Las
ollas están vacías señor presidente
.
Se han deshecho de nosotros, porque tenían que pagarnos seguro
y otros beneficios, y ahora explotan a otros trabajadores que están
por contrato.
Estamos cansados de tanta miseria. No hay trabajo. No hay
estabilidad laboral. Y la plata no alcanza para nada. ¡Cómo no vamos
a protestar, pues!
Estos
testimonios que recogió el diario La República de Lima reflejan
el descontento creciente de los trabajadores ante el régimen de
Fujimori. En Perú con el telón de fondo de la recesión económica
(los índices de producción serían un 14% menos que en 1998), el
28 de abril se formalizó con éxito el Paro Cívico Nacional. Esta
acción fue convocada por la Confederación General de Trabajadores
de Perú (CGTP), también adhirieron partidos de oposición y organizaciones
sociales. Las demandas de la central obrera eran contra el desempleo,
por los derechos ciudadanos y contra el intento de reelección presidencial.
Lo que hay que destacar fue el alto acatamiento obrero de la medida
que da indicios de la lenta recuperación de la clase obrera, luego
de las derrotas que sufriera a principios de la década, sobre las
que se consolidó el fujimorato.
La huelga por su masividad y la magnitud de las movilizaciones hizo
recordar a diversos medios de comunicación el histórico paro general
de julio de 1977 que marcó el principio del fin de la dictadura
del general Morales Bermúdez. Es decir que fue una clara muestra
de la debilidad creciente del régimen cívico-militar de Fujimori.
En Lima, donde se desarrollaron los actos más importantes, las calles
amanecieron con escaso tránsito y ocupadas por efectivos de la policía.
El paro fue acatado por sectores de la educación, construcción civil,
y en los municipios de Villa El Salvador y San Juan de Lurigancho,
entre otros, la población no sólo acató el paro sino que además
se movilizó.
En Ica, Piura y Huancayo miles de afiliados de la CGTP, maestros,
mineros, amas de casa desfilaron en las calles de estas ciudades.
Siendo en esta última la movilización más importante en 20 años.
En Loreto, algunas localidades amanecieron militarizadas, sin embargo
esto no fue impedimento para que más de 30 mil marcharan en Iquitos.
En Arequipa se realizó un multitudinario acto y en Pucallpa a pesar
de estar bajo estado de emergencia los manifestantes,
desafiaron a la Marina de Guerra, y expresaron su rechazo al gobierno.
En la evaluación por sectores la CGTP destaca: que haya parado
totalmente la gran minería como Centromin Perú, Cuajone, Tintaya,
Shougang, Hierro Perú, Doe Run, así como la mediana minería. Además
construcción civil 100%, SUTEP (educación 98%), salud 80%, telefónicos
80%, portuarios 80%, mercados 70%, trabajadores manuales de mercados
80%, choferes a nivel nacional 80%, gráficos 90%, campesinado 95%,
pesqueros 85%. Las universidades y el sector educación han parado
totalmente. También acataron la medida los trabajadores camaleros,
de Colchones Paraíso, clínicas, comedores populares y autogestionarios,
comités del vaso de leche, clubes de madres, casas de refugio, mujeres
ciudadanas, y estudiantes universitarios y de institutos superiores.1
Estos datos dan cuenta que esta acción no fue por reivindicaciones
económicas, sino que tuvo un carácter estrictamente político y constituyó
un golpe al régimen. La amplitud de la demostración rebasó a los
sectores sindicalizados y organizados ya que expresó un amplio repudio
obrero y popular.
Veinte años de lucha obrera y popular. Antecedentes del
Fujimorato
Una breve recorrida por los hitos más importantes de la lucha de
clases en Perú, puede ayudar a comprender cómo se fue gestando el
fujimorismo.
En 1968 cuando los militares se hicieron del poder mediante un golpe
de estado encabezado por su jefe el general Velasco Alvarado, inauguraron
la etapa de la Revolución Peruana. Este nacionalismo
burgués tardío tuvo como objetivo llevar a cabo la modernización
del país mediante reformas desde arriba que favorecieran
el desarrollo económico nacional y otorgar ciertas concesiones para
capitalizar y conseguir base social en un movimiento obrero y popular
por demás descontento. Tres grandes ejes fueron puntales de sus
reformas: 1) Replanteo de la presencia del capital extranjero dentro
de la economía, 2) Reforma agraria, 3) Estatización de algunos bancos.
El Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas de
Velasco, que responde al tipo de régimenes que los troskistas denominamos
bonapartistas sui generis, se elevó, por así decirlo,
entre las masas y la burguesía del país por un lado, y el imperialismo
por otro. A pesar de que no impidió la penetración del capital extranjero,
realizó algunas nacionalizaciones y sufrió la constante presión
del imperialismo y la burguesía para que cambie su rumbo económico.
Paulatinamente la clase obrera también fue pasando a la oposición
resistiendo los intentos del gobierno de tratar de cooptar sus organizaciones.
Acosado por la burguesía y la resistencia obrera, Velasco, fue incapaz
de llevar adelante su plan y terminó paralizado. Este impasse
en el plan de Velasco precipitó su salida y fue reemplazado por
el general Morales Bermúdez en 1975, que profundizó el giro reaccionario
y proimperialista de la dictadura.
Sin embargo, la resistencia de la clase obrera y el campesinado
fueron tenaces. En este proceso de movilización y organización muchas
organizaciones obreras y populares tendieron a tomar un curso independiente,
tanto del estado como de los partidos burgueses tradicionales, llegando
a formar embriones de autoorganización como las Asambleas Populares
y los Frente de Defensa de los Intereses del Pueblo.
El hito máximo de esta movilización fue el paro general de julio
de 1977, que obligó a la dictadura a la convocatoria a la Asamblea
Constituyente de 1978, para tratar de canalizar y desviar el incipiente
ascenso y radicalización de masas y organizar la transición a la
democracia2, y la retirada en orden de los militares
a los cuarteles.
En 1980, gana las elecciones Fernando Belaúnde Terry del derechista
partido Acción Popular, que intentó liquidar la herencia nacionalista
de los militares y aplicar una dura receta fondomonetarista. En
esta etapa, los trabajadores y campesinos con sus luchas, que en
el período anterior alcanzaron una rica experiencia política, hizo
imposible a Belaúnde aplicar su plan.
En esta situación, la política del Partido Comunista e Izquierda
Unida3, con gran influencia entre los asalariados fue en todo momento
desmoralizante ya que estuvo al servicio de la colaboración de clases
y de sostener al régimen. Durante los dos primeros años de gobierno
democrático el PC a través de la dirección de la CGTP
e Izquierda Unida mantuvieron un acuerdo de concertación
con el gobierno con la excusa de no provocar a la derecha y a los
militares. Cuando el desprestigio del gobierno alcanzó su punto
más alto rompieron la concertación e intentaron buscar
un acuerdo electoral con el APRA4, de Alan García, es decir una
política de colaboración de clases, para contener y desviar las
luchas obreras y populares. Mientras tanto en la Sierra, como expresión
distorsionada del ascenso campesino, surgió la guerrilla de Sendero
Luminoso5.
Izquierda Unida en la ciudad y Sendero Luminoso en el campo por
distintas vías, eran enemigos de que las masas conquistaran la independencia
de clase y de dotarlas de un programa y una estrategia revolucionaria,
dejándolas a merced de la represión estatal y de la demagogia populista
de Alan García.
Efectivamente, las masas tuvieron que sufrir al final del gobierno
democrático de Belaúnde, la represión instrumentada
a través de la Ley Antiterrorista6, con 5.400 obreros
y campesinos muertos a manos de la represión7, 200% de inflación,
una deuda externa de 14.000 millones de dólares (en ese tiempo el
80% del PBI), subocupación del 65% y un salario mínimo de 30 dólares.
El gobierno del APRA y el rol de Izquierda Unida y Sendero
Luminoso
En julio de 1985 asumió la presidencia Alan García, llevando al
APRA por primera vez al poder. Con el 50% de los votos capitalizó
en forma deformada el descontento de las amplias masas que giraban
a la izquierda, ya que García había basado su campaña en encendidos
discursos contra el FMI.
Por su parte Izquierda Unida, que obtuvo el 25% de los votos, ocupó
por medio de su secretario general Alfonso Barrantes la alcaldía
de Lima. El gobierno del APRA en un primer momento despertó el entusiasmo
de las masas, ya que fijó el 10% del monto de las exportaciones
para el pago de la deuda externa, este romance apenas
duró un año. En mayo de 1986 se dio una poderosa oleada de huelgas
sindicales, paros departamentales con miles de trabajadores y pobladores
enfrentando, con sus luchas reivindicativas, la política económica
del gobierno contra los bajos salarios, la desocupación y el abandono
de los pueblos del interior.
