Después
de meses de conversaciones, que incluyeron diversos momentos de empantanamiento,
y luego de que Pastrana pudiera sortear una aguda crisis política
y militar, se despejó el terreno para una nueva fase del diálogo
de paz, que se iniciará el 20 de julio con la apertura de negociaciones
formales. En este marco, la presencia de David Grasso, presidente
de la Bolsa de Wall Street, que visitó Colombia hace unos días para
traer un mensaje de cooperación de los círculos financieros
estadounidenses que ven con mucho interés el proceso de paz auspiciado
por Pastrana.1 y su visita al campamento de La Machaca, y se
entrevistó con el Comandante de las FARC Raúl Reyes en pleno monte,
sellando el encuentro con un abrazo, constituyó un espectacular espaldarazo
al proceso de paz por parte del más granado del capital
financiero yanqui.
El obstáculo central que trababa el diálogo estaba en la resistencia
de algunos sectores y buena parte de los militares a los términos
de negociación que impulsa Pastrana, tal como la duración del despeje
en la zona de Caguán. La renuncia del ministro de defensa, Lloreda,
de 17 de los 30 generales del Ejército, y de unos 200 altos oficiales,
significó una importante derrota política de la línea dura
e inclinó la balanza hacia el lado de Pastrana, aunque éste fracasó
en su pedido de poderes extraordinarios al Congreso para
asumir en sus manos todo los hilos del proceso de paz.
Ahora, se inicia una nueva fase en las negociaciones
entre el gobierno y la guerrilla.
En esta nota queremos ofrecer a los lectores un cuadro de la
situación a la luz del balance de casi diez meses de diálogo
y de gobierno de Pastrana. El lector interesado podrá encontrar en
EI nº 9, de julio del 98, junto al análisis de la política de paz
que entonces recién se anunciaba,
una crítica detallada de la política y estrategia de las FARC.
La
crisis del Estado y el régimen
El punto central de la preocupación del imperialismo y la burguesía
colombiana está en el grado de deterioro del Estado burgués y sus
instituciones fundamentales, las FF.AA., la policía, la justicia,
corroídas por una aguda crisis que se acerca a la descomposición.
Los datos más elocuentes son la pérdida de control sobre un 40%
del territorio, la pérdida del monopolio legal de la violencia,
la multiplicación de pequeños estados dentro del estado
según el entrelazamiento de intereses de las mafias del narcotráfico,
los terratenientes, las camarillas de militares. La situación del
Ejército y la policía es calamitosa, como muestran las repetidas
derrotas, incluso de batallones de élite, a manos de la guerrilla
y el reiterado fracaso de sus ofensivas.
Señalemos aquí que el narcotráfico, con sus ingentes recursos financieros
y sus métodos de mafia, es una poderosa fuente de descomposición
de las instituciones del Estado, a la vez que de inestabilidad política
y roces con Estados Unidos. El alineamiento de Pastrana con Washington,
superando los roces de la época de Samper, significa aceptar las
imposiciones de EE.UU. en torno a la cuestión del narcotráfico,
una cuestión que afecta poderosos intereses ligados a este próspero
negocio que deja en Colombia unos 3.000 millones de ganancias al
año2, lo cual no dejará de ser fuente de nuevos remezones
en la situación.
El régimen político se encuentra profundamente desprestigiado y
los dos partidos tradicionales, el Conservador y el Liberal, en
los que se apoyó por décadas el régimen bipartidista, sumamente
desgastados, y el Partido Liberal, en particular, dividido en varias
fracciones.
La inestabilidad colombiana coloca una enorme mancha de incertidumbre
sobre un área clave del patio trasero de EE.UU, junto
a Panamá (con su canal) y Venezuela (con su estratégica producción
petrolera), en momentos en que el impacto de la crisis económica
mundial está erosionando las bases de varios de los regímenes de
la región. Los mismos países andinos que rodean a Colombia son un
área de crecientes convulsiones económicas, sociales y políticas
-Ecuador, donde vimos hace unos meses la primer gran respuesta de
masas ante el impacto de la crisis económica, Perú, donde como decimos
en otra nota de esta revista, Fujimori se acerca al ocaso, Venezuela,
que ha producido el fenómeno bonapartista-populista de Chávez. En
este marco, la marcha de la situación de Colombia se convierte en
una cuestión decisiva para la situación política y de la lucha de
clases en América Latina, y por tanto, en un gran problema para
Washington y los gobiernos de la región, que respaldan con todas
sus fuerzas el plan de Pastrana para estabilizar, pacificar
al país y recomponer el Estado.
