Estrategia Internacional N° 8
Mayo/Junio - 1998
PRESENTACIÓN
Emilio Albamonte
INTRODUCCIÓN
Decíamos en Estrategia Internacional N° 7- Marzo- Abril... que el mundo estaba sacudido por vientos de crisis y tambores de guerra... Que la razón subyacente era la crisis de acumulación capitalista que lleva 25 años de duración.
Decíamos que el imperialismo yanky que se había visto impedido de actuar frente a la crisis de Irak buscaría otros lugares para tratar de asestar una derrota ejemplificadora a las masas del mundo... Sin embargo, la indecisión para actuar frente a Irak aumentó en la coyuntura el caos mundial.
Para tratar de comprender la lógica más profunda de los acontecimientos, ya que como afirmaba León Trotsky dirigir es preveer, vamos a intentar examinar las contradicciones de la situación mundial -en esta presentación de este número de Mayo/ Junio de E.I.- desde el ángulo no del funcionamiento de la economía capitalista como hicimos en el número 7, sino desde la lógica de la lucha de clases y de la política mundial que como toda política es, según la definición de Lenin, economía concentrada.
Solo desde aquí es posible comprender contradicciones enormemente originales en la historia del mundo moderno y quizá de la humanidad, como es el hecho de que las naciones más populosas y atrasadas de la tierra, como son con sus 2.200 millones de habitantes la India y China, estén armadas con tecnología nuclear de última generación mientras que las poderosísimas economías capitalistas de Japón y Alemania sólo tengan armamento convencional.
Sólo utilizando la dialéctica, la teoría del desarrollo desigual y combinado, y saliendo del reino fetichista de economistas, sociólogos e historiadores burgueses o pseudo- marxistas, podemos explicar estas y otras paradojas de fin de siglo.
ALGUNOS PROBLEMAS TEÓRICO-POLÍTICOS CANDENTES
1989 liquidó el impasse estratégico establecido en los acuerdos de Yalta en febrero de 1945...
En muchas oportunidades, hemos explicado el rol contrarrevolucionario del stalinismo al fin de la Segunda Guerra Mundial. Muchos marxistas y aún estudiosos burgueses serios comparten este análisis. Sin embargo, el hecho de que el stalinismo haya sido una pieza (¿la pieza?) fundamental para estabilizar el orden mundial de pos-guerra, no tiene para los izquierdistas impresionistas y los intelectuales a sueldo del gran capital ninguna importancia para analizar la situación emergente de la disolución de ese orden.
Seamos más explícitos: la gran revolucionaria polaca Rosa Luxemburgo planteó que el camino del proletariado estaba plagado de derrotas que sin embargo conducían a su triunfo inexorable.
Durante los 45 años que duró el acuerdo de Yalta, parecía que la frase de Luxemburgo carecía de sentido ya que aunque hubo numerosísimas derrotas y crueles guerras, la sensación de todo el mundo era que en forma evolutiva, o con revoluciones con direcciones cualquiera, el camino del proletariado conseguiría estar plagado de victorias por lo menos en los países más importantes... La construcción de Estados Obreros -a los que sólo los trotskistas llamábamos degenerados y deformados- en casi un tercio del planeta, el Estado de Bienestar en Estados Unidos y sobre todo en Europa Occidental y hasta cierto crecimiento en las semicolonias más prósperas daban la sensación de que la ideología de los sátrapas del Kremlin era correcta; de que, coexistencia pacífica mediante, el socialismo se impondría inexorablemente al capitalismo. Visto desde hoy, podemos afirmar que durante Yalta los sindicatos conseguían aumentos de salarios y un mejoramiento de las condiciones de vida de las masas (siempre hablando esencialmente de los países más ricos o a lo sumo de desarrollo intermedio), que el proletariado hizo grandes gestas triunfantes desde China a los Balcanes, desde Cuba hasta Indochina, pero al ser cada uno de estos triunfos dirigido por ejércitos guerrilleros y direcciones burocráticas enemigos de la autoorganización de las masas preparaban el camino, no del triunfo inexorable del proletariado como pretendía Luxemburgo, sino el de la degeneración de esas conquistas parciales y preparaban el camino a la hecatombe.
