En
los últimos 10 años la cuestión nacional ha vuelto a irrumpir en
el escenario mundial con toda su virulencia, desde el proceso de
Unificación Alemana hasta la guerra actual en los Balcanes, pasando
por los movimientos separatistas en el Caucaso, en Lituania, Chechenia
y otras repúblicas de la ex URSS. El movimiento marxista fue golpeado
y se ha dividido profundamente alrededor del mismo. La envergadura
de la guerra en los Balcanes, en la que un frente imperialista de
19 naciones ha intervenido militarmente contra Yugoslavia, le ha
dado una magnitud sin precedentes a esta cuestión y ha reabierto
el debate en el seno de las fuerzas que se reclaman revolucionarias.
En la clase trabajadora y las masas ha primado la confusión. La
inexistencia de un movimiento obrero independiente ha hecho las
cosas más difíciles. Entre las masas kosovares ninguna voz se ha
levantado contra la intervención imperialista de la OTAN, al revés
éstas fueron aclamadas y requeridas por el pueblo y su dirección
el ELK. Hoy por hoy no existe un verdadero movimiento obrero kosovar
organizado, capaz de mostrar otra alternativa al apoyo desembozado
al imperialismo. Es similar la situación en Serbia, donde ninguna
voz se ha levantado contra el régimen milosevista y su limpieza
étnica reclamando el derecho a la autodeterminación; durante la
guerra la clase obrera incluso ha estrechado vínculos con su gobierno.
En occidente los trabajadores han vacilado entre el apoyo a la intervención
imperialista como mal menor frente a la depuración étnica y el genocidio
llevado adelante por Milosevic, y el rechazo a los bombardeos, desconfiando
sanamente de las excusas humanitarias dadas por la OTAN.
Pero este sano instinto de ambas partes, en ausencia de una política
obrera independiente, fue conducida en un caso hacia la defensa
del régimen serbio, y en otro, ampliamente mayoritario, hacia la
justificación sin entusiasmo de la intervención imperialista o,
por lo menos en Europa, reclamado una intervención de la ONU. En
los círculos que se reclaman trotskistas estos mismos puntos de
vista han demarcado la línea divisoria entre los mismos.
Al no partir de un programa que le permita a la clase obrera internacional
intervenir en dicho conflicto desde una estrategia autónoma, finalizaron
subordinándose a las estrategias de las diversas políticas imperialistas
o de la burocracia restauracionista serbia. Las primeras como el
Secretariado Unificado, corriente fundada por el fallecido dirigente
Ernest Mandel y otras de menor envergadura, al abandonar toda perspectiva
de independencia de clase y de la dictadura del proletariado, se
hicieron eco de las corrientes que como el PC Francés, Refundación
Comunista de Italia y aun sectores del imperialismo europeo y de
la Socialdemocracia, sostenían las bondades de una intervención
de la ONU para darle legitimidad internacional a la
política imperialista. Otras corrientes como el Socialist Worker
Party de Inglaterra, negando la existencia del problema nacional
en los Balcanes y por consiguiente el derecho a la autodeterminación
del pueblo kosovar, impidieron que sectores de la vanguardia obrera
europea puedieran enfrentar los bombardeos de la OTAN y la política
reaccionaria de Milosevic.
En estos grandes eventos los programas de las organizaciones y los
partidos, se ponen a prueba con toda crudeza. El fracaso de estas
organizaciones ha sido rotundo.
Sin embargo el problema nacional seguirá siendo un elemento constitutivo
de fundamental importancia en la lucha de clases internacional en
el próximo período y un nuevo desafío para la clase obrera y las
fuerzas que se reclaman revolucionarias. Sin un programa revolucionario
hacia el problema nacional, la clase obrera volverá a ser presa
de distintas variantes burguesas y desviada de su lucha contra el
imperialismo. De allí que la crítica de los programas sostenidos
por diversas corrientes en este conflicto no sea ociosa sino que
constituye un punto de apoyo de fundamental importancia como precondición
para el regeneramiento del pensamiento y el programa marxista.
LCR Y SU: UN ESCANDALOSO PROGRAMA ABIERTAMENTE PRO IMPERIALISTA
Para que el lector pueda apreciar en toda su magnitud hasta que
punto ha llegado la evolución política del Secretariado Unificado
y su principal partido, la Liga Comunista Revolucionaria de Francia,
en lo concerniente a la guerra de los Balcanes en particular y al
problema nacional en general, basta con mencionar su exigencia,
de que la ONU intervenga en el asunto y garantice una paz justa
y democrática. El llamado europeo de París, realizado
el 15 de Mayo impulsado y publicitado por el SU, sostenía que la
reapertura de un proceso de negociación
en el marco de la
ONU, no solamente no implica ninguna confianza en Slovodan Milosevic,
sino que será más desestabilizador para su poder que las bombas
.
Y lamentan que nada se ha hecho para mantener y ampliar la
presencia de los observadores de la OSCE (Organización para la Seguridad
y la Cooperación Europea, NdeR) y para involucrar a los estados
vecinos y las poblaciones implicadas en la búsqueda de soluciones,
lamentando que en ocasión de las negociaciones de Rambouillet se
haya optado por el recurso armado de la OTAN en lugar de proponer
una fuerza de interposición internacional que actúe con mandato
de la ONU, mientras que tal proposición hubiera podido ser entonces
legítimamente impuesta frente a un rechazo de Milosevic. A
pesar del derecho a la autodeterminación que propone el SU en sus
publicaciones, el llamamiento exige en su lugar el
retorno de las poblaciones albanesas bajo protección internacional,
llevada a cabo bajo la responsabilidad de la Asamblea General de
las Naciones Unidas.
Firmado por diversos intelectuales europeos junto a dirigentes del
SU, el llamamiento de París también se proponía contribuir
a la democratización de los Balcanes proponiendo una
ayuda económica a los estados balcánicos única y estrictamente
subordinada al respeto de los derechos individuales y colectivos,
y una investigación sobre las atrocidades cometidas en el
Kosovo, conducida bajo la autoridad del TPI (Tribunal Penal Internacional,
N de R) .
El llamamiento no planteaba la derrota de la OTAN, no
exigía tribunal de ningún tipo para juzgar el genocidio
de los responsables de los bombardeos, y, a pesar de los esfuerzos
realizados por el SU, tampoco sostenía el derecho a la autodeterminación
nacional del pueblo kosovar.
Catherine Samary, especialista de la LCR sobre el tema, buscaba
en el Le Monde de mayo la mejor forma de garantizar la seguridad
de Europa y preguntaba ¿ no se debería, al menos, buscar en
el marco de una Conferencia balcánica las condiciones de una política
de seguridad en Europa, fundada sobre una ayuda que
incite a los estados de la región a estabilizar sus relaciones entre
ellos y con la Unión Europea?1.Y defendiendo el derecho a
la autodeterminación alega que su reconocimiento constituye
un preámbulo a una recomposición progresista del espacio balcánico,
la cual no puede ser pensada más que en el marco de una construcción
democrática de Europa.
