Estrategia Internacional N° 7
Marzo/Abril - 1998

Dossier Economía
Capitalismo Hoy

ELEMENTOS PARA UNA EXPLICACION MARXISTA DE LA CRISIS DEL CAPITALISMO IMPERIALISTA

Juan Chingo y Julio Sorel

Un intento de depreciar el valor de la fuerza de trabajo y de aumentar la extracción de plusvalía absoluta y relativa
La crisis de acumulación capitalista y el cambio en las funciones del Estado
Sin la crisis económica mundial no hubiera habido "milagro asiático"
Las transnacionales y su creciente peso en la economía mundial
Una acelerada centralización internacional del capital
La financierización de la economía

"El Asia Oriental, para decirlo bruscamente, es mala noticia para los marxistas" (1)

En los ´90, el avance de la restauración capitalista en los países del Este, la ex URSS y China, el “florecimiento” de los negocios en los Estados Unidos, el “boom” de los mercados emergentes, llevaron a un exceso de optimismo a los capitalistas y sus apologistas. El colapso de la planificación económica en los ex Estados Obreros, consecuencia de la utopía reaccionaria de la “construcción del socialismo en un solo país”, era presentado como el triunfo “histórico” del capitalismo y las leyes del mercado como las leyes naturales del desarrollo de la economía. Las frases sobre “nueva economía”, “fin de ciclo”, “nuevo paradigma”, etc, se hacían cada vez más corrientes. Tan tarde como en el número de julio-agosto de 1997 de la revista Foreign Affairs, en el mismo momento que la caída del bath tailandés daba inicio a la crisis del Sudeste asiático, Steven Weber, en un artículo llamado “¿El fin del ciclo de negocios?”, sostenía en el capítulo “La nueva economía”: “Seis facetas de la economía moderna contribuyen a la profundización del ciclo de negocios: la globalización de la producción, los cambios en las finanzas, la naturaleza del empleo, las políticas gubernamentales, los mercados emergentes y la tecnología informática. Estos seis factores tienden a reducir los costos de transacción, a hacer la oferta y la demanda más fluída, a compensar las desproporciones en la producción, a atenuar el crecimiento y el ajuste. Habrá ciertamente aún shocks económicos, tanto producto de eventos naturales como políticos o del cambio tecnológico. Y también seguramente habrá errores en la política monetaria y errores de planificación de los negocios. Estas fuerzas fundamentales del ciclo de los negocios no han desaparecido. Ellas serán sin embargo, menos importantes en una economía más flexible y adaptativa que se ajusta a los shocks más facilmente y con menos propensión a incitar un nuevo ciclo.” Sin llegar a los índices de crecimiento del llamado “boom” de posguerra, los apologistas de la “nueva economía” nos querían presentar un capitalismo que sin grandes crisis ni cifras espectaculares de crecimiento podría sostener un ritmo armónico de desarrollo. Aunque muchos de ellos fueron por más. Los índices de crecimiento sostenido, de entre un 8% y un 10% de Corea del Sur durante tres décadas o del 10% de China a lo largo de dos décadas, fueron presentados como una muestra de la fortaleza del mercado, que el capitalismo, había encontrado una nueva vía para su proceso de acumulación, el llamado “milagro económico”. Su optimismo rampante les permitía arrojar el guante: “El Asia Oriental, para decirlo bruscamente, es mala noticia para los marxistas.”

El estallido de la crisis asiática, que en el “lunes negro” del 27 de Octubre se transformaría en una caída generalizada de las bolsas a nivel mundial, mostraría que su “nueva economía” no era más que una nueva patraña para consumo popular. El desarrollo de lo que algunos consideran la crisis más grave de la economía mundial desde la crisis generalizada de 1973-75 (conocida como “crisis del petróleo”), u otros desde la llamada “Gran Depresión” que llevó al crack de 1929-33, les pinchó el globo.

Desde entonces, estos “sabios” de la economía mundial han ensayado todo tipo de explicaciones fantasiosas e interesadas sobre la crisis. Los más delirantes trataron de explicar la causa de la crisis en el “místico” mes de octubre tratando de encontrar algún paralelismo en la coincidencia de diversos desastres (crack del ´29, crash del ´87 y el último “lunes negro” del 29/10/97) transcurridos en los meses de octubre. Otros explicaron por fenómenos psicológicos, que por el miedo y el pánico se fueron contagiando como una bola de nieve, o que se trataba de una cuestión de confianza, como si la economía pudiera moldearse a voluntad de políticos y banqueros. Los más políticos acusaron duramente a los irresponsables y corruptos regímenes del sudeste asiático por el endeudamiento desenfrenado, el favoritismo clientelar de familiares y amigos, los proyectos faraónicos. Sin embargo frente a la magnitud de la crisis algunos en sus explicaciones contenían algunas semillas de verdad, pero para intentar poner paños fríos y ocultar las causas profundas de las contradicciones de la economía capitalista.

En esta nota intentaremos aportar algunos elementos para una explicación marxista de la crisis actual. Un análisis marxista exige intentar develar las características fundamentales del funcionamiento del capitalismo. Para nosotros desde principios de siglo, el sistema capitalista mundial ha dejado de jugar un rol progresivo para transformarse, como decía Lenin, en “reacción en toda la línea”. En el artículo sobre la posguerra hemos explicado las condiciones que permitieron el llamado “boom”, y los límites a que llegó a principios de los ‘70, dando origen a una “crisis de acumulación del capital”, que llega hasta nuestros días. Llamamos “crisis de acumulación del capital” a las dificultades en el proceso de valorización del mismo provocadas por la combinación de factores económicos, como el aumento de la composición orgánica del capital y la consecuente caída de la tasa de ganancia, con factores políticos como una intensificación de la lucha de clases (ascenso ‘68/76) o la declinación relativa de la hegemonía norteamericana frente al surgimiento de imperialismos competidores, etc. Esta “crisis de acumulación del capital” se ha expresado en sucesivas convulsiones, tanto monetarias como bursátiles o en las crisis clásicas de superproducción, como la crisis de la deuda en 1982, el crack de 1987 en Wall Street, el hundimiento de la burbuja financiera e inmobiliaria en Japón a comienzos de los ´90, la crisis del sistema monetario europeo de 1992 con el alejamiento de la lira y la libra del mismo, el efecto Tequila en 1995 y la actual crisis financiera mundial, cuyo epicentro se encuentra en el Sudeste asiático.

Aquí intentaremos brindar algunos elementos de cómo los posteriores intentos de la burguesía imperialista de salir de esta crisis de acumulación, o las llamadas “políticas neo-liberales” no han permitido resolver la misma manteniéndose una sobrevivencia del capitalismo cada vez más parasitaria y con periódicas convulsiones.

NOTAS:
1 P.Berger, “The Capitalist Revolution. Fifty Proposition about Property, Equality and Liberty”, Basic Books, New York,1991

Un intento de depreciar el valor de la fuerza de trabajo, y de aumentar la extracción de plusvalía absoluta y relativa

El estallido de la “crisis de acumulación del capital” a principios de los ‘70 es el acicate más poderoso para aumentar la tasa de explotación. La burguesía busca remover todos los obstáculos al aumento de la tasa de plusvalor, cuestión que no puede lograr sólo elevando los ritmos de trabajo, la intensidad del trabajo existente y extendiendo la jornada laboral (plusvalía absoluta), sino que debe combinarse con un cambio radical del mismo. Con la introducción de maquinaria e inversiones tecnológicas que buscan reducir el valor de la fuerza de trabajo (la llamada racionalización), la burguesía intenta quebrar la resistencia del proletariado y permitir un aumento de la tasa de plusvalía relativa. Las innovaciones tecnológicas introducidas en las esferas de la producción1 y la circulación del capital (en esta última centralmente, como veremos más abajo), así como los cambios en los métodos de trabajo2, no son más que armas de guerra del capital contra el proletariado, que intenta liquidar las viejas formas de relaciones entre patrones y obreros (por ejemplo, liquidando conquistas obreras como los convenios colectivos en favor de convenios por lugar de trabajo) así como los medios utilizados por los obreros en base a las viejas formas de organización del trabajo para resistir los ritmos de explotación.

En los países centrales, durante el “boom”, hubo un crecimiento paralelo de la productividad y de los salarios reales, aunque estos crecieron a un ritmo menor que aquella, acompañado de altos índices de crecimiento de la economía. Lo nuevo, a partir de la ofensiva “neo-liberal” es la combinación entre un bajo crecimiento de la economía en su conjunto y una recuperación momentánea de la tasa de ganancia de las grandes corporaciones, que no llega a los niveles del “boom”. Esta última está basada en la creciente disparidad entre el crecimiento de la productividad del trabajo y el estancamiento o caída de los salarios reales (ver gráfico de Anwar Shaik) lo que significa un aumento del tiempo de trabajo no pagado del que se apropian los capitalistas. Este aumento de la productividad no significa que se haya dado en el conjunto de las ramas de la economía, sino que el mismo está limitado al sector “competitivo” de la economía de las grandes potencias imperialistas, esto es las principales corporaciones.

