El
próximo 20 de agosto se cumple un nuevo aniversario del asesinato
de León Trotsky a manos de un agente de Stalin. En homenaje a su figura
revolucionaria, presentamos el siguiente artículo -inédito en español-
escrito por Trotsky, que fue publicado por primera vez en la Pravda
el 1 de mayo de 1923. El artículo fue tomado de En defensa de la revolución
rusa, una compilación de escritos de los principales líderes bolcheviques
del período 1917-1923 realizada por Al Richardson, director de la
revista Revolutionary History. En este artículo Trotsky aborda de
manera sencilla, en forma de un diálogo pedagógico, el complejo problema
de la autodeterminación de las naciones, tal como se presentaba a
la joven república soviética. La guerra en los Balcanes ha sido una
muestra patente de la vigencia de la cuestión nacional, agravada por
décadas de opresión stalinista. Resultan reveladoras, en este sentido,
las advertencias lanzadas por Trotsky en el presente artículo a la
luz de la evolución ulterior del régimen soviético.
A
es militante de la Liga de Jóvenes Comunistas. Un joven revolucionario
dedicado y capaz, que peleó como voluntario en el Ejército Rojo.
No obstante, su educación marxista y su experiencia política son
en alguna medida insuficientes. B es un camarada con
mayor tradición política.
A: Por supuesto, nadie puede objetar la resolución del
Doce Congreso sobre la cuestión nacional2. Aún así, esta cuestión
fue introducida en la discusión artificialmente. Para nosotros,
los comunistas, la cuestión nacional no tiene una importancia aguda.
B: ¿Por qué dice eso? Después de todo, recién dijo que
estaba de acuerdo con la resolución, o no? La idea principal de
esta resolución es que la cuestión nacional no existe para beneficio
de los comunistas, sino que los comunistas existen para resolver
el problema nacional como parte constituyente de la cuestión más
general de la organización de la vida del hombre sobre la tierra.
Si en su grupo de estudio de autoeducación, con la ayuda de los
métodos del marxismo, se ha liberado de los diferentes prejuicios
nacionales, esto es, por supuesto, una cosa muy buena, y un gran
paso adelante en su desarrollo personal. Pero la tarea que enfrenta
el partido en el poder en esta esfera es de más largo alcance: tenemos
que permitir que los muchos millones de personas que componen nuestro
pueblo, y que pertenecen a diferentes nacionalidades, hallen a través
del estado y de otras instituciones dirigidas por el partido, una
satisfacción práctica viviente para sus intereses y requerimientos
nacionales, para así permitirles deshacerse de los antagonismos
y prejuicios nacionalestodo esto no a nivel de un grupo de
estudio marxista, sino al nivel de la experiencia histórica de pueblos
enteros. En consecuencia, hay una contradicción irreconciliable
entre su reconocimiento formal de la resolución y su afirmación
de que para nosotros, los comunistas, la cuestión nacional no es
de gran importancia. De este modo está demostrando que no reconoce
la resolución, o para decirlo de un modo tajanteen un espíritu
puramente de camaradería y sin querer ofenderlo no comprende
el significado político de la resolución.
A: Usted me malinterpreta
B: Mm...mm...
A: Todo lo que quiero decir es que la cuestión de clase
es para nosotros los comunistas incomparablemente más importante
que la cuestión nacional. En consecuencia, debemos mantener el sentido
de las proporciones. Me temo, no obstante, que la cuestión nacional
ha sido recientemente exagerada mucho por nosotros, en detrimento
de la cuestión de clase.
B: Quizás lo malinterpreté otra vez, pero con esta afirmación
me parece que ha cometido otro error todavía mayor de principio.
El conjunto de nuestra política en la esfera económica, en
la construcción del estado, en la cuestión nacional y en la esfera
diplomática es una política de clase. Está dictada por los
intereses históricos del proletariado, que está peleando por la
completa liberación de la humanidad de todas las formas de opresión.
