Al
fin libres, Un festival de la democracia. Con
esta y otras frases por el estilo, la prensa imperialista mundial
saludó el desarrollo pacífico de las elecciones en Indonesia
el 7 de junio. A más de un año de la caída de Suharto, los partidos
patronales aceitaron los mecanismos de la reacción democrática para
tratar de desviar un proceso revolucionario aún vivo. Casi 116 millones
de personas acudieron a votar, dándole el triunfo al partido bugués
opositor PDI- P (Partido Democrático de Indonesia -
Lucha) de Megawati Sukarnoputri. Esto refleja las ilusiones de las
masas en que podrán sacarse de encima por fin los vestigios del
odiado régimen del Nuevo Orden, la dictadura de Suharto que gobernó
por 32 años al país.
Pero a pocas semanas el festival ya parece no ser tal.
No hay fecha cierta para conocer los resultados electorales finales,
lo que alimenta las sospechas de fraude del partido gobernante,
el Golkar. Mientras tanto esta flamante democracia sigue
reprimiendo con sus fuerzas de seguridad a los sectores de vanguardia
obrera y estudiantil que continúan movilizándose, y descargando
sus balas sobre los movimientos independentistas en las provincias
de Timor del Este, Acech e Irian Jaya. Las contradicciones que estallaron
con el movimiento revolucionario siguen actuando y por su profundidad,
probablemente tiñan los próximos años, con situaciones políticas
cambiantes, con golpes de las masas pero también de la contrarrevolución,
dentro del cual estas elecciones muy posiblemente sean sólo un episodio.
Por los elementos que se empiezan a desarrollar en la situación
post elecciones, la perspectiva más probable no parece
ser un pacífico cambio de gobierno de la maquinaria
suhartista profundamente golpeada por el movimiento de masas al
opositor PDI-P, sino más bien de profundas tensiones
tanto a derecha como izquierda, expresadas en la resistencia de
los elementos más recalcitrantes del régimen del Nuevo Orden y en
las demandas de la vanguardia obrera y estudiantil que ya están
sufriendo la dura represión por parte del gobierno de Habibie y
sus fuerzas armadas.
Como venimos desarrollando desde las páginas de Estrategia Internacional,
los revolucionarios nos preparamos para asistir a un proceso prolongado
de la lucha de clases en este importante país del Sudeste asiático,
que sin dudas ofrecerá enormes lecciones no sólo para el proletariado
asiático, sino para la lucha revolucionaria de la clase obrera mundial.
De
los fuegos de Yakarta
al proceso electoral
El movimiento revolucionario iniciado en mayo de 1998 asestó el
primer golpe cobrándose la cabeza del ex dictador Suharto. Aunque
por sus características no logró liquidar los pilares del régimen
del Nuevo Orden y el estado burgués, como planteamos en EI 11-12,
abrió una etapa revolucionaria en Indonesia, un período prolongado
de gran tensión entre las clases, de cambios bruscos de la situación,
de golpes de las masas pero también intentos de la contrarrevolución,
producto de que ninguna de las clases en pugna logró una victoria
definitiva. Haciendo una analogía histórica, podríamos decir que
los acontecimientos de mayo tienen un significado similar a los
levantamientos de 1930-31 en España que terminaron con la dictadura
de Primo de Rivera y fueron el comienzo de un proceso de lucha revolucionaria
que se extendió casi durante toda la década.
Estas jornadas revolucionarias pusieron en escena un movimiento
de masas joven e inmaduro, con el movimiento estudiantil a su vanguardia
al que luego se incorporaron los campesinos pobres y sectores del
movimiento obrero. Sus acciones hirieron profundamente a la maquinaria
de dominio del estado indonesio -basada en Suharto, el Golkar (partido
de gobierno) y el ABRI (fuerzas armadas)- y lograron importantes
triunfos parciales, con consecuencias incluso para el conjunto del
sudeste asiático: la caída de Suharto implicó la pérdida de uno
de las aliados más confiables para el imperialismo yanqui en una
región donde la crisis económica, las crisis políticas de sus regímenes
burgueses, la resistencia obrera y popular y un creciente sentimiento
antinorteamericano en el movimiento de masas, no permiten restablecer
el equilibrio del dominio burgués e imperialista de los últimos
años.
Tras la caída de Suharto siguieron las movilizaciones contra su
sucesor Habibie, profundizando las divisiones en el seno de las
FF.AA.
Pero la mayor debilidad de este proceso radica en la inmadurez del
movimiento de masas, expresada centralmente en la falta de centralidad
del proletariado como clase dirigente, y en la enorme espontaneidad
de las acciones.
La clase obrera indonesia que durante el 96 y el 97, antes del estallido
de la crisis venía protagonizando una importante oleada de huelgas,
fue la que acusó más fuertemente el impacto del derrumbe económico.
La desocupación y la persecución del régimen a los activistas sindicales
hizo que durante el 98 y en lo que va de este año disminuyeran notablemente
en relación a los años anteriores las acciones obreras.
Esto permitió que figuras de la oposición burguesa,
como Amien Rais y Megawati Sukarnoputri se montaran sobre el proceso
para transformar sus triunfos parciales en su contrario, es decir,
trataran de desviar el proceso para ir preparando las bases de un
nuevo régimen, que conserve lo esencial del anterior. El carácter
profundamente contrarrevolucionario de la oposición
burguesa se expresó rápidamente con el sostenimiento del nuevo gobierno
de Habibie y el intento permanente de desarticular el proceso de
movilizaciones. Esto tuvo como consecuencia una pulseada entre el
movimiento de masas y su vanguardia por un lado, y los intentos
de los partidos burgueses y las fuerzas armadas de estabilizar
al país y hacerlo confiable para los planes de rescate
del FMI. En un delicado equilibrio, varias veces roto, el régimen
de Habibie-Wiranto osciló entre intentos fallidos de golpes contrarrevolucionarios
-como las repetidas represiones que se cobraron la vida de centenares
de activistas, medidas bonapartistas y reacción democrática.
