Estrategia Internacional N° 13
Julio/Agosto - 1999

Chile
El “país modelo” comienza a hacer agua
 
Por Ana López, Julio Sorel y Gonzalo Tapia desde Chile
 

Chile está entrando en el fin de un ciclo. Todo lo que parecía seguro y “consolidado”, comienza a resquebrajarse. Hasta ayer se presentaba su economía como la del “jaguar latinoamericano” y se cantaban loas al “milagro económico”. Se mostraba con orgullo la estabilidad de su régimen político, de “transición pacífica” hacia la “democracia”, pactada con el mismo Pinochet, con sus senadores militares vitalicios, entre ellos el mismo ex dictador.
La crisis de la “democracia blindada” encabezada por el régimen de la concertación, que se hizo evidente con la asunción de Pinochet como senador vitalicio y se agravó con su arresto en Londres, en lo inmediato parece aplacada con el triunfo del socialista Ricardo Lagos como candidato presidencial del conglomerado de gobierno, encaminándose hacia las próximas elecciones presidenciales. Sin embargo profundas tensiones recorren al país y sus clases. Hoy, asistimos a una crisis económica que muestra el fin del mito del “jaguar” latinoamericano. Y sobre esta base, se está resquebrajando el esquema de dominación de la Concertación, la “democracia protegida” que sustentaba los consensos e impedía que nada se le escapara por derecha o izquierda. Estos dos hechos están comenzando a conmover las relaciones entre las clases y la vida política del país.

1- El triunfo de Lagos y los temblores en el régimen

Tras meses de inestabilidad política que sacudieron al régimen de la Concertación por el “caso Pinochet”, se puso en marcha un intento de “reconciliación nacional”, que sería posible tras conocer la “verdad” de los crímenes de la dictadura y el “destino de las víctimas”. A este carro también se subió el imperialismo ofreciendo sus “archivos desclasificados”. Como la resolución que le dio la justicia británica al arresto de Pinochet, que sólo lo considera un criminal después de finalizada la dictadura, porque el gobierno británico había reconocido a este genocida como un legítimo “jefe de estado”, lo que verdaderamente desnudan estos archivos de la CIA y el Departamento de Estado de Estados Unidos es la profunda colaboración de las “democracias imperialistas” con la dictadura de Pinochet, una de las más sangrientas de América Latina.
En este marco y en medio de una brutal recesión económica, y una situación de crecientes luchas sociales, de estudiantes, mapuches y trabajadores, todo pareciera continuar su “curso normal” hacia las próximas elecciones presidenciales. Es así que el 30 de mayo, tal como se había anunciado, se realizaron las elecciones primarias para definir el candidato de la Concertación, el conglomerado de partidos gobernantes, compuesto por la Democracia Cristiana (DC), el Partido Socialista (PS), el Partido Radical Socialdemócrata, y el Partido por la Democracia.
Por primera vez en los diez años de gobierno de la Concertación, donde los candidatos presidenciales habían sido siempre de la DC (Alwin primero y el actual Frei Ruiz Tagle) se decidió a convocar a elecciones primarias. Ricardo Lagos, del PS, obtuvo el codiciado puesto. Sobre 1.381.326 votantes, un 13,5% del padrón electoral total, Lagos obtuvo el 71,34% contra el 28,66% de Zaldivar, el candidato de la DC. La Concertación avanza así su lado “izquierdo” para hacer frente a una situación política que ha cambiado. El mismo PS, que se esforzó como nunca por obtener la libertad del “general”, planteó en esta campaña electoral que revería los cargos de los senadores vitalicios y designados, reservados a las fuerzas armadas y de seguridad.
El triunfo resultó impactante, más aún teniendo en cuenta que la derecha (los partidos Renovación Nacional (RN) y la Unión Demócrata Independiente (UDI)), han conformado su propio conglomerado, la Alianza por Chile, que llevará como candidato a Joaquín Lavín. La derecha chilena defiende sin tapujos toda la “obra” del general, inclusive los más crueles actos genocidas.
El resultado es que esta derecha recalcitrante se enfrentará con el candidato del PS. Las imágenes de la época de la Unidad Popular se desparramaron por todos los medios de comunicación, intentando crear temor en la población.