Todos los intelectuales, burócratas, reformistas y centristas, amigos de la URSS, de China, o Yugoslavia, con sus alabanzas obscenas a las burocracias gobernantes que oprimían a los pueblos; y con su subordinación en Occidente a los nacionalismos burgueses -como el peronismo o el cardenismo- o pequeño burgueses -como el sandinismo-; eran apologistas de triunfos que preparaban el pase con armas y bagajes de esas burocracias a agentes directos de la restauración capitalista, y de los movimientos de liberación nacional integrados, como en Nicaragua y El Salvador, a los mismos ejércitos contrarrevolucionarios contra los que habían combatido. En los países con fuerte peso proletario los sindicatos estatizados y bajo el control de la burocracia, acabadas las migajas del boom de la posguerra, se transformaron en verdaderas maquinarias de guerra de la burguesía al interior del movimiento obrero.
Es decir, que el camino abierto por Yalta estuvo plagado de triunfos que le abrieron el camino a Reagan y a Thatcher y a su furiosa ofensiva anti-obrera de carácter mundial.
En esta revista sostenemos que durante el ´89 y hasta el ´91 se dieron una serie de revoluciones en el Este de Europa, China y la URSS que fueron derrotadas (China), y desviada- estranguladas (Este de Europa y la URSS) y una parte importante de esta revista está dedicada a evaluar la magnitud de estas derrotas (dossier sobre la restauración capitalista).
Sin embargo, no olvidamos ni por un momento que las castas gobernantes stalinistas frente a las cuales las masas insurgieron en el ´89, eran un elemento (¿el elemento?) central estabilizador del orden capitalista imperialista... Por eso y por extraño que parezca, decimos que quizá esas derrotas en Oriente (que, como el lector podrá apreciar, con ser profundas, para nosotros no tienen magnitud de derrota histórica), contradictoria, dialécticamente, han vuelto ha poner a la historia que estaba parada sobre su cabeza, sobre sus pies. ¿Qué queremos decir? Que como viene afirmando nuestra corriente (y mantenemos hoy), desde el ´89 asistimos a una verdadera ruptura del impasse estratégico que conseguía victorias relativamente fáciles para el proletariado, fortaleciendo a las burocracias gobernantes o sindicales, las que a su vez trabajaban para mantener el orden imperial.
Ahora, el proletariado está comenzando a recuperar su espontaneidad, las burocracias a las que se enfrenta son de una magnitud enormemente menor a las del stalinismo o a la de la socialdemocracia en sus épocas de gloria, su camino seguramente estará plagado de derrotas pero hay una luz al final del túnel, y es la posibilidad de que las masas auto-organizadas triunfando no estén trabajando como durante Yalta para su enemigo mortal, el orden capitalista imperialista.
¿Es la primera vez que el proletariado está sometido a esta paradoja, de que sus triunfos grandiosos preparen una hecatombe? De ninguna manera. Los grandiosos partidos socialistas de principios de siglo que en Alemania llegaron a tener más diputados que la suma de los partidos burgueses, fueron absolutamente incapaces, dirigidos por burocracias sindicales y socialistas de palabra, pero nacionalistas chauvinistas en los hechos, de impedir la hecatombe de la Primera Guerra Mundial.
Toda la historia del siglo XX es la historia de una sobrevida del capitalismo no por su creatividad, ni por el funcionamiento dinámico automático de su economía, sino por utilizar grandes fuerzas estatales para corromper a los Estados Mayores de sus sepultureros: la clase obrera.
Partiendo del apotegma de Luxemburgo, en esta Estrategia n°8 analizaremos el curso plagado de derrotas en los ex Estados Obreros, y las promesas de victorias que abre la acción de las masas en diversos países y continentes.
