TRANSFORMACIONES de la economía latinoamericana EN LOS 90
Un salto en la
semicolonización
Durante la década de los noventa
América Latina ha estado sometida a un nuevo ciclo de penetración imperialista, sólo
comparable en intensidad y profundidad al despliegue norteamericano en la posguerra. El
mismo llevó a un salto en la semicolonización de América Latina, imponiendo a la
región en su conjunto tales condiciones de dependencia y sumisión al imperialismo, como
probablemente no se registran desde los años 20 y 30. Este ha sido el motor de la
reestructuración y "modernización" relativa, y América Latina se ha visto
así arrojada a un nuevo y violento espiral de desarrollo desigual y combinado, bajo la
dominación del capital financiero internacional. Producto de esto, ha sufrido dramáticos
cambios no sólo en la economía, sino en la estructura de clases y la esfera política,
un proceso que por cierto no se ha cerrado.
La crisis de largo plazo en la
acumulación capitalista, detonada a principios de los 70, no ha hecho sino incrementar el
carácter parasitario, de pillaje sistemático que reviste la dominación imperialista.
Esta se revela de manera descarnada en los rasgos que asume en América Latina, tanto en
el colosal saqueo financiero durante la "década perdida" de los 80, como en la
descomposición de las fuerzas productivas de la región que ha significado la imposición
del "modelo neoliberal" durante los 90.
Para el imperialismo, en particular
norteamericano, se trató de utilizar como contratendencia a su crisis un salto en la
explotación de la periferia semicolonial y de los antiguos Estados obreros
burocratizados, empujados a la descomposición. A principios de los 90, debido a una
combinación de condiciones que resumiremos en el punto 1.2, esta ofensiva tomó la forma
del vuelco a los "mercados emergentes", principalmente de los países
asiáticos, y en segundo lugar de América Latina.
Esto permitió la revalorización de
América Latina en el mercado mundial como destino de las operaciones del capital
financiero internacional, permitiéndole acoplarse a la fase de "crecimiento
débil" de la economía internacional que hemos visto durante los primeros años de
la década y cuyo motor principal ha sido el crecimiento de Estados Unidos.
Una espiral del desarrollo
desigual y combinado
Pero este "acoplamiento" se da
a partir de la inserción específica de América Latina en el sistema capitalista mundial
como parte de la periferia atrasada. Como señalaba Trotsky, los rasgos específicos de la
economía nacional, por importantes que sean, "constituyen en grado creciente, los
elementos de una unidad superior que se llama economía mundial."1 Ésta no puede ser
considerada como una simple suma de economías nacionales, sino como una realidad superior
que, creada por la división internacional del trabajo, domina los mercados nacionales.
Los rasgos estructurales fundamentales de los países de América Latina son el atraso y
la dependencia, respecto a los polos del capitalismo avanzado.
Ahora bien, "El desarrollo desigual,
que es la ley más general del proceso histórico, no se nos revela, en parte alguna, con
la evidencia y complejidad con que lo patentiza el destino de los países atrasados.
Azotados por el látigo de las necesidades materiales, los países atrasados vense
obligados a avanzar a saltos. De esta ley universal del desarrollo desigual se deriva otra
que, a falta de nombre más adecuado, calificaremos de ley del desarrollo combinado,
aludiendo a la aproximación de las distintas etapas del camino y de la confusión de
distintas fases, a la amalgama de formas arcaicas y modernas. Sin acudir a esta ley,
enfocada naturalmente en la integridad de su contenido material, sería imposible
comprender la historia de Rusia ni la de ningún otro país de avance cultural rezagado,
cualquiera sea su grado."2 Esto nos da una clave esencial para comprender la
naturaleza y límites de la "modernización" relativa a que se vio sometida
América Latina durante estos años. Señalemos aquí que aunque, como decía Trotsky:
"es precisamente en el campo de la economía donde se manifiesta con su máximo
relieve la ley del desarrollo combinado"3, este carácter se registra no sólo en la
economía sino en el conjunto de la estructura social y en suma, en todos los aspectos de
la vida social, cultural y política. Desde que "una formación combinada amalgama
elementos derivados de distintos niveles de desarrollo social. Por lo tanto su estructura
interna es altamente contradictoria. La oposición de sus componentes no sólo imparte
inestabilidad a la formación sino que orienta su desarrollo ulterior."4
Esta dinámica gobierna los modestos
"saltos adelante": la modernización capitalista transforma, altera, descompone,
las formas arcaicas, pero no puede superar el atraso ni diluir la condición dependiente,
subordinada, del capitalismo local. Los "saltos" parciales así obtenidos al
precio de enormes sacrificios para las masas, desembocan en nuevas frustraciones, en el
estancamiento y la decadencia. Es decir, llevan a una nueva encrucijada histórica
replanteando aún más agudamente la necesidad de una transformación revolucionaria de la
sociedad.
Contra la presunción de que la
"globalización" de la mano de los "mercados emergentes" y la
"apertura", significaría diluir el carácter dependiente y semicolonial del
capitalismo latinoamericano, el proceso vivo de la década demuestra la vigencia de la
interpretación marxista del imperialismo: la dominación imperialista consolida y amplia
la brecha que separa a América latina de los países capitalistas avanzados. Para el
imperialismo, la región ganó importancia como área receptora de capitales (financieros
y de inversión directa), como mercado para sus exportaciones y como proveedor de materias
primas y commodities; como fuente de rentas financieras y monopólicas extraordinarias y
en general altas tasas de ganancia; en algunas áreas como plataforma proveedora de mano
de obra barata (México) y finalmente, como una porción del mercado mundial importante
desde el punto de vista de la competencia entre los grandes monopolios y la rivalidad
interimperialista. Es decir, desde el punto de vista de los rasgos esenciales que Lenin,
hace casi un siglo, encontraba como distintivos del imperialismo, y ante todo el
parasitismo y las tendencias a la descomposición5.
Por otra parte " al aproximar
económicamente los países y al igualar el nivel de su desarrollo, el capitalismo obra
con sus métodos, es decir, con métodos anárquicos, que zapan continuamente su propio
trabajo, oponiendo un país y un ramo de la producción a otro, favoreciendo el
desenvolvimiento de ciertas partes de la economía mundial, frenando o paralizando el de
otras. Sólo la combinación de esas dos tendencias fundamentales, centrípeta y
centrífuga, nivelación y desigualdad, consecuencias ambas de la naturaleza del
capitalismo, nos explica el vivo entrelazamiento del proceso histórico."6 Esto
conduce a una extraordinaria exacerbación del desarrollo desigual y combinado que se
reproduce en el interior de América Latina y aún de cada país tomado individualmente:
los rasgos del atraso se articulan con la última palabra de la técnica. Ahora bien, este
nuevo espiral evolutivo encuentra a cada país latinoamericano en un punto distinto,
determinado por toda su historia previa, y según la dinámica específica de su
inserción en la economía mundial. Desde el punto de vista metodológico, esta es una
alerta imprescindible para no disolver la dinámica concreta de cada país, con toda la
amplitud de los contrastes económicos, sociales y políticos, en la de "la
región" tomada en abstracto. En las páginas que siguen bosquejamos un cuadro
general que por supuesto no pretende igualar a Costa Rica con Brasil ni a Chile con Santo
Domingo, sino, ante todo, dar una clave interpretativa para los dramáticos cambios a que
está sometida América Latina al filo del Siglo XXI.
Decadencia y recuperación
América Latina ocupó tradicionalmente
una posición relativamente avanzada en el campo de la periferia semicolonial. Sin
embargo, desde fines de los 60 la región vio declinar su posición en el mercado mundial
y en la división internacional del trabajo.
América Latina, desde la apertura de la
crisis económica internacional a principios de los 70, pasó a ser objeto de un proceso
de expoliación financiera vía el endeudamiento, que llevaría en los 80 a la crisis de
la deuda y a una larga postración económica (que le dio el nombre de "década
perdida"). Paralelamente el Sudeste Asiático se convertía en el área más
dinámica de la periferia.
En la base de la crisis regional estaba
la larga agonía del "patrón de acumulación" que dio en llamarse "de
sustitución de importaciones".7
Este se gestó después de la Gran
Depresión del 30 en condiciones particulares dictadas por la fragmentación del mercado
mundial, el retroceso de las potencias europeas y las dificultades de Estados Unidos para
completar su despliegue sobre la región. Este "modelo" maduró en las
condiciones particulares de la Segunda Guerra Mundial, y entró en su ocaso definitivo con
el fin del boom capitalista de Posguerra, a fines de los 60.
América Latina alcanzó bajo estas
condiciones una cierta semiindustrialización en algunos países latinoamericanos
(especialmente Argentina, Brasil y México). Apoyándose en el empuje del proletariado, se
pudo poner temporalmente algunos límites a la avidez del capital extranjero, promoviendo
el mercado interno y el desarrollo de la burguesía local mediante las inversiones del
Estado y tolerando algunas concesiones al proletariado para contener la lucha de clases.
Este mecanismo podía prolongarse al amparo del boom capitalista de posguerra, el fin del
mismo a principios de los 70 decretó el ocaso de sus posibilidades de sobrevida. El
capitalismo latinoamericano sufría una profunda crisis de acumulación en la que se
combinaban las causas económicas, con los efectos de una crisis política crónica y,
esencialmente, el extraordinario desarrollo de la lucha de clases que culminaría en el
ascenso revolucionario de los 70 (que convenció a la burguesía en su conjunto de la
necesidad de echarse en brazos del imperialismo).
Fue recién a fines de los 80 que la
burguesía y el imperialismo pudieron encontrarse ante una combinación de condiciones
favorables, regionales e internacionales, que permitieran cierta recomposición de la
acumulación. Esta se daría como parte de lo que hemos denominado el "equilibrio
inestable" de los 90, a escala internacional8. Entre las condiciones internas era
fundamental que, sobre la base de los efectos acumulados de las derrotas de los 70 y 80,
se producía un fuerte reflujo de la lucha de clases, mientras que el conjunto de la
burguesía estaba dispuesto a disciplinarse al plan imperialista. Entre tanto, la
retracción económica motorizada por la sangría de la deuda externa "tocaba
fondo" (lo que habría la posibilidad de una recuperación apoyada en la caída en
los salarios y el nivel de vida de las masas). Estas condiciones locales se combinaban con
las condiciones internacionales de relativo fortalecimiento de Estados Unidos y
disponibilidad de grandes masas de capital financiero disponibles en los países
centrales.
