que siguió a 1929, y no a las circunstancias que precedieron el desencadenamiento de la crisis..."9 Los Estados Unidos se convirtieron por esos años en el primer país del capitalismo mundial gracias a " ...el aprovisionamiento de mercancías y la erogación de préstamos"10 al resto del mundo lo que los transformó en la nación "usurera" por excelencia. La Alemania destruída por la guerra representó de este modo "...un área privilegiada de expansión hacia el exterior del capitalismo americano, que encabezaba la escala mundial de la exportación de capitales"11 Sin embargo, durante estos años, tras la alternancia de crecimiento y crisis, las dificultades para la valorización del capital12 se expresaron plenamente en la descomposicíon capitalista personificada en un enorme desarrollo de la especulación, el crédito, el endeudamiento y el gasto estatal indiscriminado. De este modo, por ejemplo, ya en 1927, Hjalmar Schacht, quien sería luego el gran operador de la política monetaria de Hitler "...pronunció un discurso apocalíptico contra las administraciones comunales alemanas que empleaban los dólares americanos para construir estadios, piscinas, plazas, restaurantes, auditorios, etc. [...]"13 Semejantes "despilfarros improductivos" eran la consecuencia de que "...las tasas altas de interés por préstamos a Alemania atraían espontáneamente un flujo de capitales privados americanos independientemente de cualquier criterio sobre su destino."14 La especulación alcanzó durante estos años niveles desconocidos hasta el momento por la historia del capitalismo. En este sentido, es interesante el caso de Estados Unidos en el que, paralelamente al importante crecimiento de los años 1925/29 se desarrolló un proceso enorme de especulación sobre la Bolsa, sobre el mercado de títulos del Estado y muy particularmente sobre el mercado inmobiliario15. Por ejemplo, durante la década del 20 Florida fue desarrollada como centro por excelencia de "ricos y famosos". Como dice Galbraith refiriéndose a esta última: "Los precios subieron prodigiosamente. En un radio de 40 millas correspondiente a la zona interior de Miami, terrenos valorados en 8.000 dólares se vendieron a 20.000, los situados frente al mar subieron de 15.000 a 25.000 dólares, y los más o menos bona fide junto a las playas de 20.000 a 75.000"16 Como también dice Galbraith "...La escapada en masa al mundo de lo irreal -componente fundamental de la verdadera orgía especulativa- comenzó en serio. Pero aún fue necesario tranquilizar a quienes requerían tener algún contacto -aunque fuera débil- con la realidad. Y...los procedimientos para procurar alentamiento y confianza -inventar el equivalente industrial del clima de Florida- alcanzaron con el tiempo categoría de profesión."17 Aparentemente ya por 1925, Hoover (que sería después el presidente de Estados Unidos) ya había comenzado a preocuparse por "la creciente marea especulativa", en 1928, un día después de su elección "...la bolsa celebró el auge de la victoria, y los valores más eminentes se auparon entre 5 y 15 enteros. El volumen total de títulos vendidos alcanzó 4.894.670... El 16 de septiembre una nueva ola alcista sacudió al mercado. Cambió de mano la asombrosa masa de 6.641.250 títulos..."18 Ante esta sacudida, "...el Times observó que la violencia ciclónica de la sesión bursátil de ayer no ha sido superada jamás en la historia de Wall Street"19 Y, como también señala Galbraith "... aún había en aquella época métodos mejores para hacer dinero. En principio, los bancos de New York podían pedir dinero prestado a la Reserva Federal al 5% para prestarlo a su vez en el call market al 12%...Nunca se había disfrutado una época tan propicia para hacerse rico, y la gente lo sabía."20 Las alzas y bajas impresionantes de la bolsa fueron la norma durante todo este período. Pero toda esta hinchazón estaba destina a estallar. Y "...sucedió simplemente que un desenfrenado auge fue progresando en el mercado de valores y que, como todas las explosiones especulativas tenía que terminar."21El crack de Wall Street en octubre de 1929 fue, en última instancia, el estallido de toda esa burbuja especulativa una vez que el "ciclo" de crecimiento norteamericano llegó a su fin en el marco de las profundas debilidades en las que se hallaba sumergida la economía mundial. Los períodos de auge habían estado ligados indisolublemente durante todos estos años al crédito para el consumo y para la reconstrucción así como a los fuertes gastos estatales. Los préstamos de Estados Unidos hacia Europa alimentaban permentemente la demanda de sus mercancías e impulsaban el crecimiento de la industria norteamericana. A la vez en el fuerte proteccionismo de los distintos estados nacionales se expresaba tanto la superproducción de mercancías existente que planteaban serias dificultades para la realización de la plusvalía (más aún frente al bajo nivel de los salarios y a la persistente desocupación) como la inexistencia de una hegemonía política imperialista clara. El proteccionismo que no cedió durante todos estos años era así expresión de las dificultades para la acumulación del capital que requieren como factor indispensable, en la época de descomposición del capitalismo, un "orden internacional" es decir la hegemonía indiscutida de un Estado imperialista que, luego de haber derrotado claramente a todos los demás establezca sus propias "leyes". Esta es la escencia del problema que lleva por ejemplo a Kindlberger a definir que "El liderazgo mundial de Gran Bretaña y Estados Unidos se reveló inestable; la Depresión estuvo causada por la falta de una potencia hegemónica clara..."22 Finalmente al crack del 29, sobrevino la depresión que los economistas e historiadores económicos calificaron de carácter "extraordinario". Los niveles de esta depresión y desvalorización masiva de capitales estuvieron a la altura tanto de la infernal especulación que había distanciado en gran forma, como vimos, los precios de los valores reales, como de la tremenda bola de crédito que se desarrolló durante los años de entreguerras. Entre los años 29 y 31 se produjo una caída internacional de los valores (lo que los economistas burgueses llaman un movimiento deflacionario) del 20%. El nivel de producción industrial cayó en Estados Unidos, tomando el año 29 como base 100, casi en un 50%, el de Alemania, aproximadamente en un 40%, el de Francia en un casi 30%. El desempleo en Estados Unidos pasó del 7,9% entre los años 21/29 al 26,1 entre 1930 y 1938, en Alemania pasó del 9,2% al 21,8%, en Francia del 3,8% al 10,2%.23 En este contexto de depresión aguda y de irresolución de la situación relativa a la hegemonía imperialista así como de la situación del movimiento obrero y de masas, salieron a la luz muy seriamente las grandes barreras a las que se enfrenta la "ley del valor" en la fase descendente del "ciclo vital" del capitalismo. Quedó en evidencia el hecho que los Estados capitalistas-imperialistas no sólo deben inmiscuirse en el ciclo económico y alterar el rumbo de la ley del valor sino que, como agentes directos de sus capitales monopólicos más concentrados deben pelear la hegemonía en el terreno internacional para "resolver", de una forma evidentemente reaccionaria, la contradicción entre las fronteras nacionales y las relaciones de producción capitalistas. Es decir, están llamados a conquistar al mundo como "campo de acción" para "sus" capitales. De este modo, durante la depresión de los treinta, el rol del Estado, tanto ante los permanentes y "amables consejos" de Jonh Maynard Keynes como, más tarde, bajo la bota de Hitler y Mussolini24 (o como dijera Trotsky, bajo la forma del New Deal o del Fascismo) aparece como el "gran planificador" que expresa el hecho que, el Estado capitalista, en un intento de negar el carácter privado de la producción y la anarquía resultante, se pone "por encima" de los intereses de cada capitalista individual y procura limitar el accionar automático de la ley del valor. Sin embargo, las "amables fórmulas" de Keynes, aún en una nación vigorosa como Estados Unidos, no pudieron reactivar de forma cualitativa la economía. Sólo las "fórmulas" del fascismo en Alemania tras el aplastamiento de la clase obrera25 y la liquidación de todas las libertades democráticas y muy especialmente tras el gran estímulo a la producción de armamentos (58% de los gastos del gobierno en 1938) como parte de la preparación para la guerra y el expansionismo (anexión de Austria y de la región de los Sudetes) le permitieron a Alemania salir de la crisis y reabsorber en 1936 casi el total de los seis millones de desocupados. Por su parte Estados Unidos también comenzó a salir de la crisis sólo gracias a los gastos militares a partir del año 1939 en su preparación para la entrada en la guerra26. Como puede verse, por un lado, el rol del Estado como garante de los capitales monopólicos más concentrados no puede separarse de la acción política del Estado. Es decir que, no se trata sólo de la acción sobre (y el trastocamiento de) la ley del valor, sino que se trata, y en gran escala, de la acción del Estado sobre el proletariado y en la lucha interimperialista entre Estados. Así la segunda guerra que permitió, ahora sí, la indiscutible hegemonía norteamericana que pudo establecerse y consolidarse efectivamente gracias al inestimable rol del stalinismo27, preparó condiciones "altamente eficaces" para la "valorización productiva" del capital. Este es un primer elemento, de fundamental importancia, que demuestra el carácter no orgánico del desarrollo del capital en la fase descendente de su ciclo vital. Es decir que la ley del valor, con sus ciclos y sus movimientos clásicos, ya no pueden reestablecer, periódicamente, condiciones para la "valorización productiva" del capital. En la época imperialista, son factores, escencialmente políticos y de gran escala, los que pueden establecer condiciones favorables para la acumulación del capital aunque sobre esas mismas condiciones reestablecidas, nuevamente la acción del Estado se vuelve indispensable. Los años del boom de la posguerra, una vez "resuelto" el gran problema de la hegemonía imperialista y de un control relativo sobre el movimiento obrero y de masas, una vez que la destrucción y la miseria operadas por la guerra permitieron reestablecer una baja composición orgánica del capital junto a una alta tasa de plusvalía, plantearon no obstante, la necesidad de una acción permanente del Estado sobre la economía encaminada a