Nuestra actitud hacia el problema nacional, y las medidas que hemos
tomado para resolverlo, constituyen una parte esencial de nuestra
posición de clase, y no algo accesorio u opuesto a ella. Ud. dice
que el criterio de clase es supremo para nosotros. Esto es absolutamente
verdadero. Pero sólo en la medida en que sea realmente un criterio
de clase; esto es, en la medida en que incluya respuestas para todas
las cuestiones básicas del desarrollo histórico, incluyendo la cuestión
nacional. Un criterio de clase sin la cuestión nacional no es un
criterio de clase, sino sólo el tronco principal de tal criterio,
que inevitablemente se aproxima a una perspectiva sindicalista o
artesanal.
A: ¡Según Ud., entonces, la preocupación por resolver
la cuestión nacional, esto es, por las formas de coexistencia de
los grupos y las minorías nacionales, es tan importante para nosotros
como que la clase obrera mantenga el poder en sus manos, o como
la dictadura del Partido Comunista! Desde una posición semejante
sería fácil deslizarse al oportunismo completo, esto es, a subordinar
las tareas revolucionarias a los intereses de los acuerdos entre
las nacionalidades.
B: Tengo el presentimiento de que hoy voy a ser tachado
de desviacionista... No obstante, trataré, mi joven
amigo, de mantenerme en mi punto de vista. El conjunto del problema,
tal como se nos presenta hoy, si lo formulamos políticamente, tiene
esta significación para nosotros¿cómo, esto es, mediante qué
medidas y métodos de acción, mediante qué enfoque, podemos mantener
y consolidar el poder de la clase obrera en un territorio donde
muchas nacionalidades viven lado a lado, con el núcleo central gran
ruso, que antiguamente jugaba el papel de gran potencia entre estas
nacionalidades, constituyendo menos de la mitad de la población
total de la Unión? Es precisamente en el proceso de desarrollar
la dictadura proletaria, en el curso de toda nuestra actividad de
construcción del estado y de nuestra lucha cotidiana para mantener
y consolidar el poder obrero, que en este momento nos vemos enfrentados
de un modo más urgente que nunca con la cuestión nacional en toda
su realidad viviente, sus manifestaciones concretas cotidianas en
el estado y en la vida económica, cultural y de todos los días.
Y justo ahora, cuando el partido de conjunto está comenzando a presentar
la cuestión en esta formay no puede ser presentada de otra
manera Ud. (pero desafortunadamente no es el único) declara
con doctrinarismo ingenuo que la cuestión de la dictadura del proletariado
es más importante que la cuestión nacional. Aún así, es precisamente
en pos del destino de la dictadura del proletariado que estamos
ahora en la práctica metiéndonos más profundamente (y en el futuro
profundizaremos todavía más) en la cuestión nacional. ¿Qué significa
la contraposición que Ud. hace? Sólo gente que no comprende la importancia
de Los factores nacionales en el estado y el partido3
puede presentar la cuestión de esta manera. Y, en todo caso, todos
aquellos que adoptan una actitud nihilista o despreciativa hacia
la cuestión nacional de muy buena gana echarán mano a formulaciones
como la suya. Volverle la espalda a las exigencias y a los intereses
de las antiguas nacionalidades oprimidas, especialmente a aquellas
que son atrasadas y están compuestas centralmente por campesinos,
es una cosa muy simple y perfectamente fácil de hacer, especialmente
si esta especie de indiferencia desganada puede ser recubierta con
frases generales acerca del internacionalismo, acerca de que la
dictadura del Partido Comunista es más importante que cualquiera
de los problemas nacionales...
A: Como quiera, pero al presentar la cuestión de esta
forma me parece como que estamos retrocediendo de una manera intolerable
en dirección de las aldeas campesinas atrasadas de la periferia,
y así corremos el riesgo de infligir un gran daño al centro proletario,
sobre el cual nuestro partido y el poder soviético se apoyan. O
bien yo no entendí nada de lo que dijo, o realmente Ud. se está
desviando hacia las nacionalidades atrasadas, predominantemente
campesinas.
B: Aquí está, por fin llegamos a ellami desviación
campesina; y yo esperaba esto, ya que todo bajo el sol, incluyendo
los errores políticos, tiene su propia lógica... una desviación
en favor de las masas campesinas atrasadas¿pero escuchó
lo que el Doce Congreso dijo sobre eso?
