Robert
Brenner es un historiador inglés que se ha destacado por un trabajo
sobre los orígenes agrarios del capitalismo europeo conocido como
el debate Brenner1, que ocupó un lugar importante en
el estudio histórico contemporáneo. En su número 229 de mayo-junio
de 1998 The New Left Review publicó un nuevo trabajo de Robert Brenner
titulado The economics of global turbulence (La economía de la turbulencia
global). Este último constituye una de las más exhaustivas historias
económicas desde el denominado boom de la posguerra
hasta nuestros días centrado en las relaciones cambiantes entre
las tres principales economías capitalistas del mundo (Estados Unidos,
Japón y Alemania). Aparecido en el marco del estallido de la crisis
económica mundial que comenzó en 1997 cuyo punto de partida fue
el desbarranque de las economías del Sudeste de Asia y que reabrió
una intensa discusión económica, The economics of global turbulence
suscitó múltiples elogios y críticas en el ámbito de la izquierda
y el marxismo.
Es necesario señalar que desde la segunda posguerra hasta nuestros
días el marxismo ha sufrido un fuerte retroceso en lo que al análisis
teórico-científico se refiere, tanto en términos generales como
en el campo de la economía política en particular. En este contexto
si bien, por ejemplo Ernest Mandel en su Capitalismo Tardío
realiza un exhaustivo análisis de la estructura del capitalismo
en el siglo XX y aporta importantes elementos para el análisis marxista,
él no ha conseguido poner en pie una estructura teórica2 que continúe
dialécticamente los aportes y la reactualización de la teoría marxista
realizados por la Tercera Internacional, Lenín y Trotsky entre otros.
Más tarde, a partir de la década del ´70 han surgido otras escuelas
como de un lado los teóricos de la lucha de clases (uno
de cuyos exponentes más importantes es John Holloway) y de otro
los teóricos de la caída de la tasa de ganancia como
por ejemplo el economista marxista Anwar Shaik. Estas escuelas se
han caracterizado por brindar visiones parciales de la realidad
muy lejanas a una integración dialéctica de los múltiples factores
actuantes (entre ellos los económicos y los políticos) en la compleja
estructura del capitalismo en la época imperialista. De un lado
los teóricos de la lucha de clases otorgan un valor absoluto a las
fuerzas del proletariado y consideran que esta última es la causa
en primera instancia de la crisis económica subvaluando enormemente
las contradicciones internas del capital y su agudización en la
época imperialista. De otro lado, Anwar Shaik si bien demuestra
contundentemente el rol del crecimiento de la composición orgánica
del capital como factor causal de la tendencia a la caída de la
tasa de ganancia desde el fin del boom de la posguerra hasta nuestros
días, realiza este análisis por fuera de las condiciones de la lucha
interimperialista, de los elementos de descomposición que caracterizan
al capital en el siglo XX y en la medida en que es tributario de
la teoría burguesa de las ondas largas subvalúa la profunda
relación entre la lucha de clases y la economía. De este modo, en
nuestra forma de ver, estas escuelas no han logrado explicar las
nuevas formas y tendencias que adquiere la economía política en
el conjunto del siglo XX . En este sentido no han podido continuar
las elaboraciones de la Tercera Internacional y más allá de sus
aportes, no pueden dar una continuidad revolucionaria a la teoría
marxista en el campo de la economía.
Robert Brenner aparece frente a estas dos escuelas como una tercera
posición que enfatiza el rol de la competencia interimperialista
en la economía del siglo XX. Sin embargo su hincapié en este aspecto
está centrado en una visión que subvalúa el rol de la lucha de clases
y considera a los Estados imperialistas sólo en tanto agentes de
la competencia económica y al proletariado sólo en tanto movimiento
sindical, como desarrollaremos más abajo. Pero en la medida en que
intenta un análisis global, el trabajo de Robert Brenner ha abierto
una intensa discusión entre la izquierda y los marxistas y merece
ser estudiado y también criticado. Es por ello que desde Estrategia
Internacional (a partir de cuyo número 7 hemos intentado aportar
elementos teóricos para el análisis de la crisis y las tendencias
económicas actuales) nos parece de fundamental importancia tanto
dar a conocer al menos algunas partes de este importante trabajo
de Brenner como acercar primeros elementos para su crítica.
Introducción
Sin duda los aportes más importantes de Robert Brenner están ligados
a una muy detallada demostración del desarrollo desigual en el terreno
económico entre las grandes potencias capitalistas que ha signado
tanto el período de ascenso del capitalismo occidental durante el
llamado boom de posguerra como lo que él denomina el largo
ciclo descendente, que según Brenner ha comenzado en el año
1973 y se extiende hasta nuestros días. A su vez este análisis compara
en forma permanente el desarrollo divergente entre el sector manufacturero
y no manufacturero (servicios) de la economía. Por otra parte, esta
historia económica brinda una gran masa de datos empíricos
que son de enorme utilidad, sin lugar a dudas, para un análisis
sobre la crisis capitalista mundial. A su vez, resulta interesante
en el trabajo de Brenner su interpretación sobre la polémica década
del 90 a la que ubica no como el supuesto comienzo de un nuevo período
ascendente del capitalismo sino como un período particular (de crecimiento
específicamente norteamericano) dentro del largo ciclo descendente.
Ahora bien, la concepción de Brenner es presentada por The New Left
Review como...un marxismo original que tiene poco en común
con lo que frecuentemente se ha hecho pasar como deducciones ortodoxas
de El Capital. Ningún axioma de la crisis basada en el aumento de
la composición orgánica, y en la subsecuente caída de la rentabilidad
de la inversión capitalista, se van a hallar aquí.3 En realidad
puede afirmarse que el marxismo original de Brenner
constituye escencialmente una negación de la ley del valor-trabajo
como fundamento del sistema capitalista a la vez que un rechazo
de la concepción marxista sobre la tendencia creciente al aumento
de la composición orgánica del capital como causa última impulsora
de la caída tasa media de ganancia. Ahora, la pregunta que cabe
plantearse es si este llamado marxismo original de Brenner
es capaz de dar cuenta en profundidad del conjunto de los movimientos
de la economía en el complejo siglo XX. Veamos. En primer lugar
Brenner propone como global un análisis que subvalúa la profunda
relación de opresión y explotación del centro imperialista
sobre el mundo semi-colonial. Pasar por alto o restarle importancia
a esta relación que está en la base del funcionamiento de la economía
capitalista-imperialista del siglo XX, no puede más que arrojar
una explicación parcial y por lo tanto incorrecta de la realidad
en su conjunto. Sólo a modo de ejemplo podríamos citar la dimensión
dramática que cobró el fenómeno de la deuda externa
que ha llevado a que un amplio abanico que va desde el Vaticano,
incluyendo a políticos burgueses de los países semicoloniales, pasando
por múltiples intelectuales de la izquierda no marxista como Noam
Chomsky, Wallerstein, entre otros hasta sectores de izquierda de
las mismas metrópolis reclamen la condonación de parte o la totalidad
de dicha deuda4. La subestimación que Brenner realiza de esta expoliación
imperialista es una consecuencia de que como veremos luego, en su
análisis no son tomadas en cuenta las diferencias cualitativas existentes
entre la fase ascendente del capitalismo de libre competencia y
su época declinante, el imperialismo, con todos los efectos reaccionarios
y de destrucción de las fuerzas productivas que implica la sobrevida
del capitalismo. En este mismo sentido, Brenner resta importancia
a la profunda relación entre los factores económicos y políticos
que signan nuestra época. Por ello, Brenner aborda la competencia
interimperialista en un plano exclusivamente económico, alejado
de la lucha intensa entre las grandes potencias por la hegemonía
del mundo así como de la lucha actuante entre revolución y contrarrevolución.
En resumen, podríamos decir que el análisis de Brenner si bien aporta
elementos de peso para una interpretación de la economía mundial,
en la medida en que ignora o desecha las conquistas científicas
adquiridas por el marxismo y por los marxistas revolucionarios (entre
las cuales se destacan los aportes tanto de Lenín, como de Rosa
Luxemburgo, de la Tercera Internacional y de Trotsky entre otros,
que fueron dándole actualidad y reexplicando los nuevos y complejos
fenómenos a través de los cuales se expresaba el capital en el siglo
XX) y en la medida en que Brenner no propone una teoría superadora,
no es capaz de dar cuenta del movimiento del conjunto de las tendencias
de la economía capitalista-imperialista a las puertas del siglo
XXI. Como consecuencia de ello, Brenner cae en una explicación que
queda sujeta al campo de los fenómenos y no puede visualizar las
tendencias más profundas que sin dudas sacudirán a la economía y
a la política mundial en las décadas venideras.