Una situación de guerra civil agraria
La política de paz de Pastrana, en nombre de lograr
la reconciliación, la reconstrucción y la paz del país
mediante una salida política, es la viga maestra de
su plan de gobierno y cuenta con el respaldo de la amplia mayoría
de la burguesía -el stablishment- y el imperialismo. Con ella, Pastrana
busca desactivar la guerrilla y desmontar la situación de conflicto
armado en el agro, mientras avanza en la recomposición del
Estado y las FF.AA.
Entre tanto, mientras la palabra paz aparece miles de
veces repetida en todos los discursos oficiales, ni por un sólo
día han dejado de operar los paramilitares, asesinando a obreros
agrícolas, dirigentes sindicales, petroleros y aterrorizando y expulsando
de sus tierrras a miles de campesinos. Tampoco han cesado las operaciones
del Ejército y la policía. La violencia en el campo
se remonta a hace cuatro décadas, con el alzamiento en armas contra
el gobierno conservador a principios de los 50. Desde entonces,
las llamas de la guerra civil rural se han reavivado periódicamente.
Desde mediados de los 80 recrudeció una feroz campaña de terror
en el campo, cuyo motor ha sido la lucha de los terratenientes por
apropiarse de las mejores tierras, expulsando a los campesinos y
sometiendo a los obreros agrícolas. Las grandes empresas extranjeras
han recurrido a los mismos métodos para despejar áreas petroleras,
etc. Terratenientes y transnacionales son los responsables del enorme
éxodo rural que afecta a más de 1.250.000 campesinos y que coloca
a Colombia entre los países con más refugiados y desplazados, junto
a Bosnia, Kosovo o Afganistán.
El sangriento instrumento de esta limpieza de campesinos
han sido las bandas de paramilitares, que han sido legalizadas bajo
el gobierno de Samper y reúnen a unos 5 o 6.000 hombres y operan
en unos 350 municipios, sobre todo en la región del Urabá, estrechamente
ligados a los terratenientes, al narcotráfico y al cuerpo de oficiales,
siembran el terror entre los campesinos, los obreros rurales y la
población humilde de los pueblos.3
En los últimos años la ofensiva de los terratenientes y esta feroz
guerra sucia han terminado por provocar un movimiento
de resistencia en las masas del campo, que es capitalizado por la
guerrilla, cuya base social rural se ha ampliado entre los campesinos,
que ven en los destacamentos guerrilleros un instrumento para defenderse
del Ejército, la policía y las guardias blancas al servicio
de los terratenientes. Así, se fortalece la guerrilla, reflejando
de manera distorsionada el ascenso de las masas campesinas, y la
actuación de las FARC, (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia),
y otras fuerzas guerrilleras menores (en particular el ELN -Ejército
de Liberación nacional) se ha extendido y fortalecido, operando
en unos 650 de los 1070 municipios del país y controlando o contando
con fuerte presencia en un 40% del territorio nacional. En los últimos
dos años las FARC y el ELN han incrementado sus efectivos en armas
a más de 20.000 combatientes y propinando una serie de duros y espectaculares
golpes al Ejército y a la policía.
La esencia del giro hacia una salida política que propone
Pastrana se basa en el reconocimiento por parte de la mayoría de
la burguesía colombiana y el imperialismo, de que la feroz guerra
sucia sostenida durante años por el Ejército y los paramilitares
ha resultado impotente para aplastar al movimiento de masas rural
y urbano, y más bien, ha terminado encendiendo nuevas llamas de
guerra civil en el campo, una situación peligrosísima para la burguesía
y el imperialismo a la luz del verdadero polvorín de explosivas
contradicciones sociales y políticas que es Colombia.