Su semanario francés, Rouge, acusaba a los gobiernos Europeos por
subordinarse a los dictados guerreristas
de EE.UU. y les aconsejaba romper con la OTAN, aunque
el mismo Christian Picquet, redactor del mencionado artículo reconoce
que no es suficiente orientarse hacia un cuerpo de reacción
rápida europea para dar a Europa un fundamento reconocido
por sus pueblos; la gran gesta de la Europa democrática
debería completarse con la apertura de los países más ricos
del continente a las zonas devastadas o desestabilizadas por la
guerra
la única salida portadora de un porvenir democrático
y pacífico, el único medio de conjurar los desastres que amenazan
a las puertas de la Unión, consistiría en extender Europa a todos
los países que lo deseen2.
En primer lugar el SU rechazaba los bombardeos pero, igual que el
Partido Comunista Francés, el Vaticano, Rusia y Kofi Annan proponía
la intervención de la ONU, el instrumento contrarrevolucionario
que el imperialismo viene utilizando para garantizar sus intereses
en distintos lugares del globo. Pero lo más llamativo es que su
preocupación era que no se desestabilice la región,
fragilizando los acuerdos de Dayton, cuando en realidad
son esos mismos acuerdos contrarrevolucionarios los que han permitido,
con el protagonismo de la ONU, consumar la limpieza y la partición
étnica de Bosnia en favor Milosevic y de Tudjman. Lo que no termina
de percibir el SU es que el factor más desestabilizante de la región
era el intento de los albano kosovares de conseguir la independencia,
razón por la cual el imperialismo fue y es enemigo mortal de cualquier
tipo de independencia que cuestione las fronteras trazadas en los
acuerdos alcanzados en el 95. De cualquier forma una parte sustancial
de su programa ha sido ya realizado por la ONU, claro que para ello
necesitó la devastación de toda la región, garantizadas por los
bombardeos de la OTAN. La ONU no cumplió otro rol que el de cobertura
de la política imperialista de EE.UU. y de Europa. Así hoy la ONU
será garantía del plan de la OTAN, a saber, el retiro de las
tropas serbias, del alto a los bombardeos, de
una fuerza de interposición y de la estabilidad
de la región que exigían los firmantes del Llamamiento de París.
La ficción de una paz democrática ha sido sepultada
por la OTAN y la ONU, sobre las cabezas de las naciones balcánicas
y la independencia del Kosovo.
En segundo lugar la defensa de la seguridad europea
que tanto preocupa a Catherine Samary, en la medida que es una Europa
capitalista y que el SU no se propone modificarla sino democratizarla,
pasaba por la estabilización imperialista y reaccionaria en la región.
Eso significaba el rechazo al derecho a la autodeterminación nacional
del Kosovo y la intervención directa del imperialismo en la medida
que Milosevic dejó de cumplir cualquier papel de garantía de estabilidad.
En tercer lugar la propuesta de ayuda económica a los países devastados,
si la Europa que conocemos es una Europa capitalista liderada por
los grandes monopolios, será entregada a los gobiernos en la medida
que permita y facilite el proceso de restauración capitalista en
la región y sus gobiernos sigan las políticas dictadas en Europa
y Norteamérica. Esto es lo que ya está en marcha bajo el liderazgo
de la OTAN y con los fondos del imperialismo europeo. En definitiva,
el SU propone la restauración democrática del capitalismo
en la zona.
En cuarto lugar el SU jamás llamó a la derrota de la OTAN, sino
sólo a detener los bombardeos en consonancia con Rusia y el Vaticano;
pero sin la derrota de la OTAN no había una salida progresista
al conflicto. Con el objetivo de detener la guerra, el SU apostó
a la diplomacia burguesa y no a la movilización revolucionaria de
las masas, al boicot y el sabotaje de la clase obrera. De modo que
en los hechos, la llamó a sostener el programa de la burguesía imperialista
alineada con el segundo frente pro ONU. No puede haber
otra caracterización para dicha política que pacifismo pro imperialista.
El SU propuso una paz justa y democrática, una conferencia
de todos los involucrados y el respeto a los pueblos a disponer
de sí mismos en el marco de una Europa democrática, es decir, consideró
una salida progresiva al conflicto sin barrer con el régimen capitalista
y los gobiernos restauracionistas. Una propuesta similar al del
PCF, de Refundacione Comunista y sectores de la socialdemocracia
europea o de la coalición del Olivo en Italia que proponían una
conferencia internacional por la integración del área balcánica
en una Europa común y democrática.
Con la caída del muro de Berlín, el SU ha caracterizado la apertura
de una nueva época histórica, superando la etapa imperialista de
crisis, guerras y revoluciones. De un lado era, según el esquema,
el resultado de un retroceso histórico por la crisis del socialismo
real. Pero ahora nos venimos a enterar que las condiciones
de la época no sólo se han modificado por derrotas
históricas; sino también por el rejuvenecimiento democrático
de la burguesía imperialista; el SU ha dotado hoy al capitalismo
decadente de este fin de siglo, con cualidades tan lozanas y revolucionarias
como la burguesía de fines del siglo XVIII y principios del siglo
XIX. Así, el régimen capitalista que los marxistas habían condenado
al basurero de la historia es capaz hoy de poner en pie una Europa
unida y democrática, de abandonar sus tendencias
guerreristas para abrazar la causa de una paz justa
y duradera en los Balcanes, y tender una mano generosa para
reconstruir los países devastados.
Con semejante perspectiva, lo que el SU arroja al basurero de la
historia son todos los fundamentos del programa revolucionario y
la IV Internacional.
Lo que estaba en juego no era una paz ni una estabilidad justa
sino la estabilización imperialista de la región, el fortalecimiento
del poder imperial, como contrapunto a la crisis económica que comenzó
en el 97 y a la crisis de dominio abierta desde la caída del Muro
de Berlín.
El pronóstico era cantado, toda salida a la crisis de los Balcanes
dada por el imperialismo y las burocracias restauracionistas sería
reaccionaria. Si el planteo de Lenin, que al SU se le ocurre pasado
de moda, de que el imperialismo es reacción en toda
la línea, caracteriza correctamente a toda una etapa histórica,
lo es en su estado químicamente puro en el conflicto actual en los
Balcanes.
El SU y las tareas de la clase obrera europea
Los gobiernos socialimperialistas de Europa aprovecharán el triunfo
obtenido en la guerra de los Balcanes para avanzar sobre las conquistas
de la clase obrera de sus países, esto ya ha sido anunciado tanto
en Italia como en Alemania. La burocracia sindical y los PCs impidieron
que la clase obrera enfrente la guerra imperialista llevada a cabo
por sus propios gobiernos. Nada de esto podía ser evitado por la
LCR de Francia y otras agrupaciones trotskistas. Pero ¿qué hubiera
pasado si un grupo de sindicatos o sectores de vanguardia obrera
y juvenil desenmascaraban las pretensiones imperialistas del gobierno
Jospin, denunciaban que un triunfo imperialista fortalecería a los
gobiernos socialdemócratas para atacar al movimiento obrero y se
hubieran lanzado a realizar acciones por la derrota de la OTAN y
de su propio gobierno, demostrando que la maquinaria de guerra imperialista
no estaba en los Balcanes para garantizar el derecho a la
autodeterminación sino para imponer un protectorado? Posiblemente
no hubiera impedido la acción contrarrevolucionaria de las direcciones
oficiales del movimiento obrero, pero se habría podido reagrupar
a los sectores más conscientes y quedar con una gran autoridad,
por que los acuerdos de paz demostraron que esos eran
los verdaderos objetivos de las potencias imperialistas. De modo
que la LCR con sus llamados pacifistas en favor de la ONU ha impedido
cualquier intervención proletaria independiente por pequeña y de
vanguardia que sea. En cambio ha seguido la corriente de la pequeño
burguesía democrática, incluidos los intelectuales firmantes
del Llamamiento de París para lograr cent pour cent à gauche
el 5% de los votos al parlamento europeo.