La política de Izquierda Unida, a través de sus alcaldes, diputados
y funcionarios fue colaborar con el gobierno y administrar desde
la alcaldía de Lima la crisis del capitalismo semi-colonial peruano.
Aprovechando su influencia sindical fue desmontando y traicionando
una por una las huelgas obreras y movilizaciones contra el gobierno.
En esta etapa adquiere mayor influencia Sendero Luminoso, como expresión
distorsionada del ascenso en el campo, que vió nutrir sus filas
de campesinos pobres y más tarde también de habitantes de los llamados
pueblos jóvenes. Sendero Luminoso, partido-ejército
maoísta, con su política de guerra revolucionaria del campo
a la ciudad y su estrategia de revolución democrática
basada en la concepción stalinista de revolución por etapas y de
frente popular, contribuía a socavar la unidad obrera y campesina
para luchar hasta el final contra el gobierno. Esta política se
distinguía por su hostilidad hacia el movimiento obrero y las ciudades,
un uso indiscriminado del terrorismo individual que lo llevó a ejecutar
a dirigentes populares y campesinos opuestos a su política suscitando
un gran rechazo, sentando las bases para el surgimiento de rondas
campesinas que fueron coptadas y puestas al servicio de la
represión del ejército. Secundariamente, como expresión de la radicalización
de sectores urbanos, surge el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru.
Por otra parte, el gobierno del APRA, intensificó la guerra
sucia contra el movimiento campesino y popular. El episodio
más conocido por las repercusiones internacionales que tuvo fue
la masacre de los penales. El 19 de junio de 1986, se celebraba
en Lima el II° Congreso de la Internacional Socialista, las FF.AA
masacraron a 400 detenidos políticos de las prisiones de Santa Bárbara,
San Pedro y El Frontón y del puerto de El Callao.
Según un informe de la ONU, en 1987 Perú se encontraba entre los
países con más desaparecidos del mundo7. El alto costo que la clase
obrera y los campesinos peruanos tuvieron que pagar por tener a
su frente direcciones como el PC y la política de Sendero Luminoso,
fue la desmoralización de sus filas por efecto de la hiperinflación
desatada, miles de sus dirigentes muertos a manos de los militares
y los paramilitares, las organizaciones sindicales, campesinas y
barriales que había construido durante años diezmadas. El gobierno,
incapaz de imponer hasta el fin sus planes, había perdido todo apoyo
tanto de la burguesía, como del imperialismo y su partido el APRA
se encontraba en una profunda crisis.
Toda esta situación fue el caldo de cultivo para el surgimiento
de Fujimori. Una primera conclusión que se desprende de todo esto,
es que las masas peruanas, que habían luchado contra la dictadura
y por la democracia fueron derrotadas por la política
de la burguesía de reacción democrática, combinada con
una dura represión. La responsabilidad política de estas derrotas,
desvíos y frustraciones del movimiento de masas es de la burocracia
sindical e Izquierda Unida, que administraron las instituciones
del estado y no pocas veces avalaron la política represiva del régimen8.
Y en segundo lugar el nefasto accionar político y militar de Sendero
Luminoso. Es decir, que los gobiernos democráticos y
sus instituciones, con su política de represión y de hacerle pagar
los costos de la crisis a quienes no la habían provocado, a saber
la pérdida de 800.000 puestos de trabajo, hiperinflación, un 25%
de contracción de la economía. La economía del país estalló y junto
con ella todas las instituciones de la democracia burguesa y los
partidos políticos tradicionales.
El fujimorato
En 1990, las masas traicionadas por sus direcciones son conducidas
directamente a la trampa electoral. Ante la amenaza de implementar
una política de shock de parte del candidato independiente
de derecha Mario Vargas Llosa, le dieron la espalda a los partidos
de izquierda, a quienes también identificaban con las viejas instituciones
y optaron por votar al desconocido Alberto Fujimori9. Éste junto
con la promesa de evitar un duro programa de ajuste económico, basó
su campaña tras el slogan honestidad, tecnología y trabajo
y en un acercamiento directo con sus seguidores, recorrió en un
tractor el altiplano y comió en los mercados junto a las masas pobres.