El triunfo del PS y la derrota de la DC, el principal partido burgués de los últimos 25 años, pilar del régimen de la Concertación, expresa los profundos cambios de la situación política que vienen desarrollándose.
El primer efecto de envergadura es la crisis de la DC. “El fantasma de lo que fue y es el Partido Radical tiende su sombra”(1). Pero la importancia de la DC es mayor de lo que fue la del PR: “Si se debilita el PDC, se debilita el sistema de partidos”.
En palabras de dirigentes demócrata cristianos de las regiones “hizo notar que la gente creyó más en el discurso de cambios de Lagos que en los planteamientos de mayor gobernabilidad del país que hizo Zaldivar” (2) . Al mismo tiempo le exigen posicionarse nuevamente ante sus votantes tradicionales de clase media, un sector extremadamente golpeado por la crisis económica actual.
A su vez, el primer discurso de Lagos fue en medio de un “caluroso recibimiento que le brindaron a Hortensia Bussi de Allende y en las consignas de “el pueblo unido jamás será vencido... Así, los pobres, los jóvenes, las mujeres fueron particularmente aludidos por Lagos” (3).
Una explicación marxista de estos realineamientos políticos, debe ser capaz de mirar por debajo de las apariencias de que lo más probable es que el próximo presidente de Chile sea otro candidato de la Concertación, aunque con predominancia del PS.
La explicación de estos rápidos cambios en la situación del régimen político deben entenderse por las modificaciones moleculares al interior de las clases y en la relación de fuerzas entre las clases, que se expresan fundamentalmente, aunque no únicamente, en este proceso de realineamiento de los partidos y de temblores en el régimen tal como lo conocíamos hasta ahora.
Estas modificaciones y la creciente polarización social que expresan, tienen su base objetiva en la profunda crisis económica que ha herido seriamente al “milagro chileno” (ver recuadro), base de sustentación del régimen de “democracia blindada”. La preocupación de la burguesía pasa por la necesidad de definir un nuevo curso para la economía y para el país, que no deje en el aire la “obra” del “general”, y asegure mantener el esquema de dominación.
La preocupación de los trabajadores y el pueblo pobre son otras: “el 75% de la población ve con pesimismo la situación económica del país, nivel que no se observaba desde 1986” (4). En 1997, el 67,9% tenía expectativas positivas. El temor de una baja en los ingresos llega al 75%, el temor de quedar cesante llega al 50%, seguido por el temor al quiebre de la empresa en la cual trabaja, que alcanza el 38% (5).
Por su parte, el gobierno de Frei está atravesando una importante crisis. Su debilidad es evidente para las clases en su conjunto. En los últimos días ha anunciado, junto con su plan “expansivo”, un cambio en su gabinete para afrontar las principales dificultades del fin de su mandato: la recesión, el caso Pinochet, el problema de los derechos humanos y los conflictos sociales.
Las tentativas de la burguesía para superar “el fin de la transición”, se aceleran con las discusiones sobre la eliminación de los senadores constitucionales, tribunales militares, COSENA, etc. El darle aire a los tribunales para procesar a algunos militares emblemáticos es un intento de quitar del medio los aspectos más irritantes del régimen para poder mantener lo esencial, la vieja política de “cambiar algo para que nada cambie”. Sin embargo, este recurso puede tornarse también un elemento de inestabilidad tanto por derecha como por izquierda, y ya está desencadenando roces importantes entre las Fuerzas Armadas y el régimen de la Concertación. En síntesis, la “fórmula” actual que están persiguiendo es la de un “acuerdo nacional” para imponer un punto final de hecho. La herida abierta para los trabajadores y el pueblo que significa la impunidad de los genocidas de la dictadura, los escandalosos esfuerzos por “traer a casa” al chacal, está siendo reabierta justamente por quienes quieren sepultarla en el olvido. Las profundos problemas democráticos, como dijimos, han sido instalados en el centro de la vida política nacional, y emergen ante el resquebrajamiento en el régimen y la necesidad de sus partidos, que los han transformado en prenda de negociación política, para cerrar esta forma de dominación que ya no responde a la situación política y de las clases actual.