A: ¿Sobre qué?
B: Sobre las relaciones mutuas entre el proletariado
y el campesinadosobre el nexo4
A: ¿El nexo? ¿Y qué tiene que ver eso con
esto? Estoy absolutamente de acuerdo con el Doce Congreso. El nexo
entre el proletariado y el campesinado es la base de todo. La cuestión
del nexo es la cuestión del destino de nuestra revolución. Quienquiera
que está en contra del nexo está...
B: Sí, sí. ¿pero no piensa que la dictadura de la clase
obrera y de nuestro partido es más importante para nosotros que
el problema campesino y, en consecuencia, que la cuestión del nexo?
A: ¿Cómo es eso?
B: Es muy simple. Nosotros, el Partido Comunista, la
vanguardia del proletariado, no podemos subordinar nuestros objetivos
social-revolucionarios a los prejuicios, o incluso a los intereses
del campesinado, que es una clase pequeño burguesa en toda su tendencia.
¿No es esto así, mi amigo izquierdista?
A: Pero discúlpeme esa sofisteríaeso es un asunto
muy diferente, y no tiene nada que ver con esta cuestión. El nexo
es nuestra base, nuestro cimiento. Lenin escribió que sin el nexo
con el campesinado no llegaremos al socialismo; todavía más, que
sin los logros debidos al nexo económico, el poder soviético será
inevitablemente derrocado.
B: Eso es, precisamente. En consecuencia¿creo
que estará de acuerdo? es absurdo, una muestra de analfabetismo
político, contraponer el nexo con el campesinado a la dictadura
del proletariado. Por supuesto que la dictadura del proletariado
es la idea básica de nuestro programa, el criterio básico de nuestro
estado y de nuestra labor de construcción económica. Pero el punto
es que esta misma dictadura del proletariado es impensable sin ciertas
relaciones mutuas y claras con el campesinado. Si Ud. separa el
nexo con el campesinado de la cuestión de la dictadura del proletariado,
se queda, al menos en lo que concierne a este período histórico
determinado, con una forma vacía, una abstracción sin sentido.
A: No tengo diferencias con Ud., ¿pero qué tiene que
ver esto con nuestro asunto?
B: Está conectado de un modo muy directo y estrecho.
En nuestra Unión Soviética el nexo con el campesinado supone no
solamente un nexo con el campesinado gran ruso. Tenemos un numeroso
campesinado no gran ruso, y está distribuido entre numerosos grupos
nacionales. Para estos grupos nacionales cada cuestión nacional,
política y económica es refractada a través del prisma de su lengua
nativa, sus peculiaridades nacional-económicas y su idiosincrasia,
y de su desconfianza nacional, que tiene sus raíces en el pasado.
El idioma es el instrumento más básico, el más ampliamente abarcativo
y el que penetra más profundamente, del nexo entre hombre y hombre
y así entre clase y clase. Si bien en nuestras condiciones la cuestión
de la revolución proletaria está, como Ud. dice, por encima de toda
cuestión de las relaciones entre el campesinado y el proletariado,
este último problema equivale, en más del 50%, a la cuestión de
las relaciones entre el proletariado gran ruso, más avanzado y con
más influencia, y las masas campesinas de las otras nacionalidades,
que fueron oprimidas implacablemente en tiempos pasados y todavía
recuerdan muy bien todo lo que sufrieron. Lo que está equivocado
en su posición, mi amigo, es que todos sus argumentos supuestamente
de izquierda, pero esencialmente nihilistas y a medio cocinar golpean
no sólo a la cuestión nacional, sino también a la cuestión fundamental
del nexo entre los obreros y los campesinos.
A: Pero mire, hubo un momento cuando nuestro ejército
entró en Georgia para expulsar a los agentes mencheviques de los
imperialistas sin esperar a que se lo pidiera primero este pueblo
en cuestión, lo que significó una abierta ruptura del principio
de autodeterminación. Y hubo un momento en que nuestro ejército
avanzó sobre Varsovia...