Sin embargo, a dos semanas de asumir con el apoyo total del imperialismo,
cambió de rumbo implementando un programa de estabilización conocido
como el Fujishock más duro que el que proponía el neoliberal
Vargas Llosa. Fujimori había pactado con el Banco Mundial, FMI y
el BID, un duro ajuste a cambio de nuevos préstamos de esas instituciones.
Así implantó la inmediata eliminación de subsidios a los bienes
de consumo básico, abruptos aumentos de precios (la gasolina aumentó
un 300 %, la leche y el pan se triplicaron y el gas y la electricidad
subieron de ocho a doce veces). Lo cual desencadenó huelgas de maestros,
bancarios y obreros petroleros.
Para llevar adelante tan impopular ajuste, era imperioso recomponer
el régimen semi-colonial en profunda crisis y dotarse de una base
social. Basándose en el desprestigio de las instituciones como el
Parlamento y los representantes políticos de la burguesía, que eran
odiados por las masas, se sentaron las bases para su proyecto bonapartista.
En una coyuntura donde sólo el 12% de los peruanos confiaba en los
partidos políticos10, lanzando acusaciones de corrupación contra
la partidocracia, sostenido por el imperialismo, apoyado
en las FFAA y aplaudido por sectores de masas, logró constituir
una alianza de clases reaccionaria y el 5 de abril de 1992 disolvió
el parlamento, el poder judicial y mandó a la cárcel a los políticos
burgueses opositores. Estas medidas calaron hondo en los sectores
de masas desesperadas por el marasmo económico.
Parte sustancial de esta política de recomponer el régimen, fue
la lucha contra la insurgencia en el campo, que pegó un salto cualitativo,
implementándose con todo la guerra sucia contra el movimiento
campesino.
De esta manera, tiene su origen en el Perú un tipo de régimen bonapartista
que convirtiéndose en instrumento del capital extranjero y
sometiendo al proletariado con las cadenas de una dictadura policial11,
consigue cierta recuperación económica y transformar al país en
un mercado emergente sobre la base de la apertura del
mercado y adquirir cierto dinamismo gracias a la superexplotación
al movimiento de masas.
Es decir que apoyado en la camarilla militar, Fujimori: inició
un ajuste estructural, bajo la influencia de las nuevas tendencias
liberales y con el apoyo de la banca multilateral de Washington.
La privatización, la liberalización y la desregulación han sido
las reformas lanzadas desde 1991. Se consolidó el régimen de propiedad
libre y se comenzó con la privatización de las empresas públicas
(
) se liberalizó la intervención del estado en los mercados
de bienes, cambiario, financiero de tierras y de trabajo. Como en
anteriores oportunidades se aprobó una serie de leyes promocionales
de la inversión para promover tanto la empresa privada nacional
como la extranjera (
) se privatizó el sistema de pensiones,
creando las administradoras de fondos de pensiones. En su conjunto
el nuevo marco legal promueve la libre empresa y la inversión extranjera
que había sido cautelosa en los años ochenta (
) La privatización
de las empresas del estado es el medio para incentivar la inversión
privada, en especial del capital extranjero12. Vale decir
que aplicó la típica receta neoliberal que caracterizó
a los mercados emergentes latinoamericanos en los primeros
años de la década, por la combinación de ciertas circunstancias
de la situación económica mundial y latinoamericana y el estado
de la lucha de clases en el país: exportando a los tigres
asiáticos, afluenyendo capitales especulativos atraídos por las
altas tasas de interés, la inversión directa de las transnacionales,
y la entrega del mercado interno y la enorme transferencia de recursos
vía el pago de la deuda externa.
Las consecuencias del modelo
Sin embargo, la recuperación de la economía peruana,
no ha revertido el carácter semicolonial del capitalismo local,
la pérdida de importancia con respecto a la economía mundial y su
atraso estructural. Por el contrario ha agravado el proceso de colonización
por el capital extranjero, del que se benefician un puñado de grandes
capitalistas locales y reducidos sectores de la clase media privilegiada.
