EL PERÍODO DE REVUELTAS Y ESTALLIDOS EN ARGENTINA
REVUELTAS Y SUJETO
Las revueltas y estallidos que atravesaron el continente
latinoamericano en los últimos años, con jalones como el Santiagueñazo y la rebelión
de Chiapas, mostraron la intervención de sectores de masas como los asalariados del
Estado, los trabajadores de servicios y el campesinado, mientras los batallones centrales
de la clase obrera -el proletariado industrial-, permanecían fuera del centro de la
escena.
La situación actual que atraviesa la lucha de clases le plantea al marxismo
revolucionario la necesidad de desarrollar respuestas teóricas, políticas y
programáticas que den cuenta de los nuevos acontecimientos que desde 1989 se han
desplegado en la arena mundial. Es el curso que ha tomado desde entonces la resistencia de
las masas lo que ha planteado, en el seno de la intelectualidad académica que se reclama
marxista, diversas posturas y elaboraciones.
Avanzaremos entonces en polemizar con dos posturas actuales (a nuestro entender ambas, por
distintas vías, erróneas) alrededor de la capacidad de las luchas actuales frente a la
ofensiva imperialista, y de la relación establecida, sus límites y sus potencialidades,
respecto a la revolución socialista.
En primer lugar, con quienes embellecen el carácter de las revueltas actuales, y que sin
ver sus límites, asumen posiciones de corte populista que no plantean la necesidad
urgente de la sincronización e intervención del proletariado industrial y sobrestiman el
rol de los estatales y el campesinado; todo lo que culmina en claudicación a las
direcciones políticas y sindicales traidoras que impiden la centralización de la
contraofensiva.
En segundo término, debemos decir que hay también posturas marginales que, partiendo de
una visión subjetivista que considera como "clase obrera" sólo al proletariado
industrial, concluyen que acciones como el Santiagueñazo expresan a sectores ajenos a la
lucha de clases del proletariado.
Debemos polemizar con estas variantes del marxismo académico ya que, desgraciadamente,
las organizaciones que se reclaman de izquierda -y en particular aquellas del movimiento
trotskista- no han presentado elaboración alguna respecto a las revueltas y el sujeto
social de la revolución proletaria.
Será con James Petras, intelectual norteamericano que se reivindica
marxista y fiel exponente de la primera postura, con quien polemizaremos; reivindicación
que, por otra parte, consideramos valiosa ante el verdadero éxodo protagonizado por
centenares de intelectuales desde 1989 hasta hoy (muchos de los cuales crecieron a la
sombra del stalinismo y ante la ausencia de esta sombra se convirtieron raudamente en
cultores de alguna variante ideológica burguesa).
Pero, a pesar de esto, Petras desplegará una perspectiva claramente errónea ante la
situación latinoamericana actual. En el libro "Conversaciones con James Petras"
afirmará que frente al "deterioro político del capitalismo ... a la decadencia
política asociada con el liberalismo" el caso de Chiapas "es una señal
de un proyecto que está mostrando la capacidad de presentar a nivel nacional e
internacional una alternativa: de rebelión popular, con el pueblo en armas, y la lucha
extraparlamentaria fuera del sistema político electoral controlado por los partidos".
Define además que el fenómeno de revueltas latinoamericanas, más allá de su diferencia
en la composición social y los alcances, "es una nueva ola, que empieza a tomar
fuerza", caracterizada por el espontaneísmo y "la acción directa".
La "acción directa" - como define a la acción de "los guerrilleros en
Chiapas, la toma de la ciudad argentina de Santiago del Estero"- es una
"alternativa política".
Petras nos presenta así un panorama que no ve los límites profundos que poseen, en
relación a la revolución, las revueltas y rebeliones espontáneas, las acciones de
resistencia protagonizadas por sectores de los explotados. Si definimos en este dossier
que no hay un muro insalvable entre la revuelta y la revolución (es decir que las
acciones defensivas contienen gérmenes insurreccionales de la contraofensiva de masas,
que merecen ser), es porque estamos lejos de visiones como la que citamos que absolutiza
las potencialidades de la revuelta y la erige en una estrategia a seguir.