La clase obrera europea, paralizada por sus direcciones, sin enfrentar
la guerra imperialista y sin levantar el derecho a la autodeterminación,
creyendo que una paz justa podía lograrse de la mano del imperialismo
europeo y la ONU permitió la demagogia humanitaria de
la OTAN y arrojó en brazos de la reacción imperialista a las masas
kosovares, que aislados, sin ver en el proletariado a un aliado
dirigente, terminó vivando los bombardeos y la intervención armada
de sus propios verdugos. La LCR fue el último eslabón de esta desgraciada
política pro imperialista de los jefes del movimiento obrero europeo.
Lutte Ouvrière, el socio electoral de la LCR en Francia, merece
un párrafo aparte. Aunque por mucho tiempo esta corriente se ha
negado a levantar el derecho a la autodeterminación de los pueblos
oprimidos en los Balcanes, su acuerdo electoral con la LCR la convenció
y en medio de la guerra dio un giro copernicano asociándose en los
hechos a las políticas proimperialistas de la LCR. Frente al ataque
de los medios de prensa como el Liberation que remarcaban
las discrepancias entre estas organizaciones respecto a la guerra,
Alain Krivine y Arlette Laguillier, esta última, candidata oficial
de LO, salieron rápidamente a desmentir las informaciones periodísticas,
afirmando que esta lista (electoral, NdeR) es la única que
tiene una posición clara y homogénea sobre el conflicto
3.
Esta convergencia de última hora, encuestas electorales
mediante, se expresó claramente en las calles de París: no hubo
una sola manifestación de envergadura contra el bombardeo de la
OTAN y por el derecho a la autodeterminación. De esta forma, a pesar
de su retórica como alternativa real al gobierno Socialista-Comunista-Verde,
no presentaron ninguna opción de clase, internacionalista, a los
trabajadores.
De este modo Lutte Ouvrière ha cubierto las espaldas a los firmantes
del llamamiento de París, es decir al último eslabón de la política
imperialista europea.
EL SWP NIEGA EL DERECHO NACIONAL DE LOS PUEBLOS OPRIMIDOS
En Gran Bretaña se han sucedido una serie de movilizaciones de vanguardia
contra la guerra. Su cabeza dirigente ha sido el Comité por
la paz en los Balcanes. Este comité cuenta entre sus principales
impulsores al ala izquierda del gobierno laborista,
encabezada por el diputado Tony Benn, al Partido Comunista y al
Socialist Worker Party que durante mucho tiempo se declaró antiestalinista.
Este comité se ha caracterizado por exigir el alto a los bombardeos
pero se ha negado a plantear el derecho a la autodeterminación de
los kosovares. En sus manifestaciones han participado los nacionalistas
serbios que reclamaban el Kosovo es nuestro. Tony Benn
ha quedado mal parado cuando en el mismo parlamento la derecha más
reaccionaria y guerrerista se afirmaba en su política pro OTAN con
la excusa de la limpieza étnica y las masacres llevadas a cabo por
Milosevic a la que son sensibles el pueblo británico y de todo el
mundo. Benn ha negado la depuración étnica, sosteniendo que fueron
los bombardeos en exclusividad quienes provocaron la huida de cientos
de miles de albano kosovares y aceptando en los hechos la soberanía
serbia sobre el territorio del Kosovo.
Lo que llama poderosamente la atención es la política del SWP, que
priorizó los acuerdos con la izquierda laborista a cambio de abandonar
todo principio marxista respecto a los derechos nacionales de los
albano kosovares. Pero es en la base teórica de esta corriente donde
están encerradas las consecuencias políticas de su actuación en
la guerra.
Antes de abordar dichas posiciones es necesario aclarar, sin embargo,
que el Comité nunca se pronunció por la derrota de la OTAN, sino
simplemente por el alto a los bombardeos, sembrando
ilusiones y encubriendo con posibles salidas negociadas
la política de Rusia y un sector del imperialismo para que la ONU
juegue un papel independiente. En este punto no hay
grandes diferencias con la política levantada por el SU.
¿Ha existido un problema nacional?
El folleto, Stop the War (publicado por el SWP en abril de 1999)
trata de demostrar que no existía un verdadero problema nacional
en los Balcanes, creado artificialmente por los gobernantes con
el apoyo de occidente. Esto es falso.
Es verdad que las presiones de la economía capitalista agravaron
las desigualdades y que muchos gobernantes buscaron la separación
para dirigirse directamente hacia el mercado capitalista europeo
sin pasar por Belgrado; es el caso de Tudjman y Milan Kucan; es
correcto también que las masas yugoslavas sin distinción de nacionalidad
enfrentaron con agudeza hacia fines de los 80 las políticas fondomonetaristas
implementadas por el gobierno federal y las repúblicas. Pero lo
que no puede negarse, a costa de distorsionar y falsear toda la
historia pasada y presente y darle un sentido completamente distinto
a los hechos mencionados anteriormente, es que el problema nacional
en los Balcanes nunca ha sido resuelto y que afloró desde el mismo
instante en que la crisis del régimen de Tito se hizo palpable,
agudizándose a grados extremos desde el 89. Muchos de los eventos
de la lucha de clases en Yugoslavia fueron al mismo tiempo o se
vieron confundidos en un mismo movimiento con las reivindicaciones
y reclamos nacionales, una forma laberíntica, como decía
Trotsky, de la lucha de clases; ese fue el caso de las grandes manifestaciones
y protestas de los estudiantes y mineros albano kosovares en el
81 y el 89. No es casualidad que Stop the War ni mencione
los reclamos democráticos de los kosovares, desde las mismas revueltas
del año 68, en la que se combinaron la lucha contra los privilegios
de la burocracia en Belgrado (abajo la burguesía roja),
el rechazo a las consecuencias de la crisis económica en todo el
país con una activa participación del movimiento estudiantil, con
reclamos nacionales en el Kosovo. Estas revueltas, aunque no fueron
más allá, reprimidas y silenciadas por el ejército, obligaron a
la burocracia bonapartista a dar concesiones democráticas, reflejadas
en la constitución del año 74 en la que se reconocen derechos legítimos
de los kosovares y se le otorga incluso, como provincia autónoma
de Serbia, el acceso al parlamento federal y el derecho a veto,
igual que la provincia de Voivodina, habitada mayoritariamente por
húngaros. Las movilizaciones y huelgas en el año 81 y los nuevos
levantamientos y enfrentamientos del 89 y 90 contra el quite de
la autonomía por parte de Milosevic, son una nueva expresión de
la exacerbación del conflicto nacional.