El balance del gobierno Fujimorista es desolador para el movimiento
obrero y popular. Veamos algunas cifras por demás elocuentes: dos
de cada tres peruanos vive en pobreza extrema, esto quiere decir
que más de 17 millones de personas viven en la miseria. Desde 1990
la tasa anual de crecimiento de la miseria es de 660.000 personas
pobres por año. El 83% de la fuerza total de trabajo se encuentra
en situación de desempleo y subempleo. En Lima metropolitana el
desempleo mantiene una media constante de 75%. De los que están
empleados más de la mitad trabajan en empresas pequeñas y fábricas
con menos de nueve obreros. Estas pequeñas empresas, según las leyes
vigentes no cubren ningún beneficio social de los trabajadores.
La superexplotación de la fuerza de trabajo y la flexibilización
del mercado laboral son unos de los secretos del éxito
fujimorista: recientemente unos 400 campesinos pobres de la provincia
de La Concepción (Cuzco) denunciaron a la Shell-Mobil que los hacían
trabajar en tareas de exploración en la selva más de 12 horas por
día con una salario de 28 centavos de dólar la hora, mientras tanto
un maestro gana 2 dólares por día13. Para Lima metropolitana, en
1991, se registraban 973 mil trabajadores asalariados en el sector
privado. De ellos, 61% eran estables y 39% temporales. En 1992,
los estables se reducen al 50%. En 1995 la tasa cae aún más, a 42%,
y llega al 25% al año siguiente. Para el mismo sector y el mismo
año, había 277 mil trabajadores con negociación colectiva y 280
mil sin ella; en 1996 sólo 82 mil tienen negociación colectiva;
460 mil están fuera de ella. El índice de sindicalizados disminuyó
entre 47% para empleados y 54% para obreros en 1991 y 12,7% para
empleados y 19,6% para obreros en 199614.
Los resultados de la guerra sucia contra el movimiento
de masas le reportaron cierta base social, en los sectores medios
mientras que gracias al asistencialismo pudo hacer pie en los sectores
más empobrecidos. Miles de presos políticos condenados por jueces
sin rostro pueblan las cáceles peruanas y son vivos
testimonios de la represión del régimen. La captura de Abimael Guzmán,
así como la recuperación a sangre y fuego de la embajada japonesa
en poder del MRTA, fueron también golpes de efecto aprovechados
por el régimen. En política exterior, amén de ser responsable de
haber embarcado al país en una guerra fratricida con Ecuador, es
recibido con todos los honores en cuanto foro, cumbre o encuentro
regional, lo que muestra el aval del imperialismo a su gestión así
como la de todos los gobiernos latinoamericanos.
La crisis del régimen
El Paro Cívico Nacional puso al desnudo, la debilidad del régimen
de Fujimori que en la coyuntura está en retirada en medio de una
profunda crisis política, que incluye no pocos roces entre el presidente
y los mandos militares y los militares entre sí (las principales
instituciones donde se asienta el régimen bonapartista). En la base
de la erosión del régimen se encuentra en primer lugar la crisis
económica internacional, que producto del plan de Fujimori el país
quedó completamente expuesto a sus vaivenes. Así lo expresa un analista
peruano: Desde septiembre del año pasado, coincidiendo con
la crisis de balanza de pagos rusa y la interrupción consecuente
del ingreso de capitales, la economía peruana ha entrado en una
fase de profunda recesión. El PBI de los sectores vinculados al
sector urbano e intensivos en mano de obra ha caído en los últimos
tres meses a tasas entre 8 y 10% anual. La magnitud de esta recesión
es solo comparable a la registrada en agosto de 1990, mes del fujishock;
y a la de septiembre de 1988, en el gobierno de García. Actualmente
la situación externa es totalmente distinta. El ingreso de capitales
privados se ha reducido de U$S 5.847 registrados en 1997 a tan solo
U$S 2.377 millones en 1998. Durante 1998 las reservas del Banco
Central se han reducido en casi U$S 1.000 millones y los términos
del intercambio han descendido en más de 13%. Con menores ingresos
de capital los bancos locales tienen menos fondos para prestar,
produciéndose el estancamiento de la actividad económica. Las condiciones
internacionales jugaron a favor de la reelección de Fujimori en
1995, y ahora están jugando en su contra.15
En segundo lugar las tensiones que se reflejan en el mismo gobierno.
