Facundo Aguirre
El período de
"revueltas y estallidos" abierto en 1989
Las
revueltas y las luchas del movimiento obrero en el siglo XX
"Fuerzas elementales"
Las
fases de la revolución proletaria. Las revueltas y la revolución permanente
Las revueltas
actuales y su relación con la revolución
Las tendencias a la
irrupción del movimiento obrero
¿Cuáles
pueden ser los caminos de la irrupción de la clase obrera?
Un programa para la revolución
socialista
La revuelta y el partido
revolucionario
El período de "revueltas y estallidos" abierto en 1989
Nuestra corriente ha definido al período que caracteriza la etapa
abierta en la situación mundial a partir de los procesos del 89-91, como un
período de revueltas y estallidos, una de cuyas máximas expresiones ha sido la misma
caída del Muro de Berlín. Las revoluciones políticas fueron, en sus inicios, meras
revueltas que, por la crisis en que se encontraban los Estados obreros deformados y
degenerados, combinado con grandes "brechas en las alturas", se transformaron en
revoluciones*.
Este período de revueltas puede verse claramente en el impulso que tomó la Intifada
palestina (que comenzó en 1987), el Caracazo en Venezuela de 1989, las revueltas del
hambre en Rosario, Argentina en el mismo año, así como la rebelión negra en los Angeles
en 1992.
El "Santiagueñazo" del 16 de diciembre de 1993 en la Argentina y la rebelión
de Chiapas en enero de 1994 marcaron nuevos hitos en este período. También se sucedieron
las revueltas estudiantiles en Francia contra las leyes Balladur en 1994, los disturbios
continuos de jóvenes marginales e inmigrantes en Francia e Inglaterra, las revueltas
campesinas en Brasil y Bolivia en el 95, las revueltas provinciales en la Argentina
a lo largo del 94 y del 95.
Todos estos son claros ejemplos de que las piedras y el fuego han sido los símbolos de la
lucha de clases en el período**.
Los acontecimientos del 89 a la fecha muestran que de forma lenta, con bajo nivel
de conciencia y si se quiere tortuosa, la resistencia de las masas después del 89
tiende a ir del Este hacia el Oeste frente a los ataques "globalizados" del
imperialismo, percibiéndose una tendencia a generalizar la resistencia de la clase obrera
mundial y los pueblos oprimidos.
Las revueltas demostraron como fue (y es) imposible avanzar en la constitución de un
"Orden Mundial" imperialista estable si no se derrota decisivamente a las masas.
Una muestra palpable de esto es que donde más consiguieron avanzar los planes
imperialistas fue en China (mediante la masacre del movimiento de la plaza Tien An Men en
1989), en Medio Oriente (mediante la derrota de Irak en el 91 que llevó a los
posteriores acuerdos entre la OLP e Israel), y en la ex-Yugoeslavia (mediante la derrota
del movimiento nacional de los musulmanes bosnios que llevó a los reaccionarios acuerdos
de Dayton).
En el marxismo hay quienes consideran a las revueltas como los últimos
estertores de una clase que se encuentra en retirada, con su conciencia y organización
destruídas y planteándose como tarea la reconstrucción de las mismas como en los
orígenes del movimiento obrero, es decir mediante la propaganda del socialismo y la
reconstrucción de la unidad con el programa mínimo. Por otro lado, están los que niegan
las revueltas como tales y las consideran como una lucha económica más, parte de un
proceso de "recomposición" de la clase obrera, recomposición que ven
desde una óptica sindicalista. Ambas visiones desconocen las grandes lecciones de lucha
del proletariado en el último siglo. Basándonos en ellas, intentaremos en este trabajo
demostrar la relación precisa que existe para nuestra corriente entre este período de revueltas
y la revolución proletaria.
Las revueltas y las luchas del movimiento obrero en el siglo XX
En el siglo XX, en la época imperialista, que los marxistas
denominamos como de crisis, guerras y revoluciones, las revueltas fueron factores
actuantes, junto a otras manifestaciones de lucha, como expresión de la más primitiva
espontaneidad de clase. Intentaremos marcar los períodos del movimiento obrero en el
siglo cruzados por revueltas, para ver los límites y potencialidades de la actual
fase de resistencia que expresan las mismas.
Desde pincipios del siglo hasta la derrota de las revoluciones en Europa del 23-24,
la clase obrera pasó por diversas manifestaciones de lucha y de construcción y crisis de
sus organizaciones. Tal como manifiesta Lenin (y demostramos en otro artículo de esta
revista), para tomar sólo un ejemplo, la clase obrera rusa pasó por distintas fases en
su lucha, donde las revueltas se combinaban con luchas económicas, luego con la
revolución de 1905 -donde prima la huelga política-, la insurrección de febrero del
17, hasta culminar en la Revolución de Octubre del mismo año. Al calor de estos
enormes acontecimientos se fue fogueando el bolchevismo.
Fue en este período convulsivo en el que comenzaron a sacar sus lecciones los grandes
maestros del marxismo revolucionario de nuestro siglo: Lenin, Trotsky, K. Liebneckt y Rosa
Luxemburgo. Estas lecciones se transformaron en programa y estrategia de la Internacional
Comunista (y luego de su degeneración, tuvieron su continuidad en los escritos de Trotsky
y en los trabajos de la Cuarta Internacional). La III Internacional, bajo la dirección de
Lenin y Trotsky, tiende a superar la crisis de dirección revolucionaria del proletariado,
e integrar las revueltas espontáneas en la estrategia de la revolución proletaria.