sostener y extender las condiciones logradas para la acumulación del capital. El conjunto de mecanismos introducidos por el Estado para sostener el "ciclo" más allá de su propia "fuerza interna" tales como la inflación del crédito, los presupuestos estatales para financiar proyectos "rentables", el mismo sostenimiento del llamado "Estado de bienestar" a través de beneficios sociales a importantes sectores de las aristocracias obreras de los países centrales para sostener el consumo, los requerimientos estatales de armamentos, etc.28, establecieron que, al culminar las condiciones estructurales logradas, afloraran a la superficie, con fuerza renovada, las enormes despropociones subyacentes. El proceso de financierización desde el fin del boom de la posguerra hasta nuestros días Desde mediados de la década del 60 comenzaron a aparecer, aunque aún de forma velada, los primeros síntomas que indicaban la proximidad del fin del llamado "boom de la posguerra" como una serie combinada de factores tanto económicos (potenciados en sus desproporciones, como hemos planteado) como políticos. Estos factores que señalamos a continuación empiezan a expresar el límite que las leyes propias de la economía le ponen a la acción del Estado así como el resurgimiento de fuertes contradicciones entre los mismos Estados. Aunque aún de manera tibia, la desaceleración del crecimiento, al combinarse con un declive de la productividad en la industria, comienza a dejar entrever la tendencia a caer de la tasa media de ganancia. Las ganancias monopólicas extraordinarias logradas por la innovación tecnológica desde mediados de la década del 50, comenzaron a desaparecer progresivamente a medida que dichas innovaciones se habían ido generalizando. La tendencia decreciente de los precios de las materias primas que actuaba contratendencialemente al crecimiento de la composición orgánica del capital, comenzó a revertirse. Empezó a revelarse la situación irreal del consumo sostenida por el crédito y con ella se hicieron visibles los elementos de una superproducción de mercancías y una sobreacumulación de capitales. Comienzan a asomar altos índices de endeudamiento estatal como consecuencia de las políticas crediticias para mantener artificialmente el ciclo económico. Comienzan a ponerse en escena nuevamente los elementos de la competencia interimperialista como consecuencia de la progresiva recuperación económica y del desarrollo de Japón y de Alemania y la pérdida de competitividad de Estados Unidos. En este último hecho se empiezan a hacer evidentes los límites de la hegemonía absoluta norteamericana que había sido conseguida, como planteamos, luego de la segunda guerra. El aún débil asomo de estos elementos a mediados de los años sesenta estuvo en la base de la no repatriación ni reinversión en la producción de grandes masas de ganancias de las empresas transnacionales norteamericanas que optaron por depositarlas en el sector financiero de Londres. Esto dio un gran impulso al desarrollo del mercado interbancario que se conoce como mercado de Eurodólares y que se formó paralelamente a los mercados financieros nacionales que en ese período se mantenían aún esencialmente cerrados. El mercado de Eurodólares consistió en el hecho que "un número creciente de bancos que operaban por fuera de Estados Unidos comenzaron a ofrecer depósitos y préstamos librados en dólares, facilitando la absorción y el reciclaje de un dólar sobrevaluado a nivel mundial" 29. Así, la ventaja de los mercados europeos sobre el mercado norteamericano consistía en que los primeros ya habían sido desreglamentados. Por estos años, como hemos planteado, los elementos del fin del boom recién comenzaban a expresarse, por lo que el mercado de Eurodólares representa, en este período, una forma limitada del desarrollo e internacionalización de las finanzas. Sin embargo, su importancia reside en el hecho que, al plantear los primeros síntomas de este proceso (profundamente ligado al "boom" escencialmente especulativo que se desarrolló entre los años 72/73), comienza a mostrar la respuesta del capital al resurgimiento de las dificultades para su valorización. La década del 70 Ahora bien, a fines de la década del 60, principios de la del 70, las contradicciones que hemos expuesto estallan plenamente siendo uno de sus síntomas económicos de relevancia las crisis cambiarias que se sucedieron. La diversificación del Euromercado en otras monedas por ese período fue el escenario que desató la especulación contra la Libra Esterlina primero y luego contra el dólar que estaba sobrevaluado. Esta última estuvo estimulada por los mismos Estados Unidos como parte de una política para recuperar la competitividad de sus exportaciones en el terreno mundial. Esta situación acabaría poniendo fin a la garantía de convertibilidad automática entre el dólar y el oro mediante un decreto del gobierno Nixon en 1971 que luego, en 1973 llevaría a abandonar el sistema de cambios fijos reemplazándolo por un sistema de "tasas de cambios flexibles" que convirtió al mercado cambiario internacional en el principal centro de acción de los mercados financieros marcando el comienzo del actual proceso de internacionalización de las finanzas. Es de mucha importancia remarcar que este proceso "monetario" que instaló al mercado internacional de cambios por esos años en el centro de la especulación financiera, fue una consecuencia cuya doble causa se encuentra, en primer lugar, en una abrupta caída de la tasa media de ganancia en la industria. Tomamos para dar algunos ejemplos los casos de EE.UU., Japón y el conjunto de los países de la OCDE. Si el promedio entre los años 1964/68 de la tasa de ganancia fue del 32,7%; del 35,4% y del 25,5% respectivamente, tomando como promedio los años 69/73 la misma fue del 21,3%; del 33,2% y del 19,8% para los mismos países30. En segundo lugar, el fin de la paridad oro-dólar establecida en 1945 tras los acuerdos de Bretton Woods expresaba el fin de la hegemonía absoluta norteamericana en el terreno económico. La manutención de esta paridad se había convertido en una pesada carga para Estados Unidos dado el doble déficit comercial y presupuestario que había desarrollado. La paridad oro-dólar, aún expresando durante toda la posguerra una situación contradictoria (dado que una moneda nacional actuaba como "paridad mundial")31 había constituído un fundamental factor de "equilibrio" absolutamente dependiente de la situación relativa de Estados Unidos en el terreno internacional. Paralelamente, en este mismo período, como otro hecho de importancia, se produce el aumento en el precio del petróleo en el año 73 luego de la guerra del Yon Kipur. Este hecho representó el intento de los países de la O.P.E.P. por recuperar el precio del petróleo que había caído en un 40% durante los años de posguerra. Las importantes ganancias obtenidas por estos países mediante la cuadruplicación del precio del barril constituyen los llamados "petrodólares" que fueron a parar a los bancos occidentales bajo la forma de depósitos de corto plazo. Ahora bien, todos estos elementos, es decir, la formación del mercado de Eurodólares, el fin de la convertibilidad del dólar en oro, el fin del sistema de cambios fijos y el nacimiento del de "tasas de cambios flexibles" así como el surgimiento de los llamados petrodólares son sólo el preludio de la crisis del 74/75 que representó la primera recesión mundial generalizada desde la segunda posguerra32. Frente a la recesión del 74/75, que puso en escena claramente tanto en el terreno económico como en el terreno político, el fin del "ciclo de acumulación" de la posguerra, las políticas de los principales Estados imperialistas como Estados Unidos, Alemania y Japón, estuvieron centradas en evitar que actuaran los mecanismos automáticos de la crisis, es decir la libre acción de la ley del valor. Las políticas keynesianas que durante la posguerra habían actuado como un pilar indispensable del boom, se continuaron como forma de amortizar los efectos de la crisis y para evitar que la misma arrastrara a la economía mundial a niveles similares a los de la década del 30. Estas medidas de salvataje del capital de los principales Estados se centraron especialmente en la supresión de medidas de restricción al crédito que provocaron un crecimiento de la masa monetaria aumentando el poder adquisitivo. El Estado, creando moneda "falsa" aumenta la masa monetaria facilitando el desarrollo del crédito. Así, este último muestra durante este período mucho más agudamente que en la misma posguerra, su rol en cuanto "postergador" de las contradicciones que su misma acción ha profundizado. Del mismo modo, en la creación de moneda falsa por parte del Estado puede observarse, como dice Mandel, la relativa independencia que adquiere el crédito respecto de la producción como fenómeno cuyo origen se encuentra durante los años de posguerra. Esta acción del crédito provocó un estímulo inmediato al consumo que salvó de la quiebra a grandes empresas y bancos dado que "...importantes ofertas de crédito a tasas relativamente bajas ayudaron a mantener los niveles del gasto, facilitando así la tarea de las empresas para compensar los costos unitarios crecientes a través del aumento de precio de los productos finales, como modo de proteger sus márgenes de ganancia"33. De este modo: "La creación monetaria continua bajo la forma de préstamos bancarios permitió la "socialización" de las pérdidas privadas y de los riesgos cargándolos sobre las espaldas de todos aquellos que utilizan la moneda nacional. Un tapón monetario tal ha, por otra parte, vuelto más suaves los ajustes brutales ligados a la deflación del endeudamiento, evitando la destrucción masiva de capital que fue un hecho característico de las depresiones económicas anteriores, pero al precio de una depreciación progresiva del valor de la moneda."34 Este mecanismo de "prestador en última instancia" de los principales Estados imperialistas hacia sus principales grupos capitalistas, si bien actuó permitiendo la realización de grandes masas de plusvalía que de otro modo no se hubieran realizado y de ese modo limitó los alcances de la recesión, por otro lado, al limitar el accionar "saneador" de la crisis e impedir la desvalorización masiva y necesaria de capitales, actuó también evitando que fueran sentadas las bases para una recomposición significativa de la tasa media de ganancia (en la medida en que esto hubiera llevado a una depresión a niveles