2- El régimen se resquebraja y los partidos se preparan para una nueva situación

En este marco, la DC no está abandonando el escenario político, sino que se prepara para “tareas de Estado”, aunque sea desplazado como eje de su gobierno: “hay quienes en la DC dicen que el gran aporte del partido está en contribuir a la identidad valórico-cultural del país, proporcionándole el necesario contrapeso frente a visiones materialistas-liberales o marxistas- que quieran llevar a la sociedad a opciones extremas” (6).
Las “opciones extremas” son el futuro más temido de la clase dirigente chilena. La tendencia a la polarización social es un factor actuante en la vida política nacional y sobre ello están reacomodándose los partidos.
El esquema de dominación de la Concertación, la democracia “protegida” o “blindada” que sustentaba los consensos y que nada se escapara por derecha o izquierda, está resquebrajándose. Aunque las formas -un gobierno concertacionista- se mantengan por un período, las relaciones de fuerzas entre las clases se están modificando subterráneamente, como todos los reacomodamientos en los partidos lo están demostrando. El viejo Chile de los tres tercios, es decir, de los enfrentamientos y lucha de clases abierta, está comenzando a asomar nuevamente.
La profunda crisis de la DC, eje y pilar del régimen concertacionista, acelera el resquebrajamiento del régimen de la Concertación.
El temor es explícito: “La perspectiva de que el futuro gobierno quede en manos del primer socialista después de Allende y que el arrastre izquierdista que un desenlace presidencial favorable para él puedan significar ... podría hacer que el descenso de la DC del domingo tenga una proyección política aún de mayor alcance” (7) .
Más abiertamente, para el reaccionario comentarista Hermogenes Perez de Arce, las promesas de “cambio” de Lagos, de “otro Chile”, de que “no le gusta la sociedad donde muchos tienen poco y pocos tienen mucho”, resulta peligroso. “¡Qué exagerado es Hermogenes! ¿cuándo ha dicho Ricardo que va a confiscar empresas? Pero eso es lo que la masa cree al oírle que va a cambiar esa sociedad para que no siga habiendo pocos que tengan mucho” (8).
De todos modos el PS es consciente de esto también, por eso “diseñó su campaña totalmente apegada a la Alianza, es decir, a la DC. Lo anterior también se afinca en la convicción de que el liderazgo de Lagos alcanza su mayor despliegue dentro de los marcos de la Concertación, y su viabilidad depende esencialmente de que la DC apoye su candidatura y participe activamente en el diseño de su Campaña” (9) .
El efecto contradictorio, es que por un lado, probablemente las expectativas depositadas en esta candidatura lentifiquen la progresiva recuperación de la lucha de clases, pero por otro, las masas perciban que, con Lagos a la cabeza, asuma un gobierno más presionable.
En este marco se monta el PC para desatar luchas de presión, como un anunciado paro nacional para fin de año. La diferencia sustancial con luchas de este tipo en el pasado es que, en esta situación general, rápidamente se les puede escapar de las manos. Al mismo tiempo que la DC, el resto de los partidos intentan prepararse para una nueva situación.
En primer lugar el Partido Militar. Es en este sentido que, de un lado, tras el viaje del comandante en jefe del Ejercito Izurieta a Londres, se señala que espera “poder volver a Santiago a dedicarse a su plan de desvincular a la entidad del pasado y centrarla en su desarrollo meramente institucional”(10). La vieja política de las “FFAA profesionales”, preparadas y legitimadas para reprimir e intervenir en el momento adecuado. Complementariamente, realiza cursos de formación interna intentando preparar y reagrupar cohesionadamente a todo el Ejército con ese fin: “Reuniones que realzan el Gobierno militar... El propósito es grabar a fuego en las generaciones de oficiales que no vivieron el régimen militar temas que el alto mando interesa que no se olviden... Por el momento eso reemplaza otras acciones” (11).
Por otro lado, la derecha busca extender su base social con un discurso conservador populista. Con su candidato Lavín y “su reiterativo discurso de que lo único importante es resolver los problemas cotidianos de la gente... mostrarse como un hombre de consensos... no aparecer identificado exclusivamente con los sectores de derecha y empresariales” (12). O las declaraciones de Espina, presidente saliente de RN que “reconoció que quedan cuestiones pendientes, siendo la más importante de ellas avanzar hacia una derecha moderna y democrática como las que se conocen en Europa. Indicó que la chilena ha sido reaccionaria frente a los perfeccionamientos institucionales y además ha aparecido ausente en los temas de las libertades personales y pasiva frente a los temas de la justicia social” (13) .
Las posibilidades de reubicarse de los partidos del régimen, tanto de los explícitamente defensores de la herencia de la dictadura como RN y la UDI, como los “democráticos” de la Concertación que la supieron conservar, está dada porque lo más retrasado en esta situación viene siendo la clase obrera, aunque en un marco de un lento redespertar de la lucha de clases. Las posibilidades de que el régimen tal como está obtenga una sobrevida no vendrán de su fortaleza interna, sino de que la clase obrera logre intervenir o no con todo su peso en la escena política nacional. Las duras condiciones impuestas por la crisis económica y el rol de sus direcciones, esencialmente el PC, que dirige actualmente la CUT, la única, aunque débil, organización nacional de los trabajadores chilenos, son los principales factores que retrasan la intervención de la clase obrera.

3- El PC: principal obstáculo para la intervención independiente de la clase obrera