Un segundo período se abre con la stalinización de la III Internacional, en la década
del 30, donde la crisis de dirección revolucionaria comienza a primar. Sin embargo,
en este período, por la debilidad del stalinismo como aparato mundial (por los errores
cometidos en el "tercer período" ultraizquierdista) y por la ofensiva
contrarrevolucionaria del gran capital vuelven a manifestarse procesos de revueltas que,
al decir de Trotsky, constituían "eventos revolucionarios" que
anunciaban el inicio de la revolución proletaria. Los levantamientos del Llobregat en el
32, los motines de Cataluña y Casas Viejas en el 33, Asturias en el 34,
todos en España. Toulon, Brest, Le Havre en el 35 en Francia, las guerras
campesinas en China, fueron episodios de las heroicas revoluciones que, como en
Francia y España, intentaron frenar el avance de la contrarrevolución y la guerra
interimperialista sin conseguirlo. Es sobre estas grandes lecciones revolucionarias
sacadas al calor de las traiciones al proletariado por el stalinismo y la
socialdemocracia, que se forma la IV Internacional.
Luego del fin de la Segunda Guerra Mundial se abre un tercer período signado por el
acuerdo contrarrevolucionario entre el imperialismo y la burocracia stalinista (Yalta y
Potsdam), donde la espontaneidad de las masas es ahogada por el peso terrible del
stalinismo, la socialdemocracia y los nacionalismos burgueses y pequeñoburgueses. Estas
direcciones traidoras, se apoyaron en el prestigio logrado por el stalinismo tras la
derrota del fascismo y también en las concesiones que debió hacer el imperialismo a
fines de la guerra (que llevó a la reconstrucción de grandes sindicatos de masas). Los
movimientos reformistas controlaron la espontaneidad de las masas y, basados en las
conquistas parciales conseguidas, generaron la conciencia de que para conseguir algo no
era necesario derrotar al imperialismo, llevando todo a la vía muerta de la estrategia
reformista de la mera lucha de presión dentro de la política de "coexistencia
pacífica". Sólo cuando este carácter de la lucha era superado, en el mundo
semicolonial por ejemplo, frente a condiciones de miseria inaudita, stalinistas y
pequeñoburgueses se ponían al frente de los movimientos revolucionarios abortándolos en
su etapa de "independencia formal" o, en algunos casos contados, expropiando a
la burguesía, pero cuidándose de derrotar físicamente a la vanguardia revolucionaria y
a sus partidos para impedir que estos acontecimientos cuestionaran el acuerdo
contrarrevolucionario de Yalta. En cualquiera de estos casos, lo que primó durante Yalta
fue un fuerte control sobre la espontaneidad de las masas y, por lo tanto, no primaron las
revueltas.
El ascenso del 68-76 viene a marcar el fin de este período, abriendo un proceso de
auge proletario y revoluciones clásicas. Su desviación en el centro (Francia, ascenso
europeo, revolución portuguesa) y su derrota en las semicolonias (Cono Sur de América
Latina), dio tiempo al imperialismo yanqui para recuperarse de la tremenda derrota sufrida
en Vietnam, y relanzar un ataque reaccionario a gran escala en la década del 80 (1).
El año 1989, como dijimos más arriba, está signado por el resurgir de la espontaneidad
de las masas y por la enorme crisis de dirección y de las organizaciones del movimiento
obrero.
Las "revueltas" contienen en germen elementos de
"insurrección" que no logran desarrollarse por el estadio defensivo de
la lucha de clases que estas representan. Es decir que contienen en sí la posibilidad de
superación de las mismas como acciones de resistencia o como meros actos de "presión
extrema".
Las "revueltas" son la manifestación de "fuerzas
elementales" que pueden llegar a expresarse como "jalones de
insurrección" e, inclusive, llegar a la "insurrección espontánea",
como un acto en el proceso de la revolución. Para Trotsky la insurrección surge "por
el ímpetu elemental de una revuelta general..." (Historia de la
Revolución Rusa, Ed. Sarpe, pág. 358).
Las revoluciones antiestalinistas de 1989 son una clara expresión de cómo las "revueltas"
pueden ser una fase de un proceso revolucionario, es decir que no hay ninguna
"muralla china" entre ambos. La revuelta es, si se quiere, la más inmadura y
defensiva de sus fases, pero donde queda claro cómo de éstas se puede pegar un salto a
un nivel superior. Por ejemplo, estas "revueltas-revoluciones" antistalinistas
del 89-91 se extenderían, también como revueltas, al conjunto del mundo capitalista a
partir de esa fecha.
Los sucesos de 1989 comenzaron en China como una revuelta general de los estudiantes que
arrastraron tras de sí a los obreros de Pekín, siendo sangrientamente reprimidos por los
tanques del "Ejército Popular de Liberación", aplastando el proceso
revolucionario en sus comienzos. Sin embargo esta derrota de gran magnitud, no fue
suficiente para impedir que en Europa del Este se desatara una catarata de movilizaciones
ultramasivas pero pacíficas (a excepción de Rumania), que se transformaron en el inicio
de un proceso revolucionario.
