Facundo Aguirre
Presentación
Las
fases del desarrollo del movimiento obrero. "Lo espontáneo es la forma embrionaria
de lo conciente".
Las revueltas
del siglo XIX. El origen del movimiento obrero
El
surgimiento del movimiento obrero. Conciencia y organización.
El salto de la
revuelta a la revolución en el siglo XIX
1848: El proletariado en la
revolución
La
Comuna de París: El primer ensayo de la dictadura del proletariado
Siglo XX: El
movimiento obrero en la época imperialista
Revueltas,
espontaneidad y conciencia. La necesidad de la autoorganización
Las revueltas a la
luz de una estrategia internacional
Huelga política e insurrección
Revuelta y
revolución. Las distintas formas de la insurrección
Jornadas
revolucionarias. Las revueltas dentro de procesos revolucionarios agudos
1989:
Las revueltas y la actualidad de las lecciones revolucionarias
Comentando el balance de la revolución de 1905, Lenin sostenía que
"Los campesinos prendieron fuego a unas dos mil fincas de terratenientes y se
repartieron los medios de subsistencia robados al pueblo por los rapaces nobles.
Por desgracia, ¡esta labor se hizo demasiado poco a fondo! Desgraciadamente, los
campesinos sólo destruyeron entonces la quinzava parte del número total de fincas de los
nobles, sólo la quinzava parte de lo que hubieran debido destruir para barrer del suelo
ruso, de una vez para siempre, esa vergüenza del latifundio feudal... siendo ésta una de
las causas fundamentales de la derrota de la revolución" (Informe de la revolución
de 1905). ¡Qué diferencia entre cómo los grandes maestros revolucionarios enseñan a
criticar las acciones de las masas, y cómo los pseudomarxistas de hoy culpan a las masas
de todas las "fortalezas" del capital! Sólo una mirada así nos puede ayudar a
comprender los acontecimientos. Para nosotros, como explicamos en el artículo
"Revuelta y revolución, a la luz del marxismo revolucionario", las revueltas
constituyen una fase de la revolución proletaria, la fase más defensiva e inmadura de la
misma, que se explica por la falta de unidad y la crisis de las organizaciones de las
masas, la "miseria de la subjetividad" de las clases explotadas y por la acción
de los aparatos contrarrevolucionarios para impedir el desarrollo de la espontaneidad de
las masas.
Intentaremos demostrar con este artículo cómo vieron los grandes maestros del movimiento
comunista revolucionario, Marx y Engels, las revueltas y revoluciones en el siglo XIX;
Lenin, Trosky y Luxemburgo en las lecciones estratégicas de las revoluciones proletarias
de 1905 y 1917, bases sobre las que se fundaron la IIIª y la IVª Internacional. Queremos
demostrar que las revueltas, lejos de ser un fenómeno "nuevo", son un fenómeno
ampliamente analizado a través del prisma de la historia de las transformaciones del
capitalismo y la historia del movimiento obrero. En última instancia, intentaremos
demostrar cómo los revolucionarios comprendían al marxismo como "el álgebra de la
revolución" (León Trotsky) y no como una mera colección de críticas
"bienintencionadas" a los males del capitalismo.
Con esta definición del "¿Qué Hacer?" Lenin
intentaba marcar los límites de la espontaneidad del proletariado a quien aún veía con
los ojos de la época previa de reformas en los marcos del sistema capitalista. Trataba de
señalar, cómo la clase obrera con su conciencia sindicalista, de unidad de sus fuerzas,
aprendía en la escuela de las huelgas que eran según Engels "escuelas en el arte
de la guerra contra el capitalismo" (La situación de la clase obrera en
Inglaterra), pero necesitando de la propaganda revolucionaria para elevarse a la
conciencia socialista. Lenin marcaba cómo dentro de cada acción del proletariado se
encontraba en germen un estadío superior de conciencia.
Durante el siglo XIX, de formación del movimiento obrero, éste siguió un curso
evolutivo tal como señalaba Lenin en el desarrollo del proletariado ruso. De las
revueltas luddistas al surgimiento de organizaciones de lucha económica como las trade
unions y las sociedades de resistencia que sientan las bases para la formación de la
conciencia de clase del proletariado y de allí a la lucha política en las revoluciones
de 1830 y 1848. La huelga se convierte en la forma central del combate, y más adelante,
en la segunda mitad del siglo XIX, surgen los grandes sindicatos de masas y los partidos
obreros como expresión económica y política de clase. Sin embargo, en el siglo XX esta
relación entre espontaneidad y conciencia, lucha económica y lucha política no está
determinada por un curso evolutivo, sino convulsivo, como producto del enfrentamiento
abierto entre revolución y contrarrevolución que convierte a cualquier corto episodio en
la lucha de clases no en una fase necesaria de su formación donde la clase haga su
escuela en el combate, sino en un episodio no necesario de la guerra misma.
"¿Motín o revolución?" se preguntaba Lenin ante el comienzo de la
revolución de 1905, explicando cómo el desarrollo del movimiento obrero en Rusia había
pasado de los motines obreros a la huelga económica a partir de 1885, a la lucha
política en 1903 y de la huelga política a la revolución, combinando en este proceso la
huelga política con la insurrección en 1905: "Bajo el curso espontáneo de los
acontecimientos, sazona y organiza a nuestra vista la insurrección de todo el pueblo. No
ha transcurrido aún tanto tiempo desde que la única manifestación de la lucha del
pueblo contra la autocracia eran las revueltas, es decir los disturbios
inconcientes y desorganizados, espontáneos y a veces salvajes. Pero el movimiento obrero,
que es el movimiento de la clase más avanzada no ha tardado en salirse de esa fase
inicial. La propaganda y la agitación consciente de la socialdemocracia han surtido
efecto. Las revueltas han dado paso a las huelgas organizadas y a las manifestaciones
políticas contra la autocracia. Las feroces represalias militares venían
"educando" varios años al proletariado y las plebes de las ciudades,
preparándolas para las formas superiores de la lucha revolucionaria. La criminal y
vergonzosa guerra en que la autocracia metió al pueblo ha consumido la paciencia de
éste. Han empezado las tentativas de resistencia armada de la multitud a las tropas
zaristas. Se ha dado comienzo a verdaderos combates del pueblo con las tropas en
las calles, a batallas en las barricadas... La lucha se ha propagado
convirtiéndose en insurrección" y más adelante agrega Lenin: "Revueltas,
manifestaciones, batallas en las calles, destacamentos del ejército de la revolución:
tales son las etapas del desarrollo de la insurrección popular" (Lenin,
Ejército revolucionario y gobierno revolucionario, subrayados en el original)
De esta forma Lenin marcaba los caminos que se había dado el desarrollo del movimiento
obrero a lo largo de la época reformista en su lucha de clases y cómo en la revolución
de 1905, la revuelta es una fase de la insurrección popular, sintetizando en Rusia de
esta forma, las etapas del desarrollo de la clase obrera y la transición a la nueva
época de crisis, guerras y revoluciones.