La gravísima crisis económica, la debilidad del gobierno de Frei, los realineamientos entre los partidos y a su interior, la profunda crisis del PDC, el abrumador triunfo del candidato “socialista” sobre el democratacristiano, los enfrentamientos cada vez más abiertos entre las FFAA y los partidos de gobierno en torno a Pinochet y los crímenes de la dictadura, creando la posibilidad de que se cuelen entre estas rendijas luchas abiertas de sectores de masas. Las luchas del pueblo mapuche, por momentos violentas y extendidas, por el derecho a la tierra, sobre la que resurgen y cobran fuerza sus justas y ancestrales reivindicaciones como nación oprimida, y las importantes luchas que vienen desarrollando los trabajadores portuarios, son una muestra de esto.
Los estudiantes universitarios protagonizaron una importantísima lucha durante más de cuarenta días que envolvió a más de 60.000 estudiantes de unas 25 universidades del país, en protesta por la situación que pone a muchos estudiantes de no poder continuar sus estudios, debido al impacto de la recesión sobre los ingresos de familia que ya no pueden costear los estudios en una universidad completamente arancelada. Esta reemergencia del movimiento estudiantil, tiene una enorme importancia sintomática, ya que el estudiantado actúa como caja de resonancia de las contradicciones del conjunto de la sociedad, ilustrando el cambio del estado ánimo de las clases sociales en particular las capas medias.
Las condiciones objetivas para la intervención de la clase obrera están planteadas: el fin del “milagro económico” y el resquebrajamiento del régimen de la Concertación.
Es cierto que la heroica clase obrera chilena tiene que remontarse sobre su situación actual, heredada directamente de la dictadura y conservada por los gobiernos de la Concertación. Baste decir que el derecho de huelga está reconocido pero restringido de tal manera que se hace casi imposible recurrir a este método de lucha: legalmente, la patronal puede contratar trabajadores en reemplazo de los huelguistas desde el primer día de la huelga, y con más de 800.000 chilenos desocupados se sabe que ésta no es tarea difícil. Por otro lado, las negociaciones colectivas están restringidas, y sólo en algunos casos, al nivel de empresa, no de la rama, y a su vez, sólo para los trabajadores sindicalizados, entre los que no se puede incluir a los temporales o subcontratados. Al mismo tiempo, el nivel de sindicalización está entre los más bajos de su historia, apenas roza el 10%. Además, no existe una organización sindical del conjunto de la clase obrera, sino que ésta se haya dispersa en multitud de pequeños y débiles sindicatos por empresa, apenas algunos pocos de ellos agrupados en federaciones y Confederaciones y afiliados a la CUT, que agrupa hoy a una pequeña porción de la clase obrera. Lo más grave de todas maneras, está en el hecho del verdadero terror que ha provocado la desocupación, dividiendo las filas del proletariado, fragmentándolo y dispersándolo.
Como reflejo de los primeros pasos en el reanimamiento de movimiento obrero, recientemente ganó la CUT una nueva directiva a cuya cabeza se encuentra un dirigente del PC, Ethiel Moraga. El PC también dirige la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH), la principal y más numerosa universidad del país. A su vez, dirige multitud de sindicatos y organizaciones sociales, con dirigentes en el sindicato de profesores y militantes en las comunidades mapuches (14). El PC es reconocido como un importante referente de la izquierda en el seno de, al menos, un importante sector de la clase obrera. Este solo hecho, le da una responsabilidad importante, más aún como partido que se autodenomina de la clase obrera.
Pero el PC es un partido más del régimen con una estrategia reformista y frentepopulista. Su rol esencial es impedir que el proletariado alcance su independencia de clase, manteniéndolo en el carro del régimen y subordinado a los partidos de la burguesía. Su rol político general es sostener, por izquierda, al régimen de la Concertación. Hoy, con éste resquebrajándose. El PC se ubica como una fuerza política opositora, pero siempre dentro del régimen, y llevando al proletariado a meras luchas de presión. Su estrategia, es la de llevar todo a la trampa mortal para el proletariado de la conciliación de clases.
Esto podemos observarlo en cada uno de sus acciones, discursos e intervenciones políticas, y ante cada hecho de la lucha de clases.
Veamos: Tras el arresto del chacal el PC llamó a confiar en el juez Garzón y en la Cámara de los Lores británica. La “justicia” de las “democracias” imperialistas europeas que hoy le dan la espalda a su viejo amigo dictador. ¡Si hasta Estados Unidos, donde se planeó el golpe genocida del ‘73 pide el juicio a Pinochet! Esta política impidió que surgiera una vanguardia independiente que enfrentara esta farsa sobre la cual se pretende montar la “reconciliación nacional” con los asesinos de miles de obreros, estudiantes y campesinos.
Ahora también se suma al juego de la justicia pinochetista. Ante el procesamiento de algunos oficiales emblemáticos el Partido Comunista no vaciló en declarar su completo apoyo a la justicia. En palabras de Gladys Marín: “La orden de detención dictada por el Ministro de Fuero, señor Juan Guzman, en contra de ex altos oficiales de Ejército directamente involucrados en graves violaciones a los DDHH, representa un paso muy significativo en la búsqueda de verdad y justicia en nuestro país. Reafirma que un camino posible para restablecer toda la verdad y toda la justicia, es el de abrir paso a procesos transparentes, informados y dirigidos por jueces que tienen en alto la aplicación y administración de la justicia. Exigimos respetar en toda su dimensión los pasos procesales adoptados...”(15) . Y pareciera ser que Frei escuchó al PC (¿otro “triunfo” más de este partido?), porque en esos días anunció que “respetaría todas las decisiones de la justicia”.