Fue por las brechas abiertas en las alturas (elemento al cual Lenin le daba gran
importancia), entre las distintas fracciones de la burocracia y de éstas con el
imperialismo (recuérdese que Gorbachov lanzó la perestroika en el 85), junto a las
condiciones de putrefacción de los Estados obreros burocratizados
(2), endeudamiento masivo, crisis de la planificación burocrática,
comienzo de ruptura en el monopolio del comercio exterior, junto al comienzo de la
disgregación de los regímenes stalinistas de partido único. Fue por todo esto que las
revueltas no necesitaron de mayor energía de las masas para derrocar a los régimenes de
partido único, es decir, para convertirse, de "meras" revueltas en
procesos revolucionarios.
Trotsky, refiriéndose a las insurrecciones espontáneas que expresaban a las fuerzas
elementales de las masas, definía como insurrección de las fuerzas elementales
"a un movimiento de masas que, ligado por su hostilidad al antiguo régimen, no tiene
perspectivas claras, ni métodos de lucha elaborados, ni dirección que conduzca
conscientemente a la victoria, la insurrección de las fuerzas elementales no puede salir
de los límites del régimen burgués" (L. Trotsky, Historia de la Revolución
Rusa, pág. 358/359).
¿Cómo llevar esta formulación al 89? Sin perspectivas claras, ni métodos de
lucha elaborados, ni dirección revolucionaria, las "insurrecciones de fuerzas
elementales" sólo llegaron a derrocar el "régimen de partido único",
pero no pudieron acabar con el dominio de la burocracia y sus FFAA, ni mucho menos
regenerar de forma revolucionaria a los Estados obreros degenerados y deformados.
De aquí surgen dos lecciones de capital importancia: la primera es que las revueltas y
las revoluciones tienen la misma dinámica, tanto en los Estados obreros deformados
y degenerados como en los Estados capitalistas. Y la segunda es que si en el capitalismo
no pueden salir de los límites del régimen burgués, en los Estados obreros deformados y
degenerados tampoco pueden salir de los límites de una lucha contra las formas del Estado
-en este caso los regímenes de partido único en los Estados obreros deformados-, que sin
acabar con el dominio de la burocracia no pueden romper con los marcos del Estado obrero
deformado y degenerado, siendo impotentes para frenar la descomposición de los mismos y
más aún, para lograr su regeneración revolucionaria.
Trotsky hacía esta definición: insurrección de fuerzas elementales, para diferenciarla
de la "insurrección como arte" que debía combinar la espontaneidad de
las masas, con la dirección de un partido revolucionario. Señalaba que la
insurrección era un acto de la revolución y que las insurrecciones espontáneas dejaban
sin resolver la cuestión del poder que garantizara la victoria. Sin embargo, aclaraba
que no podía existir una insurrección de fuerzas exclusivamente elementales, diciendo
que ésta "para la mayoría de sus participantes, es fecundada por aquellas ideas
en las que los insurrectos vean una salida para los dolores de su existencia"
(Idem, pág. 358). Trotsky planteaba este análisis para explicar cómo Febrero del
17 había contado con el fermento que significaban los obreros avanzados educados
por el bolchevismo en las lecciones de la revolución de 1905, que fueron la vanguardia de
ese gran acontecimiento.
Volviendo al 89 cabe preguntarse ¿Por qué ideas fue "fecundado"?
Por un lado por el odio creciente hacia la burocracia, a quien identificaban como la
responsable de todas sus penurias y de su opresión. Pero, desgraciadamente, y gracias al
rol del stalinismo, identificando a éste con "el socialismo", lo que
constituyó la base para el crecimiento de la influencia de las Iglesias católica,
ortodoxa y protestante, que echaron las culpas a la nacionalización y no al dominio de la
burocracia. También fue "fecundado" por la televisión occidental que mostraba
lo bien que se vivía bajo el capitalismo en... Suecia y Alemania Occidental. Luego estas
ideas reaccionarias fueron reforzadas por el rol de los Foros Cívicos, de la burocracia
reciclada en restauracionista e incluso por opositores salidos de las prisiones como Havel
o Peter Uhl (que gozaban del prestigio ante las masas por su cautiverio), que al principio
plantearon soluciones utópicas "terceristas" (ni capitalistas ni socialistas),
para plantear poco después que no había otra salida que el capitalismo. Estos elementos
de "conciencia" (es decir, de terrible atraso de la misma) fueron los que le
dieron un "color" tan reaccionario a estos procesos, que hizo que algunos
"marxistas" no vieran que se trataba de una resistencia frente a la ofensiva
imperialista, con la burocracia transformada en agente directa de ella, sino que,
confundiendo las movilizaciones objetivas con la conciencia atrasada y sus direcciones
pequeñoburguesas y restauracionistas, concluyeron que desde el inicio se trataba de una
contrarrevolución social (3). Se trató de fuerzas
predominantemente elementales: odio a la opresión de la burocracia y a las
condiciones cada vez más degradadas de su existencia. "Fuerzas elementales" que
entraron en movimiento con una conciencia ultra atrasada, altamente contradictoria, porque
durante décadas las masas fueron identificando progresivamente al stalinismo con el
"socialismo" (4).
A pesar de los límites de estos movimientos revolucionarios antiestalinistas:
desincronización con el proletariado de Occidente, bajo nivel de conciencia, con sus
conquistas en descomposición y atacadas una tras otra, estas manifestaciones de
elementalidad de las masas bastaron para causar la caída del orden contrarrevolucionario
pactado en Yalta y terminaron de descalabrar al aparato stalinista mundial. Abrieron
un período que los mismos analistas burgueses definen como de "desorden" e
"impredecibilidad", muy lejos del "fin de la historia" que predicaban
Fukuyama y otros charlatanes por el estilo, inmediatamente después del triunfo
imperialista en la "Guerra del Golfo".