Y si decimos esto es porque esta "nueva ola" (que nosotros definimos más
precisamente como un período de generalización de revueltas y estallidos) que ha
cambiado sin ninguna duda la situación en los principales focos de la lucha de clases del
continente (como Argentina y México), que ha abierto profundas crisis en gobiernos
fundamentales para el plan de recolonización imperialista y en la que la lucha obrera y
popular ha puesto límites parciales a la ofensiva del capital, no ha logrado superar aún
el caracter espontáneo y objetivo de la acción de las masas. Esta "nueva ola"
se caracteriza también por el aislamiento, la discontinuidad y la desincronización
planteada entre los distintos sectores que salen a la lucha y el proletariado industrial.
Es esta desincronización el límite central de una situación que se mantiene en sus
fases iniciales y defensivas y que no ha logrado abrir procesos revolucionarios a pleno.
División y discoordinación que se muestra entre los estatales del interior argentino y
los batallones pesados de los cordones fabriles, entre los campesinos brasileños que se
enfrentan en conatos de guerra civil con las guardias blancas de los terratenientes y el
joven y potente proletariado de San Pablo. Esta desincronización se ha expresado en toda
su negatividad en la ausencia del proletariado industrial. Esta ausencia es un factor
actuante en la lentificaión de las tendencias a la radicalización política y al
surgimiento de organismos 1.
¿En qué sentido es Chiapas y esta nueva ola un ejemplo o una "señal"
alternativa? Sólo en el sentido de marcar el heroísmo presente en la acción de las
masas campesinas chiapanecas. Pero no es "ejemplo" que hasta ahora no se haya
desarrollado y confluido con el proletariado superexplotado en las maquiladoras. Y ha sido
gracias a la actuación de la direccion reformista del Ejército Zapatista que se impidió
la coordinación y el inicio de la contraofensiva de las masas mejicanas, castrando todo
atisbo de surgimiento de organismos independientes (subordinado el movimiento campesino a
la dirección militarizada de la guerrilla chiapaneca) y desviando las luchas actuales
hacia la mesa de negociación.
Pero Petras planteará otra evaluación de los movimientos y organizaciones que han
surgido en los últimos años poniéndose al frente de sectores de las masas.
Refiriéndose al Movimiento de los Sin Tierra de Brasil (MST), nos dirá que su política "forma
parte de una estrategia para consolidar una alianza popular multiclasista capaz de
producir fracturas en la sociedad civil y en el estado". Y en cuanto al EZLN: "constituye
una referencia política positiva para América Latina y también diría para toda la
izquierda mundial".
Discutiremos entonces el real significado que adquiere en Petras el concepto de
"alianza popular multiclasista". Como vemos, este adquiere su contenido
alrededor de la política impulsada por organizaciones como las ya citadas.
¿Cuál fue la alianza sustentada en la política del EZLN? La alianza con la burguesía
mejicana.
El reformismo armado del zapatismo lo demostró fehacientemente: luego de disparar escasos
tiros en enero de 1994, se sentó a la mesa de negociación con el PRI y el PRD. El EZLN
fue, ante la rebelión campesina en México, la pieza preciada de la burguesía para
salvatar al priato: la pata izquierda de la negociación hecha para hacer cambios
cosméticos en el régimen y contener a las masas.
Mientras tanto, las bandas armadas por los terratenientes masacraban a los campesinos
desarmados y el proletariado industrial estaba atenazado entre el férreo control de la
burocracia afín al PRI y el látigo del capital. El Zapatismo cumplió el rol clave de
mantener en pie esta división, mientras la burocracia charra se encargaba de esto mismo
en los sindicatos industriales.
He aquí como la "alianza multiclasista" dirigida por el zapatismo no es más
que la división de las masas explotadas y su subordinación a las distintas alas
burguesas.
Un nuevo ejemplo de ello es la política llevada adelante por la dirección del Movimiento
Sin Tierra del Brasil. Las justísimas y sentidas reivindicaciones de sectores campesinos,
que reclaman la entrega de tierras (muchas veces prometida demagógicamente por los
gobiernos burgueses) es llevada a la impotencia por los dirigentes del MST. Estos, ligados
por múltiples lazos a la Iglesia, vienen negociando con el gobierno la entrega controlada
de tierras improductivas (salvando así las extensas propiedades de la Iglesia), para
contener y apaciguar las demandas campesinas. Al tiempo que se desvía al movimiento
campesino de la reivindicación de una reforma agraria radical que ataque a los grandes
terratenientes, se enchaleca su potencialidad revolucionaria. Y es que mientras en el
campo se viene desarrollando una guerra civil incipiente y larvada en el enfrentamiento
con las bandas fascistas y con las fuerzas armadas; la dirección del MST lleva adelante
una política criminal. Mientras llama a confiar en la negociación con el gobierno,
desarma al movimiento campesino e impide que las tendencias espontáneas al armamento se
concreten. El resultado nefasto de esta política se ve en los centenares de dirigentes y
militantes campesinos asesinados en los últimos años, y en las masacres de Pará y
Rondonia.