Según la revista Caretas de principios de abril, al interior de
la FF.AA habría una disputa por la sucesión al frente de la comandancia
general de las FF.AA. Vladimiro Montesinos, jefe de la temible Secretaria
Nacional de Inteligencia (SIN) y hombre fuerte del régimen puja
por controlar la institución contra el actual jefe general Saucedo
que responde a otro sector de asesores de Fujimori.
Desde distintos sectores burgueses se ha entablado una abierta discusión
en los medios de comunicación acerca de la transición
(en el 2.000 habrá elecciones) y las dificultades que contempla,
como ser la falta de sólidos partidos burgueses enraizados en las
masas para organizarla en forma ordenada en el marco de la crisis.
También dan cuenta de los peligros de un fujimorismo sin Fujimori.
En el horizonte en el corto y mediano plazo no se observa una transición
pactada como en México, ni siquiera una transición como en Chile.
Así una editorial del Diario La República bajo el sugestivo título
de ¿Transición, hacia donde? menciona: Hasta ahora
Fujimori sigue trabajando activamente por su reelección, con sus
socios militares. Fujimori no se va a retirar del poder por su propia
voluntad, así las encuestas arrojen cifras exiguas de intención
de voto. Pero existe la posibilidad que sus aliados castrenses,
básicamente Vladimiro Montesinos, que es el que tiene ahora el control
de los servicios de inteligencia y de las FF.AA, jueguen otra carta
para permanecer ellos en el poder con otra máscara civil
Pero imaginemos que eso no ocurre y que fracasan los intentos
de Montesinos y su camarilla por perpetuarse en el poder. Se plantea
entonces un segundo escenario, con un presidente que carecerá de
un partido y que sé encontrará en un ambiente de destrucción institucional.
Sin duda, gobernar en esas condiciones es muy difícil. Si a eso
añadimos la carencia de convicciones y prácticas democráticas de
varios de los principales candidatos, no sería raro que fueran ganados
por la tentación autoritaria.
La consecuencia
es que aún si cae el régimen autoritario, será muy difícil construir
uno democrático sobre las arenas movedizas que dejará como herencia.
Podría ser que, como ha dicho Steven Levitsky: -la
democracia post fujimorista no será más fuerte que aquella que Fujimori
a enterrado- si se impone Alberto Andrade16, que traería una democracia
oligárquica (que) puede ser preferible a la dictadura fujimorista.
Pero difícilmente es un destino feliz-
Lo cierto
es que el debate político actual está más orientado por los posibles
candidatos o grupos y movimientos a ganar posiciones para su propia
capilla, que a plantear realmente cuáles son las posibilidades reales
de deshacerse de la camarilla cívico militar y como avanzar luego
en un verdadero proceso de democratización.
En tercer lugar, el descontento creciente del movimiento de masas
expresado en el Paro Cívico de Abril, así como su antecedente más
inmediato en octubre del año pasado, cuando sectores de vanguardia
de obreros de la construcción y estudiantes irrumpieron en la casa
de gobierno de Lima, lo que a su vez podrían estar dando los primeros
indicios de recuperación de la clase obrera nacional. Según encuestas
de analistas y consultores de la universidad de Lima, de fines de
mayo más de la mitad de la población rechaza al gobierno de
Fujimori. La gestión de presidente es rechazada por el 51% de la
población. Las razones de la desaprobación son 53% falta de trabajo,
el 19% por su política económica, 13% por que no hay aumento de
sueldos, el 8% porque es un dictador.
La situación latinoamericana, de recesión generalizada y de oleadas
de luchas obreras y populares, y crisis en varios regímenes, cuyo
mayor exponente es Ecuador, y la inestabilidad política que recorren
la mayoría de los países andinos, hacen utópico pensar que la burguesía
de Perú pueda montar una transición estable con las contradicciones
que incuba el país.
La Oposición burguesa y la burocracia sindical
La clase obrera peruana se apoyó en el Paro Cívico Nacional de abril,
para convertirlo en una palanca contra el gobierno, al que hacen
responsable directo de todos sus padecimientos. Desde ese punto
de vista fue una clara demostración política de la clase obrera.
Sin embargo, esta no fue una acción independiente. Sectores burgueses
opositores como el alcalde de Lima, el independiente
Alberto Andrade o el precandidato presidencial Castañeda Lossio
se colaron en esta acción para intentar capitalizar el movimiento.
Por eso, los días previos a la movilización llamaban a manifestarse
en paz y a dar un ejemplo de cultura cívica.