Sobre esta base, mediante una serie de
acuerdos como el llamado "Consenso de Washington" y el Plan Brady, las
burguesías latinoamericanas aceptaron un nuevo pacto estratégico con el imperialismo:
abrir de par en par las puertas a un nuevo ciclo de penetración del capital extranjero en
gran escala, cediendo las palancas de la economía y de la vida nacional al control sin
restricciones de los grandes monopolios (nacionales y extranjeros), en un intento por
destrabar la acumulación y salir del estancamiento. En esto consistiría esencialmente el
vulgarmente llamado "modelo neoliberal". El mismo se sustentó en un ataque
sistemático contra las condiciones de trabajo y de vida de las masas, para forzar el alza
de la tasa de ganancia; la "apertura", complementada con las privatizaciones
masivas, para traspasar al gran capital áreas rentables y facilitar el copamiento
productivo, comercial y financiero por los monopolios, y finalmente, la
"desregulación" para permitir el libre movimiento de capitales y convertir a
los Estados y gobiernos en agentes disciplinados de los planes regulados por el FMI.
De esta manera, a principios de la
década, América Latina en su conjunto había recobrado interés para Estados Unidos y
para las potencias europeas. Países como México y Brasil figuraban en la lista de diez
prioridades en la estrategia comercial y financiera internacional yanqui, junto a China,
Rusia y la India. Chile, México y Argentina eran exhibidos como "mercados
emergentes" modelos. Así, América Latina se insertó en el ciclo de recuperación
débil e inestable de los 90, de la economía mundial, sujeta a los mecanismos típicos de
la penetración imperialista, encubiertos con la ideología de la
"globalización". América Latina se convirtió en la segunda zona receptora de
capitales, después de Asia Oriental (ver cuadro 1).
En contraste con lo ocurrido durante los
70 y 80, una parte creciente del flujo de capitales extranjeros pasó a ser destinado a la
inversión directa y ya no a nuevos préstamos (ver cuadro 2).
Esta inyección de fondos extranjeros,
junto a cierta expansión de los mercados y buenos precios para las exportaciones
regionales de materias primas, así como condiciones para la recuperación del mercado
interno, alimentaron una recuperación económica, cierto que inestable y débil. Esta
reconocería bruscas oscilaciones: lo que hemos llamado un "ciclo corto de
crecimiento" en el primer tercio de la década, que sufrió una brusca interrupción
con la recesión provocada por el "tequilazo" en 1994-95, y luego una más
inestable y corta expansión en 1997-98 (que desembocaría en la actual recesión).
Sin embargo, no sólo la debilidad del
crecimiento de los 90 y las tendencias al estancamiento se ilustran en esta misma
sucesión de convulsivos movimientos de "para y arranca", típicos de la vida
del capitalismo latinoamericano, sino que los resultados obtenidos por el capitalismo
latinoamericano han sido muy modestos. Se trata de una cierta recuperación respecto a la
postración de los 80, pero son muy débiles ante los ritmos de los 50 o 60. Esta
debilidad del crecimiento se expresó en la tendencia a las convulsiones financieras (como
el tequilazo) y a recaer en el estancamiento. Aún para el mejor período de la década,
CEPAL reconoce que: "las tasas de crecimiento del producto bruto han sido moderadas,
(3% al año en 1990-96), inferiores al desempeño histórico (5,5% al año entre 1945 y
1980)."11 La corta recuperación de 1997 y 1998 ha cedido paso a la profunda
recesión actual, mostrando las fuertes tendencias al estancamiento. Esto se nota más
claramente si se mide la evolución del PBI per cápita, (ver cuadro 3).
Pero aún más importante es que en
condiciones tan favorables al capital como las impuestas durante los 90, "la tasa de
ahorro nacional había disminuido de un 25,8% del PBI regional, en 1980, al 18,8% en 1995
(_) La tasa de inversión de América Latina del 21% del PBI en 1995- llegó a uno
de sus niveles históricos más bajos y apenas admite comparación con otras regiones del
mundo."13 Pese a la "apertura", las economías latinoamericanas no han
podido dar un salto en la competitividad internacional (expresando la baja productividad
relativa de la región), El dinamismo de sus exportaciones se basa en gran medida en el
comercio interregional, y el comercio exterior sigue teniendo, salvo para México, escaso
peso comparado con el mercado interno, si se compara, por ejemplo, con el Sudeste
Asiático. Este, así como la dirección y composición del comercio internacional, es un
buen indicador que muestra los límites del dinamismo latinoamericano de los 90.
Las exportaciones de América Latina se
primarizan y están cada vez más subordinadas a las transnacionales (las exportaciones
industriales de México en el marco de las maquilas son un anexo al aparato productivo
norteamericano). Mientras más de la mitad del PBI del Sudeste Asiático lo proporciona el
intercambio con el exterior, en América Latina esta proporción es considerablemente
inferior (salvo México, por sus lazos con el TLC y Chile) (ver cuadro 4). Una parte
creciente de este comercio es intrarregional entre vecinos- mientras pierde terreno
en los grandes mercados del mundo (una dinámica inversa a la que mostró el ascenso del
Sudeste Asiático).
"Apertura" y
"regionalización"
Un rasgo característico del proceso
económico en los 90 fue la "apertura" generalizada, respondiendo a las
necesidades de una mayor internacionalización del capital en respuesta a la crisis de
acumulación internacional. Esto se expresó en América Latina como "apertura"
irrestricta al capital externo y la importación de toda clase de mercancías, y por otro
lado, en las tendencias a la constitución de acuerdos regionales y subregionales,
buscando "economías de escala" de acuerdo a los requerimientos del gran
capital. Este proceso significa de hecho una mayor subordinación de conjunto al capital
más fuerte: los monopolios yanquis, que juegan (junto a un rol menor de las
transnacionales europeas y de algunos grandes grupos latinoamericanos) un papel central en
los distintos "acuerdos de integración". Es además funcional a un rasgo de la
estrategia de las transnacionales en este período: la extraordinaria expansión del
comercio interfirmas, mediante el cual los pulpos que dominan la economía mundial
organizan la producción a escala virtualmente planetaria. La
"regionalización", en consecuencia, es uno de los aspectos
"novedosos" del nuevo ciclo de recolonización, y su impacto más evidente se
está produciendo en México y la Cuenca del Caribe.
ALCA, NAFTA y MERCOSUR
El proyecto de un Acuerdo de Libre
Comercio de las Américas es la cobertura de la estrategia norteamericana de subordinar
bajo un dominio mucho más directo e irrestricto de sus monopolios a todo el Nuevo Mundo,
una tendencia objetiva del imperialismo yanqui que proyectará su sombra sobre el Siglo
XXI. En esta tendencia se inscribe el acuerdo del NAFTA, es una jugada estratégica de los
monopolios de Norteamérica, para atar a Canadá y convertir a México en un apéndice de
la economía yanqui, como mercado cautivo, proveedor de petróleo y otras materias primas,
y sobre todo, como plataforma de mano de obra barata mediante el régimen de las
maquiladoras. Esta "integración" constituye un salto regresivo cualitativo con
relación a la historia moderna de México, a la profunda desarticulación de la economía
mexicana y acumula contradicciones insalvables entre la potencia imperialista y la nación
oprimida.
El Mercosur, una "integración"
impulsada bajo el comando de las transnacionales instaladas en Brasil y Argentina y de los
grandes grupos locales, busca negociar en mejores condiciones su inserción en el bloque
que impulsan los yanquis para el 200515. De la mano de la "apertura económica",
la "desregulación" y las privatizaciones, es un intento de ampliar los
estrechos mercados nacionales, logrando "economías de escala" apetecibles para
el gran capital. Por otra parte, la injerencia creciente de las inversiones europeas en
esta parte de la región, que es vista como un elemento de contrapeso a la presión yanqui
por las burguesías locales, es una fuente potencial de choques con los monopolios
norteamericanos.
La guerra comercial creciente entre
Brasil y Argentina, es una muestra de los estrechos límites de la
"integración". El Mercosur venía "viento en popa" hasta mediados del
98. La recesión y la devaluación del real significaron un brutal golpe. Desde entonces
ha sufrido una caída vertical de un 25% en el intercambio entre los socios16. Esta crisis
es expresión de la dura lucha por los mercados (calzado, lácteos, acero, automotriz,
azúcar, etc. son las ramas en disputa)17 que opone a la distintas burguesías locales, y
que se manifiesta también en la sucesión de devaluaciones (Brasil, México, Colombia,
Chile, etc., han abandonado la política de "bandas cambiarias" por la
"libre flotación" de sus monedas).
La burguesía no puede superar las
barreras de los estados nacionales, de cuya existencia depende su propia acumulación y
dominio. No puede conducir a un verdadero mercado unificado ni a una integración plena y
armoniosa. La "integración" de la mano de los monopolios y el imperialismo
sólo profundiza la descomposición y deformación de las fuerzas productivas nacionales,
y una concentración y centralización colosal del capital bajo el predominio
imperialista, que choca con las fronteras nacionales.18
Se equivocan los que imaginan una
"mundialización" armónica del capital y una "integración"
pacífica, evolutiva, de América Latina a la misma. Reorganizar un gran bloque unificado
bajo la dirección del capital yanqui, desde Alaska al Cabo de Hornos, es un proyecto
superior a las fuerzas económicas y financieras del imperialismo yanqui. Un avance
decisivo del mismo supone una gigantesca empresa de colonización directa, que no podrá
imponerse por vías pacíficas. Es decir, dependerá del resultado de acontecimientos
políticos, económicos y de la lucha de clases de magnitud histórica y alcance mundial.
América Latina, teatro
secundario de la competencia capitalista internacional
El despliegue de los monopolios yanquis
sobre América Latina es un importantísimo punto de apoyo en su lucha comercial con
Japón y Europa. Entre 1990 y 1997 América Latina ha sido el mercado más dinámico para
EE.UU., recibiendo el 20% de las exportaciones norteamericanas (Japón y Asia Oriental
reciben un 25% en conjunto)19. Esto le ha permitido enjuagar una parte de su déficit
comercial con Japón y Europa. El déficit comercial que mantiene con México es funcional
a la lucha contra la competencia japonesa, china y asiática en general (motor de la
extensión de la maquila no sólo en México sino en otros países del cuenca del Caribe).
Así: "Las empresas estadounidenses
se concentran en la industria manufacturera y en los servicios (telecomunicaciones y
energía). Así en el sector manufacturero aprovechan ciertas ventajas (bajos salarios,
proximidad geográfica y acceso privilegiado al mercado estadounidense) para incrementar
su capacidad de competencia en su propio mercado y enfrentar a las empresas
asiáticas." Esto se aprecia claramente en el caso del TLC con México y en la
extensión de la maquila a varios países de Centroamérica y el Caribe mediante la norma
conocida como HTS 9802."20 De su producción de vehículos de pasajeros en México,
tres cuartas partes se destinan al mercado de América del Norte. Con la industria de
ensamblaje de ropa de vestir en la Cuenca del caribe, las empresas norteamericanas
enfrentan el "desafío chino" en su propio mercado.