Un
gobierno crudamente antiobrero y proimperialista
La política de paz del gobierno consiste, en consecuencia,
en negociar algunas concesiones políticas formales para contener
la situación en el campo y lograr finalmente la rendición
negociada de la guerrilla, mientras impone además, un durísimo
programa antiobrero y proimperialista, acompañando la reestructuración
del Estado.
Sobre la política de diálogo descansan en buena medida otros aspectos
claves del programa abiertamente proimperialista del gobierno: en
lo económico -un brutal plan de ajuste, privatizaciones
y apertura; en lo político -un plan de reforma del Estado
y de sus instituciones, en especial, una reestructuración de las
FF.AA. para devolverles capacidad operativa; y en lo internacional
-un franco alineamiento con Estados Unidos, lo que significa superar
los roces en torno a la cuestión del narcotráfico.
El gobierno impulsa un ambicioso plan de reestructuración de las
FF.AA.: Hace uno días el propio Pastrana declaraba: El proyecto
de reestructuración de las fuerzas militares que presentamos es
un paso oportuno con el que se aumenta la eficiencia y la eficacia
de su gestión Según la prensa, el mandatario informó
que este año ingresaron 10.000 soldados profesionales a las filas
del ejército. El objetivo es tener 90.000 soldados profesionales
combatientes.4 Para ello, el presupuesto de Defensa
fue duplicado este año a US$ 1,2 mil millones, aumentado con 289
millones en ayuda americana.5 Estados Unidos interviene abiertamente
en este esfuerzo por recomponer las FF.AA. colombianas, y como señal
de la preocupación yanqui por la inestabilidad en el país, no faltan
las discusiones estratégicas sobre una eventual necesidad de intervención
militar directa, incluso mediante alguna suerte de grupo de
países amigos6 en la región.
Pastrana impulsa además medidas de reforma administrativa y territorial,
para fortalecer al estado sobre todo el territorio.
Desde el punto de vista económico, el contenido de su programa,
ya en marcha, es un profundo ataque a las ya miserables condiciones
de vida y trabajo de las masas y un salto en el proceso de recolonización
del país, para descargar sobre las espaldas del pueblo trabajador
los costos de la severa recesión que golpea al país.
Una aguda recesión económica
En el terreno económico, Colombia, después de varios años de relativo
dinamismo, se ha desbarrancado en lo que muchos analistas consideran
la peor recesión en 70 años. La economía de Colombia atraviesa
por su peor momento desde los años 30, con un desempleo que alcanzó
el 19,5% en el primer trimestre. Al mismo tiempo, Pastrana está
tratando de controlar el creciente déficit fiscal que podría llegar
al 5% del PBI este año. En los últimos 12 meses el peso ha perdido
un 26% de su valor frente al dólar7. Las exportaciones habrían
caído un 6% en 1998, mientras que la caída de la cosecha del café
hizo retroceder el PBI agrario un 5%. La construcción se haya en
condiciones de semiparálisis mientras que la producción industrial
está también en baja.
Este panorama está impactando al sector financiero, donde varios
bancos tambalean. Las dimensiones de las cargas financieras que
el estado debe sostener -y hacer pagar a las masas del pueblo pobre-
son colosales. El costo de recapitalizar a los bancos colombianos
podría llegar a los US$ 6.000 millones este año. (...) Colombia
debe saldar más de US$ 3.000 millones de deuda externa en la segunda
mitad del año. Otra fuente de presión importante sobre el peso colombiano
podría venir del apuro de las empresas por pagar deudas en dólares
que no pueden reprogramar. Las empresas colombianas (...) paguen
otros US$ 1.400 millones en el segundo semestre8 Ante este
panorama, el gobierno debió, a medidos de junio, ensanchar la banda
cambiaria en lo que de hecho significa ir a una mayor devaluación,
y crecen las especulaciones sobre corridas contra el peso, mientras
se prepara un plan de rescate para salvar al sector
financiero en dificultades que insumiría la friolera de unos 7 billones
de pesos. En suma, completan este panorama crítico la crisis fiscal,
que el gobierno pretende combatir con un refuerzo de los impuestos,
y un brutal recorte de gastos que ha comenzado a provocar el cierre
de hospitales públicos en la propia Bogotá, y amenaza con colapsar
la educación y salud públicas, el mantenimiento de caminos, etc.,
mientras que Pastrana consagra el grueso de los recursos al pago
de la deuda externa, por un lado, y al plan de reestructuración
de las FF.AA., cuyo presupuesto a duplicado, por otro.