Pero el problema nacional se expresó por todos los poros de la estructura
estatal yugoslava, organizada institucionalmente en base a un difícil
e inestable equilibrio en el gobierno federal, el ejército y las
restantes instituciones, cuyo centro de gravitación fue siempre
Belgrado. La aseveración de Stop the War de que en los
años 50 y 60 no hubo conflictos nacionales graves, sería correcta
sólo si con ello no se insinuara que el problema nacional había
sido resuelto por el gobierno de Tito. Pero evidentemente
no sólo no pudo ser resuelto el problema nacional sino que la misma
burocracia gobernante utilizó la carta nacional como instrumento
de la restauración capitalista, en tanto le permitió, mediante una
campaña chovinista agresiva, desviar a otro terreno la lucha contra
los planes del FMI aplicados por ella misma. Pero el SWP ni siquiera
es capaz de comprender este proceso restauracionista y sus consecuencias
para la lucha de clases de estos últimos diez años, porque simplemente
nunca han caracterizado a la Federación Yugoslava, ni a los otros
países del este de Europa ni a la URSS, como estados obreros degenerados
y deformados, sino como un tipo particular de capitalismo conocido
como capitalismo de estado. Lo más extraño de esta teoría
es que un régimen capitalista -de estado- haya podido,
según su criterio, resolver los problemas nacionales en los Balcanes.
En verdad la Federación, basada en un equilibrio de fuerzas nacionales
pudo amortiguar las disparidades y disputas sólo en la medida que
la economía planificada y la nacionalización de las principales
empresas, aún dirigida burocráticamente, logró impulsar en el primer
período el crecimiento económico sacando del marasmo a la economía
devastada por la segunda guerra mundial. La negativa de Stalin a
una federación socialista de los Balcanes impidió su extensión a
Grecia y la crisis con la URSS del año 48 impuso la ruptura con
Albania, lo cual estrechó más aún el marco de su desenvolvimiento
económico. El socialismo en un sólo país practicado
por Josep Tito, asfixió a la economía Yugoslava empujando cada vez
más a la burocracia por el camino de occidente y la restauración
capitalista. De modo que el estrecho marco de la Federación Yugoslava,
encabezada por una burocracia cada vez más ligada al mercado mundial,
no pudo y no podía, resolver la cuestión nacional; al revés, la
agudizó, demostrando si hace falta una vez más la falacia del socialismo
en un solo país. A decir verdad, el régimen yugoslavo ni fue
una cárcel de naciones como lo ha sido el régimen de
Stalin, ni una genuina federación socialista que haya podido resolver
el problema nacional. El SWP al no acertar en la verdadera dinámica
de la Federación, desde su fundación a la salida de la guerra hasta
su crisis y disolución, no puede comprender ninguno de los reales
conflictos nacionales que volvieron a aflorar en el presente.
La política nacionalista agresiva serbia chocó con el interés de
Eslovenia y Croacia de mirar hacia occidente por su propia cuenta.
Pero una cosa fue la política criminal y chovinista de los dirigentes
croatas y eslovenos, y otra muy distinta fue la orientación nacional
de sus pueblos que expresaban en el reclamo nacional un rechazo
al deterioro de las condiciones de vida y la opresión política.
Fue el hecho de que ni los nuevos sindicatos ni otras organizaciones
del proletariado de esas repúblicas, encabezadas por una auténtica
dirección revolucionaria hayan disputado el movimiento nacional
a los burócratas reconvertidos en nacionalistas, el que permitió
que las tendencias chovinistas y reaccionarias llegaran a ser dominantes.
La incapacidad del proletariado croata para darle al movimiento
nacional una salida de clase es la que permitió la limpieza étnica
de los serbios de Krajina y Vukovar. Es verdad que no existía un
problema nacional bosnio, pero este fue creado por la
opresión serbia y sus políticas de limpieza étnica, que empujaron
a Bosnia a declarar la independencia y resistir (al principio defendiendo
el carácter multiétnico de la república) la bota de los opresores
serbios.
El SWP ni siquiera es capaz, entre tanto nacionalismo
de distinguir el que posee un carácter reaccionario del que posee
un carácter progresivo, entendiendo a este último como el que defiende
sus derechos nacionales, sus escuelas, lengua y autogobierno frente
a quien quiere imponer su proscripción.
Este es el motivo por el cual el SWP cree resolver el problema,
si es que lo hay, con apelaciones huecas a la unidad
del proletariado y al socialismo. Pero el socialismo y la unidad
no puede ser impuesto a los pueblos por arriba sino por el convencimiento
de las propias masas. Ha sido un debate largamente discutido el
derecho a la autodeterminación nacional levantado por Lenin contra
las posiciones de Rosa Luxemburgo. No es aquí donde podamos detenernos
en este debate. Sin embargo, como dijo Marx ningún pueblo puede
liberarse a sí mismo si oprime a otro pueblo. De modo que si el
proletariado serbio es incapaz de levantar el derecho a la autodeterminación
de los kosovares, y hasta ahora así fue, no tiene salida histórica
y estará condenado a sufrir las políticas reaccionarias aplicadas
por las camarillas restauracionistas, sean en el futuro milosevistas
o seguidoras de Vuc Draskovic o de quién sea. Este fue el límite
que tuvieron las movilizaciones del año 97 en Serbia al no cuestionar
los reaccionarios acuerdos de Dayton que aseguraban la partición
bosnia y el control forzado del Kosovo.
Si, por otra parte, tampoco el proletariado europeo levanta ese
derecho, no habrá quién llame al orden a la clase obrera serbia.
El SWP negándose a levantar el derecho a la autodeterminación se
coloca objetivamente en el campo opresor. De esta forma la apelación
estéril al socialismo, al revés de combatir al nacionalismo, consolida
al de signo opresor. Las consecuencias son enormes y trágicas. Esta
actitud arroja a los kosovares al campo de los demagogos imperialistas
que han bombardeado con las banderas de la defensa a la libertad
del Kosovo cuyo pueblo no encontró alguna otra fuerza real
que levante sus derechos y al mismo tiempo enfrente las bombas de
la OTAN; le quita a la clase obrera serbia todo programa que facilite
la lucha antiimperialista contra la OTAN sin tener que subordinarse
a los intereses chovinistas restauracionistas de Milosevic y permite
que la clase obrera y la opinión pública mundial sean ganadas por
la propaganda imperialista, dudando si en verdad la OTAN de hecho
no favorecía el regreso y la libertad de los kosovares.
Por último el SWP sin levantar el derecho nacional kosovar no puede
enfrentar realmente al imperialismo y a su propio gobierno socialimperialista;
es que la lucha nacional amenazaba desestabilizar el dominio imperialista
en Europa; un triunfo en Kosovo fortalecía la lucha nacional, por
ejemplo, en Irlanda del Norte contra los reaccionarios acuerdos
de paz impulsados por Blair y Clinton, y en consecuencia facilitaba
la lucha del proletariado inglés contra su gobierno y su burguesía;
favorecía la lucha de la clase obrera contra la Europa de los grandes
monopolios, contra el desempleo, contra los intentos de liquidar
las conquistas sociales, contra el racismo y la persecución a los
inmigrantes. En una palabra, debilitaba a los enemigos directos
de la clase trabajadora.
Movimiento y dirección
Tal vez el reparo más serio que tenga para hacer el SWP a levantar
el derecho a la autodeterminación del Kosovo sea la subordinación
de su dirección, la guerrilla del ELK a la política de la OTAN.
Pero esto es completamente equivocado. Es verdad que la guerrilla
nacionalista pequeño burguesa hoy se ha alineado con la OTAN, e
incluso durante los bombardeos ha hecho llamamientos a que tome
medidas más agresivas contra Serbia como la invasión terrestre.