Un estudio de CEPAL afirma: "Estados
Unidos, principal inversor en América Latina y el Caribe. En los noventa, la región se
ha convertido en la región en desarrollo de mayor interés para los inversionistas
estadounidenses, lo que explica que haya llegado a representar 20% de su acervo total en
IED (si se excluyen los centros financieros, la participación regional se reduce al 11%).
Las inversiones directas estadounidenses en la región aumentaron de 10.141 millones de
dólares al récord histórico de 23.784 millones entre 1990 y 1997."21 Para las
transnacionales con base en Estados Unidos, América Latina contribuye con el 8,3% de las
ventas totales, el 8,5% de las exportaciones. En el caso de las manufacturas, esta
proporción es de 9,9% en las ventas y 6,2% en las exportaciones, sobre el total mundial.
Una proporción nada desdeñable, por cierto.
De esta forma, los monopolios yanquis se
aseguran una posición dominante en la región en la mayoría de las grandes ramas
industriales. En 1997, sobre las 48 principales empresas de capital extranjero implantadas
en la región, 24 eran estadounidenses, 22 europeas (6 alemanas, 4 francesas, 4 inglesas,
3 españolas, 2 suizas y 1 holandesa), 1 australiana y 1 japonesa.22
Sin embargo, si esta hegemonía es
completa en México, se debilita y encuentra fuerte competencia en el Cono Sur y Brasil.
Las empresas norteamericanas encabezan el sector automotor (52,4% de las ventas) pero con
una fuerte competencia europea ( 41,7%)23, cuyo peso es mayor en el Mercosur, donde son
dominantes los grupos europeos.
Un aspecto poco analizado de la
penetración masiva del capital extranjero es que América Latina se convierte aún más
en escenario de la competencia entre los gigantes del capital mundial. El dato más
espectacular hoy de esta competencia lo constituye el colosal proceso de fusiones y
adquisiciones que está transformando el elenco de las grandes transnacionales. Los
grandes grupos económicos locales, algunos de los cuales mueven varios miles de millones
de dólares (como en Brasil, México o Argentina), resultan pigmeos comparados con estas
monstruosas corporaciones que operan a escala de todo el globo, manejan decenas de miles
de millones de capital y emplean a cientos de miles de trabajadores.24 Esto tiene
crecientes repercusiones económicas y políticas.
Tomemos algunos ejemplos: El grupo
francés Carrefour, tras su fusión con Promodès será el segundo pulpo mundial
rivalizando con Wall Mart- en su ramo (comercio y distribución), y ocupará la
primer posición en México, Brasil, Argentina, Colombia, Venezuela y Chile25. A su vez,
el acuerdo, sellado en París, cambió la perspectiva de todo el mercado minorista en
Argentina, al unificar en un solo grupo a Norte-Tía, Carrefour, Unimarc, Lozano, y Día.
Es un golpe muy fuerte en la guerra comercial local protagonizada con Wal Mart y el grupo
nacional Coto.
La española Repsol, gracias a la
adquisición del paquete mayoritario de YPF en Argentina y otros negocios en la región,
se ha convertido en la décima petrolera a escala mundial. Otro pulpo español, Endesa, al
adquirir Enersis se asegura el virtual monopolio eléctrico en Chile y gana una posición
privilegiada en el Cono Sur.
Brasil produce la mitad del acero
latinoamericano, hasta ahora en manos de capitales mayoritariamente locales. Ahora, el
grupo francés Usinor adquirió las acerías de Acesita y Tubarao y el gigante alemán
Thyssen busca una participación en CSN. La brasileña Gerdau compró una siderúrgica en
Estados Unidos y se posiciona como el mayor grupo regional, con una producción total de 9
millones de toneladas e inversiones en Chile, Argentina, etc. El grupo argentino Techint,
sería el segundo grupo regional, con inversiones en Italia, México, Venezuela y Brasil.
El ingreso de las transnacionales, motorizado por las privatizaciones en Brasil, da una
nueva dimensión a la "guerra del acero" que hasta ahora tenía por
participantes a estos grupos locales. "Todo esto sucede en un mercado tironeado por
la superproducción, los bajos precios y el dumping"26 Así, el Mercosur y en
general toda la región, no es más que una parcela del teatro de guerra comercial que
libran los monopolios de alcance mundial.
Concentración y centralización del capital
A lo largo de la década ha dado un nuevo
salto el proceso de concentración y centralización del capital, característico de la
fase imperialista del capitalismo, y que en los países semicoloniales, beneficia ante
todo al capital extranjero. En América Latina esto se produce en el marco del atraso y
raquitismo congénito del capitalismo local, bajo la presión del capital extranjero y la
dirección de las transnacionales instaladas en la región, junto a un puñado de grandes
grupos económicos locales monopolios nativos-, crecientemente vinculados a los
mismos. Las palancas decisivas de la economía latinoamericana pasan así, crecientemente
a manos del capital imperialista, que es una fuente de creciente desarticulación de las
economías locales, de mayor dependencia financiera, tecnológica, de los insumos
importados, etc. Una idea de la enorme concentración del capital lo da que apenas un
millar de empresas controlan la mitad del PBI latinoamericano producido por 400 millones
de habitantes.
Para el marxismo, concentración
significa la expansión de capitales existentes, copando el mercado y desplazando a los
competidores más débiles. Centralización es la fusión de capitales, por absorción,
compra, etc., bajo un mando capitalista unificado. Ambos procesos que en la vida
real se dan combinados-, han conocido una colosal expansión de la mano de la aplicación
del "modelo neoliberal" ("apertura", privatizaciones,
"desregulación", etc.) y en ello ha jugado un papel decisivo el desembarco en
gran escala del capital extranjero. Por distintas vías (coparticipación en las
privatizaciones, asociaciones, joint ventures, transferencia tecnológica, mecanismos
financieros y bursátiles, etc.) esto ha conducido a un estrecho entrelazamiento entre el
capital extranjero y las capas superiores del capital local.
El peso del capital extranjero
El ya históricamente decisivo papel del
capital extranjero se ha incrementado aún más. América Latina recibió un nuevo
torrente de exportaciones de capital al amparo de la llamada "globalización".
Este flujo se dio primero como una combinación de nuevos préstamos, inversión de
cartera (en acciones, bonos, etc.) en las plazas financieras de los nuevos "mercados
emergentes" y adquisición en condiciones extraordinarias de las empresas y servicios
públicos privatizados. Luego incorporó, sobre todo en la segunda mitad de la década, un
mayor componente de inversiones directas en el petróleo, la minería, la industria
automotriz, el gran comercio, el "agrobusiness". dirigido sobre todo a la
adquisición de empresas locales ya existentes. Este flujo de IED tuvo por objeto tanto el
copamiento del mercado local, como la explotación de materias primas y commodities
exportables. Una parte reducida tuvo por destino la construcción de nuevas plantas,
aprovechando las exenciones y beneficios de toda clase garantizados por los Estados
locales.
Las privatizaciones jugaron un papel
fundamental, al permitir el traspaso a precios bajos (mediante operaciones de
capitalización de la deuda) a manos del capital extranjero (y en menor medida nacional)
de servicios públicos convertidos en empresas altamente rentables y fuentes de rentas
monopólicas extraordinarias como en el caso de las telecomunicaciones, la energía, etc.
"CEPAL informa que el valor de las privatizaciones en América latina alcanzó la
suma de 59.945 millones de dólares, entre 1990 y 1995, destacándose la venta de activos
públicos mexicanos, por unos 25.000 millones y los de Argentina, por una suma superior a
los 16.000 millones."27
Señalemos además que esto incluye una
dinámica muy desigual entre las mayores economías, atractivas para el capital externo y
con mayor capacidad de endeudamiento, y las economías pobres y menores, cuyo retraso y
vulnerabilidad aumentaron enormemente en la década. Este flujo de capitales ha estado
altamente concentrado hacia tres o cuatro países. Brasil, México, Argentina y Chile (que
juntos reúnen el 85% del mismo), que una enorme proporción se dirigió, primero a las
privatizaciones y luego a la adquisición de empresas de capital local, a un puñado de
ramas altamente rentables (telecomunicaciones, servicios, finanzas, minería, etc.) en
general productoras de materias primas para la exportación o fuente de rentas
monopólicas y secundariamente, como la automotriz, para capturar un mercado interno
relativamente atractivo. La expansión de las manufacturas (automotriz, electrónica) de
la maquila en México y secundariamente en Centroamérica responde al muy especial
fenómeno del TLC. En suma, CEPAL sintetiza que son tres objetivos los que atraen a las
Multinacionales: búsqueda de materias primas, búsqueda de "eficiencia" (bajo
costo de la mano de obra); y acceso al mercado nacional y regional.
Así, "En 1996 las 50 mayores
empresas extranjeras presentes en las economías latinoamericanas registraron ventas
superiores a los 110.000 millones de dólares, monto mayor al PBI de varios países de la
región, incluso de tamaño intermedio como Colombia, Chile, Perú o Venezuela."28
Otro documento de CEPAL señala: "Entre 1994 y 1997, las empresas extranjeras
incrementaron su presencia relativa entre las 500 mayores empresas de la región, pasando
del 29% al 33% de las ventas totales de este grupo. En 1997 manifestaron una gran
concentración en sólo tres países (88%) Brasil, México y Argentina- y en sólo
seis actividades económicas (84%) la industria automotriz (26%), los alimentos,
bebidas y tabaco (19%), el comercio (11%), la electrónica (10%), el petróleo (9%) y la
industria química (9%). Cerca del 50% de estas empresas extranjeras son de origen
estadounidense y el 38% proviene de países miembros de la Unión Europea."29
Además, "Las ventas combinadas de las 20 principales compañías transnacionales en
la región superaron los 144.000 millones dólares en 1997."30
Así, en 1999, de las mil mayores
empresas latinoamericanas, el 58% es de capital extranjero, 34,7% de capital local y sólo
un 7,3% estatales (Digamos al pasar que entre estas últimas se cuentan las 4 primeras del
"ranking": Pemex, PDVSA, Petrobrás y Eletrobrás). Sobre el total de las ventas
de este millar de gigantes, el 47,2% lo realizan las extranjeras31, cuyas ventas (sólo
una parte de las realizadas por el conjunto de empresas extranjeras instaladas en la
región) equivalen al 27% del PBI regional.
En Brasil, según un informe, en el
período 1994-98 se vendieron a grupos extranjeros 39 empresas estatales y 650 empresas
privadas. Las 6.322 empresas de capital internacional existentes en Brasil emplean a
1.400.000 trabajadores y su capital contable alcanza a US$ 273 mil millones32. Recordemos
que el proceso de privatizaciones y "apertura" aún tiene bastante camino por
recorrer en este país. En Argentina, que ha sufrido junto con Chile el más espectacular
proceso de "extranjerización" (como ilustra el artículo de pág. 4), el
capital extranjero se ha asegurado una posición aplastante.