B: Sí, por supuesto, esos momentos existieron, y yo
los recuerdo muy claramente, y no los desapruebo en lo más mínimo.
Pero también hubo todo un período, no sólo momentos, cuando le confiscamos
a los campesinos todo su excedente, y algunas veces lo que necesitaban
para ellos mismos, por medio de la fuerza, sin renunciar a los métodos
más extremos.
A: ¿Qué quiere decir con eso?
B: Lo que digo. La revolución no sólo se apoderó del
excedente de los campesinos, con armas en la mano, sino que también
introdujo un régimen militar en las fábricas y en las haciendas.
Si no hubiéramos hecho esto en un período ciertamente muy agudo
y muy grave, hubiéramos perecido. Pero si deseáramos aplicar estas
medidas en condiciones donde una necesidad inexorable, de hierro,
no las reclaman, sucumbiríamos todavía con mayor seguridad.
Esto se aplica también, por supuesto, a nuestra política hacia la
cuestión nacional. La autodefensa revolucionaria exigió en cierto
momento un golpe contra Tbilisi y una marcha sobre Varsovia. Hubiéramos
sido unos penosos cobardes y unos traidores a la revolución (que
incluye a la cuestión campesina y a la cuestión nacional) si hubiéramos
retrocedido ante el fetiche vacío del principio nacional,
ya que es perfectamente obvio que no había ninguna autodeterminación
nacional real en Georgia bajo los mencheviques: el imperialismo
anglo-francés ejercía un dominio irrestricto allí, y estaba gradualmente
sujetando al conjunto del Cáucaso, y amenazándonos desde el sur.
En la cuestión nacional, como en todas las otras, lo que nos importa
a nosotros no son las abstracciones jurídicas, sino los intereses
y las relaciones reales. Nuestra invasión militar de la Transcaucasia
puede ser justificada, y ha quedado justificada ante los ojos del
pueblo trabajador, en la medida en que le dio un golpe al imperialismo,
y estableció las condiciones para una autodeterminación real, genuina
para las nacionalidades del Cáucaso.
Si por culpa nuestra las masas populares de la Transcaucasia llegaran
a contemplar nuestra interferencia militar como un acto de conquista,
entonces esta interferencia se transformaría así en un crimen muy
grandeno contra el principio abstracto de nacionalidad,
sino contra los intereses de la revolución. Aquí tenemos una analogía
completa con nuestra política campesina. La confiscación del excedente
de los campesinos fue una cosa muy dura. Pero el campesinado la
aceptó como algo justo, en la medida en que estaban convencidos
que, tan pronto como las condiciones lo permitieran, el poder soviético
pasaría a cumplir con su tarea básicaun alivio en toda la
línea para la vida del pueblo trabajador, incluyendo a los campesinos.
A: Pero aún así, no puede negar que el principio de
clase ocupa un lugar más alto para nosotros que el principio de
autodeterminación nacional. Después de todo, eso es el ABC.
B: El terreno de los principios abstractos
es siempre, mi querido amigo, el último refugio de aquellos que
han perdido el rumbo sobre la tierra. Ya le he dicho que el principio
de clase, si lo entiende de manera no idealista, sino de un modo
marxista, no excluye sino que por el contario, abarca la autodeterminación
nacional. Pero a este último también lo entendemos no como un principio
supra-histórico (basado en el modelo del imperativo categórico de
Kant5) sino como el conjunto de las condiciones de vida reales y
materiales que permite a las masas de las nacionalidades oprimidas
enderezar la espalda, avanzar, aprender y desarrollarse, obteniendo
acceso a la cultura mundial. Para nosotros, para todos los marxistas,
debe estar más allá de toda discusión que sólo una aplicación coherente,
es decir revolucionaria, del principio de clase puede
asegurar la máxima realización del principio de autodeterminación
nacional.
A: ¿Pero no dijo Ud. mismo, al explicar nuestra intervención
en la Transcaucasia, que la defensa revolucionaria tiene prioridad
entre nosotros por sobre el principio nacional?
B: Posiblemente lo hice, muy probablemente incluso.