Dado que el trabajo de Robert Brenner no está traducido al castellano,
presentamos a continuación un breve resumen de The economics of
global turbulence, en el que intentaremos destacar sus aspectos
más relevantes.
La explicación económica de Brenner
1) El patrón del boom de la posguerra, 1950-1973
Brenner identifica el período del boom entre los años 1950 y 1973
y sostiene que el crecimiento durante este período fue altamente
desigual. En lo que respecta al crecimiento del PBI, del PBI por
hora, del stock de capital, y de la inversión productiva, Estados
Unidos tuvo con respecto a Alemania y Japón en esos años un crecimiento
mucho más modesto. Incluso éste fue menor que las tasas de crecimiento
que Estados Unidos registró durante el período 1890/1913. Por el
contrario, la performance productiva de Japón y Alemania fue impresionante,
en particular la de Japón, cuyo crecimiento, según Brenner, no tuvo
parangón histórico:
Durante el primer cuarto de siglo de la época de la posguerra
el mundo capitalista avanzado experimentó tasas récord de crecimiento.
No obstante su extraordinario dinamismo estuvo muy desigualmente
distribuído. Mientras que el bloque económico norteamericano de
anterior desarrollo tendió a repeler las nuevas inversiones, los
nuevos bloques económicos con los cuales la economía alemana y japonesa
estaban asociados tendieron a atraerla. El crecimiento de posguerra
de la economía norteamericana no fue en consecuencia particularmente
impresionante, sea en comparación con el de sus principales competidores,
o con respecto a su propia historia en períodos anteriores.
5
Brenner sostiene que Estados Unidos (y en menor medida el Reino
Unido) disfrutaban de ventajas muy considerables sobre las otras
economías avanzadas inmediatamente después de la segunda guerra,
tanto a nivel de la productividad como de la capacidad productiva.
Alemania Occidental y Japón, por su parte, tenían tasas más altas
de acumulación de capital pero menor productividad y menor capacidad
productiva inicialmente. El liderazgo norteamericano estaba basado
en la abrumadora superioridad tecnológica de su industria, como
consecuencia de la aplicación de tecnologías disponibles desde los
30 que fueron aplicadas masivamente durante la guerra.
A su vez, Alemania y Japón se beneficiaron de la incorporación de
nuevas tecnologías que Estados Unidos ya poseía (lo que Brenner
llama el proceso de alcance) combinándolas con una mano
de obra mucho más barata que la de Estados Unidos. Se beneficiaron
de su posición de seguidoras, mientras que Estados Unidos
sufrió relativamente las desventajas de llevar la delantera (the
penalty of taking the lead).
Brenner señala que la represión y el control del movimiento obrero
fueron claves para el comienzo de la larga onda expansiva: ...el
boom de la posguerra en ambos países [Alemania y Japón] estuvo basado
más en la derrota de los trabajadores que en su reconocimiento,
más en la subordinación explícita de los trabajadores que en la
consolidación de cualquier acuerdo capital- trabajo.
En particular, las extendidas oleadas de acumulación de capital
que cimentaron el largo ciclo ascendente durante la década de los
50 dependieron de lograr tasas extraordinariamente altas de ganancias,
que en sí mismas estaban basadas en la represión a los trabajadores
y su consecuente aceptación de bajos salarios en lento crecimiento
(en relación al crecimiento de la productividad)...rebeliones obreras
militantes estallaron en ambos países luego de la derrota militar...
con el advenimiento de la guerra fría.. las autoridades de ocupación
norteamericana ...se sumaron a los gobiernos conservadores y a los
patrones de línea dura para reprimir sistemáticamente (como en Japón)
o contener (como en Alemania) estas insurrecciones6
Las tasas de acumulación más altas de Alemania occidental y Japón,
junto a los menores costos laborales, les permitieron a sus fabricantes
comenzar a desafiar con sus mercancías más baratas el dominio del
capital norteamericano sobre el mercado mundial en la década de
los 60. Esto se reflejó en el creciente déficit de la balanza
de pagos de Estados Unidos.
La relación económica de la posguerra entre las economías de occidente
estuvo enmarcada en los Acuerdos de Bretton Woods7, que según Brenner
encarnaban una negociación informal: por un lado EE.UU.,
a través del rol clave del dólar funcionaba con grandes déficits
de la balanza de pagos para financiar sus bases militares en el
exterior y su ayuda al exterior y las inversiones extranjeras directas
de sus corporaciones; por otra parte, permitía a sus rivales económicos
(Japón y Alemania) que limitaran el acceso a sus mercados internos.
El libre comercio y el dólar sobrevaluado facilitaban la inversión
en el exterior de las multinacionales norteamericanas. Esta exportación
de capitales e importación de manufacturas, llevó a una caída de
la tasa de inversión en Estados Unidos. Por otra parte, los años
50 fueron, según Brenner, la edad de oro de los
trabajadores manufactureros norteamericanos, ya que sus salarios
crecieron a un 3% anual. Esto último junto al lento crecimiento
de la inversión, rebajaron el crecimiento de la productividad del
trabajo y del capital, lo que provocó una gran caída de la tasa
de ganancia en la manufactura (41%) entre 1950 y 1958. Aun siendo
la productividad más alta en EE.UU., sus altos salarios anulaban
esta ventaja sobre Alemania y Japón, cuyos trabajadores tenían salarios
más bajos. De este modo, las exportaciones norteamericanas perdieron
competitividad. Valga como ejemplo que desde el 59 la balanza
comercial de EE.UU. empezó a ser deficitaria en relación con Alemania.
Alemania y Japón, por el contrario, captaban capitales al ofrecer
excelentes condiciones para la inversión del capital, tales como
monedas subvaluadas en relación al dólar, salarios relativamente
bajos, y baja inflación. Las políticas keynesianas del gobierno
en Estados Unidos de subsidio a la demanda y gran gasto público
alimentaba el crecimiento de grandes déficits. Por el contrario,
a través de los 50 y los 60 Alemania y Japón aplicaban
políticas de ahorro interno, y de restricción de la demanda interna
para evitar la inflación y el aumento de los costos salariales.
Brenner señala como un factor clave del milagro alemán
y japonés el control de la fuerza de trabajo mediante sindicatos
empresarios en Japón y los consejos obreros8 en Alemania.
Esto era vital para ellos ya que sus expansiones estaban motorizadas
por un aumento muy grande de las exportaciones.
Todas estas elementos plantearon las condiciones para que Alemania
y Japón fueran apropiándose de sectores cada vez mayores del mercado
mundial, con el consecuente aumento de la competencia internacional.
Se produjo un gran avance de la productividad y un gran desarrollo
del sector manufacturero. Creció la demanda de productos alemanes
y japoneses en el mercado mundial, que conquistaron porciones mayores
de éste a costillas de Estados Unidos (y en menor medida del Reino
Unido). Esto llevó al surgimiento de grandes excedentes externos
de Japón y Alemania y al aumento paralelo de grandes déficits en
EE.UU., lo que trajo aparejado el aumento de las presiones a la
suba de la moneda y de los precios en Japón y Alemania, originando
a su vez una agudizamiento de la lucha por la productividad.
En este contexto, en los años 1957/58 y 1960, se desatan las primeras
recesiones norteamericanas que permitieron un gran ataque al salario
(por un aumento previo del desempleo, que se combinó con una serie
de huelgas derrotadas, General Electric, la del sindicato metalmecánico
UAW, etc.). Así, EE.UU, logró una recuperación de la tasa de ganancia.
Según Brenner esas tempranas derrotas al movimiento obrero yanqui
pusieron a la patronal a la ofensiva, iniciando una tendencia que
perdura hasta hoy. Los costos salariales cayeron en EE.UU. y aumentaron
en Japón y Alemania, y esto produjo un bajo crecimiento en los precios
de exportaciones norteamericanas, comparado con un mayor crecimiento
de los precios alemanes.
En la primera mitad de los 60, la economía de EE.UU. tuvo
una recuperación de corto plazo (luego de los magros 50),
pero no pudo impedir que los límites planteados por la competencia
internacional terminaran imponiéndosele: entre 1958 y 1965 la porción
de EE.UU. del mercado mundial para las exportaciones manufactureras
cayó de 18.7% a 15.8%. A partir de 1965 se agudizará la competencia
de Japón y Alemania, un hecho que según Brenner tendría graves consecuencias
para la economía mundial en el largo plazo.