Luego de las movilizaciones de noviembre de 1998 el gobierno se
vio obligado a hacer concesiones democráticas para frenar al movimiento
de masas. Con la complicidad de la oposición burguesa,
y el aval del imperialismo, se puso en marcha la trampa democrática
combinada con acciones represivas contra sectores de vanguardia.
En medio de enormes tensiones, sobre todo por el recrudecimiento
de la lucha independentista en las provincias de Timor del Este,
Acech e Irian Jaya, y por conflictos étnicos y religiosos en Ambón
y la isla de Borneo, se abrió una coyuntura electoral que en un
primer momento fue restringida -por ejemplo se habían prohibido
los actos electorales callejeros- pero luego se hizo más abierta
para canalizar el descontento de las masas hacia el proceso electoral.
A pesar del carácter restringido de las reformas, las
masas depositaron enormes ilusiones en el proceso electoral y principalmente
en Megawati Sukarnoputri que ante los ojos de los empobrecidos indonesios
representa una ruptura con el régimen del Nuevo Orden y expresaría
su voluntad de derrotar definitivamente al Golkar y las fuerzas
armadas. Cientos de miles en los principales centros urbanos del
archipiélago asistieron a sus actos electorales con el retrato de
su padre, el ex presidente Sukarno, exigiendo medidas económicas
de tipo nacionalistas, alimentadas por la imagen demagógica de Mega
como amiga de los pobres.
Sólo en las provincias separatistas (Timor del Este, Acech e Irian
Jaya), donde las bondades de las reformas democráticas
limitadas no llegan, y hay un feroz enfrentamiento entre las masas
que pelean por su independencia y las fuerzas armadas indonesias
(regulares e irregulares), hubo una abstención de casi el 70%, expresando
su odio al estado opresor y a partidos como el PDI-P que defienden
el derecho de Indonesia a explotarlos y oprimirlos.
LA autorreforma LIMITADA DEL REGIMEN
Las movilizaciones de noviembre del año pasado fueron un punto de
inflexión en el proceso revolucionario. Con un programa político
superior y un grado mayor de organización que las jornadas de mayo,
la vanguardia estudiantil, obrera y de pobres urbanos exigió la
renuncia de Habibie, de la Asamblea Popular Consultiva, el fin de
la función dual del ABRI y la formación de un gobierno
provisional. Esta acción revolucionaria, que el gobierno de Habibie
no pudo derrotar en las calles con sus bandas paramilitares, dividió
aún más las filas de las fuerzas armadas y, de profundizarse, hubiera
llevado a la caída revolucionaria del régimen continuador del suhartismo.
Sólo la enorme traición de la oposición burguesa a las aspiraciones
democráticas de su base evitó esta perspectiva. Efectivamente, la
vanguardia le exigió a los partidos opositores, PDI-P, PAN (Partido
del Mandato Nacional de Amien Rais) y PKB (Partido del Despertar
Nacional de Gus Dur) que desconocieran el gobierno de Habibie-Wiranto
y el rol político de las fuerzas armadas. Pero Megawati, Amien Rais
y Gus Dur respondieron con la firma de la declaración de Ciganjur,
en la que reconocieron explícitamente la legitimidad del gobierno
de Habibie, del ABRI y del llamado a elecciones de la Asamblea Popular
Consultiva. Esto dejó aislada a la vanguardia que no pudo derrotar
revolucionariamente al régimen y sus fuerzas armadas, aunque impidió
el intento más bonapartista de consolidar el suhartismo sin
Suharto. El gobierno de Habibie retrocedió ante la movilización
y respondió con una combinación de reformas democráticas
limitadas y medidas bonapartistas y represivas. Las aspiraciones
de la vanguardia estudiantil y popular de lograr la reformasi
total se chocan con la realidad: Suharto no sólo está libre y mantiene
un importante peso en la vida política, sino que además conserva
intacta su fortuna, las fuerzas armadas mantienen su rol central
en el régimen y siguen reprimiendo las movilizaciones obreras y
estudiantiles mientras que las cárceles de la tercer democracia
más grande del mundo, como llama ahora la prensa imperialista
al régimen indonesio, están pobladas de presos políticos.
Aunque el voto libre por primera vez en más de 40 años
y el reconocimiento de 48 partidos políticos, mientras que bajo
Suharto sólo existían 3, despertaron enormes ilusiones en al proceso
electoral, el carácter del régimen es profundamente antidemocrático.
En las elecciones del 7 de junio sólo se votaron 462 de los 500
miembros del parlamento, las restantes 38 bancas pertencen al ABRI.
La Asamblea Popular Consultiva (MPR), que votará al próximo presidente
en noviembre, estará formada por 700 miembros, los 500 del parlamento
más 200 miembros no electos, representantes de grupos sociales
y de las asambleas provinciales. En esta asamblea tienen un peso
mayor las islas más remotas en relación a los principales centros
urbanos. No casualmente en estas provincias lejanas las únicas instituciones
políticas que existen son el Golkar y las fuerzas armadas. A medida
que avanza el recuento de votos se afirma el triunfo de Megawati,
pero también crecen las sospechas de fraude junto con los votos
al Golkar. Tan es así que a pesar del enorme repudio electoral al
partido de gobierno, el Golkar no descarta poder encabezar una coalición
de gobierno, sumando sus bancas propias, las del ABRI, las de los
200 miembros no electos y las de los partidos desprendidos de su
tronco.
La oposición burguesa que convivió por décadas con la
dictadura de Suharto, se subordinó completamente a esta maquinaria.