Las
revueltas del siglo XIX
El origen del movimiento obrero
Las revueltas en los orígenes del capitalismo fueron acciones típicas
del proletariado en su etapa de nacimiento como movimiento obrero, frente a las crisis
cíclicas del período de ascenso del capital y el desarrollo del proletariado como clase
para sí estaba limitado por las oportunidades que se le presentaban en los momentos de
crisis económica, donde se abrían cortos períodos revolucionarios.
Desde el punto de vista de la acción la revuelta fue la primera forma de protesta obrera.
Como señala Riazanov en "Notas al Manifiesto Comunista": "La primera
forma de protesta colectiva fueron los amotinamientos de obreros en las fábricas,
fomentados con el fin de inferir daños a la propiedad y especialmente para destruir las
máquinas". Este movimiento se originó en Inglaterra bajo el nombre de luddismo,
y perduró desde el año 1811 hasta 1817, donde los obreros destruían las maquinarias a
las que identificaban como el enemigo. Otros de estos movimientos reconocidos que
adquirieron gran importancia son el movimiento del Capitán Swing, de los trabajadores
agrícolas en Inglaterra que llegara a su apogeo en 1830 incendiando graneros, cosechas y
maquinarias, y el movimiento de "las hijas de Rebecca" que recorriera los campos
del norte de Inglaterra a finales de los 30, impulsados por los arrendatarios contra
la Iglesia y los terratenientes. Cuando se transformaron en movimientos de los obreros,
centralmente el de las "hijas de Rebecca" que fue tomado por los mineros, se
vieron abandonados a su suerte.
En 1840 se dio un movimiento similar entre los tejedores de Silesia en Alemania y, a fines
del siglo XIX, también en los orígenes del movimiento obrero ruso. Eran acciones
defensivas ante la pauperización creciente, la inestabilidad laboral y los bajos
salarios.
La conciencia que expresaban estas revueltas era la del campesinado que se ve obligado a
vender su fuerza de trabajo en el mercado laboral perdiendo la relativa situación de
estabilidad del pasado; dicho de otra forma, este movimiento obrero en su etapa de
formación expresaba la conciencia del pasado para revertir su situación presente como
asalariado, teniendo mucho peso en la formación de esta conciencia las tradiciones
adquiridas. Como bien lo expresan Hobsbawm y Rudé, analizando el pensamiento de los
trabajadores agrícolas británicos que protagonizaron las revueltas del Capitán Swing "...Creían
en el derecho natural -el derecho a trabajar y a ganar un salario de
subsistencia- y se negaban a aceptar que las máquinas, que les privaban de ese derecho,
estuviesen protegidas por la ley. A veces invocaban la autoridad de la justicia o del
gobierno -y hasta del rey o de Dios mismo- para justificar sus opiniones y sus actos....
estaban firmemente convencidos de que la justicia y hasta las leyes estaban de su
parte" (Revolución industrial y revuelta agraria. El capitán Swing)
La revuelta no dio origen directo a una conciencia de clase en relación al conflicto pero
sí a una visión de la "comunidad" o el "pueblo" donde quedaban
excluídos los poseedores a quienes culpaban por su situación de miseria y por el empleo
de las máquinas; sin embargo, las revueltas dejaron una base de experiencia que formó
una conciencia cristalizada en instituciones que llegaron a esbozar un tipo de
organización permanente, en las sectas religiosas disidentes y en los grupos radicales o
socialistas utópicos marginalmente. Ninguna revuelta llegó por sí misma a constituir
una organización obrera y mucho menos un partido proletario."Fueron necesarios
mucho tiempo y mucha experiencia para que los obreros llegasen a distinguir entre las
máquinas en sí y el empleo que les daba el capital y a dirigir sus tiros no contra los
instrumentos materiales de producción sino contra la forma social en que se
aplicaban" (Marx, El Capital, tomo 1)
Desde el punto de vista de la organización eran estallidos de espontaneidad pura con un
lugar de reunión como marco de referencia u organización primitiva. Las organizaciones
creadas por este movimiento espontáneo, no tenían permanencia en el tiempo como
organismos estables, simplemente eran el punto de referencia para iniciar las acciones de
resistencia, eran organizaciones ad hoc, sin ningún programa que las guiara en su
acción. La revuelta llegó a formar un gran movimiento de resistencia sin centralidad
alguna, ni expresión política de la misma, fuera de los círculos radicales de la
pequeñoburguesía.
En conclusión, la revuelta en los orígenes del capitalismo como sistema dominante,
cumple el papel de primer estadío en la formación del movimiento obrero. Originada por
la situación de inestabilidad que la mercantilización de la fuerza de trabajo produjo,
proletarizando a sectores enteros de la población, con sus consecuencias de miseria y
descomposición de las viejas condiciones de vida, la revuelta surge como la única forma
de protesta obrera para una clase que no ha tenido aún la posibilidad de desarrollar sus
energías y su potencial como clase capaz de adueñarse de los destinos de la sociedad y
que debió recurrir a la revuelta como forma de lucha heredada del pasado. Sus niveles
primitivos de organización, conciencia y espontaneidad prefiguraban las potencialidades
de la nueva clase. Sobre la superación de sus límites y aprendiendo de las lecciones de
la misma, y sobre la base de la conciencia adquirida en éstas se sentaron los cimientos
del movimiento obrero en el siglo XIX.
El
surgimiento del movimiento obrero
Conciencia y organización
El movimiento obrero como tal surge con la superación del período de
revueltas. En Inglaterra el cartismo, como un movimiento político de clase independiente
y en Francia de mano de la burguesía en su lucha contra la aristocracia como su ala
izquierda, comienza a surgir el movimiento obrero como clase revolucionaria. El período
de revueltas como primer paso o estadio del naciente movimiento obrero tendía a ser
superado por la huelga económica como forma de lucha y por la organización de las
trade unions y las sociedades de resistencia para la misma. El salto a la lucha
política que preanunciaban los grupos socialistas utópicos y proletarios, se darían a
pleno al calor de las crisis en las alturas y la proximidad de la revolución en Europa.