De todos modos, el mismo método que permite aumentar la tasa de plusvalía relativa es la que acelera la tendencia a la caída de la tasa de ganancia (aunque hay que tener en cuenta que “el abaratamiento de los elementos que forman el capital constante” (Marx) amortiguan esta tendencia).

Este método, entonces, se combina con jornadas de trabajo extendidas, bajos salarios, y la llamada flexibilidad laboral, etc, es decir el intento de aumentar la tasa de plusvalía absoluta. La precarización del empleo, el empleo a tiempo parcial, con bajos salarios, jornadas extendidas, es una característica cada vez más dominante del mercado de trabajo en Estados Unidos.3 Según un estudio,“los norteamericanos trabajan ahora un promedio de 164 horas más anualmente que veinte años atrás. Esto suma alrededor de un mes más de trabajo por año.”4 La realidad de las potencias imperialistas es la combinación de ramas de la economía ultra concentradas con alta productividad, orientadas fundamentalmente hacia el mercado externo, con sectores de baja productividad- baja composición orgánica del capital- que se basan en la explotación intensiva de la fuerza de trabajo, en especial de la mano de obra inmigrante o negra. Por ejemplo en Estados Unidos el sector servicios se caracteriza por infinidad de empleos como el de Mc Donalds (tan es así que algunos hablan de una macdonaldización del empleo). La reciente huelga de UPS puso de manifiesto que las enormes ganancias de esta empresa que domina casi el 70% del mercado del correo norteamericano radicaban en que era la que tenía la mayor proporción frente a sus competidores de trabajadores a tiempo parcial.5 Por ejemplo,“en el caso del cultivo de naranjas en el Sur de California, el largo flujo de inmigrantes mexicanos al área, ha provisto un abundante oferta de mano de obra barata no calificada, para la cosecha de la fruta. El resultado son precios de naranjas más baratos alrededor de Estados Unidos. En realidad, muchos economistas han teorizado que la plantación de frutas y verduras intensiva en fuerza de trabajo en Estados Unidos no podría competir con la competencia extranjera sino fuera por un constante flujo de fuerza de trabajo extranjera de baja paga. Y esto permite que bajen los salarios de los trabajadores nativos6. Lo mismo vale para Japón que combina grandes corporaciones como Toyota, Sony, Mitsubishi, afamadas mundialmente por su competitividad, con sectores de la economía con trabajo casi esclavo (en general ultra protegidos a la competencia extranjera).

El resultado de estas políticas “racionalizadoras”, junto a la crisis de acumulación capitalista, es la creación, tanto en los países imperialistas como en los países periféricos, de un enorme ejército de desocupados (que alcanza las mil millones de personas en todo el mundo, según datos de la OIT), que actúa como un factor de depreciación del valor de la fuerza de trabajo (caída o estancamiento del salario real), lo que Marx llamaba una “reducción del salario por debajo de su valor”. Agreguemos que para Marx, el trabajo precario, al que podría ubicarse entre lo que denomina “población intermitente”, actúa en el mismo sentido.7 Esta cuestión no sólo depende del libre juego de la ley del valor, sino que se trata de una política deliberada para reducir el salario. Una reducción tan grande de la fuerza de trabajo ocupada productivamente, una menor cantidad de fuerza de trabajo explotable para las necesidades actuales del capital, con un ejército de reserva creciente en términos relativos ya que el proletariado ha aumentado su número en términos absolutos, todo esto reduce el tiempo total de trabajo no pagado. Esto revela el grado de parasitismo del capitalismo, con el despilfarro de millones de horas de trabajo que podrían ser utilizadas, en un régimen social superior como el socialismo, para multiplicar la riqueza material y liberar de la carga de trabajo a millones de personas. Esto demuestra definitivamente el carácter de descomposición actual del capitalismo, el grado de destrucción parcial de las fuerzas productivas, empezando por la principal, la fuerza de trabajo humana.

NOTAS:
1 Sin embargo el aumento de la productividad no llega ni mucho menos a los niveles que alcanzó durante el “boom”. R. J. Samuelson indica que en Estados Unidos “ciertamente, las estadísticas de productividad del gobierno- midiendo productos por hora de trabajo- muestra más grandes incrementos en los ´50 y ´60 que ahora. Desde 1948 a 1965, la productividad creció a una tasa anual de 3%; desde 1990, el incremento anual promedio es menor al 1% .” (International Herald Tribune, 23-10-97)
2 El método llamado “toyotismo” es un cambio radical en los métodos de trabajo que intenta transformar el viejo modelo fordista asociado a una producción en gran escala siempre en expansión, y una respuesta a la misma crisis capitalista dentro del proceso de trabajo, como consecuencia del estrechamiento del mercado y de la necesidad de reducir los costos “superfluos” del capital, tanto constante como variable. El modelo es la “fábrica mínima”, reduciendo tanto las existencias de stock y de materias primas lo cual trae asociado una importante reducción de personal. A su vez, junto a la introducción de nuevas maquinarias, se busca liquidar la “rigidez” del trabajo asociado a la cadena de montaje del fordismo incorporando nuevas modalidades como la polivalencia y el trabajo en células, esto es que un obrero o equipo de obreros sea capaz de realizar toda una serie de funciones y no una como era anteriormente. Por esta vía busca liquidar los tiempos de trabajo muerto y las distintas resistencias a la cadena de montaje ideadas por los obreros así como la solidaridad de clase introduciendo la competencia en el seno mismo de una misma fábrica.
3 El mayor porcentaje de trabajadores precarios en los Estados Unidos, comparado con Europa, donde la existencia de fuertes sindicatos y la mayor resistencia obrera, han impedido una precarización al mismo nivel del empleo, aunque con la existencia de una alta desocupación, es la mayor “ventaja competitiva” de aquel país en los ´90.
4 “The Overworked American”(New York, Basic Books 1991), J. Schor.
5 Según dos economistas, entre 1970 y 1990, en Estados Unidos, los trabajadores de tiempo parcial en el comercio y en los servicios, incrementaron su porcentaje del conjunto de la fuerza de trabajo no agrícola del 11 al 14%. Para 1990, uno cada siete trabajadores era un trabajador a tiempo parcial en el comercio o los servicios. (Mishel and Bernstein, “The State of Working America”).
6 J.D.Hancock, Dismal Scientist. Contra la percepción vulgar, el impacto de la inmigración no se limita a los trabajos no calificados. Según la misma publicación, “el acta de inmigración de 1990 agrega la así llamada excepción Einstein, la cual da preferencia a los inmigrantes con educación o especializados. Dicha acta, también triplica el cupo anual de visas de trabajo. Más del 15% de todos los inmigrantes son actualmente admitidos basado en su capacitación o sus categorías de trabajo. Debido al status preminente de las Universidades americanas, Estados Unidos ha sido muy exitoso en atraer inmigrantes altamente educados. Sin embargo, un alto precio ha sido pagado por los estudiantes nativos. Desde 1990, la tasa de desempleo para los doctores en matemática se ha quintuplicado del 2% a casi el 11% en 1995. El sistema educativo norteamericano se ha beneficiado. Los doctores graduados que antes podrían haber enseñado en las Universidades ahora están enseñando en los bachilleratos. La fuerte competencia por trabajo ha bajado los salarios de los profesores. El resultado es un mejor y más barato sistema educativo de arriba a abajo.”
7“Otro punto importante de subrayar es que los dos sectores de la fuerza de trabajo, cualificada y no cualificada, no son tan autónomos como se supone frecuentemente. En Estados Unidos, gran cantidad de empleo nuevo es empleo no cualificado, de poca calidad, que Eatwell ha definido como “desempleo encubierto”. Como tal, frena también el crecimiento del salario de toda la fuerza del trabajo, incluyendo la más productiva y mejor pagada, siguiendo una dinámica ampliamente conocida en países en desarrollo, tal como México.” (“Neoliberalismo y Estado de Bienestar”, Vicenc Navarro”)

Esclavitud moderna en Estados Unidos

En la introducción del Dossier, hemos criticado tanto a la corriente estrucutralista como a los autores de la corriente denominada "Lucha de Clases". Sin embargo, a pesar de nuestras diferencias de concepción con estos últimos, tomamos de los mismos la importante descripción que hacen de la situación del empleo en Estados Unidos.