Desde ya que esas "revueltas-revoluciones" no pudieron frenar el proceso
de descomposición de los Estados obreros. La falta de sincronización entre Oriente y
Occidente, la subjetividad del proletariado seriamente dañada por decenas de años de
traiciones bajo el dominio stalinista, socialdemócrata y de los nacionalismos burgueses y
pequeñoburgueses, y la degeneración centrista del movimiento trotskysta, por no haber
sacado las lecciones de los acontecimientos de la posguerra incluído el ensayo general
"anti-Yalta" del 68/76, todo eso explica por qué el ascenso del
89 no se dio sobre bases "clásicas", sino bajo las formas inmaduras de
las revueltas que expresaron la situación de crisis en la que se viene arrastrando el
proletariado desde hace casi siete décadas.
Es decir que sólo con una visión lo más honesta posible de la realidad, se puede no
culpar a las masas por el carácter elemental -aunque feroz- de su resistencia,
sino a las direcciones y a los que se postulan para dirigirlas, únicos culpables de su
"atraso".
Como revolucionarios nos disponemos a actuar sobre la lucha de clases tal cual se da,
y no sobre situaciones "ideales". Por eso teorizamos sobre las revueltas
y las revoluciones actuales, para definir la estrategia, la política y el programa en la
actual etapa.
Las
fases de la revolución proletaria
Las revueltas y la revolución permanente
Las revueltas entonces son acciones espontáneas, con alto nivel de
violencia e inclusive salvajes, pero defensivas por cuanto no tienen como objetivo
reemplazar el orden existente sino presionarlo para obtener algo.
Sin embargo, la diferencia entre la revuelta y la revolución como proceso abierto, se
distingue por el carácter defensivo y ofensivo de cada una respectivamente. Sobre las
revueltas espontáneas que liberan las energías de las masas y su violencia actúan la
profundidad de las brechas en las alturas, que si son pocas no le permiten a las mismas,
por lo embrionario de sus tendencias revolucionarias que se manifiestan sólo en germen,
expresarse en forma ofensiva. Y si "las brechas lo permiten", los pactos y las
treguas, los acuerdos entre los burócratas y dirigentes del movimiento de las masas con
los gobiernos y regímenes de turno, actúan para desviarlas, transformándose en la
política imperialista contrarrevolucionaria más utilizada para frenar esta expresión
aguda pero elemental de la lucha de clases.
La revolución es un proceso ofensivo donde todo tiende a resolverse con las armas en la
mano. El método de la clase obrera es el de la huelga política, la insurrección y la
guerra civil. Sin embargo en esta época que (a pesar de los altibajos de la historia) no
ha dejado de ser de crisis, guerras y revoluciones a lo largo de todo el siglo la
distancia entre la revuelta y la revolución abierta no está determinada como una
fase de aprendizaje y organización necesaria e inevitable, tal como fue en los orígenes
del movimiento obrero, sino que, en este siglo XX constituyen dos fases diferenciadas de
un mismo proceso. ¿Qué queremos decir? En el siglo XIX, las causas condicionantes de
la revolución, para el marxismo, estaban determinadas por la combinación de crisis
cíclicas del capital que abrían brechas en las alturas y un período de crisis
política, haciendo excepcionales las posibilidades revolucionarias del proletariado. Por
el contrario, en esta época imperialista, las crisis constituyen la norma y no la
excepción. A la inversa de la época del capitalismo en ascenso, la época imperialista
está signada por largos períodos de crisis y pequeños períodos de recuperación. Es en
este sentido que ya no hay lugar para las reformas y que se establecen las condiciones
objetivamente revolucionarias de la época y objetivamente anticapitalistas de cualquier
reivindicación seria del proletariado y las masas. Estas condiciones son la base objetiva
para que el proletariado pueda elevarse de los niveles más bajos de conciencia y
organización, a los niveles más altos de lucha política en un corto tiempo (en la
Revolución del 17 sólo hubo 8 meses entre el "inmaduro" Febrero y el
"organizado" y "conciente" Octubre). En nuestra época -como tendencia
general-, la relación entre espontaneidad y conciencia está determinada por el
enfrentamiento abierto y la acción recíproca entre revolución y contrarrevolución. Las
condiciones para el triunfo de la revolución proletaria están determinadas,
entonces, por la existencia o no de una dirección revolucionaria. Es que en esta
época imperialista (siempre hablando como tendencia general) la revolución y la
contrarrevolución se moldean mutuamente. Esto destruye toda visión evolutivista o de
separación mecánica entre la "propaganda socialista" y la agitación y
organización hacia las amplias masas, a la que hoy son afectos tantos pseudo marxistas,
alejando de su perspectiva la revolución proletaria.