Un gobierno débil, sentado sobre un volcán... pero armado
de una política fuerte
Pastrana debe intentar la aplicación de sus planes en medio de esta
situación económica, social y política convulsiva, y contando con
condiciones muy distintas a las que permitieron el asentamiento
de los planes neoliberales en varios países de la región
a principios de la década.
El de Pastrana es un gobierno relativamente débil -con poca base
social para aplicar este programa-, y se apoya en un régimen en
crisis, pero cuenta a su favor con una política muy fuerte
en el diálogo de paz, ya que la cuestión de la paz
concentran muchos anhelos e ilusiones de la mayor parte de la población.
Para aplicar sus planes y hacer correr su política de paz,
el gobierno necesita la colaboración de la cúpula de las FARC para
desactivar la lucha del movimiento campesino, impedir que converja
con el movimiento obrero, y lograr el desarme de la guerrilla. En
esas ilusiones y aspiraciones de las masas, se apoyan las direcciones
reformistas (la burocracia sindical de la CUT y la cúpula guerrillera)
para darle a Pastrana un sostén más o menos desembozado en nombre
de la búsqueda de una salida política. Este cuadro de
situación explica las raíces de la fuerza política de Pastrana,
una fuerza política que no le podría garantizar por sí mismo su
rol de agente incondicional de la gran burguesía colombiana y de
Washington, y que por otra parte, debe contar con la oposición de
sectores que se sienten desplazados o perjudicados por su política,
como son en particular, las camarillas militares que ven al actual
proceso de paz como una rendición ante la guerrilla,
entre los que, por supuesto, están los sectores ligados a los paramilitares,
o las alas de la mediana y baja burguesías rural, comercial e industrial,
golpeados por la recesión, a los que el programa económico del gobierno,
diseñado a la medida de la oligarquía financiera, amenaza con la
ruina. En las circunstancias actuales, cualquiera de estos elementos
podría ser fuente de brechas en las alturas del régimen, que las
masas podrían aprovechar para irrumpir en escena y volcar la situación
a su favor. Una razón más para que Pastrana haga todos los esfuerzos
posible para envolver al país entero, con la colaboración de las
cúpulas sindicales y guerrilleras, en la trama de los diálogos,
pactos y concertaciones cuyo eje siempre presente es la paz.
Fermenta la agitación entre los trabajadores y las masas
pobres
La recesión y la aplicación del duro programa económico del gobierno
están tensando al extremo las relaciones entre las clases y grupos
sociales, en un país signado tradicionalmente por una brutal polarización
de clases, donde la miseria campesina y el desempleo y subempleo
urbanos masivos, contrastan agudamente con la acumulación de ingresos
y recursos en manos de una poderosa oligarquía burguesa y terrateniente
y una relativamente rica nueva clase media en las ciudades del centro
del país. Expresando estas tensiones sociales, han comenzado a desarrollarse
protestas, reclamos y movilizaciones de pequeños y medianos productores
rurales, de los pequeños propietarios del transporte, etc., motorizando
además reclamos regionales en varias provincias por los más diversos
problemas, desde el estado de las carreteras a las tarifas de electricidad.
Ha habido importantes paros de camioneros. Se suceden las protestas
de pequeños y medianos productores de arroz o de algodón, en el
Tolima, en los Llanos Orientales, en Santander y otras regiones.
Las comunidades indígenas del Cauca realizaron en junio cortes de
la Ruta Panamericana, y se han realizado varias protestas provinciales.
En mayo, por ejemplo, en el departamento de Huila unos cien
mil campesinos taponaron las principales vías de acceso a la región
en protesta por los altos intereses sobre los préstamos que adquirieron
de bancos privados y estatales para la siembra.9
La clase obrera, después de años de depresión, viene dando claras
muestras de recuperación.