“No solo la juventud de nuestra nación está trabajando cada vez más, sino que están trabajando cada vez más horas. Una inspección por parte de inspectores gubernamentales en 1989 mostró una enorme escala de abusos de las leyes de trabajo infantil- violaciones de las horas permitidas, de las actividades permisibles y de la edad de los empleados... Un estudio de New Hampshire encontró que el 85% de los jóvenes entre diez y doce años, tenía trabajo, y 45% de ellos trabaja más de 20 horas a la semana... Los docentes informan que los estudiantes se quedan dormidos en las clases, disminuyendo el nivel, y no pueden llevar adelante actividades después de la escuela... En los grandes centros urbanos, como Nueva York y Los Angeles, el problema es más serio. Los inspectores han encontrado fábricas donde se explota a los obreros del estilo del siglo XIX donde los inmigrantes pobres -jóvenes mujeres de doce años o más- tienen trabajos de todo el día, perdiendo la posibilidad de ir a la escuela. Y entre un millón y un millón y medio de niños trabajadores agrícolas inmigrantes, trabajan en los campos de la nación. Estas familias no pueden sobrevivir sin el esfuerzo de todos sus miembros.” (“The Overworked American”(New York, Basic Books 1991), J. Schor). Otros autores han denunciado el creciente empleo de los reclusos para su superexplotación por parte de las grandes empresas como IBM, Dell y Compaq. Massimo De Angelis en un trabajo llamado “La autonomía de la economía y la globalización” de la Universidad de East London, aporta datos extraídos de Internet de estos casos. Por ejemplo, “la mayoría de los trabajadores de una compañía de muebles (Michigan Brill MFG. Co.) perdieron sus trabajos y sus salarios de 5,65 U$S por hora, mientras los internos de la prisión estatal son contratados en cambio con un salario que varía de los 0,56 a 0,86 U$S por hora. En Texas, alrededor de 100 internos de la prisión privada en Lockhart ensamblan componentes electrónicos para los gigantes industriales como IBM, Dell y Compaq, producción que previamente era hecha por la firma Austin antes de su cierre. Los prisioneros ganan el salario mínimo y ningún otro beneficio.” Y siguen otros ejemplos. Como vemos, el mercado de trabajo de la principal potencia imperialista se caracteriza cada vez más por la existencia de verdaderas maquiladoras internas e incluso de verdaderos campos de concentración como son las cárceles modernas. Si este es el futuro que la principal nación de la tierra (que se vanagloria de su prosperidad económica) puede ofrecer a sus trabajadores ¡qué perspectiva de progreso puede esperar la humanidad!

La crisis de acumulación capitalista y el cambio en las funciones del Estado

La creciente intervención estatal en la economía es una característica del declive de la sociedad burguesa desde principios de siglo, para garantizar cada vez más la ganancia de los monopolios y la estabilidad del sistema, aunque las funciones de la misma puedan variar según las cambiantes necesidades de la acumulación capitalista, en sus momentos de expansión o de crisis.

En el período del “boom”, con altas tasas de crecimiento de la economía y de ganancias de los capitalistas, el Estado actuó como “garante de los intereses de los monopolios en su conjunto” para asegurar la reproducción del capital, así como una muralla de contención ante los embates de la clase obrera, tanto mediante el consumo de la producción capitalista privada como de la incursión en la producción misma y diversos mecanismos tales como los subsidios, responsabilizarse de las quiebras de las empresas asumiendo sus deudas, etc. De esta manera, sostenían a los monopolios de sus propios países ante los embates de la competencia, asegurando una relativa estabilidad de la economía.

La crisis de acumulación capitalista abierta a fines de los 60, principios de los 70, motorizada por la caída de la tasa de ganancia, requería que los grandes monopolios buscaran aumentar su tasa de ganancia acelerando el proceso de concentración y centralización del capital, y que el Estado se sometiera más directamente a los intereses del capital financiero, de los sectores más concentrados de la economía. Contra lo que dice la retórica neo-liberal y de la así llamada globalización, no se trataba de eliminar al Estado, sino de realizar un cambio en las funciones del mismo, orientado más decididamente a actuar como garantizador y acelerador del proceso de concentración y centralización internacional del capital en favor de la fracción del capital más fuerte, esto es, el capital financiero. Una muestra de lo que decimos es que, luego de la ofensiva neo-liberal, el Estado consume alrededor del 39% en Inglaterra, 32% en Estados Unidos y un 47% en Alemania. Aún el semanario liberal The Economist ha admitido en un artículo titulado “El mito del Estado menos poderoso” de Octubre de 1996 que, “desde 1980 la proporción del gasto estatal se ha incrementado en promedio desde un 36% del PBI al 40%. Los gobiernos nacionales no sólo retienen una amplia discreción sobre la extensión del control sobre los recursos, sino que después de 15 años de integración están tendiendo a controlar más, no menos.”

Entre las nuevas funciones que el Estado asumiría bajo la ofensiva neo-liberal, podemos señalar las siguientes:

a) la entrega al capital privado de la explotación de las obras de infraestructura o empresas construídas por el Estado donde el capital no tuviera que realizar ninguna inversión y gozara así de ganancias aseguradas (con las privatizaciones); en la periferia la entrega de las mismas a las corporaciones imperialistas;

b) aumentando la carga de impuestos regresivos (al consumo) y disminuyendo los impuestos sobre las ganancias y los sectores de mayores ingresos. Es una verdadera contra-reforma fiscal que hace recaer cada vez más el peso del mantenimiento del gasto público sobre los hombros de los asalariados, mientras la burguesía sigue gozando de subsidios directos a determinadas ramas de la producción que se encuentran en decadencia o son poco competitivas. Basta nombrar la política agropecuaria común europea que otorga subsidios a los agricultores y ganaderos de centenares de miles de millones de dólares para no expandir su producción o directamente para no producir, mostrando el enorme derroche de recursos que esto significa, al servicio de mantener la rentabilidad de los grandes productores agrícolas;

c) tratando de reducir las prestaciones a la clase obrera (que son un subproducto de las concesiones que el capital se vio obligado a hacer para mantener la “paz social” en la pos-guerra: los subsidios al desempleo, la seguridad social y el sistema de pensiones), lo que constituye una transferencia de plusvalía en favor del gran capital monopolista, es decir, atacando todas las funciones que frente a la actual crisis de rentabilidad son vistas como un derroche económico.1 La ofensiva “neo-liberal” a nivel mundial llevó en 1989 a los procesos revolucionarios en los llamados “países socialistas” que tiraron por los aires a los regímenes de partido-estado basados en los partidos comunistas en donde las burocracias gobernantes venían aplicando los planes de austeridad del FMI. Este proceso, luego se generalizó como revueltas y estallidos que fueron poniendo límites a la aplicación de los planes imperialistas y llevó a partir de 1995, con la huelga general de los trabajadores estatales franceses que luchaban contra los recortes del “Estado benefactor”, a una ofensiva de masas en muchos países tal como planteamos en el Proyecto de Programa de la Fracción Trotskysta Estrategia Internacional. Esto es lo que explica que los “éxitos” de las políticas neo-liberales fueron más eficaces en relación a las reformas contrafiscales que en relación a rebajar los presupuestos dedicados a los servicios sociales; aunque estos disminuyeron, no pudieron avanzar a igual velocidad, lo que se expresa en su mantenimiento, junto a los enormes gastos por la enorme carga del endeudamiento y los subsidios directos a determinados sectores capitalistas, del déficit público;

d) las políticas de liberalización y desregulamiento, principalmente en el terreno del sistema monetario y financiero, que le dieron al capital la mayor movilidad internacional desde 1914. Esto fue impulsado por los Estados imperialistas más fuertes y sus instituciones monetarias y financieras internacionales como el FMI y el Banco Mundial, en beneficio del capital financiero de sus propios países. Y al servicio de la mayor penetración de sus transnacionales en las semi-colonias, debilitando más a los estados semi-coloniales en la defensa de sus propias “burguesías nacionales”, como lo demuestra el estado norteamericano con la firma y la implementación del NAFTA. Según datos del diario El Cronista del 22 de Abril de 1996, “entre 1991 y 1994 se realizaron 373 cambios en las leyes nacionales sobre inversiones extranjeras directas en los países en vías de desarrollo: 368 fueron para atraerlas, liberalizando los mercados internos. En 1994, 108 de los 110 cambios legislativos efectuados en los países en vías de desarrollo tuvieron el mismo sentido. Hay que sumar 900 acuerdos de ´garantías de inversiones´, vigentes en este momento.” Asimismo, los estados imperialistas están discutiendo la implementación de un acuerdo multilateral de inversiones (AMI), donde el Estado semicolonial debería hacerse cargo de las pérdidas reales o eventuales de las corporaciones para asegurarles sus ganancias. Es un verdadero estatuto del coloniaje que busca legalizar aún más la enorme penetración imperialista, pretendiendo establecer una verdadera “seguridad jurídica universal” para extraer el sudor y la sangre de millones de trabajadores de la periferia;

e) el Estado a su vez garantizaría las ganancias rentísticas del capital financiero haciéndose responsable de las deudas mediante la titularización de los activos de la deuda pública, esto es, el financiamiento de los déficits presupuestarios con la utilización de Bonos del tesoro u otros instrumentos de deuda;

f) los Estados imperialistas intervienen crecientemente en el sistema monetario internacional vendiendo o comprando divisas como forma de contrarrestar (y obtener ventajas de) los enormes desequilibrios del sistema monetario internacional después de la liquidación del sistema de Bretton Woods en 1971. La fluctuaciones del dólar en los ´90, y el actual intento de establecer una moneda única en Europa es una muestra de lo que estamos afirmando;