En el sistema financiero y la banca la
penetración del capital internacional viene incrementándose a pasos acelerados. En
Argentina, los de capital extranjero reúnen el 40% de los depósitos, en México y Brasil
este porcentaje se reduce todavía a un 12 o 15%. Sin embargo, de los 200 mayores bancos
latinoamericanos, al menos 70 ya son filiales de la banca mundial33, en un proceso de
desnacionalización acelerado. Los bancos españoles Santander, Bilbao Vizcaya (BBV),
Central Hispano (BCH); el Hong Kong Shanghai Bank Corp. (HSBC) el canadiense Bank of Nova
Scotia, además de los grandes bancos norteamericanos: Chase Manhattan Bank, Citicorp,
Bank of Boston, etc. toman a Latinoamérica como un coto de caza de gran importancia34.
Los grandes grupos económicos
latinoamericanos
Los "noventa" han sido también años dorados para el gran capital
latinoamericano. Señalemos, que la enorme concentración y centralización de capitales,
que tiene por protagonistas privilegiados a las empresas extranjeras, también ha
acelerado el ascenso de un puñado de grandes grupos locales en cada país.
Beneficiarios de la protección del
Estado, copartícipes de las privatizaciones, puntales de la aplicación del "modelo
neoliberal" y de la ofensiva contra la clase obrera, en esta alta burguesía nativa,
que combina sus negocios en la industria, la banca, la tierra, el comercio, los servicios.
Los mayores entre estos grupos exhiben una fuerte tendencia a extenderse fuera de sus
fronteras, "regionalizándose", como parte de la maduración de un capital
financiero local, estrechamente subordinado al capital financiero imperialista, con el
cual entrelaza intereses como agente y socio menor de la expoliación de la región.
Representantes conspicuos de esta crema
de la burguesía son las "24 familias" o grupos de México, como Carso, Vitro,
Televisa, Banacci, Cifra, Ica o Cemex. En Brasil: Bradesco, Gerdau, Votorantim,
Camargo-Correa. En Argentina: Bunge y Born, Macri, Sodati, Techint, Pérez Companc. En
Chile: Luksic, Matte, Angellini. En Perú: Romero, Bentín, Nicolini, Brescia. En
Venezuela: Cisneros o Polar. En Ecuador se destaca Noboa. En Colombia: Grupo Santo
Domingo, Sindicato Antioqueño, Ardilla-Lulle, Mendoza. En Uruguay: Strauch y Soler.
Etc.35
En la tabla de las mil mayores empresas
de la región que publica Gazeta Mercantil, 347 grupos de capital privado venden por sí
solos por valor de 270.271 millones de dólares, es decir, un 20% del PBI regional en
1997. La mitad de estos grupos es brasileña, lo que da una idea del peso decisivo que
tiene la economía de este país en Sudamérica. Estos GGE, aunque enfrentan la creciente
competencia de los monopolios imperialistas, retienen posiciones dominantes en una corta
serie de ramas productivas: acero, alimentos, agricultura, construcciones, comunicaciones,
etc. o importante participación en otras.
Este poder económico local, en lugar de
permitir cierta autonomía ante el capital extranjero, como proponía Salinas de Gortari y
ahora repite Cardoso, se ha demostrado impotente incluso para defender su propio terreno
ante la competencia de los gigantes de peso mundial, a la vez que es un inmejorable agente
de la penetración del imperialismo, del que dependen financiera, comercial, tecnológica
y políticamente.
La expansión de la
"agricultura empresarial"
En la década ha dado un gran salto a escala regional un proceso de larga data (pero que
comienza a acelerarse en los 70), de profundización y extensión de la modernización
capitalista de la agricultura en áreas dedicadas no sólo a la exportación, siendo uno
de los motores del ascenso en las ventas latinoamericanas al exterior durante la década,
sino también para abastecer la industria y al mercado interno. Esto ha conducido a una
revalorización importante de la tierra y a altos niveles de renta agraria. La expansión
de la "agricultura comercial" o "empresarial" por oposición al
tradicional par latifundio-minifundio, alentada por la recuperación de buenos precios y
espectativas de exportación para una serie de productos: cereales, café, frutas
tropicales, soja, carne, madera, etc., ha provocado el vuelco de capitales al campo,
incluso del capital extranjero (dominante en la comercialización, semillas,
fertilizantes, etc.) para apoderarse de tierras y a renovar las técnicas y el
equipamiento.
Nestlé, Cargill, Bunge y Born, Nidera y
una corta lista de monopolios entre los que figuran Standard Fruit y United Fruit,
controlan el comercio de productos agropecuarios, los fertilizantes, las semillas y el
crédito.
La otra cara del avance del capitalismo
agrario es una verdadera contrarreforma agraria, que está en la base de la emergencia del
movimiento campesino desde Chiapas en adelante. Los desplazamientos masivos de campesinos
en Guatemala y en Colombia que afectan a más de un millón y medio de personas,
alimentando las tendencias a la guerra civil en el campo, son expresiones de este proceso
de desplazamiento. Carecemos de datos de conjunto sobre este proceso, pero basta un botón
de muestra: Brasil. En 1995-96 los establecimeintos con más de mil hectáreas, que en
1970 eran el 0.7% del total y poseían el 40% de la superficie, pasaron a ser el 1.0 % y
tener el 45% de la tierra. Entre tanto, de 1985-86 a 1995-96, desaparecieron 941.944
propiedades, la mayor parte 662.448 con menos de 100 has.-36 Entre tanto, un solo
terrateniente se ha apropiado en el Amazonas de una superficie mayor que Bélgica37,
mientras que hay 4.500.000 de campesinos sin tierra38.
Un correlato de este proceso es el
entrelazamiento aún mayor entre la gran propiedad agraria y la burguesía nacional, y un
salto en la explotación irracional de todos los recursos: el suelo, los bosques, la
pesca, etc.
Un enorme salto en la
explotación del trabajo
Es un lugar común de los organismos internacionales decir que "América Latina es la
región más desigual". En un polo, un décimo de la población, la burguesía y a
las capas privilegiadas de la clase media, concentra en sus manos más de un 40% del
ingreso, y un puñado de ricos latinoamericanos figura entre las mayores fortunas del
mundo39. En el otro polo, más de la mitad de la población recibe apenas de un 10%.40 En
las dos últimas décadas se ha acelerado la concentración de la riqueza en gran escala,
en un intenso proceso de transferencia de ingresos y propiedad a manos del capital
extranjero, la alta burguesía y las capas privilegiadas de la clase media, cuyo reverso
es un enorme aumento de las tasas de explotación a la clase obrera. Al mismo, junto con
el salto en la explotación del proletariado se ha incrementado la expoliación del
conjunto de la población trabajadora, acelerándose la concentración de un enorme
excedente en manos del gran capital a través de múltiples mecanismos: usura financiera,
intermediación comercial, política de impuestos, altos precios de los servicios, peajes,
etc. Este proceso de redistribución regresiva de los ingresos afecta no sólo a la clase
obrera, como hemos dicho, sino a la masa de campesinos, pequeños productores rurales,
talleristas y artesanos urbanos, pequeños comerciantes, etc.
La explotación del proletariado
La condición más general que permitió esta recuperación del capitalismo regional y la
atracción de capitales extranjeros en masa, fue la imposición de un incremento brutal en
la explotación de la fuerza de trabajo. Dos décadas les llevó a la burguesía y al
imperialismo el imponer los actuales niveles de explotación, en lo que constituye una
profunda contrarrevolución económica contra el trabajo. A través del gran avance de la
flexibilización, terciarización, precarización del trabajo, la prolongación de la
jornada de trabajo, la reducción del salario, la eliminación de antiguas conquistas
laborales, etc. La burguesía ha usado ampliamente a su favor la extensión de un vasto
ejército de desocupados.
País por país, las estadísticas
demuestran una persistente baja en el valor de los salarios reales, que ya son una
fracción menor respecto a los salarios de los países capitalistas avanzados. Junto con
ello, se ha impuesto un incremento acelerado en la producción por empleado, más acusado
en la gran industria. Sobre estas bases ha habido una relativa, débil, recuperación en
la productividad (basada en el aumento en la explotación de la mano de obra,
esencialmente, y no en el incremento de la inversión). De esta forma se ha impuesto un
gran salto en las tasas de explotación del proletariado. El cuadro 5 ilustra este
dramático vuelco.
Según reconoce la propia OIT "casi
un 59% de los trabajadores latinoamericanos trabaja en el "sector informal" (es
decir, no tiene empleo regular). Los índices de desocupación abierta alcanzarían a un
9,5%, es decir, una cifra peor que la registrada durante la crisis de la deuda externa
latinoamericana de los 80."42 Las estadísticas oficiales velan una realidad
dramática: En varios países el desempleo abierto bordea el 20%. Más de la mitad de la
mano de obra está desempleada y subempleada, y el "autoempleo" de los
"informales" o "cuentapropistas" en muchos casos no es más que el
recurso a las más desesperadas formas de supervivencia.
Sin embargo, es llamativo que a pesar del
redimensionamiento de los planteles de trabajadores (mediante las privatizaciones, la
concentración de capitales, la terciarización, etc.) es llamativo el alto porcentaje de
la fuerza de trabajo concentrado en las grandes empresas.
Un estudio más detallado permitiría
analizar el papel de esta concentración en la enorme masas de ganancias amasadas por el
gran capital, y que posibilita las altas tasas de retorno, intereses, etc. que se cobra el
capital financiero por su "aporte" a la producción. En la segunda parte de este
trabajo abordaremos la importancia que estos datos tienen desde el punto de vista de la
estructura social, de la composición de la clase obrera y de la perspectiva de la lucha
de clases.
Una reestructuración y
"modernización" regresivas
En lugar de una mayor armonía y
uniformidad, el proceso de "modernización" que sufrió América Latina durante
los 90 bajo el dictado del capital financiero arroja más violentas contradicciones en
todos los terrenos.