2) El comienzo de la crisis, 1965-1973
Como resultado de la irrupción no planificada de los productos
alemanes y japoneses de menor precio en el mercado, se reveló que
los productores norteamericanos en particular habían sobreinvertido,
en el sentido de que no pudieron asegurar la tasa de retorno establecida
sobre sus asignaciones de capital y de mano de obra. El resultado
de esto fue la capacidad excedente y la superproducción que llevó
a una caída en la rentabilidad de conjunto en el sector manufacturero
de las economías del G7. Entre 1965 y 1973, los productores norteamericanos
sufrieron una caída en la tasa de retorno sobre su stock de capital
de más del 40%. Como el stock de capital manufacturero norteamericano
representaba una porción tan grande en el total del G7, las economías
del G7 sufrieron una caída en la rentabilidad manufacturera de conjunto
de alrededor de un cuarto [25.5%]en esos mismos años. 9
Brenner señala que una caída de la tasa de ganancia no implica necesariamente
dificultades económicas de largo plazo, pero EE.UU. no reorientó
su inversión hacia otras líneas de producción, lo que provocó un
aumento en la superproducción y tasas de ganancia reducidas, reproduciendo
la sobreinversión a nivel del sistema de conjunto. Las masas de
capital fijo ya asignadas estaban profundamente ligadas a lo que
Brenner denomina el capital intangible (las redes de
proveedores, el conocimiento del mercado, el know how-
el conocimiento de las técnicas productivas). Esto evitó que se
produjera un proceso normal de ajuste, lo que Brenner llama la salida
de los fabricantes de más alto costo y de mayor precio de esas líneas
de producción dadas.
Los déficits crónicos de la balanza de pagos de Estados Unidos (el
exceso de las importaciones sobre las exportaciones) que surgieron
en los 60, combinados con políticas reflacionarias de rebajas
en las tasas de interés y aumento en los déficits presupuestarios,
fueron socavando la confianza en el dólar.
La penetración acelerada de productos alemanes y japoneses en el
mercado interno de EE.UU. produjo excedentes récords de cuenta corriente
en Japón y Alemania, y déficits récord de cuenta corriente en EE.UU.
En 1971 EE.UU. tuvo por primera en el siglo XX déficit comercial
(éste se triplicaría en 1972). El gobierno de Nixon respondió en
1971 devaluando el dólar, poniendo fin a la paridad dólar/oro y
poniendo una recarga impositiva del 10% sobre las importaciones.
En 1973 se produjo finalmente el colapso de los Acuerdos de Bretton
Woods y el fin del sistema internacional de cambio fijo. Esto precipitó
una devaluación del dólar y una paralela revaluación del marco y
del yen, precipitando a su vez una recuperación de la tasa de cambio
a favor de EE.UU, y en contra de Alemania y Japón, aliviando la
presión de las importaciones y bajando los costos de la exportaciones
norteamericanas. Así, EE.UU. desplazó la crisis a estos países sin
resolverla en el frente interno. La tasa de ganancia en EE.UU. no
se recuperó hasta los 80, y cayó entre 1969 y 1973 un 31%
y un 18.5% respectivamente. Según Brenner, esto fue provocado por
una presión descendente de los precios que reflejaba la intensificación
de la competencia internacional estimulada por la superproducción
creciente de mercancías. Esta declinación sustancial no puede buscarse
ni en el crecimiento de los salarios, ni en la caída de la productividad.
Según Brenner, la declinación se produjo porque los productores
no fueron capaces de elevar los precios al nivel del aumento de
sus costos para mantener altas tasas de retorno. La capacidad excedente
y la superproducción fueron así la causa de la presión descendente
sobre los precios y de la caída de la tasa de ganancia. A su vez,
en EE.UU. en la última mitad de los 60 hubo un aumento de
la actividad huelguística, una explosión de la militancia obrera
que representó una respuesta tardía de los trabajadores al enorme
crecimiento previo de la rentabilidad, al retraso de los salarios
y a la aceleración de la inflación. En el 65 el crecimiento
de la inflación anuló el crecimiento salarial y la tasa anual promedio
de remuneración real cayó 2.3%. Sin embargo, esta caída salarial
no permitió mantener la rentabilidad como puede verse en el hecho
que la tasa de ganancia cayó en un 29%.
En el sector manufacturero hubo menor aumento salarial y mayor caída
de la tasa de ganancia, a diferencia del sector no manufacturero
donde hubo un mayor aumento salarial y menor caída de la tasa de
ganancia. Esto se explica porque el sector manufacturero no pudo
aumentar los precios en relación al aumento de los costos por la
superproducción existente y la competencia internacional creciente,
como sí lo pudo hacer el sector no manufacturero. En consecuencia,
entre el 65 y el 73 la rentabilidad manufacturera cayó en un 40%
comparada con una caída mucho menor del 23.1% en el sector no manufacturero.
Esta caída secular provocó un descenso de la inversión, un freno
en el crecimiento, y un aumento del desempleo, abriendo las puertas
a lo que Brenner llama el largo ciclo descendente.
3) El largo ciclo descendente (desde 1973 hasta nuestros
días)
La contraofensiva norteamericana con la devaluación del dólar le
permitió a EE.UU. una baja de los precios relativos que no había
logrado a través del aumento de la productividad. Así se produjo
una caída en el nivel de los salarios relativos, los que contrariamente
aumentaron en Alemania y Japón (como resultado de la revaluación
del marco y del yen). EE.UU logró volver a los superávits comerciales
en el año 73, empezando a caer sobre Alemania y Japón el peso de
la crisis económica mundial.
En el caso de Alemania, la tasa de ganancia cayó el 30% en el sector
manufacturero, cayó la productividad, aumentaron los costos relativos,
había pleno empleo y fuerte militancia obrera, todo lo cual contribuyó
a la baja de la tasa de ganancia. En 1967 ya había habido un proceso
de huelgas salvajes exitosas que dieron por resultado un aumento
salarial; los salarios crecieron por encima del aumento de la productividad.
Nuevamente la caída de la rentabilidad podría haber sido menor si
se hubieran podido aumentar los precios al mismo tiempo que subían
los costos relativos. Esto fue lo que sucedió en el sector no manufacturero
alemán. La economía alemana estaba basada centralmente en las exportaciones.
Tenía dos caminos, uno mantener el mercado mundial o mantener los
precios altos y las ganancias, a costa de perder una porción del
mismo. La patronal alemana eligió este último, lo que trajo aparejada
una caída de la tasa de ganancia que propinó un duro golpe a las
perspectivas de crecimiento alemán de largo plazo.
Frente a una situación similar, Japón cuya tasa de ganancia ya había
caído entre 1970 y 1973, intentó buscar una salida ampliando su
mercado interno. Pero el crecimiento de los salarios en términos
relativos (15%) en Japón, significó un aumento de los costos del
trabajo en la manufactura, medidos en dólares, de un 20% acabó precipitando
una mayor caída de la tasa de ganancia ya que los fabricantes japoneses
no podían aumentar los precios al nivel necesario como para recuperar
la ganancia. La clave de este aspecto estuvo dada por la reducción
de la demanda mundial y la revaluación del yen, lo que provocó una
reducción de la tasa de crecimiento de las exportaciones al 4.6%
anual en comparación con un 17.2% de crecimiento anterior. Al igual
que Alemania, Japón eligió mantener el mercado externo aceptando
una tasa de ganancia reducida en el marco de una caída del 75% en
el ritmo del crecimiento de las exportaciones.
En el G7 de conjunto, la rentabilidad por fuera de la manufactura
cayó un 19%, comparada con un 25.5% en el sector manufacturero entre
el año 65 y el 73. La clase obrera del mundo capitalista
sufrió un descenso fuerte en el crecimiento de sus salarios: en
el G7 de conjunto mientras los salarios habían promediado un crecimiento
del 4.4% anual, durante los años 68-73 ese promedio cayó al 1.4%
entre el 73-79 y al 0.5% entre el 79 y el 89.