Y una vez terminada la jornada se dedicaron a suplicarle a Fujimori
que cambie el gabinete, unos, que cambie el rumbo económico, otros.
Es decir que a pesar de no haber una transición formalmente
pactada, la oposición burguesa utiliza a la clase obrera y el descontento
popular para tratar de negociar con el régimen una salida ordenada
y capitalizar el odio de éstas, vía las urnas en el 2.000. De hecho
la oposición burguesa y la burocracia al no darle continuidad a
la lucha contra la dictadura, le han dado una tregua al gobierno,
que seguramente aprovechará para tratar de capear su crisis. Pero
en esta situación se pueden abrir brechas que alienten una irrupción
superior del movimiento obrero y de masas.
De esta manera junto a la burocracia de izquierda de
la CGTP y el llamado a un Frente Amplio Cívico Nacional intentan
subordinar a la clase obrera a favor de una transición
a la democracia es decir de los intereses de la burguesía. Y contienen
e impiden que la movilización de la clase obrera tome un curso independiente.
El lamentable papel del Stalinismo
Durante años el Partido Comunista pro-soviético levantó un programa
y una política claramente reformista. Al otro día del Paro Cívico
Nacional, su longevo secretario general, Jorge del Prado, saludó
por democrática y pluralista17 la iniciativa de un grupo
de diputados opositores, militares y empresarios de conformar un
gran frente nacional opositor. Los restos del PC peruano
reconocen la ausencia de un referente político unitario y
popular llamado a capitalizar, de manera natural ese éxito
(por el paro, N de R), En clara referencia a no tener una figura
prestigiosa como una Gladys Marín de sus colegas chilenos.
Sin embargo, insisten en construir un movimiento político
de centroizquierda, democrático, y progresista para participar
de las elecciones del año 2.000, en las municipales del 2.002 y
ser alternativa del pueblo en el 2.00518.
Lo mismo vale para el maoísta Partido Comunista Peruano Patria
Roja y su Movimiento Nueva Izquierda: propugnan un frente
antidictatorial y antineoliberal19, que incluya a los sectores
que el modelo somete, es decir, los sectores industriales
y los medianos y pequeños empresarios, hasta los sectores del trabajo,
la intelectualidad o las poblaciones étnicas20. Para ello
han iniciado un debate para evitar caer en los errores de
Izquierda Unida, en boca de los stalinistas esto significa
que se postulan como administradores del modelo. Por eso buscan
desesperadamente negociar un lugar en las listas burguesas opositoras.
Los despojos de los partidos stalinistas y los maoístas a pesar
de haber perdido su antigua e importante influencia sindical y electoral
sigue levantando una política de colaboración de clases e intentan
postularse una vez más como izquierda del régimen. Con esta política,
vienen a ser los últimos eslabones de la cadena de la oposición
burguesa que busca subordinar a la clase obrera en nombre de la
amplia unidad contra la dictadura. Los restos de la
insurgencia de Sendero Luminoso y del MRTA tampoco pueden ser una
alternativa ya que a pesar de las derrotas sufridas a manos del
estado mantienen intacta su política reformista.
Por una estrategia obrera
En interés de los trabajadores y el pueblo es necesario levantar
una política opuesta por el vértice. Para los revolucionarios esto
implica en primer lugar, mientras impulsamos la más amplia unidad
de acción contra la dictadura, no perder ni por un instante la estrategia
de la revolución proletaria, es decir transitar el camino de la
independencia política de la clase obrera en el camino de instaurar
por medio de una insurrección triunfante un gobierno obrero y campesino.
Las demandas de trabajo, tierra y libertad política así como los
reclamos más sentidos de los sectores populares sólo podrán ser
satisfechos afectando los intereses y destruyendo el poder de los
capitalistas dueños de los principales resortes de la economía,
junto con la expropiación de los monopolios imperialistas responsables
del saqueo del país.
No se puede ni siquiera soñar con conquistar la más mínima libertad
política en Perú manteniendo intactas a las FF.AA y los servicios
de inteligencia principal apoyo del fujimorato y responsables
del terror contrarrevolucionario hacia las masas y sin romper con
los acuerdos políticos, económicos y militares que atan al país
a los designios del imperialismo.