Como escribió Trotsky: "a causa de
la universalidad, movilidad y dispersión del capital financiero, que penetra en todas
partes, esa fuerza animadora del imperialismo, éste acentúa aún más esas dos
tendencias. El imperialismo une con mucha mayor rapidez y profundidad en un todo los
diversos grupos nacionales y continentales, crea entre ellos una dependencia vital de las
más íntimas; aproxima sus métodos económicos, sus formas sociales y sus niveles de
evolución. Al mismo tiempo, persigue este "fin", que es suyo, con
procedimientos tan antagónicos, dando tales saltos, efectuando tales razzias
en los países y regiones atrasadas, que él mismo perturba la unificación y nivelación
de la economía mundial, con violencias y convulsiones que las épocas precedentes no
conocieron."44
La vigencia de esta tesis la reconoce, en
cierto modo, un conocido investigador, Pierre Salama: "La liberalización tiene dos
efectos en apariencia opuestos, pero complementarios. Por una parte, acentúa la
convergencia de los modos de acumulación y de trabajo de los países subdesarrollados con
la de los países desarrollados; por otra, aumenta su heterogeneidad. Este aspecto
paradójico del crecimiento en una economía abierta fue señalado por Parvus y luego por
Trotsky, a comienzos de siglo, pero también por ciertos pensadores del desarrollo de
América Latina (...) para defender la opinión contraria a los estudios en término de
dualismo. Con la liberalización, estos dos aspectos tienden a acentuarse."45
Es que lejos de significar un desarrollo
armónico del conjunto de las fuerzas productivas de la región, significa un enorme
proceso de descomposición y recomposición, cuyo signo es fuertemente regresivo. Es el
pillaje descarnado del gran capital que concentra, reúne avances en algunos polos o ramas
de alta rentabilidad, funcionales a las necesidades de la acumulación del gran capital
nacional y extranjero, a costa de la desarticulación y degradación del conjunto.
El "crecimiento" se polariza en
unos pocos países, que atraen el grueso del capital foráneo, fundamentalmente Brasil y
México, y en menor grado Argentina, y Chile, mientras que la mayor parte de los países
de la región pierden terreno y quedan aún más rezagados.
Entre tanto, la brecha que separa a
América Latina del capitalismo avanzado se agranda con rapidez: "Las pruebas del
constante aumento de la divergencia entre los países latinoamericanos, por una parte, y
entre estos y las economías desarrolladas son irrefutables. Ya en 1978, el ingreso per
cápita en los países del centro de la economía mundial era prácticamente cinco veces
mayor que el de las economías de menores ingresos y 12 veces mayor que el de las
economías de menores ingresos de América Latina. Para 1995 la relación había aumentado
a casi siete y 30 veces."46 Esta polarización se reproduce al interior de cada
país, donde unos pocos polos concentran la inversión mientras regiones enteras se
estancan o directamente se hunden. Una intensa reconfiguración espacial reproduce sobre
el mapa la concentración y centralización del capital y las desigualdades del ritmo
capitalista: la frontera mexicana y algunos polos (Monterrey, etc.), el corredor del
Mercosur desde San Pablo a Buenos Aires, Santiago, y algunas otras áreas restringidas.
Así, mientras tiende a nivelarse en algunos aspectos el conjunto (como en las
comunicaciones o las finanzas), en otros se acentúa la distancia (como en la
industrialización relativa de cada país). El resultado es, una vez más, la
exacerbación inusitada de todas las contradicciones económicas, sociales y políticas.
Secuelas de un nuevo espiral de desarrollo desigual y combinado
Resaltemos algunos aspectos de este proceso:
a) La "reconversión" de la
industria
Se produjo una reestructuración profunda
de la industria regional, que sufre un contradictorio proceso de
"reconversión", un proceso regresivo de desarticulación y desmantelamiento
parcial de los viejos aparatos productivos nacionales, construidos al amparo del ciclo de
"substitución de importaciones". Junto con la desaparición o radical
achicamiento de ramas enteras, en algunas áreas de interés para el mercado interno o la
exportación (como la automotriz, la siderurgia o los alimentos), se da una renovación y
reequipamiento.
Por ejemplo, la estatal Codelco, en
Chile, tiene una posición decisiva en el mercado mundial del cobre (16% de la producción
mundial) y es la más rentable y moderna. La recientemente privatizada Embraer es una de
las pocas empresas aeronáuticas que puede competir en el nivel de los jets de negocios a
nivel internacional, facturando 1.300 millones de dólares anuales. Petrobrás es líder
en la tecnología petrolera para aguas profundas. Techint domina el mercado mundial de
tubos sin costura para la industria petrolera. Sin embargo, son un puñado de
"estrellas" (donde lo decisisvo ha sido el papel del Estado en años anteriores)
en un firmamento oscuro.
El aparato industrial, incluso en
aquellos países que habían alcanzado cierta base, como México, Brasil y Argentina, se
desarticula y se abandonan las ramas más complejas o de punta a favor de la importación.
La industria pierde integración vertical y pasa a depender de insumos importados,
mientras que los productos latinoamericanos, salvo cierto número de materias primas y
bienes semielaborados (y algunos "nichos" especiales de la producción)
desaparecen del mercado mundial, impotentes para competir con la industria
cualitativamente superior de las metrópolis o con las exportaciones baratas de Asia.
Además, parte del propio mercado regional es copado por importaciones norteamericanas,
europeas, japonesas y asiáticas.
En suma, el promedio de productividad de
la economía latinoamericana es sólo una fracción respecto a la de los países
capitalistas avanzados. Las inversiones extranjeras relativamente modernas se superponen
al atraso promedio de una industria local desarticulada, retrasada tecnológicamente y en
retroceso.
Un ejemplo interesante es el de la
industria automotriz, "vedette" de los 90. La industria automotriz mexicana
tiene una productividad de nivel internacional, casi el doble (33 automóviles por
empleado) de la registrada en Argentina y Brasil (19,5 y 17,8 vehículos por trabajador
respectivamente). La diferencia es que en México se trataba de aprovechar los bajos
salarios para abastecer al propio mercado norteamericano y enfrentar en él la competencia
japonesa. Las empresas norteamericanas, en particular Ford, hicieron fuertes inversiones
en tecnología de punta mientras México rebajaba el contenido "nacional" de
partes a apenas el 30%. Es decir, se trata de grandes "ensambladoras" dirigidas
al mercado más importante, como es el de EE.UU., aprovechando la fuerza de trabajo barata
y "disciplinada". En cambio, en el Mercosur se trata de aprovechar el mercado
local aprovechando las jugosas exenciones y subvenciones del Estado.47
Así se acentúan las contradicciones y
el retroceso de la "pseudoindustrialización"48 latinoamericana, tornándola
más dependiente que nunca de los insumos, el equipo y las tecnologías extranjeras, y
llevó al extremo sus desproporciones y deformaciones, bajo por la agresiva presión del
mercado mundial y las imposiciones de las transnacionales y el imperialismo. El peso
relativo de una industria que ha nacido raquítica y deforme, se reduce en el conjunto de
las economías nacionales, mientras crece desproporcionadamente el peso de los servicios,
el comercio y las finanzas. Adicionalmente, mientras hay una intensa renovación en
aquellas ramas de los servicios y el transporte más rentables y apetecibles para el gran
capital (como las telecomunicaciones) hay un fuerte retraso en la infraestructura, que los
Estados no están en condiciones de afrontar y el capital privado no ve con interés.
Sembrando las condiciones para un mayor retraso y nuevos "cuellos de botella".
De conjunto estas desproporciones revelan el carácter regresivo de la reestructuración y
modernización impuestas por el gran capital.
b) La "cuestión agraria"
El acelerado proceso de penetración
capitalista en el campo, tanto en zonas tradicionales de la agricultura de exportación,
como en nuevas áreas, con una creciente participación de empresas extranjeras (como en
Centro América), atraídas por la expansión del "agrobusiness"; se combina con
el estancamiento o la ruina de vastos sectores de pequeños productores y una enorme
degradación de los suelos, los bosques y el agua, con proporciones de catástrofe
ecológica (tala de bosques, agotamiento de suelos, contaminación con pesticidas, etc.).
Junto al latifundio improductivo
subsisten millones de pequeñas propiedades de baja productividad. El sector
"moderno" controlado por una reducida capa de capitalistas en que se entrelazan
los viejos terrratenientes y los nuevos "inversores" impide la expansión de un
fuerte mercado agrario para la producción industrial y, gobernado por el dictado de la
ganancia, introduce fuertes desequilibrios en la producción rural. Por ejemplo,
desplazando cultivos de consumo interno por agricultura de exportación, con lo que muchos
países latinoamericanos llegan al absurdo de importar crecientes cuotas de alimentos
básicos, como arroz, trigo o porotos. Peones descalzos y hambrientos pasan a trabajar en
haciendas dotadas de maquinaria moderna y de biotecnología avanzada para la exportación.
A la vez, la agricultura campesina, cada vez más degradada sigue siendo fuente básica de
abastecimeinto de alimentos para las ciudades. La "modernización" desigual,
fuertemente polarizada y de conjunto regresiva en el agro consolida la muralla que el
atraso rural opone a un avance superior de las fuerzas productivas en el agro y lejos de
paliar o superar un problema fundamental -anclaje del atraso capitalista latinoamericano-
como es la cuestión agraria, no hace sino modificar la forma en que se manifiesta,
aumentando las contradicciones y la urgencia de remover este obstáculo.
c) La "financierización"
de la economía latinoamericana
El avance en la
"financierización" de la economía latinoamericana, por contraste con la
subindustrialización, ilustra más el raquitismo de la restringida acumulación
capitalista que la "madurez" de la misma. La banca y las finanzas se
sobredesarrollan en una región que necesita importar capitales para sostener su
movimiento económico, alimentado con el endeudamiento masivo de los estados nacionales y
provinciales, de las empresas y de las familias de clase media. La especulación
bursátil, cambiaria y financiera de todo tipo, atrae una cuota creciente de capital no
reinvertido en la producción y que es exportado a los circuitos financieros
internacionales. Entre tanto, el crédito para el agro y la industria es caro y escaso. El
parasitismo de la banca amenaza con la quiebra a Estados enteros, obligándolos a realizar
onerosos salvatajes de los negocios de la burguesía nacional, como en México, Colombia,
Ecuador, Paraguay, etc.49 y es la fuente de crecientes convulsiones financieras.
Es, además, un motor de enorme
importancia en el entrelazamiento de intereses entre la burguesía nacional y el capital
extranjero, a través de los mecanismos financieros, de la bolsa y de la deuda externa. No
esa una anécdota aislada que cuatro de los principales acreedores del quebrado Ecuador
sena magnates ecuatorianos. Otro elemento a señalar es el gran desarrollo de los
"negocios ilícitos" de la banca y la burguesía íntimamente ligados a la
financiertización, como los derivados del narcotráfico (lavado de dinero, etc.),
tráfico de armas, evasión de impuestos y contrabando, etc. Todos ellos, que envuelven
sumas de cientos de miles de millones, tienen un importante punto de encuentro en los
paraísos fiscales de la Cuenca del Caribe y Panamá. Digamos además que el narcotráfico
y demás "negocios sucios", además de fuente de colosal enriquecimiento para
algunas camarillas burguesas, es un factor de descomposición de las principales
instituciones del estado, como ilustran Colombia, Bolivia, Paraguay, México, etc. La masa
de capitales que se acumula en manos del gran capital nacional y extranjero, al ver
restringidas las oportunidades de inversión en las economías locales, tiende a elevarse
a los circuitos financieros internacionales, reduciendo aún más los bajos niveles de
inversión y reproduciendo la paradoja de la carencia crónica de capitales en economías
que son exportadoras netas de los mismos.