Al mismo tiempo, la caída de la tasa de ganancia provocó una aguda
caída de la inversión desde 1973 que fue la causa de la aguda caída
en la productividad. En el G7 entre el 60 y el 79 el
crecimiento de la productividad cayó en un 42%, pasando de alrededor
del 5.2% entre 1960 y 1973 a 3% entre 1973 y 1979. El crecimiento
anual del stock de capital neto cayó en un 35%, es decir desde el
5.5% por año a 3.6%. Las economías capitalistas avanzadas hicieron
ajustes en el sector no manufacturero que les permitió resistir
la caída de la rentabilidad a través de aumentos de precios. Esto
fue posible porque el sector no manufacturero está menos expuesto
a la competencia internacional. Dice Brenner:
Las trayectorias divergentes de las tasas de ganancias en
la manufactura y en el sector no manufacturero y, a su vez, de las
tasas de crecimiento de la producción, fuerza de trabajo y stock
de capital en los sectores manufacturero y no manufacturero antes
y después de 1973, reflejaron lo que yo sostengo que es la fuente
fundamental de la crisis sistémica a largo plazo de la rentabilidad:
la presión descendente sobre los precios que resulta centralmente
de la capacidad excedente y la superproducción en la manufactura,
que en sí misma se deriva de la intensificación de la competencia
internacional
Brenner explica que el descenso inicial del ciclo demostró una incapacidad
de ajustar la economía a la capacidad excedente y a la superproducción
existentes. Pero se pregunta, ¿cómo puede explicar este mecanismo
la perpetuación de la crisis durante más de dos décadas? La causa
la encuentra en el hecho que la estrategia de las empresas estuvo
centrada en una salida insuficiente de capitales de
las viejas ramas o líneas de producción y demasiada entrada
de capitales a las líneas manufactureras que ya estaban saturadas.
El desarrollo de los NICS viejos y nuevos de Asia y del Sudeste
Asiático, que producían con costos laborales muy bajos y con tecnología
avanzada, profundizaron esta tendencia. Con sus productos baratos,
estos países conquistaron una franja mayor del mercado que la que
había conquistado Japón durante el boom y contribuyeron más que
Japón a la superproducción mundial en el curso del largo ciclo descendente.
De este modo, llegó a su fin la ganancia diferencial, dado que las
líneas alternativas de altas tasas de retorno se había vuelto escasas.
Se provocó así un desplazamiento de los capitales hacia las finanzas,
los seguros y los bienes raíces, tanto en EE.UU. como en Alemania
y Japón.
Durante los 70, hubo una explosión del endeudamiento de las
empresas de más altos costos y menores ganancias que les permitió
ocupar posiciones económicas que podrían haber sido ocupadas por
otras más productivas. De esto modo, entre el 73 y el 79 hubo un
20% menos de quiebras que entre el 60 y el 73. Otra
política hubiera llevado a una depresión, que fue evitada a costa
de un aumento de la inflación. Pero las medidas keynesianas no podían
resolver la situación porque el problema central no estaba en la
realización y la demanda sino en la capacidad excedente, en la superproducción
existente y en la caída de la rentabilidad.
Esta situación estuvo en la base del giro monetarista que signó
la década del 80, y puso en escena una declinación general de la
economía mundial. El mercado norteamericano cayó, imponiendo grandes
limitaciones a Japón y a Alemania. En EE.UU. hubo un gran proceso
de achicamiento y ajuste que impulsó una mejoría de la productividad.
Hubo una rebaja sin precedentes de los salarios y un desplazamiento
en gran escala de los capitales hacia el sector servicios de baja
productividad y bajos salarios y hacia el sector financiero.
En el año 1985, con el Acuerdo Plaza, los principales estados capitalistas
se pusieron de acuerdo para forzar la baja del valor del dólar.
Esto permitió mejorar la competitividad relativa del capital norteamericano,
a la vez que impulsó a la suba el valor del yen. Japón adoptó una
política monetaria laxa que deliberadamente produjo la economía
burbuja, la rápida inflación en el precio de las acciones
y de los bienes raíces a fines del 80, cuya intención era
aumentar el consumo interno para contrarrestar la caída de sus exportaciones.
En EE.UU. el gobierno de Reagan implementó enormes reducciones impositivas
a los ricos, y aumentó astronómicamente el gasto en armamentos (neo-keynesianismo
militar), que provocaron los déficits presupuestarios norteamericanos
más altos de la historia. Según Brenner estas políticas tranformaron
a Ronald Reagan en el ...más grande keynesiano de la historia.
Durante estos años la concentración de capital tomó proporciones
históricas: entre 1980 y 1989 hubo 31.105 fusiones y adquisiciones
por un valor de 1.34 trillones de dólares. Esto se combinó con la
derrota de la huelga de los controladores aéreos que permitió rebajar
los costos salariales lo que sumado a las reducciones impositivas
y una reactivación de la demanda abrió las puertas a un nuevo ciclo
de ascenso extendido de la economía norteamericana.
La situación actual y las perspectivas del capitalismo
El estado del capitalismo a lo largo del largo ciclo descendente
es revelado por las siguientes cifras: Hoy, cuando la economía
mundial disfruta su recuperación de la cuarta gran recesión de fines
de los 60, la tasa de desempleo promedio de las economías capitalistas
líderes (sacando a Estados Unidos) es al menos tan alta como el
promedio de la gran depresión de los 30. El desempleo de los 11
países de la Unión Europea promedió el 11,3% mientras que las 16
principales economías capitalistas en los años 30 al 38 inclusive
fue del 10.3%. El revival de la economía norteamericana estuvo basado
en una tremenda devaluación del dólar contra el marco y el yen que
ya lleva una década. El crecimiento de la productividad para la
economía de conjunto ha caído a sus niveles más bajos en la historia
norteamericana para los casi 25 años que van desde 1973 a 1996.
Durante ese período el crecimiento del PBI por hora trabajada ha
promediado el 0.9%. Esto es mucho menos que la mitad del promedio
histórico para el siglo previo y el promedio para los 90 (hasta
1996) ha caído el 0,7%. En este contexto la defensa de la rentabilidad
y su recuperación parcial en los 90 ha sido el resultado de una
rebaja salarial sin precedentes durante el último siglo y quizá
desde la Guerra Civil. Entre 1973 cuando los salarios reales por
hora en la economía privada alcanzaron su pico y 1990 cayeron un
12%, bajando a una tasa anual promedio del 0,7% y no aumentaron
en absoluto durante la década del 90 hasta el año 97.10
Continúa diciendo Brenner: Lo más revelador quizás a la luz
de las actuales celebraciones de un supuesto milagro económico norteamericano,
es que el ascenso cíclico de los 90 ha sido -en términos de los
principales indicadores macroeconómicos de crecimiento (producción,
inversión, productividad y remuneración real)- incluso menos dinámico
que sus antecesores relativamente débiles de los 80 y los
70 (para no hablar de los de los 50 y los 60).
De este modo, lo único espectacular del boom Clinton
fue el crecimiento de la bolsa. En 1998 la proporción entre los
precios de los activos y las ganancias duplicó su promedio de 13,7%
que se mantuvo entre 1871 y 1992, situándose a un nivel récord.
El empleo en los servicios (hoteles, restaurantes, y comercio minorista)
creció en 20 millones entre el 79 y el 90 y 8.6 millones
entre el 90 y el 96. A su vez el empleo en la manufactura
cayó respectivamente 1.1 millón y 830.000 en los mismos períodos.
Esto constituye una manfiestación de la declinación económica norteamericana.
Esta situación en cierto modo podría compararse con el boom de la
bolsa japonesa en los 80 que acabó por explotar dando lugar
a una profunda recesión. La diferencia no obstante entre estos dos
procesos estaría dada por el aumento de la rentabilidad en EE.UU.
en los 90. Entre 1995 y 1996, la tasa de ganancia en la manufactura
logró por primera vez desde el comienzo del largo ciclo descendente
superar su nivel de 1973 situándose un 30% por debajo del pico máximo
alcanzado en el boom. La recuperación de EE.UU en los 90 estuvo
así centrada en la caída del salario y el aumento de las exportaciones
como consecuencia de la gran devaluación del dólar en esta década.
En 1997 se dio el primer año de boom en EE.UU. cuando la productividad,
el PBI, los salarios y el empleo aumentaron al unísono. Lo que sucedió
es que, al mismo tiempo que Japón y Alemania en los 90 entraron
en las peores crisis de la posguerra, EE.UU., gracias a su mayor
competitividad, se volvió más dependiente del mercado mundial de
exportaciones. Así se produjo una bifurcación no simétrica: las
caídas alemana y japonesa no fueron compensadas por la recuperación
norteamericana, hubo en realidad un menor dinamismo de la economía
mundial que en cualquier período desde 1950.
Pero ¿cuál es el pronóstico para la evolución del capitalismo mundial?