Australia, Bolivia, Dinamarca, Corea, desocupados franceses, jornadas revolucionarias en Indonesia ¿resistencia o contraofensiva de masas?
La inmensa mayoría de la izquierda mundial que sobreestimó el triunfo del imperialismo en Oriente y subestimó sistemáticamente el hecho de que antes de ser estranguladas esas revoluciones se cargaron al stalinismo, y en consecuencia debilitaron mortalmente el orden de Yalta, no puede comprender nada de lo que sucede en el mundo.
¿Cómo puede ser si no fuera por la crisis del orden de Yalta que un país campesino y atrasado como la India tanto bajo gobiernos de izquierda como bajo el actual de derecha chauvinista, haya desarrollado un programa nuclear que está haciendo temblar a los jefes imperialistas reunidos en Inglaterra cuando estamos cerrando esta revista? Los marxistas revolucionarios defendemos el derecho de las naciones oprimidas a armarse contra el imperialismo (y denunciamos el reaccionario Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares que deja el monopolio de las mismas en manos de cuatro potencias), decimos que estas armas que en manos de una revolución proletaria serían un eficaz medio de autodefensa frente al imperialismo, en manos de la burguesía pueden llevar a guerras fratricidas aterradoras.
¿O cómo puede explicarse que en medio de semejante derrota histórica haya en Francia un ascenso obrero que dura más de tres años, que volteó al gobierno de derecha que pocos años antes había aplastado a los socialistas; que haya surgido un débil gobierno reformista PS-PC-Verdes y que, como contrapartida, hundiendo a la derecha tradicional se desarrolle en los márgenes el partido racista y chauvinista de Le Pen como un árbitro de la vida política francesa, y en el otro polo se produzcan grandes luchas de los desocupados y en la extrema izquierda una fuerza trotskista como Lutte Ouvriere con más de un millón de votos?
Los que ayer hablaban o por lo menos pensaban que la caída de la URSS tenía las mismas implicancias históricas que el triunfo de Hitler en Alemania, hoy hablan de resistencia de las masas frente a acontecimientos como los que señalamos al comienzo de este título. No están haciendo una discusión seria sino una adecuación a los acontecimientos que están haciendo temblar la tierra bajo sus pies. Sólo hubieran sido serios, desde el punto de vista marxista -aunque no hubieran tenido razón- si hubieran planteado que tal derrota histórica abría el camino a la liquidación de la democracia burguesa, al reinado del fascismo y a la marcha hacia una eventual tercera guerra mundial. Pero es mucho pedir que la izquierda light piense coherentemente. Hablaban de derrota histórica, al mismo tiempo que confiaban en el dinamismo del automatismo económico burgués. Se habían tragado el cuento de que la historia no es de la lucha de clases, sino que la hace Bill Gates y Microsoft. Con esos izquierdistas, discutir en términos marxistas es más difícil que explicarle a un ciego de nacimiento el significado de los colores. Pero para los que queremos pensar en términos de dialéctica materialista, la discusión de resistencia de masas o contraofensiva es esencial. Luego del estrangulamiento de las revoluciones del ´89- ´91 en Oriente, el proletariado de Occidente fue recuperando en forma tortuosa y a tientas su capacidad de combate que venía muy disminuida en la época de Reagan-Thatcher.