Se agravan el atraso y la
dependencia
En consecuencia, el resultado del
conjunto del proceso es una profundización del atraso y la dependencia de la región. En
estos rasgos está condensado el carácter, desde el punto de vista económico, del
proceso que ha vivido América Latina durante esta década, y la dinámica del mismo. El
"salto" impuesto a la atrasada Latinoamérica bajo la presión del mercado
mundial y el capital imperialista reproduce el atraso y la subordinación, tiende con
pesadez al estancamiento (a través de la sucesión de convulsiones) y exacerba y ahonda
las contradicciones, y lleva no al "despegue" soñado por los economistas
burgueses (ni siquiera abre las puertas a una fase de expansión de cierto alcance) sino
que conduce a un nuevo "bloqueo", a nuevas crisis y convulsiones de la mayor
severidad. En algunos ambientes se ha señalado que el nuevo "modelo"
capitalista que se imponía en los 90 venía a cerrar la larga parábola de crisis
histórica abierta en los 30, y que la "sustitución de importaciones" no había
logrado superar, al permitir ahora la reinserción de América Latina en un capitalismo
"globalizado" que iniciaba una nueva fase de crecimiento a largo plazo.
Sin embargo, el movimiento de
recuperación y cierto crecimiento de las economías latinoamericanas, tal como lo hemos
visto en la década que termina, lleva en su seno el germen de su propio fracaso. El
capital financiero internacional, a quién se entregó el comando de la economía regional
con la misión de sacarla del marasmo y "modernizarla", ha sostenido a América
Latina con un lazo corredizo echado al cuello, que se aprieta cada vez más. El efecto
"vivificador" inicial, facilitando cierta recuperación de la economía y una
recomposición del proceso de acumulación capitalista ya no puede contrarrestar el
carácter más parasitario y retrógrado de la dominación imperialista, exacerbado aún
más por la decadencia del sistema capitalista-imperialista mundial. Bajo este signo
ingresa el capitalismo latinoamericano al Siglo XXI.
Las "venas abiertas de
América Latina"
Con este título se hizo famoso, hace ya bastantes años, la denuncia por Eduardo Galeano
de la expoliación imperialista de América Latina. Los mecanismos de la misma se han
intensificado colosalmente en estos años, configurando una creciente succión de recursos
de la región rumbo a los centros del capitalismo mundial. Detengámonos en los
principales mecanismos de esta sangría insostenible.
Un nuevo ciclo de endeudamiento
Todo el ciclo de los 90 se basó en un
nuevo salto monumental del endeudamiento regional, expresión del carácter agudamente
parasitario del capital financiero internacional. La deuda externa latinoamericana, que ya
supera los 740.000 millones de dólares, aumenta a razón de un 7 o 9% anual50, mientras
que se acumulan en el corto plazo una masa de vencimientos que aumentan en proporción
geométrica y deben ser constantemente cubiertos con nueva deuda. A ello se suma una
enorme masa de créditos externos contratados por empresas y bancos privados, que hacen
subir la suma global (deuda pública más privada) a más de 820.000 millones.51 El
servicio de esta deuda, es decir, los pagos desembolsados, sumaron la friolera de 722.000
millones52. ¡Casi el equivalente de la deuda total! Esta hipoteca impagable que empuja
constantemente al estancamiento y a imponer políticas recesivas para mantener su servicio
conduce tarde o temprano a nuevas "crisis de la deuda".
Utilizaremos varios cuadros
proporcionados por James Petras y Henry Veltmeyer en "América Latina al fin del
milenio", artículo publicado en Monthly Review de julio-agosto de este año, para
mostrar la evolución de la deuda (ver cuadros 7 y 8).
Una sangría incesante
Junto al servicio de la deuda, que es el principal mecanismo de expoliación financiera, y
que ya demostró en los 80 sus tremendas secuelas, ha crecido la importancia de los flujos
combinados de remesas de ganancias, los servicios financieros de distinta clase,
constituyen una exacción masiva de recursos indispensables de todo el continente, y la
más clara muestra del pillaje imperialista en gran escala, en sus formas más
parasitarias y destructivas.
a) Pagos por patentes, royalties y
utilidades
Según denuncian J. Petras y Veltmeyer,
las tasas de utilidades de las IED norteamericanas representan un 12% (según las calcula
el Departamento de Comercio de EE.UU.) pero se situarían entre el 22 y el 34% según
cálculos de la CEPAL. Menos de la mitad sería reinvertido. "Aún según los
reportes oficiales, la magnitud de los beneficios repatriados sobre la base de los
cálculos de la CEPAL- totalizaría los 157 mil millones de dólares sólo para los tres
últimos años. Esto provee de una crucial fuente de fuel para el proceso de
acumulación global y la expansión del imperialismo norteamericano."55 A ellos hay
que añadir las patentes, royalties y licencias. Sólo hacia Estados Unidos, como señala
Petras, "Entre 1982 y 1992 estos pagos totalizaron más de US$ 1.300 millones, pero a
través de los 90 han excedido los mil millones por año."56 En 1997 alcanzaron a
1.700 millones las remesas de las filiales norteamericanas, y la tendencia es a crecer
rápidamente. Otro informe señala que desde Brasil, sólo en 1998, se enviaron al
exterior US$ 6.000 millones en concepto de utilidades.57 Desde Argentina salen alrededor
de 3.000 millones anuales en este concepto58 (ver cuadro 9).
b) Mercados y términos de
intercambio
América Latina se revalorizó como
mercado para el exceso de producción de mercancías en Estados Unidos en particular, para
lo cual la estabilización cambiaria y el inicio de un nuevo ciclo de endeudamiento en
gran escala crearon las condiciones. Así, América Latina vio multiplicarse sus
importaciones provenientes sobre todo de EE.UU., que acumula un cuantioso superávit
comercial con la región, gracias al cual puede licuar una parte importante de su propio
déficit con Japón y Europa. Este aumento en las importaciones latinoamericanas agravó
el déficit comercial y es cubierto mediante el incesante recurso a nuevo endeudamiento.
Contra lo que dicen los propagandistas de la apertura, sólo muy parcialmente se trata de
bienes de capital (que, además, vienen a reemplazar parte de lo que anteriormente se
producía a escala local), y en gran medida son bienes de consumo destinados al mercado
suntuario y de las capas medias. El resultado de conjunto es el aumento del déficit
comercial, financiado con mayor endeudamiento, y del déficit en cuenta corriente
agregado, que para toda la región se eleva a unos 75.000 millones de dólares (3,5% del
PBI) habiendo sido reducido a costa del duro ajuste recesivo del nivel que había
alcanzado en 1998 (4,5% del PBI regional, un nivel sólo comparable al de comienzos de los
80, antes de la crisis de la deuda)60
c) La "fuga de capitales"
La suma de dinero que los
latinoamericanos mantienen en el exterior es astronómica. Según un dato hay
"200.000 millones de dólares en depósitos de mexicanos en el exterior."61 La
burguesía argentina habría depositado en el exterior unos 70.000 millones. Los fondos
puestos a buen resguardo por la burguesía brasileña tienen una envergadura similar. Y
así país por país. La libertad de movimiento del capital financiero y el
aprovechamiento de los "paraísos fiscales" de Panamá y varias islas del Caribe
son mecanismos claves de este vaciamiento de capitales organizado en gran escala por los
capitalistas nativos. A ello hay que sumar las operaciones contables fraudulentas de las
transnacionales (autoimportaciones sobrevaluadas, autopréstamos) los costos por fletes y
transportes de las transnacionales navieras, la fuga en gastos suntuarios (turismo, compra
de propiedades, etc., en el exterior) de la burguesía y la alta clase media
latinoamericana. Sumando los múltiples mecanismos que hemos descripto queda al desnudo el
verdadero carácter de la expoliación imperialista.
El significado de la actual
recesión
La recesión que se desencadenó a
mediados de 1998, abarcó sobre todo a Sudamérica y tuvo dos epicentros: el cono Sur y la
región Norandina. Significó una caída más dura y profunda que el "efecto
tequila" de fines del 94-95. Durante 1999 la mayoría de los países sudamericanos
sufrieron caídas del PBI de 3 al 7%. La industria cayó en varios países aún más
abruptamente. Esta recesión significó un altísimo costo para los trabajadores y las
masas de toda la región (llevando el desempleo al nivel más alto en al menos 20 años,
según acepta la OIT), y a la imposición de duras políticas de ajuste por los distintos
gobiernos, para mantener a toda costa el servicio de la deuda.62. Los índices de la
producción retrocedieron a un par de años atrás, mientras que creció el endeudamiento
y el déficit fiscal de los distintos países, llevando a crisis financieras como las
Brasil y Ecuador y desencadenando un reguero de devaluaciones. Brasil, México, Chile,
etc. abandonaron los sistemas de banda cambiaria para pasar a la flotación de sus
monedas, esto es, un curso francamente devaluacionista de "dejar caer a sus monedas,
ante el temor a estampidas de capitales como las que hundieron a Ecuador y arriesgaron un
estallido en Brasil, (ver cuadro 10).
Después de más de un año de recesión,
en los medios de la burguesía renace cierto optimismo pronosticando una próxima
recuperación. El argumento consiste en las modestas señales de restablecimiento en
Japón y el Sudeste Asiático, y en cierta recuperación de los precios del petróleo y
otros productos de exportación regional. Además, la recesión no golpeó seriamente a
México (cuyo PBI creció el 3%, "beneficiándose" del NAFTA) y en Brasil la
retracción fue más benigna de lo esperado.
Como mínimo este optimismo
aparece como prematuro e infundado.
Prematuro, porque aún está por verse cuál será la dinámica de la economía
internacional y en particular de Estados Unidos. La enorme inestabilidad de la economía
mundial, la nerviosa volatilidad que caracteriza las oscilaciones de Wall Street, las
dificultades crecientes de China donde muchos pronostican una posible devaluación-,
la endeblez de la situación en el Sudeste Asiático, no permiten descartar nuevas
convulsiones, incluyendo un agravamiento en la crisis internacional abierta en el 97.
Infundado, porque el panorama desolador
de la región obliga a preguntar a los "optimistas" ¿de qué se sonríen? La
inestabilidad del mercado mundial para los productos latinoamericanos y la fuerte
disminución del ingreso de fondos (y el encarecimiento de los nuevos préstamos)
configuran una situación opuesta a la de principios de la década. El acceso de los
productos latinoamericanos al mercado mundial se hace más difícil y los precios son
inestables. El manantial del capital foráneo tiende a secarse y crece el peso a pagar por
sus servicios, sobrecargando el pasivo de la región, que se halla en una situación de
extrema desestabilización, gravemente debilitada en lo interno y más vulnerable que
nunca ante nuevos impactos de la crisis internacional o provenientes de alguno de los
países más expuestos de la misma Latinoamérica.