Para nosotros las revueltas constituyen una fase no imprescindible, en esta época de
crisis, guerras y revoluciones, de la revolución proletaria; fase que contiene en germen
todas las formas superiores de lucha. Plantean, desde sus fases iniciales, sean cuales
fueren, la necesidad de pasar a la contraofensiva, organizando el frente único para la
lucha política de las masas, las milicias obreras y el programa revolucionario para la
lucha por el poder mediante la insurrección y la instauración de la dictadura del
proletariado. La existencia de un partido obrero revolucionario que se temple y
masifique al calor del combate y que se asigne como tarea la de derrotar al principal
factor contrarrevolucionario al interior del movimiento obrero: las direcciones traidoras
del proletariado
El actual ciclo de revueltas se da en un momento donde se hace de nuevo evidente para cualquiera, como en los 30, que la crisis de las fuerzas productivas no tiene salida dentro de los marcos del capitalismo, lo que lleva a la destrucción de las mismas mediante cracks, crisis y guerras permanentes
(6), para tratar de abrir paso a un nuevo proceso de concentración y centralización del capital y de reconversión de los Estados. Esta crisis es el motor del ataque recurrente al proletariado.Las revueltas son una lucha política que se expresa, de forma defensiva, debido a que la parcialidad de sus reivindicaciones se ve superada por la acción unitaria de las masas contra la institucionalidad burguesa. Las revueltas demuestran "didácticamente" que los explotados para conseguir algo deben destruir todo, demostrando que en esta época las conquistas de las masas son subproducto de luchas revolucionarias. Por otro lado, demuestran su otra cara, su impotencia como medidas extremas de presión.
Ante la crisis de dirección y la profundidad del ataque surgen aquellos que ven en las revueltas los últimos combates de un proletariado derrotado o, como dijimos, los que ven en ellas la continuidad mecánica de la lucha económica. Nosotros decimos que las revueltas son eventos revolucionarios que constituyen una respuesta defensiva de las masas, que frenan y empantanan los planes capitalistas y burocráticos coyuntural y parcialmente, aunque son impotentes para derrotarlos. Que requieren del rol dirigente del proletariado y de un partido revolucionario. Es decir, del trotskismo y de la Cuarta Internacional.
Las tendencias a la irrupción del movimiento obrero
Los partidos reformistas y muchos centristas cansados de luchar, alegan
una falta de combatividad de las masas, mientras hacen todo lo posible por contenerlas
dentro del marco del régimen burgués. Los centristas, lamentablemente, les hacen el
juego hablando el mismo lenguaje de los reformistas: el de la lucha parcial, el de la
subordinación a los sindicatos y las organizaciones dirigentes, por "no estar
maduras las condiciones". Todos ellos se lamentan por el "bajo nivel de
conciencia del proletariado". Mientras tanto discuten interminablemente sobre cuáles
son los caminos de la "recomposición" del movimiento obrero.
La salida reaccionaria a la crisis de la economía imperialista que quiere imponer la
ofensiva del gran capital, es decir, la liquidación de las conquistas sociales y
laborales, la liquidación de las organizaciones de clase, cooptación de las mismas y de
la burocracia, desocupación, flexibilización laboral, etc., encontraron a la clase
obrera sin organizaciones ni dirección para frenar la brutal ofensiva capitalista.
Como dijera Trotsky: "... todo obrero comprende, que, con 2 millones de
desocupados y semiocupados, la lucha sindical por los convenios colectivos es una utopía.
En las condiciones actuales, para obligar a los capitalistas a hacer concesiones serias es
necesario quebrar su voluntad y no se puede llegar a esto más que mediante una ofensiva
revolucionaria. Pero una ofensiva no puede desarrollarse únicamente bajo consignas
económicas parciales...
La tesis general marxista: las reformas sociales no son más que subproductos de la lucha
revolucionaria, en la época de la declinación capitalista tiene la importancia más
candente e inmediata. Los capitalistas no pueden ceder algo a los obreros, más que cuando
están amenazados por el peligro de perder todo.
Pero incluso las mayores "concesiones" de las que es capaz el capitalismo
contemporáneo (acorralado él mismo en un callejón sin salida) seguirán siendo
absolutamente insignificantes en comparación con la miseria de las masas y la profundidad
de la crisis social. He aquí por qué la más inmediata de todas las reivindicaciones
debe ser la expropiación de los capitalistas y la nacionalización (socialización) de
los medios de producción. ¿Qué esta reivindicación es irrealizable bajo la dominación
de la burguesía? Evidentemente. Por eso es necesario conquistar el poder." (L.
Trotsky. ¿A donde va Francia?)
La actualidad de esta afirmación, junto a la terrible crisis de dirección del movimiento
obrero y sus organizaciones, plantean una respuesta al por qué son los aliados del
proletariado o a lo sumo franjas relativamente pequeñas de la clase obrera los que
intervienen bajo las formas de la revuelta y a por qué los grandes batallones del
proletariado no son el actor central de la lucha de clases, dejando su impronta a través
de su método y sus organizaciones.
Sin embargo, aún en estas terribles condiciones, la profundización de la crisis y la
ofensiva del gran capital obligan al proletariado a luchar, como comenzamos a ver en
Bolivia, Paraguay, Brasil o en los países centrales donde vimos en los EEUU la triunfante
huelga de la Boeing, la gran huelga francesa de diciembre del 95, o la lucha actual del
proletariado alemán contra el plan de austeridad de Kohl.
Esto nos permite plantearnos hipótesis acerca de los posibles escenarios por donde la
clase obrera pueda irrumpir masivamente, recuperando sus fuerzas y su subjetividad.
¿Cuáles pueden ser los caminos de la irrupción de la clase obrera?
1) Que ante el ataque capitalista a los proletariados no derrotados de los países centrales, como el ataque a la seguridad social en Europa o al nivel de vida de la aristocracia obrera, se generalice un proceso de huelgas y luchas masivas, que ya se expresaron como tendencia a fines del 93 en Europa y que constituye una tendencia ya real, marcada por la huelga general de los trabajadores franceses de los servicios a fines del 95 y que hoy se plantea como tendencia ante la ruptura del pacto social entre la patronal y los poderosísimos sindicatos alemanes, o si se quiere en la huelga de la General Motors en los EE.UU.