Para dar una salida de fondo es necesario desarrollar hasta el final
la movilización y la autoorganización de las masas y su armamento
hasta instaurar un gobierno obrero y campesino que destruya el poder
de la burguesía e instaure una república obrera. Para lograr este
fin la clase obrera necesita romper con su subordinación a la burguesía
opositora y los reformistas en el movimiento obrero,
los stalinistas y los maoístas.
En ese camino deberá desarrollar la autoorganización creando organismos
de democracia directa para la lucha, retomando la tradición de los
frente de defensa de los intereses del pueblo y las
Asambleas Populares, ligándolo al desarrollo de la autodefensa
obrera y campesina para enfrentar la represión del régimen e impulsar
la unidad y las demandas obreras y campesinas.
El trotskismo peruano contribuyó a escribir algunas de las gloriosas
gestas de la clase obrera y del movimiento campesino en el país.
Así, a principios de la década del 60, el dirigente trotskista Hugo
Blanco comenzó una campaña de sindicalización y organización de
72.000 campesinos indígenas en el Valle de la Convención, donde
se formaron embriones de milicias campesinas para defenderse de
la agresión militar y policial. A fines de la década del 70 y como
expresión de la radicalización de amplios sectores de masas los
trotskistas peruanos formaron esa herramienta de frente único que
fue el Frente Obrero Campesino Estudiantil y Popular (FOCEP), que
llegó a obtener el 15% de la votación nacional para convencionales
constituyentes. Pero sus errores políticos, vacilaciones y capitulaciones
no le permitieron ser una alternativa revolucionaria real ante la
radicalización de importantes sectores de vanguardia, como alternativa
al stalinismo. El seguidismo a las direcciones reformistas y oportunistas
hizo reducir a pequeños núcleos marginales al trotskismo peruano.
En la lucha por la construcción de un verdadero partido trotskista
en Perú, como parte de la lucha por reconstruir la IVInternacional,
deberán también integrarse las lecciones revolucionarias de esta
experiencia histórica.
Notas:
1. La República, 29-4-1999.
2. Una expresión superestructural de esta radicalización lo muestra
que para las elecciones a constituyentes los trotkistas nucleados
en el Frente Obrero Campesino Estudiantil y Popular obtuvieron el
16% de los votos llevando como convencionales a Napurí, Hugo Blanco
y Enrique Fernández entre otros.
3. Frente de partidos integrado por: Partido Comunista Peruano,
Partido Comunista de Perú Patria Roja- (maoísta), Partido
Comunista Revolucionario (maoísta), Partido Socialista Revolucionario
(Velasquista) y Partido Unificado Mariateguista.
4. Alianza Popular Revolucionaria Americana.
5. Partido Comunista del Perú. Por el Sendero Luminoso de
José Carlos Mariátegui
6. Belaúnde tuvo el privilegio de inaugurar el inicio de la guerra
sucia, a mediados de su gobierno envió a la zona de Ayacucho,
donde tenía base social Sendero Luminoso al cuerpo de elite Sinchis
(Todopoderosos, en quechua) a reprimir al movimiento campesino.
7. Perú: Etnia, política y violencia. Caudillo Félix. Guadalajara
1994.
8. Alfonso Barrantes (Secretario General de Izquierda Unida, justificando
la acción del gobierno ante la masacre de los penales declaró al
diario El Comercio del 20 /6/86: Los terroristas que se amonitaron
fueron los que violaron la ley y por tanto el gobierno tenía que
conjurar la situación a través de sus dependencias pertinentes.
9. El desconocido Alberto Fujimori y su partido Cambio
90, obtuvo en la primera vuelta el 29,1% de los votos y Vargas Llosa
32,7%.
10. El neoliberalismo y la transformación del populismo en América
latina. El caso peruano. Kenneth M. Roberts. Eudeba 1999.
11. La industria nacionalizada y la administración obrera. Escritos
latinoamericanos. CEIP- 1999.
12. Inversión Privada, crecimiento y ajuste estructural en el Perú,
1950-1995 Efraín González de Olarte. Instituto de Estudios Peruanos
1996.
13. La Realidad Peruana. 1998
14. Informe Aprodeh 1998.
15. Revista QUEHACER. N° 117.
16. Alcalde de Lima y jefe del partido Somos Perú.
17. La República 29/4/99
18. Comisión Política Partido Comunista de Perú.
19. Patria Roja, noviembre de 1998
20. Idem