No puede descartarse, por supuesto, una
recuperación. Hasta ahora la burguesía y el imperialismo lograron evitar un estallido
(como amenazaba en Brasil), y que la recesión se convirtiera en depresión abierta. Salvo
en Ecuador y en menor medida en otros países del área Andina, no ha habido una
irrupción de masas, dándole tiempo y aire a la clase dominante.
Pero así como la dinámica de la
coyuntura regional no puede desprenderse del conjunto de la economía mundial y en
particular de la dinámica de Estados Unidos, tampoco puede ignorarse la dinámica del
capitalismo latinoamericano. El problema aquí es, considerando las tendencias
fundamentales del capitalismo latinoamericano en el actual período ¿cuál es el
significado de la actual recesión? ¿Se trata de un traspié pasajero, tras el cual se
retomará la curva ascendente? ¿O señala un punto de inflexión descendente? Las alzas y
bajas en el ritmo de la economía son inherentes a la vida misma del capitalismo, tanto
como los ritmos de la respiración de un individuo. Como escribía Trotsky, de lo que se
trata es de saber si estas oscilaciones revelan un estado de salud o de enfermedad.64
Aplicando este método, parece bastante evidente, de acuerdo al análisis que hemos
desarrollado, que el pronóstico general del estado de salud del capitalismo
latinoamericano sigue siendo "reservado".
La dinámica del capitalismo
latinoamericano, que, además, es tributaria de la curva de la economía mundial y en
particular norteamericana, tiende fuertemente al estancamiento y la declinación. Las
bruscas oscilaciones se dan en torno a esta tendencia. La recuperación después de la
recesión pos "tequila" ha sido más breve y restringida que la recuperación de
1990-94. La recesión actual es más profunda y extendida que la de 1995-96. En la marcha
del capitalismo regional los "arranques" tienden a ser cada vez más breves y
débiles, "frenadas" cada vez más abruptas y severas.
Sin embargo, esto no agota la cuestión.
El "tequilazo" de fines del 94 desnudó los límites del "modelo",
señalando el "fin de fiesta" de los llamados mercados emergentes en América
Latina. La recesión actual es un punto de inflexión que señala el agotamiento, bajo el
impacto en la región de la crisis económica internacional, de las limitadas
posibilidades expansivas del proceso de semicolonización que hemos visto durante la
década. América Latina se sumerge en una enorme inestabilidad, preñada de conflictos y
convulsiones. Por eso, la recesión ha actuado como un catalizador, como un revelador y
acelerador de los profundos antagonismos y contradicciones económicas, sociales y
políticas que todo el proceso anterior ha acumulado. El influjo "vivificador"
en el corto plazo del ingreso de capital extranjero ya no puede disimular la succión
parasitaria a través de las nuevas venas abiertas de América Latina- de recursos
indispensables para evitar el estancamiento y la postración. De darse cierta
recuperación cuándo, cómo y con qué amplitud está aún por verse-, muy
difícilmente pueda reabsorber las contradicciones y conflictos en curso que tensionan el
mapa de Iberoamérica.
Un dato revelador es la extraordinaria
"sensibilidad" demostrada por Washington y el FMI ante las dificultades de los
países latinoamericanos. Con el antecedente del "salvataje" a México cuando el
tequilazo en 1995, en este año hemos visto sendos compromisos de "ayuda" a
Brasilia (para evitar el colapso en el verano), la actual negociación de un
"paquete" con Bogotá (quizás 3.000 millones), la "oferta" del FMI a
Argentina (unos 10.000 millones) e incluso la "paciencia" con Ecuador con el que
se negocia un nuevo "salvataje". Sólo el temor del imperialismo a un derrumbe
de proporciones en su "patio trasero" explica esta tierna solicitud. Para
ilustrar las enormes contradicciones en ebullición en la economía latinoamericana,
estudiemos un poco más el "cuello de botella" financiero al que empuja la
expoliación imperialista.
El "flanco externo" al rojo vivo
La cuestión del "flanco
externo", el "talón de Aquiles" de las economías de la región que tanto
preocupa a todos los analistas,, consiste en la posibilidad o no de mantener ese frágil
equilibrio en la cuerda floja, entre la sangría de rentas succionadas por el capital
extranjero y el acceso a nuevos recursos.
"Los desembolsos por pagos de
intereses de la deuda y remesas de utilidades se elevaron al 2,5% del PBI de la región,
pero en algunos países (entre otros Chile, Costa Rica, México, Rca. Dominicana y sobre
todo Ecuador, fueron mucho más significativos)", señala CEPAL. Brasil debe hacer
frente a compromisos por más de 35.000 millones el próximo año. En Argentina "la
acumulación de los pagos de la deuda externa implica que necesitará refinanciar entre
15.000 y 20.000 millones de dólares el año próximo."65
Según el Banco Mundial, entre 1997 y
1999 los flujos de los mercados financieros hacia los países de la periferia han caído
un 47% (US$ 135 mil millones en 1997 contra 72 mil millones en 1998); los préstamos
bancarios han bajado un 58% (60 mil millones en 1997 contra 25 mil millones en 1998).66
Adicionalmente, el costo de los nuevos créditos se ha triplicado. En consecuencia, tiende
a cerrase la válvula del flujo de capitales que alimenta todo el "modelo".
Sólo la relativa continuidad del ingreso
de capitales para inversión extranjera directa (al parecer durante este año se
mantendría en el nivel de los 60.000 millones de dólares, una suma muy importante,
aunque la mitad concentrada en Brasil67), actuó como contratendencia al estrangulamiento
del sector externo. Entre tanto, los préstamos bancarios se contrajeron agudamente y las
emisiones de nuevos títulos de deuda latinoamericanos se complicaron y encarecieron.
La combinación de recesión y acelerado
aumento del peso en los compromisos financieros (servicio de la deuda pública y privada,
remesas de utilidades, etc.), en condiciones de restricción y encarecimiento del crédito
externo, mientras que caen los ingresos de Estados que ya tienen abultadísimos déficits
fiscales y enormes deudas internas (¡Brasil!). Todo esto es una combinación explosiva y
oscurece toda la perspectiva próxima del capitalismo latinoamericano.
Otro componente de la crisis es la
situación de la banca regional en varios países: el sistema financiero ecuatoriano fue
hundido durante la anterior estampida cambiaria; en México, la banca tambalea con
compromisos de más de 65 mil millones sostenida a duras penas mediante el FOBAPROA
estatal. También el grado de endeudamiento que amenaza hundir a algunos grandes grupos
latinoamericanos: varios grupos argentinos, entre ellos el grupo Soldati y Alpargatas,
deben renegociar deudas que ascienden a más de 2.500 millones de dólares. En Brasil, el
BNDES se habría visto obligado a maniobrar para apuntalar la reestructuración de la
deuda externa de las 90 empresas brasileñas que emitieron bonos en el exterior, entre
ellas, Globopar, el holding que controla Rede Globo68
El alerta de Ecuador, cuya reciente
moratoria en el pago de intereses por 96 millones "representa el primer default de
hecho de un bono Brady", es un hecho que, a pesar de la escala menor de los fondos
comprometidos, tiene un enorme valor sintomático, por lo que "los Brady no volverán
a ser los mismos."69 Es que Ecuador debe destinar el 54% de su presupuesto al
servicio de la deuda, lo que lo pone al borde de la cesación de pagos, y otros países
podrían seguir el mismo camino (República Dominicana, cuyo gobierno enfrenta una
crítica situación económica y una fuerte resistencia de masas, amenazó hace pocos
días con seguir el mismo camino).
Este cuadro financiero se aproxima en
varios aspectos claves a las condiciones previas al estallido de la crisis de la deuda en
1982, que inauguró la grave postración económica de los 80. La perspectiva de nuevas
convulsiones como la del "tequilazo", la "maxidevaluación" brasileña
o la bancarrota ecuatoriana está presente. Las contradicciones de Brasil, la posición
expuesta de Argentina, la situación de la banca mexicana, pueden ser detonantes de nuevas
sacudidas, que pueden corporizar a los fantasmas de la cesación de pagos, de las
estampidas cambiarias y la fuga de capitales.
Pero además, se intensifica la lucha
entre las transnacionales por los mercados de la zona, (como hemos ilustrado más arriba),
y con los grandes grupos económicos locales, amenazados por la danza de compras,
adquisiciones y fusiones que son el dato más espectacular de la competencia capitalista
mundial. Dentro de cada país también emergen crecientes disputas entre las distintas
fracciones de capitalistas (entre los exportadores, los sectores dependientes del mercado
interno, la banca, los sectores más débiles de la burguesía) en torno al reparto de los
costos de la crisis. Esto multiplica la presión sobre los gobiernos y genera tensiones
políticas de distinto signo.
En suma, este cuadro de conflictos
cruzados es una muestra clara de que la burguesía no considera la actual recesión un
"chubasco pasajero". Por el contrario, sienten agudamente que no habrá espacio
para todos. La recesión ha precipitado un desarrollo extraordinario de todos los
antagonismos económicos, y estos se comienzan a trasladar al terreno de las relaciones
entre las clases y al seno de la propia clase dominante, y a eclosionar en la esfera
política.
Comienza a reflejarse en la política de
Estados Unidos y Europa hacia América Latina, en las diferencias de orientación
estratégica entre estrechos socios como Brasil y Argentina (evidentes en el caso Colombia
o en la discusión de "dolarización"). En los relineamientos de distintas alas
burguesas desde Venezuela hasta Argentina, y en la creciente inestabilidad política de
toda el área.
notas:
1 León Trotsky, La Internacional
Comunista después de Lenin, editorial Yunque, Bs. As. pág.
2 León Trotsky, Historia de la
Revolución Rusa, tomo I, editorial SARPE, Madrid, 1985, pág. 33.
3 Idem, pág. 36.
4 George Novack, Para comprender la
historia, ed. Pluma, Bs. As. 1975, pág. 124.
5 V.I. Lenin, El imperialismo fase
superior del capitalismo, editorial Anteo, Bs. As., 1974.
6 L.T. Stalin el gran organizador de
derrotas (la III Internacional después de Lenin). El Yunque Editora, Buenos Aires , 1974
7 Un rasgo del mismo era la fuerte
presencia del Estado con sus empresas promoviendo directamente la acumulación capitalista
y la expansión del mercado interno, y protegiendo a la burguesía local mediante barreras
aduaneras. Combinaba políticas de atracción de la inversión extranjera y la reserva de
algunas áreas para el Estado o el capital nacional.
8 En Estrategia Internacional, desde el
nº7 en adelante hemos dedicado varios artículos a analizar esta cuestión.
9 Tomado de James Petras y Henry
Veltmeyer, "Latin America at the end of millennium" en Monthly Review,
julio-agosto de 1.999.