Cumple, en el campo, el rol que el PT y la dirección de la CUT cumplen sobre el
proletariado industrial, repartiéndose los roles de mantener divididas a las masas y de
llevarlas a la derrota.
Ya hemos visto en el artículo previo otro ejemplo de esto, en los sectores de la
burocracia argentina que se ubicaron al frente de las luchas del interior, como el
santillanismo o el CTA llevando el proceso de revueltas estatales al molino de la
oposición burguesa y dejando al proletariado industrial en manos de la burocracia
sindical oficialista (CGT).
Esta postura no es aislada ni circunscripta al campo académico, sino que es compartida
por las organizaciones de izquierda populistas y stalinistas; lamentablemente también
están quienes en nombre del trotskismo se acercan peligrosamente a ella, como el
Movimiento Socialista de los Trabajadores en Argentina. La búsqueda de la "unidad de
la izquierda y de los luchadores" (como se expresa en política la teorización de
Petras), termina en definitiva como un crudo seguidismo de la burocracia sindical y a
remolque del carro de alguna variante burguesa "opositora".
Para los revolucionarios, la "unidad popular multiclasista" sólo puede ser
correcta si expresa la búsqueda de una alianza de las clases explotadas, y en primer
lugar del proletariado y el campesinado. Pero dicha alianza sólo puede ser efectiva si
levanta un programa que enfrente a la burguesía y al imperialismo, y desde ya a los
agentes del capital en el seno de las organizaciones de los explotados, como la burocracia
sindical. No hay "unidad" que valga si la suma es igual a cero: y esto es lo que
sucede cuando el zapatismo lleva las aspiraciones y las ilusiones de la rebelión
campesina tras la mesa de negociación del PRI.
Sólo puede tener un carácter y programa políticamente revolucionario si la
"unidad" es dirigida por el proletariado. Ya en 1918 Lenin afirmaba que "si
el campesinado no sigue a los obreros, marcha entonces a remolque de la burguesía".
Y es que la resolución efectiva de las demandas y aspiraciones de las masas explotadas
sólo puede darse en el marco de la revolución social, lo que plantea que sólo puede
tener una perspectiva superadora y revolucionaria, si se da bajo la égida de la clase
obrera (y en particular de sus batallones centrales; el proletariado industrial).
Para nosotros, afirmar que no hay un muro entre las revueltas y luchas defensivas y la
contraofensiva y el inicio de la revolución, equivale a definir cuáles son las vías por
las cuales el movimiento de masas puede superar estas fases iniciales de la actual etapa
de la lucha de clases. O dicho de otra forma, la necesidad de enfrentar la acción de las
direcciones reformistas como el EZLN o el MST de Brasil, que son la pata izquierda de la
estrategia burguesa que mantiene en la impotencia y el aislamiento a la resistencia de las
masas y aplasta su energía revolucionaria.
Por el contrario, la "alianza popular multiclasista" y las visiones
"populistas" hacen de la revuelta una estrategia y de la piedra y el fuego el
método por excelencia, a la par que esconden y "obvian" la ausencia del
proletariado industrial en la arena de la lucha de clases. Esconden tras esto la
claudicación y la subordinación a las mismas direcciones reformistas que garantizan la
división y la desincronización de las masas y que las heroicas luchas vayan a la vía
muerta de diversas variantes burguesas.
Frente a esto, está planteada la necesidad de construir el partido revolucionario,
enfrentando a las direcciones existentes y peleando por una verdadera alianza de las
clases explotadas acaudilladas por el proletariado, la única clase capaz de dar respuesta
revolucionaria a las demandas de las masas explotadas y los pobres de la ciudad y el
campo.
Polemizaremos aquí con la segunda postura que definimos al comienzo.