2) El surgimiento revolucionario del proletariado de China y el Sudeste asiático (como preanuncian las más de 2400 huelgas, muchas de ellas salvajes, del proletariado chino del año 95, y los durísimos enfrentamientos entre estudiantes y policías en Corea del Sur), como proletariados sometidos a condiciones casi esclavas de trabajo pero con un altísimo peso en la economía de sus países, y por las enormes contradicciones sociales que el proceso de restauración capitalista está introduciendo en China. Esto afectaría al mundo capitalista por la importancia del mercado chino en la economía mundial.
3) Un resurgimiento del proletariado latinoamericano en países de gran tradición de lucha en condiciones de extrema dureza, como el proletariado boliviano, que viene de una nueva huelga general, o el argentino que aún no entró en escena pero esta acostumbrado a las luchas duras contra dictaduras y gobiernos reaccionarios. Junto al surgimiento de nuevos movimientos obreros como el paraguayo o el brasileño, que adquirieron gran dinámica en los 80 y 90 respectivamente, por el débil control de las mediaciones sobre el movimiento de masas, beneficiándose mucho más rápidamente que otros, de la caída del stalinismo.
4) El resurgimiento del poderoso proletariado ruso, en el cual el voto al neostalinista Partido Comunista Ruso de Ziuganov quizá esté expresando deformadamente (con ilusiones en la demagogia del PCR, tan restauracionista como Yeltsin), su decisión de defender sus conquistas frente a la ofensiva burocrático-imperialista, retomando los hilos del proceso de la revolución política del 89-91.
Sean las que fueren las tendencias a la irrupción generalizada del proletariado, desde el 89 a esta parte hemos asistido a la resistencia feroz de sus aliados en su lucha contra el capital: los campesinos, los pobres urbanos, las razas y etnias oprimidas y los pueblos semicoloniales, los que fueron protagonistas centrales de las revueltas más importantes del período, que han permitido ganar tiempo a la clase obrera frente a la ofensiva del capital, creando condiciones para su irrupción. También las guerras nacionales que expresan las tendencias de los pueblos oprimidos a emanciparse, hacen que el proletariado no se encuentre solo para enfrentar al imperialismo y sus brutales ataques.
Un programa para la revolución socialista
La combinación de las revueltas con la tendencia de entrada en escena
del proletariado ponen en cuestión la estrategia, de que partiendo de las demandas más
sentidas por las masas, eleve la lucha desde sus fases defensivas a una guerra abierta
contra el capitalismo, sus gobiernos, regímenes, Estados y agentes nacionales, como
única manera de defender el más elemental derecho de las masas: la supervivencia.
La teoría de la revolución permanente y el Programa de Transición plantea la forma de
superar esta elementalidad, un programa para "unir" las distintas
demandas de las masas hacia la toma del poder por la clase obrera, dándole unidad al
proceso de la lucha de clases mundial sin negar las especificidades nacionales ni las
tareas concretas que se deben resolver, uniendo así las distintas reivindicaciones, cada
vez más amplias, dadas por el carácter de la ofensiva capitalista en la perspectiva de
la dictadura del proletariado. Las reivindicaciones mínimas, que empujan a las masas
frente al ataque burgués imperialista más y más a la acción, como la defensa de las
conquistas o el salario, las democráticas formales como libertad de palabra o reunión o
estructurales como la liberación nacional y la reforma agraria, se combinan para su
resolución efectiva con las transitorias, como nacionalización bajo control obrero,
etc., en el marco de una perspectiva que unifique a las distintas capas de los explotados
alrededor de sus organizaciones para el combate.
Es que en la época del dominio imperialista, que como lo definía Lenin es "reacción
en toda la línea", ninguna demanda de las masas puede ser resuelta de forma
íntegra y efectiva más que por la dictadura del proletariado. Es decir que no se trata
sólo de hacer "propaganda socialista", sino de levantar un programa
transicional, si no se quiere caer en un propagandismo estéril o en la adaptación
directa a las direcciones reformistas, o en una combinación de ambas.
¿Qué le plantean las revueltas al marxismo revolucionario? La superación del carácter
elemental y de resistencia de la misma mediante un programa que unifique las filas de
la clase obrera, la convierta en caudillo de las demandas democráticas más radicales y
las eleve mediante la autoorganización y el armamento a la lucha por la dictadura del
proletariado.
Es necesario imponer la más amplia unidad obrero-campesina y popular, para enfrentar los
planes del imperialismo y sus agentes. Levantando las demandas de todo el pueblo oprimido
acaudillado por la clase obrera.
Para esto son insuficientes el fuego y las piedras. Hace falta poner en pie los organismos
del frente único para la contraofensiva, que unifiquen las filas obreras organizando a
los sectores más explotados tras banderas de clase.
Es necesario romper todos los pactos y las treguas que contienen la acciones de
resistencia de las masas, que impiden el desarrollo de sus tendencias revolucionarias, es
necesario formar nuevas organizaciones para la lucha, que superen los estrechos marcos de
los sindicatos y los límites que le imponen a la lucha las burocracias traidoras,
transformando la resistencia en contraofensiva. Es necesario desarrollar la
autoorganización y la acción directa de las masas.
Es necesario crear en el seno de los sindicatos (aptos sólo para épocas de paz),
tendencias revolucionarias que luchen por sindicatos revolucionarios independientes del
Estado burgués, enfrentados a los intereses de la burocracia y aristocracia obreras,
luchando por la democracia directa.