Brenner sostiene que la superación del problema secular de la capacidad
excedente y la superproducción es una cuestión clave para relanzar
un nuevo boom. Para EE.UU. es definitorio si puede o no extender
y consolidar la recuperación de la rentabilidad esquivando el aumento
salarial y la competencia internacional, dado que su crecimiento
anterior, estuvo basado en la caída del dólar, el aumento de las
exportaciones y una rebaja salarial sin precedentes. Sin embargo,
en 1996 la remuneración salarial ya creció en un 1.5% y siguió creciendo
más aún en 1997 y 1998. Pero las tendencias económicas norteamericanas
en última instancia dependerán de la situación mundial. Ahora bien,
las fuerzas actuantes en el terreno del mercado mundial hoy están
dadas por el freno en la demanda de conjunto, la aceleración de
las exportaciones y una tendencia a la reducción de precios por
la capacidad excedente. La clave es que las grandes economías buscan
salir de la crisis mediante el aumento de su dependencia del mercado
mundial, recurriendo a un nuevo ciclo de rebaja salarial y austeridad
macroeconómica. Brenner sostiene que lo más probable es que haya
una inundación de exportaciones en el mercado mundial, y mercados
saturados que aumenten la superproducción. Si se toma en cuenta
que en la última década y media hasta el 96, el Sudeste y el Este
de Asia fueron el único centro dinámico de acumulación de capital
dentro de un capitalismo mundial estancado (en el 96 las economías
asiáticas combinadas, excluyendo a Japón, invirtieron casi lo mismo
que EE.UU. durante ese mismo año), se puede tener una idea de lo
que va a provocar su caída y su presión exportadora sobre la superproducción
mundial.
Ya, el hundimiento del sudeste de Asia fue un factor clave que socavó
la recuperación japonesa siendo que Japón había usado a esta región
como un mercado para la exportación de capitales y mercancías.
A su vez, según Brenner, salvo que hubiese un improbable gran aumento
salarial en EE.UU, es impensable un aumento en la demanda interna
norteamericana. El destaca que el efecto riqueza fue creado exclusivamente
por el aumento de la bolsa ligado a una caída de los ahorros a su
tasa más baja en 50 años. De este modo, la expansión norteamericana
sólo podría continuarse si pudieran ser aumentadas sustancialmente
las ventas al mercado mundial, cuestión altamente improbable. Ya
ha habido otro reajuste de las monedas, motivo por el cual las manufacturas
norteamericanas están siendo erosionadas. Alemania y Japón miran
hacia las exportaciones, ya han comenzado a actuar las tendencias
a la baja del yen, cuya caída en el 95 (combinada con el aumento
del dólar) empujó al hundimiento de las economías del Sudeste de
Asia. La crisis asiática tuvo por origen la reducción de su mercado
de exportaciones, por su parte el FMI exigió la restricción del
crédito y la austeridad, exacerbando la crisis de la deuda, y provocando
una depresión devastadora. La caída anual promedio de las monedas
de esos países es del orden del 35%.
De este modo, con la presión de los productos asiáticos muchos más
baratos desde el ´97 se combina una disminución de la demanda con
un aumento de la competencia internacional. A su vez, estas economías
van a depender más de las exportaciones al resto del mundo por la
disminución de la demanda interna en la región. Si se tiene en cuenta
que el Sudeste de Asia y Japón absorbieron de un cuarto a un tercio
de las exportaciones norteamericanas durante los 90, no es
fácil pensar que EE.UU, pueda en el nuevo contexto aumentar sus
ventas. El escenario más probable entonces, dado que los mercados
tienden a contraerse, es un aumento en la superproducción mundial.
El estrechamiento de la economía parece inevitable. Si la rentabilidad
cae, caería la inversión y la productividad acompañadas de una mayor
presión sobre las ganancias por parte del crecimiento salarial.
En este contexto, la bolsa norteamericana debería caer también,
en cuyo caso también se derrumbaría el consumo y la disminución
de las exportaciones no podría ser reemplazada por un aumento de
la demanda interna. Según Brenner, este es el escenario más probable,
la producción redundante socavaría las conquistas comerciales y
la competencia acabaría triunfando en el marco de mercados que se
encogen cada vez más. De este modo se socavaría la recuperación
norteamericana y se plantearía una nueva caída de la economia mundial.
ALGUNOS
ELEMENTOS PARA LA CRITICA
Un
análisis centrado en los fenómenos y no en las causas
El análisis económico de Brenner posee sin duda la ventaja de abordar
la crisis capitalista mundial mediante una visión que abarca el
movimiento del conjunto de la economía capitalista a través de un
gran período. Posee el mérito también de interpretar este movimiento
en el marco de la lucha competitiva entre los principales países
capitalistas, así como en el marco del desarrollo desigual entre
ellos que se ha impuesto como una ley de hierro, particularmente
durante el siglo XX. Por otra parte, el análisis económico de Brenner
se encuentra recorrido en forma permanente por dos fenómenos fundamentales
que signan el movimiento de la economía capitalista y que actúan
en el trasfondo de la lucha competitiva: la tendencia a la caída
de la tasa media de ganancia y las tendencias a la sobrecapacidad
y sobreproducción de mercancías.
Sin embargo, su análisis, en la medida en que obvia los fundamentos
básicos del marxismo (y no propone ninguna otra teoría superadora)
se mantiene en la identificación y descripción de los fenómenos,
no puede dar cuenta de las causas profundas que gobiernan la economía
capitalista y por ello tampoco explica las condiciones particulares
de existencia y las tendencias del capital imperialista en el siglo
XX (entre ellas una fundamental: la opresión y explotación que los
países capitalistas centrales ejercen sobre el mundo semi-colonial).
Tampoco su análisis, en la medida en que se mueve al nivel de la
descripción fenomenológica, puede explicar la enorme agudización
de las contradicciones del capital en su fase descendente como consecuencia
de lo cual actúa el entrelazamiento de los factores económicos y
los factores políticos que definen en última instancia las tendencias
de la economía en el siglo XX. Esto es, los grandes movimientos
en que se expresa la lucha de clases en nuestra época tales como
la lucha por la hegemonía imperialista que explica tanto las guerras
comerciales, como las guerras de procuración y hasta las guerras
mundiales así como, en el polo opuesto, la lucha por la revolución
proletaria y el rol de sus partidos y organizaciones.
1.Superproducción,
caída de la tasa de ganancia y precios
En la concepción de Brenner, la ley del valor-trabajo que define
a la ganancia capitalista exclusivamente como la cantidad de horas
de trabajo socialmente necesarias no pagadas a los obreros y al
valor de las mercancías como la cantidad de horas de trabajo socialmente
necesarias incorporadas en ellas, está completamente ausente. Es
por ello que, en Brenner, los precios de las mercancías adquieren
una entidad propia, no como manifestaciones o expresiones en última
instancia del valor11. Es por ello que Brenner desecha (y hay que
decir que lo hace de forma excesivamente liviana) la tendencia al
crecimiento de la composición orgánica del capital como movimiento
fundamental del sistema capitalista, que impulsa tanto la sobreproducción
de mercancías como la tendencia a la caída de la tasa media de ganancia.
Es en este sentido que Brenner llega a decir que aunque Marx
era, por supuesto, ferozmente antimalthusiano. El carácter malthusiano
de su teoría de la tasa de ganancia es en consecuencia altamente
incongruente, si bien lógicamente inevitable, dado que contempla
la caída de la rentabilidad como resultado de una caída en la productividad,
tomando en cuenta tanto los imputs de capital y de mano de obra.
.. esto exige suponer -lo cual es otra vez paradojal en términos
de las propias premisas de Marx- que los capitalistas adoptan nuevas
técnicas que hacen bajar su propia tasa de ganancia- y, otra vez,
terminan reduciendo la productividad de conjunto.12 Pero esto
resulta una profunda incomprensión de los fundamentos elementales
del marxismo. En primer lugar y como el mismo Brenner lo cita, Marx
decía La tasa de ganancia cae, aunque la tasa de plusvalía
siga siendo la misma o aumente, porque la proporción de capital
variable a capital constante desciende con el desarrollo de la potencia
productiva del trabajo. La tasa de ganancia de este modo cae, no
porque el trabajo se vuelve menos productivo, sino porque se vuelve
más productivo Es decir que para Marx, lejos de cualquier
similitud con la teoría de Malthus13 es el aumento de la productividad
del trabajo y no su caída el movimiento que impulsa el crecimiento
de la composición orgánica del capital que empuja a la caída de
la tasa media de ganancia, la sobrecapacidad y la superproducción.
Es la competencia entre los múltiples capitalistas la que impulsa
a cada capitalista individual a incorporar más maquinaria y nueva
tecnología para reducir el valor de sus mercancías producidas. Mediante
este proceso, el capitalista individual de mayor tecnificación logra
captar una fracción mayor del mercado porque vende sus mercancías
a un precio mayor del que se correspondería con el valor que ha
producido (que sus obreros han producido), pero por debajo del precio
que rige en el mercado y que está determinado en última instancia
por el tiempo social o promedialmente necesario para producir dicha
mercancía. De este modo, el capitalista individual conquistando
una franja mayor del mercado se apropia de una porción de plusvalía
o de ganancias que él (sus obreros) no ha producido y que sí han
producido los capitalistas (sus obreros) de menor tecnificación
y de la que estos últimos (los capitalistas) no podrán apropiarse.