El durísimo programa de ajuste y reforma del Estado,
que impulsa Pastrana va dirigido en primer lugar contra los trabajadores
públicos. Esto ha provocado una serie de importantes luchas y movilizaciones,
que marcan claramente la disposición a enfrentar al gobierno.
En octubre último, los 800.000 trabajadores públicos, que incluyen
a sectores de importancia estratégica como los petroleros del estado,
protagonizaron el mayor conflicto desde el gran Paro Cívico de 1977,
una huelga que duró unas tres semanas y que se levantó mediante
un acuerdo entre el Gobierno y las direcciones sindicales. Desde
entonces se han producido reiterados conflictos obreros y populares,
y de esta forma, Colombia es parte de las movilizaciones obreras,
populares y estudiantiles que han venido recorriendo a varios países
de la región en los últimos meses.
El 21 de febrero se produjo una jornada de lucha con la participación
de estudiantes y profesores universitarios, mientras que en la región
del Tequendama se hacía un paro cívico.
El 28 de febrero se realiza el importante paro de los transportistas.
El magisterio salió repetidas veces a la lucha, comenzando a recobrar
su combativo papel tradicional. Desde el 19 de abril los 300.000
maestros del país lanzaron un paro indefinido que se prolongó varias
semanas. A fines de ese mes, los docentes bloquearon los puntos
fronterizos con Ecuador, hecho que provocó la represión conjunta
de policías ecuatorianos y colombianos, así como la solidaridad
de los docentes de Ecuador.
El 27 de abril, 50.000 trabajadores de la salud entraron en huelga
en protesta contra los ajustes y las amenazas de privatización.
Los estudiantes universitarios han realizado diferentes protestas,
incluyendo marchas de varios miles.
El 1º de mayo, las tres centrales sindicales (CUT, CTC, CGTD) convocaron
a la llamada toma de Bogotá, que reunió una masiva movilización,
y a marchas en otras ciudades del país. Al 1º de mayo se sumaron
columnas de estudiantes universitarios (que estaban también en conflicto)
no sólo de Bogotá, sino también provenientes de Tunja y Tungasuca.
El 17 de junio se produjo un nuevo paro estatal de 24 horas que
llevó a la huelga a cientos de miles de empleados públicos, petroleros
del estado, maestros, etc., en protesta por el ajuste de Pastrana,
los despidos en la administración y los bajos salarios.
La clase obrera colombiana viene manifestando desde principios de
1997 un claro proceso de recuperación después de años de retroceso
bajo la brutal represión de los sucesivos gobiernos, el terror de
los paramilitares y los ataques patronales. Baste señalar que en
los últimos diez años, la Central Unitaria de Trabajadores
(...) ha lamentado 2.500 víctimas, sin que las muertes hubieran
dado lugar a una sola investigación.... En octubre último fue asesinado
su número dos, Jorge Ortego.10 Entre tanto, la tasa
de afiliación sindical es del 6%, principalmente en el sector público.
Mientras los trabajadores soportan situaciones del 18% de empleo
temporario, 14% de desempleo, hay un 56% de la población económicamente
activa que sobrevive en base a ocupaciones informales11
En estas durísimas condiciones que enfrenta el movimiento obrero
colombiano, se comprende que sean los estatales quienes estén a
la vanguardia de la recuperación, no sólo por el ataque directo
al que están sometidos, sino por las condiciones de estabilidad
laboral y mayor libertad sindical con que cuentan, en comparación
con los trabajadores de la empresa privada y la industria. Pero
la situación plantea la posibilidad y la necesidad de unir a todas
las capas de la clase obrera y a los pobres del campo y la ciudad
en una gran lucha unificada que podría dar un golpe mortal a Pastrana,
y su plan reaccionario y proimperialista.