Esta cobardía política de Mega y Amien Rais muestra
su carácter contrarrevolucionario y los límites de la democracia
burguesa cuando tiene que enfrentar al movimiento de masas. Los
dirigentes del PDI-P y el PAN le temen como a la peste a la movilización
estudiantil, obrera y popular. Por eso inmediatamente se transformaron
en el principal sostén del gobierno de Habibie y del ABRI, haciendo
demagogia seudodemocrática para desarticular el proceso revolucionario
y evitar que de enfrentar a la dictadura de Suharto, pase a enfrentar
al estado burgués y al régimen capitalista de conjunto.
Ahora Megawati está tratando de buscar una alianza sobre todo con
el ABRI, más allá de que la amplia base popular que constituye la
mayoría de sus simpatizantes han votado al PDI-P con la ilusión
de terminar con la función dual del ejército.
Estas coaliciones probablemente den un resultado que no necesariamente
se corresponda con los resultados electorales del 7 de junio. El
general Wiranto, comandante de las fuerzas armadas, conciente que
un intento del Golkar de retener el poder dispararía con nuevas
fuerzas el movimiento revolucionario, hizo un llamado a un
compromiso político para formar un gobierno. Según declaraciones
suyas al diario The Straits Times del 23/6/99 este llamado responde
a la creciente probabilidad de un enfrentamiento entre nacionalistas
y musulmanes, señalando que el mejor resultado para
Indonesia sería una combinación de fuerzas populistas y reformistas
y los sectores del Golkar que también quieren la reforma y tienen
la experiencia de gobierno. Esta es la única forma de lograr la
estabilidad política y atraer las inversiones extranjeras, especialmente
de los chinos étnicos. Si bien el bloque del ABRI no está
en principio a favor de un triunfo del Golkar por temor a la oleada
de repudio violento que pueda desatar, preferiría un candidato cuyos
simpatizantes no presionaran para el fin de la función dual y el
juicio a Suharto, como hace gran parte de la base electoral del
PDI-P.
Por otra parte, el régimen mantiene presos a cientos de activistas
y militantes, entre ellos, militantes del PKI (Partido Comunista
Indonesio), dirigentes y militantes del PRD (Partido Democrático
Popular, acusado de comunista por el gobierno), la dirigente
sindical Dita Sari y el líder separatista de Timor del Este Xanana
Gusmao.
La legislación aprobada junto con el llamado a elecciones, permite
a las fuerzas de seguridad reprimir toda movilización que no tenga
permiso expreso para realizarse. Con estos instrumentos legales
el régimen persigue a los sectores de vanguardia que se siguen movilizando.
La prensa nacional informa diariamente de detenciones de centenares
de estudiantes y trabajadores, además de las atrocidades cometidas
por las fuerzas armadas y milicias paramilitares en Timor del Este
y Acech. Esta democracia ya empezó a cobrarse sus víctimas.
El 2 julio la policía, apoyada por el ejército reprimió salvajemente
en el centro de Yakarta una movilización organizada por el PRD,
de la que participaron también estudiantes de la Universidad de
Indonesia, reclamando a la Comisión Electoral que descalifique al
Golkar, sospechado de fraude electoral. El saldo fueron decenas
de heridos, 4 de ellos de extrema gravedad y más de 100 activistas
desaparecidos. A tal punto fue la brutalidad de la represión que
fue comparada con el asesinato de 12 estudiantes de la Universidad
de Trisakti el año pasado, que dispararon las jornadas revolucionarias.
Ante la perspectiva probable de que esto desate una nueva oleada
de movilizaciones, la oposición burguesa rápidamente salió a repudiar
la represión, prometiendo que no volvería a ocurrir.
La continuidad de acciones de la vanguardia obrera y estudiantil
y la necesidad del régimen de reprimirlas duramente hace menos creíble
su autorreforma, dificultando que pueda asentarse la
salida democrática. En los meses que median entre estas
elecciones y la votación de un nuevo presidente, el gobierno de
Habibie tendrá que sobrevivir profundamente debilitado, apoyándose
en las fuerzas armadas, la policía y la oposición. Mientras tanto,
las posibles coaliciones ya están dividiendo internamente a los
cinco partidos que obtendrían representación parlamentaria, a la
vez que los intentos del Golkar de retener el poder son una fuente
permanente de inestabilidad política, que incluso como temen muchos,
llegue a desatar una nueva oleada de movilizaciones, esta vez contra
el conjunto del régimen y su farsa democrática.
La crisis económica
y el sometimiento al imperialismo
Indonesia fue el país del sudeste asiático más golpeado por la crisis
económica. Su economía que venía creciendo a un promedio del 7%
durante los últimos 20 años, sufrió una contracción del 14%, los
precios treparon mientras que la rupia perdió alrededor del 80%
de su valor en sólo meses, la desocupación se duplicó y el número
de pobres creció dramáticamente. Esta verdadera catástrofe económica
-a la que se sumó el plan de ajuste del FMI que, entre otras cosas,
exigió el fin del subsidio a los bienes básicos de consumo masivo-,
junto con el odio a la dictadura de Suharto fueron los motores del
proceso revolucionario iniciado en mayo del año pasado.
Después de este crack económico que golpeó centralmente a la clase
obrera y a la clase media concentrada en las principales ciudades
de la isla de Java, la situación económica se parece haberse estabilizado.
La suba de los precios internacionales del petróleo y una mejor
cosecha en las áreas rurales, donde vive aproximadamente el 50%
de la población, son algunos de los factores que permitieron detener
la caída en picada de la economía, que ahora está en una profunda
recesión. Según el semanario Asiaweek del 19-6, los pronósticos
para este año son de un crecimiento negativo que alcanzaría a -2%,
sin números positivos a la vista hasta el 2000. A estas tasas se
espera que el PBI caiga a los niveles de 1994 a mediados del 2001
-es decir siete años perdidos. A esto se suma la fuga de 16.000
millones de dólares de inversiones de la burguesía china, producto
de la situación de agitación social, y el enorme costo de la recapitalización
bancaria, que según estima Standars & Poors, se comería el 82%
del PBI, comparado con el 35% en Tailandia y el 29% en Corea del
Sur.