Como dijimos antes, las revueltas, al ser actos de espontaneidad pura, no dieron lugar al
surgimiento de organismos de combate permanentes. Las revueltas del siglo XIX no lograron
dar paso a la organización del movimiento obrero. El grado de conciencia política
expresaba la inmadurez de la nueva clase y de su desarrollo político. Es sobre la base
del surgimiento de organizaciones de lucha económica, como las Trade Unions y las
sociedades de resistencia que se sientan las bases para la formación de la conciencia de
clase del proletariado. La huelga se transforma en la forma central del combate. "Las
Trade Unions y las huelgas declaradas en su nombre tienen la importancia de ser el primer
paso dado para la abolición de la competencia entre unos y otros obreros. Se basan en la
premisa de que el régimen burgués tiene su asiento en la rivalidad desatada entre los
mismos trabajadores, en su falta de solidaridad, en los conflictos de intereses que
separan a los distintos grupos obreros" (F. Engels, Situación de la clase obrera
en Inglaterra)
Fue al inicio del período abierto en la década de 1830 y en la década de 1840, donde se
expresaban subterráneamente las contradicciones de la sociedad y el surgimiento del
proletariado como clase fundamental en la producción, cuando se comienza a dar con mayor
vigor el desarrollo del movimiento obrero y su elevación a la lucha política. "Por
aquellos años no había más que un partido en que la organización de los trabajadores
tuviese proporciones nacionales: este partido era el cartismo inglés. En Francia, aparte
de los socialistas demócratas, no existían más que grupos diseminados, adscriptos a las
viejas organizaciones blanquistas... Existían, además, algunas células de
comunistas materialistas y obreros igualitarios. A pesar de estar
compuestos por proletarios, esos grupos, a diferencia del de los socialistas demócratas,
que eran un partido pequeñoburgués, no habían pasado de ser, hasta el año de 1848,
más que agrupaciones de poca monta, sin adquirir en ningún caso más que contornos
nacionales.
Desde el momento mismo de formarse, la Liga Comunista se erigió en una organización
internacional, viéndose obligada a entrar en relaciones con las secciones
nacionales..." (Riazanov. Notas al Manifiesto Comunista)
En 1831 se funda bajo el impacto de la revolución francesa de 1830 la Unión Nacional de
la Clase Obrera en Inglaterra dirigida por William Lovett, rompiendo la unidad de los
obreros y la pequeñoburguesía liberal que se expresaba en las Uniones Políticas frente
a la reforma electoral. Su reivindicación central era obtener derechos democráticos para
los obreros y que, para lograr el reconocimiento de que al obrero le pertenecía el
producto íntegro de su trabajo, era necesario que estos pudieran obtener una
representación parlamentaria. Del desarrollo de este movimiento surgirá más tarde en
1836 la Asociación de Trabajadores que continuaba sosteniendo los principios de la UNCO y
que en 1837 lanza la llamada "Carta del Pueblo" que expresaba en seis puntos las
aspiraciones democráticas de la clase obrera, aunque limitando el movimiento a la
independencia política de los trabajadores y no poniendo el acento en el desarrollo de la
lucha de clases. Sin embargo del movimiento cartista saldrán más tarde los elementos
revolucionarios que darán lugar en julio de 1840 a la fundación de la Asociación
Nacional de la Carta, dirigida por O´Connor, que será el primer partido político de la
clase obrera. En Francia el salto a la lucha política vino de manos de la burguesía y
sus banderas, planteando la necesidad de la constitución del proletariado como clase en
un partido independiente de las otras clases de la sociedad al calor de las revoluciones
de 1830 y 1848.
En conclusión, el salto de la revuelta a la lucha económica permitió organizar al
proletariado y establecer su unidad dando paso a organizaciones de combate que adiestraban
al proletariado para la guerra. Mientras que la revuelta no pudo nunca establecer esta
unidad por sí misma. El salto a la lucha política vino de la maduración de la
conciencia que hizo que el movimiento obrero le imprimiera su propia estampa a las
banderas radicales de la burguesía.
El salto de la revuelta a la revolución en el siglo XIX
En la época reformista, el salto de la revuelta a la revolución se da de la mano de la burguesía quien utiliza al proletariado como peón en su juego contra la nobleza. La revolución de 1830, que derroca en Francia a la monarquía de los Borbones y la reemplaza por la "monarquía burguesa" de Luis Felipe de Orléans al servicio de la aristocracia financiera, muestra la necesidad de la burguesía de sacar al proletariado a las calles tras sus banderas liberales, como asimismo el naciente temor de esta clase al pueblo en armas. El levantamiento de los tejedores de Lyon en 1831, producido por el desencanto y las desilusiones del proletariado en la burguesía triunfante, que se dio al grito de "morir combatiendo o vivir trabajando", que derrotó a los gendarmes y resistió a las tropas enviadas para reprimir el levantamiento durante ocho días, mostró las energías revolucionarias que contenía en su seno el proletariado naciente; "la revolución de julio y los alzamientos de los obreros de Lyon de 1831 y 1834 abrieron los ojos a los trabajadores y los llevaron a enfocar sus propias perspectivas políticas y a asumir el papel que hasta entonces había estado reservado al ala izquierda de los partidos burgueses" (Riazanov, Notas al Manifiesto Comunista). La rebelión de Lyon se transformó, por la fuerza y el grado de espontaneidad del levantamiento, en una insurrección impotente, producto de la falta de centralidad y programa político de la misma, y la inmadurez del proletariado. La insurrección de Lyon, fue un anticipo de la revolución del 48, que se caracterizaría por la emergencia del proletariado como nueva clase revolucionaria y el abandono de la burguesía de las tareas radicales que tenía planteadas. "Aquella insurrección tuvo objetivos sociales mucho más profundos que una mera alza de los salarios o un reclamo de ocupación estable y, aunque fue un levantamiento conjunto de los pequeños maestros y los jornaleros, se acepta por lo general que este hecho marca el nacimiento del nuevo movimiento obrero. La insurrección se produjo en un momento de viviendas miserables, salarios bajos y depresión y fue seguida, en París, por una serie de revueltas e insurrecciones armadas, dirigidas no fundamentalmente contra los mercaderes y manufactureros sino contra el gobierno mismo...." (George Rudé, "La multitud en la historia")
1848: El proletariado en la revolución
Fueron las brechas en las alturas las que permitieron las condiciones
para una situación revolucionaria. En 1848 el proletariado se eleva a la lucha política
de manos de la burguesía, como "pueblo" armado en la lucha contra los restos de
la nobleza, los terratenientes y los financistas. En febrero de 1848, la clase obrera de
París derroca a Luis Felipe y obliga a la burguesía a aceptar, no una simple reforma
electoral como ella deseaba, sino una Asamblea revolucionaria que da paso a la República,
y los talleres nacionales y los ministerios de Albert y Luis Blanc y la existencia de un
partido proletario que expresaba los deseos de la clase obrera de establecer una
"república social". Marx decía que en 1848 "el proletariado, al dictar
la República al gobierno provisional y, a través del gobierno provisional, a toda
Francia, apareció inmediatamente en primer plano, como partido independiente, pero al
mismo tiempo lanzó un desafío a toda la Francia burguesa. Lo que el proletariado
conquistaba era el terreno para luchar por su emancipación revolucionaria, pero no, ni
mucho menos, esta emancipación misma" (C. Marx. La lucha de clases en Francia).