De este modo, el capitalista individual, lejos de obtener una porción
de ganancias menor, al tecnificarse, obtiene una porción de ganancias
mayor. Sin embargo, al hacer esto, empuja al resto de los capitalistas
a seguir el mismo camino para reganar franjas del mercado. De este
modo cuando las innovaciones tienden a generalizarse, el valor social
o promedialmente necesario de esa mercancía tiende a caer y con
él su precio. De este modo, las ganancias extraordinarias de los
capitalistas innovadores desaparecen y la tasa media de ganancia
para el conjunto de los capitalistas de la rama tiende a caer dado
que en la composición final del producto aparece una mayor porción
de capital constante y una menor cantidad de trabajo vivo que, como
ya dijimos es la única fuente de ganancias. Existen, no obstante,
una serie de factores contratendenciales a esta ley que Marx explica
detalladamente en el Tomo III de El Capital tales como, el aumento
de la plusvalía relativa (disminución del tiempo socialmente necesario
para reproducir la fuerza de trabajo) que la misma tecnificación
induce, la caída del salario por debajo de su valor, la disminución
del valor de los elementos que conforman el capital constante y
Marx señalaba también el rol del comercio exterior. No obstante,
estas contratendencias no pueden evitar en largos períodos de tiempo
la caída de la tasa de ganancia aunque sí le quitan todo carácter
automático y la convierten en una ley tendencial histórica. De este
modo, a la larga y de manera tendencial lo que entra en contradicción
es el interés de cada capitalista, de cada productor privado individual,
con el interés del conjunto de la clase capitalista14. A su vez
esta misma ley tendencial, como Marx explica, va asociada a un incremento
de la acumulación del capital en una proporción superior a la que
cae la tasa de ganancias como forma de aumentar la masa de ganancias.
En este proceso, los capitalistas, presos de su lucha competitiva
privada redoblan la anarquía de la producción de que son presas
e inundan el mercado de una cada vez mayor cantidad de productos
de menor valor. Este factor es el que explica las tendencias crecientes
a la sobreacumulación de capitales y a la sobreproducción de mercancías
en relación a una demanda efectiva que tiende a reducirse.
Brenner, al negar este mecanismo que está en la base del movimiento
del capital, no ve que el desarrollo extremo de estas contradicciones
son el punto de partida de la época o fase descendente del capitalismo,
el imperialismo en el cual el capital se convierte, como decía Lenín,
en reacción en toda la línea. Así Brenner sostiene que:
Para comprender no sólo la regularidad histórica del desarrollo
secular capitalista, sino también la regularidad histórica del ciclo
descendente capitalista secular, en consecuencia necesitamos una
teoría de la mano invisible maligna que acompañe a la mano benigna
de Adam Smith -una teoría que pueda abarcar la serie de pasos que
se autogeneran a sí mismos y que resultan de la maximización individual
(y colectiva) de la ganancia que lleva no hacia el ajuste, sino
más bien a alejarse de él. Su lógica lo hace retroceder de
este modo, desde el marxismo para ir a buscar una teoría de la crisis
en los ya oxidados postulados burgueses de Adam Smith.
2) Una visión desde el centro del mundo
En la medida en que Brenner deja de lado las características específicas
del capital en la época imperialista, su análisis global
(centrado en la relación entre las mayores potencias capitalistas-imperialistas)
no integra el hecho que el capital en su fase descendente implica,
por definición, la existencia como ya se decía en las Tesis de la
III Internacional de ...la división precisa entre las naciones
oprimidas, dependientes, protegidas y las naciones opresoras, explotadoras,
disfrutando de todos los derechos, ...la dominación y explotación
(propia de la época del capital financiero y del imperialismo),
por el poder financiero y colonizador, de la inmensa mayoría de
la población del globo, a una pequeña minoría de ricos países capitalistas.15
De este modo, aunque Brenner centra su análisis en las características
del desarrollo desigual, dicho desarrollo, menos aún bajo la época
del imperialismo, y cuando la economía capitalista domina hasta
el último rincón del planeta, puede considerarse como una lucha
entre las grandes potencias imperialistas solamente. Dicho de otro
modo, no se le puede restar importancia al hecho que esa lucha está
ligada indisolublemente a la dominación económica y política de
distintas regiones atrasadas del mundo que actúan como fuentes para
la extracción de superganancias y mercados para sus productos. Las
guerras mundiales características del siglo XX no son así otra cosa
que (como dijera Lenín), la lucha por la redistribución del globo
entre las grandes potencias capitalistas cuando el mundo entero
ya hubo sido conquistado.
Un análisis económico realmente global no puede no considerar como
factor esencial el rol de los países atrasados en la sobrevida del
capitalismo-imperialista mundial. Como también ya decían las Tesis
de la III Internacional La plusvalía obtenida por la explotación
de las colonias, es uno de los puntos fundamentales de apoyo del
capitalismo moderno...16
De este modo desde el fin del boom de la posguerra que desató tendencias
a la descomposición y financierización de la economía mundial sin
precedentes históricos, la explotación del mundo semi-colonial actuó
como una contratendencia a esta crisis de acumulación del capital
que le permitió una sobrevida al imperialismo mundial. Las características
del desarrollo desigual mostraron toda su fuerza sobre el destino
de los países atrasados. Por un lado regiones enteras del planeta
como la mayor parte de Africa17 y América Latina en la década del
80 o los Estados de Europa del Este y la URSS desde la década del
70 (bajo el impacto que ya venía actuando desde la guerra fría),
tendieron a un hundimiento cada vez mayor mientras que contratendencialmente
se desarrollaron otras regiones como el Sudeste de Asia. El hecho
que, como el mismo Brenner plantea, el Sudeste y Este de Asia hayan
sido, en los últimos quince años, ...el único centro dinámico
de acumulación de capital dentro de un capitalismo mundial estancado
es una muestra de que, en el marco del bajo crecimiento general,
los países de la periferia actúan para las distintas economías centrales
como sendas fuentes para la extracción de plusvalía18. Por otra
parte, los créditos a los países semi-coloniales y dependientes
actuaron en realidad como una verdadera subvención indirecta a los
grandes trusts exportadores de las metrópolis imperialistas, que
no hubieran podido aumentar y ni siquiera mantener el volumen de
sus ventas a esos países sin ese flujo de créditos suplementarios.
De este modo, tanto las ventajas para la acumulación del capital
como la utilización del mundo semi-colonial como mercados para la
superproducción de mercancías de los países imperialistas, explican
en gran parte la conformación de bloques en los cuales cada imperialismo
intenta asegurarse un patio trasero. En este marco,
de conjunto, entre los años 1975 y 1982 los países semi-coloniales
habían multiplicado su deuda por tres mientras los países llamados
socialistas lo habían hecho por cuatro. Este fue el
origen de la llamada crisis de la deuda que estalló
en 198219. En este contexto mientras el Estado norteamericano inyectó
miles de millones de dólares para salvar de la quiebra a sus bancos
y empresas, Latinoamérica fue hundida en lo que luego se conoció
como la década perdida. La recuperación económica entonces de mediados
de la década del 80, no puede separarse de este hecho. Mientras
el Estado norteamericano evitaba que la crisis actuara saneando
la economía en su propio terreno, las políticas se concentraron
en hacerle pagar al mundo semi-colonial los costos de la crisis
generando una transferencia de recursos que llegaron desde la periferia
como pagos de servicios de la deuda. Esta transferencia provocó
una profunda depresión en América Latina que duró diez años. A la
vez, las políticas dictadas por el FMI a la periferia consistieron
en la devaluación de las monedas, la liberalización del comercio,
y la reducción del gasto público. La liberalización debilita la
industria local y abre las puertas para la entrada de las multinacionales.
De este modo y a través de las políticas de desregularización del
movimiento de capitales, las corporaciones norteamericanas convirtieron
la deuda haciendo que los activos de los países deudores de la periferia
pasaran a su propiedad.