¿Pero en qué condiciones y con qué sentido? En la lucha contra los
imperialistas y los mencheviques, quienes transforman a la autodeterminación
nacional en un absoluto metafísico, en la medida en que va dirigido
contra la revoluciónmientras que ellos mismos, por supuesto,
pisotean la autodeterminación nacional. Nosotros le respondimos
a los lamentables héroes de la Segunda Internacional que los intereses
de la defensa de la revolución importaban más para nosotros que
los fetiches jurídicos6; los reales intereses de las débiles nacionalidades
oprimidas son más importantes para nosotros que cualquier otra cosa.
A: ¿Pero y qué hay acerca de mantener a las Fuerzas
Rojas en la Transcaucasia, en el Turkestán y en Ucrania? ¿No es
eso una violación de la autodeterminación nacional? ¿No hay una
contradicción allí? ¿Y esto no se explica por el hecho que la revolución
es para nosotros superior que la cuestión nacional?
B: Cuando el pueblo trabajador de esos países comprenda
(y cuando nosotros hagamos todo lo que podamos para ayudarlos a
comprender) que estas fuerzas están en su territorio sólo para reforzar
su seguridad contra el imperialismo, no hay ninguna contradicción
aquí. Cuando estas fuerzas no se regodean en insultar los sentimientos
nacionales de las masas nativas, sino que, por el contrario, demuestran
una preocupación puramente fraternal por ellas, no hay contradicción
en esto. Finalmente, cuando el proletariado gran ruso hace todo
lo que puede para ayudar a los elementos nacionales más atrasados
de la Unión a tomar parte de la construcción del Ejército Rojo en
forma conciente e independiente, para que puedan defenderse en primer
lugar y por sobre todas las cosas con sus propias fuerzas, entonces
esto debe significar la desaparición de incluso la menor sombra
de contradicción entre nuestro programa nacional y lo que hacemos
en la práctica.
Todas estas cuestiones serán resueltas, por supuesto, no sólo en
función de nuestra buena voluntad, sino que es necesario que mostremos
la máxima buena voluntad para su genuina resolución de una manera
proletaria... Me acuerdo que leí hace dos años unos informes de
un cierto ex general zarista al servicio del poder soviético acerca
de cómo los georgianos eran chauvinistas temerosos, cuán poco entendían
el internacionalismo de Moscú, la cantidad enorme de regimientos
Rojos que eran necesarios para contrarrestar el nacionalismo georgiano,
azerbaijano, y todos los otros tipos de nacionalismo transcaucásico.
Era bastante obvio que en el caso de este general, la actitud de
gran potencia prepotente de antaño estaba apenas disfrazada bajo
la nueva terminología.
Y no tiene sentido esconder el pecado: este general no es una excepcionalidad.
En la maquinaria administrativa soviética, incluyendo también a
la maquinaria militar, las tendencias de este tipo son poderosas
en grado extremoy no sólo entre los ex generales. Si éstas
llegaran a tomar la delantera, la contradicción entre nuestro programa
y nuestra política real llevaría inevitablemente a una catástrofe.
Esta es la razón por al cual hemos planteado la cuestión nacional
en forma aguda, para así concentrar los esfuerzos del partido en
eliminar este peligro.
A: Está bien. Pero no obstante, ¿cómo explica el hecho
de que aquellos mismos camaradas que comprenden plenamente la significación
del nexo con el campesinado toman, al mismo tiempo, al igual que
yo, una posición mucho más reservada en lo que concierne a la cuestión
nacional, y contemplan a esta cuestión como algo exagerado y preñado
de peligros de distorsiones en favor de la periferia atrasada?
B: ¿Cómo explico yo esta contradicción? Lógicamente
ésta debe ser explicada por el hecho que no todo el mundo piensa
las cosas adecuadamente. Pero una explicación lógica no es suficiente
para nuestro propósito. La explicación política es que el rol dirigente
dentro de nuestro partido lo juegay en el período inmediato
no puede más que jugarlosu núcleo gran ruso, el cual a través
de la experiencia de estos últimos cinco años ha sido perturbado
completamente por la cuestión de las relaciones entre el proletariado
gran ruso y el campesinado gran ruso, y la ha elaborado exhaustivamente.