Atravesó dos etapas, como planteamos en el artículo de Restauración capitalista y carrera de velocidad entre revolución y contrarrevolución: a) etapa de revueltas (abierta por las mismas revoluciones del ´89) que dura hasta el ´95; b) la huelga general de los estatales franceses abre una etapa de contraofensiva de masas en numerosos países: entre los años ´96 a ´98, lo dominante en la acción de los explotados ha sido una tendencia hacia la huelga general. Desde las guerras obreras de Corea de principios del ´97 hasta las recientes huelgas generales de 20 y 10 días respectivamente en países tan distintos entre sí como la nórdica Dinamarca y la semicolonial Bolivia. Además de los asalariados urbanos, en continentes enteros como Latinoamérica estamos asistiendo a enormes luchas de los campesinos pobres y hambrientos (México, Brasil, Paraguay, Ecuador, Bolivia, Colombia) y de los pobres urbanos y los desocupados, como vimos en 1997 en Argentina con los levantamientos en Neuquén y Jujuy. La resistencia es por definición puntual y aislada. La contraofensiva es por definición la tendencia a superar en la acción los límites de oficios y profesiones y la del surgimiento de una tendencia a la unidad de acción de las distintas capas del proletariado y de los pobres de la ciudad y el campo. Es por eso que para nosotros no hay ninguna duda de que estamos asistiendo a una contraofensiva aunque esta tenga enormes limitaciones y contradicciones como señalaremos más abajo.
Subjetividad y conciencia...
Que se haya roto el impasse estratégico y que haya comenzado a resurgir la espontaneidad obrera para enfrentar la ofensiva del capital, no significa, no puede significar de ninguna manera, que las instituciones del movimiento obrero estén vigorosas, o que su conciencia tenga objetivos alternativos al capitalismo claramente definidos. Más bien, es un recomenzar desde cero, pero ¿qué esperan los izquierdistas que le echan la culpa a las masas de esta situación? ¿Que 70 años de opresión de la burocracia stalinista en Oriente y 50 años de reformismo de sindicatos estatizados en Occidente iba a provocar un renacimiento de la espontaneidad virginal como en los comienzos del movimiento obrero? Aquí podríamos parafrasear la frase biblica diciendo perdónalos señor, no saben de lo que hablan. Los mismos centristas que se reclamaban trotskystas que durante años vivaron a Ho Chi Min, a Fidel Castro, a Tito o a cuanto burócrata putrefacto machacara los cerebros de los trabajadores, son los que hoy más acusan a las masas de su atraso y los que más nos acusan a los marxistas revolucionarios de ser exitistas porque creemos que se ha roto el impasse estratégico.
De nuevo discutir con esta gente nos sirve de poco, pero sin embargo los marxistas revolucionarios, debemos tener una visión dialéctica y ajustada de la subjetividad del proletariado para trazar nuestro curso de acción.
El límite de esta contraofensiva de masas, es que todavía no surgen sectores de masas o de vanguardia que tiendan a crear alas izquierdas de los sindicatos o instituciones alternativas a estos de tipo soviético. La idea de revolución desapareció del pensamiento de las masas y aún de la vanguardia que está llevando adelante las luchas actuales. Quizás este sea el efecto más deletéreo de las derrotas de la revoluciones políticas iniciadas en el 89.
Esta falta de radicalización es el principal límite que
tiene la actual contra-ofensiva de masas.
Sin embargo, Trostky plantea que cuando los factores objetivos y los subjetivos
están abiertos en tijeras, como sucede hoy, sólo nuevas catástrofes superiores como los
cracks o las guerras vienen a restaurar la correspondencia entre el
factor objetivo y subjetivo.
¿Será en Indonesia, donde el proletariado y los pobres han perdido en pocos meses un 77% del valor de su moneda el lugar donde los sufrimientos inauditos superiores a los habituales (Lenin), harán pegar un nuevo salto a esta contraofensiva de masas? ¿O acaso será en Corea donde los sindicatos han comenzado a romper el pacto que tenían con el nuevo presidente, empujados por una vanguardia que estuvo a punto de matar a trompadas a los dirigentes sindicales cuando estos levantaron la huelga general hace dos meses en el sindicato metalúrgico? ¿La astucia de la historia, que gustaba invocar Hegel, hará resurgir el marxismo revolucionario en el terreno asiático, donde se concentra el proletariado más joven y poderoso del mundo, así como surgió la revolución proletaria en la atrasada Rusia a principios de siglo y no en la adelantada Inglaterra como había previsto Marx? No lo sabemos. Lo que sí creeemos, es que los hechos de Indonesia parecen comenzar a marcar un nuevo punto de inflexión. Si es así, si se abre un proceso revolucionario, se acelerarán los tiempos por lo menos en el Sudeste asiático y tendrá efectos benéficos para toda la contraofensiva que el proletariado y sus aliados los campesinos y los pobres urbanos, están desarrollando en diversos países y continentes.