Durante el conflicto universitario cuya base está en la semi-privatización de la Universidad puesta al servicio de los empresarios y según los dictámenes del BM y el BID, y potenciada y agravada por la crisis económica, el PC no orientó en ningún momento la lucha frontalmente contra esta Universidad “a lo Pinochet”, planteándole al movimiento estudiantil no dejar piedra sobre piedra de la misma, y recuperar las conquistas de una Universidad estatal única y gratuita en el camino de luchar por una Universidad al servicio de los trabajadores y el pueblo. Sirva de ejemplo su posición ante la educación superior planteada en la “Convención programática de la Izquierda”: “Propugnamos un sistema en donde las universidades privadas tengan espacio y puedan aportar al proyecto de desarrollo nacional” (16) . Huelgan las palabras.
Del mismo modo, en el conflicto universitario, un estudiante, Daniel Menco Paz, fue asesinado por las balas de plomo de los carabineros de la “democrática” Concertación. El proceso de los carabineros responsables estaría en manos de los tribunales militares. No es difícil imaginar los resultados. La política del PC fue exigir un “ministro en visita”, es decir, un juez civil, en vez de uno militar.
Pero para hacerlo más irritante aún, no es ningún secreto de estado que los jefes de los “ministros en visita”, es decir la Corte Suprema, está integrada por... ¡un Auditor del Ejército!.
El PC avala los mecanismos electorales de esta “democracia blindada” y su candidata Gladys Marín no denuncia jamás el carácter antidemocrático del proceso electoral en curso.
En las conclusiones de la citada “Convención Programática”, en sus puntos económicos, declara: “Proponemos el paso de una economía privatizada y desregulada a una economía mixta en el marco de un estado descentralizado (...) un estado que fomente las empresas de trabajadores, las micro empresas, la pequeña y mediana industria intensiva en mano de obra (...) pasar de la economía abierta pasiva, a una economía abierta activa, o sea una que estimule una industrialización para la exportación... que para ello utilice los fondos de las AFP”. Frente a uno de los mecanismos por excelencia para extraernos nuestras riquezas, la deuda externa, plantea que “no debemos permitir el aumento desorbitado de la deuda externa y renegociar a plazos más largos sus pagos” (17). Y podríamos seguir. Pero para los fines de esta nota es suficiente. La crítica revolucionaria a este programa exigiría varias páginas, baste con decir que el fondo de la “propuesta” no es más que una salida reformista para mantener el estado actual de cosas sólo que más “regulado”.
No son mucho más de “izquierda” las declaraciones del presidente de la CUT: “En Chile no supieron privatizar, lo único fue entregar, entregar y entregar, y no se entendió que el marco regulatorio tenía que fijarlo el gobierno”(18). Podría repetírselo a los trabajadores del agua que acaban de enfrentar infructuosamente la privatización de esta ex empresa estatal. De aquí que se explique que ante las privatizaciones, la CUT no aparezca.
El PC que en los ‘70 llevó a la clase obrera a la trampa de la conciliación de clases y al “camino pacífico al socialismo”, permitiendo una de las peores derrotas de la clase obrera y la instauración de una de las dictaduras más sangrientas del cono sur, hoy presenta su esencia stalinista reciclada en socialdemócrata reformista, siguiendo el camino de varios de los PCs. en todo el mundo, que se han vuelto “fuerzas confiables de gobierno”.
Para el PC no se trata más que de “enfrentar el modelo neoliberal”, que, como el mismo Ethiel Moraga declara “en eso tenemos acuerdos de todas las corrientes políticas y de todo el mundo político”, ubicándose en el campo de las fuerzas “anti-neoliberales”. El PC despliega todas sus banderas históricas, frentepopulistas, de conciliación de clases. El “PC Actual” (para parafrasear un reconocido libro de Moulian, “Chile Actual”) lo declara con todas las letras: “No sólo los trabajadores, sino también los pequeños y medianos empresarios, incluso los grandes, ni los campesinos e indígenas, ni los profesionales y estudiantes, ni los consumidores, ni los pequeños accionistas, pueden reunir solos, separados, los recursos económicos y el poder suficiente para enfrentar el poder transnacional y defender sus derechos y sus proyectos de vida... Necesitamos un amplio Frente Nacional Democrático”(19). Esta política del PC significa subordinar la lucha y las demandas de las masas obrera y populares a la búsqueda de una alianza con supuestos sectores “progresistas” de la burguesía. La estrategia de colaboración de clases que propugna el PC y que tantas derrotas y frustaciones le ha causado al movimiento obrero (basta recoradar las enseñanzas de la “vía pacífica al socialismo” que terminó con el golpe de Pinochet), es opuesta por el vértice a la necesaria alianza de la clase obrera con los sectores oprimidos y explotados del pueblo, para enfrentar al gobierno y su plan pro-imperialista y de defensa de la “herencia” pinochetista.
Como decía Trotsky, “un jinete, no es un bloque entre un hombre y un caballo”(20). De la misma manera, un frente como el que propone el PC sólo podría significar que los trabajadores y los sectores populares pondrían sus fuerzas para que se monten algún sector burgués a expensas de los intereses de la lucha.