Sin embargo, la política de las direcciones sindicales es un enorme
obstáculo para el desarrollo de la lucha de los trabajadores del
estado y para la unidad de todo el movimiento obrero y de masas
contra Pastrana y su ajustazo. La cúpula de la CUT -la
central mayoritaria y considerada más combativa y en
la que tiene peso el stalinismo, sostiene la línea de movilizar
para concertar. Es decir, realizar acciones no para buscar
la derrota de los planes del gobierno sino para presionarlo y obligarlo
a aceptar su negociación con las directivas sindicales, sector por
sector y despreocupándose de las reivindicaciones de los desocupados,
los informales, los campesinos, etc. La otra cara de
esta estrategia de presión es la fórmula de paz con justicia
social con que la CUT apoya de hecho la política del gobierno,
la burguesía y el imperialismo de proceso de paz, impulsando
una línea de frente social y de que la sociedad
civil se exprese, para embridar al movimiento obrero y de
masas junto a las instituciones patronales, la iglesia, las ONG
(Organizaciones No Gubernamentales), y garantizar que la lucha se
mantenga dentro de su estrategia de presión y de colaboración de
clases, y por otro lado, ubicarse estratégicamente para impedir
verse rebasados por la espontaneidad del movimiento de masas.
Las perspectivas del proceso de paz
Hace casi un año, en julio de 1998, cuando Pastrana acababa de ganar
las elecciones y se daban los primeros pasos del diálogo, desde
las páginas de Estrategia Internacional denunciamos que el plan
de Pastrana, de la burguesía y el imperialismo era desarmar y desmovilizar
a la guerrilla, logrando en la mesa de las negociaciones lo que
no habían podido lograr con la guerra sucia. Esta
política de diálogos y amnistías fue utilizada
una y otra vez por la oligarquía colombiana. Es el sexto intento
de rconciliación en medio siglo. (...) Todos los diálogos
de paz que propuso la burguesía colombiana fueron el presagio de
masacres para las masas, pues lo que se persigue es imponer la paz
de los cementerios ¿Por qué habría de ser distinto ahora?
Diez meses de negociaciones bajo el gobierno de Pastrana demuestran
que la burguesía, los terratenientes y el imperialismo están muy
lejos de haberse reformado, y que el reaccionario objetivo
que persiguen es integrar a las FARC y desarmar a los combatientes,
mientras que ha continuado el terror y la represión en el campo
y las ciudades.
No puede descartarse que, urgido por la necesidad de desactivar
las explosivas condiciones estructurales que enfrentan, la burguesía
y el imperialismo se vean finalmente obligados a hacer alguna concesión
política adicional -como por ejemplo, recortarles las garras
a los paramilitares-, tampoco pueden excluirse cortocircuitos
o aún una ruptura del diálogo. La publicación imperialista The Economist,
por ejemplo, subraya al respecto: Y en el contexto de un delicado
proceso que podría estirarse bastante en la próxima década, siempre
existe el temor de que, como ha ocurrido en previos intentos de
paz, un acto particularmente irreflexivo y violento de una de las
facciones armadas podría llevar a todo el proceso a derrumbarse.12
Una provocación de los paramilitares o de algún sector descontento
de las FF.AA., una crisis superior en el gobierno, etc. pueden actuar
en ese sentido. Por todo ello, Aún los más optimistas analistas
-y no hay muchos de ellos-, predicen un tortuoso sendero hacia algún
acuerdo, con muchos atascamientos por el camino.13 Pero lo
cierto es que el único éxito concebible para el proceso
de paz es la rendición negociada de la guerrilla que quieren Pastrana,
la burguesía y Estados Unidos. Allí está el modelo de los acuerdos
de paz en Centroamérica para ver lo que eso significa;
segundo, que Pastrana va a utilizar el aire político que le da la
carta de la paz a ojos de las masas y el sostén que
le brindan de las direcciones de la CUT y las FARC, para seguir
aplicando su plan económico, de fortalecimiento del estado y reestructuración
de las FF.AA., al servicio de los grandes capitalistas y los intereses
imperialistas. Y en la medida en que logre avanzar por este camino,
más firme para endurecer sus posiciones se sentirá en la mesa de
negociaciones frente a los dirigentes de las FARC. Por una vía o
por otra, la perspectiva final del diálogo puede resumirse en O
rendición negociada o presagio de nuevas masacres.