de la década del 30) y por ello tampoco pudo lograrse una reactivación importante de la inversión productiva.35 Paralelamente a esta acción del Estado, durante los años de la recesión se produjo en Europa lo que se llamó el reciclado de petrodólares a través del mercado de Eurodólares. Dichos petrodólares fueron utilizados por los países de Occidente a modo de créditos para los países de la periferia poniendo en práctica la "herejía bancaria que consiste en emplear masivamente depósitos a corto plazo para financiar préstamos a largo plazo y en una explosión cada vez más rápida del volumen total del crédito..."36. A mediados de 1975, el importe total de las inversiones en Eurodólares y eurodivisas había alcanzado los 200.000 millones de dólares y en 1978 llegó a representar la suma de 400.000 millones de dólares. Estos créditos que constituyen el origen de la actual deuda externa del mundo semicolonial, permitieron a los países de la O.C.D.E. incrementar sus exportaciones como otra medida más para amortiguar los efectos de la recesión. Como también dice Mandel "..los bancos imperialistas utilizaron los petrodólares para alimentar sus operaciones de crédito, para inflar la masa de documentos cobrables... los superávits de las balanzas de pagos de los países de la O.P.E.P., y el modo en que fueron utilizados, mantuvieron y ampliaron la "liquidez" del sistema monetario internacional y por lo tanto el clima inflacionista."37 Estos procesos que se fueron desarrollando durante toda la década del 70 arrojaron al final de la misma un doble resultado: por un lado, grandes masas de ganancias realizadas (en gran parte gracias a la creación de dinero ficticio por parte del Estado) que no encontraban condiciones suficientemente favorables, es decir, una tasa de ganancia adecuada para reinvertirse en la producción. La tasa de ganancia en la industria arrojó entre los años 74/78 un promedio de 17,4% para Estados Unidos, 18,7% en Japón y 14,4% para el conjunto de los países de la O.C.D.E. y tomando como promedio los años 79/83, arrojó un 12,1%; 16,5% y 11,3% respectivamente. Por el otro lado se fue desarrollando un enorme incremento de los déficits presupuestarios de los Estados imperialistas y de la deuda pública que de ello resulta. El déficit presupuestario en EEUU, en la RFA y en Gran Bretaña pasó a representar, a fines de la década del 70, el 5%; el 7% y el 9% del PBI respectivamente. Sólo a modo de ejemplo agreguemos que la deuda pública y privada en Estados Unidos llegó a representar un 20% del PBN en 1977.38 Es que como lo reconoció uno de los más lúcidos economistas del momento, de la First National Boston Corporation, "...el déficit del presupuesto es lo que se interpone entre nosotros, es una gran parte de lo que se ha interpuesto y se interpondrá entre nosotros y una depresión con D mayúscula".39 La contradicción entonces de grandes masas de capitales y baja tasa de ganancia estuvo, a nuestro modo de ver, en la base de la liberalización de los mercados financieros llevada a cabo en primera instancia por Estados Unidos e Inglaterra a partir del año 1978. Esta contradicción representa, en última instancia, los profundos límites de la acción del Estado para restablecer condiciones propicias para la acumulación del capital, límites que, bajo las condiciones de la época imperialista sólo pueden ser quebrados (a escala suficiente como para permitir un nuevo ciclo de acumulación) por destrucciones masivas de fuerzas productivas como la operada durante la década del 30 y finalmente por grandes derrotas y guerras. De este modo, la "liberalización" de los mercados de capitales a la cual vino aparejada la enorme financierización y crecimiento de la especulación de los últimos años, representa simplemente la "respuesta" de los Estados imperialistas frente a sus propios límites así como la descomposición del capital que sólo adquiere un "ropaje" distinto al de la depresión y la guerra. El giro "neoliberal"... Las medidas adoptadas por el presidente norteamericano Carter el 1º de noviembre de 1978, con el propósito de frenar la caída abrupta de la tasa de cambio del dólar con respecto al de las "divisas fuertes" (ante todo el marco alemán y sus satélites, el yen japonés y el franco suizo), y a contener el incremento de la tasa de inflación en Estados Unidos fueron el detonante de las transformaciones operadas a fines de los 70 y durante todos los ochenta. El aumento de las tasas de interés en EE.UU. se combinó unos meses más tarde con la eliminación progresiva de topes para los depósitos y los préstamos bancarios. Este fue el punto de partida de las progresivas medidas desregulatorias que fueron adoptando posteriormente la mayoría de los Estados. Estas medidas constituyeron una respuesta de los principales Estados imperialistas a una serie de factores tales como: 1. En el caso particular de Estados Unidos, en primera instancia, las medidas de Carter estuvieron destinadas a sostener al dólar cuyo deterioro durante toda la década del 70 tuvo como fundamento "el deterioro de la competitividad del imperialismo norteamericano en el mercado mundial"40. 2. Tanto para Estados Unidos como para el resto de los países imperialistas se trataba ahora de frenar el crecimiento de la masa monetaria y del crédito, ambos estimulantes de la inflación que en muchos de los principales países había alcanzado los dos dígitos y del endeudamiento del Estado, elementos que habían estado como planteamos en el capítulo precedente, en la base de las políticas "keynesianas" para el salvataje del capital durante la década anterior. 3. El alza de las tasas de interés y las políticas desregulatorias daba vía libre a las masas existentes de capitales, a las entidades financieras y a los bancos para realizar todo tipo de negocio de especulación, inversión financiera y concentración de capitales en la forma de fusiones y adquisiciones. 4. Estas medidas estaban al servicio, a su vez, de permitir que esas masas de capitales existentes cubrieran las necesidades de financiamiento de los déficits presupuestarios de los Estados imperialistas. Estas primeras medidas de fines de la década del 70-principios de los 80 que se conocen como el giro "neoliberal" y que estuvieron acompañadas tanto de la reducción de los gastos sociales del Estado como de una fuerte ofensiva sobre el movimiento obrero en especial en Estados Unidos e Inglaterra bajo los gobiernos de Reagan y Tatcher representan en definitiva la prueba de cómo los intentos del Estado por contener la crisis se convierten en la crisis misma del Estado. A su vez, en tanto representaron un límite en la acción del Estado por salvar al capital tuvieron como primer resultado una acción relativa de la crisis y de la recesión. Como dice Mandel "La política del gobierno Carter, después de haber jugado a la expansión durante tres años, juega ahora a la recesión moderada. Este es el sentido que guardan las llamadas medidas en defensa del dólar".41 El abandono de las políticas de tipo "keynesiano" y su reemplazo por la desregulación de las tasas de cambio y de interés, acabaron con la inflación a principios de la década del 80 y con ella también fueron sufriendo las consecuencias los capitales que se sostenían por el beneficio del estimulo al consumo basado en el crecimiento de la masa monetaria y la inflación. Como subproducto de este mismo proceso, se puede verificar que mientras en los 70, al calor del crecimiento del crédito bancario se desarrollaron poderosamente los mercados de acciones y de obligaciones dadas las bajas tasas de interés imperantes, en los ochenta, la colocación de capital a largo plazo dejó de ser ventajosa tanto por su carácter no líquido como por los riesgos que se corrían en un clima de gran inestabilidad. Esta situación convirtió a los títulos públicos en una vía más segura para las inversiones financieras ya que de ellos podía salirse rápidamente y no estaban atados directamente a la situación relativa de la industria. De este modo, el valor de las acciones cayó abruptamente y la desvalorización de activos resultante redundó en un crecimiento de las reestructuraciones industriales a través de los múltiples procesos de fusiones y adquisiciones. El capital financiero más concentrado fue el mayor beneficiario de este proceso, uno de cuyos instrumentos o formas de acción privilegiadas fueron las Ordenes Públicas de Adquisición. Puede notarse en este hecho que el Estado en tanto "se vio obligado" a permitir actuar, (sólo relativamente como veremos), a la crisis. Lo que permitió es una clásica concentración del capital en manos, como es obvio, de sus sectores más fuertes y concentrados. Como ya decía Marx refiriéndose al mercado accionario y a las diferentes acciones: "Su depreciación durante la crisis obra como un poderoso medio para centralizar el patrimonio dinenario".42 De este modo la desregulación financiera no sólo dio via libre a los capitales para la especulación y para su colocación en instrumentos financieros de todo tipo, sino que actuó, acompañando ese mismo movimiento, como palanca para la concentración del capital. Esta concentración, combinada con el aumento de la tasa de plusvalía que se produjo durante la década de los 80, permitió una elevación, aunque leve y especialmente en Estados Unidos e Inglaterra de la tasa media de ganancia. De este modo en Estados Unidos durante los años 84/88 la tasa de ganancia pasó del 12,1% del período anterior al 14,6% y en Inglaterra pasó del 3,1% al 6,5%. Sin embargo este aumento en la tasa media de ganancia, como puede verse, representa apenas una recomposición sobre la caída anterior. Esto es lo que permite explicar el gigantesco desarrollo de las finanzas y la especulación financiera que se desarrolló conjuntamente con el proceso de concentración del capital. ...y las medidas de la desregulación financiera Veamos ahora entonces cuáles fueron las medidas centrales de la desregulación financiera. Para hacer una definición general de lo que significa la desregulación financiera podemos decir que puso fin al control del movimiento de capitales con el extranjero43 es decir, inauguró la libertad de entradas y salidas de capitales. Pero aunque esta desregulación actuó sobre los sistemas bancarios de todo el mundo la forma que tomó no fue la misma en todas partes. Por ejemplo, en algunos casos, "...esta desregulación ha asumido la forma de una liberalización de la tasa de interés -incluída la eliminación de las restricciones impuestas a