Sólo si surgen procesos revolucionarios triunfantes, combinado con las lecciones que saquen los marxistas revolucionarios y los obreros concientes de las inevitables derrotas parciales que habrá, puede resurgir una nueva subjetividad del proletariado, es decir, nuevas instituciones de combate y una nueva conciencia, sólo si se desarrollan procesos revolucionarios, surgirá un centrismo de masas, es decir, obreros en transición entre la reforma y la revolución, y para esa situación y dentro de esa perspectiva, debemos realizar nuestro trabajo preparatorio los marxistas revolucionarios hoy.
La crisis de dirección revolucionaria: por qué
reconstruir la IV Internacional
y no la I, la II, la III, o construir la V
El problema de dirección revolucionaria del proletariado, hay que discutirlo estrechamente ligado al punto anterior de la subjetividad y la conciencia de las masas.
Luego del ´89, la mayoría de los izquierdistas vulgares, e incluso la mayoría de los centristas que hablan en nombre del trotskysmo, plantearon que, ya que habíamos sufrido una derrota histórica en la URSS y el Este, la clave ahora era reunirnos todos los izquierdistas, para aguantar el chubasco. Los dirigentes del auto llamado Secretariado Unificado de la IV Internacional plantearon que ya no había que distinguir más entre reformistas y revolucionarios, sino entre partidarios de la lógica neo-liberal y los contrarios a ella, es decir, nos planteaban una cierta vuelta a la Primera Internacional, uniendo a todos los obreros como si el sigloXX no hubiera pasado. En realidad, lo que buscaban era unirse con los stalinistas resistentes, es decir, con los reformistas de partidos como Izquierda Unida en España o Refundazione Comunista en Italia. Era una mezcla de Primera Internacional y de la Tercera en épocas de Stalin, sin desdeñar siquiera -como lo hizo la Tercera en época de Stalin- a los burgueses progresistas. Así vimos en Latinoamérica, durante cinco bochornosos años, al Foro de San Pablo que reunía al sandinista Ortega con el terrateniente Cárdenas, el socialdemocratizado Lula, los mandelistas de estas latitudes, Fidel Castro, los posadistas y hasta el Partido Obrero que hoy habla de reconstruir la IV Internacional en forma inmediata.
En Argentina, desde donde editamos esta revista latinoamericana, el Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST), que era el partido de Zamora, hizo frentes sindicales estratégicos con los maoístas del Partido del Trabajo y del Pueblo (PTP) acompañados por un frente electoral no menos estratégico, con los stalinistas del Partido Comunista de Victorio Codovilla, odiado justamente por la clase obrera argentina, ya que apoyó el golpe libertador del ´55 y la dictadura de Videla en el 76.
Otros, como el MAS luego de sus infinitas rupturas, partiendo del hecho cierto de que las instituciones de las masas y la conciencia mansillada por el stalinismo parte desde muy abajo, extrajeron la peregrina idea de que es una tarea de los revolucionarios- es decir de ellos mismos- reconstruir la subjetividad del proletariado. ¡Pequeña tarea! Más delirante aún si se piensa que hay que reconstruirla haciendo propaganda socialista en libros y folletos... y actuando como secretarios de los burócratas sindicales en los conflictos obreros, como planteamos en el artículo Polémica con el MAS y la LIT.