LA NECESIDAD DE UN PARTIDO Y UNA POLITICA REVOLUCIONARIA

Frente a los intentos de “punto final” para salvar a la “transición pactada”, a la emergencia de la lucha contra los crímenes de la dictadura, y la evidencia de la complicidad con ella de los partidos “democráticos” de la Concertación como la Democracia Cristiana y de las potencias imperialistas, frente a la trampa electoral que se avecina, frente a la crisis económica y al intento burgués de hacerle pagar nuevamente a los trabajadores y sectores empobrecidos los costos del fin del “modelo chileno”, la clase obrera necesita levantar una salida obrera independiente a la crisis. Debe ganarse como aliados a los sectores estudiantiles, campesinos e indígenas con un programa democrático revolucionario junto a sus propias reivindicaciones de clase. Un programa que combine consignas democrático radicales, para desbaratar la trampa del régimen de “reconciliación nacional”, que enfrente los “pactos de impunidad”, que termine con la reaccionaria constitución del ‘80 impuesta por Pinochet y a la que se subordinaron todos los partidos “democráticos”, con el draconiano código de trabajo que restringe el derecho a huelga y a sindicalización. Debe plantear la libertad inmediata a todos los presos políticos y el juicio y castigo a todos los asesinos de la dictadura pinochetista, empezando por el ex dictador, sin sembrar la menor confianza en la justicia imperialista y en la justicia chilena concertacionista-pinochetista. Contra los grandes terratenientes que han expulsado a los mapuches de sus tierras, el proletariado debe levantar un programa audaz de reforma agraria, para devolverle la tierra a los campesinos expropiados. Junto con este programa democrático la clase obrera debe levantar sus propias reivindicaciones, sintetizadas en un programa obrero de emergencia frente a la crisis, que luche por el reparto de las horas de trabajo sin rebajar el salario entre todas las manos disponibles; la apertura de los libros de contabilidad y el fin del secreto bancario, impuestos progresivos a las grandes fortunas para financiar un plan de obras públicas que genere cientos de miles de puestos de trabajo, la ruptura con el imperialismo y el no pago de la deuda externa, la renacionalización sin pago y bajo control obrero de las empresas privatizadas, la nacionalización de la banca y el comercio exterior. Un programa obrero de emergencia para que no sea la clase obrera la que pague la crisis, sino que la crisis la paguen los capitalistas y que le permita recomponer sus organizaciones para la lucha, sin tener que volver a repetir largas y costosas experiencias, y su alianza con los sectores populares y empobrecidos por la crisis.
El PC es un obstáculo para que los trabajadores chilenos se doten de su propia política independiente de las distintas variantes burguesas y retomen sus tradiciones combativas, cortadas por años de dictadura y represión. En menor medida, organizaciones hoy prácticamente inexistentes, pero que mantienen una influencia ideológica en amplios sectores de la militancia y el activismo obrero y popular, como el MIR o el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, comparten con el PC su estrategia de colaboración de clases.
Sobre los hombros del PC recae, en parte, esta responsabilidad de que la clase obrera no esté interveniendo decisivamente, facilitándole al régimen concertacionista sus maniobras electorales, que en última instancia permiten su sobrevida.
Pero la situación de la lucha de clases lentamente está cambiando. Aunque la clase obrera todavía está dando duras luchas de resistencia contra los planes de “ajuste” que exigen el fin del “modelo chileno”, se mantienen latentes conflictos permanentes que pueden estallar o iniciarse en forma aislada, pero que por las condiciones generales pueden extenderse rápidamente y socavar aún más las bases del régimen de dominio -como se pudo ver en el caso del movimiento estudiantil, actuando como caja de resonancia del conjunto de las contradicciones sociales. El carácter actual de las luchas también permite que las direcciones burguesas, burocráticas o reformistas en su seno pueden resultar en sus inicios más efectivas para desviarlo o canalizarlo. Pero al mismo tiempo su relativa debilidad, el escaso control directo sobre las organizaciones de las clase obrera y las masas que en gran parte se encuentran por fuera de las organizaciones existentes, puede permitir el desarrollo espontáneo de sus acciones.
Para que la clase obrera se transforme en la clase dirigente del conjunto de la nación oprimida, y no caiga presa de los “cantos de sirena del frente popular” en los momentos decisivos, la tarea estratégica de los revolucionarios es construir un partido revolucionario, trotskysta, sección chilena de la IV Internacional, que combata las adaptaciones oportunistas de los centristas que hablan en nombre del trotskismo, y que sea capaz de enfrentar consecuentemente la influencia del PC y demás corrientes reformistas y populistas, para remover el mayor obstáculo político que encuentra la clase obrera y las masas chilenas para enfrentar decididamente al imperialismo y sus agentes nacionales, y recupere sus gloriosas tradiciones, donde los cordones industriales representaron el jalón más alto de la lucha por el poder obrero.

NOTAS:

(1) El Partido Radical fue fundado en 1863, representó desde su fundación los intereses de la burguesía minera. Desde un primer momento se demostró contrario a los intereses de la clase obrera, a quien negó, explícitamente en una Convención (1888) al ingreso de la clase obrera en sus filas. Se distinguió del resto de los partidos burgueses de la época por su énfasis en la lucha anticlerical. En su evolución política fue incorporando a sectores de las capas medias. A partir de los `30 sería el eje de la política frentepopulista del PC y el PS, inaugurando el período de los gobiernos de Frente Popular con el radical Aguirre Cerdá como presidente de la República en 1938. Lentamente iría desapareciendo como actor preponderante de la política nacional, ante el avance de la DC y la radicalización de las masas. En la nueva forma que adquiriría el frente popular, en 1958 con el FRAP, el PR ocuparía un lugar secundario en su estructura, aunque vital políticamente para darle su contenido de conciliación de clases.
(2) El Mercurio, 1-6-99
(3)El Mercurio, 31-5-99
(4) El Mercurio, 7-5-99
(5)El Mercurio, 4-4-99
(6) El Mercurio, 30-5-99
(7)El Mercurio, 1-6-99
(8)El Mercurio, 2-6-99
(9) El Mercurio, 31-5-99
(10) El Mercurio, 17-4-99
(11) El Mercurio, 2-5-99
(12) El Mercurio, 16-5-99
(13) El Mercurio, 31-5-99
(14) En este sentido, El Mercurio del 5-5-99, ante el acto del 1 de Mayo, señalaba con preocupación que “como era natural, dicha concentración estuvo dominada ampliamente por el PC... Durante 9 años de gobierno concertacionista esa colectividad ha tenido cómoda ocasión para reordenar sus filas, afinar sus estrategias y tácticas y avanzar en la toma de control de los centros que le interesan. Los resultados son visibles y ninguna colectividad democrática debería subestimarlos: históricamente el PC nunca ha sido mayoritario, ni siquiera cuando se hizo del poder en Rusia en 1917, pero su fuerza radica en la capacidad de buscar sistemáticamente el dominio de los centros neurálgicos del cuerpo social”.
(15) El Siglo, 11-17 de junio de 1999. No estaría de más agregar que el juez Guzmás es “pariente lejano” de Pinochet, y que al ser requerido sobre los motivos que lo llevaron a dar tal paso prefirió “no hacer comentarios”, ¿será que es producto de las reuniones de los partidos de la Concertación, la derecha, el famoso “acuerdo nacional” puesto ya en práctica antes de anunciarse oficialmente?
(16) El Siglo, 18-24 de junio de 1999.
(17) El Siglo 18-24 de junio de 1999.
(18) El Mercurio 9-5-99
(19)El Siglo, 11-17 de junio de 1999.
(20)León Trotsky, en ¿A dónde va Francia? escribe “En cuanto a los comunistas, estos últimos, extremadamente orgullosos de su iniciativa en la causa de colaboración con la burguesía, pintan el Frente Popular como una alianza entre el proletariado y las clases medias. ¡Qué parodia de marxismo! El partido radical no es, en absoluto, el partido de la pequeño burguesía. Ni es un “bloque entre los burgueses medios y pequeños”, como dice la idiota definición del Pravda de Moscú. La burguesía media explota a la pequeña burguesía no sólo económicamente sino políticamente, y en sí es una agencia del capital financiero. Dar a las jerárquicas relaciones políticas, basadas en la explotación, el nombre neutral de un “bloque” es burlarse de la realidad. Un jinete no es un bloque entre un hombre y un caballo”


El fin del mito del “jaguar latinoamericano”