g) como muestra de la crisis del proceso de acumulación capitalista y de las periódicas crisis financieras y bursátiles, el Estado debe socorrer cada vez más directamente a las grandes corporaciones imperialistas para evitar su quiebra. Según datos del libro “The Logic of International Restructuring” de W. Ruigrok y R. van Tulder (Londres, 1995), “al menos 20 compañías del índice de las 100 compañías de Fortune [las 100 principales empresas del mundo según esta publicación], no habrían sobrevivido al menos como compañías independientes si no hubieran sido salvadas por sus respectivos estados en la última década y media. Algunos de los casos más importantes han sido las firmas británicas, francesas e italianas de acero a principios de los ´80, Chrysler en la misma época y Mc Donnel Douglas, la subsidiaria Seat en España de VW. Tan recientemente como en 1993, el gobierno sueco tuvo que apoyar al Skandinaviska Enskilda Banken (el banco del consorcio familiar Wallenberg) y el Handelsbanken, los dos bancos más grandes de Suecia con grandes holdings en las compañías de producción suecas como la Volvo, Electrolux, Ericsson, Asea, Stora y SKF. El consorcio Wallenberg solo da cuenta del 40% del mercado de acciones de Estocolmo.” Los mismos autores señalan que “todas las antiguas o las actuales empresas líderes norteamericanas de computación, semi-conductores y fabricantes eléctricos del índice Fortune 100 1993 se han beneficiado enormemente de contratos de defensa preferenciales.” Ni hablar del rol del Estado socorriendo los malos negocios o las expectativas frustradas de los grandes bancos y casas bursátiles como la política del gobierno de Japón a lo largo de todos los ´90 y en la actual crisis del sudeste asiático. Es tan creciente esta intervención al servicio de las grandes corporaciones del capital financiero que ha desencadenado resistencias cada vez mayores de los contribuyentes que ven que el dinero público se destina cada vez más a salvar a banqueros corruptos e inescrupulosos, personificación de este capitalismo cada vez más parasitario;

h) mientras el Estado asegura una mayor libertad de movimiento de los flujos de mercancías y capital, impone cada vez más restricciones y controles al libre movimiento de la fuerza de trabajo. Si en el período del “boom” el imperialismo alentó la inmigración, hoy en día cada vez más inmigrantes se ven sometidos a leyes restrictivas y racistas.

La fraseología sobre el “Estado mínimo” a la que se aferran “globalizadores” y “neo-liberales” encubre que estas nuevas funciones son continuidad y complementarias de la necesidad actual (y desde principios de siglo bajo diferentes formas) del Estado de intervenir para garantizar las ganancias de los monopolios. En los ´80 estas nuevas formas recibieron el nombre de “reaganismo-tatcherismo” que lejos de liquidar al Estado, como venimos explicando, desarrolló una especie de “keynesianismo militar”. Este se caracterizó, según palabras de Galbraith por: “Los impuestos fueron reducidos (...) Mientras tanto, en respuesta a los mayores temores internacionales, la amenaza del comunismo fue abordada como una función positiva del gobierno. Como se consideraba que el instrumento básico para la lucha contra el comunismo eran las FFAA, éstas crecieron tanto en número como en armamento hasta llegar a disponer de unas fuerzas sin igual en tiempos de paz. Tal como hemos observado antes, los gastos requeridos beneficiaron, de una forma más que casual, a los sectores más acaudalados de la ciudadanía estadounidense. No obstante dichos gastos no se consideraron justificación suficiente para un aumento de impuestos. Era mejor aceptar un déficit sustancial en las cuentas públicas. A su vez, el déficit llegó a ser (tal como sigue siendo) una fuerza independiente por derecho propio que contribuye a reducir los gastos relativos a bienestar social. Se afirmaba que éstos, a diferencia de los desembolsos militares, llevarían inexorablemente al país a una mayor deuda. Había otras dos líneas de gastos civiles que siguieron siendo sacrosantas. Fueron los desembolsos efectuados para afianzar las instituciones financieras (...) y para mantener el sistema de Seguridad Social (...) Ambos tipos de gastos estaban al servicio de un sector de la comunidad nacional acaudalado (...) El presidente Reagan y sus economistas prestaron aún otro servicio bien conocido a sus electores. Dicho servicio implicaba acabar con el poder de los sindicatos (...) Lo que hizo la nueva Administración en cuanto a política monetaria tuvo unos efectos más generales. Esta, que ya era restrictiva durante los años de Carter, había sido más rigurosa en 1981-82. Los tipos de interés habían aumentado de forma importante y los préstamos bancarios se habían reducido drásticamente.” 2

En los ´90 el Estado desarrolló las funciones generales que hemos descripto que abarcan el período de comienzos de los ´80 a la actualidad, inclinándose más a un rol cada vez mayor de una política comercial agresiva y en la penetración imperialista en el mundo semi-colonial (aprobación del NAFTA, discusión del Fast Track) así como los salvatajes directos de determinados países emergentes (México, Indonesia, Corea del Sur) que pusieran en peligro al sistema financiero internacional.

La supuesta “rivalidad” entre keynesianos y “neo-liberales”, en cuanto a las funciones que el Estado debe asumir para intentar superar la crisis de acumulación, no es más que una disputa por la forma en que el Estado debe adecuarse a una economía cada vez más rentística y parasitaria con el creciente predominio del capital especulativo y las transnacionales.

NOTAS:
1 La privatización del sistema de pensiones que se está dando en muchos países imperialistas e incluso semi-coloniales, significa la utilización del salario diferido de los trabajadores como fuente de financiamiento de los capitalistas. El Estado se hace garante de esta apropiación del ahorro obrero para su utilización como fuente de financiamiento para el capital.
2 Galbraith, “Un viaje por la economía de nuestro tiempo”.

Sin la crisis económica mundial no hubiera habido "milagro asiático"

Otro de los intentos de la burguesía imperialista de resolver su crisis de acumulación fue la mayor penetración imperialista en los estados semicoloniales y los ex estados obreros deformados y degenerados. Este proceso de recolonización imperialista se basa en la búsqueda de países de mano de obra barata con el fin de obtener ganancias extraordinarias y encontrar una salida para los capitales de los países imperialistas que no podían reinvertirse en la producción en sus propios países con una tasa de ganancia que les asegurara una valorización suficiente para continuar el proceso de acumulación ( lo que se llamó la relocalización de la producción). Ya Lenin en su famoso escrito “El imperialismo, etapa superior del capitalismo”, escribió: “(en) el capitalismo ... el excedente de capital será utilizado, no para elevar el nivel de vida de las masas de un país determinado ya que ello significaría disminuir las ganancias de los capitalistas, sino para acrecentar sus beneficios, exportando capitales al extranjero, a los países atrasados.”

Frente a la crisis del ´70, el Sudeste asiático y China a partir de la reformas del ´78 se convirtieron en las principales fuentes de ganancias extraordinarias para algunos monopolios extendiéndose en los ´90 a algunas otras regiones y países con los llamados “mercados emergentes”. La propaganda imperialista le dió un valor sin límite a esta contratendencia viendo que no sólo podían obtener ganancias extraordinarias sino que demostraría la fortaleza de una economía capitalista donde habría lugar para el surgimiento de nuevas potencias superando los límites al desarrollo de los países semicoloniales dentro de una economía mundial dominada por el imperialismo. En Octubre de 1994 el semanario británico The Economist anunciaba una nueva era de prosperidad caracterizando que “en los próximos 25 años, el mundo verá el más grande cambio de las fuerzas económicas por más de un siglo. Hoy las así llamadas economías industriales dominan el globo, así como lo hicieron en los pasados 150 años o más. Pero dentro de una generación algunas están destinadas a empequeñecer por los nuevos gigantes económicos emergentes.”

Pero los famosos “mercados emergentes”, lejos de mostrar una expansión hacia nuevas fronteras, nuevos continentes, de un capitalismo dinámico, son apenas el pulmotor de un organismo enfermo. No llegarían a ser el pulmón de una economía vigorosa, sino apenas, durante un período, un amortiguador de la crisis de acumulación del capital.

Por otro lado, esta búsqueda de países de mano de obra barata, no sería un proceso armónico y uniforme, sino un proceso completamente desigual. Según fuentes de la UNCTAD y la OCDE tan sólo diez países, siete del Sudeste asiático y tres de América Latina, en el año 1993, concentraron el 79% de las inversiones extranjeras directas. Si excluímos a China el porcentaje llega a un 49%. Como vemos, el desarrollo desigual entre Norte y Sur, característico del período de pos-guerra, se ha ampliado a una mayor desigualdad entre los mismos países periféricos, de lo cual el hundimiento y la decadencia del continente africano entero en los ´80 (con la excepción parcial de Sudáfrica) y hoy el comienzo del hundimiento del llamado “milagro asiático” es una muestra más que elocuente.