En Brasil, el Partido Socialista de los Trabajadores Unificado (PSTU), que es la principal fuerza trotskista en dicho país, planteó alegramente que había un proceso de recomposición del movimiento obrero mundial, confundiendo el hecho elemental de que las masas utilizaran y presionaran in extremis a los sindicatos estatizados para autodefenderse con una recomposición del movimiento obrero y mundial,que, dicho sea de paso, no plantean si es en clave reformista, centrista o revolucionaria. Como se ve, otro palabrerío teórico sin sentido que cobre políticas oportunistas bien concretas.
Por una visión dialéctica de la superación de la crisis de dirección revolucionaria del proletariado...
Cada una de las Internacionales obreras, planteó y resolvió en cierta medida, los problemas y las soluciones para que el proletariado pasara de ser una clase en sí, es decir objeto de explotación, a una clase para sí, es decir, que liberándose libera a la humanidad de la esclavitud asalariada.
La Primera Internacional, con la alianza entre anarquistas y marxistas, constituyó a la clase obrera como un sujeto político de carácter internacional.
La II Internacional creó los grandes partidos socialistas de masas, y los grandes sindicatos de masas, transformando a la clase obrera en un sujeto con el cual ya no se podría dejar de contar. Luego de la degeneración contra-revolucionaria de la II, cuando se despedazó frente a la Primera Guerra Mundial, apoyando cada partido a su propia burguesía imperialista, en medio de la Primera Guerra Mundial, un grupo de internacionalistas, en las Conferencias de Zimmerwald y Kiental, sentaron las bases de lo que luego de la Revolución Rusa sería la III Internacional dirigida por Lenin y Trotsky, que puso en el orden del día la lucha por la dictadura del proletariado, y cuyos Cuatro Primeros Congresos son las más grandes lecciones de teoría, estrategia y táctica de la historia del proletariado.
Al tomar el poder la burocracia en la URSS, se conformó la Oposición de Izquierda que a través de distintas etapas (y luego de que la burocracia llevara a la derrota de la revolución mundial, iniciando el camino hacia la Segunda Guerra Mundial), se proclamó como IV Internacional en su Congreso fundacional de Septiembre de 1938. Esta Internacional no fue de masas como las otras tres, pero su fundación tiene la importancia histórica de plantear una línea de acción que, a pesar del impasse estratégico de alrededor de 50 años, creado por el fortalecimiento del stalinismo a la salida de guerra, y a pesar de la degeneración centrista que la llevó de partido mundial organizado a movimiento de tendencias, permite que hoy exista el marxismo revolucionario, aunque enormemente reducido y todavía aislado, por las razones que planteamos arriba, de la vanguardia y las grandes masas. La grandeza de la IV Internacional, más allá del heroísmo de su lucha conjunta contra nazismo y stalinismo, radica en que supo plantear el análisis de que el imperialismo se sobrevivía a través de la utilización de las burocracias obreras, dentro de los estados donde se había derrotado al capitalismo, y a través de su dirección de los sindicatos y de los partidos obreros reformistas también en los países capitalistas. Su grandeza no sólo radica en la brillantez del análisis, sino en que formuló un programa de guerra contra estas burocracias, enemigas internas del movimiento obrero. Lanzó el programa de revolución política para liquidar a la casta burocrática en la URSS, y planteó que toda lucha seria es imposible, en cualquier país, sin derrotar a las direcciones reformistas oficiales de las masas y sin que estas se autoorganicen para dar la batalla. Que para poder triunfar en esta lucha doble contra los explotadores y sus agentes burocráticos, hace falta un partido y una Internacional marxista revolucionaria que exprese la fusión de la intelectualidad marxista y los sectores más perspicaces de la clase obrera revolucionaria.
Luego de este breve racconto, volvamos al problema de los problemas, el de la dirección revolucionaria del proletariado. Si la historia fuera una cadena evolutiva y gradual de acontecimientos, si los saltos históricos no estuvieran inscriptos en las leyes de lo existente, entonces tendrían razón los que opinan que partiendo de un nivel de subjetividad tan bajo como el actual, abría que repetir toda la historia del movimiento obrero y entonces la revolución proletaria no estaría a la orden del día sino que sería un problema a resolver en los próximos siglos.