Durante la década del 90 los llamados nuevos Nic´s y China cumplieron
un rol innegable como fuente de ganancias extraordinarias frente
a la débil performance de la economía mundial por combinar
una baja composición orgánica inicial del capital con bajísimos
salarios. A su vez se convirtieron en grandes centros de especulación
financiera del capital internacional junto a todos los llamados
mercados emergentes que gozaban de altas tasas de interés. Desde
el estallido en 1997 de la crisis del Sudeste de Asia20 salió a
luz el enorme endeudamiento de esa región (el total de su deuda
representa 890.000 millones de dólares) que se suma al conjunto
de la deuda del mundo semi-colonial que no ha dejado de crecer en
forma geométrica. El nivel de endeudamiento actual del mundo semi-colonial
tiene tal magnitud que (por temor a los efectos políticos de esta
situación) hasta el mismísimo Vaticano pidió una reducción de la
deuda e incluso actualmente el G-7 acaba de votar una reducción
del orden de 70.000 millones de dólares. Un análisis de la economía
mundial que pretenda ser global en el marco de las leyes generales
que la rigen en el siglo XX, un análisis que tome como método las
leyes del desarrollo desigual, no puede pasar por alto el hecho
que el capital financiero internacional no puede subsistir más que
reproduciendo y agravando la sumisión y la explotación del mundo
semicolonial.
3) La exacerbación de las contradicciones del capital durante
y después del boom
Ahora bien, para explicar el fin del boom de la segunda posguerra,
Brenner dice: La rentabilidad manufacturera cayó sólo porque
los productores no pudieron remarcar los precios por encima de los
costos lo suficiente como para mantener sus tasas establecidas de
retorno. Es la centralidad de la presión descendente sobre los precios
como determinante de la caída de la tasa de ganancia en Estados
Unidos entre 1965 y 1973 lo que abre el camino a la interpretación
del comienzo del largo ciclo descendente en términos de la irrupción
no prevista de los productos japoneses y alemanes de bajo costo
en el mercado mundial y la capacidad excedente y la superproducción
manufacturera que esto provocó21. Como descripción de los
hechos esto es aceptable pero, ¿cuál es la razón última de este
proceso? Muy lejos de alguna mano maligna el marco para
comprenderlo son las tendencias más profundas del capital y su exacerbación
en el siglo XX. A nuestro enterder, en el presente siglo y en particular
durante el boom de la posguerra las tendencias antes señaladas han
aumentado cualitativamente. Por otra parte, la innovación tecnológica
que se aceleró enormemente a partir del año 1954 produjo un crecimiento
de la composición orgánica del capital que estuvo en la base del
proceso que Brenner describe, es decir tanto en la posterior caída
de la tasa de ganancia como en la superproducción creciente de mercancías.
A su vez, el aumento de los precios de las materias primas (petróleo)
desde el 73 al combinarse con el crecimiento previo del capital
fijo profundizó y sacó a luz el evidente aumento de la composición
orgánica del capital que venía operándose. Es, en nuestro modo de
ver, importante señalar también que incluso durante el mismo boom
fue central el rol del crédito y la participación del Estado para
suavizar el estallido de crisis cíclicas preparando hacia el futuro
mayores desproporciones en la economía. Por último, estos elementos
estarían en la base del hecho que el capitalismo ya no es capaz
de lograr un desarrollo orgánico, es decir, producto de sus fuerzas
internas.
Esto es lo que, en nuestra opinión explica, en última instancia
la enorme sobrecapacidad que se mantuvo, como Brenner explica bien,
durante todo el período posterior al boom. A su vez, esto también
explica el hecho que, los Estados capitalistas centrales hayan puesto
tanto esmero en evitar, como Brenner también señala, la desvalorización
necesaria de activos para propiciar una recuperación. Esto es así
porque, el enorme aumento de las contradicciones del capital en
su fase descendente, es decir en la época imperialista, hace que
el mecanismo automático, normal de las crisis22 dada
la enorme sobreacumulación de capitales existente plantee un nivel
de destrucción económica que los capitalistas no están dispuestos
a soportar. Por otra parte, como pudo verse en el año 29 y en la
depresión de los años 30, semejante desvalorización masiva de activos
no puede hacerse sin desatar tendencias a la profundización de la
lucha de clases y en última instancia a la revolución por un lado
y a la guerra por el otro expresando esta última la lucha exacerbada
de los grupos más concentrados de monopolios de los países imperialistas
por el dominio del globo23.
Esto puede explicar el hecho que, como el mismo Brenner afirma Entre
el año 1973 y 1979 hubo un 20% de quiebras menos que entre el 60
y el 73 Del mismo modo, sólo esto puede explicar la explosión
del endeudamiento durante la década del 70. Del mismo modo, estas
condiciones generales explican la financierización creciente de
la economía desde el fin del boom, dando cuenta de las tendencias
a la descomposición del capital en el siglo XX24.
Esta situación insostenible trajo aparejado luego el llamado giro
a las políticas monetaristas en el año 79 que como Brenner bien
señala impulsó durante la década del 80 una enorme tendencia a la
concentración del capital que actuó como elemento de base para permitir
la recuperación de Estados Unidos en los 90. Este proceso expresa
precisamente un intento de reducir la composición orgánica del capital
que combinada con una explotación del trabajo sin precedentes en
Estados Unidos permitió un alza en la tasa de ganancia y un posicionamiento
superior del imperialismo norteamericano en la competencia internacional.
Pero a pesar de esta reestructuración (y del aumento de la explotación
que ha ido de la mano con ella) los niveles de ganancia siguen estando
muy por debajo de los niveles que prevalecieron durante el denominado
boom. Esto se explica por un lado porque la destrucción de capitales
operada es insuficiente (como Brenner también plantea) frente a
la enorme sobreacumulación de capitales y a su vez porque la agudizada
competencia internancional en áreas centrales de la producción exige
una alta composición orgánica de capital que provoca una continuada
presión descendente sobre la tasa de ganancia de conjunto.
4) Una visión economicista que subvalúa la lucha de clases
y el rol de los Estados imperialistas
Podemos encontrar en la introducción al libro de Brenner la siguiente
afirmación:En el mundo de hoy...con un capitalismo industrial
completamente consolidado... no es la relación vertical entre capital
y trabajo la que en última instancia decide el destino de las economías
modernas, sino la relación horizontal entre capital y capital. Es
la lógica de la competencia, no de la lucha de clases la que domina
los ritmos más profundos del crecimiento o de la recesión.25
Brenner cae aquí en una concepción economicista, es decir burguesa,
que no puede separarse de su negación de las leyes más profundas
del capital ni de las tendencias de las mismas en la época imperialista.
Lo que Brenner pasa por alto es que en esta época de declinación
capitalista, el destino de las economías modernas, es
decir las posibilidades o imposibilidades del desarrollo económico
capitalista están profundamente entrelazadas y son altamente dependientes
de la acción de factores políticos es decir tanto de la clase obrera
y sus organizaciones como de la burguesía imperialista y sus Estados.
La visión que desarrolla Brenner es tanto desde el punto de vista
del movimiento obrero como desde el punto de vista de la burguesía
y sus Estados, una visión puramente económica. Estos últimos sólo
existen así como agentes de la competencia económica, y el proletariado
sólo en tanto movimiento sindical. Si esto era falso para el siglo
XIX, mucho más en el siglo XX, en el que son poderosas fuerzas políticas
las que definen en última instancia si el sistema capitalista puede
sobrevivirse o es reemplazado por un modo superior de organización
de las fuerzas productivas. De este modo, aunque Brenner plantea
que el boom de la posguerra estuvo indisolublemente ligado a la
represión y derrota inicial de enormes procesos de militancia obrera,
obvia que para asentar las condiciones excepcionales del boom de
posguerra (particularmente en los países centrales) fueron necesarias
no sólo dos guerras de destrucción masiva de fuerzas productivas
y el rol disciplinador de la depresión de la década del ´30 con
el fascismo, sino que fueron indispensables la mayores traiciones
de la historia perpetradas por direcciones obreras. Nos referimos
a las múltiples traiciones de la socialdemocracia y en particular
al rol del stalinismo durante toda la década del ´30, muy especialmente
a su compromiso para desviar los procesos revolucionarios en el
corazón de Europa en la inmediata posguerra, comprometiéndose en
la reconstrucción capitalista con el imperialismo norteamericano
y europeo, tal como quedó sellado en las conferencias de Yalta y
Potsdam. Así no sólo las guerras actuaron reduciendo la composición
orgánica del capital sino que el disciplinamiento de la clase obrera
propiciado por el stalinismo y la colaboración posterior de las
mismas tropas de ocupación norteamericana permitieron un aumento
enorme de las tasas de plusvalía (hecho que el mismo Brenner señala).
Estos dos factores: caída de la composición orgánica del capital
y altas tasas de plusvalía estuvieron a nuestro entender en la base
del enorme aumento de la tasa de ganancia que permitió el boom26.