Sin embargo hay algunos indicadores que alimentan el optimismo burgués
después de la catástrofe, junto con una débil recuperación de la
economía coreana y el crecimiento del PBI japonés después de cinco
trimestres consecutivos de caída. En Indonesia la inflación estimada
es del 38% contra el 80% en 1998, la rupia recuperó parte de su
valor frente al dólar y la coyuntura electoral dio lugar a una suba
en el mercado de valores y a una vuelta de inversiones extranjeras
de origen estadounidense por 1.500 millones de dólares, dadas las
condiciones más favorables de apertura económica.
La clave de los monopolios y de la banca imperialista, que planea
quedarse con varios de los bancos más rentables, es que el proceso
electoral inicie un camino de estabilización política, es decir,
que sea el primer paso firme para desmontar el proceso revolucionario,
y que surja un nuevo gobierno con la legitimidad suficiente para
aplicar las medidas de ajuste y garantizar los niveles
de explotación que por años les rindió jugosas ganancias, y así
recuperar lo perdido.
Por esta razón el imperialismo monitorea de cerca las elecciones
y ya envió una misión del FMI, encabezada por su director Stanley
Fischer, que se reunió el 19-6 con Megawati, Amien Rais y Habibie.
El diario Jakarta Post del 15 de junio sintetizaba así la sumisión
del régimen indonesio al imperialismo: El próximo gobierno
indonesio todavía tiene que emerger del lento recuento de votos
y de la negociación política, pero ya se conoce un miembro crucial
de su equipo de política económica- el FMI.
Para las masas los efectos de la crisis económica fueron devastadores:
millones de trabajadores perdieron sus empleos pasando a engrosar
las filas de los pobres urbanos. Se calcula que 130 millones de
personas viven bajo la línea de pobreza, lo que implica que tienen
dificultades incluso para acceder a un plato de arroz al día. Esto
se agravó por la pérdida de la cosecha de arroz del año pasado.
Las exigencias del FMI a cambio de su paquete de rescate
agudizaron mucho más la miseria inaudita de las masas. Por esto,
los partidos burgueses, tanto el Golkar como el PDI-P, que están
totalmente subordinados al FMI se vieron obligados a recurrir a
la demagogia electoral. Mientras que Megawati prometió rever algunas
de las medidas más duras, como la quita de subsidios a lo bienes
básicos, el Golkar, en un intento por recuperar base social, se
comprometió a hacer cambios en el acuerdo de rescate con el
FMI para ayudar a desarrollar una fuerte clase media si logra retener
el poder luego de las últimas elecciones (The Straits Tmes,
18-6).
Los 45.000 millones de dólares del paquete del FMI, del cual ya
entregó 9.000 millones, funcionan como un chantaje hacia las masas,
del que muy bien se aprovecha el PDI-P para tratar de apaciguar
a su base electoral, ya que sin estabilidad, la ayuda
económica y las inversiones no volverían al país.
La fórmula del PDI-P=
Golkar + Transparencia
En este marco el PDI-P optó por hacer una campaña electoral con
un discurso populista y nacionalista hacia las masas
pobres que simpatizan con Megawati. Según la revista Businessweek
del 21 de junio, la falta de referencia de Megawati a su programa
de gobierno durante la campaña electoral le permitió lograr el apoyo
de un abanico social, desde populistas que esperan la redistribución
de la riqueza a profesionales partidarios de la reforma de libre
mercado y la estabilidad económica, se las han arreglado para proyectar
sus deseos en el mismo candidato.
Probablemente las ilusiones de los millones que votaron a Megawati,
principalmente en los suburbios del este de Java, Java Central y
la ciudad portuaria de Surabaya, donde golpeó más duro la crisis
económica, se vean rápidamente disipadas.
Como plantea este semanario, mientras que en los actos electorales
los oradores del PDI-P gritaban que iban a recuperar la riqueza
robada por Suharto y sus mafiosos, detrás de la escena aseguraban
a los líderes empresarios que la plataforma de Megawati era reformista
pero también pragmática y de libre mercado. De hecho la bolsa trepó
un 12% el día después de la votación. Las declaraciones de
Megawati luego de las elecciones son más que elocuentes: El
FMI ya está aquí, yo no puedo negar este hecho. Tenemos que exigir
al pueblo indonesio que comprenda los problemas y esté dispuesto
a hacer más sacrificios. A la vez que agregó que Si
el FMI está tratando de ayudar a Indonesia por su propia voluntad
debería ayudar a su pueblo previendo que si existe este
conflicto [entre el FMI y el pueblo] les garantizo que no habrá
estabilización (Businessweek, 21/6/99).
El PDI-P y sus aliados opositores, el PKB y el PAN usarán
el voto de las masas y sus ilusiones para tratar de establecer un
gobierno con más legitimidad popular que el del Golkar para aplicar
las duras condiciones exigidas por el FMI. Como bien lo sintentiza
un asesor del PDI-P, tenemos la confianza de que podemos hacer
que los pobres entiendan. Porque les podemos explicar muy bien porqué
el paquete [del FMI] es así. Les podemos decir que tenemos una opinión
diferente de la del FMI, pero que en última instancia tenemos que
aceptar el paquete del FMI porque necesitamos su dinero y no queremos
ser aislados de la comunidad internacional. Somos lo suficientemente
realistas para saber que el FMI es todo el mundo. No podemos no
implementar lo que se ha acordado con el FMI, para concluir
que la única diferencia entre el PDI-P y el actual gobierno
es que necesitamos implicar a la sociedad civil de forma más transparente,
de modo tal que sea políticamente motivada por el programa de la
red de seguridad social (Business Week, 21-6-99).