Demostraba así 1848 el límite de una burguesía cada vez más conservadora y la
existencia de una nueva clase revolucionaria que desafiaba al mundo burgués como un
partido independiente. La burguesía no puede tolerar esta situación. El 16 de abril
intentan derrocar al gobierno provisional y son derrotados por lo obreros en las calles.
En mayo el sufragio universal da mayoría en la Asamblea Constituyente a los republicanos
burgueses y los orleanistas. Basándose en esta relación de fuerzas dan paso a una
ofensiva contra el proletariado. El 15 de mayo una revuelta obrera es derrotada dando paso
al arresto de Blanqui y la destitución de Blanc y Albert. En junio de 1848, la clase
obrera de París sale a las calles y es derrotada, con miles de muertos y los dirigentes
encarcelados. Julio de 1848 marca el fin de la república social; la burguesía, el
campesinado, la pequeñoburguesía urbana y el lumpenproletariado se unieron para aplastar
la insurrección obrera de París y dar paso al gobierno de Luis Bonaparte.
El proletariado mostró su potencialidad como clase revolucionaria. Impuso, armas en mano,
las condiciones de su emancipación. No pudo superar los límites de su inmadurez como
clase y de las condiciones objetivas creadas por el ascenso del capitalismo. Como
escribiera Marx el 29 de junio de 1848 en La Nueva Gaceta Renana, resaltando la
importancia de la insurrección de junio: "Después de 1789, ninguna de las
múltiples revoluciones de la burguesía francesa fue un atentado contra el orden, pues
todas dejaban subsistir la dominación de clase, dejaban subsistir la esclavitud de los
obreros, dejaban subsistir el orden burgués, tan a menudo como fue modificada la forma
política de esta dominación y de esta esclavitud. Junio ha herido a este orden. ¡Ay de
Junio!" El año 1848 dejó las lecciones de la revolución en la conciencia de
los obreros. Dejó las bases para la fundación de la Primera Internacional. El
proletariado demostró luego, en la Comuna de París, que era capaz de adueñarse del
poder y crear un Estado distinto, y luego, con la Segunda Internacional y la creación de
los grandes partidos obreros, intentó forjar las herramientas indispensables para la
lucha política, y consolidó su conciencia de clase que será el caldo de cultivo sobre
el que se asentará el movimiento obrero revolucionario en la época de crisis, guerras y
revoluciones.
La Comuna de París: el primer ensayo de la dictadura del proletariado
El 4 de septiembre de 1870, los obreros de París vuelven a proclamar
la república. Luis Bonaparte se encuentra en manos de los alemanes y Thiers es proclamado
jefe del nuevo gobierno; los obreros de París claman por la defensa nacional ante la
invasión alemana.
El 28 de enero de 1871, la burguesía traslada el gobierno a Versalles y firma la paz con
Prusia, con el fin de tener las manos libres para aplastar a los obreros del París
insurrecto. El Comité Central de la Guardia Nacional, asume el poder. Nace así el primer
gobierno obrero revolucionario de la historia, y la más alta experiencia revolucionaria
del proletariado en el siglo XIX.
"La Comuna es el primer intento de la revolución proletaria de destruir la
máquina estatal burguesa, y la forma política, descubierta, al fin, que
puede y debe sustituir a lo destruido" (Lenin: "El estado y la
revolución")
La importancia de la Comuna radica entonces en que es la primer revolución proletaria que
intenta adueñarse del poder en su provecho, siendo una excepción en la época del
dominio relativamente pacífico del capital. Es sobre las lecciones de La Comuna que se
formó el marxismo revolucionario. La Comuna no triunfó debido a las condiciones
objetivas adversas para el proletariado y a la inmadurez de su dirección. Sin embargo, su
gloriosa bandera fue la escuela del marxismo revolucionario del siglo XX, haciendo carne
las lecciones revolucionarias que serían parte de los combates cotidianos, en la época
de crisis, guerras y revoluciones.
Siglo XX: El movimiento obrero en la epoca imperialista
El año 1905 cambia el escenario y la situación en comparación a la
época reformista. El movimiento obrero se eleva del motín y la huelga económica a la
lucha política y la insurrección. Rusia adelantaba las condiciones de la nueva época,
poniendo en el centro de la escena el antagonismo burguesía-proletariado y al
proletariado como la única clase verdaderamente revolucionaria frente al zarismo.