Beba Balvé, intelectual argentina, en un trabajo en el cual compara el Cordobazo de 1969,
en el que jugó un rol destacado y central la clase obrera fabril, y el Santiagueñazo,
acción de masas en la que el sector fundamental fueron los asalariados del Estado (como
los administrativos y los docentes), establece que estos últimos son un sector social
extraño a la clase obrera. Citaremos extensamente las definiciones polémicas que allí
aparecen.
"...unos (se entiende que la clase obrera industrial, N. del A.) están en
la producción social o en el mercado, en función social en la sociedad, y los otros en
el aparato del Estado, en el ámbito del régimen ... para unos su actividad es social,
para los otros estatal. Unos se relacionan con los "capitalistas", el otro polo
de la relación, estos, con los funcionarios del Estado. Pertenecen a los aparatos de
carácter burocrático, formando parte de la burocracia estatal.".
"De donde sus movimientos son expresión de una crisis al interior de los aparatos de
carácter burocrático estatal... hace a la recomposición del centralismo de carácter
burocrático."
Entrando de lleno en la comparación, define que el Santiagueñazo "no sólo
difiere en cuanto a las condiciones, el medio y las circunstancias respecto a 1969, sino
también en cuanto a quién es el sujeto de la acción. Sabido es que la clase obrera, la
clase trabajadora en general y los asalariados del estado conforman en su conjunto a la
población asalariada, pero ésta contiene en su interior más de una clase social. Es
decir, se puede ser asalariado y obrero o pequeño burguesía asalariada.".
Para no dejar lugar a dudas de dónde engloba a los empleados del Estado, Balvé afirma
que "la clase obrera para lograr sus objetivos está dispuesta a romper la
legalidad burguesa. Eso es impensable en un asalariado del estado que no sea obrero. El
estatuto del empleado público es la expresión de lo que es un asalariado de aparatos
administrativos estatales"2. Partiendo de identificar clase
obrera con proletariado industrial, Balvé avanza en sugerir una definición de los
asalariados del Estado como parte de la "pequeño burguesía asalariada"3.
En este punto iniciaremos nuestra polémica.
El concepto de clase obrera y los clásicos
En primer lugar, hay una discusión planteada en torno al Estado. Tanto Engels como Lenin definen al Estado como el órgano de dominación de clase, y ligado indisolublemente, no sólo a la existencia de una "fuerza especial, cuerpos armados especiales", sino también a la burocracia estatal, la que "dueños de la fuerza pública y del derecho a recaudar los impuestos, los funcionarios públicos están ahora situados, como órganos de la sociedad, por encima de la sociedad", y a la cual la burguesía "está unida por miles de hilos"
4.Clase obrera y ofensiva burguesa imperialista
Beba Balvé afirma, partiendo de su definición de clase obrera, que
los movimientos de los asalariados del Estado se ubican en "el ámbito del
régimen", y expresan "crisis al interior de aparatos de carácter
burocrático estatal". Acciones como el Santiagueñazo no habrían roto la"legalidad
burguesa".
Nosotros hemos respondido desde un ángulo teórico. Creemos que nuestra respuesta es
contrastada fielmente por la actualidad de la lucha de clases.
Como desarrollamos en el artículo, los planes imperialistas plantean un proceso de
recolonización y restructuración de los viejos estados semicoloniales, como parte de una
ofensiva sobre el conjunto de las masas. Frente a los mismos es que se levantó la
resistencia de las masas latinoamericanas, protagonizada centralmente por sectores no
pertenecientes al proletariado industrial y que en nuestro país tuvo como principal
protagonista a los asalariados del Estado del interior, uno de los sectores más atacados
de la clase.
Resistencia ciega, sorda y muda, iniciada desde un bajísimo nivel de conciencia, pero
que, ante la ausencia e inactividad del proletariado fabril, le mostró a la burguesía el
límite impuesto por las masas: empantanó y puso un palo en la rueda de la ofensiva
imperialista en los principales países, y se convirtió en un factor actuante en la
crisis de los planes Brady.
Muy lejos estamos de ver estas acciones como fruto de "disputas
interburocráticas", que no provocan ni siquiera un rasguño a la "legalidad
burguesa".
Por el contrario creemos que, partiendo de lo dicho, el Santiagueñazo y las revueltas
posteriores adquirieron un carácter de enfrentamiento político objetivamente
antimperialista (al enfrentar al imperialismo y sus planes de recolonización sobre los
estados semicoloniales y sus fuerzas productivas y de esclavitud sobre las masas nativas)
y por ende anticapitalista.