Luego del entusiasmo de los votos esto es lo que les espera a las
masas indonesias si Mega y sus aliados finalmente llegan al gobierno.
Para hacer frente a una situación de convulsiones sociales, el plan
del PDI-P y la coalición de gobierno que forme, es lograr una alianza
con el ABRI, para la cual ya está haciendo gestos generosos,
entre ellos oponerse a la independencia de Timor del Este, defendiendo
la presencia de las tropas indonesias en esa provincia, y declararse
a favor de una reconciliación nacional, perdonando a
Suharto en caso de un eventual juicio contra el ex dictador porque
no quiere verlo humillado, como humillaron a mi padre después
que dejó el gobierno (Washington Post).
De estabilizarse esta salida de reacción democrática
la burguesía indonesia, y tras ella el imperialismo, habrá logrado
un triunfo importante sobre el movimiento de masas. Y tras la fachada
democrática descargará una guerra contra la clase obrera
y las masas empobrecidas. Sin embargo la relación de fuerzas todavía
está lejos de cambiar definitivamente a favor de la patronal. La
trampa democrática está mostrando sus líneas de falla. A la represión
del régimen se suma el retraso del recuento de votos, con la sospecha
inevitable de un fruade del partido gobernante. Incluso se habla
de retrasar la elección del nuevo presidente. Estos elementos podrían
abrir una perspecitva de agitación social y de que en los meses
próximos el gobierno de Habibie profundamente debilitado tenga que
enfrentar un nuevo embate del movimiento de masas.
Megawati Aquino?
Las analogías entre esta salida de reacción democrática
en Indonesia con el proceso filipino de 1986 son casi inevitables,
e incluso llenan las páginas de la prensa internacional. En Filipinas
en 1986, una revolución que pasó a la historia como el poder
del pueblo, derrotó al dictador Marcos pero fue desviada y
finalmente abortada, cuando el imperialismo, la oposición burguesa,
la iglesia católica y un sector mayoritario de las fuerzas armadas,
lograron poner en marcha una salida democrática que
llevó al poder a Cory Aquino, la viuda del conocido opositor B.
Aquino asesinado por la dictadura de Marcos. Megawati se transformaría
en la nueva Cory Aquino, capaz de abortar el proceso revolucionario
abierto.
Ciertamente esta posibilidad existe. Como planteaba Trotsky, salvando
las diferencias entre España del 31 y la situación actual de Indonesia,
...el fascismo no es en absoluto el único medio de que dispone
la burguesía para luchar contra las masas revolucionarias (...)
En ausencia de un potente partido revolucionario del proletariado,
la combinación de seudorreformas, frases de izquierda, gestos todavía
más de izquierda y medidas de represión puede rendir a la burguesía
más servicios reales que el fascismo. (Alemania, la clave
de la situación internacional, 26 de noviembre de 1931)
El principal handicap con que cuenta la burguesía es la baja subjetividad
de las masas, la poca centralidad de la clase obrera a la cabeza
del proceso revolucionario y la falta de una estrategia de clase
independiente, materializada en organizaciones de democracia directa
y en partido revolucionario.
Como Cory Aquino, Megawati Sukarnoputri es una conocida figura de
la oposición burguesa al régimen del Nuevo Orden de
Suharto. Pero su mayor simpatía entre las masas populares viene
del recuerdo de su padre, el ex presidente nacionalista burgués
Sukarno. Tras esto se expresan las ilusiones de reformas económicas
populares. Por ejemplo, muchos de sus votantes esperan
que Megawati nacionalice los conglomerados apropiados por
la burguesía china y retorne esas propiedades al pueblo, que
expropie la riqueza de Suharto y lo lleve ante un tribunal,
que termine con la función dual del ejército (Business
Week, 21/6/99) y cientos más de expresiones de deseos.
Pronto será evidente para sus esperanzados votantes que nada de
esto va a ocurrir. Las elecciones han sido un gran engaño montado
por el gobierno de Habibie, la oposición y el imperialismo.
El choque de las ilusiones de las masas con el carácter burgués
y proimperialista del PDI-P puede ser explosivo. Incluso muchos
analistas imperialistas dudan de que realmente Mega,
sin ninguna experiencia en lidiar con el movimiento de masas sea
capaz de aplicar su política y hacer frente a una situación de convulsión
social desde el gobierno. Y sugieren que como Cory Aquino, debe
limitarse sólo a ser un símbolo, mientras que los que
gobiernen no estén tan expuestos a ceder bajo la presión de la movilización.
Una etapa similar a la de la lucha de clases en España durante la
década del ´30.
La reacción democrática enfrenta las enormes contradicciones
planteadas por la emergencia del proceso revolucionario y que marcarán
sin duda una etapa prolongada de inestabilidad, de golpes revolucionarios
y contrarrevolucionarios.
Las acciones de las masas del último año dividieron profundamente
al frente burgués. Estas divisiones que se expresan sobre todo en
la descomposición del partido de gobierno son una fuente permanente
de inestabilidad. Mientras que un ala del Golkar intenta una política
más reformista, e incluso sugiere participar de un gobierno
con el PDI-P, otros sectores entre las numerosas fracciones en que
se dividió este antiguo partido monolítico, intentan perpetuarse
a cualquier costo en el poder.