"La guerra ruso-japonesa hizo tambalearse al zarismo. La burguesía liberal se valió
del movimiento de las masas para infundir un poco de miedo desde la oposición a la
monarquía. Pero los obreros se emanciparon de la burguesía, organizándose aparte de
ella y frente a ella en los soviets. Los campesinos se levantaron, al grito de
tierra, en toda la gigantesca extensión del país. Los elementos
revolucionarios del ejército sentíanse atraídos, tanto como los campesinos, por los
soviets, que, en el momento álgido de la revolución, disputaron abiertamente el poder a
la monarquía. Fue entonces cuando actuaron por primera vez en la historia de Rusia todas
las fuerzas revolucionarias; carecían de experiencia y les faltaba confianza en sí
mismas. Los liberales retrocedieron ostentosamente ante la revolución en el preciso
momento en que se demostraba que no bastaba con hostilizar al zarismo, sino que era
preciso derribarlo." (León Trotsky. "Historia de la Revolución Rusa")
Las brechas abiertas entre la burguesía y el zarismo, llevaron al enfrentamiento del
proletariado contra ambos, convirtiéndolo en la fuerza motriz de la revolución. La
huelga política y la insurrección son los rasgos característicos de la misma: ¡Jornada
de ocho horas y Armas! Tal era la consigna del proletariado revolucionario que anticipaba
una nueva época y que planteaba la necesidad apremiante de un partido marxista
revolucionario y de la insurrección armada. La clase obrera ocupa el centro de la escena
de la revolución siendo la única clase capaz de dirigir la lucha contra el zarismo. Como
dice Lenin, a modo de balance de la revolución de 1905: "La peculiaridad de la
revolución rusa estriba en que, por su contenido social, fue una revolución democrático
burguesa, mientras que por sus medios de lucha, fue una revolución proletaria"
(Informe sobre la revolución de 1905)1.
Las revoluciones del siglo XX muestran cómo las condiciones no se desarrollan
armónicamente. Cómo los caminos de la revolución no están determinados solamente por
las condiciones objetivas, sino por la madurez o inmadurez política de la clase obrera, es
decir por la existencia o no de dirección revolucionaria, que ha actuado como el
factor determinante de la derrota de las revoluciones no sólo en los 20 y 30,
sino después de la segunda posguerra donde los triunfos "pírricos" que dieran
como resultado las conquistas del proletariado de los estados obreros deformados de China,
Europa del Este, Corea, Vietnam, Cuba y la liberación del Africa negra del dominio
colonial, fueron utilizadas para fortalecer el rol contrarrevolucionario del aparato
stalinista (e indirectamente de todas las mediaciones contrarrevolucionarias), y el
cumplimiento de los acuerdos de Yalta y Potsdam (tal como desarrollamos en la E. I. Nº
3). El año 1989 hace volar por los aires este orden, sin lograr desarrollarse en
revoluciones proletarias clásicas, marcando las contradicciones actuales de la
situación. Es que en la actual época ninguna conquista es duradera si no está puesta en
la estrategia de derrotar al capitalismo imperialista a nivel mundial.
Revueltas,
espontaneidad y conciencia
La necesidad de la autoorganización
"La historia de las revoluciones es para nosotros la historia de
la irrupción violenta de las masas en el gobierno de su propio destino" (L.
Trotsky. Historia de la Revolución Rusa)
Las revueltas son un intento en este sentido, pero por su falta de centralidad y los
límites de su conciencia, no logran desarrollar la tendencia a la violencia y la
autodeterminación hasta el final, que se contiene y manifiesta sólo en germen.
Las revoluciones son, por el contrario, la plena manifestación de esta tendencia ya
que logra desarrollar a pleno la espontaneidad y la iniciativa creadora de las masas,
elevando las diferentes manifestaciones del combate a la lucha política, traduciéndolas
al lenguaje de la guerra civil.
Las revoluciones desarrollan la conciencia de la clase obrera en días, al calor del
combate, por los mismos golpes de la contrarrevolución. Comentando la matanza de obreros
ordenada por el Zar el 9 de enero que diera origen a la revolución de 1905, Lenin
escribía "¡Sí, la lección ha sido grande! el proletariado ruso no la olvidará
...La clase obrera ha recibido una gran lección de guerra civil; la educación
revolucionaria del proletariado ha avanzado en un día como no hubiera podido hacerlo en
meses y años de vida monótona, cotidiana, de opresión. El lema de ¡Libertad o muerte!
del heroico proletariado revolucionario peterburgués repercute ahora en toda Rusia. (El
comienzo de la revolución en Rusia).
Este salto en la conciencia se cristaliza en instituciones que plantean la organización
para garantizar la ofensiva de las masas y su poder. El proletariado crea al calor de sus
combates los Soviets como organizaciones de frente único de las masas para la lucha
política y a la huelga política, la insurrección y la guerra civil como formas supremas
de combate, que resuelvan el problema fundamental que plantea toda revolución: quién
tiene el poder.
La revolución, a diferencia de la revuelta, tiende a cristalizar las acciones y la
conciencia de las masas revolucionarias en instituciones de doble poder. "El
régimen de la dualidad de poderes surge allí donde chocan de modo irreconciliable las
dos clases; sólo puede darse por tanto, en épocas revolucionarias, y constituye,
además, uno de sus rasgos fundamentales" (León Trotsky. Historia de la
Revolución Rusa).
En la revolución de 1848 el proletariado parisino impone a la burguesía el gobierno
provisional y la Asamblea Nacional, donde actúan el conjunto de las clases junto al
partido proletario. En la insurrección de julio el proletariado es derrotado y su partido
descabezado, la "República Social" es derrotada junto al intento de crear de la
Asamblea Nacional un Parlamento Revolucionario.
La Comuna de París intenta crear, alrededor del Comité Central de la Guardia Nacional,
el organismo dirigente de la insurrección y , más tarde crea con la Comuna la base de un
nuevo tipo de Estado basado en la elección democrática y la revocabilidad y la igualdad
salarial de los funcionarios.
La revolución de 1905 marca un rumbo distinto. La revolución da origen al Soviet,
donde se reúnen el conjunto de las masas explotadas, creando las bases de un nuevo
Estado: "¿cómo armonizar las diversas reivindicaciones y las formas de lucha
aunque sea sólo en los límites de una ciudad? La historia ya ha respondido a ese
problema: por medio de todos los grupos en lucha...Los soviets no están ligados por
ningún programa a priori. Abren sus puertas a todos los explotados" (L. Trotsky.
El Programa de Transición). La revolución del 17 eleva a los soviets a
organización del nuevo Estado, las revoluciones proletarias del siglo XX muestran
permanentemente esta tendencia de las masas revolucionarias a la autoorganización y al
doble poder cada vez que logran superar los límites de sus direcciones. Así como
muestran la acción de las direcciones traidoras intentando impedir el desarrollo de la
autoorganización que constituye un peligro mortal para su dominio.