La ley general que domina esta forma de desarrollo del capitalismo es la ley del desarrollo desigual y combinado formulada magistralmente por Trotsky: “El desarrollo desigual, que es la ley más general del proceso histórico, no se nos revela, en parte alguna, con la evidencia y la complejidad con que lo patentiza el destino de los países atrasados. Azotados por el látigo de las necesidades materiales, los países atrasados vense obligados a avanzar a saltos. De esta ley universal del desarrollo desigual se deriva otra que, a falta de nombre más adecuado, calificaremos de ley del desarrollo combinado, aludiendo a la aproximación de las distintas etapas del camino y a la combinación de distintas fases, a la amalgama de formas arcaicas y modernas.” 1

La forma específica que encontramos del desarrollo desigual y combinado que se ha dado en los países del Sudeste asiático especialmente, ha sido el de salir violentamente de una economía fundamentalmente campesina, “saltando” a un capitalismo en su etapa de decadencia parasitaria. Corea del Sur, a diferencia de los nuevos NICs (Tailandia, Indonesia, Filipinas, Malasia), que venía de treinta años de crecimiento económico, pudo desarrollar una fuerte burguesía nacional, gracias a condiciones excepcionales de carácter político, como es su rol estratégico para Estados Unidos en una zona del planeta rodeada de los Estados Obreros deformados de China primero en 1949, Corea del Norte en 1952, Vietnam luego y Camboya años más tarde. Son estas condiciones excepcionales junto a la existencia de una dictadura militar, las que explican el desarrollo espectacular alcanzado por la burguesía coreana. Sin embargo, cuando a comienzos de los ´80 intenta salir a la conquista del mercado mundial, debe acentuar su imbricación con el capital financiero internacional, cuestión por la que debió pagar un enorme precio que hoy en día es la base de su estallido, que las potencias imperialistas centrales han comenzado a cobrarse intentando hacerla retroceder en sus ínfulas expansionistas. En otras palabras, la mayor imbricación con el capital financiero internacional que fue la base que permitió el gran salto adelante coreano (hoy es la doceava economía a nivel mundial y sus empresas multinacionales son conocidas en todo el mundo), ha gangrenado su base de crecimiento. Esto se manifiesta en que los más grandes chaebol (conglomerado), Hyundai, Samsung, LG, Daewoo y Syunkyong, tienen un endeudamiento tres o cuatro veces mayor que su patrimonio neto. Más precisamente, las deudas de las chaebol superan al capital que estas poseen, entre 300, 400 y hasta 700%. En el caso del astillero Halla, más allá del 2000%. Además, de los 12 mayores chaebols, 5 tenían pérdidas, y uno, Sunkyong, tiene ganancias de apenas 1% sobre los activos. Pero no hay que confundirse, no se trata de una malformación, de una mala administración, de un deficiente “monitoreo” de los organismos internacionales, sino de un rasgo estructural de la economía capitalista que se ha acentuado tras la crisis de acumulación abierta a fines de los ‘60 principios de los 70. Esta es la forma específica en que se han combinado, nuevamente, dos maneras diferentes pero complementarias para intentar recomponer la acumulación capitalista: los grandes chaebol de la economía coreana, aunque de carácter privado, han crecido bajo el amparo del Estado, pero a su vez dominados por el capital financiero de las naciones imperialistas. En América Latina este dominio del capital financiero llevó después de la crisis de la deuda en el ´82 a la llamada “década perdida”, un decenio donde América Latina retrocedió en su participación en el mercado mundial, con crecimiento negativo, destrucción de fuerzas productivas, el desguace de su mercado interno, y la desacumulación y desinversión (recordar la fuga de capitales). Luego de esta “cirugía” (destrucción de capital y baja de salarios reales lo que permitió una disminución de la composición orgánica del capital y por lo tanto una mejora de la tasa de beneficio) el capital internacional se volcó en los ´90 dando lugar a lo que ahora llamaría los “mercados emergentes” de América Latina. Esta ha vuelto a crecer, dependiendo cada vez más del flujo de capitales (con el consiguiente endeudamiento creciente), un mayor sometimiento al capital financiero imperialista, una oleada de las inversiones extranjeras directas (la mayoría compras de empresas existentes y privatizaciones, más que apertura de nuevas fábricas), la creación de mercados internos regionales que favorecen los negocios de las empresas imperialistas (Mercosur). En una palabra, una mayor penetración de las grandes transnacionales con el control directo de éstas de los resortes fundamentales de su economía y de una parcela creciente de los mercados internos latinoamericanos. Aquí radica la llamada “globalización”, en un creciente dominio internacional de las corporaciones de las naciones imperialistas. Otra manifestación de esta ley general la señala Mandel: “Vimos anteriormente que la innovación tecnológica y los aumentos en la productividad del trabajo no eran de ninguna manera los únicos medios de lograr ganancias extraordinarias. El descubrimiento de la fuerza de trabajo barata y su incorporación al proceso de trabajo capitalista, así como la producción de materias primas baratas, también sirvieron a ese objetivo. La fuerza de trabajo barata fue descubierta y reproducida bajo condiciones en las que todavía no existía una amplia división del trabajo, al mismo tiempo que la reducción del valor de la fuerza de trabajo al costo físico de su reproducción impidió toda expansión de la demanda efectiva, y por ello, toda extensión del mercado interno. Dentro de este contexto, el mismo capital creó un límite insuperable para su propia expansión.”2. Esta situación descripta por Mandel para el período de pos-guerra se agravaría más aún en este contexto de crisis de acumulación con las mayores contradicciones que implica este desarrollo desigual y combinado acentuado de forma parasitaria y convulsiva con el dominio del capital especulativo y las grandes transnacionales. De esta manera es que el resultado es agravar aún más la crisis capitalista de acumulación que se manifiesta como crisis de sobreproducción de mercancías.

Simultáneamente, esto refuerza la competencia inter-imperialista por el control y el dominio de nuevas zonas de influencia y mercados, por el reparto del mundo entre un puñado de grandes monopolios imperialistas.

NOTAS:
1 León Trotsky, “Historia de la Revolución Rusa”.
2 E. Mandel, “El Capitalismo Tardío”.

Zonas de mano de obra barata

“El proceso de re-estructuración en el Norte que siguió el conflicto social de los setenta ha llevado al establecimiento de las líneas de producción en partes del mundo donde los salarios son más bajos y la mayor intensidad del trabajo garantiza márgenes de ganancia más altos para las empresas internacionales.” Para dar una idea del desarrollo de estas nuevas áreas , veamos los siguientes datos aportados por este autor: “El empleo total en las maquiladoras mexicanas, por ejemplo, ha crecido de 110.000 en 1980 a 500.000 en 1992, mientras en Asia, alrededor de 700.000 trabajadores están empleados en las zonas de libre exportación. Lo que es significativo es la proporción de mujeres trabajadoras. En Asia, estas son mayoritariamente mujeres solteras de edad entre los 17 y los 23 años, con la mayor densidad en Sri Lanka, Taiwan y Malasia con un 88% y alrededor del 75% en Corea del Sur y Filipinas.” (Massimo De Angelis, en el trabajo ya citado)

Las transnacionales y su creciente peso en la economía mundial

El mayor ahogo que significan los Estados nacionales para el desarrollo de las fuerzas productivas, en el marco de esta crisis de acumulación del capital, ha dado un nuevo y mayor impulso a la conformación de grandes monopolios transnacionales, que han resuelto a su manera, es decir en forma reaccionaria, esta contradicción central de la época imperialista entre el desarrollo de las fuerzas productivas y los límites de las fronteras nacionales.

La propaganda imperialista intenta presentar a estas firmas transnacionales como las portadoras de una nueva fase del desarrollo capitalista. Así, la revista Business Week proclamó a comienzos de los ‘90 la época de “las corporaciones sin Estado”.

No hay duda que la economía mundial se ha internacionalizado crecientemente. Los flujos del capital y del desarrollo del comercio mundial han alcanzado mayores niveles. Con el aceleramiento del proceso de fusiones (ver más adelante) de las corporaciones internacionales ha habido un avance en la transnacionalización de la producción. Las transnacionales pueden diseñar sus productos en un continente, ensamblarlos en otro y venderlos alrededor del mundo.1 De esta manera pueden organizar el ciclo de producción subdividido globalmente de acuerdo al criterio de los costos comparativos. Esto es una diferencia con las empresas multinacionales, que en general establecen filiales cuyo centro de producción y venta es el propio país o mercado regional en el que se establecen.

Actualmente existen en el mundo 37.000 corporaciones con 170.000 filiales en diferentes países. Los cien grupos más transnacionalizados (de los cuales reproducimos en el gráfico adjunto los 30 primeros) concentraban en sus manos en 1990 cerca de un tercio de las inversiones extranjeras directas mundiales; poseían activos de un valor acumulado del orden de 3, 2 billones de dólares, de los cuales el 40% estaban fuera de su país de origen (según la UNCTAD).