Las divisiones y tensiones dentro del ABRI, provocadas por su enfrentamiento
al movimiento de masas, están lejos de haberse resuelto. Mientras
que su ala reformista encabezada por el General Wiranto
es una pieza clave en la transición democrática, las
fracciones que ven peligrar sus privilegios y su poderío económico,
amasado durante los 32 años del régimen del Nuevo Orden, son un
factor permanente de inestabilidad. Varios elementos indicarían
que estos sectores estarían detrás de los enfrentamientos étnicos
y religiosos que sacuden a importantes provincias del país, dejando
cientos de muertos y sembrando el caos. Uno de los sectores del
ejército que está viendo peligrar las posiciones conquistadas son
las fuerzas estacionadas en Timor del Este, que defienden la ocupación
aterrorizando a la población, alentados por la formación de milicias
irregulares prointegristas por el mismo gobierno de Habibie.
Las instituciones musulmanas que en el golpe de 1965 jugaron un
rol clave de apoyo a Suharto y llamaron a la guerra santa
contra el comunismo, son por ahora otro factor de inestabilidad.
Profundamente divididas en distintos partidos, de los cuales muchos
apoyan al Golkar, han alentado incluso los choques violentos entre
manifestantes de los partidos opositores. Sus alas más duras están
detrás del enfrentamiento entre el nacionalismo secular
del PDI-P y el Islam. Llaman a no apoyar a Megawati, por el hecho
de que es mujer, y porque no es una digna representante del Islam,
ya que en su partido hay una fuerte presencia católica y de la comunidad
china. El ala moderada de Amien Rais, basada en la intelectualidad
musulmana de clase media, no logró un gran apoyo para su partido
el PAN, a pesar de dirigir la segunda organización religiosa más
numerosa del país. Un ala de su partido también es partidaria de
hacer una coalición con el Golkar.
Estos elementos indican que las elecciones son sólo un episodio
de este drama que se está desarrollando, un triunfo burgués que
para asentarse deberá propinar futuras derrotas a la vanguardia
estudiantil, obrera, campesina y de los pobres urbanos. Por ahora
la clave de este enfrentamiento está indiscutiblemente en las luchas
independentistas de Timor del Este, Acech e Irian Jaya. En estas
provincias, donde existen poderosos movimientos separatistas que
se enfrentan a diario con las fuerzas de ocupación del estado indonesio,
el proceso electoral no tuvo ningún efecto en aplacar la lucha por
la autodeterminación nacional, más aún porque ningún partido de
la oposición burguesa ha tomado el riesgo de hacer demagogia
con estos reclamos. Estos movimientos independentistas amenazan
la integridad no sólo de las fuerzas armadas, sino del mismo estado,
donde el mosaico de alrededor de 300 etnias y religiones
está estallando, y en el caso de Timor del Este, Acech e Irian Jaya,
constituyen un aliado fundamental para la clase obrera y las masas
populares indonesias. El proceso revolucionario en Indonesia le
dio un nuevo impulso a estas luchas que llevan años. La vanguardia
estudiantil de las principales universidades tejió lazos profundos
con los estudiantes de Timor del Este, tal es así que la independencia
a esta provincia forma parte del programa democrático de la vanguardia
estudiantil indonesia desde las jornadas de mayo. De ahí la necesidad
del PDI-P de rechazar incluso la tibia autonomía ofrecida
por Habibie y su saña contra el movimiento independentista de Timor.
Situación y perspectivas
del movimiento de masas
y su vanguardia
El resultado de la traición de la oposición burguesa
a la vanguardia durante las movilizaciones de noviembre, permitió
que el centro de la lucha contra los resabios del suhartismo y los
efectos de la crisis económica se trasladara de Yakarta y los principales
centros urbanos de la isla de Java a ciudades periféricas y a las
provincias independentistas.
En los primeros meses del año las masas han entrado en un estado
de mayor pasividad, manteniéndose activo un importante sector de
vanguardia estudiantil y obrera. Para lograr aplacar la oleada de
movilizaciones que sacudieron las principales ciudades, el gobierno
de Habibie combinó algunas concesiones democráticas y económicas
con un plan represivo hacia los sectores de vanguardia y sobre todo
hacia las provincias separatistas.
El retroceso en el número de bancas reservadas al ABRI (de 70 a
38), el llamado a elecciones, el reconocimiento de 48 partidos,
entre ellos el PRD, el calendario de los actos de campaña electoral,
la suspensión de las medidas de ajuste hasta que un nuevo gobierno,
con mayor legitimidad las pueda llevar adelante, la puesta en marcha
de algunas redes de ayuda social a los sectores más arruinados por
la crisis actuaron como apaciguadores del movimiento de masas. Ninguna
de estas medidas alcanzó para crear la ilusión de haber superado
lo peor de la crisis ni tampoco de que el gobierno de Habibie se
había autodemocratizado, pero permitieron que la patronal
tenga un respiro para organizar su trampa democrática.
A pesar de sus escasos resultados electorales, los actos de campaña
del PRD también resultaron atractivos para un sector de la vanguardia
principalmente estudiantil, miles de ellos participaron junto al
PRD en distintas actividades no sólo electorales, sino también de
organización. Según informa este partido en su prensa, activistas
estudiantes, obreros, campesinos y pobres urbanos participaron del
lanzamiento del Frente Nacional Indonesio para las Luchas Obreras,
que agrupa 7 sindicatos locales de Yakarta, Solo, Bogor, Surubaya
y otras ciudades y el KOBAR (Comité de Acción por la Reforma Total).
Sin embargo la estrategia de este partido de llamar a la oposición
burguesa a enfrentar a los diez enemigos del pueblo
actuó como un obstáculo para que esta vanguardia se radicalizara.
En los últimos meses sectores de vanguardia estudiantil y obrera
se mantienen movilizados. El 18 de mayo, en el aniversario de la
caída de Suharto y del asesinato de varios activistas estudiantiles
durante las movilizaciones de esos días, miles de estudiantes tomaron
el centro de Yakarta, enfrentándose duramente con las fuerzas de
seguridad. Ni Megawati ni Amien Rais asistieron a estas movilizaciones.