Es real que a diferencia de lo que sostienen algunos grupos de la
izquierda inglesa el ELK no constituye un factor independiente en
el conflicto4. Pero el proletariado no puede adoptar un programa
en función de los posicionamientos circunstanciales de las direcciones
nacionalistas, al contrario, debe superarlas levantando audaz y
resueltamente el derecho del pueblo a su independencia para que
sea el proletariado de la nación oprimida el que logre ponerse a
la cabeza del movimiento. No es casualidad que el SWP no haga ninguna
mención a la política de Trotsky en Ucrania en 1939. Allí Trotsky
propone una Ucrania Soviética Independiente justamente por que las
direcciones nacionalistas reaccionarias han ido demasiado
lejos, tanto en la Ucrania oriental como en la occidental;
de modo que el método de Trotsky es el inverso al del SWP, por que
no niega la opresión nacional ni se propone enfrentar las tendencias
separatistas reaccionarias con apelaciones a una unidad estatal,
sino que lo hace partiendo de la lucha nacional como motor de la
revolución política contra la camarilla del Kremlin, demostrando
la falsa independencia de los nacionalistas aliados al imperialismo.
Pero el SWP no puede mencionar los escritos del 39 por que debería
reescribir todo lo que dijo durante la guerra e incomodar a sus
socios laboristas y estalinistas del Comité por la paz.
Por lo tanto la política de la dirección del ELK no es impedimento
para levantar el derecho a la independencia, por el contrario, plantea
el problema con mayor agudeza para el proletariado y las fuerzas
revolucionarias .
La autodeterminación nacional
y la Federación Socialista de los Balcanes
Respecto a los escritos de Trotsky de los años 12 y 13
y del programa de la Internacional Comunista en los 20, el
SWP vuelve a equivocarse. En Stop the War se dedica
un capítulo entero a contraponer la República Federal de los
Balcanes5 con el derecho a la autodeterminación. En esos escritos
Trotsky explica que desde el congreso de Berlín de 1879 las grandes
potencias habían impedido la unidad efectiva de los pueblos, divididos
artificialmente por fronteras trazadas en función de los intereses
imperialistas. Allí decía que las fronteras entre los pequeños
estados de la península balcánica no fueron trazadas de acuerdo
a condiciones o demandas nacionales, sino que fueron el resultado
de guerras, intrigas diplomáticas e intereses dinásticos,
los estados que hoy ocupan la península balcánica fueron fabricados
por la diplomacia europea sentada a la mesa del congreso de Berlín
de 1879. ninguna de estas naciones de los Balcanes ha
logrado reunir todos sus fragmentos desparramados. Y al mismo tiempo
todos los estados de los Balcanes
ahora incluyen dentro de
sus fronteras a una minoría compacta que les es hostil. El
principio, Trotsky vio con simpatía la lucha de serbios y búlgaros
por su independencia contra la opresión turca, pero pronto comprendió
que la monarquía serbia era utilizada por el zarismo contra la decadente
Turquía; de esta forma la nación serbia era en realidad, bajo las
banderas del paneslavismo, la punta de lanza de la reacción
rusa. En el conflicto balcánico de aquellos años, la autodeterminación
fue utilizada por las diversas monarquías socias de potencias rivales
que se preparaban para disputar el reparto del territorio europeo
y las colonias mediante la guerra. En esas circunstancias la autodeterminación
no era un instrumento de la lucha de clases del proletariado sino
una consigna demagógica con fines reaccionarios, que al mismo tiempo
negaban al pueblo el derecho a decidir sus fronteras. Trotsky sostenía
la necesidad de la unidad estatal como única forma posible de reunir
los fragmentos desparramados de cada uno de los pueblos
y culturas. De modo que Trotsky no pensaba la unidad estatal de
los Balcanes a lo Milosevic sino por el contrario en
base a su libre disposición.
El contenido unitario de su consigna iba dirigida directamente
contra las disputas interimperialistas que empujaron a las naciones
balcánicas a guerras fraticidas, en vísperas de la primer guerra
mundial, situación que no responde a la actualidad sino solo como
hipótesis hacia el futuro. Pero no se trata aquí de consideraciones
futuras, sino de un programa inmediato que responda a la demanda
concreta de los pueblos oprimidos en esta situación concreta donde
el derecho nacional kosovar ataca directamente el status quo imperialista-burocrático
y por ende es un factor progresivo de la lucha de clases del proletariado.
La consigna de unidad estatal, sacada de la galera de los escritos
de preguerra de Trotsky en circunstancias completamente distintas
para crear confusionismo, es en las circunstancias actuales un planteo
objetivamente en favor del régimen de Milosevic. Hoy la unidad estatal,
es decir la federación socialista, no puede realizarse más que sobre
la voluntad expresa de todos los pueblos, es decir sobre el derecho
de los kosovares a separarse de la federación.
El marxista que no plantee como única perspectiva histórica real
la federación socialista, no es un marxista sino un demócrata vulgar;
de la misma manera quién no levante el derecho de los pueblos oprimidos
a su libre existencia dándole un contenido de clase mediante la
demanda de una república obrera independiente no es un marxista
sino un apologista de las naciones opresoras disfrazado de socialista.
La única vía real para dar pasos hacia una auténtica federación
socialista comienza por el derecho democrático de los pueblos, levantado
en primer lugar por la clase obrera serbia. Fue este el método que
le permitió a los bolcheviques ganar para la revolución a los pueblos
oprimidos por el zarismo. El SWP ha interpretado los escritos de
Trotsky en función de negarse a reconocer el derecho de los albano
kosovares, enfrentando claramente toda la tradición del marxismo
revolucionario y de los planteos muy concretos de la III Internacional,
de Lenin y de Trotsky.
Como no puede negar rotundamente toda la historia del marxismo,
el SWP no deja de reconocer que ese derecho es legítimo, aun que
más no sea en un párrafo sólo y aislado de todo su folleto; pero
lo hace con la intención de desvirtuarlo y transformarlo en su contrario.
Así podemos leer que los serbios deben apoyar el derecho de
los albano kosovares a la autodeterminación, a decidir por ellos
mismos su futuro, y los albano kosovares deben estar en armonía
con los serbios y poner fin a las tensiones étnicas. Nótese
que son las únicas palabras de todo un folleto y de todo lo escrito
durante la guerra sobre los derechos del kosovo, que han sido rechazados
como consigna en la campaña pública contra la guerra. Y sin embargo
qué confusión deliberada, cuantos reparos se le exigen a las masas
para que el SWP se digne a apoyar su reclamo. Ningún ultimátum a
las masas podía modificar el hecho de que el proletariado europeo
debía levantar el derecho a la autodeterminación como precondición
para derrotar a los nacionalistas pequeño burgueses y modificar
la conciencia pro OTAN de las masas desesperadas de todo el Kosovo
y para soldar la alianza entre el proletariado internacional y el
movimiento nacional kosovar, alianza que hubiese permitido un frente
común contra la intervención militar de la OTAN y la opresión de
la burocracia milosevista, es decir contra el status quo imperialista
en Europa. En verdad los redactores de Stop de War han
tratado de encontrar una fórmula de compromiso entre el auténtico
marxismo y sus enjuagues políticos con la izquierda laborista y
el estalinismo inglés.