¿Significa ésto que estas empresas han perdido su base nacional, transformándose en “corporaciones sin estado”, como dice Business Week? No. Como vemos, existe una tendencia a la internacionalización, pero la gran mayoría de las compañías manufactureras aún operan dentro de un Estado nacional. Si tomamos en cuenta la propiedad, de las 47 compañías que la misma Business Week presenta como “sin Estado”, los propietarios de la mayoría de las acciones de las mismas están en su país de origen. Sólo 6 de ellas tienen 30% de sus acciones en manos extranjeras. No hay ninguna de propiedad mayoritariamente extranjera. Si tomamos en cuenta la composición de los directorios de las empresas, según datos extraídos del artículo “Globalización, crítica de una nueva ortodoxia” de Chris Harman, “de las 30 firmas más importantes de Estados Unidos, sólo 5 tenían un extranjero en su directorio en 1991... sólo 2 de las 20 compañías japonesas más grandes tenían un extranjero en su directorio. De las 15 empresas fundamentales de Alemania, sólo 4 tenían un extranjero en su directorio”.

Si tomamos en cuenta los activos y las ventas, no casualmente, las firmas más transnacionalizadas tienen su origen en los más pequeños países imperialistas europeos, como Holanda, Suiza o Suecia; o en algunas ramas particulares de la industria tales como la petrolera. En Estados Unidos las casas matrices de estas corporaciones basan el 78% de sus activos totales, el 70% de las ventas y el 70% de su fuerza de trabajo en su propio país. De las 5000 corporaciones top, dos tercios de sus ventas están basadas en el país de origen o en la región donde ellas operan. Aunque las exportaciones se han duplicado entre 1960 y 1990 hasta llegar a un 20% del producto bruto mundial, esto significa que el 80% del mismo es para mercados dentro de los países donde operan. Lo que es más revelador, a pesar de toda la perorata sobre la globalización, es que el grueso de la inversión acumulada de las firmas de un país se concentran en el mismo o en las zonas adyacentes. Esto es así en el caso de Estados Unidos y Japón. En el caso de Europa, el cuadro no es muy diferente: si tomamos en cuenta los activos extranjeros, estos aparecen mayoritariamente dentro de los otros países imperialistas europeos. Por ejemplo, para el caso de Francia, el 31% de los activos de la manufactura francesa y el 35% de los activos de los servicios están en otro país europeo, lo que sumado a la inversión en su propio país significa que el 86% y el 85% respectivamente están en lo que podríamos llamar su base regional. Lo que muestran estas cifras es que más que una globalización, lo que se desarrolla es un proceso de regionalización de las firmas transnacionales.2 Este carácter se demuestra aún más si tomamos en cuenta la exportación de capitales a zonas de mano de obra barata, las cuales tienden a concentrarse en sus zonas de influencia cercanas, donde sus Estados puedan ejercer una influencia más directa. Así es que Estados Unidos domina las inversiones en América Latina y en México en particular. Japón y su área de influencia en el Pacífico. El capital alemán es la fuerza predominante en la Europa del Este. El capital francés sigue siendo una fuerza importante en el Norte, Oeste y Centro de Africa.

Hemos demostrado más arriba que la internacionalización de la economía capitalista, contra lo que afirman los ideólogos de la “globalización”, no ha sido un proceso homogéneo y uniforme. Si en la producción ha habido una tendencia creciente a una mayor internacionalización, ésta mantiene a nivel de la propiedad una base casi enteramente nacional3, salvo algunas escasas excepciones. Es más, como hemos demostrado, los avances en la internacionalización de la producción están indisolublemente ligados a la furibunda competencia inter-imperialista entre los tres bloques centrales de la economía mundial (Japón, Estados Unidos y las distintas potencias europeas4). Sin embargo, donde esta tendencia ha sido llevada hasta el paroxismo es en el sistema financiero. Podríamos decir que las finanzas son lo único que está verdaderamente globalizado. Asistido por las nuevas tecnologías electrónicas y de telecomunicaciones, es que se ha podido desarrollar un mercado financiero global que puede trabajar en “tiempo real”. Según The Economist, “el mundo tiene los mercados financieros de mayor libertad de movimiento y más sofisticados (esto es, complicados) que jamás haya conocido. Monedas, commodities, bonos del gobierno y de las corporaciones: son todos ahora emitidos y comerciados alrededor del reloj y alrededor del mundo.” Según datos de Monthly Review, por ejemplo, en 1960 el volumen de la bancarización internacional llegaba a un 1% del PBI de las economías combinadas del mundo. Para mediados de los 80 este porcentaje había alcanzado el 20%. Sin embargo, la comparación con el comercio mundial es aún más sorprendente. Entre una de las funciones normales del sistema bancario está la de financiar el comercio mundial. A fines de los 60, el volumen de la actividad bancaria entre países daba cuenta de alrededor del 10% del volumen del comercio mundial. A mediados de los 80, este volumen realmente excedía el del comercio. Y mientras el comercio mundial en relación con el PBI apenas se duplicó en 20 años, el mercado de productos derivados aumento un 1.329,4% en tan sólo nueve años, de 1986 a 1994 y el de swaps aumentó un 660,6% entre 1987 y 1993. Veamos otro ejemplo: “El Banco Federal de Nueva York, ha estimado recientemente que el valor diario de transacciones en el mercado de cambio es 650.000 millones de dólares entre los mercados de Tokyo, New York y Londres solamente. Otros estiman el valor hasta un millón de millones. Sin embargo, la cuestión importante es la composición de estas transacciones, de las cuales el 18% de ellas son el resultado del comercio internacional y las inversiones (por ejemplo, si los Estados Unidos importan productos electrónicos de Japón ellos necesitan pagarlos en yen y por lo tanto cambiar dólares por yenes). El otro 82% es pura y simple especulación, con el objetivo de hacer una ganancia del movimiento de las tasas de cambio.”5 Esto demuestra que lejos de una internacionalización armónica de las fuerzas productivas a nivel mundial, lo que hay es un desarrollo cada vez más rentístico y especulativo de la economía mundial.

NOTAS:
1 Esto no quiere decir que todas las transnacionales organicen la producción de esta manera. La radicación de filiales de empresas transnacionales en diferentes países o regiones permite un aprovechamiento o una conquista del mercado local con productos específicos para dicho mercado. Por ejemplo, las empresas automotrices que se han establecido en el Mercosur, no tienen como eje la exportación al mercado mundial sino quedarse en el marco de la sobreproducción automotriz a nivel mundial con el jugoso mercado combinado de Brasil y Argentina. Es interesante notar que estas empresas transnacionales ya radicadas utilizan sus vínculos con el Estado nacional de los países semi-coloniales para lograr marcos regulatorios que impidan la radicación de nuevas firmas competidoras.
2 La única excepción europea a este ejemplo francés es Inglaterra que posee un 20% de sus activos en Estados Unidos, un porcentaje similar al que tiene en Europa continental.
3 También reveladores son los datos sobre investigación y desarrollo: para 1988, los países de la OCDE gastaron un total de cerca de 285 millones de dólares. De ese total, Estados Unidos respondió por casi la mitad, los países de la Comunidad Europea un poco más de 1/4 y Japón un 17,9%. El conjunto de los demás países apenas dio cuenta de un 6%.
4 En el caso de Europa, que es en un sentido donde más avanzó la internacionalización de la producción, esto se debe a que en el marco de la competencia inter-imperialista de las mismas potencias europeas, éstas intentan llegar a determinados acuerdos de cooperación para enfrentar más eficazmente a los otros dos polos imperialistas.
5 Massimo de Angelis, ob. cit..

Una acelerada centralización internacional del capital

A partir de los ´80 y en los ´90 se acelera el proceso de centralización internacional del capital, conocido como proceso de fusiones y adquisiciones que adquirió una enorme magnitud. Según datos proporcionados por el economista marxista francés François Chesnais “en el curso de los años ´80, alrededor del 80% de las inversiones directas en el extranjero tuvieron lugar entre países capitalistas avanzados, cerca de las tres cuartas partes de las operaciones tuvieron como objeto la adquisición y fusión de empresas existentes.” 1. El proceso se extendería a lo largo de los años ´90. Según The Economist del 28-2-98, “el año pasado el valor total de las fusiones y adquisiciones fue de alrededor de 1,6 millon de millones, más de la mitad que en 1996 que ya había sido un nuevo récord. La oleada previa de fusiones alcanzó un pico en 1989, donde hubo alredor de 550 mil millones de dólares en acuerdos. El año pasado hubo más de 23.000 fusiones individuales o adquisiciones, el doble en número que en 1989.” “Recientemente, la planeada fusión de 165.000 millones de dólares entre Glaxo Wellcome y SmithKline Beecham, dos firmas británicas de la industria farmacéutica ... será la más grande unión corporativa en la historia y creará la segunda más grande compañia a nivel mundial.” 2

Mandel señala en su libro “El Capitalismo Tardío” las siguientes razones, entre otras, del renovado impulso del capital a la creciente centralización internacional. Por un lado, debido a que ya no puede seguir invirtiendo productivamente con el nivel de ganancias necesario, tanto por los límites del mercado interno, como por los enormes volúmenes de capital necesario para la producción. En este proceso cobran una importancia fundamental los costos de investigación y desarrollo, producto de la innovación tecnológica y la reducción del tiempo de rotación del capital, en la búsqueda de nuevos productos y nuevos procesos de producción, con riesgos inherentes a la expansión por los enormes desembolsos que exige. En la misma nota de The Economist sobre la fusión de las farmacéuticas, cita tres razones de la importancia del proceso de fusión: 1) la reducción de costos eliminando personal administrativo y cerrando viejas fábricas; 2) extender el alcance de la capacidad de venta; 3) y el más grande beneficio, el incremento del presupuesto para investigación y desarrollo. Por ejemplo, “las firmas de drogas son aún extremadamente rentables, pero el tiempo y el gasto del descubrimiento y el testeo de nuevas drogas ha ido creciendo inexorablemente, dejando a cada píldora con menos tiempo bajo patente para recuperar cada vez mayores inversiones.”