Esta vanguardia sigue exigiendo el fin de la función dual
del ABRI, la renuncia del gobierno y la formación de un gobierno
provisional, y en el caso de los estudiantes de la Universidad de
Indonesia, llamaron a boicotear las elecciones.
La movilización en Yakarta del 2 de julio, convocada por el PRD
y sectores estudiantiles contra el Golkar, fue la primera acción
de vanguardia de envergadura después de las elecciones, que puede
tener consecuencias insospechadas tras la represión del régimen.
La clase obrera, aunque no dio un salto en su intervención, viene
realizando, durante y después de las elecciones huelgas parciales
y movilizaciones de vanguardia, como por ejemplo los trabajadores
de la fábrica Mayora Indah, que según informa el Jakarta Post, vienen
en proceso de lucha contra los despidos desde abril, y que se movilizaron
al centro de Yakarta a mediados de junio, donde 500 fueron arrestados
por la policía por alterar el orden público y hacer una protesta
sin previa notificación a la policía como exige la ley, o
los 1500 trabajadores textiles de la ciudad de Dekop, que están
en huelga desde el 15 de junio contra los despidos de la patronal
a activistas sindicales y que según la crónica del diario Indonesian
Observer del 21-6, reciben un enorme apoyo de los pobladores
del área. Y aunque no reciben paga alguna, los huelguistas reciben
dinero y comida de transportistas y el pueblo que simpatiza con
ellos. Según informa The Straits Times, 24-6, 2000 trabajadores
de la principal fábrica de cigarrillos de Indonesia, Gudang Gaman,
ubicada en Sidoarjo, una ciudad industrial muy próxima a Surabaya,
se movilizaron junto a cientos de estudiantes, exigiendo una suba
de salarios y la reincorporación de trabajadores despedidos por
realizar actividades sindicales.
Es que como declaró un activista de las plantas textiles de la ciudad
de Solo, donde se fabrican los uniformes para el ABRI y otros ejércitos
como el alemán, La reforma no entró a las fábricas. Aquí en
Sitrex, 13.000 obreros trabajan 11 o 12 horas por día, siete días
a la semana. Ganamos 155,000 rupias al mes (aproximadamente 22 dólares).
Los militares tienen una unidad permanente en la fábrica (...) que
controlan a los disidentes o activistas sindicales. (...) Para nosotros
reforma significa el derecho a huelga, a organizarnos, a salarios
más altos, a construir el poder obrero y enfrentar los privilegios
de los patrones (Green Left Review 9-6).
Probablemente la lucha por conquistar mayores libertades democráticas,
como declara este obrero, junto con la leve recuperación económica,
tras haber sufrido un golpe durísimo que expulsó al 26% de los trabajadores
de sus puestos de trabajo, dé lugar a una nueva oleada de huelgas
reivindicativas del movimiento obrero.
Pero en lo inmediato el proceso de organización independiente de
la vanguardia aparentemente no ha avanzado cualitativamente, manteniéndose
los comités y foros ya existentes. Estas acciones de la vanguardia
no alcanzaron para cambiar el curso de la coyuntura electoral hacia
una nueva oleada de movilizaciones pero constituyen un elemento
de inestabilidad en una situación donde la trampa electoral todavía
no cierra.
A pesar de un año de movilizaciones y de dos enfrentamientos generalizados
contra el régimen en mayo y noviembre de 1998, este movimiento no
pudo superar aún su debilidad frente a las enormes tareas que la
crisis económica y la emergencia de un movimiento de masas revolucionario
le plantea a la clase obrera y su vanguardia.
Sobre esta debilidad actúan las mediaciones burguesas y su reacción
democrática, así como partidos conciliacionistas pequeño burgueses
como el PRD.
Existe la posibilidad cierta de que, no sin contradicciones y enfrentamientos
con sectores de vanguardia, la burguesía logre estabilizar la situación,
apoyándose en el imperialismo, en un sector de las fuerzas armadas
y en una base social que apoye el discurso de recuperar la
confianza de los inversores, es decir de derrotar el proceso
revolucionario para hacer de Indonesia nuevamente un país normal
para las ganancias capitalistas. Las elecciones y el triunfo del
PDI-P van en ese sentido, por lo que lejos de ser un triunfo
democrático de las masas, constituye una herramienta de la
reacción burguesa cuando la relación de fuerzas no alcanza para
derrotar a un movimiento revolucionario en las calles.
Pero también existe la posibilidad de que la contradicción entre
las ilusiones de las masas y la política proimperialista y continuista
del régimen sostenida por el PDI-P estallen luego de que termine
su demagogia electoral. A menos que la clase obrera y la vanguardia
estudiantil, campesina y de pobres urbanos, que protagonizaron las
luchas del último año dé un salto en sus objetivos políticos y en
su organización independiente, nuevos estallidos espontáneos, como
los que ya hemos visto, no van a ser suficientes para derrotar al
plan burgués de estabilizar su régimen de dominio y fortalecer al
estado. Como planteábamos en EI 11-12, De la maduración revolucionaria
de la vanguardia obrera, campesina y estudiantil de Indonesia, en
el sentido de establecer sus propias organizaciones independientes
y un partido revolucionario, dependerá el destino de la revolución
en el cuarto país más poblado del mundo. El proletariado y
las masas empobrecidas deben fortalecer y desarrollar sus organizaciones
incipientes y preparar un golpe certero a un régimen que todavía
está pagando las consecuencias del proceso revolucionario. El gobierno
de Habibie estará muy debilitado en los próximos meses y la transición
al nuevo régimen que se presenta convulsiva, dará más de una oportunidad
para nuevos golpes del movimiento de masas.