Hay que plantear la perspectiva de construir los consejos de obreros y pobres de la ciudad
y el campo, con su armamento y sus milicias, que unifiquen al proletariado por regiones y
lo coordinen nacionalmente poniendo en pie el poder proletario capaz de destruir el Estado
burgués y construir un nuevo Estado proletario.
Son insuficientes las revueltas y las rebeliones espontáneas que cuestionan las
instituciones del Estado capitalista. Hay que preparar la huelga general política para
elevar la lucha a un plano nacional, y una dirección que levante la perspectiva de la
insurrección para la toma del poder por los consejos obreros.
Es necesario reagrupar a la vanguardia preparándola para el avance revolucionario
alrededor de las tres condiciones indispensables para la lucha revolucionaria por la
dictadura del proletariado "el partido, el partido y por último el partido".
La revuelta y el partido revolucionario
Siempre que las masas tienden a responder con energía y violencia a la
ofensiva imperialista, son frenadas por las direcciones traidoras y por carecer de una
alternativa revolucionaria que dirija concientemente esta energía hacia la victoria.
El heroísmo de las masas no encuentra eco en sus partidos y organizaciones dirigentes. La
violencia en las calles de las masas con sus revueltas son respondidas desde los círculos
dirigentes con llamados a la democracia formal y a la conciliación.
Los campesinos de Chiapas encuentran en el EZLN un llamado a abandonar la lucha por la
tierra y aceptar los acuerdos de paz. El movimiento negro de USA encuentra en Farrakhan un
vocero reaccionario que plantea un utópico "capitalismo negro". Los heroicos
combatientes de la Intifada son entregados al Estado sionista por la OLP, en nombre de una
ficticia independencia en la franja de Gaza. Las huelgas y luchas obreras encuentran en
las burocracias, dirigentes traidores a sueldo de la patronal.
La época de crisis, guerras y revoluciones no sólo puso al rojo la necesidad de la
revolución social y su programa, sino que creó la herramienta capaz de garantizar la
victoria mediante una estrategia revolucionaria: un partido bolchevique-leninista, que
eduque a sus cuadros y militantes en la lucha inclaudicable por librar a las masas del
chaleco de fuerza de sus direcciones, que los eduque y los forme en el combate por la
estrategia el programa y la teoría del marxismo, un partido insurreccionalista que, como
el de Lenin, sea capaz de romper con sus concepciones equivocadas en favor de su
estrategia insurreccional que guiaba su acción revolucionaria. Que retome las tradiciones
del bolchevismo, la Tercera Internacional de Lenin y Trotsky y de la Cuarta Internacional.
Lamentablemente aquellos que hablan en nombre del trotskysmo han arriado la bandera de la
lucha por un partido bolchevique, en pos de una estrategia que los conduce por el camino
de transformarse en las alas izquierda de los aparatos sindicales y de las organizaciones
de masas dirigentes. Las conclusiones de estas direcciones frente a las revueltas preparan
sus capitulaciones ante los futuros combates.
"No queremos sólo luchas heroicas, sino, ante todo, la victoria", decía
Trotsky. Esta es la insignia que está inscripta en las banderas de la IV Internacional.
Es necesario un partido capaz de sacar las lecciones revolucionarias de las revueltas para
saber "orientarse en forma crítica a cada nueva etapa y apoyar las consignas que
apoyen las tendencias de los obreros a una política independiente, profundicen el
carácter de clase de esta política, destruyan las ilusiones reformistas y pacifistas,
refuercen la ligazón de las vanguardias con las masas y preparen la toma revolucionaria
del poder" (El Programa de Transición) Es necesario superar la impotencia de la
subordinación a los aparatos sindicales y de los partidos reformistas. Es necesario
luchar por recuperar las tradiciones revolucionarias del movimiento proletario, su
programa y estrategia. Es necesario luchar por la reconstrucción de la Cuarta
Internacional.
* Hasta ahora, esos procesos fueron desviados esencialmente por métodos
democrático-burgueses por la contrarrevolución democrática imperialista, lo que viene
provocando una acelerada descomposición de esos Estados.
** Todas estas revueltas, sin embargo, se combinan con otras formas de lucha como son la
guerra por la autodeterminación nacional del pueblo checheno; otras guerras nacionales,
como la de la ex-Yugoslavia (hoy derrotada); y los conflictos desatados tras la caída del
stalinismo (por ejemplo en el Cáucaso y en Asia central). En los dos últimos años hemos
visto, incluso, cómo las revueltas se combinan con formas de lucha superiores como la
gran huelga política de los trabajadores franceses de fines de 1995 -que estuvo a punto
de voltear al gobierno de Juppé planteando la posibilidad de abrir una situación
revolucionaria, o más recientemente, las huelgas generales políticas de Bolivia y
Paraguay.
1. Esta ofensiva reaganiana-thatcherista provocó el pasaje progresivo de la burocracia
soviética (y de todas las burocracias) de agentes indirectos a agentes directos del
imperialismo. Es así que, según nuestra concepción, 1989 es la resistencia en la
última trinchera a esta ofensiva.