Durante las revoluciones proletarias del siglo XX la acción de los aparatos
contrarrevolucionarios se centró en evitar que se desarrollaran las tendencias a la
autoorganización, subordinando a las masas a la política del Frente Popular. Y cuando
ésta fracasa, lo intenta a través del terror contrarrevolucionario contra la vanguardia
proletaria. Para tomar como ejemplo, todo el período revolucionario del
68-76 es una muestra de las tendencias de las masas a la autoorganización y
los soviets y de cómo las direcciones reformistas y centristas de todo sesgo han actuado
para impedir su desarrollo. Los cordones industriales en Chile del 73, las
coordinadoras en la Argentina del 75, la Asamblea popular en Bolivia del
70/71, los comités de inquilinos en la Revolución de los claveles en Portugal, los
comités de acción en el Mayo Francés, las comisiones internas en el "verano
caliente" de Italia del 69, las comisiones obreras en la España de finales del
franquismo: todas tendencias abortadas por la acción de las direcciones o por el
terror del Estado capitalista cuando éstas ya no las podían controlar desde adentro del
proceso revolucionario. Lo espontáneo como embrionario de lo conciente tiende a
expresarse, como ya dijimos, mediante la construcción por parte de las masas
revolucionarias de organizaciones del frente único para el combate político, base de un
nuevo Estado proletario.
Las revueltas no muestran aún hasta dónde puede llegar la espontaneidad de las masas, no
se transfoman en semi-insurrecciones como el Cordobazo o procesos como el del Mayo
Fancés. Sin embargo muestran esta posibilidad en germen en la superación de las
organizaciones dirigentes, quienes una vez enfrentadas a la rebelión de las masas
intentan abortar cualquier proceso de autoorganización que pueda ser un canal para
desarrollar el frente único de las mismas.
La debilidad de los grandes aparatos contrarrevolucionarios después de la caída del
Muro, alientan a creer que, en el futuro, estas tendencias se desarrollarán más
rápidamente, haciendo más convulsivo el escenario de la lucha de clases. Y tendrán
enemigos internos de menor envergadura de lo que fue el stalinismo y sus
"protegidos" de la socialdemocracia y los nacionalismos burgueses y
pequeñoburgueses)2.
En las revueltas se plantea con claridad la necesidad de la organización del frente
único de las masas para la lucha política y la autodefensa contra la represión, es
decir pasar del fuego y las barricadas a un nivel superior: el de los soviets y las
milicias.
Las revueltas a la luz de una estrategia insurreccional
Ya vimos cómo Lenin consideraba que las revueltas constituían
una de las "etapas de la insurrección popular", cómo las tendencias a
la violencia y la autoorganización contenidas en germen en las mismas se desarrollan
plenamente en las revoluciones del siglo XX y son elaboradas como grandes lecciones
estratégicas por la Tercera y la Cuarta Internacional.
Hasta ahora en el artículo "Las revueltas a la luz del marxismo
revolucionario" analizamos las revueltas como fases iniciales del proceso
revolucionario, mientras que en la primera parte de este artículo hemos determinado el
significado de las mismas en las diferentes épocas historicas y determinado las
tendencias que contienen en germen. Ahora intentaremos ver las revueltas desde la óptica
de las formas superiores de la revolución, la huelga política, la insurrección
espontánea, las jornadas revolucionarias, la insurrección considerada como un arte y la
guerra civil, único ángulo estratégico válido en esta época de abierta guerra de
clases.
"La revolución proletaria es una revolución de masas formidable desorganizadas
en su conjunto. La ciega presión de las masas desempeña en el movimiento un papel
considerable. La victoria sólo se puede obtener por medio de un partido comunista que
tenga como objetivo preciso la toma del poder..." (Los problemas de la
insurrección y de la guerra civil. León Trotsky). Abordaremos entonces la cuestión
desde este ángulo, para retomar hilos de continuidad olvidados hace tiempo por muchos de
los que hoy se reclaman marxistas, el de la estrategia revolucionaria para la lucha por el
poder.
Huelga Política e Insurrección
La huelga general política, para el marxismo, cumple el rol de
unificar a la clase obrera y de plantear la cuestión del poder, pero sin resolverla, ya
que para eso hace falta la organización conciente de la insurrección. Como vimos, tanto
para Lenin, como para Trotsky, la huelga general así como la insurrección constituían
fases de la lucha revolucionaria de las masas, pero no la revolución misma, preparando al
partido revolucionario en la superación conciente de esas fases, a través de una
estrategia para la toma del poder.
Sin embargo, en el movimiento obrero revolucionario hay quienes identifican a la huelga
política con la insurrección cometiendo dos errores fundamentales: por un lado el de
considerar la huelga política como la insurrección dejando todo librado a la
espontaneidad de las masas, y por el otro el de reducir la acción del partido marxista a
esperar que la iniciativa de las masas resuelva el problema del poder. Esta discusión
tiene antecedentes en el socialismo revolucionario en la polémica entre el bolchevismo y
Rosa Luxemburgo. Trotsky, polemizando con Rosa Luxemburgo, quien fuera la teórica más
importante de las virtudes revolucionarias de la huelga general, luego de la revolución
del 173, sostenía que: "La huelga general
revolucionaria al desbordar los lindes de la sociedad burguesa se había vuelto para Rosa
Luxemburg sinónimo de revolución proletaria. No obstante, cualquiera que sea su fuerza,
la huelga general no resuelve el problema del poder, no hace sino plantearlo. Para
apoderarse del poder, es necesario organizar la insurección apoyándose en la huelga
general" (Los problemas de la insurrección y de la guerra civil ).
Luxemburgo reducía de esta manera el papel del partido socialista a una espera fatalista
a que la revolución aporte la insurrección y la toma del poder, momento en que la
actividad del partido debe reducirse a desplegar su agitación revolucionaria y esperar
sus efectos. Para Trotsky, por el contrario:"En tales condiciones, plantear
claramente la cuestión del plazo de la insurrección, es arrancar al partido de la
pasividad y el fatalismo, es ponerlo frente a los principales problemas de la revolución,
principalmente a la organización conciente de la insurrección para expulsar al enemigo
del poder" (Idem). Es decir, se hace necesaria la intervención del partido
revolucionario para preparar la ofensiva de las masas, aprovechándose de las condiciones
creadas por la huelga política, planteando y considerando la insurrección como un arte y
no dejándolo a merced de la espontaneidad de las masas, la que juega un papel formidable,
pero insuficiente para apoderarse del poder.