La clase obrera debe levantar las demandas democráticas formales
y estructurales junto a sus propias reivindicaciones de clase, y
transformarse así en el caudillo de la nación oprimida.
El proceso revolucionario indonesio desnudó que para enfrentar la
reacción democrática pactada entre el Golkar, las fuerzas armadas
y la contrarrevolucionaria oposición democrática, y la política
de colaboración de clases que por izquierda propone
el PRD, bajo la forma de frente anti-golkar, que sólo
refuerza las ilusiones democráticas de las masas e impide el desarrollo
de una polítca de clase independiente, la vanguardia obrera, estudiantil
y campesina deberá dotarse de una dirección revolucionaria cuya
estrategia sea derrotar a la burguesía y al imperialismo e imponer
un gobierno obrero y popular. Un partido trotskysta internacionalista
que, bajo la estrategia de la revolución proletaria levante con
toda audacia un programa democrático radical, para ayudar a acelerar
la experiencia de las masas con sus direcciones burguesas que han
traicionado sus aspiraciones democráticas, el derecho a la autodeterminación
nacional o a la independencia de Timor del Este, Acech e Irian Jaya,
junto a la ruptura con el imperialismo, la expropiación del clan
Suharto y de los grandes capitales nacionales e internacionales,
el control obrero de la producción y la nacionalización de la banca
y el comercio exterior, que impulse la autoorganización y el armamento
de la clase obrera y las masas e instaure un gobierno obrero y popular.
Sólo una dirección así puede llevar a la derrota de la burguesía
y su estado y comenzar la reconstrucción de la sociedad sobre bases
socialistas, haciendo que la revolución en Indonesia se transforme
en una palanca para la revolución proletaria en el conjunto del
sudeste asiático.
PRD:
¿Quiénes son los enemigos del pueblo?
Con el objetivo de la educación política de la vanguardia,
según sus propias definiciones aparecidas en su último periódico,
el PRD presentó su programa de emergencia durante la campaña electoral,
en distintas actividades que realizó no sólo en Yakarta, sino en
otras ciudades como Solo e incluso en Acech. Los ejes del programa
de emergencia son el fin de la función dual del ABRI, el juicio
a Suharto, el retiro del ABRI de Timor del Este y de Acech, la libertad
a todos los presos políticos, aumento de salarios de 100%, frenar
la pérdida de empleos y bajar los precios, tierra a los campesinos,
formar un gobierno transicional y apoyar el PRD: el partido de la
juventud y los defensores del socialismo popular y democrático.
La tarea del PRD sería formar un frente único con otros partidos
contra los enemigos comunes -el Golkar, los militares y el presidente
Habibie. Los objetivos de este proyecto son generar un movimiento
lo más fuerte posible para obligar a los principales partidos opositores
-PAN, PBK y PDI-P- a tomar una posición más consistente por la reformasi
total.
Para los dirigentes del PRD su partido ahora enfrenta la enorme
tarea de quebrar las ilusiones de la vasta mayoría de pobres urbanos,
incluyendo a los obreros, en figuras como Megawati y Amien Rais.
Por lo que durante la campaña electoral buscaba llegar a la
base de todos los auto denominados partidos reformistas y responder
al sentimiento masivo de un movimiento unido para destruir los remanentes
del sistema del Nuevo Orden de Suharto.
A este fin el PRD editó un manifiesto, de los cuales según su prensa
repartió cientos de miles, titulado Nuestros diez enemigos
comunes y cómo combatirlos. Entre los diez enemigos
del pueblo el PRD ubica a Suharto y Habibie, al ABRI,
el Asamblea Popular Consultiva, los burócratas corruptos, los amigos
de Suharto que robaron los derechos económicos del pueblo, las fuerzas
políticas que usan cuestiones de raza y religión para dividir al
pueblo y los partidos que no condenan las operaciones militares
en Acech, Irian Jaya y Timor del Este. Para el PRD, entre
estos enemigos del pueblo no se encuentra por ejemplo
ni el FMI, ni la burguesía local, ni los partidos como el PDI-P
o el PAN que son los que se postulan para enterrar el proceso revolucionario
indonesio. Obviamente, las medidas para combatir a estos enemigos
que no constituyen más que los remanentes del Suhartismo y el ABRI,
incluirían por ejemplo, formar comités conjuntos en los campus,
las fábricas, las iglesias, las mezquitas y las villas; oponerse
a la provocación religiosa o racial, exigir de conjunto la distribución
de bienes básicos y monitorear en común la distribución del dinero
para bienestar social del estado a nivel de los barrios, monitorear
en común las elecciones y finalmente formar un gobierno democrático
unido.
Este partido viene actuando como sostén de la farsa de la oposición
burguesa y de las ilusiones democráticas del movimiento de masas,
planteando la posibilidad de obligar a esta oposición a su
majestad a llevar hasta el final la reformasi
total. Este también es el contenido de las movilizaciones
que está impulsando después de las elecciones, a las que el régimen
reprime con dureza. La lucha por la democracia, que
para el PRD es popular, es decir, burguesa, lejos de
transformarse en un motor para la revolución obrera, se limitaría
a formar un gobierno popular, es decir burgués.
La estrategia de colaboración de clases del PRD de formar
un gobierno democrático unido con los enemigos
de Suharto, es un obstáculo que conspira contra la organización
y la estrategia independiente de la clase obrera. La vanguardia
obrera deberá enfrentar no sólo la trampa de la reacción democrática
sino también las estrategias de colaboración de clases, que constituyen
las trampas por izquierda para mantener al proletariado
tras algún ala de la burguesía, impidiendo que la lucha por las
aspiraciones democráticas, por la autodeterminación nacional y contra
los costos de la crisis económica, sean los motores de la revolución
obrera y socialista.