10 Sobre la base de datos del World
investmente Report, UNCTAD, 1996. Tomado de Le Monde Diplomatique, set. 1999.
11 CEPAL, "La brecha de la
equidad".
12 Datos de CEPAL, 1998.
13 G. Fernández S., "El futuro ya
no es lo que era antes", en Nueva Sociedad nº 153, pág.34.
14 Panorama de la economía internacional
nº 2, C.E.I., diciembre de 1998.
15 Desde el principio se subordinó a los
intereses norteamericanos, tal como reflejó la firma del acuerdo "4+1" con
Washington en 1.991
16 Datos de Clarín, _
17 La crisis demuestra que pese al
entrelazamiento de intereses y negocios comunes en el marco del Mercosur, las burguesías
siguen operando en gran medida sobre bases nacionales, ligados inextricablemente a sus
Estados, de cuyo apoyo dependen estrechamente.
18 No hay posibilidad de retroceder a
mercados nacionales relativamente cerrados, reproduciendo una "autarquía" como
la de los 40. La necesaria unificación económica de América Latina es una tarea que
exige la ruptura con el imperialismo y que sólo el proletariado en el poder puede
resolver, en los marcos de una Federación de Repúblicas Socialistas de América Latina,
una consigna lanzada por Trotsky y la Cuarta Internacional ya en 1938 y que ha mostrado su
vigencia histórica.
19 CEI, Panorama de la Economía
Internacional nº2, diciembre de 1998.
20 Datos de CEPAL, "La cambiante
presencia de las compañías transnacionales en América Latina", 1998.
21 Datos de CEPAL, "La cambiante
presencia de las compañías transnacionales en América Latina", 1998.
22 Datos de CEPAL, "La cambiante
presencia de las compañías transnacionales en América Latina", 1998
23 Datos de CEPAL, "IED en la
industria automotriz latinoamericana". 1998.
24 Datos de fusiones en la industria
automotriz, en la banca, etc.
25 Clarín, 31/08/99.
26 Clarín, 12-09-99.
27 Banco Mundial, Privatization.
Condition for success_, Washington, 1995. Tomado de Nueva Sociedad nº 153.
28 CEPAL, "Las mayores empresas
trasnacionales presentes en Latinoamérica y el Caribe".
29 Documento de CEPAL, "Las mayores
transnacionales presentes en América Latina y el Caribe". 1998.
30 Datos de CEPAL, "La cambiante
presencia de las compañías transnacionales en América Latina", 1998.
31 Gazeta Mercantil Latinoamericana,
22-09-99. En Clarín, 24-09-99.
32 Datos de Folha de Sao Paulo, Revista
Carta Capital y Censo Empresarial de 1995, realizado por el Banco Central. Utilizados por
Adelar Pizetta en "El MST frente a la crisis: resistencias y experiencias
alternativas".
33 Gazeta Mercantil Latinoamericana,
setiembre 1999.
34 CEPAL, "La cambiante presencia de
las compañías transnacionales en América Latina", 1998.
35 Datos tomados de Nueva Sociedad nº
151.
36 Quinzena nº 280, reproducido de Sem
Terra, junio de 1.999.
37 Revista Veja, marzo 99.
38 Estudio del MST ya citado.
39 La revista Forbes, ubica entre las 500
mayores ricos del mundo a varios brasileños, mexicanos y argentinos_
40 Datos de SELA.
41 J. Petras y H. Veltmeyer, art. cit.
42 Clarín, 23/08/99.
43 ORIT, Informe del director general
1998-99.
44 León Trotsky, op. cit., pág. 95.
45 Pierre Salama, "Pobreza, empleo e
inflación en América latina", en Nueva Sociedad nº 156 (julio-agosto 1998),
pág.112.
46 Datos del Banco Mundial, tomado de
Cristóbal Kay, "Estructuralismo y teoría de la dependencia en el período
neoliberal", en Nueva Sociedad nº 158 (noviembre-diciembre 1998), pág. 101
47 Datos de CEPAL, "Las mayores
transnacionales presentes en América Latina y el Caribe". 1998.
48 Concepto que tomamos de Milcíades
Peña, op. cit.
49 El FOBAPROA para salvar la banca
mexicana, compromete fondos por 65.000 millones de dólares. Ecuador perdió 1.500
millones para sostener su quebrado sistema bancario. Colombia unos 6.000 millones. Cientos
de millones fueron traspasados inútilmente por el gobierno paraguayo a los bancos locales
y financieras durante el año pasado, etc., etc.
50 Le Monde Diplomatique, edición para
el Cono Sur, setiembre de 1999.
51 Página 12, 5/09/99.
52 Jorge Beinstein, "Tomar distancia
de los centros de dominación", en Le Monde Diplomatique, edición para el Cono Sur,
sept. 99.
53 Tomado de James Petras y Henry
Veltmeyer, "Latin America at the end of millennium" en Monthly Review,
julio-agosto de 1999.
54 Tomado de Petras y Veltmeyer, idem.
55 Petras y Veltmeyer, art. cit.
56 Petras y Veltmeyer, op. cit.
57 Datos de Folha de Sao Paulo, Revista
Carta Capital y Censo Empresarial de 1995, realizado por el Banco Central. Utilizados por
Adelar Pizetta en "El MST frente a la crisis: resistencias y experiencias
alternativas".
58 Tomado de Fundamentos para el programa
del PTS, texto borrador de uso interno.
59 Petras y Veltmeyer, op. cit.
60 Datos de CEPAL.
61 Le Monde Diplomatique, edición para
el Cono Sur, set.99.
62 CEPAL señala en diversos artículos
que los gobiernos aplicaron políticas recesivas "sobreactuaron"-, para
mantener recursos libres con que sostener estos pagos.
63 Datos de The Economist, 11/09/99
64 Ver León Trotsky, en Naturaleza y
dinámica de la economía mundial y la economía de transición.
65 Clarín, 12/09/99.
66 Eric Toussaint, "La crisis de la
deuda: análisis y propuestas", en Viento Sur, nº 44, julio de 1999
67 Cepal, Informe de Coyuntura, primer
trimestre de 1.999.
68 Quinzena nº 280, CPV, 30/07/99.
69 Clarín,12/09/99.
Cuadros
Cuadro 1 Flujos de capital hacia América Latina (acumulado
en miles de millones de dólares)9
|
1981-89
1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 |
IED |
83.0
8.7 11.6 17.6 17.2 28.7 31.9 43.8 56.1 |
De "cartera"
|
.... -0.9 - 16.6
28.1 74.4 63.1 5.4 50.9 32.5 |
Fuente: Para
inversiones de cartera, FMI, International Financial Statistics, varios años, para IED
1990-97: UNCTAD, con base en datos provistos por CEPAL. |
Cuadro 2 Inversión extranjera directa en América Latina y
el Caribe10
|
1980 |
1990 |
1995 |
En miles de millones de US$, acumulado |
48.0 |
121.3 |
225.8 |
Como % del total a los países "en desarrollo" |
44.3% |
34.57% |
32.5% |
Como % del total de IED mundial |
9.9% |
7.6% |
8.49% |
Como % de la destinada a Asia |
126% |
68.9% |
55.9% |
|
Cuadro 3América Latina y
el Caribe, Producto interno bruto por habitante (Tasa anual de variación)12
|
|
1980-90 |
1991 |
1992 |
1993 |
1994 |
1995 |
1996 |
1997 |
1991-97 |
Toda la
Region |
-0.9 |
2.0 |
1.3 |
2.3 |
3.8 |
-1.2 |
1.8 |
3.6 |
1.9 |
Cuadro 4 Coeficiente de comercio exterior (exportaciones
más importaciones sobre PBI)14 Año 1997
|
Argentina |
Brasil |
Chile |
Colombia |
México |
Perú |
Coeficiente
de comercio exterior |
17.4 |
14.5 |
45.5 |
27.5 |
54.8 |
23.5 |
Productos
primarios como % de las exportaciones |
45.0 |
28.0 |
59.0 |
74.0 |
14.0 |
73.0 |
|
Cuadro 5 Salarios como porcentaje del ingreso nacional41
Argentina 40.9 31,5 31,9 24,9
Chile 47,7 43,4 37,8 19,0
Ecuador 34,4 34,8 23,6 16,0 15,8
México 37,5 39,0 31,6 28,4 27,3
Perú 40,0 32,8 30,5 25,5 16,8
Cuadro 6
Distribución de la fuerza de trabajo
empleada 1990-9843
1990 1998
Empresas privadas grandes 32.7 % 28.4 %
Pequeñas empresas 20.1 % 23.3 %
Sector Público 15.5 % 12.9 %
Trabajadores independientes 24.7 % 27.7 %
Servicio doméstico 7.0 % 7.7 %
cuadro3
Cuadro 7
Monto y servicio de la deuda externa
latinoamericana 1982-1998 (miles de millones de dólares, montos anuales, a precios
corrientes)53
80 87 90 91 92 93 94 95 96 97 98
Stock de deuda 257 474 476 491 450 526
547 607 627 650 698
% del PBI 36 66 45 45 42 37 35 30 35 36
36
Pagos de la deuda 30 47 41 39 37 38 35 36
35 33 45
% s/ exportaciones 36 37 32 26 26 28 29
29 - -
Fuente: Banco Mundial, World Debt Tables
1994/95, 1994. Informe sobre el desarrollo mundial, CEPAL, varios años.
Cuadro 8
La deuda externa y las exportaciones (en
miles de millones de dólares)54
80 87 90 91 92 93 94 95 96 97 98
Stock de deuda 257 474 476 491 450 526
547 607 627 650 698
% del PBI 36 66 45 45 42 37 35 30 35 36
36
Pagos de la deuda 30 47 41 39 37 38 35 36
35 33 45
% s/ exportaciones 36 37 32 26 26 28 29
29 - - -
Fuente: Banco Mundial, Tablas de la deuda
Mundial 1994/95, 1994. Informe sobre el desarrollo mundial, CEPAL, varios años.
Cuadro 9
Pagos de renta por inversiones en
acciones y utilidades (miles de millones de dólares, montos anuales)59
1993 1994 1995 1996 1997
Renta de acciones 27.5 34.0 41.6 40.0
59.0
IED 14.3 16.6 16.7 17.8 19.9
Otros 12.6 18.1 25.7 22.2 20.1
Fuente: FMI, varios años; UNCTAD, 1988:
267-268; U.S. Dept. pf Commerce-BEA, 4/03/99.
cuadro4
Cuadro 10
Variaciones del PBI en 199963
País Evolución Evolución anual de la
del PBI Producción Industrial
México 3.2 q1 5.2 junio
Argentina -3.0 q1 -12,0 julio
Brasil -0,8 q2 -2,9 junio
Chile -3,6 q2 -7,9 julio
Colombia -4,8 q1 -14,4 junio
Venezuela -8,2 q2 s/datos
(Q: trimestre ) |
|