La política de las FARC: reformismo armado
No negamos el derecho de las FARC a sentarse a negociar. Defendemos
incondicionalmente a las organizaciones guerrilleras y a sus combatientes
de la represión del Estado burgués. Nos pronunciamos contra todo
intento de desarmarla e integrarla al régimen y denunciamos el hipócrita
chantaje de Pastrana, la oligarquía colombiana y el imperialismo,
que hablan de paz con las manos tintas de sangre de
obreros y de campesinos. Pero no es posible dejar de denunciar ni
por un momento la nefasta política y estrategia de la cúpula de
las FARC, opuesta por el vértice a las necesidades de la movilización
de los obreros y campesinos de Colombia.
La experiencia de diez meses así como las bases políticas con que
se prepara la nueva fase del diálogo, demuestran que toda la política
de las FARC está centrada en presionar a Pastrana y a la clase dominante
para obtener por esa vía algunas reformas políticas en el régimen
-como la convocatoria de una Asamblea Constituyente, y la utopía
reformista del desarme de los paramilitares. Al respecto, las FARC
le reclaman a Pastrana que ... sean perseguidos de manera
efectiva por el Estado14 El gobierno puede, tal como de hecho
hizo, echar a algunos militares o poner ciertos límites al accionar
de estos grupos, pero gestos de esta naturaleza significan bien
poco mientras los terratenientes y los monopolios que crían y alimentan
a estos perros asesinos sigan firmemente asentados en su propiedad
y su poder.
Las FARC afirman que la instalación de la mesa del diálogo
es la esperanza viable para la búsqueda de paz con justicia social
(y) puede convertirse en realidad con medidas políticas, económicas,
sociales y estructurales que liquiden de raíz las profundas desigualdades
expresadas en la crisis que afecta a la nación15 Lo cierto
es que Pastrana puede incluso acordar una Asamblea constituyente
amañada u otras medidas políticas, como trampa para enmascarar el
verdadero rostro del régimen semicolonial, pero ningún alivio vendrá
a las penurias y demandas de las masas pobres de Colombia ni al
peso de las cadenas impuestas por el imperialismo, sin atacar las
bases de la propiedad de los latifundistas, los grandes empresarios,
ni expulsar al imperialismo del país. Sin embargo las FARC, no sólo
avalaron, con su abrazo a David Grasso, la ingerencia del capital
imperialista en el proceso de paz sino que plantean
que ellos pueden intervenir en problemas económicos para resolver
parte de la crisis que tienen los campesinos, los obreros, la gente
desempleada. Si así lo hicieran serían muy bien recibidos16.
¡Ellos son los máximos responsables de la miseria del
pueblo colombiano, embellecerlos así es un verdadero crímen político
contra los intereses más elementales de la nación oprimida!
Después del abrazo con David Grasso, el capo de Wall Street , estas
declaraciones muestran que las FARC están empeñadas en un profundo
giro a la derecha, incluso respecto a su tradicional política de
reformismo en armas, es decir, de la estrategia de colaboración
de clases en que las FARC han sido moldeadas desde sus orígenes
por el stalinismo colombiano, y que se prepara para discutir su
reinserción en la democracia colombiana.
Coherente con este curso estratégico, el proyecto político que impulsan
las FARC, proponiendo la más amplia unidad en nombre
de la lucha por una patria democrática y contra la violencia,
el terror, incertidumbre y corrupción incluyendo a sectores
de la burguesía, desprendimientos de los partidos tradicionales,
alas de la iglesia (liberales, conservadores, creyentes, no
creyentes), subordinan en nombre de la amplitud
hacia la burguesía, a los obreros y campesinos y sus reivindicaciones.
Si la cúpula de las FARC decide ir hasta el final por el camino
de diálogo que propone Pastrana, terminará como las corrientes guerrilleras
de Centroamérica como el FLSN, URNG o el FMLN, que mediante sendos
acuerdos de paz, acabaron recicladas como partidos políticos
de los regímenes que mantienen humillados bajo las cadenas imperialistas
a El Salvador, Nicaragua y Guatemala.