¿Rompió los marcos de la "legalidad burguesa" el Santiagueñazo; es
ésta cuestionada por la lucha de los estatales?
Fue la ofensiva imperialista sobre la nación oprimida lo que hizo que los estatales de
Santiago, junto a los oprimidos y miserables de la provincia, prendieran fuego a los
edificios de los tres poderes provinciales, violentando la "legalidad
burguesa". Fueron los padecimientos y sufrimientos a los que las masas se ven
sometidas por el capital, lo que hizo que un estatal santiagueño rompiera la "legalidad
burguesa" y en el balcón de la legislatura profanara el santo sillón de algún
diputado burgués en una imagen que recorrió el mundo. Fue el ataque lo que hizo que
sectores de las masas y de los trabajadores estatales apelaran a la piedra y el fuego para
enfrentar al estado y al gobierno, poniendo un jalón en la superación de los elementos
de pacifismo que posee la conciencia de la clase.
Lejos de poder ser atribuido al "carácter de clase" de los estatales, si las
revueltas posteriores no lograron lo que logró el Santiagueñazo, responde en primer
lugar, a que hubo direcciones sindicales y políticas que impidieron concientemente que se
despliegue toda su potencialidad.
NOTAS:
1 Los asalariados del estado, en el marco de pertenecer a la clase
obrera, expresan en sus acciones las contradicciones que su vieja conciencia posee
producto de su ubicación social y económica. Marx hacía notar la importancia que tenía
el hecho de que fuera "el erario público, y no el capital, el fondo de
trabajo": si consideramos a la gran masa de asalariados del estado como un
"seguro de desempleo" pagado por el estado, es decir una conquista indirecta de
las masas, al mismo tiempo creemos que los estatales han sido, sobre la piedra basal de la
relación establecida con el capital vía el estado, la base electoral y social de los
gobiernos, una suerte de "clientela electoral" del mismo. Esta cuestión se va a
plasmar en una conciencia de confianza y presión sobre el estado para obtener
concesiones, cuestión que evidentemente incide en lentificar las tendencias hacia la
radicalización política y de los métodos.
Desde ya que el carácter de la ofensiva ha impulsado que aquellos deban apelar a lo que
ha sido el símbolo de la revuelta: la piedra y el fuego; para obtener las mas mínimas
concesiones, avanzando sobre su vieja conciencia. Pero ni los asalariados del estado, ni
tampoco el campesinado que ha emergido en Chiapas y en Brasil (que es capaz incluso de
realizar acciones que avancen en el sentido de cuestionar la propiedad privada), pueden
asumir el rol reservado al proletariado industrial con sus métodos y sus organismos.
2 Balvé, Beba; "Hegemonía proletaria y hegemonía burguesa"; serie Estudios
Nro.73 Centro de Estudios en Ciencias Sociales; Buenos Aires.
3 Esta definición incluye, cuando menos, a los estatales actuantes en Santiago del
Estero, es decir a los administrativos, los docentes, judiciales, etc; es decir a los
estatales pertenecientes a lo que se conoce como el sector "terciario".
4 Lenin, V.I.; "El Estado y la Revolución", pág.336, Editorial Cartago.
5 Ibidem, pag.336
6 Trotsky, L.; "A 90 años del Manifiesto Comunista" en "El programa de
Transición", Pag.22, Ed.Crux
7 Lenin, V.I.; ob.cit., pag.336
8 Idem.
9 Idem.
10 Aunque la discusión presente está circunscripta a los asalariados del estado, Beba
Balvé define como "pequeña burguesía asalariada" al conjunto de los
trabajadores del sector servicios. Esta definición equivocada excluye de la clase obrera
a un sector de centenares de millones de trabajadores en el mundo, sobre el que han
avanzado las condiciones de proletarizaciòn de su trabajo y que además, sin ser
comparable a la importancia fundamental del proletariado industrial, ha adquirido en las
últimas décadas un peso mayor en el circuito de producción capitalista, siendo capaz de
paralizar con su acción sectores importantes del mismo (como los bancos, los transportes,
etc).
11 Marx: "Grundrisse", Tomo II, pág. 21-23, Siglo XXI Editores
12 Idem.
13 Idem.
14 Idem.
15 Idem.
16 Trotsky, León: "La Agonía del capitalismo y las tareas de la Cuarta
Internacional", Programa de Transición.