la tasa de los depósitos, lo que condujo a la reducción del ingreso de los bancos por conceptos de intereses (lo que se debió a su vez a la intensificación de la competencia, incluída la de los bancos extranjeros)"44. En otros casos la desregulación significó "...la reducción de los requerimientos de reservas, la eliminación a las restricciones impuestas a la expansión geográfica y las actividades no bancarias, y redujo la protección contra los competidores extranjeros. El proceso de desregulación proveyó a los bancos la oportunidad de realizar actividades relacionadas con la banca de inversión, lo que les permitió obtener importantes comisiones e ingresos comerciales"45. Los bancos comerciales norteamericanos por su parte "...han incrementado de contínuo su presencia en otras actividades de la banca comercial, tales como las de valores gubernamentales y municipales, el comercio de divisas, las fusiones y adquisiciones, el financiamiento apalancado de la compra de empresas...y el aval de eurobonos."46 Estas medidas que de conjunto destrababan la movilidad de los capitales permitieron por ejemplo el gran auge de los mercados de obligaciones los que garantizaron el financiamiento de los déficits presupuestarios a través de la colocación de bonos del Tesoro y otros instrumentos de deuda sobre los mercados financieros. Los mercados públicos de obligaciones se convirtieron así en el eje de los mercados de obligaciones internacionales moviendo el 30% del total de los activos financieros existentes.47 A su vez, en los mercados de cambios se realizaban todo tipo de operaciones especulativas con una parte elevada de esos mismos activos financieros representados en divisas. Otra medida de mucha importancia fue la "desespecialización" de los servicios financieros, "Este proceso se aplica en particular a las instituciones de ahorro que en la mayoría de los países atraían tradicionalmente los ahorros pequeños que luego se canalizaban hacia la vivienda. Sin embargo, las instituciones de ahorro se fueron convirtiendo gradualmente en una parte integrante del sistema bancario comercial. Tal proceso ocurrió en el Reino Unido cuando se promulgó la ley de sociedades de Construcción de l986, que otorgaba facultades de la banca comercial a las sociedades constructoras. Un proceso similar, aunque menos extenso, ocurrió en los Estados Unidos, Francia y Japón."48 Este mecanismo de "desespecialización" es el que "legalizó" la tendencia objetiva a la conversión de los "fondos de pensión" y los "fondos mutuales"49 (dadas las enormes sumas de dinero acumuladas) en claras instituciones financieras no bancarias cuya función consiste en "...hacer fructificar un monto elevado de capital-dinero conservando la liquidez del mismo y maximizando su rendimiento"50 Resulta muy interesante remarcar frente a este caso particular que la tendencia a la conversión de estos fondos en claras instituciones financieras representa la afirmación de una tendencia ya evidenciada por Lenin quién decía que: "En lo que se refiere a la socialización de la economía capitalista, empiezan a competir con los bancos las cajas de ahorro y los establecimientos postales, los cuales son más descentralizados, es decir, atraen al círculo de su influencia a un número mayor de localidades, a un número mayor de puntos recónditos, a sectores más vastos de la población... Las cajas de ahorro que pagan el 4 y el 4 1/2% a los depositarios, se ven obligadas a buscar la manera de colocar de un modo remunerativo sus capitales, lanzarse a operaciones sobre las letras de cambio, las hipotecas y otras. Las fronteras existentes entre los bancos y las cajas de ahorro van desapareciendo cada vez más"51 De la observación de Lenin se desprende no sólo que la actual transformación de los "fondos de pensión" y los "fondos mutuales" en verdaderos organismos financieros representa una verificación de las tendencias inscriptas en la misma lógica parasitaria del imperialismo sino que, la misma desregulación financiera expresa las tendencias profundas a la "descentralización" de las grandes masas de capital dinerario cuyo dominio sobre la economía constituye la norma de la época de decadencia del capitalismo. Ahora bien, estas medidas en los países centrales se acompañaron de las fuertes presiones ejercidas por los Estados imperialistas hacia la periferia para que apliquen las mismas fórmulas desregulatorias. Esta presión, sobre todo luego de la llamada "crisis de la deuda" que condujo a Latinoamérica a una depresión que se conoce como "la década perdida" actuó como otra fuente de mayor penetración imperialista de los capitales más concentrados a través del cambio de activos a precios irrisorios por títulos de deuda. La presión sobre los países del Sudeste de Asia conocidos como NICS para que también lleven a cabo medidas desregulatorias facilitando la "movilidad" en su terreno del capital imperialista es otra característica importante de este período ya que liberó el camino hacia un importante "oasis" para la valorización del capital sobre el cual el flujo de capitales particularmente norteamericanos se precipitó, como veremos durante los años 90. La exigencia de medidas desregulatorias sobre los países de la periferia resultó así un mecanismo fundamental para fortalecer la exportación de capitales que, como planteamos, constituye una contratendencia a la débil tasa de ganancia de los países imperialistas52. Los resultados Podríamos decir que tanto el giro a tasas altas de interés como las medidas desregulatorias en su conjunto representan durante los años 80, medidas de redistribución de la plusvalía en favor de una concentración mayor del capital financiero y para permitir su libre juego en el mercado de capitales como subproducto de las dificultades para la valorización. Como ya dijimos, el aumento de la tasa de ganancia resultante de la desvalorización de capitales, la concentración y el aumento de la tasa de plusvalía, fue absolutamente insuficiente para desatar un nuevo "ciclo de acumulación" del capital. Es por ello que el ciclo ascendente que vivió sobre todo la economía norteamericana a partir del año 83 y que arrojó un aumento en un 30% de la inversión de capital, estuvo fuertemente ligado al desarrollo de las finanzas. Un dato para corroborarlo es el hecho que los sectores de la economía que se desarrollaron fueron escencialmente el sector de automóviles y alta tecnología53. El significado de estos sectores está específicamente ligado no al desarrollo de la producción sino particularmente a la reducción de gastos de trabajo, al desarrollo de la comercialización y la especulación financiera, dos aspectos ligados a las dificultades para la realización de la plusvalía y a las dificultades para la valorización del capital en la producción. En este sentido "Las computadoras, los equipos de comunicación, etc. se necesitan para ayudar en la comercialización, para coordinar vastos imperios multinacionales, para reducir el número de empleos en la planta y para obtener mayor control sobre la fuerza de trabajo. Aún más importante, sin embargo, es la enorme demanda de productos de alta tecnología en las áreas del comercio y los servicios."54 además, "...prácticamente cada corredor de bolsa y cada comerciante en acciones, bonos, productos primarios, futuros a tasa de interés y cambio exterior, está directamente insertado en una red electrónica...y todo ello para alimentar y promover fiebres especulativas en el proceso de servir a los clientes, diseñar estrategias para la inversión y la especulación..."55. Por otra parte, "El hecho de que las compras de automóviles para empresas fueran 67% más altas que en 1979...se debe en su mayor parte a la expansión de firmas arrendadoras de carros, flotillas de taxis y a las necesidades de la promoción de ventas...la demanda de automóviles en primer término tiene que ver con la actividad de vender más que con la de producir."56 A su vez, otro sector de fuerte desarrollo durante estos años fue el sector de armamento ligado a la demanda del Estado lo que se conoce como "keynesianismo militar". De acuerdo a datos del Consejo de la Reserva Federal norteamericana el crecimiento en la producción de equipo para la "defensa" fue del 50% entre 1979 y 1984. De este modo, una combinación de elementos tales como la baja tasa de ganancia en la industria, las dificultades para la realización de la plusvalía (agravadas no sólo por el fin de la inflación y el fin de la creación de masa monetaria por parte del Estado sino también por la disminución del poder de compra del salario dado el persistente aumento de la tasa de plusvalía y los índices de desocupación), redundaron en la "explosión" financiera de los ochenta. Esta "explosión", apoyándose en las medidas desregulatorias, fue provocando una cada vez mayor consolidación del capital financiero expresada en una muy superior integración del capital ligado a la industria con el capital bancario así como con el capital ligado a las instituciones financieras. Este proceso se fue desarrollando por dos vías: 1. El debilitamiento de la banca comercial por un lado, cuyo origen se encuentra en el aumento de las tasas de interés característico a partir de los años 80 que trajo aparejada una importante caída en la toma de préstamos y, como ya planteamos, un debilitamiento en la situación relativa de la banca por el aumento de la competencia de las instituciones financieras. El resultado de esto fue un gigantesco vuelco de los bancos tanto a los procesos de fusiones y adquisiciones como a la colocación de fondos en el mercado bursátil y en el mercado de títulos: "...los bancos invierten cada vez más en el mercado de títulos. Por otra parte, están también en un proceso de transformar un porcentaje importante de sus préstamos en títulos...que tienen la doble ventaja de hacer compartir el riesgo a otros y acelerar la rotación de sus fondos prestables".57 2. Los grupos más fuertes y más ligados a la industria necesitaron cada vez más capitales dado el requerimiento de enormes sumas para los procesos de fusiones y adquisiciones. El mecanismo de la bolsa se volvió prioritario para la toma de crédito dado, por un lado el aumento de las tasas de interés y por el otro, el hecho que el crédito tomado de particulares y no de los bancos permite "hacer compartir los riesgos" a los primeros. El proceso resultó en una consolidación de los "grupos" o holdings de origen predominantemente industrial que integran de forma creciente las