Revuelta y
revolución
Las distintas formas de la insurrección
Las insurrecciones son actos ofensivos de las masas que tienden a
resolver en forma violenta, su conflicto con el capital y sus agentes. Distinguiéndose
las insurrecciones (en sentido estricto, semi-insurrecciones) que son producto de la
espontaneidad de las masas y las que son planificadas por una dirección revolucionaria
para adueñarse del poder del Estado, es decir las verdaderas insurrecciones, la insurrección
como arte. Para los maestros del marxismo revolucionario la insurrección hay que
examinarla de dos maneras "...primero como una etapa determinada del proceso
histórico, como una refracción de las leyes objetivas de la lucha de clases; luego desde
un punto de vista objetivo y práctico, a saber: de qué manera preparar y ejecutar la
insurrección para asegurar el éxito lo más posible" (Los problemas de la
insurrección y de la guerra civil. L. Trotsky).
Este punto fue la discusión central que dividió a bolcheviques de mencheviques durante
la revolución de 1905, y a bolcheviques y comunistas de la socialdemocracia en 1917 y
luego de la revolución de Octubre. Los bolcheviques eran acusados por los reformistas de
blanquismo al plantear la necesidad de introducir la conspiración en la insurrección de
masas.
Para Blanqui las barricadas ocupando las calles constituían la forma por excelencia de la
insurrección; y la insurrección, la revolución misma. Engels, polemizando con éste,
había demostrado que la insurrección era un acto de la revolución, y la ineficacia de
la barricada como forma de combate contra la moderna técnica militar. Sin embargo,
valoraba su significado político al expresar a la clase como un ejército insurrecto y
valoraba del blanquismo su punto fuerte: la conspiración.
Como señala Lenin, en "El marxismo y la insurrección": "Para poder
triunfar, la insurrección debe apoyarse no en un complot, en un partido, sino en la clase
más avanzada. Esto, en primer lugar. En segundo lugar, debe apoyarse en el ascenso
revolucionario del pueblo. Y en tercer lugar, la insurrección debe apoyarse en aquel
momento de viraje en la historia de la revolución ascendente en que la actividad de la
vanguardia del pueblo sea mayor, en que mayores sean las vacilaciones en las filas de los
enemigos y en las filas de los amigos débiles, a medias, indecisos, de la revolución.
Estas tres condiciones, son las que, en el planteamiento del problema de la insurrección,
diferencian el marxismo del blanquismo.
Pero si estas condiciones están dadas, negarse a considerar la insurrección como un arte
equivale a traicionar el marxismo y a traicionar la revolución".
En la época revolucionaria, el rol determinante que Blanqui le daba a la barricada en
relación a la insurrección, como organizadora de los destacamentos de combate viene a
ser reemplazado por otro organizador capaz de desplazar el poder existente: los soviets. "Los
soviets son los órganos de preparación de las masas para la insurrección, los órganos
de la insurrección y, después de la victoria, los órganos del poder". Sin
embargo para Trotsky es el partido revolucionario quien define la cuestión:"Cuando
el soviet tiene a su cabeza un partido revolucionario, tenderá concientemente y a tiempo
a adueñarse del poder. Adaptándose a las variaciones de la situación política y al
estado del espíritu de las masas, preparará los puntos de apoyo de la insurrección,
ligará los destacamentos de choque a un único objetivo y elaborará de antemano el plan
de ofensiva y del último asalto: ésto significa precisamente introducir la conspiración
organizada en la insurrección de masas" (Historia de la Revolución Rusa).
Para Trotsky cuando la lucha de clases rompe los marcos de la institucionalidad,
estrictamente se entra en el terreno de la guerra civil conteniendo en su seno todas las
formas de lucha revolucionaria: "La verdad es que la guerra civil constituye una
etapa determinada de la lucha de clases cuando ésta, al romper los marcos de la
legalidad, llega a situarse en el plano de un enfrentamiento público y, en cierta medida
físico, de las fuerzas de oposición.
Concebida de esta manera, la guerra civil abarca las insurrecciones espontáneas
determinadas por causas locales, las intervenciones sanguinarias de las hordas
contrarrevolucionarias, la huelga general revolucionaria, la insurrección por la toma del
poder y el período de liquidación de las tentativas de levantamiento
contrarrevolucionario." (Idem)
Jornadas
revolucionarias
Las revueltas dentro de procesos revolucionarios agudos
Durante los procesos revolucionarios abiertos suelen darse acciones que
son "algo mucho más importante que una manifestación y menos que una
revolución" tal como definía Lenin a las Jornadas de Julio (Historia de la
Revolución Rusa. Citado por Trotsky). Acciones que por su espontaneidad, violencia y
conciencia tienen una dinámica similar a las de las revueltas, aunque se diferencien por
expresar una ofensiva de la vanguardia de las masas y por las consecuencias de sus
resultados.
Trotsky refiriéndose a las jornadas de julio planteaba que su origen radicaba en la
desilusión que el gobierno surgido de la revolución despertaba en la vanguardia de las
masas revolucionarias haciendo que "El pueblo cree que con un nuevo golpe puede
complementar o corregir lo que ha hecho antes con insuficiente decisión. De aquí el
impulso hacia una nueva revolución, sin preparación, sin programa, sin tener en cuenta
las reservas, sin pensar en las consecuencias. De otra parte, el sector de la burguesía
que ha llegado al poder, parece no esperar más que el impetuoso impulso de abajo para
intentar acabar con el pueblo. Tal es la base social y psicológica de esta
semirrevolución complementaria, que más de una vez en la historia se ha convertido en el
punto de partida de la contrarrevolución triunfante" (Idem).
Es decir, acciones elementales que contienen en sí todos los elementos de la
revolución y la contrarrevolución y de las que puede depender el curso de los
acontecimientos. Y en donde la existencia de un partido revolucionario templado puede
convertirse en un factor decisivo para evitar la derrota, tal como hicieran los
bolcheviques en abril, transformando la movilización armada de los marinos del Báltico
en una manifestación contra el gobierno provisional o en julio donde evitaron que la
derrota fuera mayor al exigir que el Comité Ejecutivo de los soviets tomara el poder.