¿Pero significa ésto que ha aumentado la riqueza social de la humanidad? Marx ha explicado el significado de este proceso: “La centralización no exige más que un cambio de distribución de los capitales existentes, más que una modificación en el arreglo cuantitativo de las partes integrantes del capital social. Aunque el alcance y la energía relativos del movimiento centralizador sean, en cierta medida, determinados por la grandeza adquirida y la superioridad de su mecanismo económico, el progreso de la centralización no depende de un crecimiento positivo del capital social.”3 (resaltados nuestros).

Por el contrario, el hecho de que, después de cada proceso de fusión, los managers de las multinacionales despidan partes importantes del personal y cierren las fábricas consideradas ociosas con el objeto de aumentar su rentabilidad (lo cual se expresará en la suba casi inmediata de sus acciones en la Bolsa), es una muestra no sólo de que, como dice Marx, no hay un crecimiento positivo del capital social, sino que hay incluso una liquidación parcial del mismo, desnudando el contenido cada vez más parasitario de estas operaciones.

Pero la existencia de 37000 grandes corporaciones y los procesos de fusiones entre las mismas, ¿no pueden recomponer la tasa de ganancia y así reimpulsar el ciclo de acumulación?

Según el mismo artículo de The Economist antes citado, donde anuncia la fusión de estos dos gigantes farmacéuticos, titulado cómicamente “La madre de todas las fusiones”, plantea que en esta industria las fusiones anteriores a ésta no han logrado ni siquiera aumentar la porción combinada del mercado de cada empresa por separado. Asímismo, “la rentabilidad de las empresas fusionadas sufre también. El retorno sobre el capital invertido cae después de las fusiones. En los más grandes acuerdos de la pasada década, los rendimientos alcanzados por las empresas involucradas habían caído en promedio de un 12% a un 4% después de tres años de que fueron completadas.” Y agrega “cierto, las ganancias en las firmas farmacéuticas fusionadas se han generalmente incrementado, pero las ganancias han sido difíciles de mantener. Según B. James de Pharma Strategie Consultant, una fábrica sólo puede ser cerrada una vez. Tales ahorros de corto plazo son superados por las dificultades de largo término. La intrincada tarea de integrar dos vastos equipos de investigación puede distraer tanto a los managers como a los científicos de la importante búsqueda de nuevas drogas-un problema que no aparecerá en el balance por muchos años. Y las diferencias en la cultura corporativa pueden provocar enfrentamientos destructivos.” Y continúa diciendo que a pesar de esto, no será el caso de esta nueva fusión ya que se trata de dos firmas exitosas y que no es seguro que haya desacuerdos culturales en la compañia fusionada. “Ciertamente, las dos casas centrales y los principales centros de investigación están a una corta distancia una de otra.” Lo que dice The Economist, traducido al marxismo, significa que estas operaciones, no logran recrear una tasa de ganancia sostenida, lo que es una comprobación palpable de la crisis de acumulación capitalista en la cual las crecientes fusiones no hacen más que estrechar las bases de la producción capitalista para lograr una reproducción ampliada del capital (destruyendo fuerzas productivas, eliminando fuerza de trabajo).

Aquí se devela en toda su amplitud, en el desarrollo del capitalismo imperialista como un sistema mundial. Si inclusive folletos de propaganda de la burguesía imperialista inglesa tales como The Economist se ven obligados a reconocer que el “éxito” de los procesos de centralización del capital, inevitables para asegurar su supervivencia, se debe principalmente a la identidad de sus “culturas corporativas” y a la cercanía de sus centros de producción, ¿qué puede quedar por decir? Acaso, que el vigor de la economía capitalista que ejemplifican con este proceso de centralización internacional, no es más que, en realidad, una transnacionalización de la cuadra de al lado.4

Pero no puede ser de otra manera. Y es que la transnacionalización de la cuadra de este lado, compite con la de la cuadra de enfrente. Bromas aparte, esto quiere decir que no se trata de un problema de compatibilidad cultural o cercanía geográfica, indudablemente. Sino más bien de la competencia entre los distintos monopolios “transnacionales”, lo que determina el curso del proceso. Todo esto, entonces, aunque en un grado mucho mayor, confirma que no se ha producido un cambio de fase, sino que por el contrario, se han acentuado las tendencias parasitarias más generales de la época imperialista. Esto corrobora lo afirmado por Lenin en su “El imperialismo...”: “La concentración ha llegado a un punto en que es posible hacer un cálculo aproximado de todas las fuentes de materias primas de un país e incluso de varios ... No sólo se realiza este cálculo sino que asociaciones monopolistas gigantescas se apoderan de dichas fuentes. También se realiza un cálculo aproximado de la capacidad del mercado, y las asociaciones se lo ´reparten´entre sí de común acuerdo. Se monopoliza la mano de obra capacitada.” Esto puede generar la ilusión capitalista o reformista citada al comienzo de esta nota sobre la posibilidad de atenuar tanto el desarrollo como las crisis capitalistas. Sin embargo Lenin agrega: “La afirmación de que los cárteles pueden eliminar las crisis es una fábula difundida por los economistas burgueses, quienes desean a toda costa embellecer el capitalismo. Por el contrario, el monopolio creado en ciertas ramas de la industria aumenta e intensifica la anarquía inherente a la producción capitalista en su conjunto.” Más adelante continúa, y por aquí podemos vislumbrar, a pesar del aparente significado en cuanto a “ordenamiento económico” y “optimización de beneficios” que significaría la centralización internacional del capital hoy, la significación verdadera de tal proceso: “Los capitalistas se reparten el mundo, no debido a su particular perversidad, sino porque el grado de concentración a que se ha llegado los obliga a seguir ese camino para obtener beneficios; y se lo reparten ´proporcionalmente al capital´, ´proporcionalmente a la fuerza´, porque no puede existir otro método de división bajo la producción mercantil y el capitalismo.” Y de esto se trata en forma agudizada en este período de crisis de acumulación capitalista, el “grado de concentración a que se ha llegado”, obliga a las corporaciones a iniciar este proceso de fusiones, de centralización internacional del capital para concentrar fuerzas y prepararse para un nuevo reparto del mundo. De aquí las bases objetivas que permiten comprender el “milagro” del Sudeste asiático o el desarrollo de los “mercados emergentes”. Pero como ya dijimos, aquí debemos reafirmarlo, “el capital financiero y los trusts no atenúan sino que acentúan las diferencias en el ritmo de crecimiento de los distintos elementos de la economía mundial.” Y Lenin agregará, a renglón seguido, “y cuando la relación de fuerzas ha cambiado, ¿de qué otro modo pueden resolverse las contradicciones bajo el capitalismo, sino por la fuerza?”.

El proceso de centralización internacional de capital entonces, a pesar de todas las mistificaciones de la economía burguesa y sus escribas, no es más que un proceso donde no se verifica un “crecimiento positivo del capital social” sino incluso su destrucción parcial, y que se da como “transnacionalización de la cuadra de al lado” en el sentido de lo que acabamos de definir. Por lo tanto, categóricamente, no implica un desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad ni un cambio de fase, sino más bien, la decadencia de la fuerzas productivas. Aunque, como sostiene Lenin, “sería un error creer que esta tendencia a la descomposición excluye el rápido crecimiento del capitalismo. No; en la época del imperialismo, ciertas ramas industriales, ciertos sectores de la burguesía, ciertos países, manifiestan, en mayor o menor grado, ya una, ya otra de estas tendencias.” (resaltado por nosotros). Sin embargo, este párrafo que tanto gustan citar ciertos “marxistas” continúa: “en su conjunto, el capitalismo crece con una rapidez incomparablemente mayor que antes, pero este crecimiento no sólo es, en general, cada vez más desigual, sino que su desigualdad también se manifiesta, en particular, en la descomposición de los países de mayor capital (Inglaterra).” El carácter cada vez más parasitario de los Estados Unidos, donde el desarrollo del capital financiero y especulativo ha llegado a niveles gigantescos, como muestra el actual desarrollo de la Bolsa de Wall Street al que nos referimos más abajo, no es más que un indicador de esta tendencia.