distintas formas del capital. Según la definición de Claude Serfati, los "grupos" "...poseen a la cabeza una sociedad Holding, que centraliza los activos, calificados como "productivos" y "financieros"...los límites están hoy netamente menos marcados entre estas dos formas de valorización corrientemente consideradas como polares ".58 A su vez "Los grupos industriales están entonces comprometidos en un movimiento acumulativo: desarrollan el área de sus competencias y refuerzan sus departamentos financieros..."59 puede observarse "...cada vez más frecuentemente a los grupos industriales a la vanguardia de las innovaciones financieras, por ejemplo sobre los mercados de productos derivados."60 Estas condiciones no representan otra cosa que un gran salto en el desarrollo del capital financiero ligado al acrecentamiento del mercado bursátil. Fue como respuesta tanto a las dificultades para la valorización del capital como a las dificultades para la realización de la plusvalía que se ha ido desarrollando este proceso conjuntamente con el crecimiento de las finanzas y los servicios. El crecimiento de la Bolsa de Valores resulta un dato importante en este aspecto en la medida en que el crecimiento en la "cotización" de las acciones (más allá de los títulos de valor real que representan) significa por un lado, una gran fuente de especulación y de formación de capital ficticio; por otro lado, un enorme sector tomador de crédito de los bolsillos de los "particulares" para los grandes monopolios; a su vez un gran centro de "lucha" entre los grandes grupos por la concentración del capital a través de las fusiones y adquisiciones. Por último, ese desarrollo en gran parte "ficticio" de la cotización de las acciones actúa como un nuevo estimulador del consumo es decir para la realización de la plusvalía suplantando en cierto modo al antiguo mecanismo de la inflación y al aumento de la masa monetaria que operó durante los 70. De este modo, podríamos decir que, siguiendo las tendencias señaladas por Lenin en "El imperialismo...", lo que se ha operado durante los años 80 es un gran salto en la conformación del capital financiero es decir que, tras un proceso de concentración del capital y de desregulación de sus movimientos se verifica un salto en el entrelazamiento del "capital industrial" y el "capital bancario". En este mayor entrelazamiento el capital aparece cada vez más en la forma del "capital como mercancía" es decir en su forma más fetichista y parasitaria. De este modo, quedan particularmente ocultas las relaciones profundas entre el capital de crédito y la producción en su estrecha relación bajo la forma del capital financiero. Se produce una ilusión según la cual la especulación aparece separada de la producción de plusvalía. Quedan ocultas las formas particulares en que esa misma especulación y los distintos "juegos" en el mercado bursátil, de títulos y de cambios están tanto al servicio de la concentración del capital (en la medida en que esto constituye un intento para conseguir ganancias extraordinarias) como de permitir la realización de la plusvalía tanto a través de enormes cadenas de comercialización como a través del aumento de la "cotización" de las acciones que en los años 90 dieron origen en Estados Unidos al llamado "efecto riqueza" que significa un enorme aumento del poder adquisitivo como factor estimulador del consumo. Es decir, queda oculta la relación que se establece entre la formación de grandes masas de capital ficticio y la valorización real del capital dado que el circuito de las finanzas aparece, a simple vista, separado del proceso de producción y por ello de las dificultades para la valorización del capital y para la realización de la plusvalía. Esta "ilusión" no es novedosa en sí misma, sin embargo, los volúmenes alcanzados de formación de capital ficticio, los espectaculares niveles de especulación y sobrevalorización de todo tipo de activos, la constante intervención del Estado capitalista para evitar desvalorizaciones masivas, actúan alimentando cada vez más la creencia, el juego de ilusión, el fetiche, ocultando sus verdaderos fundamentos. Mayor inestabilidad y endeudamiento del Estado El desarrollo de todo este proceso fue engendrando las bases para una cada vez mayor inestabidad que fue redundando en múltiples conmociones. Es que "El resultado, ilustrado por las enormes pérdidas por cobros dudosos sobre los préstamos acordados a los promotores inmobiliarios, a los agricultores, a los países en vías de desarrollo, a los montos financieros para las adquisiciones de empresas, a los especialistas de títulos riesgosos (bonos basura) así como a los especuladores sobre los títulos públicos, fue que numerosos bancos se encontraron en graves dificultades durante los años 80. La intensificación del riesgo sistemático ligado al sector bancario (Aglietta, 1991) necesitó la extensión de operaciones de prestamista en última instancia de parte del gobierno americano a fin de poder hacer frente a un número creciente de bancos (incluídas las grandes estructuras) amenazados por la quiebra".61 Tanto ante la "crisis de la deuda" del 82 como frente al crack del 87 que tuvo por epicentro a Estados Unidos, se demuestra como cada vez más los Estados imperialistas se ven obligados a actuar como "prestadores en última instancia" y cada vez más lo son de capitales en gran parte "inflados" por "cotizaciones" de títulos y acciones mucho más allá del valor real de capital que representan y de capitales "engordados" por vías especulativas de todo tipo. Las vías de salvataje a los bancos en Estados Unidos, por ejemplo, se manifestaron del siguiente modo: "...aumento del seguro obligatorio de cobertura de los depósitos, garantías absolutas de salvataje para los más grandes bancos (la doctrina del "demasiado grande para dejarlo quebrar" adoptada en 1984), utilización de posibilidades de préstamos ofrecidos por la Reserva Federal a los bancos americanos como una facilidad de refinanciamiento para aquellos con problemas de tesorería, finalmente reglas contables y de fusión de bancos para facilitar la recompra de instituciones en quiebra por los bancos con buena salud. Se constatan medidas similares por parte del gobierno como prestador en última instancia reaccionando ante profundas crisis bancarias en muchos otros países, en particular, recientemente, en Japón, en Francia y en México."62 El Estado se vuelve así, cada vez más el "salvavidas" de un capital más concentrado y subsumido en inversiones y operaciones más "riesgosas" y en gran parte especulativas. Para evitar la acción "saneadora" de la crisis que debería destruir masas enormes de capitales en gran parte ficticios, el creciente endeudamiento del Estado vuelve a expresar el hecho que "...la permanente administración de la crisis por parte del Estado se convierte...en una crisis permanente del Estado" que, como planteamos en la presentación ha llegado a representar en 1997 y para el conjunto de los países de la OCDE el 70,7% de su Producto Bruto Interno. A su vez, todo este proceso representa, como veremos una fuente de permanente inestabilidad de la economía. Los 90 y el fin del "ciclo neoliberal": similitudes y diferencias con el período 1925/29 El ciclo de crecimiento de la economía norteamericana comenzado en 1993 que abrió el período que denominamos de "equilibrio inestable" estuvo acompañado, como explicamos en EI nro. 10 del hundimiento económico de Japón y la extrema debilidad de Europa volviendo a evidenciar la poderosa ley del desarrollo desigual en el ascenso, caída y dependencia económico-política de las potencias imperialistas característica de todo el siglo XX. A su vez, este ciclo de crecimiento que puso fin a largos años de recesión estuvo acompañado de un nuevo salto en el proceso de financierización de la economía. El ciclo de crecimiento norteamericano de los noventa tuvo por base escencialmente los largos años recesivos de la década del 80 que permitieron, como hemos planteado, un proceso de contrentración del capital que impulsó un importante aumento en la explotación del trabajo basado en la precarización y una contínua depresión de los salarios apoyada en las medidas de racionalización de las grandes corporaciones. Siendo esto acompañado por una creciente explotación de la mano de obra inmigrante63. A su vez, el ciclo de crecimiento norteamericano de los 90, se apoyó en gran parte en las medidas desregulatorias aplicadas por los países periféricos y en particular por los países del Sudeste de Asia y China, que le abrieron el camino a los capitales de las grandes corporaciones para su valorización con muy altas tasas de ganancia, del orden del 18% comparadas con un 13% promedio en los países industrializados (según datos de la O.N.U.D.I.) en ramas tales como microchips, textiles y alta tecnología. Sin embargo, al representar estas fuentes para la valorización del capital un verdadero oasis en medio de un bajo promedio general del "rendimiento" de la inversión, terminaron atrayendo "...más de la mitad de los flujos totales de capital con destino a los países en desarrollo."64 De este modo se generó una desproporción entre las verdaderas posibilidades de valorización del capital en esos países y las masas de capital que atrajeron, redundando en un crecimiento enorme de la especulación que giró en buena medida alrededor de los mercados inmobiliarios y bursátiles. A la vez, el exceso de capitales que se centró en las ramas más rentables de esos países desarrolló fuertes tendencias a la superproducción de esas mercancías. A esto se agrega el fuerte flujo especulativo de los "capitales de corto plazo" sobre el conjunto de los llamados "mercados emergentes" dadas las altas tasas de interés vigentes en esos países. Otro elemento importante del ciclo norteamericano de los 90 estuvo en la ubicación líder en la rama de alta tecnología que Estados Unidos recuperó durante los últimos años (como por ejemplo la fabricación de sistemas superveloces de chips) que le permitió una enorme renta tecnológica (ganancias extraordinarias) reflejadas en particular en el índice Nasdaq que está por encima del altísimo promedio de la cotización de las acciones en Wall Street. Por su parte esta última alcanzó y sobrepasó por primera vez en la historia los 9.000 puntos. Los ahorros de más del 30% de los norteamericanos están comprometidos en la Bolsa lo que dada la fuerte cotización de las acciones estimuló en gran parte el consumo provocando lo que se