Por lugares opuestos tanto el SU como el SWP, unos haciendo apelaciones
a la paz y la democracia, otros haciendo apelaciones
estériles a la lucha por el socialismo han rechazado
la unidad inescindible entre los derechos democráticos y el socialismo,
apoyada en la consigna de un Kosovo independiente de los obreros
y campesinos como paso hacia una Federación Socialista, libre y
voluntaria de los Balcanes. Puede notarse que para aquellos que
abandonan el programa marxista, que está basado en los intereses
históricos del proletariado internacional, la relación entre los
derechos democráticos de las nacionalidades oprimidas y la lucha
por el socialismo proletario son un misterio guardado bajo siete
llaves.
PO: UN GIRO PRAGMÁTICO
A CONTRAMANO DE SU TEORIA
Y SU PROGRAMA
Otra de las organizaciones que se reclaman trotskistas, esta vez
el Partido Obrero de Argentina, ha sostenido por muchos años una
caracterización emparentada con las que hoy plantea el SWP y ha
caído en sus mismas contradicciones, poniendo un signo igual entre
naciones opresoras y oprimidas.
Sin embargo a poco de comenzar la guerra, comenzaron a virar y reconocieron
por primera vez el derecho a la autodeterminación del Kosovo. Más
allá que las presiones de la opinión pública puedan haber favorecido
este nuevo posicionamiento, lo cierto es que ha sido un giro pragmático,
sin explicación alguna, sin ninguna revisión de la teoría y el programa
que mantuvieron por años. De modo que no constituye un giro convincente
y está destinado a fracasar, pues no se asienta en ninguna base
sólida.
En el año 92 Altamira sostenía que el PO está por la desintegración
de la Unión Soviética y por la unión socialista de Yugoslavia, porque
para el PO la cuestión nacional no es un problema económico
ni étnico
sino histórico, y más adelante sostenía: No
hay un enfrentamiento nacional en Yugoslavia sino una guerra de
aparatos armados, de cliques armadas, de fracciones burocráticas,
casi todas originadas en el Partido Comunista y en el ejército,
tanto en Croacia como en Serbia y en las demás repúblicas6.
Eslovenia es etnicamente pura de modo que allí no podía
ni plantearse el problema como rivalidad étnica; Bosnia se vió obligada
a luchar, como ya lo explicamos, y lo hizo en primer lugar bajo
la defensa de una Bosnia Multiétnica. Fue la burocracia de Milosevic,
con su proyecto de una Gran Serbia, la que utilizó las líneas étnicas
para partir Bosnia, y fue el imperialismo, bajo la cobertura de
la ONU la que por años permitió la limpieza de poblaciones como
en Srebrenica y obligó al ejército bosnio a subordinarse a Croacia
y disponer de las poblaciones musulmanas. En el Kosovo la lucha
nacional llevaba más dos décadas de lucha abierta, aún antes de
la disgregación de la antigua federación. De modo que Altamira pone
un signo igual entre, por ejemplo, Serbia, Bosnia y Kosovo, y confunde
las aspiraciones de las masas con la política de sus gobiernos,
negando el carácter democrático nacional de los reclamos separatistas.
Otra equivocación frecuente del PO ha sido caracterizar, igual que
el SWP, como guerra fraticida al conflicto nacional
en los Balcanes. Ya hemos mencionado que durante todos estos años
el eje del conflicto no ha estado en las rivalidades azuzadas por
uno y otro bando imperialista creando artificialmente
problemas nacionales en vísperas de una guerra interimperialista
por los mercados, sino en el resurgir de los mismos producto de
la descomposición de la Federación.
El giro inesperado del PO reconociendo el derecho a la autodeterminación,
es sin dudas un paso progresivo, pero niega por completo todas y
cada una de sus caracterizaciones realizadas durante muchos años.
Sin ir más lejos el PO en una fecha tan próxima como el 25-6-98
se negaba a otorgar al pueblo kosovar el status de nación oprimida,
a la que puso al mismo nivel que Serbia, es decir su opresora. El
derecho de los pueblos a su autodeterminación nacional está planteado
para los albaneses de Kosovo pero también para los serbios, los
Bosnios, los Montenegrinos, para todos los pueblos de los Balcanes.
En consecuencia, sólo puede efectivizarse si todos los pueblos reconocen
mutuamente su derecho
en el terreno de la lucha común contra
el imperialismo y todos los regímenes reaccionarios y por su unidad
en una entidad estatal única, federal y democrática7. Lo que
equivale a negar en forma elegante su derecho, por que
si el mismo es aceptable sólo en el marco de una entidad estatal
única, pues entonces se les niega ese derecho, toda vez que los
albano kosovares han planteado con claridad su deseo de separarse.
El PO le concede el derecho a la separación solo a aquellas naciones
que se mantengan unidas, es decir
a las que no se separen.
El régimen Serbio también es capaz de conceder ese derecho a todas
las repúblicas, incluso aún figura en la constitución federal; con
la condición
de que no se separen. Este planteamiento del
problema por parte del PO lo ha dejado colocado objetivamente, durante
mucho tiempo, en el campo del nacionalismo opresor, es decir de
Milosevic.
A los 10 días de guerra su postura, para bien, cambió radicalmente,
aunque los lectores de Prensa Obrera deben tener, ellos también,
el derecho a saber sobre qué bases teóricas y programáticas se ha
realizado esta revisión.
EL PROBLEMA NACIONAL EN LOS BALCANES ES HOY UNA PRUEBA DE FUEGO
PARA EL MOVIMIENTO MARXISTA
La cuestión nacional en los Balcanes, como vimos, no fue creado
artificialmente por EEUU y Europa; resurgió con toda
fuerza como producto de la descomposición del estado obrero deformado
yugoslavo. La restauración capitalista de la ex federación Yugoslava,
un proceso que lleva más de 10 años, ha dislocado todas las relaciones
sociales y el frágil equilibrio nacional. El estallido de los Balcanes
y las guerras civiles con cientos de miles de muertos y desplazados
es una consecuencia directa por un lado de la incapacidad del socialismo
en un solo país de la burocracia del Mariscal Tito por resolver
integralmente el problema nacional y del otro del avance de la restauración
capitalista.
Las políticas del FMI llevaron en los 80 a una deuda externa de
más de 20 mil millones de dólares. La burocracia restauracionista
creó mecanismos de confiscación y empobrecimiento de las masas para
cumplir los compromisos externos. La crisis capitalista provocada
por el agotamiento del boom de posguerra recayó sobre las economías
de los estados obreros degenerados y deformados desquiciando aún
más las relaciones internas y agravando las desigualdades desde
mediados de los años 60. La resistencia obrera (en el año 1988 la
clase obrera yugoslava llegó a realizar 2000 huelgas contra el gobierno)
fue desviada con el recurso nacionalista chovinista. Sobre esta
base los problemas nacionales no resueltos por la burocracia de
Tito afloraron tanto en sus formas defensivas como agresivas que
llevaron a guerras civiles con cientos de miles de muertos durante
10 años.