2. Trotsky señala, en relación al inicio de la revolución española: "Pero la
dictadura llevaba en sí el vicio incurable de la monarquía española: fuerte frente a
cada una de las clases por separado, era impotente frente a las necesidades históricas
del país. Esta fue la causa de que la dictadura se quebrara contra los escollos
submarinos de las dificultades financieras y de otro género antes de que fuera alcanzada
por la primera oleada revolucionaria". Podríamos establecer aquí una analogía
que ilustra bastante bien cómo se dio el proceso del '89. Nótese que la economía
planificada y la nacionalización en manos de la burocracia, se habían estrellado contra
las "rocas submarinas" de la crisis económica provocada por el endeudamiento
masivo con Occidente.
3. Es decir, caracterizan a la revolución no por su mecánica (incluida la dirección),
sino que abstraen antidialécticamente al elemento "conciencia atrasada" y lo
unen al resultado, "avance de las fuerzas restauracionistas", para justificar su
caracterización de contrarrevoluciones desde un principio.
Algunos más "sofisticados" citan el trabajo de Trotsky "Estado
obrero, Thermidor y bonapartismo" para afirmar que Trotsky consideraba que el
socialismo, a diferencia del capitalismo se construía "concientemente". Con
esto, Trotsky sólo subrayaba una obviedad: la contradicción entre la anarquía de la
producción en el capitalismo y la planificación conciente de la economía en la
transición al socialismo; nunca se le hubiera ocurrido pensar que algunos epígonos lo
citaran para negar la dinámica de los procesos revolucionarios o para sostener que las
revoluciones políticas debían darse "con un alto nivel de conciencia desde un
principio".
Estos "teóricos" apresurados no reparan en que si tomamos su
interpretación al pie de la letra debemos negar no sólo las revoluciones
anti-stalinistas del '89, sino otras que, con niveles de conciencia mayores que las del
'89, tampoco tenían una conciencia "puramente" socialista. Como se ve, fue y es
la interpretación del Departamento de Estado Norteamericano de las revoluciones
anti-stalinistas de Berlín del '53, Hungría del '56, la primavera de Praga del '68,
Polonia del '80-'82, etc. Estos, apoyándose en algunas ambiguedades políticas y
programáticas inevitables, hacían propaganda de que todas ellas eran procapitalistas.
Sin embargo, debemos reconocer que el imperialismo utilizaba esto sólo como
propaganda para consumo del público Occidental para impedir que la revolución política
pudiera superar sus fases episódicas y sus ambiguedades, siempre se alió con la
burocracia contrarrevolucionaria que, en este sentido, era mucho más segura. El que tenga
dudas de que ésta fue y sigue siendo la política del imperialismo, le convendría pasar
unas plácidas vacaciones en los campos de concentración de la burocracia china, país
con el rango de "nación más favorecida" después de la masacre de Tien-An-Men.
4. ¿A qué se debe la falta de ideas progresivas, o más bien la fuerte presencia de
ideas tan reaccionarias? En primer lugar, podemos afirmar que estas ideas no surgieron de
un día para el otro. Ya que a pesar del aplastamiento de la clase obrera en la URSS de
los '30 y la liquidación física de la vanguardia proletaria en el Este en la segunda
posguerra, si tomamos el desarrollo de las revueltas y revoluciones anti-stalinistas desde
el levantamiento metalúrgico en Berlín Oriental en el '53, la revolución de los
Consejos obreros húngaros del '56, la primavera de Praga del '69 en Checoslovaquia, etc.,
llegando hasta la revolución polaca del '81-'82, veremos una evolución de la
"conciencia" de izquierda a derecha, siendo a pesar de su caracter
"elemental" mucho más clásicos los primeros y más cercanos a las ideas
reaccionarias de la iglesia católica la revolución polaca del '81-'82.
Sin embargo, no es la primera vez en la historia que las revueltas y las
revoluciones comienzan con un nivel de conciencia tan bajo que evolucionan al calor del
combate. En la España ocupada por las tropas napoleónicas, los campesinos se levantaban
al grito de ¡vivan las cadenas! rechazando la opresión francesa que se erguía bajo las
banderas de libertad, igualdad y fraternidad. O en 1978 la revolución iraní bajo la
dirección de Khomeini y con la reaccionaria ideología del Corán, se derribó al regimen
del Sha, que actuaba como uno de los gendarmes imperialistas en Medio Oriente, dando lugar
a los Shoras, verdaderas organizaciones de tipo soviético, que fueron liquidados tras
ocho años de guerra con Irak. O el caso de 1905 que, con el domingo sangriento, abrió
paso a la revolución obrera al pedido de padrecito Zar, danos de comer (que
desarrollamos en el artículo siguiente) durante el mes de enero, dando lugar en octubre a
la constitución de las organizaciones de lucha y poder más "perfectas" creadas
por las masas, los soviets, y que, vistos desde una perspectiva histórica, ya pasados los
acontecimientos, se las considera revoluciones tomando el proceso de conjunto.
5. Es decir, que no es un problema de conciencia en abstracto, sino una
lucha contra instituciones reformistas concretas que terminan apuñalando por la espalda,
desde adentro, el proceso revolucionario, como fue trágicamente el Mayo Catalán del '37,
para tomar tan solo un ejemplo histórico.
6. Para tomar un ejemplo actual, ver el enorme proceso de
desindustrialización de Alemania Oriental.
7. La tecnología, como lo demuestra Marx, no "crea" nuevos
valores, sólo el trabajo humano es capaz de hacerlo.
8. Salvo cuando se dan inmediatamente después de la derrota de un
movimiento de masas revolucionario donde expresan los últimos estertores del proceso o
cuando se trata de un putch ultraizquierdista.