Por simple analogía extendemos estas relaciones al conjunto de nuestra
Unión Soviética, olvidando o no tomando en cuenta del todo, que
en la perifieria de Rusia viven otros grupos nacionales con una
historia diferente, un diferente nivel de desarrollo, ylo
que es más importantecon una gran cantidad de heridas por
lo que han sufrido.
El núcleo gran ruso del partido es, centralmente, todavía no muy
conciente del aspecto nacional de la cuestión del nexo, y es todavía
menos conciente de la cuestión nacional en todo su alcance. De aquí
también se derivan las contradicciones de las que Ud. hablaque
a veces son de carácter ingenuo, otras veces estúpidas, y a veces
flagrantes. Y esta es la razón por la cual no son exageradas las
decisiones del Doce Congreso del partido sobre la cuestión nacional.
Por el contrario, responden a las necesidades más profundas de nuestra
vida, y no sólo debemos adoptarlas, sino desarrollarlas todavía
más.
A: Mientras que los comunistas del centro gran ruso
llevan adelante una política correcta en la Gran Rusia, seguro que
hay en otras partes de nuestra Unión comunistas locales que están
llevando adelante el mismo trabajo en diferentes circunstancias
nacionales? Esta es solamente una división natural e inevitable
del trabajo. Los comunistas gran rusos deben pelear, y pelearán
contra el chauvinismo de gran potencia, mientras que los comunistas
de las otras nacionalidades luchan contra su propio nacionalismo
local, que está dirigido sobre todo contra los rusos.
B: Lo que Ud. dice contiene sólo parte de la verdad,
y las verdades a medias a veces nos llevan a conclusiones completamente
falsas. Nuestro partido no es en absoluto una federación de grupos
comunistas nacionales con una división del trabajo según sus rasgos
nacionales respectivos. Si el partido estuviera construido así,
esto sería extremadamente peligroso.
A: No estoy proponiendo nada de eso...
B: Por supuesto que no. Pero su idea llevaría, de ser
desarrollada, hacia esa conclusión. Ud. insiste con que los comunistas
gran rusos deben luchar contra el nacionalismo de gran potencia,
y los comunistas ucranianos contra el nacionalismo ucraniano.
Esto recuerda la fórmula de los espartaquistas al comienzo de la
guerra: El principal enemigo está en tu propio país.
Pero en ese caso era cuestión de una lucha de la vanguardia proletaria
contra su propia burguesía imperialista, su propio estado militarista.
Allí esta consigna tenía un contenido profundamente revolucionario.
Por supuesto, la tarea de los revolucionarios alemanes era luchar
contra el imperialismo de los Hohenzollern, denunciar el militarismo
francés, etc.
Sería sin embargo una distorsión completa de las perspectivas transferir
este principio a las partes constituyentes de la Unión Soviética,
ya que tenemos un solo ejército, una diplomacia unificada y, lo
que es más importante de todo, un partido centralizado. Es perfectamente
correcto que aquellos mejor dotados para combatir al nacionalismo
georgiano sean los comunistas georgianos. Pero esta es una cuestión
de tacto, no de principio. La raíz del asunto es la necesidad de
comprender claramente los orígenes históricos del nacionalismo agresivo
de gran potencia de los gran rusos y el nacionalismo defensivo de
los pueblos pequeños. Es necesario apreciar las verdaderas proporciones
entre estos factores históricos, y esta apreciación debe ser la
misma en la mente de los gran rusos y de los georgianos y de los
ucranianos, ya que estas mismas proporciones no dependen del enfoque
subjetivolocal o nacionalsino que corresponden (y deben
corresponder) al real equilibrio de las fuerzas históricas. El comunista
azerbaijano trabajando en Bakú o en las áreas rurales musulmanas,
y el comunista gran ruso que está trabajando en Ivanovo-Voznesensk,
deben tener la misma concepción en lo que a la cuestión nacional
concierne.