Para las fuerzas que se reclaman revolucionarias se imponía ante
todo una caracterización justa y un programa adecuado para que el
proletariado pueda intervenir oponiendo sus intereses al de las
fuerzas imperialistas y burocráticas. Para ello, la historia de
la lucha de clases en el último siglo y las enseñanzas del marxismo
debían ser una guía adecuada para hallar una respuesta a la situación
actual. Lamentablemente no lo fueron. Como vimos, muchas de estas
organizaciones contrapusieron falsamente la lucha por el socialismo
y el internacionalismo con el derecho a la autodeterminación. Pero
los intereses históricos de la clase obrera parten de la liquidación
absoluta y definitiva de todas las formas de opresión, racial, nacional,
etc. que no son más que subproductos de la sociedad de clases. En
la época imperialista la capacidad de resolver íntegra y efectivamente
las tareas democráticas, agrarias y nacionales pendientes de los
pueblos colonizados, sojuzgados y oprimidos pasa total y definitivamente
a manos del proletariado. De modo que la lucha de los campesinos
sin tierra, de los pueblos pobres, de las razas y las naciones oprimidas,
es decir de todas las clases y capas explotadas por la sociedad
capitalista son aliados inevitables, fundamentales, de la clase
obrera que lucha por su emancipación. Sin su concurso es inconcebible
la revolución proletaria. Así como no podía ni pensarse la revolución
del 17 sin la alianza obrera y campesina, y sin la alianza con las
naciones alógenas oprimidas durante siglos por el zarismo, tampoco
hoy es concebible la revolución europea contra las burguesías imperialistas
y las burocracias restauacionistas sin la alianza revolucionaria
de la clase obrera y los pueblos oprimidos de los Balcanes.
Por supuesto que para la clase obrera el derecho a la autodeterminación
no es un principio en sí. Al revés que para los demócratas pequeño
burgueses, el derecho a la autodeterminación, así como todas las
reivindicaciones democráticas, no son un absoluto, sino la manifestación
concreta de la lucha de clases en un momento determinado, que debe
ser encaminada hacia el enfrentamiento directo contra la dominación
imperialista capitalista. Cualquiera de estas reivindicaciones puede
ser utilizada, y lo ha sido en el pasado, por la burguesía, como
forma de engañar a los trabajadores y desviar su lucha, como un
instrumento de la reacción contra la revolución proletaria (Asamblea
Constituyente en la Alemania del 18, independencia de Georgia
en la guerra civil del 18, independencia de Polonia
en el 20). Por eso toda reivindicación democrática debe estar subordinada
a la lucha revolucionaria de los trabajadores, y debe ser apoyada
y tomada en sus manos en la medida en que es una herramienta de
la lucha de clases contra la burguesía, en la práctica, el
proletariado sólo puede conservar su independencia si subordina
su lucha por todas las reivindicaciones democráticas
a su
lucha revolucionaria por el derrocamiento de la burguesía8.
Es en ese sentido que los marxistas han impulsado todo movimiento
nacional o democrático, es decir, como expresión y al mismo tiempo
instrumento de la lucha de clases.
Con la consigna del derecho a la autodeterminación sucede lo mismo
que con cualquier otra consigna democrática, o se transforma en
un ariete para la intervención activa de las masas hacia el enfrentamiento
con la burguesía y la toma del poder, o, utilizada demagógicamente
por el imperialismo sirve de vehículo a la contrarrevolución. En
el conflicto balcánico o dicha consigna se transformaba en la bandera
del proletariado europeo para socavar el régimen capitalista y los
gobiernos restauracionistas o sería utilizada deformadamente (amplia
autonomía, rechazo a la limpieza étnica) para imponer con
un discurso humanitario una paz contrarrevolucionaria
en la región, fortalecer el dominio imperialista e imponer un protectorado.
La lucha del pueblo albano kosovar por su independencia era objetiva
e indiscutiblemente una lucha revolucionaria contra la opresión
del régimen restauracionista de la burocracia serbia, es por ello
que todas las alas del imperialismo y la burocracia se han opuesto
por todos los medios a su independencia. El imperialismo ha venido
sosteniendo por sobre todas las cosas la necesidad de la estabilidad
política de la región, defendiendo las fronteras estatales como
vehículo de la restauración capitalista y de la estabilidad europea.
Por eso fue y es rechazada por todos los actores del conflicto.
El imperialismo, y no sólo el norteamericano, permitieron la limpieza
étnica serbia sobre los escombros de la Bosnia multiétnica, apostando
a la estabilidad de la región primero en Belgrado y luego en Belgrado
y Zagreb. Los acuerdos de Dayton garantizaban estrictamente a Milosevic
el control del Kosovo.
Durante meses toleró la represión Serbia en la provincia mientras
crecía la guerrilla separatista. Pero cuando esta amenazó desestabilizar
no sólo al régimen de Belgrado, sino al conjunto de los países balcánicos,
incluida Grecia y Macedonia, el imperialismo tomó cartas en el asunto,
obligando en Rambouillet, a través de enormes presiones, a la capitulación
de la dirección del ELK. La intervención de la OTAN buscaba frenar
a Milosevic, que con su política Gran Serbia, empujó a la resistencia
nacional y al levantamiento de las masas kosovares, desestabilizando
el status quo en la región.
La independencia del Kosovo hubiera implicado la desestabilización
de los acuerdos de Dayton, el rediseño de todas las fronteras y
un impulso para todas las naciones oprimidas, Kurdos de Turquía,
Vascos, Irlandeses o palestinos. Habría dado un golpe fenomenal
a la maquinaria burocrática y restauracionista de Milosevic y con
ello abría la posibilidad del derrocamiento revolucionario del régimen
a manos de la clase obrera Serbia y no de los bombardeos de la OTAN,
cuyo triunfo permitirá al imperialismo esclavizar con dobles cadenas
a las masas Yugoslavas. Hubiera permitido darle un golpe fenomenal
a los gobiernos social imperialistas de Europa y favoreciendo la
lucha de la clase obrera. En síntesis, el derecho a la autodeterminación
nacional era un motor de la lucha de clases del proletariado y las
masas pobres de Europa.
De la misma manera desde el punto de vista puramente económico no
es viable la independencia real de un pequeño estado en la época
imperialista basado en el dominio del mercado mundial por los grandes
monopolios y un puñado de grandes potencias. Una auténtica independencia
nacional, sólo podría estar basada en la independencia económica
y por lo tanto en la ruptura con el imperialismo, el FMI y las burocracias
restauracionistas, la liquidación de las mafias y el mercado negro,
el control de la economía por parte de los obreros y campesinos
y llevaría a la formación de Consejos de obreros y el armamento
de las masas. En otros términos, una auténtica independencia del
Kosovo sólo era capaz de consumarse como revolución socialista.
Por eso sería equivocado, como hacen muchos internacionalistas
tomar la inviabilidad económica para desprender de ella la inutilidad
de la lucha nacional; por el contrario, de ello se desprende que
sólo puede ser efectivizada mediante la lucha revolucionaria y la
dictadura del proletariado y no mediante enjuagues diplomáticos
o llamamientos estériles a la paz y a la unidad.
El derrocamiento del régimen milosevista a manos de la clase obrera
podía constituirse en el inicio de la revolución europea. La lucha
nacional jugó en los hechos como el disparador de un movimiento
de masas contra el régimen opresor. Frente a los pacifistas incurables
que vienen lamentándose del reverdecer de las luchas nacionales
como un movimiento retrógrado a contramano de la internacionalización
del capital, nosotros sólo podemos lamentar que este movimiento
haya tomado fuerza cuando aún la clase obrera de los Balcanes y
de toda Europa es incapaz de ponerse al frente de la misma y de
utilizarla en su lucha contra la dominación imperialista, es decir,
cuando la clase obrera es aún impotente para darle a las reivindicaciones
democráticas una salida de clase que les permita dirigir sus golpes
contra su propia burguesía.