Actualmente Chile está atravesando la peor crisis económica en casi dos décadas, desde que en 1982 la economía entera se desplomó.
Luego de crecer a más de un 7% durante diez años, desde hace 7 meses que la economía viene cayendo, y el crecimiento proyectado para este año es, según cifras oficiales, de 0,5% (1), y según el banco de inversiones J.P. Morgan, de 0%, aún considerando una recuperación para el último trimestre (2).
El impacto de la crisis económica mundial conducía inevitablemente al barranco de la recesión, en una economía basada esencialmente en la exportación de bienes primarios: el deterioro en los términos de intercambio llegó en 1999 a un nuevo deterioro de 5,4%. La inversión extranjera en cartera cayó de los U$S 2.604,8 millones de 1997 a tan solo U$S 628 millones en 1998.
La burguesía hasta hoy esperaba dos salidas a esta crisis: una, que en nada depende de ella, la recuperación de la economía mundial.
Otra, la aplicación de una política contractiva.
La gran ilusión de la burguesía para enfrentar la crisis mundial y sus efectos en Chile, es la recuperación de los mercados mundiales.
Siendo que las exportaciones de cobre representan un 36,7% del total, sus esperanzas se cifran especialmente en la recuperación para este mercado específico. El precio del cobre al caer a 63,7 centavos la tonelada métrica alcanzó los niveles más bajos en 60 años (3).
La propaganda sobre la recuperación asiática despertó algunas ilusiones, que se sustentaron cuando el precio del cobre se recuperó hasta los 70 centavos. Pero esta alza duraría tan solo una semana, para luego volver a desplomarse. Ante la baja de las tasas de interés en Estados Unidos se “generó una ola vendedora de parte de inversionistas institucionales (...) En la determinación de los productos del cobre los intermediarios financieros- como operadores de mercados futuros- cumplen un rol clave. Mientras el volumen de las transacciones en las Bolsas de Londres y COMEX es de un millón de toneladas, en futuros y opciones se transan cerca de 400 millones de toneladas anuales, las que sumadas a operaciones fuera de Bolsa llegan a 1.700 millones de toneladas” (4).
Además de este festival especulativo impulsado por las grandes corporaciones financieras transnacionales, la oferta mundial de cobre aumentó un 3,4%, mientras que la demanda lo hizo a sólo un 0,7%. Y al nivel de cotización actual de unos 65 centavos, se estima que un tercio de la producción mundial funciona a pérdida.
De todos modos, en 1998 la producción en Chile aumentó un 7% con respecto a 1997, y para 1999 se espera un nuevo aumento de entre un 10 y un 15%, considerando que Chile es el primer productor mundial, con el 27,7% del total, se entiende qué perspectivas pueden caberle a este mercado específico.
Las exportaciones, motor de la economía chilena, no podrán seguir jugando el mismo rol. “El ‘boom’ exportador es cosa del pasado. En ello incide, entre otros factores, el proceso revaluatorio vivido en la década de los ‘90 por la moneda nacional- lo cual reduce los retornos al cambiarse a pesos-, el ciclo contractivo producido en el mercado del cobre, la carencia de una política nacional de estímulo a las exportaciones y las limitaciones de una estructura de ventas basada primordialmente en recursos primarios, lo cual hace muy vulnerable a la variación de los términos de intercambio en los mercados nacionales” (5).
En el plano interno, la respuesta inmediata de la burguesía fue la de aplicar una política contractiva. La tasa de interés llegó al 14% en Septiembre 1998, para frenar las presiones devaluatorias. Se paralizó entonces a través de esta medida, la producción industrial, las ventas, los créditos, a los que nadie podía acceder, las importaciones se desplomaron: en el primer trimestre de 1999 descendieron un 28,4% (6).
La industria, que representa el 14,6% del total del PBI (7), y el 45% del total de las exportaciones (8), concentra claramente los devastadores efectos de esta política: sus utilidades en la Bolsa cayeron 16% en 1998. Su producción descendió 6,2% en el último año. Sus ventas totales cayeron 5,9% sólo en el primer trimestre de 1999. El fracaso de esta salida burguesa a la crisis es evidente. Esto profundiza el cambio que se viene produciendo en la composición de las clases dominantes. La burguesía se desnacionaliza cada vez más. En la economía que se desarrolló en gran parte gracias al endeudamiento externo, y que en estas condiciones no puede subsistir sin él, a medida que éste se corta, la peenetración de los grandes monopolios extranjeros se acentúa.
Sin embargo, la gravedad de la crisis obligó a un “giro” en la política del gobierno. Al momento de escribir esta nota, el gobierno ha anunciado un plan “claramente expansivo”, basado esencialmente en una rebaja abrupta de la tasa de interés, un plan de reprogramación de las deudas de los pequeños y medianos empresarios y de las clases medias con créditos hipotecarios y un plan de obras públicas.
Pero este “giro” no responde solamente a la gravedad de la crisis, sino a que, según todos los economistas de la burguesía, estaban dadas las condiciones para “superar la fase contractiva”. ¿En qué se basan? Fundamentalmente en dos elementos. Uno, el anuncio de que las remuneraciones de los trabajadores pasaron de crecer un 8% en octubre de 1998 a un 6,3% actualmente. Es decir, que el peso de la crisis se descargó enteramente en la clase obrera, aumentando el nivel de explotación. El otro elemento que señalan es que la desocupación alcanzará en breve el 10% (que oficialmente ubican hoy en 8,7%), y esto por ejemplo, es lo que llevó a muchos a intentar que la crisis se descargue más aún sobre los hombros de los trabajadores, proponiendo la eliminación del salario mínimo, para “dar más oportunidades de trabajo a los jóvenes” (entre los que la desocupación alcanza el 20%).
Los efectos sobre la clase obrera son devastadores. La desocupación se presenta como un verdadero azote. Según datos extraoficiales, alcanza la cifra de casi un 15%, mientras que las cifras oficiales hablan de un 8,7%. Con regiones en condiciones de verdadera desesperación. En Valparaíso, según cifras oficiales, la desocupación alcanza el 14,63%, superando en un 68% el promedio nacional. Con preocupación se señala que “en el ámbito social, el sentimiento de frustración que se apodera de las personas que pierden el trabajo o no encuentran el que buscan por primera vez es el efecto más importante”. Los trabajadores subcontratados, la mano de obra precaria, alcanza al equivalente a todos los trabajadores de la electricidad, el agua y el gas. El 20% de las empresas trabajan con personal subcontratado.
Mientras tanto, los artículos, notas, análisis sobre una clase media que ve cómo se va hundiendo y tiende a desaparecer aparecen a diario. Esto quiere decir que, sean “contractivas” o “expansivas”, todas las salidas burguesas a la crisis se basan en descargar sus devastadores efectos sobre la clase trabajadora y el pueblo pobre.
El “milagro económico”, base de sustentación del régimen, muestra cruelmente su verdadero rostro: no se trató más que de un “modelo” basado en la exportación de materias primas, el cobre esencialmente, que en medio de condiciones favorables de la economía mundial, pudo obtener altos índices de crecimiento. No hay perspectiva alguna parecida a la del “milagro económico”. Hemos llegado al fin del mito del “jaguar latinoamericano”, anunciando con su término fuertes convulsiones.

(1)El Mercurio, 22-6-99
(2) El Mercurio, 7-4-99
(3) El Mercurio, 13-5-99
(4)El Mercurio, 1-6-99
(5) Fazio, “La crisis pone en jaque al neoliberalismo.
Causas profundas de la recesión en Chile”
(6)El Mercurio 26-4-99
(7) El Mercurio, 20-4-99
(8) El Mercurio, 2-6-99