Entre tanto, como demuestra toda su actuación, las FARC sólo logran
mantener divididas las luchas del movimiento campesino y del proletariado,
y demuestran ser un obstáculo para la alianza obrera y campesina
y el desarrollo de la lucha de los oprimidos, tanto por su carácter
de clase pequeñoburgués y por su estrategia y programa enemigos
de la revolución obrera y socialista
La estrategia de colaboración de clases que las FARC comparten con
la burocracia sindical de la CUT, el PC, el ELN, el MOIR17, y todas
las corrientes stalinistas y populistas, utiliza la lucha de las
masas, tanto la heroica guerra campesina, como las movilizaciones
de los trabajadores urbanos, como una palanca de presión sobre la
clase dominante, para forzarla a ceder concesiones y reformas en
el régimen político, con la promesa que por esta vía de concertación,
se podrán solucionar las demandas de pan, trabajo, tierra y libertad
política. De esta forma las políticas de diálogo y concertación
de estas direcciones le han permitido a Pastrana gobernar en medio
de la crisis, aplicando su programa de la mano de la burguesía y
el imperialismo, mientras utiliza hábilmente el anhelo de paz de
las masas colombianas (cansadas del terror paramilitar, de la represión
y la intimidación permanente, de los enormes grados de violencia
social que han soportado por largos años), como un chantaje contra
las propias masas, haciendo pasar su programa antiobrero y entreguista.
Por una estrategia obrera independiente para llevar al
triunfo la lucha
de los obreros y campesinos colombianos
La estrategia que proponen las FARC y la CUT sólo puede llevar a
nuevas derrotas y frustraciones la lucha de masas. Una política
obrera independiente hoy sería opuesta por el vértice a la que ofrecen
las direcciones reformistas y populistas, y comienza por la denuncia
de la trampa de la paz de Pastrana, juego a que se prestan
las FARC y la CUT, así como por impulsar la unidad de la lucha de
los trabajadores y campesinos hacia una gran lucha nacional para
derrotar a Pastrana y sus planes, basada en la más amplia autoorganización
obrera y campesina y defendida con la autodefensa de masas (a las
que debrían subordinarse las fuerzas en armas), por un un plan obrero
de emergencia ante la recesión y de un plan de lucha para imponerlo.
Y por la unidad con los trabajadores de todo el continente para
enfrentar en común al imperialismo.
No hay solución a las demanda campesinas de tierra, a las tareas
de liberación nacional, a los reclamos más elementales de los obreros
urbanos y rurales, sin destruir el poder y atacar la propiedad de
los grandes capitalistas dueños de las tierras y las fábricas, y
sin romper con el imperialismo. No puede hablarse siquiera de paz
para el pueblo mientras estén en pie el ejército masacrador y el
poder de los ricos que alimentan a las bandas fascistas. La guerra
campesina sólo encontrará una dirección confiable y un aliado seguro
en el proletariado urbano y agrícola, la única clase que puede acaudillar
la lucha de la nación oprimida y conducirla al triunfo, asegurando,
mediante su propio poder, la realización íntegra y efectiva de las
demandas de tierra, pan, trabajo, libertad y liberación nacional,
imponiendo un gobierno obrero y campesino basado en los organismos
de combate de las masas, destruyendo al aparato estatal de la burguesía
a instaurando sobre sus ruinas una República Obrera. Sólo un partido
obrero, revolucionario e internacionalista, vale decir trotskista,
puede pelear consecuentemente por este programa y esta estrategia.
Notas:
1 Clarín, 18-06-99.
2 El volumen total del negocio que se mueve en torno al narcotráfico
en Colombia es muy superior, aunque la parte del león queda en Estados
Unidos.
3 Le Monde Diplomatique, 02/99.
4 Tiempos del Mundo, 1º-04-99.
5 The Economist, 12-06-99.
6 Como las declaraciones formuladas en la Asamblea General de la
OEA en Guatemala hace poco por el gral. Charles Wilhelm, jefe del
Comando Sur de EE.UU.
7 The Wall Street Journal, 29-06-99.
8 Idem.
9 Tiempos del Mundo, 3-05-99.
10 Le Monde Diplomatique, 02/99.
11 Le Monde Diplomatique, 02/99.
12 The Economist, 15-06-99.
13 The Economist, 15-06-99.
14 El País, 20-01-99.
15 Revista Resistencia, febrero-abril de 1999.
16 Declaraciones del Mono Jojoy jefe militar de las
FARC y heredero virtual de Tirofijo a Clarín, 6-07-99.
17 MOIR, corriente de extracción maoísta con cierta presencia sindical.
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