Sin embargo, como Trotsky señaló brillantemente en su Historia de la Revolución Rusa, la ley del desarrollo desigual y combinado no plantea que no haya etapas, tanto en la naturaleza como en la historia. Lo que Trotsky afirma es que fenómenos como las guerras o las revoluciones, pueden comprimir brutalmente esas etapas; por ejemplo, Trosky afirmaba que en Rusia la etapa democrática burguesa de la revolución, bajo el impulso de los sufrimientos inauditos causados por la guerra inteimperialista, había durado sólo seis meses, de febrero a octubre de 1917. Sobre esas bases el partido bolchevique pudo explicar que la democracia burguesa no solucionaría las demandas de paz, pan y tierra y, en diversas jornadas revolucionarias, fue capaz de dirigir al proletariado organizado en soviets de una conciencia democrático burguesa a la necesidad del poder obrero.
Pues bien, apliquemos esta misma lógica al problema de dirección revolucionaria del proletariado, en un cierto sentido, y luego de la ruptura del impasse estratégico de Yalta, hay que volver a cumplir tareas que se plantearon, y por períodos resolvieron las otras internacionales. Sin embargo esto, al igual que la subjetividad y la conciencia no será un proceso evolutivo. Impulsados por el látigo de la crisis de los cracks y de las guerras, partidos revolucionarios que tengan en claro que no hay sólo una lucha contra el capital, sus gobiernos, regímenes y Estados, sino, simultáneamente, en los momentos decisivos, con las burocracias corrompidas de los sindicatos y los partidos obreros; partidos cuartainternacionalistas con esta estrategia pueden lograr que el proletariado en pocos meses, en el curso de una revolución, adquiera instituciones y una conciencia que sinteticen toda la experiencia histórica de su clase. Es decir, cumplir el rol de pluma que incline la balanza hacia el lado de la lucha por la dictadura del proletariado.
Es por eso que, a la caída del stalinismo, y ante las nuevas mediaciones reformistas y centristas que está intentando montar el sistema imperialista mundial para mantenerse en vida, es enormemente necesario hoy, en esta etapa preparatoria, avanzar a reconstruir una IV Internacional que encarne la fusión de lo mejor de la vanguardia obrera y los marxistas revolucionarios. Para esto hay que comenzar derrotando a los centristas que usurpan el nombre del marxismo revolucionario, es decir del trotskysmo. Para avanzar en este camino desde la Fracción Trotskista que edita esta revista llamamos a los trotskystas principistas a dar pasos hacia un Comité de Enlace por la reconstrucción de la IV Internacional.
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En este número de Estrategia Internacional, nos explayamos sobre dos de los hechos más importantes de la actualidad de la lucha de clases mundial: los acontecimientos que sacuden a Indonesia y la huelga general boliviana; también informamos brevemente sobre otras grandes huelgas parciales o generales en distintos países y continentes.
En el dossier sobre restauración capitalista, intentamos analizar con un método dialéctico las relaciones entre el proceso de restauración capitalista en general y en Rusia y en China en particular, con las tendencias mundiales entre revolución y contra-revolución.
Polemizamos en otro artículo contra la teoría socialdemócrata del MAS sobre los Estados Obreros y su contrapartida estatista burguesa del PSTU de Brasil.
Realizamos una entrevista a Al Richardson, quien es editor jefe de Revolutionary History, una prestigiosa revista inglesa de historia del movimiento trotskysta, sobre el rol de los trotskystas en la Segunda Guerra Mundial.
También en nuestra sección abierta, el compañero Gustavo Gamboa de la dirección nacional del Partido Obrero Revolucionario de Argentina, plantea su concepción de internacionalismo proletario.
Por último, publicamos la segunda parte del artículo Trotsky-Breton (que reproducinos con autorización de Pierre Broué, director de los Cahiers León Trotsky editados en Francia).
18 de Mayo de 1998