Fue este partido templado el que faltó en las jornadas de noviembre del 18 en
Alemania, cuando la vanguardia arremetía contra el gobierno aislado del conjunto de las
masas, costándole en sus inicios la vida de los dos máximos dirigentes revolucionarios
del proletariado alemán, Karl Liebneckt y Rosa Luxemburgo, en manos de la soldadesca del
socialdemócrata Noske. O en marzo del 19 donde, en una acción similar, muere Leo
Jogiches, compañero de Rosa Luxemburgo.
Es decir, que una vez desatado el proceso revolucionario se hace indispensable contar con
un estado mayor revolucionario que sepa economizar la energía de las masas, para evitar
que estas manifestaciones, que por el grado de espontaneidad, violencia y por la
conciencia de presión, se asemejan a las revueltas, aborten el proceso revolucionario.
Hace falta un partido que sepa considerar que la insurrección es, como discutía Trostky
haciendo un balance de las experiencias búlgara y alemana: "La fase suprema de la
revolución es la insurrección, la que decide el poder. La insurrección va siempre
precedida de un período de organización y de preparación con base en una campaña
política determinada. Por regla general, el momento de la insurrección es breve; pero es
un momento decisivo en el curso de la revolución. Si se llega a la victoria, esta va
seguida de un período que comprende la consolidación de la revolución a través del
aplastamiento de las últimas fuerzas enemigas y la organización del nuevo poder y de las
fuerzas revolucionarias encargadas de la defensa de la revolución" (Problemas de
la insurrección y de la guerra civil).
1989: las revueltas y la actualidad de las lecciones revolucionarias
Los que hoy se reclaman del trotskismo, se hallan divididos, como ya
dijimos, entre los que consideran que las revueltas son los últimos suspiros de la clase
obrera en retirada y los que las consideran parte de las luchas sindicales. Ambas visiones
discuten la "refundación" o la "recomposición" del movimiento obrero
subordinados a la estrategia de los aparatos reformistas, de impedir que la clase obrera
desarrolle la espontaneidad y la violencia contenidas en las revueltas a pleno, ya
sea porque "no están dadas las condiciones", o por la
"recomposición" que las encuadra dentro de los sindicatos. Ambas visiones
intentan reconstruir un movimiento obrero como en el siglo XIX, es decir de luchas
reformistas o como durante el reinado de Yalta, es decir de fortalecimiento de los
sindicatos y los grandes aparatos bajo la batuta de direcciones contrarrevolucionarias.
Ninguno se pregunta a qué responden las revueltas actuales, para determinar la estrategia
de los revolucionarios, mostrando impotencia para aprender de la lucha de clases y de los
errores de nuestro propio movimiento.
Para nosotros las revueltas responden a la combinación de, en primer lugar, la terrible
ofensiva del gran capital lanzada tras el fin del boom de la posguerra, ofensiva en toda
la línea tras la derrota del auge revolucionario del 68-76, para revertir la
crisis de la economía capitalista destruyendo las conquistas históricas del movimiento
de masas. En segundo lugar, a la destrucción progresiva de la conciencia proletaria, por
las traiciones del stalinismo, la socialdemocracia y los nacionalismos burgueses y
pequeñoburgueses, que en el 89 muestra la impotencia de las organizaciones y la
conciencia que estas expresaban durante Yalta, para frenar la ofensiva reaccionaria del
imperialismo. En tercer lugar, que a la caída del stalinismo no le sucedió la
regeneración revolucionaria de los Estados obreros sino una mayor descomposición de los
mismos, por los elementos arriba citados. En cuarto lugar, a la feroz resistencia de las
masas con altos niveles de espontaneidad y bajísimos niveles de conciencia. Y por
último, pero no menos importante, por la agudización de la crisis de dirección
revolucionaria frente a la capitulación del movimiento trotskista a los grandes aparatos
reformistas durante la segunda posguerra, y las lecciones mencheviques que sacaron frente
a los acontecimientos revolucionarios, llegando en el 89 a la rastra del stalinismo
y los demás aparatos contrarrevolucionarios.
Hemos querido demostrar a lo largo del artículo cómo las revueltas fueron
consideradas por los maestros marxistas revolucionarios del siglo XX como una fase de la
revolución que contienen en germen las tendencias revolucionarias de las masas. Cómo las
acciones revolucionarias de las masas eran analizadas en función de elaborar lecciones
políticas y programáticas para la acción militante del partido revolucionario. Es el
período de las grandes conclusiones estratégicas de la Tercera y la Cuarta
Internacional. Verdaderas escuelas de estrategia revolucionaria que forjaban cuadros,
militantes y organizaciones en el combate por la dictadura del proletariado y la
revolución socialista internacional, y que tomaba al marxismo como "el álgebra de
la revolución" transformando en programa y estrategia las lecciones sacadas de la
lucha revolucionaria de las masas.
Para nosotros está planteado a fines del siglo XX, ante el abandono creciente del
centrismo (aún el que se autodenomina trotskista) de la lucha por resolver de una forma
revolucionaria la crisis de dirección proletaria, retomar las lecciones de los grandes
maestros del marxismo revolucionario y de las Internacionales revolucionarias, con el
método y la perspectiva que señalaban, el de la lucha intransigente por el derrocamiento
revolucionario de la burguesía y por el poder obrero.
NOTAS:
1 Lenin sostuvo durante la revolución de 1905 una concepción
"etapista" de la revolución rusa, que se expresaba en la consigna de
"dictadura democrática de obreros y campesinos". Sin embargo, Lenin y los
bolcheviques entendían esta consigna como una alianza de clases explotadas contra el
Estado zarista y la burguesía liberal, determinando una estrategia revolucionaria contra
el Estado y por la insurrección obrera y popular para derrocar al zarismo. Es esta
estrategia revolucionaria de Lenin la que en el 17 le permite confluir con las masas
revolucionarias, desembarazándose de una concepción teórica errada de la revolución, y
plantear la lucha por el poder obrero a través de los soviets
2 Cuando se den se verán los efectos "benéficos" del 89 y de la crisis
del stalinismo. Desde ya que la burguesía en su propaganda, nunca va a resaltar estas
potencialidades estratégicas. Lo raro es que los que hablan en nombre del marxismo e
inclusive del trotskismo no lo resalten.
3 Ya que durante 1905 si bien sostenía la teoría de la revolución permanente, en el
terreno de la insurrección sostenia posiciones similares a las de Rosa Luxemburgo en
relación a la ligazón entre la espontaneidad, la huelga política y la insurrección.