conoce como "efecto riqueza". Los fondos mutuales atrajeron inversiones entre los años 84 y 96 por el espectacular monto de 540.000 millones de dólares. A esto se suman los crecientes flujos de deuda externa (que entre 1982 y 1997 se ha multiplicado por 3), royalties, patentes y remesas de inversiones de las coorporaciones norteamericanas. De este modo, el ciclo de crecimiento (escencialmente norteamericano) de los 90 estuvo acompañado de un gran salto en la financierización, especulación y formación del capital ficticio por lo que, en el marco de la situación general (debilitada hegemonía norteamerica) no resultaría muy exótico establecer un cierto paralelismo con el período comprendido entre los años 1925 a 1929 al que nos hemos referido anteriormente. Esto, en cierto modo, viene a ser confirmado por el fin del "ciclo neoliberal" y el estallido de la crisis económica mundial que, preanunciado por México en el 95, terminó de estallar en 1997 con el hundimiento del Sudeste de Asia, con el posterior estallido de Rusia en el 98 y luego con la crisis en Brasil. La fuente de inestabilidad permanente que representan los índices de financierización de la economía se verifica no sólo en estos sucesivos estallidos sino también en la renovada acción de los Estados imperialistas en su accionar de "prestamistas de última instancia" para evitar caídas más pronunciadas. En este sentido, las sumas de capital de crédito que se han utilizado desde el 95 hasta hoy no tienen parangón histórico. Basta observar el hecho que el Estado japonés ha inyectado aproximadamente 500.000 millones de dólares es decir, el equivalente al 10% del P.B.I. anual para evitar el hundimiento de su sistema bancario que posee aproximadamente 670.000 millones de dólares de "mala deuda". A su vez, el "salvataje" del FMI sobre toda la regién del Sudeste de Asia y en particular sobre la economía coreana de 57.000 millones de dólares, los posibles 40.000 millones de dólares que el Banco Mundial, el FMI y EEUU colocarían en Brasil. Además de esto, se vio a la Reserva Federal norteamericana bajar sus propias tasas de interés para sostener al L.T.M.C. (que había hecho una "mala apuesta" sobre el yen) evitando una crisis en cadena del sistema financiero. Lo que se demuestra entonces es que, ha decir verdad, la desregulación e internacionalización de las finanzas se han convertido en una peligrosa "correa de transmisión" de las convulsiones y estallidos financieros donde, por otra parte, al costado de la intervención permanente de los Estados, distintos individuos e instituciones realizan operaciones y "apuestas" que escapan a la acción y el control de los mismos Estados. De este modo, puede observarse cómo, la cadena interminable del crédito y la especulación sobre la base de escasas fuentes existentes para la valorización del capital aumenta indefinidamente las desproporciones en la economía. Esto puede verse por ejemplo en la sobreacumulación de capitales y superproducción de mercancías que propició la entrada masiva de capitales en el Sudeste de Asia y China. Sus consecuencias pueden verse hoy reflejadas en las tendencias deflacionarias que afectan no sólo a las materias primas y comoditties sino a los productos industriales como por ejemplo los chips de computadora, los productos textiles y los automóviles. A su vez, la permanente intervención estatal y de los organismos internacionales de crédito que actúan para evitar mayores pérdidas de los grandes capitales, inyectan masas de crédito cada vez mayores que potencian esas mismas desproporciones. Y más aún, cada vez que una "conmoción" aparece como superada, recomienza la cadena de especulación que apunta más alto que el período anterior como lo demuestra Wall Street que ha vuelto a recalentarse superando los 10.000 puntos. Recordemos que fuertes ascensos y fuertes caídas fueron la norma en los años cercanos a 1929. Pero es evidente que, en el marco de la actual "hinchazón" de los valores, una depresión hoy debería destruir infinitamente más activos que aquella de la década del 30. El aproximadamente 70% de las fuerzas de producción que deberían ser destruídos sólamente en el Sudeste de Asia para permitir una recuperación de las "condiciones para la valorización del capital" es elocuentes al respecto. Desde ya sería absurdo intentar establecer equivalencias entre las cifras de los volúmenes de capitales o sobre los niveles de especulación y de capital ficticio existentes con las cifras de 1929, pero esta desigualdad sólo puede explicarse por la creciente descomposición del capital así como por la misma acción del Estado que al actuar para evitar una gran desvalorización de capitales desde la década del 70 ha contribuído a acrecentar enormemente las desproporciones y la inestabilidad de la economía. Conclusión Los años transcurridos desde fines de la década del 60 principios de la década del 70 hasta nuestros días y muy en particular la crisis economómica mundial comenzada en 1997 replantean la candente cuestión del "ciclo vital del capitalismo". Es decir el hecho que el capital y las relaciones de producción capitalistas ya no son simplemente capaces desde un punto de vista orgánico es decir, por el simple desarrollo de sus fuerzas internas, de crear riqueza social, vale decir, de desarrollar las fuerzas productivas sociales a través de su forma particular de hacerlo, la producción de valor y plusvalor. Las dos grandes guerras mundiales del siglo XX y la crisis de la década del 30 entre ellas, demuestran por un lado la enorme destrucción de fuerzas productivas que necesita llevar a cabo el capital para lograr, desde el punto de vista histórico, cortos períodos para su valorización. Por otro lado, el fascismo y las sucesivas derrotas de los procesos revolucionarios en la década del 30, así como la guerra y las traiciones del stalinismo en la posguerra denotan la indispensable intervención de factores políticos para permitirle al capital condiciones aptas para su valorización. A su vez, las particulares formas de intervención del Estado sobre las fuerzas de la economía durante el boom de la segunda posguerra, son otra prueba de las imposibilidades de desarrollo orgánico del capital y sus leyes. Al fin del boom las contradicciones han vuelto a estallar violentamente reproduciendo en una escala mayor los grados de descomposición del capital. La burguesía imperialista evidentemente no "desea" una nueva década del 30 ni una posible nueva guerra, ya que si por regla general intenta aplazar lo más posible las crisis, más aún lo hará frente a una amenaza semejante en la que no se sabe quién va a salvarse e incluso si "alguien" se salvará. Esta amenaza es la que vienen "esquivando" los Estados capitalistas-imperialistas desde la primera recesión mundial (luego del boom) de 1974/75 actuando en forma permanente como "prestamistas en última instancia" y como garantes de los capitales más concentrados. Pero el "esquive" del Estado a la ley del valor no puede más que aplazar el estallido de las desproporciones existentes en la economía y replantearlas cada vez de forma más grave y en un terreno superior. En este sentido, la financierización de la economía es el "cuerpo" de la descomposición del capital a fines del siglo XX. En tanto el Estado capitalista-imperialista intenta limitar el accionar de la ley del valor, dicha ley se rebela como una fuerza que resurge "recordándole" al gran capital "que no existen condiciones favorables para su valorización" o al menos que las fuentes en las que sí existen tales condiciones son extremadamente escasas para las masas de capital existentes65. De este modo, la ley del valor misma, limitada, coartada, se rebela demostrando los límites a la producción del valor. Pero este "rebelarse", se vuelve tan destructivo como la primera opción y se dirige no sólo contra el conjunto de la sociedad sino que se traduce, como vimos, en la propia crisis del Estado. Las tasas constantemente decrecientes del crecimiento económico general y del crecimiento industrial como se demuestra en el hecho que el P.B.I. promedio bajó del 3,6% en los años 70 al 1,7% en la primera mitad del decenio de 199066, los actuales niveles de endeudamiento público y privado que hemos señalado, los altos índices de desarrollo de las finanzas y con ellas de la especulación y el capital ficticio, los índices de desocupación y de superexplotación de la fuerza de trabajo67, la enorme sobreacumulación y concentración del capital por la vía permanente de fusiones y adquisiciones, las masas de mercancías "sobrantes" al lado del crecimiento del hambre y la miseria, la destrucción operada sobre la naturaleza que ponen en riesgo permanente al equilibrio ecológico del planeta, representan algunos ejemplos de la forma en que la misma ley del valor se revuelve dentro de su propio chaleco de fuerza. De este modo, es claro que no existen "dos capitales enfrentados" ni un Estado que haya favorecido primero al "capital industrial" y luego al "capital financiero". El capital es uno sólo y sólo persigue la "ganancia" inmediata independientemente de que ella represente "valor real" o "capital ficticio" (esto es que el capital es capital privado que busca su propia ganancia independientemente de los intereses del conjunto de su clase). El Estado sólo es el instrumento de los sectores más poderosos y concentrados del capital. La financierización de la economía de este modo es la otra cara de la depresión mundial aunque como hoy mismo estamos viendo en la enorme inestabilidad que amenaza a la economía en su conjunto, es evidente que la primera agudiza los caminos a la segunda. En definitiva, esta "encrucijada" del capital es la prueba de que lo que no tiene opción es el capitalismo en su edad madura, es decir el imperialismo y mucho menos en su "semi-putrefacción" de fines del siglo XX, como modo de producción capaz de desarrollar las fuerzas productivas sociales. Notas:
TERCERA PARTE Debate económico en la izquierda francesa: ¿Crítica al capitalismo o crítica al neoliberalismo? Francois Chesnais o la teoría de una "nueva fase" del desarrollo capitalista distinta al imperialismo En el último capítulo del libro "La Mondialization Financiere"1, el economista francés Francois Chesnais, casi a modo de conclusión del conjunto de este trabajo por él coordinado, nos plantea que estaríamos2 ante la presencia de lo que él denomina un "nuevo régimen de acumulación financiero mundial". Dice Chesnais: "...los muy cortos horizontes de valorización, dictados por imperativos financieros pendientes del curso de las acciones en la Bolsa y temerosos de las O.P.A.s3 hostiles, tienden a caracterizar, el tipo de inversión propia al régimen de acumulación financiero mundial."4 Pero ¿Qué es el "régimen de acumulación financiero mundial"? ¿Será, nos preguntamos, la denominación específica con la que Chesnais señala el dominio de la economía por el capital financiero, es decir por la fusión del capital bancario e industrial que ha alcanzado límites extremos? De ningún modo. Lo que Chesnais quiere decir con su definición de "régimen de acumulación financiero mundial" es que hoy "Las características de la inversión productiva apreciadas desde el ángulo de su ritmo, de su crecimiento y de su orientación sectorial.. conducen a formular la hipótesis de que, por primera vez en la historia del capitalismo, en el centro del sistema, la acumulación del capital industrial no está más orientada hacia la reproducción ampliada."5 Parecería ser entonces que, para Chesnais, nos hallamos frente a una nueva forma de la acumulación del capital, distinta a aquella orientada a la acumulación de la plusvalía o del trabajo no pago. Pero ¿dónde va Chesnais? Hasta donde nosotros sabemos, la definición misma del término "capital" implica, no unas sumas de capital dinerario sino, una relación social determinada, orientada precisamente a la extracción y acumulación del trabajo no pago. De aquí se concluye que el capital no puede existir sin reproducción ampliada. Entonces, ¿debemos suponer que Chesnais no conoce la definición de "capital" o que aún cuando se autodenomina marxista, entiende al capital como algo distinto de como lo entendía y como lo definió Marx y todos los marxistas? De ningún modo. Sorprendentemente, si pasamos al primer artículo del libro antes citado, el que también aparece bajo la firma de Francois Chesnais nos encontramos con que ahora afirma que "...La esfera financiera se nutre de la riqueza creada por la inversión y la movilización de una fuerza de trabajo de múltiples niveles de calificación"6. Es decir que Chesnais se ve en la obligación de reconocer el funcionamiento escencial del capital basado en la riqueza creada por el trabajo, volviendo a reforzar este concepto al definir que "Los capitales cuya valorización aseguran los operadores financieros a través de su colocación financiera y los arbitrajes que efectúan entre diferentes tipos de activos han nacido invariablemente en el sector productivo y comenzaron por tomar la forma del intercambio de mercancías y de servicios...". Pero entonces, ¿cómo puede Chesnais, demostrando pleno conocimiento del tema, hablar de una nueva forma de acumulación financiera? Si leemos una líneas más abajo en el texto, nos encontramos con la siguiente conclusión: "...Es solamente luego de que esta transferencia ha tenido lugar que muchos procesos de valorización extensamente ficticios ...que inflan el monto nominal de los activos financieros, pueden producirse al interior del campo cerrado de la esfera financiera."7 Parecería ser entonces que Chesnais supone que la creación de valor y plusvalor viene a representar una "esfera" completamente separada, de la cual la "esfera financiera" se "nutre" para realizar a posteriori una "valorización" totalmente independiente de las condiciones de la producción de plusvalía. Pero ¡esto sí que resulta extraño! ¿Será que Chesnais después de "vivir un siglo" y después de leer El Capital, vuelve a ser atrapado por la antigua lógica de David Ricardo quien a la vez que reconocía al trabajo como única fuente de valor, suponía a la ganancia capitalista no como una fracción de ese valor no retribuido sino como un plus que se obtenía en el intercambio? ¿Será que Chesnais ha caído en el fetichismo extremo de suponer que efectivamente el dinero puede incubar dinero? ¿Será que Chesnais "olvidó", embelezado por las enormes masas de capital ficticio existentes, el movimiento opuesto ya señalado como tendencia por Marx entre la creación del valor y la "cotización" de todos los instrumentos que devengan interés, es decir, la tendencia histórica al desarrollo del capital ficticio como respuesta a la tendencia a caer de la tasa media de ganancia? ¿No habrá comprendido que este movimiento contradictorio es el que explica la relación existente en última instancia entre los distintos tipos de interés y la tasa media de ganancia? Nada de esto. Francois Chesnais no se encuentra sujeto ni a las limitaciones históricas ni a las limitaciones de clase de David Ricardo8. Francois Chesnais conoce y "recuerda" El Capital, como consta en todos sus trabajos así como las definiciones y tendencias más importantes ya señaladas por Marx. Tampoco Chesnais pretende en realidad, definir que estaríamos frente a la conformación de algún extraño modo de producción distinto del capitalismo. El eclecticismo teórico en el que cae Chesnais9 tiene por simple objeto el de ser funcional a una "teoría" que pretende enfrentar lo que él denomina dos "regímenes de acumulación". Veamos lo que dice: "...la sociedad mundial, regida actualmente sin competencia por el capitalismo, se encuentra confrontada a un conjunto de relaciones constitutivas de un régimen de acumulación en ruptura radical con aquel de la posguerra, cuyas consecuencias se anuncian como cada vez más graves".10 Esto significa que el supuesto "régimen de acumulación financiero mundial" representaría, para Chesnais una forma de acumulación "radicalmente" opuesta al que suponemos debe considerar, el "círculo virtuoso" de la segunda posguerra dado que hoy, siempre según Chesnais "...el avance del capital como suma de activos financieros lo ha puesto por encima de aquel que pone por delante la dimensión medio de producción"11. Es decir que Chesnais, luego de muchas vueltas, lo que verdaderamente pretende es darle un tinte "marxista" o de "izquierda" a la ya vieja y antimarxista teoría de la "regulación" surgida durante los años de Yalta y Potsdam. Esta "teoría" que cuenta entre sus más conspicuos representantes a figuras como Alain Lipietz y Benjamín Coriat (ambos asesores de los distintos gobiernos imperialistas franceses) entre otros, pretende contraponer lo que ellos denominan distintos regímenes de acumulación. Uno "virtuoso", el de la posguerra, caracterizado por la "norma de consumo", el Estado de Bienestar y el casi pleno empleo en los países centrales y otro, "no virtuoso", encarnado por el "neoliberalismo", el desempleo, la especulación y los movimientos del capital de corto plazo. Así los "regulacionistas" que son verdaderos Keynesianos fuera de época y disfrazados con ropajes "populares" pretenden demostrar que la tarea del momento es lograr un "nuevo pacto" entre el capital y el trabajo similar al de la posguerra. Pero lo que la "teoría" de la regulación y también Chesnais "olvidan" es que durante el siglo XX, es decir, durante la época imperialista, lejos de "pactos" entre el capital y el trabajo, fue necesaria la enorme destrucción de dos guerras mundiales, la depresión de los años 30, el fascismo y luego las traiciones del stalinismo (nos referimos a los procesos que estallaron en la inmediata posguerra en el centro de Europa como el de Grecia, Francia e Italia), para imponer la supremacía política, económica y militar norteamericana. Sólo luego de asentadas las condiciones de destrucción y de miseria provocadas por la guerra, una vez establecida la supremacía del imperialismo norteamericano, y sobre la base de tasas de explotación similares a las imperantes durante la guerra, el capital pudo lograr un "ciclo" de condiciones "excepcionales"12 para su acumulación. Sólo bajo estas condiciones se impuso, y por un muy corto período de tiempo, si se lo considera desde un punto de vista histórico, lo que los regulacionistas gustan llamar el "círculo virtuoso" y lo que Chesnais considera un régimen de acumulación radicalmente distinto al del neoliberalismo. Pero el llamado "neoliberalismo" constituyó simplemente y, como vimos, la respuesta del capital monopólico más concentrado al agotamiento de esas condiciones excepcionales13 para su valorización. Muy lejos de representar un "régimen de acumulación" opuesto al de la posguerra, representó las políticas que exigían las dificultades para la valorización del capital monopólico y financiero del mismo modo que ayer las políticas keynesianas y el llamado Estado de Bienestar eran las formas particulares que requerían determinadas condiciones existentes para la acumulación del capital. No reconocer esta continuidad dialéctica escapando a las enormes dificultades para la valorización y a las características particulares de la descomposición del capital en la época imperialista, pretender descuartizar al capital monopólico en un supuesto buen capital productivo y un mal capital especulativo, no puede tener otro objeto más allá del de intentar hallar algún tipo de salida reformista en contra de las leyes de la historia y embelleciendo por ello al capitalismo-imperialista. Y esto, constituye el aspecto más grave de la "teoría" de Chesnais ya que, si mal no entendemos, desde que Marx escribió las Tesis de Feuerbach, quedó claro que una tal o cual "teoría" no puede más que estar al servicio de una práctica y por lo tanto un programa determinados. Así es como la falsa oposición que Chesnais establece suponiendo la existencia de un "nuevo régimen de acumulación financiero mundial" opuesto al de la posguerra, acaba transvistiendo la crisis y descomposicón del capitalismo-imperialista en la... "perversidad" de las finanzas. Chesnais, muy lejos de preguntarse si el crecimiento de la inversión y del empleo a nivel mundial son compatibles con el capitalismo hoy, se pregunta si "¿El crecimiento de la inversión y del empleo a nivel mundial es compatible con el conjunto de fenómenos monetarios que siguieron a la adopción del régimen de tasas de cambio flexibles?"14 Esto es que, según él, los bajísimos índices de crecimiento del capitalismo hoy, así como el desempleo, el parasitismo y la descomposición del capital no estarían dados por las enormes dificultades que encuentra el capital para su valorización en su fase descendente, sino que estarían dados, siempre según Chesnais, por el "conjunto de fenómenos monetarios que siguieron a la adopción del régimen de tasas de cambio flexibles" o dicho de otro modo por el llamado "giro neoliberal" de los años 80. De este modo Chesnais se pregunta ni más ni menos si "¿No es tiempo de