NOTAS:
1 Carré Rouge, diciembre 1995.
2 The Economist, 7-2-98
3 C. Marx, “El Capital”, T. I, Cap. XXIV
4 Dicho sea de paso, esta tan comentada “madre de todas las fusiones” terminó en un rotundo fracaso: El valor de las acciones ha caído 21.000 millones de dólares. The Economist del 28-2-98 dice que, “el costo del colapso es asombroso: eclipsa el valor total de muchos otros acuerdos recientemente promocionados”. Algunos analistas explican el fracaso en el presunto ego de los dos directores de ambas compañías. Otros hablan de diferentes culturas empresarias. Sin embargo, ya comienzan a salir a luz las verdaderas razones de tal fracaso: SmithKline estaba por fusionarse con una empresa americana. El anuncio de Glaxo de que iba a fusionarse con aquella otra, desbarató esa operación, para finalmente dejar a SmithKline altamente cuestionada e incapaz de competir sola con Glaxo. Ahora algunos analistas hablan de que esta última podría iniciar una fusión “agresiva” de SmithKline, esto es, comprarla pero manteniendo el control mayoritario de la misma. Una vez más, el semanario The Economist, que responde a los intereses de los dueños de Glaxo y SmithKline y de la City de Londres ha confundido sus deseos con la realidad.

La financierización de la economía

La crisis del proceso de acumulación llevó a un salto en el proceso de financierización del capital, a que el capital se fije en su forma dineraria obteniendo una renta que no podía obtener en la producción, liquidando todas las trabas que impiden el libre flujo del mismo, y conduciendo a una producción cada vez más basada en el endeudamiento, cobrando un carácter cada vez más parasitario la producción capitalista. El siguiente cuadro muestra la inversión en stock de capital de la economía en su conjunto, comparándolo con el mismo ítem en el sector de la manufactura, donde se ve la disminución del peso de ésta, en relación al total de capital. El resto del crecimiento corresponde a actividades como los servicios no productivos, los mercados inmobiliarios y formas varias de actividad especulativa.

Porcentaje promedio de crecimiento anual del stock de capital (en parEntesis, manufactura)

                1960-73       1979-89      1983           1989
EEUU    3.7 (4.0) 3.5 (2.3)       2.8 (1.3)   3.5 (2.1)
Europa     5.2 (5.1)    2.9 (1.3)  2.6 (0.8)        3.4 (2.0)
   Japón    12.4 (12.4)  7.3 (5.4)      6.5 (5.4)  9.4 (7.6)

Fuente: “Capitalism since 1945”, de Armstrong, Gryn and Harrison, Oxford, 1991

De hecho, las deudas totales de los Estados nacionales (y ya hemos visto el papel orgánico que juegan en la economía capitalista y las formas que ha asumido en este último período) ascienden a cifras pavorosas. Algunos analistas señalan que estas deudas alcanzan un 60% en Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Alemania, un 125% en Italia, un 120% en Grecia, un 130% en Bélgica. Las deudas de los particulares en Estados Unidos ascienden al 91% de sus ingresos, comparado con el 65% en 1980. Y en una reciente nota del Wall Street Journal, la preocupación se acrecienta debido a que ahora el endeudamiento de las empresas está aumentando en forma más acelerada que el de los particulares. Ya hemos visto el significado de esto para los chaebols en Corea del Sur.

A su vez, las innovaciones tecnológicas dieron la base técnica para permitir el libre flujo del capital, financiero, operando en tiempo real. Es lo que permite comprar bonos, acciones o cualquier instrumento financiero desde una plaza como puede ser Buenos Aires en otra tan lejana como pueda ser la de Tokio. Esto ha permitido alimentar la ilusión, no sin incubar virulentas explosiones futuras, en el crecimiento y aumento de la riqueza de la economía, a pesar de la crisis de acumulación iniciada a fines de los 60 principios de los 70 que incluso algunos economistas burgueses veladamente reconocen que no han logrado superar. De hecho, en Estados Unidos, según algunas estimaciones, el valor de las acciones alcanza los 10,9 billones de dólares mientras que el del PBI llega a los 8 billones de dólares. Esto se explica en las mismas leyes del desarrollo capitalista. Marx lo explicaba así para el funcionamiento clásico con el capital a interés (recordemos que el interés es una fracción de la plusvalía suplementaria obtenido por el préstamo de un capital y que es inferior a la ganancia media): “En tanto que el interés es apenas una parte de la ganancia, es decir de la plusvalía que el capitalista activo arranca al obrero, el interés se presenta ahora... como el fruto propiamente dicho del capital ... En este caso la forma fetichista del capital y la representación del fetiche capitalista llegan a su culminación ... Es la capacidad del dinero o de la mercancía de hacer fructificar su propio valor, con independencia de la reproducción, es la mistificación capitalista en su forma más brutal. Es entonces en el capital productor de interés que se destaca con claridad ese fetiche mecánico: valor que se valoriza a sí mismo, dinero que engendra dinero. En esa forma, ya no ostenta las marcas de su origen.” 1. Pues bien, con el desarrollo de la actividad bursátil, capitalistas e instituciones de crédito invierten su capital dinero en acciones para obtener por medio de estos préstamos la tasa media de interés en la forma de los dividendos que rinden las acciones, y el interés obtenido varía según la ganancia realizada. Pero el funcionamiento de la economía capitalista hoy, como hemos venido demostrando, cobra un carácter cada vez más parasitario, convulsivo, desigual, destruyendo enormes masas de fuerzas productivas. Y eso sucede bajo un período de crisis de acumulación capitalista donde no se ha logrado recuperar la tasa de ganancia a los niveles necesarios para asegurar una valorización suficiente del capital que permita re-impulsar el proceso de acumulación capitalista acorde con las ganancias esperadas. Y aquí encontramos la llave para explicar este auge especulativo bursátil, con una diferencia para Estados Unidos, como vimos, de más de 2 billones de dólares entre la producción real y su valuación bursátil. Y es que hoy en la Bolsa las operaciones se realizan con un riesgo tan alto por esta situación, que éste se recarga al precio de las acciones y por lo tanto el volumen total negociado tiene estas proporciones gigantescas, con esta brecha creciente. Pero el fetiche se choca recurrentemente con la realidad. De hecho, los temblores de Wall Street de los últimos meses de 19972 se debieron a que por la crisis del Sudeste asiático las empresas de alta tecnología a las que más se había apostado, parecía que no iban a alcanzar los niveles de ganancia esperados; y entonces ¿cómo pagar los dividendos esperados? Marx veía en el capital a interés la culminación de la mistificación capitalista, del dinero que engendra dinero, pero los niveles de financierización actuales de la economía probablemente le hubieran dejado ya sin palabras. De todas maneras, no hacen más que confirmar las leyes generales del desarrollo capitalista que él descubrió y que Lenin desarrollaría con las transformaciones ocurridas con la conformación del imperialismo.

Sin embargo, autores como Chesnais, afirman: “se trata de la emergencia de una situación donde es el movimiento propio de esta fracción del capital [el capital-dinero] la que tiende a imprimir su marca sobre el conjunto de las operaciones del capital; donde se produce la afirmación por el capital-dinero de una autonomía frente al capital industrial como nunca antes; ´autonomía´ cuyos límites tienen que atenerse, sin embargo, a la viabilidad del medio (incluso a corto plazo) de un ´régimen de acumulación rentista´, es decir, de una gigantesca excrecencia parasitaria que vive de la plusvalía y del subproducto, autosustentado y procurando hacer compartir a todo el cuerpo social.” (remarcado por nosotros)3. Correcta descripción. Pero, ¿cómo se puede llamar “régimen de acumulación rentista” a aquél en el que en tan sólo tres meses se “esfuman” 700.000 millones de dólares como ocurrió en esta última crisis bursátil y financiera según las cifras oficialmente reconocidas?

Esta afirmación no sólo es una contradicción en los términos, sino que, objetivamente, puede conducir a dos posibles conclusiones reformistas: una, la mistificación de que “el dinero engendra dinero”, presentando lo que es una muestra de la descomposición extrema del sistema capitalista, como un nuevo regimen de producción histórico. La otra, más por “izquierda”, llevaría a embellecer al capitalismo de posguerra, haciendo una antítesis entre el capital productivo y el capital especulativo, como hacen los “keynesianos light” que ya criticamos en otro artículo.

Es justamente el carácter parasitario, sí, en gran medida rentístico, convulsivo, de destrucción parcial de fuerzas productivas, que venimos definiendo, lo que nos permite afirmar definitivamente, que no hay ningún supuesto nuevo “regimen” de acumulación, sino una sobrevivencia parasitaria del imperialismo en el período actual con las características antes dichas.

NOTAS:
1 C.Marx, “El Capital”, T. III.
2 Y también hoy, cuando estamos cerrando este artículo, el 15 de marzo de 1998.
3 Carré Rouge, diciembre 1995.