Lenin criticó agudamente a quienes creían que la revolución era
un fenómeno en que todos los obreros de diversos países, ajustando
de la misma manera y al mismo ritmo sus conciencias, se lanzan con
las ideas puras del socialismo y el internacionalismo, a la lucha
revolucionaria. Es que la revolución social es un fenómeno vivo,
dinámico, que arrastra consigo al movimiento revolucionario del
campesinado, de las clases urbanas arruinadas, y de explosiones
revolucionarias de los pueblos oprimidos, con todos sus prejuicios
nacionalistas y pequeño burgueses. En muchos casos, levantamientos
revolucionarios son iniciados por otras clases mediante reivindicaciones
democráticas o nacionales y permiten a la clase obrera constituirse
en el centro aglutinante de la lucha de todas las masas, - sin ellas
la revolución es imposible-. La revolución en Europa será un levantamiento
revolucionario de todas y cada una de las capas explotadas y oprimidas
con intereses e ideologías diferentes. Pero atacarán objetivamente
las bases del régimen capitalista, y por lo tanto serán una fuerza
aliada imprescindible para el proletariado.
De lo que se trata es de que éste sepa ganarse el apoyo firme de
sus aliados en la lucha por el poder. Pero para ello es necesario
que haga suya la lucha por el derecho nacional, del mismo modo que
la clase obrera rusa, bajo la dirección de los bolcheviques, hizo
suya las reivindicaciones agrarias y nacionales de millones de campesinos.
Con la cuestión nacional pasa lo mismo que con la agraria; si el
programa de la clase obrera rusa era la colectivización del campo,
este no podía lograrse sino mediante la reivindicación del programa
campesino pequeño burgués como condición política (alianza obrera
y campesina) para lograr el apoyo a los soviets, precondición para
una futura colectivización del campo. De la misma forma, si el programa
de la clase obrera es abolir las fronteras nacionales, es precondición
para esto el apoyo incondicional del proletariado al derecho de
autodeterminación de las nacionalidades oprimidas. Sólo mediante
la resolución efectiva de las reivindicaciones democráticas, puede
el proletariado, ganar la confianza de las masas, tomar el poder
y dar pasos en la realización del socialismo. Una federación socialista
de los Balcanes sólo podrá ser conquistada sobre la base de la confianza
y la solidaridad mutua de la clase obrera y las masas de la región,
lo cuál le impone al proletariado serbio la obligación de defender
y luchar contra su propio gobierno por el derecho a la autodeterminación
de los albano kosovares. ¿Cómo se puede pretender aglutinar a los
pueblos de las naciones oprimidas, aliadas del proletariado, si
este no es capaz de levantar su derecho a la separación estatal
y se les ofrece a cambio apelaciones huecas a su deber de unirse
con la clase obrera serbia que ellos perciben como cómplices de
la opresión política? No levantar este derecho significa negar desde
el comienzo la tarea de la alianza revolucionaria de la clase obrera
y los pueblos oprimidos, y por lo tanto abjurar de la revolución;
es empujar en los hechos a las naciones oprimidas al campo de la
reacción entregándole las banderas democráticas a los demagogos
imperialistas como hemos visto desgraciadamente en el Kosovo. Significa
en los hechos ser un socialista y un internacionalista
sólo
de palabra.
En el conflicto balcánico era evidente que el pequeño pueblo kosovar
no podía actuar como fuerza revolucionaria independiente en la arena
mundial. Debía inevitablemente oscilar entre las grandes clases
sociales, entre el imperialismo y la clase obrera. Pero podía transformarse
en el disparador de la lucha de clases europea; para los marxistas
la lucha nacional kosovar no era una desgracia, sino una oportunidad
revolucionaria que debía ser utilizada. El resultado fue un importante
triunfo imperialista, aunque a un alto costo, el establecimiento
de un protectorado que niega todo derecho nacional, un fortalecimiento
de los gobiernos verdugos de los trabajadores y una crisis descomunal
en Serbia que deberá ser pagada por la clase obrera yugoslava. La
clase obrera europea, que depositó confianza en los gobiernos socialdemócratas,
deberá aprender de sus errores. Pero la crisis brutal que hoy atraviesa
la clase obrera no le otorga impunidad, a quien se se reivindique
un revolucionario proletario, para apoyar salidas reaccionarias
como la de la ONU, renegar de la lucha democrática y nacional como
instrumento de la lucha de clases o sustituir la intervención proletaria
independiente por variantes nacionalistas pequeño burguesas.
Una política revolucionaria debía partir de llamar a intervención
autónoma del proletariado para derrotar la intervención de la OTAN,
desestabilizando a las fuerzas imperialistas en los Balcanes y levantar
el derecho a la autodeterminación nacional contra el status quo
imperialista y el régimen reaccionario de Milosevic. No puede considerarse
como revolucionaria a la política que diciendo luchar por el socialismo
no supiera o no quisiera aprovechar la lucha nacional kosovar para
ampliar y extender la crisis del régimen imperialista y facilitar
la acción decidida del proletariado. Del mismo modo no puede considerarse
como revolucionario un programa que contenga el derecho a la autodeterminación,
pero excluya del mismo la lucha por la dictadura del proletariado
y la extensión de la revolución a los Balcanes y a toda Europa;
esta ha sido la posición de diversos grupos que separaron la lucha
democrática de la revolución proletaria, renegando en los hechos
de esta última.
Un Kosovo independiente de los obreros y campesinos es la única
consigna que responde al interés de la clase obrera internacional
en lo que concierne al conflicto nacional presente. El único camino
real hacia el derrocamiento de la burocracia restauracionista y
de la federación socialista libre y voluntaria de los Balcanes.
Esto implica en primer lugar el retiro de todas las tropas de la
OTAN y Rusia de los Balcanes y el libre derecho a la autodeterminación
nacional.
Notas:
1. Le Monde Diplomatique, Mayo de 1999.
2. Del Kosovo a la Europa de los Generales, Christian Picquet, Rouge
7-6-99
3. Comunicado de prensa LO-LCR, 1º de Abril de 1999.
4. Sobre esta base, estas corrientes dieron un apoyo crítico
al ELK, deslizándose -más allá de sus intenciones- peligrosamente
al campo guerrerista del imperialismo, ya que esta dirección
nacionalista por su política pro imperialista no sólo legitimó la
intervención de la OTAN, sino que pedía la invasión terrestre a
Yugoslavia. Los combatientes del ELK colaboraron con las fuerzas
militares de la OTAN, como reconocieron tanto los aliados como los
propios miembros del ELK, por ejemplo brindando información sobre
posibles blancos dentro de Kosovo. Este fue el caso de la LRCI con
la cual nuestra corriente polemizó durante la guerra, en el periódico
del PTS de Argentina, La Verdad Obrera.
5. Vale aclarar que por esta fecha, 1912 y 1913, Trotsky aún no
aplica el método de la revolución permanente más que para Rusia,
y por lo tanto no le da a la federación un carácter socialista,
sino democrático burgués encabezado por la clase obrera.
6. Idem.
7. Balcanes, autodeterminación nacional y unidad socialista,
Luis Oviedo, PO Nº 590, 25-6-98.
8. La revolución socialista y el derecho de las naciones a
la autodeterminación, Lenin, 1916.