Del mismo modo el establecimiento de la hegemonía casi absoluta
del imperialismo norteamericano al fin de la segunda guerra27 fue
un factor que evidentemente no había sido alcanzado luego de la
primera y se convirtió en un elemento fundamental de estabilización
del conjunto de la economía. Además no puede dejarse de lado que
el desarrollo posterior de Alemania y Japón (sus futuros competidores)
y su reconstrucción fue impulsada por el mismo imperialismo norteamericano
respondiendo en gran parte a la necesidad política de desterrar
el peligro de revolución.
De la misma manera, aunque Brenner tiene razón al señalar que la
ganancia no está determinada únicamente por el aumento y caída de
los salarios, la lucha de clases sí juega un papel fundamental sobre
las posibilidades de crecimiento económico del capitalismo en el
siglo XX. De este modo, el ascenso obrero del período 68/76 es inseparable
de la incapacidad del capital de lograr un aumento cualitativo en
la tasa de plusvalía que de otro modo hubiera contratendenciado
la caída de la tasa de ganancia (aunque desde ya que no hubiera
revertido las condiciones generales del fin del boom)28. A su vez
las grandes derrotas sobre el proletariado en la periferia sí actuaron
a favor de las necesidades del capital (golpes militares por ejemplo
en Latinoamérica). Así, aunque la presión ascendente sobre los salarios
que se dio en Europa no provocó la crisis (ya había enormes presiones
sobre la tasa de ganancia que llevaron a las patronales a lanzar
los ataques que ayudaron a estimular esas mismas luchas), esto sí
reflejó el efecto del pleno empleo sobre la fortaleza y la confianza
obrera y fue un factor que actuó profundizando la crisis. A su vez,
el desvío de estos procesos del 68-76 en el cual el control político
directo de los partidos comunistas europeos y de los partidos socialdemócratas
jugó un rol escencial desterrando las tendencias revolucionarias
que anidaban en el seno de la clase obrera y las masas le permitió
al imperialismo una cierta recomposición que lo reubicó para poder
pasar a la ofensiva en la década del 80.
5) Sobre las perspectivas
Al subestimar Brenner enormemente el rol de la lucha de clases y
los factores políticos así como las tendencias más generales del
desarrollo capitalista en su fase descendente, su pronóstico sobre
la situación actual sólo indica las tendencias a una profundización
de la crisis que no conducen a ningún puerto. Pero las tendencias
a la agudización de la competencia y a una mayor deflación exacerbadas
por la crisis del Sudeste Asiático así como el fin de la ilusión
de la restauración pacífica en los ex Estados obreros deformados
y degenerados, no pueden ser ni lo son, independientes de la agudización
de la crisis de dominio imperialista como hoy se está viendo en
los límites del poder imperial de Estados Unidos (a pesar de su
triunfo táctico en la guerra de los Balcanes) y en el agravamiento
de las tensiones interimperialistas. En este contexto, el derrumbe
del aparato stalinista representa un elemento fundamental de pérdida
de control sobre las masas para el imperialismo. Entonces, si como
Brenner parece afirmar (y como nosotros opinamos) las tendencias
a la crisis económica mundial han de agudizarse, estas se combinarán
con las tendencias a un mayor debilitamiento del dominio norteamericano
que se suma a la debilidad política, económica y militar de los
otros imperialismos competidores. El conjunto de estos elementos
entonces, preanuncian que lo más probable es que el siglo XXI plantee
seriamente fuertes tendencias al agudizamiento de la lucha de clases
que volverán a poner al proletariado en el centro de la escena.
De este modo, será del resultado de la lucha entre la revolución
y la contrarrevolución, o dicho de otro modo, entre guerras y revoluciones
(el eje vertical de que habla Brenner) de donde dependerá
en última instancia que el sistema capitalista condenado por la
historia vuelva a lograr otra sobrevida destructiva o que finalmente
las reaccionarias formas de producción privada capitalistas sean
abolidas. Del proletariado mundial y de su vanguardia revolucionaria
depende que éstas sean sustituídas por la planificación y la socialización
de la producción con todas las potencialidades que esto encierra
para la humanidad en cuanto a las enormes posibilidades de desarrollo
de las fuerzas productivas.
Notas
1En
un famoso trabajo sobre la transición del feudalismo al capitalismo,
Brenner sostuvo que su mecanismo clave residió en el carácter de
las relaciones y el equilibrio de clases entre los productores campesinos
y los propietarios terratenientes. Era el resultado variable del
conflicto de clases el que determinaría esencialmente el sendero
del desarrollo agrario. (ver. Introducción, pág. III)
2 Esto puede verificarse tanto en sus oscilaciones alrededor de
la teoría burguesa de las ondas largas como en su formulación de
la multicausalidad para explicar las causas últimas
de las crisis capitalistas que subvalora la tendencia a la caída
de la tasa media de ganancia formulada por Marx como la ley
fundamental de la economía capitalista. En el número 7 de
esta misma revista hemos formulado una crítica a la concepción de
Mandel.
3 The economics of global turbulence, pág. II. Introducción.
4 Por ejemplo en Londres hubo una movilización el día 18 de junio
del corriente año convocada por distintos grupos ecologistas y anarquistas
que reclamaba entre otras cosas la anulación de la deuda del Tercer
Mundo.
5 The economics of global turbulence, pág. 39
6 The economics of global turbulence, pág. 42
7 Los acuerdos de Bretton Woods, firmados en julio de 1944 e implementados
luego de la segunda guerra mundial, fijaron la convertibilidad del
dólar con el oro, y engancharon las tasas de cambio
de las distintas monedas al valor del dólar.
8 En estos participan la patronal y la burocracia, e implican la
subordinación de los trabajadores a las necesidades del capital.
9 The economics of global turbulence, pág. 93
10 El propio secretario de la Reserva Federal de entonces, Volcker
sostuvo que la acción más importante de la administración en ayudar
a la lucha contra la inflación fue la derrotra de la huelga de los
controladores del tráfico aéreo. Él pensaba que esta acción había
tenido un efecto profundo, y según su opinión, constructivo sobre
el cima de las relaciones entre los obreros y los patrones.
11 Como es sabido, esta expresión no se da en forma directa sino
que representa una relación en última instancia que en el movimiento
real del capitalismo aparece ultramediada y distorsionada por múltiples
factores. Para quien desee profundizar en este tema la transformación
de los valores en precios de producción está expuesta por Karl Marx
en el tomo III de El Capital.
12 The Economics of Global Tturbulence, Robert Brenner,
pág. 11, capítulo 1, nota 1.
13 Malthus (fines del siglo XVIII) veía una inevitable tendencia
al estancamiento o la crisis como resultado de una tendencia aparentemente
inexorable a la caída de la productividad del trabajo en la agricultura.
A medida que los terrenos menos fértiles eran incorporados al cultivo
en respuesta al crecimiento de la población, las ganancias estaban
destinadas a reducirse atenazadas entre las rentas crecientes y
el aumento de los salarios de subsistencia que aumentarían a medida
que los alimentos se volvían más caros de producir.
14 Esta posición ya fue formulada por N. Okishio a quien el mismo
Brenner reivindica. La posición de Okishio ya fue respondida contundentemente
por múltiples marxistas entre ellos, Ernest Mandel, D. Foley, .....
15 Tesis y adiciones sobre la cuestión nacional y colonial. Los
cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista, pàg. 187/188.
16 Ibidem. Pág. 194.
17 Excluyendo Sudáfrica.
18 Esto demuestra que si bien hoy estos países actúan como un factor
que profundiza las tendencias a la superproducción y a la deflación
generalizada, ayer actuaron como factor contrarrestante a la crisis
general de la economía capitalista.
19 Cuando 22 países de la periferia se vieron obligados a renegociar
las fechas de pago de sus deudas.
20 Crisis que por otra parte puso fin a la ilusión vendida
por el capitalismo de que países atrasados podían convertirse en
grandes potencias industriales.
21 The economics of global turbulence pág, 96, cap.
3.
22 Que en la época del capitalismo de libre competencia actuaba
saneando la economía y preparando perídos de ascenso mayores que
los anteriores.
23 Ver Estrategia Internacional nro. 10 y nro. 11.
24 Ver Estrategia Internacional nro. 11.
25 The economics of global turbulence, pág. III. Introducción.
26 Incluso todo esto no fue suficiente ya que el capital necesitó
de una enorme intromisión del Estado sobre la economía a través
del crédito y los gastos del Estado así como una economía permanente
de armamentos como mercado de reemplazo, entre otras cosas.
27 La que sufrió un fuerte golpe con la derrota de Estados Unidos
en Vietnam en 1975.
28 Un hecho que señaló el comienzo de decadencia de la hegemonía
norteamericana fue sin duda la derrota sufrida en Vietnam.