quebrar la trampa en la cual los gobiernos han quedado atrapados, por su propia práctica en gran parte, transfiriendo a los capitales financieros detentores de la deuda pública, beneficiarios de un régimen de tasas de interés reales positivas que devino permanente, una fracción significativa del producto nacional ...?"15 Es decir que para Chesnais, los gobiernos de los Estados imperialistas simplemente han quedado "atrapados" en la "trampa" perversa del "capital financiero" y de lo que se trataría para los "marxistas" es de ayudar a liberarlos... Así Chesnais propone lo que él llama un programa "...anticapitalista por supuesto, y posiblemente de forma radical..."16 que consta, entre otras medidas de "La recuperación por parte del Estado de los medios que permiten el financiamiento de las medidas necesarias..."17, de modo tal que "...eliminar la desocupación pasa entonces por la reforma democrática de la fiscalización, así como por medidas para detener la hemorragia de recursos a los mercados financieros bajo la forma del servicio de la deuda."18 Del mismo modo, según Chesnais, como "La huída de ciertos capitales debilita ...al capital en tanto que relación social de apropiación de la riqueza creada por el trabajo asalariado..."19 entonces "La nacionalización del crédito y la capacidad de financiamiento del Estado asegurarán las condiciones monetarias indispensables para la circulación de mercancías y a la consolidación de los circuitos de producción y de venta"20 así como que "El desmantelamiento del poder de las finanzas...supondría también el reestablecimiento de controles selectivos sobre los flujos de capitales y la tasación sobre las transacciones especulativas sobre los mercados de cambios (Tasa Tobin)"21 Es de este modo que Chesnais afirma alegremente que "el proceso de dominación de los mercados financieros puede y debe ser revertido"22 y que "no hay fatalidad económica ni situación que ... no pueda ser resuelta por políticas correctivas más o menos drásticas"23 Así el programa que propone Chesnais consiste, como él mismo dice en "...medidas democráticas..que no prejuzgan formas exactas de organización de la economía y de la sociedad a construir en el lugar del capitalismo"24. Pero, seamos claros, ¿cómo puede plantearse un programa "anticapitalista" que no proponga nada para reemplazar al capitalismo y que obviamente no plantee ni la destrucción del Estado burgués, ni la liquidación de la propiedad privada ni la socialización de la producción y la planificación de la economía y mucho menos la lucha contra el "propio" imperialismo, ni medidas que vayan en este camino? ¡Eso sólo puede ser un programa capitalista y por lo tanto reformista! Y es que a decir verdad, el programa que plantea Chesnais y que presenta bajo la pomposa fórmula de "medidas democráticas anticapitalistas radicales" se parece más bien a un intento de fortalecer "...la dimensión medio de producción del capital" cuestión que, si recordamos las dos pasadas guerras mundiales, la depresión de los años 30, el fascismo e incluso, el aproximadamente 70% de fuerza productiva que la banca ING Barings reconoce que habría que destruir en los países del Sudeste de Asia para recomponer la tasa media de ganancia, resulta un tanto absurdo, por no decir ridículo, pensar que podría llegar por medio de "políticas correctivas más o menos drásticas". De este modo Chesnais recae en un clásico "antineoliberalismo" que lo lleva de cabeza a otra variante burguesa reformista como lo es el neokeynesianismo que ha vuelto a ponerse en boga luego del fin de la "algarabía" del "ciclo neoliberal de los 90" y que, en el marco de la crisis actual, sólo puede adoptar la forma de un "neokeynesianismo super light". Michel Husson o una nueva versión de la teoría burguesa de Kondratieff En el extremo en apariencia, diametralmente opuesto al de Chesnais, se ubican los "teóricos de las ondas largas". En esta variante se encuentran por ejemplo economistas como el también francés Michel Husson25. Este último critica "fervientemente", con argumentos que enfatizan que el capital no puede separase de la producción, las concepciones del tipo de la de Francois Chesnais. Sin embargo, Husson, en la medida en que intenta hallar una "regularidad", la regularidad de las ondas largas en el funcionamiento del capitalismo-imperialista, acaba por subestimar enormemente el grado de financierización al que ha llegado la economía al considerar que el mismo "...aunque entraña una complejificación del ciclo del capital...no cambia nada en su desarrollo general"26 Es que Husson, en su afán por establecer una "regularidad" al movimiento espasmódico del capitalismo en la época imperialista, y ubicando el período comenzado al fin del boom de la segunda posguerra como una típica fase B del ciclo Kondratieff oculta llamativamente el hecho que el capital sufre en su fase descendente una descomposicición progresiva. Los datos están a la vista para verificar que, más allá de las similitudes desde el punto de vista de los mecanismos últimos (es decir desde el punto de vista de la cualidad) que pueden hallarse entre la situación actual del capital y aquella de la década del 30, los niveles de capital ficticio existentes hoy, de financierización de la economía, de sobrevaluación de activos, es inmensamente mayor que aquella. Pero para explicar esta enorme diferencia y el grado de descomposición progresivo al que está sujeto el capital, es necesario comprender que el mismo ya no puede depender simplemente de su "ritmo interno". Los factores "extraeconómicos", vale decir la acción política tanto de los Estados como de las direcciones del movimiento obrero se convierten hoy en factores determinantes para el funcionamiento del "ciclo" económico y mucho más para la consecución de "ciclos de acumulación" a nivel mundial. La teoría de las ondas largas, en la medida en que intenta hallar una regularidad, huye como de la peste del rol de los factores políticos porque estos últimos son por definición contrarios a cualquier pretendida periodicidad orgánica del capital. Así las dos guerras mundiales, el fascismo y la brutal depresión de los años 30 en los sostenedores de esta teoría suelen ser simplemente factores impulsores de la "onda larga expansiva" de la posguerra (mientras que la traición del stalinismo suele estar, llamativamente, completamente ausente). Esta visión, que acaba inevitablemente en un nuevo economiscismo, ignora el hecho que la incapacidad del capital de desarrollarse "orgánicamente" que alentó y alienta la permanente irrupción del Estado sobre las fuerzas propias de la economía (intervención esta que mostró un salto cualitativo durante precisamente el llamado "boom" de la posguerra) al inmiscuirse en las formas mismas de acción de la ley del valor, no puede más que agrandar las desproporciones de la economía impulsando una descomposición mayor de la misma en su conjunto. La negación de estas características que queda patentada27 en la "teoría" misma de las ondas largas, acaba otra vez por negar las leyes del funcionamiento del capital en la época imperialista. Y, llamativamente, sus sostenedores, aunque aparentan una defensa de las leyes básicas del capital, recaen nuevamente, como es el caso de Michel Husson, en la "teoría" profundamente antimarxista de los distintos "regímenes de acumulación". Así, bajo el subtítulo "Dos grandes regímenes de acumulación" Husson nos convoca a distinguir entre "...dos casos polares, que convendremos en llamar respectivamente edad de oro y acumulación desigual"28 distinción esta que trae aparejada un nuevo intento de fusionar a Marx si no con Keynes, con sus representantes "populares" vale decir con los "teóricos de la regulación". De este modo, Husson concluye que: "Los regulacionistas han insistido con razón, en su descripción del crecimiento de la posguerra, sobre la necesaria adecuación entre lo que se produce (la oferta) y lo que se consume (la demanda) no solamente desde el punto de vista de la masa global sino también de la estructura por productos, en una palabra, del contenido en valor de uso. Desde este punto de vista, el concepto de norma de consumo desarrollado por Aglieta (1976) nos parece constituir un enriquecimiento de la teoría marxista."29 De este modo, Husson y los regulacionistas, pretenden demostrar que en cierto modo el capital podría estar orientado a la producción de valores de uso, independientemente de las condiciones para su valorización. Esto constituye simplemente una negación no ya de las características del desarrollo del capital en la época imperialista sino de la anarquía de la producción como uno de los fundamentos básicos del capital lo cual, evidentemente, no sólo no puede enriquecer la teoría marxista sino que simplemente la niega. Pero es que en realidad también Husson se muestra como un "adorador" al igual que los regulacionistas y Chesnais de lo que llaman "régimen de acumulación" de la posguerra que en su caso asume la forma de una "onda larga expansiva". Así la historia del siglo XX se encuentra llena de "detalles" como las guerras mundiales, el fascismo, la destrucción masiva de fuerzas productivas, las traiciones brutales de las direcciones contrarrevolucionarias del movimiento obrero, la financierización de la economía que "ayudan a caracterizar" ya sea la "fase A" o la "fase B" de la "onda larga" de Kondratieff. Finalmente, no sólo el título del libro de Michel Husson "Miseria del capital. Una crítica del neoliberalismo" hace alusión al punto de conclusión de su "teoría" sino que, luego de otro largo rodeo en el que pretende una defensa "acérrima" de los conceptos básicos del marxismo, y luego de declamar una y mil veces que no hay solución posible en los marcos del capitalismo, en el último párrafo de su libro nos dice: "...para echar las bases de un anti-capitalismo contemporáneo, no hay más necesidad de demandar la luna. Es suficiente hoy, con obstinación, y sin perderse por los caminos que se atraviesan, con solicitar lo posible."30 Y ¿Qué es lo posible? Otro programa reformista consistente en demostrar que es posible acabar con la desocupación (eso sí mediante el reparto de las horas de trabajo)... en los marcos mismos del capitalismo31. De este modo, Husson no puede más que encaminarse, al igual que Francois Chesnais hacia... las "tasas Tobin" y las nuevas variantes "lights" del keynesianismo. No en vano el camino del reformismo en el frente LO-LCR en Francia los encuentra unidos32. Notas: |