Y esta concepción uniforme debe consistir en una actitud no uniforme
hacia el nacionalismo gran ruso y hacia el nacionalismo musulmán:
en relación al primero, lucha implacable, severo desprecio, especialmente
en aquellos casos donde se muestra en la esfera gubernamental y
administrativa; en relación al segundo hay que hacer un trabajo
educativo paciente, atento, y cuidadoso.
Si un comunista en su puesto cierra los ojos a la cuestión nacional
en todo su alcance, y comienza a luchar contra el nacionalismo (o
frecuentemente, contra lo que a él le parece ser nacionalismo) mediante
métodos sumarios y sobresimplificados, la negación intolerante,
la persecución, la denuncia, etc., entonces quizás reúna a su alrededor
a jóvenes activos, de izquierda, revolucionarios, subjetivamente
dedicados al internacionalismo, pero nunca nos brindará un nexo
confiable y duradero con las masas campesinas locales.
A: Pero son justo los izquierdistas de las
repúblicas de frontera quienes exigen una solución más revolucionaria,
más vigorosa a la cuestión agraria. Y, después de todo, ¿no es éste
el puente principal hacia el campesinado?
B: Indudablemente la cuestión agraria, sobre todo en
el sentido de la abolición de todos los remanentes feudales, debe
ser resuelta en todas partes. Como ahora tenemos un Estado de la
Unión ya firmemente establecido, podemos llevar adelante este acuerdo
sobre la cuestión de la tierra con toda la resolución que ésta exige;
por supuesto la resolución de la cuestión de la tierra es una tarea
de las más importantes para la revolución... Pero la abolición de
la gran propiedad terrateniente es un acto que es llevado adelante
de un solo golpe, de una vez para siempre, mientras que lo que nosotros
llamamos la cuestión nacional es un proceso muy largo. Después que
la revolución agraria haya sido completada, la cuestión nacional
no desaparecerá. Por el contrario, sólo entonces pasará a estar
al frente. Y la responsabilidad por toda la escasez y todos los
defectos, todas las injusticias y los casos de falta de atención
o rudeza en relación a las masas nativas, serán atribuidas en sus
mentes, y no sin razón, a Moscú. Es necesario en consecuencia que
Moscú, como centro de nuestra Unión, sea invariablemente la iniciadora
y la promotora de una política activa impregnada en toda la línea
con una atención fraternal hacia todas las nacionalidades que componen
la Unión Soviética. Hablar de exageración en esta conexión es realmente
dar muestras de una completa falta de comprensión.
A: Hay una buena parte de verdad en lo que dice, pero...
B: ¿Sabe qué? Vuelva a leer otra vez la resolución del
Doce Congreso ahora que hemos tenido esta charla, y entonces quizás,
uno de estos días, volveremos a discutir estas cuestiones otra vez.
Notas de la editorial inglesa traducidas al español:
1. Este artículo apareció por primera vez en Pravda, el 1 de mayo
de 1923, y fue reimpreso en Sochineya de Trotsky, volumen 21, Moscú,
1927. Esta traducción inglesa de Leonard Hussey apareció
por primera vez en International Socialist Review, volumen 19, número
3, verano de 1958, ps. 99-103. Leonard Hussey era un seudónimo utilizado
en esa época por Brian Pearce, y le estamos agradecidos por su permiso
para reimprimir su traducción aquí.
2. La resolución del congreso sobre la cuestión nacional fue redactada
por Stalin. Cf. JV Stalin, El marxismo y la cuestión nacional y
colonial, Londres 1936, ps. 279-87.
3. Esto es, la resolución referida más arriba, en la nota 2.
4. El nexo al que se refiere es la alianza obrero campesina,
sobre la cual descansaba el poder soviético.
5. El imperativo categórico de Emmanuel Kant (1724-1804) era el
instrumento mediante el cual para él la razón práctica afirma su
dominio sobre los impulsos naturales. El la describe así como el
deber de aquello que nunca ha sucedido, la base de su teoría
del libre albedrío.
6. La respuesta de Trotsky está contenida en La socialdemocracia
y las guerras de intervención, Londres, 1975 (antiguamente titulado
El rojo y el blanco).
|